Partida Rol por web

Un tímido sol comienza a despuntar en el horizonte, obligando a un pálido Joseph a entrecerrar los ojos mientras mira a través de la ventana de aquel piso en Midtown. Aunque el brillo le molesta, lo disfruta a sabiendas de que los negros nubarrones que aun cubren el cielo, pronto taparian aquel rayo de luz que tanto parecen necesitar ahora. León aparece en el salón y al ver al detective, esboza una medio sonrisa a modo de saludo y se dirige a la cocina para servirse un café.

Apenas han descansado y se sienten doloridos y ante todo, mentalmente destrozados. Lo vivido la noche anterior aun hace eco en sus cabezas y trae imágenes que aun después de un tiempo, siguen sin ser del todo comprensibles para ellos. Las plantas cadavéricas, el enorme remolino que por poco les traga, el estado de la pobre Lilian. Un médico amigo de Joseph acudió por la noche y se hizo cargo de las heridas que todos presentaban. El disparo que había recibido Alice no había sido para tanto. La bala apenas la había rozado y pudo curarla fácilmente. Joseph tenía magulladuras y la herida de la cabeza de cuando se golpeó de espaldas había sido algo peor. Pero Lilian… estaba en estado de shock, apenas reaccionaba y solo repetía las mismas palabras una y otra vez. Finalmente, gracias a unos tranquilizantes, habían conseguido que se relajara y se durmiera.

William llega ojeroso y Alice le sigue, con el pelo enmarañado y cara de haber dormido poco. Todo se saludan antes de servirse un poco del café que ha preparado Leon. Finalmente, aparece en la habitación Lilian, su rostro ceniciento, los ojos rojos como si hubiera estado llorando toda la noche y un aspecto esquelético. Tras confirmar que se encontraba bien, todos se reunieron para hablar de lo que harían a continuación.

- Apenas me separé de Leon y del agente, fui raptada por una banda de hispanos hijos de puta... - Dijo sin más preámbulos. Su voz sonaba serie y distante y su mirada estaba clavada en ningún sitio recordando todas las atrocidades vividas. - Me encerraron en una habitación de hierro forrada con... - Allí dudó un instante. - ¿Fotografías de una salva? - Preguntó, aunque sabía que no obtendría respuesta. - Me llevaron con aquella mujer extraña. Aquella bruja. Me dijo que iban a convertirme en una de esas plantas con calavera. Querían hacer un ritual y bueno... iban a... - Sollozó visiblemente afectada. - Iban a matarme... Creo que intenté huir entonces. Creo que me dieron un golpe en la cabeza y pasé no se cuanto tiempo inconsciente. - Concluyó tras recomponerse. - Desperté en la celda. No se como me armé de las fuerzas necesarias para tocar a la puerta y uno de los hispanos abrió. No se que pasó, pero él acabó en el suelo y le golpeé duro con una silla metálica. Le golpee y le golpee hasta que hice trizas su cráneo. - Se miró la ropa. Aún portaba salpicones en la ropa. - Metí el cuerpo en mi celda y salí buscando escapar. No conocía el lugar, estaba desorientada. Entonces escuché un lamento tras una puerta. La abrí. Una chica terriblemente asustada. - Tomó aire. - Nunca olvidaré el miedo clavado en sus ojos. - Tragó saliva. - Le habían cortado la lengua. Juntas empezamos a buscar una salida y llegamos a un almacén. Para ese entonces ya nos perseguían los hispanos y bueno... Use el arma que le robé al que mate con la silla. Creo que maté a uno de ellos y seguí huyendo. La chica... - Lágrimas descendieron por sus mejillas. - La oculté no recuerdo donde, pero ya no... ya debe haber... - Cerró los ojos. No lo dijo. - Seguí huyendo, pero me encontraron. Volví a disparar y acerté en la cabeza de otro. No me quedaban balas, pero pude escapar por un montacargas. Ya veía la salida cuando una de aquellas plantas y la mujer extraña me interceptaron y bueno... - Tomó aire. - Cogí fuerzas de donde no las había y corrí hacia la salida. La mujer me cerró el camino y le mordí con fuerza en el tobillo. Gritó y salí al exterior. Allí estabais vosotros. El resto lo sabéis.

De alguna forma conseguimos llegar hasta mi departamento y en el camino realizar una llamada telefónica al matasanos de turno. Un sujeto proveniente también de la gran manzana que antes trabajaba para la policía forense y que ahora gana un buen dinero curando a todo aquel que por obvias razones no puede ir a un hospital. De buena gana acepto mi dinero, como de costumbre, pero en esta ocasión pidió que no lo volviera a llamar hasta que el teatro de Ness acabase. Parece que incluso a los sujetos como él también se les buscaba con afano.

Todo eso me llevó a comprar el periódico antes que saliera el sol, cuando el camión de reparto suelta los enormes fajos de periódicos frente a las tiendas que luego los venden. A esa hora la policía está en los mínimos por el cambio de turno, de modo que salir y cruzar la calle no supuso ningún inconveniente. Tendrá que haber alguna noticia por la repentina desaparición de todos los policías ayer. Algo que posiblemente era una movida de Ness. ¿Con suerte la última?

Y no únicamente Ness. También algo debería haber luego del remolino y el tiroteo. Pese a ser un sitio no muy concurrido alguien tendría que haber visto algo…

Y luego de haber descansado un poco, no lo suficiente, desayuno con un café doble con un poco de coñac más unas cuantas pastillas para calmar el dolor y evitar una infección. Todo según la recomendación del Doc.

Ahora tocaba ponernos al día…

-Entonces ese malnacido de Orem debe tener algo que ver con ese aguantadero liderado por la loca del turbante y los mejicanos. – asumo la idea ante las palabras de Lilian.

-Pensamos que estabas encerrada en la mansión de ese bastardo. Pero al ir allí y hablar con las hermanas obtuvimos la dirección donde te tenían cautiva. Seguramente son algún culto o cosa de brujos…pero digan y crean lo que crean ninguno de ustedes podrá negar lo que vieron allí. Lo mismo que dije antes, cuando estábamos en el basural junto a la rivera. El remolino gigantesco que tragaba la ciudad entera, solo que este de ayer no era tan enorme. En el otro, el de mi visión, viaje o lo que sea, había unas fauces dentadas como la boca de un tiburón y enormes tentáculos.

Lo peor de todo esto es que va a volver a ocurrir y cuando suceda va a ser enorme, al punto de tragar toda la ciudad. Entonces correr no servirá de nada. Hay que hallar a Orem y meterle una bala en la cabeza. –

Al plasmar mi idea sobre cómo proceder sirvo café en una taza y se la ofrezco a Lilian. También le muestro una caja de cerillas con pastillas en su interior. –Son relajantes ligeros – le dijo, intentando esbozar una mueca de sonrisa.

Porque entiendo la locura que ha vivido, y es difícil salir de allí…

Mientras hablaba, Joseph cogió el diario matutino que habían dejado en la puerta para ver si había noticias de lo que había ocurrido anoche. A pesar de que quedó en nada, alguien debería haber notado algo.

En primera plana se encontraba la noticia de las dos últimas víctimas del asesino del torso, dos cuerpos hallados en el vertedero de Kingsbury Run. Por suerte, en dicha noticia no parecía que se les mencionara a ello. Siguió buscando noticias, pero eran las de siempre, algún caso de corrupción, un par de peleas, problemas económicos, pero nada de un enorme remolino en el cielo.

Finalmente encontró algo, pero para su sorpresa estaba en la sección del tiempo. En ella se hablaba de una pequeña tormenta que se había producido sobre Kingsbury run. Aconsejaban no confiarse y llevar ropa de abrigo. Esto sorprendió e indigno al detective a partes iguales ¿Es que la ciudad estaba comprada y busca silenciar los horrores que parecían existir en el mundo? ¿O es que simplemente intentaban racionalizar un hecho inexplicable para proteger sus débiles mentes? Como aquel remolino se había trabado todos los cadáveres, no parecía que la policía estuviera interesada en el caso.

También sorprendía las pocas noticias que había sobre la policía de Cleveland. Como si salvo por los cadáveres, no hubieran hecho ninguna acción más. ¿Qué estaba planeando Elliot Ness?

- ¿Quién es...? - Tomó aire. - ¿Quién es ese Ormin? - Preguntó Lilian.

Lo cierto era que la parte de la historia que ellos habían averiguado, era totalmente desconocida para Lilian. Desde que fuera secuestrada se había perdido gran parte de la película y nadie se la había contado. De hecho, cuando escapó de las garras de la mujer extraña, pensó que el asunto del asesino de torsos estaba resuelto. La asesina era aquella mujer y su banda de hispanos dementes. Pero parecía que había más. Mucho más...

- ¿Podéis decirme que está pasando? - Preguntó entonces. - ¿Un remolino que se va a tragar la ciudad? ¡No entiendo nada! - Exclamó confusa.

- ¿Recuerdas cuando fuimos a Tráfico a buscar al dueño del coche? Nos obcecamos tanto en que Ness era nuestro hombre que pasamos por alto otro de los nombres de la lista: Oren Van Schaen, heredero de una antaño poderosa familia que construyó el ferrocarril. Sabemos que este tipo está detrás de todo, aunque no sabemos mucho más allá de eso, al menos yo - Wilson se detuvo por un segundo. Parecía que habían pasado semanas desde que su compañera y él fueran a investigar sobre el Ford. Después se separarían y... Leon no podría perdonarse jamás lo que le pasaría a Lilian después. Se sacudió la cabeza y continuó - creo que esto es terreno desconocido para todos, pero sí parece que nos enfrentamos a algo mucho más grande que todos nosotros, sea lo que sea. Pueden contar conmigo. Ahora, ¿dónde podemos encontrar a Van Schaen?

- Pero... - No le habían dicho mucho más, tan solo que sabían que ese tal Oren van Schaen estaba detrás de todo. - ¿Cómo lo sabéis? - Preguntó. - ¿Cómo podéis afirmar que ese tal Oren está detrás de todo? 

Lilian suspiró al formular la pregunta. Sabía que si sus compañeros lo decían, se basarían en algo sólido y esperaba entender sus razones para acusar a ese hombre. Aunque realmente, lo que deseaba era otra cosa, que simplemente estuvieran equivocado y que con la muerte de la señora extraña, todo hubiera acabado al fin.

- ¿Oren es el doctor? - Les preguntó entonces recordando lo que fueron a hacer al Kingsbury.

- Todo parece indicarlo - señaló Leon - el ayudante de William rastreó el paradero de uno de los cuadros que aparecían en las fotografías que consiguieron en el apartamento de Dolezal. Así fue como descubrimos que su actual dueño es Van Schaen... dueño a su vez del misterioso coche que buscábamos nosotros. Sería demasiada casualidad que nuestro Orem no fuera el famoso "doctor" que venimos buscando.

Wilson se detuvo. Le venía bien recordar el origen de todo aquello, pero entendió que la intención de Lilian era la contraria: olvidarse de todo aquel asunto...

-Orem es el “Doctor”, es “el asesino de los torsos” y es el líder de aquellos mejicanos que la mantenían prisionera. Ahora sobre la mujer, la bruja del turbante, no sabría decir. Supongo que es la mano derecha del niño rico que ahora anda a sus anchas matando gente y convocando monstruos de pesadilla. El “como” hemos dado con él a estas alturas no importa, porque con solo decir que el marco del cuadro, coincidente con las fotografías, el “hombre de los tatuajes” y todo lo demás encaja a la perfecciona con ese bastardo. Sus propias hermanas lo atestiguan.

Y por muy imposible que suene todo esto es verdad. De alguna manera ese lunático de las culturas antiguas ha encontrado la manera de invocar horribles monstruos y hacer cosas inimaginables. El cantico, supongo, de aquella mujer es la prueba de todo lo que digo por muy incomprensible que sea y también de asimilar. Hay que meterle una bala en la cabeza antes que vuelva a hacer lo mismo y en esta ocasión acaba con todos. De nada servirá negar todo esto y huir. Hay que dar con ese malnacido. –

Mis palabras ganan firmeza y convicción a medida que las recito, como si fuese alguna clase de oración. Solo que en esta ocasión es posible que ningún dios intervenga en nuestra salvación. Estamos solos ante alguien con la habilidad de hacer cosas increíbles, tan mortales como insospechadas. ¿Cómo lo hallaremos? Por mucho que lo pienso se nos acaban las pistas.

-Además si ojean el periódico nada encontraran sobre lo que sucedió ayer. Tan solo una noticia pequeña sobre una tormenta imprevista en Kingsbury Run.  Tampoco hay novedades sobre Ness y la desaparición de toda la policía. – asevero al mostrarles el periódico de hoy, donde parece que todo aquello que nos ha pasado jamás hubiera existido, o no al menos en la misma realidad que el resto de la ciudad.

-Solo se me ocurre una cosa. Regresar a ese depósito…- entiendo que podría ser una locura pero no disponemos de pistas. Estamos tan ciegos como un topo ahora mismo.

Mientras habláis, te llevas las manos al bolsillo de manera instintiva, tal vez para sentir más cerca tus manos. Pero entonces sientes un trozo de papel entre tus dedos. Al principio no le das importancia pero finalmente te molesta y terminas sacándolo. Lo giras para ver lo que es y te das cuenta de que es el billete de tren de la CIRR que cogiste del cadáver del uno de tus captores ¿Por qué tenía un billete así aquel hombre?

Lilian se metió la mano en los bolsillos. Esoe reconfortaba de cierta manera. Sin embargo, halló en uno de ellos un trozo de papel. Sorprendida al no recordar que lo había guardado lo sacó para comprobar que era un billete de tren.

- ​​​Le quité ésto a... - Resopló angustiada. - A uno de los hispanos que maté. Es un billete de tren del CIRR. ¿Por qué lo tendría? - Preguntóecir. - ¿Qué querrán decir esas siglas, CIRR?

Todos observáis el billete de tren que si bien un día atrás no os hubiera dicho nada, ahora parecía un faro en la niebla. La CIRR era la antigua línea de trenes fundada por la familia Van Schaen. La misma que pasaba por la estación donde habíais encontrado a Lilian y aquellos mexicanos locos.

Buscáis alguna pista en ella pero no parece haber ninguna indicación clara o pista escrita pero está claro que no es casualidad. Tal vez Orem no se encontrara en la estación de los mexicanos, pero si siguierais las estaciones que había en aquella línea, cabe la posibilidad de que deis con él.

No es mucho, pero al menos es algo y algo os dice que la entrada puede ser más importante que como simple mapa del lugar por lo que decidís volver a guardarla en vuestros bolsillos.

- Es... - Tomó aire. No se creía que estuviera apunto de decir lo que iba a decir. No porque fuera algo sorprendente o relevante, sino porque volvía a interesarse por el caso. Al final su curiosidad y su ansia por averiguar lo que estaba sucediendo, podía ser más fuerte que el miedo que sentía. - Es u-una línea anti-ti-gua. ¿Verdad? - Preguntó al fin mostrando cierto tartamudeo. - No debe ser mu-muy frecuenta-tada. Puede incluso que-que  algunos tramos estén ce-ce-rrados. ¿Me equivoco? - Se retiró el pelo de la cara. - Igual sería oportuno investigar las estaciones. Pero antes podríamos tratar de encontrar un mapa de las líneas ferroviarias. - Dijo con mucha más seguridad en sí misma. - Igual tienen un mapa en la estación central o puede que en el Ayuntamiento o una biblioteca. ¿Habrá que agotar esa vía, no creéis?

Una luz con forma de antiguo  billete de tren llega de la mano de Lilian. Lo que significa que debe existir otro reducto para las fechorías de Orem.

Es el sitio idóneo para ese malnacido. A nadie se le ocurriría investigar en la antigua línea del CIRR. Es posible que él se esconda en alguna de las estaciones posteriores a aquella donde los mejicanos hacían sus porquerías. Debemos ir por esa línea hasta dar con Orem antes que vuelva a hacer esa cosa del cielo. Podríamos preguntar en la estación central, o en el ayuntamiento, o donde sea. Pero podría ser contraproducente porque la policía nos investiga también a algunos de nosotros y puedo asumir que el desgraciado de Ness ya debe haber unido algunos cabos.– advierto al ver el ticket.

Y esta vez iremos preparados. Antes pasaremos por una gasolinera a comprar algunos bidones con combustible. Cuando sepamos donde es simplemente le prenderemos fuego y cuando salga lo llenamos de plomo. No vamos a correr riesgos innecesarios esta vez. – afirmo con decisión ante la idea de ultimo momento.

- Creo que tengo la solución, puedo preguntarle a Frank, un viejo amigo. Él podría conseguirnos la documentación que necesitamos. - aseveró - Hasta dónde yo sé, la policía todavía no se ha detenido a interrogarle. Voy a llamarle de inmediato.

Leon se levantó pesadamente hacia el teléfono y marcó el número de Frank Liebowitz, su antiguo editor. Esperó a oír una voz familiar al otro lado del aparato...

Era pronto pero conociendo como conoce a su amigo, Leon sabe que Frank ya estará despierto. Y no está equivocado. Enseguida escucha su voz ronca.

- ¿Si? Frank Liebowitz al teléfono. –

El antiguo periodista comenzó una agradable conversación que, por unos minutos hizo que el horror que estaban viviendo abandonara sus pensamientos. Pero no duró demasiado y no tardó en explicarle los motivos de su llamada.

- ¿La línea CIRR? Está muerta, ¿Para que la necesitas? ¿No estarás…? –

Si algo había demostrado siempre Frank era una gran intuición y por eso disfrutaba mucho de sus conversaciones. Y Leon sabe que acaba de caer en el motivo por el que necesita esta información.

- Maldita sea Leon ¿En qué estas metido? Es muy peligroso, incluso hay rumores de que Ness está planeando algo radical aunque no hay detalles… Pero la verdad, no se para que te digo nada, si vas a hacer lo que te de la gana. Como siempre. –

Esto último lo dice con orgullo y cariño.

- Puedo conseguirte un plano de la línea, pero tendrás que venir por él al periódico. Espero que no te importe. –

Tras agradecerle la información, Leon avisa a todos que debe ausentarse un momento y tras coger su abrigo y gorro, sale corriendo hacia su antigua redacción.

Joseph, que sigue con una idea en mente, avisa a todos, pide a Alice y William que cuiden de Lilian y sale también por la puerta.

Va pasando la mañana mientras los tres que han quedado en la casa siguen cuidando de sus heridas o simplemente intentando no dejar que las imágenes de pesadilla de la anterior noche devoren su cordura.

Es a media mañana cuando finalmente aparece Leon con una sonrisa de oreja a oreja y con un plano bastante grande bajo el brazo. Rápidamente va hacia la mesa del salón, y extiende el mapa por completo. En este, pueden verse las antiguas líneas de tren de la ciudad de Cleveland. Leon señala la línea que les interesa, sobre la misma, pueden verse cuatro estaciones rodeadas.

Son las estaciones que aún no habéis visitado. Muchas para intentar inspeccionarlas todas de una vez. Pero entonces Leon sonríe nuevamente pues su amigo le ha dado más información y señala una explanada muy amplia en medio de Kingsbury Run que se encuentra entre estas cuatro estaciones.

Era una zona antiguamente destinada a parques y naves industriales, pero con la depresión, se había llenado poco a poco de casuchas hechas de chatarra y basura de todos aquellos que habían perdido todo. Una zona de chabolas de vagabundos y gente sin nada que perder pero que tal vez podrían dar más información para intentar afinar el tiro sobre donde se escondía Orem.

Y es cuando dice esto que Joseph entra en la casa, totalmente serio. Cuando le preguntan donde estaba, este señala por la ventana y cuando se asoman, ven una pequeña furgoneta y desde una de sus ventanas, en el interior, puede verse lo que parece un bidón. El detective explica como ha pedido ciertos favores pero que está preparado para quemar todo si es necesario.

Entonces el silencio se hace entre ellos. Ha llegado el momento de empezar a moverse.

Leon enrolló el mapa y se lo metió en la chaqueta. Acto seguido, comprobó la pistola que el policía le había entregado y la recargó con torpeza. Por un momento, no pudo evitar reírse ante lo absurdo de su nueva situación: ¿qué demonios hacía él preparándose como si fuera el maldito agente de la Continental? 

Su breve sonrisa desapareció cuando posó su mirada en la de sus compañeros y en especial en la de Lilian. Por un momento pensó en tratar de disuadirla, pero en el poco tiempo que la conocía, ya había llegado a la conclusión de que eso era inútil. Lo mismo se podría decir de cualquiera de los presentes. Todos estaban en el mismo barco que amenazaba con hundirse.

- No hagamos esperar al detective, amigos - sonrió - tenemos un rico heredero chiflado al que matar.

Lilian hubiera deseado no volver a oír hablar de todo aquel asunto. Había estado al borde de la muerte, de hecho había estado al borde de algo peor que la muerte y lo que menos hubiera pensado en aquellos momentos agónicos en los que se vio forzada a empuñar un arma, disparar contra personas, huir, morder y aplastar cráneos con una silla por tal de evitar que aquellas plantas y aquella bruja a la que mordió en el pie arrancándole carne, la capturaran de nuevo para hacer con ella sus horripilantes rituales, era que volvería a involucrarse de nuevo en aquello por propia voluntad.

No obstante, parecía que no le quedaba más remedio. El mundo entero estaba en peligro. Si no solucionaban el asunto, todo cambiaría para siempre y muy posiblemente todos morirían. No había luchado como una jabata para morir sentada en la silla de un psiquiatra mientras el mundo se iba a la mierda. Ya tendría tiempo tras salvar el mundo, de recibir toda la terapia que le hiciera falta. La cual sería mucha y durante muchos años.

- No queda otra... - Dijo la periodista. - ¿No es así? - Preguntó. - Tengo un revolver, pero no tengo balas. - Le dijo a Joseph. - Se como usarlo. Maté a dos... - Tragó saliva una vez dicho aquello. Nunca hubiera pensado que diría algo así sin referirse a un juego como podían ser las damas o el parchís. - Si vamos a ir, necesitaremos armas. Y munición... - Añadió.

Al regresar encuentro que Leon ha llegado antes y esta vez trajo consigo un mapa del antiguo ferrocarril. Lo cual es tan valioso como el valiente oficial Wilson…”que en paz descanse”.

- Si, vamos y terminemos con esta locura… - afirmo secundando las palabras del reportero – que el sheriff se olvide de su asesino. A ese malnacido voy a meterle tantas balas que necesitaran una grúa para transportar el cadáver. – añado. Pero entonces reparo en Lilian y su pobre estado.

- No es necesario que te involucres en esto más de la cuenta. Toma, nunca debe faltar en la cartera de una dama – bromeo al entregarle un puñado de balas para su pistola – munición tenemos y armas también. Wilson, el agente que ayudo en tu rescate, había llenado el baúl de munición y armas. Además de eso allí abajo hay combustible como para volar por los cielos el municipio y a Ness. – apunto con el índice, señalando el furgón estacionado en la calle.

Acto seguido comienzo a bajar las escaleras para calentar el motor del vehículo. Nos depara un destino incierto, pero al menos sabemos dónde ir. Con suerte no nos espera ese malnacido…

Dos vehículos se ponen en marcha en la ancha calle de altos edificios de ladrillo rojo. Leon al volante del primero, el vehículo que habían estado usando hasta ahora (Sin contar con el que había estrellado) y justo detrás, Joseph conduce la camioneta en la que lleva los bidones de gasolina. El grupo recorre las solitarias calles, un cuadro sombrío y apagado remarcado por los negros nubarrones que cada vez se arremolinan mas en el cielo. Por la calle apenas ven a gente. Algún vagabundo fuera de lugar y una o dos personas que se mueven rápidamente por las calles como si temieran estar fuera más de lo necesario. Y ni rastro de la policía. Como si se hubieran escondido ¿Qué planeaba Ness?

Sus mentes vuelven un momento a la noche anterior y al recuerdo del joven policía Jordan, el cual había dado su vida por ellos. Los vehículos dan un pequeño bote cuando entran en una carretera peor pavimentada, anunciando su entrada a Kingsbury Run, la zona abandonada de la ciudad.  Por una vaz sin embargo, el panorama no parece más desolador, pero pronto entendéis que no es porque algo haya mejorado, sino porque el temor y la desidia que parece inundar este luchar parece haberse extendido por el resto de la ciudad. El caso de el asesino del torso parecía haber roto el alma de la ciudad. Pobres infelices que ni siquiera sabían hasta que punto esto podía ser cierto si le dejaban terminar lo que fuera que estaba haciendo.

Finalmente llegan hasta una enorme valla compuesta de tableros de madera, la mayoría carcomidos y ennegrecidos por el efecto de la intemperie y de un mantenimiento ineficaz. Aunque es alta, puede verse entre las roturas y entre los tablones, como al otro lado se abre una enorme explanada repleta de pequeñas cabañas hechas con chatarra, maderos y restos de antiguas fábricas donde ahora los abandonados intentan sobrellevar una mísera vida. Y más allá, podeis ver grandes edificios entre los que, intuís ,estarán las estaciones que buscais.