Partida Rol por web

De forma sosegada, poseedor de tanto tiempo que éste había dejado tener significado para él, sus pesados párpados fueron abriéndose para dejar entrar el candor inmaculado de la luz que bañaba la cámara y calentaba su aletargado cuerpo. No fue fácil tomar conciencia de quién era, recordar qué había sido de él o dónde se encontraba, pero cuando lo consiguió… ¡Oh!¿Existía una palabra en el mundo de los vivos para definir el sentimiento que inundó su interior y recorrió como un torrente incontrolable sus adormecidas extremidades? No, definitivamente no. Ya se encargarían otros inventarla. Luego lo pensó de nuevo. No, nadie la inventaría.

Sonrió, y aquella siniestra mueca bastó para que las rocas que lo habían cobijado se estremecieran, para que el mundo que una vez lo sufrió tuviese presente que Él había vuelto. No había prisión o sentencia posible para aquel cuya existencia iba más allá de las barreras físicas, para quien la vida en sí no tenía mayor peso que aquella palabra que aún no había sido escrita y cuyo sonido nadie pronunciaría jamás, pues no necesitaría de nadie que narrase su historia, ya que él sería todo, el único en pie tras su alzamiento.

Ajenos a lo que se gestaba en aquel rincón apartado, Corum y sus siete huéspedes saludaban a aquella apacible mañana de primavera de la forma más cotidiana posible. El rumor de tazones, cucharas y sorbos quedaba enmudecido por las conversaciones de los miembros de aquella expedición que acabaría siendo mucho más de lo que en su día esperaron todos cuantos tuvieron algún papel en ella.

Pasada la sorpresa inicial por la aparición de la druida Zafira y una vez ésta se hubo sentado, llegó el momento de las explicaciones y de los planes futuros. El día que se abría ante ellos, soleado y con pomposas nubes de algodón que se movían remolonas por la acción de la suave brisa, prometía ser largo a pesar de que su destino más probarle, Venatus, estuviese a menos de una hora de la cabaña de su anfitrión. A esa hora, con claridad suficiente para hacer que los grillos volviesen a sus escondrijos bajo la tierra, la villa ya llevaría largo rato despierta. Un ejército de carretas, con sus respectivos mercaderes y escoltas, estarían ya rodando en dirección a sus destinos con el fin de aprovechar el mayor número de horas de luz posibles.

- Bueno- sonrió Avlin- es hora de ponerse manos a la obra. Da pena alejarse desde pequeño hogar. Estoy seguro de que pensaré mucho en él cuando lleguen los días al raso. Has sido un buen anfitrión, Corum, un buen amigo, y puedes estar por seguro de que Avlin el gnomo lo recordará en el futuro.

Con aspavientos exagerados, el teatral hombrecillo saludó al hombretón y dejó caer luego sobre la mesa un saquillo en el que tintineaban objetos metálicos.

- Esta es mi aportación a nuestra misión*- ofreció- sea mucho o poco lo que tenemos si la información de Aldar es buena, y no tenemos razones para pensar lo contrario, deberíamos tratar de protegernos de los seres de ultratumba. Los malditos y condenados no temen a las armas mundanas como las nuestras y podemos vernos absolutamente indefensos si llega el caso.

Al acceder a la cabaña, el agradable aroma a comida caliente inundó mi nariz, haciendo que cerrase los ojos un instante mientras aspiraba el aviso de aquello que no tardaría en alcanzar mi estómago. Dejé mis cosas junto a la puerta y fui decidido a llenarme un buen tazón.

Puedes estar bien seguro, Corum. -Dije tras llenarme el tazón y girarme cuchara en mano- Todo mi agradecimiento por tu hospitalidad y ayuda en nuestra tarea. Si hay algo que podamos hacer por ti a nuestro regreso, aparte de no molestarte tanto como hemos hecho durante el último día completo, sólo tienes que decírnoslo. "Los favores del camino se saldan antes de terminar el camino". -Enuncié, un viejo dicho de caravanas y grupos de viaje, muy extendido también entre compañías de aventureros. No todo el mundo lo cumplía, desde luego, pero servía para recordar que era menester saldar deudas con quienes nos han facilitado ayuda, cuanto antes, antes de que nuestro camino en esta vida pueda llegar a su fin con deudas sin saldar.

Avlin entró en el meollo de la misión rápidamente, ofreciendo su parte a un fondo común con el que adquirir alguna baza contra ese posible peligro del que hablaba Durián. Yo, sin embargo, mascando el cocido que había preparado Corum, observé pensativo el rostro de la elfa que acababa de unirse a la compañía.

Yo cuento con algo de equipo sobrante que puedo vender... -Informé tras tragar con algo de dificultad y carraspear ligeramente. Seguía molesto con la idea de haber perdido mi dinero en aquellos fosos- Pero me temo que tenemos más problemas que atender, además de la posibilidad de muertos sin reposo. Contamos con víveres para seis personas durante quince días, vamos un poco justos. Y ahora somos siete. -Apunté, señalando a la druida- Zafira, precisamos saber con qué equipo cuentas para el viaje. Si no tienes saco de dormir, a mí me sobra uno. Si lo necesitas, para ti; de lo contrario, trataré de sacar unas monedas por él. ¿Cuentas con raciones de viaje?

Al entrar en la cabaña la agradable temperatura de la misma y el olor de aquella sopa me embargó, haciéndome incluso cerrar los ojos un segundo, embriagada como me encontraba. Dejé mis cosas contra una de las paredes y camino del puchero me acerqué a Corum, dando unas fuertes palmadas en la espalda del grandullón y sonriéndole ampliamente después, convencida de que deduciría de aquello mi más profundo agradecimiento; mientras mis compañeros daban las gracias con palabras.

Con el cuenco lleno tomé asiento, evitando las miradas de todos. No podría hacer eso mucho tiempo, pero necesitaba un minuto, un minuto de no pensar en absolutamente nada. Así fue mientras comenzaba a beber aquella sopa, hasta que Avlin empezó a tratar el tema del equipo; teníamos que comenzar a prepararnos. Tras su aportación Aldar también se pronunció, comentando que además de los posibles pergaminos de los que ya se había hablado necesitaríamos otro tipo de cosas. Mientras este preguntaba a Zafira por sus pertenencias, comencé a pensar en la noche anterior. No me había quedado nada claro si finalmente había obtenido algo de aquel juego de azar o no, pero en cualquier caso, no habrían sido más que unos míseros cobres.

- Como la mayoría sabéis a mí me encontrasteis con lo puesto, así que… - les recordé con media sonrisa, tratando de mostrarme de buen humor a pesar de todo.

Zafira saludó a todos individualmente, con una ligera inclinación de la cabeza y una mirada amable al estilo de su pueblo, una sonrisa adicional a Asdra, al gnomo y al enano, gente de pueblos que tenía en alta estima.  Pidió a los que había visto sólo unos momentos, y a los que no conocía, que le repitieran de nuevo sus nombres para poder recordarlos mejor.  Lo decía ella de regreso, pronunciándolo quizá con alguna entonación élfica que lo distorsionaba un poco al intentar sonar casi igual al original.

Después de los saludos a los comensales, se acercó Zafira al posadero y le mostró un par de manojos de hierbas que había recogido en el camino.  Esta es buena para condimentar la comida, y esta otra de hojas delgadas tonifica para resistir los fríos.  No tengo moneda para pagar su deliciosa sopa, pero le ofrezco por ella estas hierbas en trueque si así lo desea. 

Este intercambio, además de asegurarle algo del sabroso potaje de Corum, les dejaba ver a sus nuevos compañeros de viaje que la druida tampoco contaba con mucho en materia de metales, ni de los preciosos ni de los normales.     

Del saco de dormir y alimento en el camino no te preocupes Aldar, la naturaleza proveerá, en balance.   No requiero mucho.  

Tal vez mi necesidad mayor sea una montura para poder ir al paso con ustedes.  Puedo intentar hablar con los ciervos para que alguno de ellos acepte ir conmigo en el camino como compañero, pero preferiría invitar a un equino de los de establos, para así  mantener a Tzotz -les enseñó a la cría de murciélago gigante que colgaba del interior de su capa- hasta que crezca.  ¿Habrá alguno disponible?  Inclusive uno enfermo valdría, pues curarlo yo podría. 

La compañía se había incrementado en un miembro, ahora que la elfa nos acompañaría. No parecía ningún peligro, y siendo druida, nos serviría de ayuda para el tema de las curaciones. La cosa mejoraba.

Hola, elfa. Me llamo Jake, pero puedes llamarme "Sully" como los demás. - le devuelvo a la elfa la inclinación de cabeza en señal de saludo. Mejor llevarse bien con los elfos y caer bien desde un inicio. Nunca se sabía cuando uno de ellos podía salvarte la vida y, creedme, lo hará, en un momento o en otro, necesitaremos que lo haga.

Mi instinto de supervivencia salió como siempre de su cálido escondite y subió a la superficie en cuestión de segundos. Aquella elfa me serviría para mantenernos con vida mientras completaba la misión de Heindrich.

La intervención de Zafira alivió un poco la preocupación que Aldar había instaurado en Asdra por el tema de las raciones. Las maneras elfas eran divertidas y la mujer miró a Corum con una sonrisa iluminando su rostro, antes serio.

- Yo creo que lo que más teme Corum es que nos apalanquemos aquí una buena temporada, jiji. Puedes estar tranquilo. Partiremos en breve.-Le plantó un dulce y casto beso en la mejilla para agradecerle al amigo de su padre lo que había hecho por ellos. Seguro que estaba deseando volver a disfrutar de su soledad.

- Tenemos seis caballos.- Contestó a la druida.- Podrías compartir el mío sin problema. No pesamos mucho y, llegado el caso de que se cansara demasiado, seguro que con tus cuidados estaría perfecto.

Me rasqué la barbilla, donde unos tímidos pelos aún bastante cortos amenazaban ya con convertirse en una tupida barba con el tiempo si no me rasuraba en algún momento. Nunca he tenido demasiado vello facial, y tampoco me agradaba demasiado tenerlo, quizás por mi admiración por los elfos.

Zafira pronto denegó la necesidad de ese saco, de modo que lo vendería en el pueblo junto a lo demás. Era cierto que había algo de equipo mundano propio de mis trayectos habituales que me interesaba obtener a cambio de ello, pero no era menos firme la realidad de que necesitábamos esa baza contra los muertos sin reposo, y no saldría barata. Me dije que, llegado el caso, si sobraba alguna moneda podría verse en qué invertir.

Sea pues, si la comida y el abrigo nocturno no son un problema, y el transporte está arreglado... -Comenté dejando el tazón sobre la mesa, ya acabado, y echando una mirada agradecida a Asdra- ...yo diría que eso es todo. -Concluí encogiéndome de hombros- Vendamos lo que se pueda en el mercado y compremos lo que nos llegue en ese templo. Si sobra alguna moneda, se puede comprar algún añadido antes de partir. Y hay que partir pronto para aprovechar el día al máximo...

Una amplia y sincera sonrisa precedió a la respuesta de Corum por los cumplidos del pequeño hombrecillo. Habían compartido escasas horas en compañía, pero habían sido suficientes para que el leñador pudiese hacerse una idea qué escondían los corazones de sus huéspedes durante los momentos de descanso y esparcimiento mantenidos después de la cena de la noche anterior.

Apuesto a que pensarás mucho en ese duro suelo, pequeño. - Respondió, acompañando sus palabras con un guiño de complicidad. Avlin podía ser un incordio cuando comenzaba con sus interminables historias, pero el hombretón llegó a cogerle cariño rápidamente, incluso después de aquel malentendido que casi había hecho al gnomo abandonar la cabaña. - Como ya os dije, las tierras a donde vais no son igual de acogedoras por muy mullida que sea la hierba o por muy limpia que se vea la nieve. Hay peligros más allá de esos bosques que helarían la sangre al más pintado.

Negó con la cabeza y bajó la mirada, con lo que sus ojos quedaron ocultos por sus pobladas cejas. - No, no es necesario que agradezcas nada, Aldar, lo he hecho con gusto. Los amigos de Asdra son mis amigos. Me da pena no poder contribuir más a vuestra causa. - Levantó la vista de nuevo y sus oscuros ojos aguantaron los del explorador durante unos instantes para confirmarle que no se trataba de palabras vacías. - No quiero nada a vuestro regreso. - Volvió la cabeza hacia Asdra y la observó con ternura sin dejar de hablar con el explorador. - Me vale con que regreséis, eso será suficiente pago. Pasad por aquí de regreso y déjadme invitaros a compartir mi salón de nuevo. Os tendré una cena en condiciones, nada de caldos. ¿Os parece?- Palmeó el hombro de Aldar con afecto paternal. Justo entonces reparó en la recién llegada. - Bueno, para quien quiera, claro. Siempre habrá un buen caldo de puerros para vos si así lo desea. - Dejó escapar una de sus profundas carcajadas, sin embargo, esta vez, la intensidad quedó muy lejos de ser la misma que la de la tarde anterior, cuando lo conocieron. Aquel hombre, aunque no lo decía, intuía el peligro al que el grupo acabaría enfrentándose; sólo aquellos que habían vivido aquella clase de experiencias parecían saber reconocer algo así cuando lo tenían delante.

Si vais a vender todo eso y queréis comprar equipo que no se rompa con mirarlo, dirigíos a la tienda de un amigo mío. Se llama Bloermund y su tienda Suministros del Pateacaminos, queda en la parte norte, justo al lado del molino,  no tiene pérdida. Es un perro viejo que ha recorrido mucho mundo y he compartido más de una correría por ahí con él. - Sonrió, probablemente rememorando antiguas juergas. - Me debe unos cuantos favores, así que decidle que vais de mi parte. No os venderá la basura con la que abastece a los guardias caravaneros que pasan por allí. Decidle que más le vale que os haga un buen descuento o en caso contrario me obligará a ir allí a partirle las piernas. Él entenderá la broma, no os preocupéis. - Calló un momento, meditando y respirando pesadamente. Tras ello, como si de pronto hubiese recordado algo, asintió varias veces antes de volver a hablar. - A lo mejor puede incluso que ganéis algo de dinero si vais allí. Sé que ha tenido problemas con algunos cargamentos de suministros y dudo mucho que los hombres del barón Donel hayan movido un dedo por él, pues van a cobrar lo mismo a final de mes. Preguntadle a ver qué cuenta.

Por cierto, dijo la elfa mirando a los que habían dormido en la cabaña, viniendo para acá descubrí muchas huellas de ogros y osobúhos.  Si alguno de ustedes tiene magia o algo especial contra estos, quizá quiera prepararse. 

Si, le dijo en voz baja al gnomo, parece que hoy será el día de la letra "O".  

Mandó a su murciélago a salir por la ventana y esconderse entre las tejas de la cabaña para así permanecer alerta ante intrusos, aunque aquí en estas zonas siempre son los perros, su olfato y su ladrido, quienes mejor avisan de incursiones.  Benditos animales aliados de los humanos. 

¿Ogros? - Preguntó con el ceño fruncido. Corum aceptaba y daba por sentado que la presencia de los osos lechuza durante los meses venideros iba a ser una molesta realidad que la que habrían de convivir, pues era algo que sucedía todos los años. Sin embargo no podía decir lo mismo sobre los ogros. No es que criaturas de semejante ralea fuesen algo extraño para las gentes de la región, pues a no muchos días de allí se encontraba el Bosque del Olmo Gris que era el territorio actual de una confederación de pequeños clanes conocida como la tribu orca del Martillo Rojo. Pero esas viles criaturas no solían acercarse tanto a esta parte de la región, preferían realizar razias contra las granjas que salpicaban las orillas de la carretera que unía Inebar con Saduj, algo que recordaban bien por haberlo vivido en sus propias carnes varios miembros del grupo. - ¿Eran muchos? A lo mejor es algún ejemplar viejo, expulsado de su clan o que vaga por ahí.

Tras advertirnos acerca del peligro que entrañaba nuestra ruta, Corum no dudó en negar cualquier agradecimiento por nuestra parte. Era revitalizante encontrar gentes como él, tan alejadas de la forma de pensar y mercadear con todo propia de los habitantes de las ciudades. Un retorno a la vida del campo, donde la palabra y la amistad aún significaban algo. Pidió tan sólo que regresáramos, y en la fuerza de su mano en mi hombro me pareció adivinar una simpatía paternalista que me transportó, salvando las distancias, a otro tiempo ya remoto. Sin embargo, la mirada que le había lanzado a Asdra hizo que la petición del leñador cobrase un significado especial.

"Me vale con que regreséis pero, sobre todo, haz que regrese ella"

Asentí en silencio, correspondiendo a su gesto y sintiendo que la enorme deuda que acumulaba con aquel hombre se aposentaba en esa muda promesa.

Una promesa innecesaria. Yo siempre trataba por todos los medios de traer a todos y cada uno de los miembros de las compañías para las que trabajaba con vida.

"Nadie queda atrás", ese lema lo había repetido ya demasiadas veces como para necesitar que me lo recordase nadie.

A continuación, Corum nos habló acerca de la venta del equipo sobrante y la compra de material. Mientras hablaba, fruncí el ceño tratando de recordar la distribución de las calles de la aldea y la situación del lugar del que nos hablaba.

Hay un templo en honor a Fharlanghn, dios de los caminos. -Compartí con los demás- No he llegado a verlo, pero había un cartel señalizador al salir del pueblo. Creo que indicaba la zona sur, cerca de la plaza de mercadeo. Supongo que debe ser el lugar adecuado para obtener algo de ayuda divina. -Propuse, buscando la confirmación de Corum con la mirada- Pero si ese Bloermund nos brinda la posibilidad de ganarnos un jornal en equipo y no supone un retraso excesivo, yo me arriesgaría a perder una jornada. ¿La misión entraña prisa, o cuenta con fecha límite? -Pregunté directamente a Jake y Asdra, aunque sospechaba que era él quien más detalles conocía al respecto- Por lo que nos ha contado ahí fuera, no parece que fuera un ogro aislado. Quizás un grupo de saqueo... -Añadí con gesto molesto, preocupado ante tal eventualidad.

Bien, pues los acompaño.  Creo que puedo aportar un par de monedas de oro para lo que se necesite compensar del material de los clérigos.

Y mientras ustedes están en el trueque, yo podría hacer algo de comercio con las hierbas que recolecté en el camino.  Hay muchas cosas que no siempre se tienen aquí en las poblaciones y que la gente aprecia para recuperar salud, cocinar mejor o resaltar su belleza.  

Vamos.

Tímida como siempre, Asdra se miraba los pies y hasta se había ruborizado un poco por las palabras que les dedicaba Corum. Ya estaban prestos para partir cuando Zafira advertía de que los osobúhos no eran el único peligro del camino, por si fuera poco. Aldar parecía confirmar la mala noticia a pesar de las reticencias de Corum. La boca de Asdra se abrió como para decir algo pero se quedó con las ganas.

¿Ogros?¿En plural?- El rostro de la mujer palideció y es sus ojos se reflejaba el miedo que aquellas enormes criaturas le infundían a alguien a quien podrían romper como si de una ramita seca se tratase. Miró con preocupación a Sully.

- Pues pongámonos en marcha, si os parece.- Apoyó así la propuesta de Zafira de ponerse en movimiento.- Como no tenemos dinero suficiente para ir al templo primero podríamos acercarnos a ver a Bloermund para vender aquello de lo que podamos prescindir.- Era una manera suave de decirlo. ¿Realmente podían prescindir de algo cuando iban a pasar muchos días de camino con pocas provisiones? Aquí jugaban un papel determinante el buen hacer de Aldar y Zafira. Era una suerte haberla vuelto a encontrar justo ahora. Una vez supieran de cuánto dinero disponían bien podrían dividirse  para ir al templo de Fharlang o ir todos juntos.- Conozco ese templo.- Dijo con timidez y una débil sonrisa surgida de un melancólico recuerdo de su niñez.

El dios de los caminos...

Miré a Aldar distraído mientras pensaba en la misión. La verdad es que no me apetecía retrasarme en ella. Eso implicaría pasar una jornada más con el grupo y no era cosa que me apeteciera demasiado en aquel momento. Por otro lado, no estaría de más sacarnos unas monedas, y si podíamos quedar bien con algún amigo de Corum, mejor que mejor

Sin que sirva de precedente, Aldar, no tengo ningún problema en perder un día en ayudar al amigo de Corum. Estaría bien podernos sacar algo de dinero extra para el camino. Nunca se sabe.

La revelación de que lo que había estado moviéndose por los alrededores de sus propiedades no era un ogro sino una compañía de saqueo no dejó al leñador indiferente. No era para menos; él siempre se había considerado un gran conocedor de todo lo que le rodeaba, capaz de adivinar por el vuelo de los pájaros qué clase de depredador merodeaba por tal o cual parte del bosque. Toda aquella sabiduría, todo aquel conocimiento adquirido a base de años de observación y de vivencias personales le había fallado de manera alarmante. ¿Cómo era posible que no hubiese descubierto algo tan evidente como podían ser las huellas de una partida de saqueo de ogros? ¿Se estaría haciendo viejo?¿O sería que después de tanto tiempo viviendo en aquella cabaña había llegado a confiarse demasiado? Atribulado y enfadado consigo mismo, suspiró y tomó asiento en la banqueta que se encontraba a escasa distancia del hogar de leña para, a continuación, perderse en sus recuerdos observando las anaranjadas brasas que latían bajo el caldero. Durante unos segundos permaneció en aquella postura, manteniéndose ajeno a los preparativos que sus huéspedes ultimaban antes de partir. Visiblemente preocupado, Corum se llevó las manos a la amplia frente sembrada de profundas arrugas sólo para comenzar a gruñir y a murmurar para sus adentros.

Dada su postura y lo poco que podía leerse de su lenguaje corporal, saltaba a la vista que Corum no enfrentarse a una de aquellas criaturas, pues ya lo había hecho en más de una ocasión antes de asentarse en aquel modesto hogar; lo que realmente le tenía descolocado era el hecho de que hubiesen llegado tan lejos sin que ninguna patrulla del barón, ni los hombres de Lord Plaurmincop, o algún vecino de las granjas cercanas hubiesen dado la voz de alarma.

Ahora que lo pienso mejor, Aldar, sí que me gustaría que hicieseis algo por mí, si no os importa.- Dijo al fin, incorporándose y saliendo de sus profundas cavilaciones. - Ya que vais a Venatus, será mejor que aviséis a las autoridades de lo que me habéis contado, no vaya a ser… quiero decir, que no me gustaría que tuviésemos que lamentar alguna muerte por tener a esos repugnantes seres por aquí cerca. Cuanto ante se les ahuyente o extermine, mejor que mejor.

Fiel a la idea que muchos tenían de los enanos, guarde silencio, dando la impresión de que si la conversación no trataba de oro, no me interesaba. Masticaba el desayuno con lentitud y parsimonia, tratando de aprovechar al máximo todo lo que podía extraer de aquellas viandas. Mientras mis compañeros hablaban, yo me dedicaba a la tarea de obligarme a engordar.

Habíamos calculado bien las provisiones y, además de la pericia de Aldar, ahora podíamos contar con los conocimientos de Zafira sobre el campo para forrajear, caso de necesitarlo. "Pero nunca está de más tomar precauciones." Añadí para mi mismo, sirviéndome otra ración, mientras el tema derivaba hacia la fauna local. "¿Osobuhos? ¿Ogros? ¿Bandoleros? ¿¡Es que en estas tierras nadie vela por la seguridad de las mismas!? Barbas de Moradin." Rasqué mi mejilla, quizás como reflejo al gesto de Aldar al tocarse la pelusilla que sombreaba sus facciones. "Parecen las cerdas de un puercoespin..." El crujido que se produjo mientras mesaba mis barbas me produjo un agradable cosquilleo, libre de piojos o pulgas, lo que era de agradecer. Así pues, cuando dimos por terminado el desayuno, me dejé caer del banco, listo para recoger y partir.

- Así se hará, Corum.- Respondí, sabedor de que era lo mínimo que podíamos hacer.- Que Moradin esté contigo.

Pronto quedó claro que teníamos una buena tarea por delante, menos prisa y más preparativos para comenzar, ahora sí, la travesía con buen pie. Me gustó la idea de pensar que aquel era el verdadero comienzo, como si eso borrase el resto de cagadas, problemas y meteduras de pata, como si hacer borrón y cuenta nueva fuera a facilitarnos las cosas. No lo haría, desde luego, pero al menos mejoraría la moral.

Venta, trueque y favores podrían abrirnos las puertas a la obtención de un equipo necesario, y el conocimiento de Corum sobre ese comerciante y de Asdra sobre ese templo me hacían creer que podríamos obtener buen precio. Sin embargo, nuestro anfitrión Corum estaba afectado por otro asunto, las noticias traídas por nuestra -la verdad es que sonaba bien- druida.

Hago mías las palabras de Balakar, Corum. -Respondí a la petición del leñador, poniendo una mano en su hombro con firmeza- Cuenta con ello. -Me volví y guiñé un ojo a Freya, que se había mantenido especialmente silenciosa, antes de dirigirme a los demás- ¿Nos movemos? Esos caballos no van a ensillarse solos, y tenemos mucho que hacer... -Afirmé apremiando al grupo, mientras me encaminaba a recoger mi equipo para salir al exterior.