Partida Rol por web

El lamento de los Primeros

Prólogo. Ruru. El hogar está donde está tu corazón

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30/10/2019, 17:09
Narrador

El bosque era su hogar y no aquella ciudad ruidosa. El bosque le contaba cosas y Ruru había aprendido a escuchar lo que le interesaba y a hacer oídos sordos a aquello que no le era de utilidad. Por ejemplo, le había contado que reciéntemente, un hombre habitaba en sus espesuras. Cómo había llegado a pasar esto, el druida solo podía identificar que se debía a que había sido descuidado con el bosque y había pasado demasiado tiempo dentro de Akraleuka. Y mientras tanto, alguien había aprovechado para hacerse una casa allí sin que él se enterase.

El señor Pickles avanzaba a cuatro patas por entre la espesura, mientras Ruru se balanceaba sobre su lomo y pensaba en lo que iba a encontrarse. Podía ser peligroso, o no podía serlo en absoluto. Había muchos guardabosques allí, pero todos trabajaban para el Imperio o tenían una orden de caza en el bosque. Una hogar no identificado entraba dentro de sus competencias y debía asegurarse de que todo estaba en orden, de que la choza o lo que fuese aquello, cumplia con las normativas. En caso de no tener los permismos, quién sabe, bien podían tirarle la casa abajo a aquella persona.

Tras un trayecto de una hora, Ruru dio con la cabaña. Era un edificio sólido, de buena madera, muy modesto, con tejado de paja. Desde lejos apreció la construcción todo lo que un enano puede apreciar y por la forma en que se asentaba con el resto del claro, esa cabaña debía tener bastante tiempo. No había aparecido así como así de la nada, se habían tomado tiempo en su construcción y la persona que allí vivera debía de estarlo desde hacia mucho tiempo.

Avanzó con cautela. Junto a la cabaña había lo que suele haber junto a las cabañas, como un tocón junto a un hacha y madera almacenada para el invierno o una especie de choza más pequeña en la que debía guardar herramientas u otras cosas. Por el silencio que había alrededor, o más bien por la ausencia de ruido en el interior, todo parecía indicar que por el momento, el dueño no estaba dentro.

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31/10/2019, 15:44
Ruru Sauceviejo

Ruru se detuvo a escasos metros de la casa. La información que había recibido debía ser errónea. Aquella construcción parecía llevar tiempo allí. No era una construcción reciente por lo tanto. Algo que por otra parte, también le resultaba extraño, pues conocía bien el bosque y estaba casi seguro que ya había pasado por aquella zona. Una construcción como aquella no podía haberle pasado desapercibida. Algo raro estaba pasando allí, no le gustaba como se estaban poniendo las cosas.

Curioso Señor Pinckels, muy curioso. - Le dijo al oso. - ¿No te lo parece? 

El oso bostezó. Era evidente que a su compañero animal no se lo parecía. 

No se puede hablar contigo, Señor Pinckels... - Refunfuñó el enano. - Nada te importa lo más mínimo. Te recuerdo que somos compañeros y como tal, debes ayudarme.

Mientras estaba teniendo la conversación entre el druidnano y el oso, que más bien era un monólogo, seguían acercándose poco a poco hacia aquella vieja casa de madera y tejado de paja. El enano tenía bastante práctica en ir montado sobre el oso, era donde pasaba la gran mayoría del día e incluso a veces también de noche, pues si tenía sueño, se dormía sobre el lomo del oso y era entonces cuando el Señor Pinckels tomaba el control y la dirección en la que viajaban. Y viajaban mucho, casi todo el tiempo. La vida de Ruru en aquel bosque consistía en eso. En ir de un lado para otro enterándose de todo y arreglando los entuertos que podían surgir.

- ...mira cuando te saqué de aquel sucio establo. - Reñía al oso. - Esa cazadora imperial te raptó y te llevó consigo. ¡Aún no entiendo como pudo hacerlo! ¿No le metiste un mordisco? ¡No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo!

Mientras el oso hacía oídos sordos y Ruru rememoraba por enésima vez aquella anécdota, llegaron frente a la puerta de la caseta. Parecía que nadie se encontraba en su interior en esos momentos, pero aún así, debía tocar a la puerta para comprobarlo. Lo hizo sin descabalgar del oso. Con su bastón golpeó dos veces sobre la puerta y luego otras dos veces más.

- ¡Muy buenos días tenga! - Dijo Ruru. - ¡Soy el guardabosques, quería hablar con usted! - Exclamó esperando una respuesta.

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03/11/2019, 13:48
Narrador

Por más golpes que diera con su bastón, no contestaba nadie, así que Ruru decidió probar a entrar. Bajó del lomo del señor Pinckels y empujó la puerta de la entrada. Ésta se abrió sin problema, no poseía ningún candado o pestillo de seguridad, así que el enano accedio al interior.

Era una sala única, lo que en una casa de ciudad se dividiría con paredes, aquí estaba todo amontonado. Había una chimenea, que servía para calentar y para cocinar, donde se acumulaban troncos, ollas y diversos objetos. Había una mesa, los cuencos y cubiertos guardados en un pequeño armario. Había una cómoda, en cuyos cajones Ruru encontró un par de sábanas, una manta y algo de ropa. Dos sillas, una banqueta, una estantería con tarros llenos de plantas, semillas, hojas secas y mezclas que eran remedios caseros para todo tipo de enfermedades o dolencias. Siguió investigando. Una cama, de tamaño para humanos, pieles de oso, ciervo y jabalí. Y una cuna. Se acercó a la cuna, era de madera y al tocarla, Ruru se dio cuenta de que era de un tipo de madera que solo crecía en el bosque. De hecho, todos los objetos de madera estaban fabricados con árboles del bosque, toscamente tallados y sin terminar de pulir ni barnizar. En la cuna no había manta alguna. 

Tras inspeccionar todo el interior, Ruru salió fuera. El señor Pinckels no estaba donde lo había dejado, sino que se había alejado de la casa e inspeccionaba las raíces de un árbol y se puso a rascar el tronco.

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03/11/2019, 18:43
Ruru Sauceviejo

De su exploración en el interior de la cabaña, Ruru podía deducir muchas cosas, pero se quedó únicamente con dos, las que creía más relevantes. La primera era que allí dentro llevaba viviendo alguien bastante tiempo. Años se atrevería a decir. Lo cual era extraño, pues de ello él, el guardián de ese bosque, no tenía ni idea. La segunda cosa era que quién fuera que había estado viviendo allí, había estado aprovechándose de su entorno, lo que podía considerarse un delito según la manera en que lo hubiera hecho.

Fuera como fuera, hasta que no diera con el tipo que vivía allí, no podría saberlo. Puede incluso que fuera una gran persona e incluso respetuoso con el medio. No lo sabía y no iba a prejuzgar por con un montón de pruebas circunstanciales únicamente. Desea a conocer a ese tipo y tener una charla con él.

Entonces se fijó en su buen amigo oso. ¿Qué estaba haciendo? Estaba claro que había encontrado algún rastro. No obstante, le tenía dicho que no metiera la nariz donde no le importaba sin si su  permiso y eso era precisamente lo que acababa de hacer. Tendría que regañarlo.

¿Qué estás haciendo señor Pinckels? - Dijo el enano mientras se acercaba a su compañero animal. - ¿Has encontrado algo, pequeño?

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08/11/2019, 08:15
Narrador

El oso miró a Ruru, pero no dijo nada, se levantó sobre sus patas traseras para señalar con el morro la parte superior del árbol. Le dio una sacudida, las ramas se agitaron y cayeron algunas hojas sobre la cabezal del enano, que se quitó con una sacudida. Impaciente, volvió a preguntarle al señor Pinckels qué estaba pasando.

El oso se inclinó sobre Ruru y éste subió a su cabeza. Estaba acostumbrado a hacerlo, no le costó demasiado equilibrarse sobre la testa del enorme animal cuando éste se puso en pie para que llegara a ver lo que él estaba viendo. En cuanto alcanzó una rama, Ruru saltó a ella y miró a su alrededor, sin saber muy bien lo que estaba buscando. Ya iba a pedirle explicaciones al oso cuando algo brillante llamó su atención. Al mirar más de cerca, vio algo extraordinario. O extraño, según se pudiera interpretar. Ruru conocía el bosque, conocía a todas las criaturas que allí vivían, animales, insectos, plantas, todo tipo de seres feéricos. Esto no sabía lo que era, si es que era un algo. 

Una criatura humanoide y rechoncha cubierta de hojas lo miraba. Sí, lo miraba, dos ojillos de color amarillo lo observaba por debajo de una enorme hoja que parecía un sombrero. Sobre sus hombros portaba un manto de hojas verdes, su tronco y piernas parecían hechas de madera, y en un barriga redonda brillaba un núcleo de color rojo. Medía la mitad de lo que medía el enano y se sostenía sobre dos patas con garras.

No dijo absolutamente nada cuando Ruru se puso frente a él. O ella. No lo podía saber.

Notas de juego

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08/11/2019, 12:14
Ruru Sauceviejo

La visión de aquel extraño ser dejó perplejo al bueno de Ruru. Hasta ese momento estaba seguro de que conocía todos los secretos del bosque. El bosque y él se lo contaban todo. Aunque acababa de descubrir que ese "todo" era más bien un "casi todo". Tendría que hablar seriamente con la arbolada. Si no había confianza entre ellos, su relación no iba a acabar de funcionar.

¿Y tú qué eres? - Le preguntó en un tono suave de voz. - Una especie de... - No tenía ni cierta idea de a lo que se estaba enfrentando. 

Parecía un ser vegetal. Pero tampoco podía estar seguro. Al menos parcialmente era de madera y hojas. Lo que no alcanzaba a discernir era la naturaleza de aquella zona redondeada y de color rojo que ocupaba el centro de su cuerpo. 

El señor Pinckels rascaba la corteza del árbol y lo agitaba nervioso. Si no había trepado por él todavía era porque en el fondo su curiosidad iba cargada de cierto temor por aquella cosa extraña que se situaba en lo alto de una rama.

¡Está bien Señor Pinckels, está bien! - Le dijo. - ¡Ves a buscar miel o algo! - Miró de nuevo a aquel ser. - Es una osa cabezota. Cómo todos los osos supongo. - Sonrió. - Soy Ruru. - De presentó.

- Tiradas (1)

Notas de juego

32 en saber naturaleza... ¿Se algo?

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10/11/2019, 09:56
Narrador

La criatura lanzó un barboteo, como si tuviera una mordaza en la boca, si es que tenía boca en alguna parte, y agitó los brazos dando saltitos. Lo observó un poco más y trató de entender qué era. Ah. Sí, debía tratarse de un pimpollo. Solo que en este bosque hacía años que habían dejado de vivir aquí, en este bosque solo había árboles normales y corrientes, ninguno que pudiese caminar, desplazarse y arrojar sus criaturas a las espesuras. De hecho, Ruru hacía años que no hablaba con ninguno de ellos.

El pimpollo se movió por la rama con un caminar gracioso, balanceándose de un lado a otro y se detuvo cuando la rama empezó a doblarse bajo su peso. Volvió a barbotear y comenzó a bajar del árbol. A una orden, la osa ayudó al druida a bajar al suelo. A lo lejos escuchó entonces los ladridos de un perro y el sonido de un árbol partirse en dos. Al levantar la vista, observó cómo la copa de un árbol se hundía. El pimpollo echó a correr en la misma dirección de la que provenían los ruidos.

Notas de juego

No sé si existen en otras ambientaciones. Un pimpollo es una criatura que brota de otra más grande, un arbóreo, una criatura que es un árbol (un ent, vamos). Los pimpollos son conjuraciones de nivel bajo, son inofensivos ya que son como mascotas y el arbóreo que las invoca lo hace bien para plantarlos y que crezcan o bien como centinelas. El núcleo que ves es ámbar. Los arbóreos malvados pueden hacer que los pimpollos exploten su núcleo de ámbar para hacer daño y que el terreno se vuelva pegajoso. Este pimpollo es de un tipo de árbol que no se da en este bosque, de hecho es de los que explotan si el arboreo que lo comanda así lo desea. Sería lógico que Ruru haya visto antes pimpollos y arbóreos, pero en este bosque no hay. O no deberían haber y menos aún, agresivos.

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10/11/2019, 11:00
Ruru Sauceviejo

Es un pimpollo... - Le dijo Ruru a su osa.  Un ser que brota de un arbóreo. Suelen ser guardianes, centinelas a incluso mascotas de su creador. Algunos malvados arbóreos dotan su núcleo de capacidad explosiva. Aunque éste no parece de esos...

Era súmamente extraño que hubiera una de aquellas criaturas por allí. Sin duda alguna tenía mucho que ver con la cabaña. O puede que no, pero esa era la impresión que todo aquello le había causado al enano. Estaba meditando todavía sobre su extraño hallazgo cuando algo derribó un árbol cercano. Debía de ser algo grande como para partir el tronco en dos y ese algo o ese alguien venía acompañado de perros. 

Malo, muy malo... - Dijo entonces Ruru. - Será mejor que te escondas Señor Pinckels. Yo iré a ver...

En ese preciso momento Ruru empezó a transformarse. Su cara se fue alargando hasta formar un pico de rapaz, sus ojos se ubicaron a los lados de la cara y brotaron plumas donde antes había pelo y piel. Su cuerpo se fue haciendo más pequeño, sus brazos se transformaron en alas plumadas y sus piernas en garras hasta adoptar la forma de un halcón. Extendió sus alas y voló en la misma dirección que el pimpollo, tratando de no perderle la vista desde el aire.

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10/11/2019, 14:39
Narrador

El druida se alzó por encima de los árboles y sobrevoló la zona sin perder de vista al pimpollo, que brincaba a una velocidad bastante asombrosa, acercándose hacia los ladridos. Antes de que la criatura llegara al orígen del ruido, Ruru ya vio lo que estaba pasando. El árbol terminaba de caer al suelo con un estruendo que agitó todo a su alrededor, levantando tierra, hojas y polvo. Durante unos segundos, Ruru no pudo ver nada, pero sí que escuchó el silbido de flechas, seguido de pequeñas explosiones, un ruido que se parecía más bien al que hacía un escarabajo cuando se lo aplastaba bajo una bota. Pero dudaba que alguien estuviese aplastando bichos. Los ladridos seguían y cuando Ruru descendió para ver mejor, se encontró a un hombre armado con un arco. Estaba subido a las ramas de un árbol y apuntaba al suelo con sus flechas, a un gran número de pimpollos, una docena de ellos. El perro ladraba, se estaba viendo rodeado por aquellas criaturas.

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11/11/2019, 16:17
Ruru Sauceviejo

Ruru no sabía lo que allí estaba pasando, pero tenía claras dos cosas. Aquellos pimpollos no deberían de estar allí y aquel hombre con sus perros tampoco. Algo extraño estaba sucediendo en el bosque, algo que escapaba a su conocimiento del mismo, lo cual era algo imperdonable para un guardabosques y para un cazador imperial, justamente lo que él era, ambas cosas. No obstante, la pregunta que se hacía era si debía o no debía intervenir en aquel asunto. 

Parecía un asunto privado entre varias partes. El cazador, pues eso era lo que aquel hombre le parecía al enano, o aquella colonia invasora de pimpillos. Si ya era raro ver a uno solo en aquel bosque, mucho más raro era ver a tantos juntos. Ruru quería saber que estaba pasando. Quería descubrir quienes eran unos y otros y aquella curiosidad obligada debido a su cargo, le otorgaba la respuesta a la pregunta que se había formulado poco tiempo atrás. Debía intervenir.

Desde lo alto de la rama donde se encontraba, el druida convertido en Halcón decidió que era lo que debía hacer. Los poderes que su condición de guardián del bosque y de la naturaleza, podían conseguir el tiempo necesario para que aquel hombre le contara lo que estaba sucediendo. Se preparó para conjurar y todavía en su forma animal lanzó el conjuro que había estado preparando.

Una extraña ventolera enana apareció de forma súbita entorno a los pimpollos que estaban hostigando al supuesto cazador. Una tormenta helada de agua nieve que casi les cegaba por completo. El suelo se heló haciendo muy difícil seguir avanzando y en definitiva, creó un muro helado que separó a aquellos ajenos al bosque que parecían estar colonizándolo y quien sabe si el dueño de la extraña cabaña que no debería estar allí.

El halcón voló hasta el árbol donde se refugiaba el humano y se posó en una rama. Su cambio físico fue casi inmediato, pasando de ser un ave a ser un enano feo y con aspecto de gruñón. Miró al humano, quien se mostró sorprendido y entonces habló.

- Buenos días. - Le dijo. - Ruru... ¿Usted? - No dejó tiempo a responder. - ¡No hay tiempo para presentaciones! ¿Qué está pasando? ¿Qué hace en mi bosque? ¿De dónde han salido ellos? - Le preguntó señalando con la mirada a la zona afectada por la súbita y localizada tormenta de aguanieve.

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12/11/2019, 12:37
Samuel Eilenberg

El hombre pegó la espalda al tronco y bajó el arco para dirigirse al enano. Vestía cómo un explorador de los bosques, llevaba la capucha sobre la cabeza y se la quitó en cuanto el druida le lanzó aquellas preguntas.

-Ruru, soy yo -exclamó.

Él era Samuel Eilenberg, un humano que servía libremente al Imperio con sus habilidades como rastreador. Era un hombre de unos treinta años, sin embargo parecía muchísimo más mayor. El enano había vivido lo suficiente como para reconocer que a Samuel se le veía castigado por algún acontecimiento funesto. Tampoco es que hubiese hablado mucho con él para preguntarle por su vida privada, pero ahí estaba. Había aparecido por allí hace tres años, completamente novato en los asuntos de política imperial, pero experto en su forma de moverse por el bosque. Le había crecido la barba y el cabello, se le había curtido la piel en aquel bosque y su habilidad con el arco era admirable. Vestía siempre ropajes ligeros, del tono del bosque, y su compañero era un perrete muy simpático que ahora mismo se encontraba lamentándose a los pies del árbo, frente a la tormenta de nieve.

-No sé lo que está pasando, de repente han aparecido estas cosas y una de ellas me ha explotado en las narices. Todavía tengo resina encima -dijo señalándose el pectoral-. Mi presa ha escapado, pero creo que ese es el menor de nuestros problemas ahora mismo.

Samuel no tenía rango oficial como Ruru, sabía que vivía en el bosque, en una casa que él mismo se había buscado, y que habitualmente le daba información sobre cazadores furtivos. Él mismo cazaba y vendía las pieles en el mercado de la capital para sacarse unas monedas. En qué las empleaba, Ruru no lo sabía, pero tampoco era asunto suyo. No hacía nada ilegal.

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12/11/2019, 17:06
Ruru Sauceviejo

Samuel Eilenberg, conocía a ese hombre. No era un mal hombre. No hacía nada ilegal. Nada que Ruru supiera al menos. Aunque difícilmente aquella afirmación era cierta. Una vez un sargento del ejército Imperil al que conoció en una taberna y borracho que estaba, le dio conversación a aquel enano sin ningunas ganas de escucharle le dijo al que no olvidaría nunca.

Todo el mundo coge lo que puede, en mayor o menos medida. Tú Ruru, coges bayas silvestres del bosque para comer. No son tuyas, pero las coges. ¿Por qué? Porque están a tu alcance. Porque puedes. Quizás Ruru, tu no seas el mejor ejemplo, pero a lo que me refiero es que igual un soldado que puede llevarse un par de patatas del rancho, se las llevará. Las meterá entre su ropa y se las llevará. ¿Por qué? Porque puede y porque nadie echará en falta esas patatas. En cambio un embajador por ejemplo, o el gobernador de alguna ciudad, ese se llevará oro, se llevará un cuadro de un pintor famoso. Se llevará lo que esté a su alcance y de nuevo la pregunta es la misma. ¿Por qué? Y la respuesta viene a ser la misma, porque puede y porque nadie echará en falta lo que carajo sea que se lleve.

A decir verdad, ese no era el momento de pensar en aquello. Era el momento de actuar y Ruru ya lo había hecho. Había creado la distracción perfecta para que Samuel Eilenberg pudiera bajar del árbol y salir corriendo. Él y su perro claro está. Porque no iban a combatir a esos pimpollos. Antes tenían que descubrir de donde habían salido, quien los controlaba y que pretendía hacer con ellos.

¡Ya habrá tiempo de explicaciones! - Le dijo el enano. - Ahora que puedes, baja del árbol y nos vemos en unos diez minutos en la hondonada. ¿Bien? - Y sin esperar respuesta volvió a su forma de ave, extendió las alas y se lanzó de la rama en busca de su fiel osa, para acto seguido poner rumbo a la hondonada.

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14/11/2019, 12:10
Samuel Eilenberg

El hombre asintió y se colgó el arco en el hombro antes de descender por el árbol. Ruru alzó el vuelo y abandonó la zona conflictiva para dirigrise hacia la cabaña que había aparecido en extrañas circunstancias. El señor Pinckels seguía por allí, retozando por la hierba, entretenida con sus cosas de osa. El enano tuvo que esperar unos minutos más, Samuel era veloz, pero no se podía transformar como él en un animal. El primero en aparecer fue el perro del explorador, un ágil can de pelaje gris que era medio lobo. Se sentó en la hierba a descansar, se le veía herido, con una pata medio chamuscada y el pelo lleno de resina pegajosa.

Enseguida apareció Samuel. Media mucho más que el enano, era fornido, aunque por los ropajes y pieles que portaba, parecía mucho más imponente de lo que en realidad era. Se había vuelto a ocultar el rostro con la capucha de su abrigo.

-¿Has venido a ver la cabaña? -le preguntó el explorador-. La encontré hace dos días, pero no vive nadie en ella, al menos en apariencia, pero tampoco parece abandonada. Pensaba dar el aviso cuando volviera a la capital.

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14/11/2019, 13:48
Ruru Sauceviejo

Ruru estuvo jugueteando con su osa en la hierba. Aunque ya era adulta, en el fondo seguía siendo una cachorra a la que el encantaban los juegos. Suerte tenía de que ya había aprendido a controlar su fuerza, pues meses atrás, cuando todavía no era consciente de su tamaño, ni del tamaño de sus garras, había rajado de arriba abajo al enano y de no haber sido por la magia curativa que él mismo podía utilizar, quizás no lo hubiera contado. Pero esa época ya había pasado y tan solo le había costado algunas túnicas, camisas y pantalones que había tenido que tirar.

Fue entonces cuando llegó aquel perrito. Era un animal muy bueno y dócil, al que Ruru conocía desde hacía tiempo. Estaba herido y eso era algo que al enano no le gustaba y no podía consentir. Por desgracia no contaba en esos momentos con conjuro alguno que pudiera sanar sus heridas, por lo que solo le acarició la cabeza y detrás de las orejas.

Buen chico, buen chico... - Le dijo mientras observaba por el rabillo del ojo como el Señor Pinckels le miraba algo celosa.

Si... - Dijo Ruru. - He venido por ella. - Confirmó. - Es extraño. Parece que lleve tiempo aquí, pero en cambio... - Se rascó su cabezota de enano. - Estoy seguro de haber pasado por aquí muchas veces, pero nunca antes la había visto. Es realmente extraño. 

Entonces se le ocurrió algo que, quizás por las prisas y la aparición espontánea de aquel pimpollo, no se le había ocurrido antes. Se acercó a la casa rápidamente, entró en su interior esta vez sin tocar a la puerta y se concentró. Una luminaria procedente de la cabeza del enano pasó por encima de todos los objetos que allí se encontraban. Ruru quería detectar si algo de lo que allí había, tenía algún tipo de aura mágica. Eso explicaría muchas cosas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Lanzo detectar magia.

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15/11/2019, 08:49
Samuel Eilenberg

El explorador se aproximó a la casa detrás de Ruru para hacer una investigación más exhaustiva por los alrededores. El druida, en cambio, se situó en el centro de la cababaña para detectar la magia de aquel lugar. Las ondulaciones mágicas respondieron de inmediato, como el canto de los grillos al anochecer, mirase dónde mirase, las vibraciones arcanas dominaban cada centímetro de aquel lugar. Absolutamente toda la casa era mágica, todos los objetos que había en ella, la estructura y todos los objetos de fuera poseía un trazo mágico. Y se trataba de magia mística, no tenía nada que ver con la magia habitual del bosque, aquello lo había hecho un mago. Y la magia, en el bosque, era competencia de Ruru. Echó un vistazo a su alrededor, la impronta mágica le era conocida, a pesar de que lo místico no estaba entre sus habilidades, sí que le recordaban en cierto modo al poder que él era capaz de conjurar.

-He encontrado algo -dijo entonces el explorador-. Pero no sé si tiene relación.

El enano salió de la casa y se dirigió hacia donde estaba Samuel. Su perro se había tumbado junto al hallazgo.

Se trataba de una tela tensada sobre cuatro listones de madera, coloreado, pero sin ningún dibujo, simplemente una gama de marrones y verdes. Los había visto en la ciudad, pero le eran extraños, pues el arte humano le era incomprensible.

Notas de juego

Como tienes soltura con conjuración, reconoces que la casa entera y los alrededores pertenecen a esa escuela arcana.

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15/11/2019, 11:08
Ruru Sauceviejo

La cabaña es una conjuración. - Desveló a Samuel mientras examinaba aquel extraño hallazgo. - Parece un cuadro de esos que cuelgan los humanos en sus casas. Pero... - Lo miró inclinando la cabeza hacia un lado. - ...no parece que esté acabado. 

Ruru estaba convencido de que algo muy extraño estaba sucediendo. Un conocedor de los caminos arcanos se había instalado en aquel bosque, no sabiendo con que objetivo. Había instalado allí una cabaña a través de la conjuración, pues toda ella y todo lo que albergaba en su interior era mágico. Eso convertía al personaje secreto en alguien poderoso. Luego estaban los pimpollos. Le resultaba extraño que hubieran aparecido sin más en su bosque y en tal cantidad. Lo que más le preocupaba era el hecho de que Samuel había descrito como uno de ellos había explotado. Eso convertía a su dueño en un árboreo malvado.

Puede que haya dos personajes ocultos y no solo uno. - Dijo entonces el enano. - Podría haber un arcanista instalado en la cabaña y que el dueño de los pimpollos fuera un árboreo malvado. O podría ser que el arcanista fuera ese mismo árboreo malvado. - Se rascó la cabezota. - ¿Te atacaron los pimpollos junto a la cabaña? Puede que la estuvieran custodiando y cuando llegaste tú... - Miró a Samuel. - ¿Fue así, Samuel?

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16/11/2019, 18:32
Samuel Eilenberg

-Los pimpollos no estaban en la cabaña, han aparecido de repente, mientras estaba siguiendo una presa. Hemos quedado atrapados justo donde me has encontrado -explicó el hombre-. Pero tanto si se trata de un mago como de una criatura peligorsa, deberíamos dar aviso a la capital. Los tipos de la Espiral Negra deberían encargarse de esto, no nosotros.

Volvió a mirar el cuadro, como si le dijera algo.

-¿No te parece extraño que la pintura esté así? -dijo-. Quizá no lo sabes, pero es habitual que el cuadro vaya enmarcado una vez está terminado. Y va a enmarcado. A lo mejor el dibujo es así. También suele llevar una firma de quién lo ha hecho.

Notas de juego

Tira Percepción

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17/11/2019, 01:32
Ruru Sauceviejo

Ruru decidió examinar más de cerca aquel lienzo enmarcado. Parecía un fondo para dibujar algo más encima. Era como si le faltase algún elemento. Ruru no era para nada un experto en arte, sino todo lo contrario, pero aún así intentaba encontrarle algún sentido. 

Si... - Dijo el enano. - Los asuntos mágicos, es mejor dejárselos a los magos. Aún así.

De nuevo se concentró. Esta vez en aquel extraño objeto que había encontrado Samuel. Una luminaria que brotó de si cabeza iluminó el cuadro. Si aquel lienzo tenía trazos magicos, ahora lo sabrían.

 

 

- Tiradas (1)
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17/11/2019, 12:29
Samuel Eilenberg

El lienzo, visto con más detalle, era un paisaje sin acabar de definir. Ruru, que conocía cada planta y cada árbol de aquel inmenso bosque, reconoció que lo que había retratado era la hondonada en la que se encontraban. O al menos, una muy parecida, pues esa mancha de color gris le parecía que era aquella roca de allá, esa raya marrón el árbol de su derecha y unos cuantos trazos de color identificaban el sendero por el que habían llegado. A ese cuadro solo le faltaba la cabaña para ser un retrato fiel del lugar.

La firma de la que hablaba Samuel no la vio por ningún lado.

-Conozco... a un mago de la Torre. Es el hermano de mí... -dijo el explorador. Se quedó perdido en sus pensamientos durante un momento, luego volvió a dirigirse a Ruru-. No importa. Quizá, si me dejas el cuadro, puedo preguntarle y darte más información. ¿Qué quieres hacer?

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18/11/2019, 06:45
Ruru Sauceviejo

Ruru se encontraba ante una encrucijada de difícil solución. Viajar hasta la Torre de la Espiral Negra no era un camino de unas pocas horas precisamente. Él en cambio si podía viajar bastante rápido. Si adquiriría su forma salvaje y se convertía en un ave, podía pasar mayor parte del tiempo volando y solo deteniéndose para descansar. No obstante, eso significaba tener que dejar al señor Pinckels sola en el bosque y no le gustaba la idea.

Podría volar hasta la Torre. - Dijo el druida. - Pero no quiero dejar sola a mi osa. Sabe cuidarse de si misma, pero con todo lo que está pasando...

Otra opción era aceptar la ayuda de Samuel. Se fijaba de ese humano. Era un buen guardabosques y ya habían colaborado antes juntos, con magnífico resultado. Si viajaba a la capital en busca de respuestas, él podía quedarse en su bosque controlando que el asunto de los pimpollos no se desmadrase y además podría seguir investigando.

Si, llévate el cuadro a la ciudad. - Asintió con la cabeza. - Pero quizás, sería prudente seguir vigilando a los pimpollos. Esperadme aquí... - Les ordenó. - Voy a ver si descubro algo más y enseguida regreso.

Ruru recuperó su forma de ave, extendió sus alas y salió volando hacia el lugar donde habían dejado a los pimpollos. Quería descubrir si se habían movido y en caso afirmativo, hacia donde. Cualquier información extra que Samuel pudiera llevar a la capital, podía ser de vital importancia.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tirada de percepción para descubrir algo más sobre los pimpollos, pero es bastante cutre!