Partida Rol por web

Han pasado unas semanas desde vuestro caso en Arkham. La pérdida de vuestra compañera Rachel no ha cicatrizado lo suficiente, y quizá nunca lo haga, especialmente en el corazón de la compungida Anna, para quien las noches se presentan como un abismo al que en ocasiones desea lanzarse porque en algún rincón de su mente anida la esperanza de volver junto a ella.

Durante el día, la realidad es bien distinta. Tras el telón sigue buscando un caso interesante en el que trabajar, pero hasta ahora sólo han encontrado, como los llama Artie dando un golpe sobre la mesa, "estupideces de gente que se asusta con su propia sombra". Al Dr. Bedford le parece divertida esa descripción, aunque prefiere no entrar al juego y alimentar el fuego que crepita en el interior del furioso investigador, así que mantiene gesto adusto mientras ojea viejos libros de historia local. Anna sigue sentada en el butacón con la mirada perdida por la ventana y lanzando bocanadas de humo de tabaco. En ocasiones, pasa así ratos de una hora, pero nadie le pide explicaciones. Lo está pasando realmente mal y únicamente necesita tiempo para reponerse. Puede que necesite ordenar sus emociones antes de lanzarse de nuevo hacia lo desconocido. O tal vez no.

Es entonces cuando Henry Carter irrumpe en el despacho y lanza cuatro periódicos sobre el escritorio.

Se trata de cuatro ejemplares de El Charlatán de Brattleboro en los que hay destacados cuatro sucesos, todos ocurridos en Jenning, Vermont. En ellos se mencionan extraños ruidos y luces en los alrededores de la población. El más reciente habla de la desaparición de Bartley Hodges, el corresponsal de El Charlatán en Jenning, y una suculenta recompensa a quien lo encuentre.

Saludo cordialmente al joven Henry Carter y cuando lanza los periódicos a la mesa, me aproximo a ellos para leerlos.

- Espero que sea algo interesante o creo que a nuestro quiero Artie le va a dar un patatús –

Suelto mientras me rio. No obstante, mi vista ya va recorriendo las palabras mientras me centro en esas cuatro noticias que parecen haber llamado la atención de nuestro compañero. En un principio no parece nada raro. Un par de incendios, ruidos y una desaparición. Hay algún detalle que bien podría indicar que hay algo más, pero también podría explicarse todo con un pirómano y un hombre que metió las narices donde no debía.

- Es curioso pero ¿Qué le hace pensar que los motivos de estos sucesos no sean… mundanos? –

Tratando los temas que tratan, siempre es difícil elegir bien las palabras para no sonar como un loco aunque… ¿Realmente no estaban locos? Desde el último caso, todos habíamos estado algo alicaídos, no solo habíamos perdido a Rachel, Anne no había conseguido recuperarse. El recuerdo de Rachel atenaza mi corazón y el sentimiento de culpa que cargo desde entonces cae sobre mi como una pesada losa. Me meto la mano en el bolsillo y toco un pequeño saquito de polvos que llevo siempre conmigo como recuerdo de los fallos que cometí aquel día. Siento su tacto, las imperfecciones en el cosido, la cuerdecita que lo mantiene atado. Entonces alzo la cabeza.

- Tampoco estamos haciendo mucho. No se Artie ¿Tu que crees? Bien podríamos echarle un vistazo. Hacer algunas preguntas. – Miro amablemente al señor Carter – Dios sabe que necesitamos hacer algo para que la desidia no nos consuma. -

Perder a Rachel había sido duro. Aquella pobre muchacha siempre se llevaba lo peor de cada caso. A punto estuvo de morir también en el caso de la mansión Corbitt, al caer por la ventana, tras ser empujados hacia ella, por una cama endemoniada. Pero lo de Ross's Corners había sido terrible. Por suerte para ellos, al no quedar restos evidentes de su muerte en aquella granja, las autoridades la habían dado por desaparecida. No podrían de forma alguna relacionar su desaparición con el caso de Meryweather.

Si que salieron en las noticias el hallazgo de dos cadáveres en descomposición en Ross's Corners. Concretamente el de una mujer y el de un hombre, aquel vagabundo y ambos con una herida de bala en la cabeza posterior a su muerte. Fue noticia de primera plana en los diarios de la zona y lo cierto fue que causó mucho revuelo durante algunas semanas. Artie no había podido acceder a los informes forenses, ni a las pesquisas de investigación de la policía federal que llevaba el caso, por mucho que movió ficha entre sus antiguos contactos, pero fuera como fuera, todavía no habían acudido a la sede de "Tras el telón", a preguntar nada. Y mejor que así siguiera.

Las noticias de aquellos periódicos, eran interesantes. Warren tenía ciertas dudas acerca del origen de dichos fenómenos, al fin y al cabo, tan solo eran unos incendios, lo más probable era que causados por un pirómano, extraños sonidos en la noche y una desaparición. Además, había algo que escamaba a Gumshoe. Que la policía y los servicios de extinción de incendios no pudiera localizar el origen de dichos fuegos era realmente extraño. Arthur había visto el escenario de muchos incendios y sabía por experiencia, que casi siempre se veía bastante claro donde se habían iniciado. Muy raro era no hallar el origen y que tres incendios fueran una incógnita total para los investigadores, era realmente difícil de creer.

- Yo creo que tenemos que ir. - Dijo sonriente el detective. - Llevamos semanas encerrados y no se vosotros, pero a mi se me están acabando lo dólares. - Se acercó a Anna y se agachó junto a ella. - ¿Vendrás, verdad? - Le preguntó. - Te vendrá bien despejarte un poco...

Permanezco taciturna junta a la ventana, cruzada de piernas, nublando la vista con el humo grís que sale de mis pulmones cada vez que lanzo una suave bocanada contra el cristal y emborronando esa nada que espero hallar al otro lado.

La llegada de Henry, el chasquido del papel de periódico contra la mesa y los comentarios de Warren y Artie es mero ruido ambiental en mi cabeza. Hace rato que abandoné esa habitación para dejar de sentir la punzada que atraviesa mi pecho y esa asfixiante sensación de querer llorar y no poder.

Escucho de repente unos pasos y la presencia de Artie junto a mí me devuelve a la habitación.

Al notar que se agacha junto a mí estiro apresurada con mi mano la falda plisada del vestido negro que llevo puesto, y que había escalado sobre mi rodilla sin darme cuenta, para cubrirla de nuevo.

Con la mano apoyada sobre la tela que cubre mi rodilla, giro ligeramente el rostro hacia él y, acompañando con una mirada inerte a sus ojos, con un corto movimiento de cabeza asiento dos veces y aparto la vista para continuar mi búsqueda infinita tras el cristal ignorándo que sigue ahí a mi lado. Ni siquiera sé de qué me habla ni qué me está preguntando. Vuelvo a llevarme el cigarrillo a la boca y aspiro con fuerza haciendo crujir el tabaco mientras se vuelve incandescente.

Guardó unos segundos la compostura, tras ver que Anna no reaccionaba con demasiado vigor al intento del detective por sacarla de su ensimismamiento. 'Natural', pensó. Superar una pérdida así era complicado, más sabiendo cómo había sido el horrible desenlace -y únicamente los allí presentes eran conocedores de tal asunto-. La angustia punzó el corazón del joven e ingenuo investigador, pero pudo aún más su vitalidad y los deseos de sacar de la rutina a sus compañeros

-Caballeros, compruébenlo ustedes mismos -y señaló con el dedo unas líneas en particular de uno de los artículos. Sus ojos se encendían ante la posibilidad de un nuevo caso, uno de verdad, uno tangible. Y allí donde su yema descansaba se indicaba que... -¡No hay restos! Algo así es imposible, la combustión genera residuos, madera carbonizada, tierra arrasada y ceniza. ¿Cómo es posible que tres incendios avistados por las autoridades no hayan provocado daños? -y, por si fuera poco, el tercer incendio iba acompañado de extraños ruidos. Si era una cadencia indicaba, por pura deducción, un aumento de su velocidad. No en balde tales eventos se habían sucedido en martes, viernes y domingo. Lo cual hacía presagiar que el mismo lunes podía haber otro. Pero sabía que tales hipótesis no se sustentaban en nada demostrable y no eran por ahora más que quimeras de una mente inexperta, así que optó por no compartir tal pensamiento

-Además la desaparición del reportero podría otorgarnos un pingüe beneficio de 500 dólares, excluyendo viaje, alojamiento y comida -subrayó. Si bien no veía correlación entre la desaparición del periodista y los incendios, sí que era cuanto menos curioso que ésta se produjera justo cuando se iniciaron. Y si podían sacar algo de efectivo, ¿por qué no investigar ambos casos?

Me atuso la barba y cierro un momento los ojos antes de abrirlos e incorporarme y buscar mi sombrero.

- No le falta razón Henry - Lanzo un suspiro - Supongo que llevamos demasiado tiempo ociosos simplemente pensando en todo lo que hicimos mal. Incluso si al final no resulta haber nada, puede venirnos bien volver al combate. –

Comencé a buscar mi maletín, no llevaba mucho, solo algún cuaderno de anotaciones, algunas notas, una pequeña petaca con whiskey (Desde la muerte de Rachel tuve que volver a ese vicio a fin de no desmoronarme) y una biblia (otra pequeña manía a la que había vuelto).

- Cuando quieran caballeros, señorita. Señor Carter ¿Conducirá usted? –

Y comienzo a dirigirme al perchero junto a la puerta para coger el abrigo.

-Por supuesto, profesor -asintió vigoroso, y henchido de orgullo porque su viejo maestro le tratara con esa deferencia. Sentía haberse ganado su respeto, pero se exigiría más. Con aquel viejo bonachón sentía la necesidad de sentirse valorado, como si fuera un segundo padre para él

Recogió rápidamente sus enseres al mismo tiempo que él, se adelantó y le abrió la puerta con deferencia. Por supuesto hizo lo propio y aguardó a que tanto el detective como Anna se pusieran en camino. Ignoraba qué iban a encontrar, y perjuraba para sus adentros que nada podía ser peor que lo ya vivido. Pero quizás eso era, ni más ni menos, una nueva falacia sobre alguien demasiado ingenuo como para entender la clase de trabajo en la que estaba. Aun así, se sentía reconfortado por la compañía. Ante Anna simplemente agachó la cabeza y mudó el gesto. Al igual que los demás, no olvidaría esa pérdida
Pero la vida debe continuar...

- Si, será mejor ir hacia allí. - Intervino Artie. - Supongo que habrá alguna tienda de comestibles por ahí. Puede que tengamos que comparar provisiones, puede que tengamos que caminar por el bosque.

Arthur cambió sus cómodos mocasines por unas botas de montaña. Aquello posiblemente fuera más una excursión por el campo que una investigación al uso. Con sus botas puestas se acercó a Anna de nuevo.

- Si vas a venir, mejor que dejes aquí esos tacones y te pongas algo más cómodo. - Le dijo a la señorita Vixen agachándose frente a ella. - Te esperamos en el coche. - Y le acarició el rostro antes de marchar al exterior.

El viaje ocupa varias horas hasta que, por fin, rebasáis el cartel de bienvenida a Jenning, en el estado de Vermont.

Jenning es un pequeño pueblo de unos cuantos cientos de habitantes, oculto entre las colinas que hay no muy lejos de Jenning's Notch, donde la bifurcación occidental del río Windham va a desembocar a Connecticut. Sus edificios tienen un aspecto modesto y bien cuidado, pero son pequeños y viejos. Da la impresión de que Jenning no es un lugar próspero y parece no haber pasado por una buena racha desde la Guerra Civil.

Al poco de enfilar la calle principal, un policía os detiene el paso para que algunos niños que salen de la escuela local crucen la calle. Al lado hay una especie de almacén general de madera y pintura magenta que ha perdido color por el sol. Un poco más adelante por la vía, la vida se desenvuelve alrededor de la tienda de comestibles y la iglesia, en el centro del pueblo.

- Parece que al fin hemos llegado... - Habló Artie mientras estiraba los brazos por detrás de la cabeza. - ¿Por donde empezamos? - Les preguntó a sus compañeros. - ¿Debe estar aquí la sede del diario? ¿El Charlatán? No lo parece, es un pueblo muy pequeño como para tener un diario, aunque quién sabe... - Se encogió de hombros. - Puede que lo mejor sea dividirnos y comenzar a buscar información. Quizás yo podría ir a hablar con las autoridades. Mi placa de detective me da cierta credibilidad. Alguien podría ir ha parlotear con la gente del lugar. El ayuntamiento también puede ser un buen sitio o si hay una biblioteca... - Se rascó la barba de tres días. - ¿Qué pensáis?

Bajo del coche y me estiro mientras todos los huesos de mi cuerpo se quejan por la paliza del viaje. Da igual cuantas veces nos movamos en él. No termino de hacerme al coche. Una vez abajo echo una ojeada a mi alrededor y sonrío al ver un pequeño pueblo inmerso en sus quehaceres. Veo a chiquillos yendo de aquí para allá, tras salir de la escuela y no puedo evitar sonreír nostálgicamente por el recuerdo de una vida hace tanto perdida. El ciento acaricia mi cara y un olor dulce llena mis fosas nasales. Me dejo embriagar por todas estas sensaciones que tantos recuerdos me traen de la infancia y de todo aquello que queremos proteger. La voz de Artie me saca de mi ensimismamiento.

- Creo que lo mejor es que, en efecto, usted intente averiguar lo que pueda de los casos por parte de la policía. Ustedes… - digo señalando a Carter y a la señorita Vixen -… podrían intentar hablar con los locales, conocer sus opiniones con respecto a este caso. Y yo… - Me llevo la mano a la espalda, aun me duele la cintura -…creo que iré a la biblioteca local. Por pocos libros que tengan, seguro que alguno sobre leyendas e historias locales habrá y me vendrá bien descansar en alguna silla cómoda. Mi cuerpo ya no es lo que era. ¿Les parece correcto? Podríamos vernos en un par de horas en ese local de ahí –

Y señalo un bar rústico con un toldo verde descolorido y un cartel con el nombre “Carl’s brewery”. El interior puede vislumbrarse a través de un escaparate algo sucio aunque la luz de dentro parece escasa.

La sublime sensación del humo entrando en mis pulmones y verlo salir por mi boca es lo único que consigue relajarme y distraerme de mis penas. Por eso cada día que pasa fumo de forma más compulsiva, por eso me he pasado todo el camino en silencio fumando un cigarrillo tras otro y dejando un rastro de filtros por la carretera, cual Hansel haría en el bosque con migas de pan, y por eso el olor a tabaco de mi ropa ha domado dócilmente al aroma del perfume que me apliqué en la mañana y un molesto tufo acompaña a mi aliento. Suerte que fumar tanto me haga parecer una mujer más sofisticada, o eso pienso yo.

Al bajar del coche y pisar con mis cómodos zapatos marrones, los cuales me puse haciendo caso la recomendación de Artie, al sentir el duro piso bajo mis pies y el aire en la cara mientras veo un nuevo paisaje de pueblo desconocido me siento renovada de cierta manera.

Miro en silencio alrededor más allá de los edificios de las inmediaciones. Con la posición del sol busco el oeste. Recordaba haber leído en los periódicos antes de salir que los habitantes vieron el fuego en la cara oriental de la montaña de Strafton, así que la montaña debería estar en el oeste, por lo que trato de averiguar si desde esa parte del pueblo se divisa lo que podría ser esa montaña.

Tras escuchar la propuesta de Artie y Warren miro a los ojos a Henry. Parece lo más sencillo empezar por esos lugares más adelante donde se ve trajín de gente, pero espero que interventa él antes de decir nada.

-De acuerdo profesor, buena idea -la verdad es que anhelaba poder enfrascarse junto a él en los libros, más aún si aquel pueblo contaba con una biblioteca (por pequeña que fuera). Pero entendía, veladamente, que Anna no podía ni debía quedarse sola. Y habida cuenta de las capacidades de Warren con los manuscritos, y de Artie con las autoridades, estaba claro quién iba a acompañarla. Obviamente no le suponía problema alguno, pues sentía el máximo respeto por todos los integrantes de la agencia

Esperó a que ambos se hubieran marchado, estando a solas con la mujer. -Creo que comenzar por el periódico tal y como nos ha recomendado el señor Gumshoe sería una buena idea. Así que cuando quieras -sonrió amable, y sacó un poco su brazo derecho -colocado en jarras-, para que pudiera agarrarse a él. Esperaba no tomarse demasiadas confianzas, y no tenía ninguna intención oculta. Los pequeños ojos de Henry sonreían afables, sin malicia alguna. Estaba ahí porque se le necesitaba, pero también porque quería estar. Sabía que yendo a preguntar a una redacción podría traerle recuerdos a Anna, pero podía contar con él, y si necesitaba aire siempre podía salir a la calle. El pueblo aparentaba ser un lugar tranquilo y apacible, y si bien no parecía progresar como el resto de ciudades del estado, estaba convencido que muchas de sus gentes incluso lo agradecían

El lugar donde te indican ir a buscar respuestas es la oficina del sheriff del condado, en Brattleboro, pues el jefe de policía tan sólo viene una vez por semana, aparca frente al almacén general y se limita a ponerse al día de los chismorreos locales. Para llegar hasta la oficina debes hacer un pequeño trayecto en coche, así que eres el primero en marcharte.

Al cabo de unos diez minutos aparcas delante de una modesta oficina con pared de ladrillos marrones claros y un discreto cartel que indica que es la oficina del sheriff. El lugar parece más bien una fotografía, a juzgar por la poca actividad que se aprecia en el exterior. La puerta de entrada está semiabierta y, al tocar la puerta con tus nudillos, ésta se abre por sí sola con un sonoro chirrido.

Dentro está el Sheriff Burton y sus ayudantes. El sheriff es un tipo de avanzada edad y un bigote blanco a excepción de las puntas, que se tornan amarillentas. En su cabeza, el pelo canoso sólo resiste encima de sus orejas y, su figura descuidada indica que hace tiempo que sus quehaceres se dedican casi en exclusiva a tareas rutinarias sin mucha actividad. Sus ayudantes, más jóvenes, también están ocupados en tareas administrativas que desempeñan con una lentitud pasmosa. Definitivamente, la vida fuera de la ciudad discurre a otra velocidad.

El paseo por la ciudad es agradable. Los habitantes de Jenning os miran curiosos, pero sin el recelo típico que se encuentra en otros lugares más centrales del país. Saludáis a algunos viandantes y se muestran afables, aunque les cambia el rostro cuando, dos jóvenes señoritas que vienen cargadas de bolsas llenas de verduras, escuchan las preguntas de dos forasteros como vosotros. Salta a la vista que lo consideran rudo y de mal gusto, pues el desarrollo de las cosas, como puede ser una investigación, corresponde a tiempos más modernos que los que obviamente aquí discurren. La primera barrera en busca de la verdad es la reticencia ante los desconocidos que campa entre los lugareños.

En Jenning no existe biblioteca alguna, y todos los vecinos a los que preguntas te señalan que lo más parecido es la oficina del editor de El Charlatán de Brattleboro que trabajaba junto a Bartley Hodges en Jenning, así que por ello es el lugar que vas a visitar. La oficina, por así decirlo, es un espacio cedido por el ayuntamiento para desempeñar su tarea de informar. Allí, un tipo que pasa el día fumando apoyado en la ventana y limpiándose sus amarillentas gafas con sus amarillentos dedos llamado Trevor Anderson os ecibe poniendo un vaso vacío en tu mano.

- ¿Whisky? - Pregunta, mientras rebusca algo en un armario del que se escucha el tintineo de botellas.

El frío entumecía los pies de Henry, pero lo que de verdad congelaba sus ánimos era el fracaso tan simple al intentar encontrar respuestas. Chocaban contra el mismo muro de Jenning y su mente, más habituada a la metrópoli, no alcanzaba a entender aquella actitud. Si bien los hechos no eran precisamente un buen augurio, y tres incendios en una semana eran prueba evidente, salvo la desaparición de ese periodista no había ocurrido ninguna otra tragedia. Desvió la mirada hacia Anna y torció el gesto cómplice. Debían probar en otro lugar...

-¿Un café? -preguntó, dando forma a sus ideas. Dos amas de casa haciendo la compra no eran precisamente un libro abierto, pero en una cafetería los camareros eran, habitualmente, más propensos a hablar con los clientes. Su empleo consistía en ello. Ignoraba si quizá con más tacto desviarían el tema de igual modo, pero al menos podían hacer algo de tiempo y entrar en calor

- Buenos días... - Dijo únicamente para ser ignorado. Carraspeó. - ¡Buenos días! - Dijo elevando el tono de voz. Entonces El sheriff y sus ayudantes silenciaron su conversación y le miraron con mala cara. 

Arthur les mostró su placa de detective privado. Cerró la billetera cuando todos la vieron y la volvió a guardar en el bolsillo de su billetera. Acto seguido sacó su tabaquera y se encendió un cigarrillo. Últimamente fumaba mucho menos que antes, estaba a punto de dejarlo, pero consideró que en aquel momento, encenderse un pitillo le daría cierto grado de credibilidad.

- ¿Quieren uno? - Les ofreció tabaco a los agentes. - ¿No? - Retiró la tabaquera ante las aún sorprendidas caras de sus anfitirones.

- Mi nombre es Arthur Gumshoe. Como verán, soy investigador privado. - Se presentó. - Se que habrán pasado por aquí muchos curiosos y otros investigadores en busca de información sobre los extraños sucesos que últimamente asolan la zona y sobre la desaparición del señor Bartely Hodges. - Comentó Artie. Dio una calada a su cigarrillo. - Sin duda, habrán esquivado a todos esos metomentodos con habilidad y se preguntarán... ¿Por qué no deberían hacer lo mismo con este tipo? - Sonrió. - Osea yo... - Hizo una breve pausa dramática. - Pues bien, el propio periódico se ha puesto en contacto conmigo para solucionar el asunto de Hodges. ¡Vengo de lejos, no crea! Tengo mi oficina en Boston y si me han contratado es por cierto renombre que he adquirido en mis últimos casos. - Se encogió de hombros. - ¡Pero basta de hablar de mi! - Dio varios golpecitos sobre la mesa. - He venido a averiguar el paradero de Hodges y para ello vengo primero aquí, a documentarme. ¿Qué mejor sitio que éste? - Les preguntó y sin dejar que respondieran o que pensaran siquiera, continuó. - Si le encuentro, diré que ha sido gracias a una excelsa colaboración con el departamento del sheriff y que no hubiera sido posible sin su figura, señor... - Se dirigió al que era el sheriff, para que dijera su nombre. Y cuando iba a decirlo, Artie le interrumpió. - ...Burton. - Soltó una carcajada. - ¡Soy investigador, se como se llama usted! - Sonrió. Esperaba que su treta diera sus frutos y sacara algo de información a aquellos inútiles con uniforme.

No encontrar una biblioteca ha sido un inconveniente algo desafortunado. Al fin y al cabo, deseaba poder sentarme un poco y dedicarme a lo que mejor se me a que es buscar información en los libros. Sin embargo, el azar ha querido que termine en el noticiero local. El tipo que me atiende no parece demasiado entusiasta ni entregado lo que imagino que puede dificultar mi labor, de todos modos, intento ver si puedo sacarle algo.

- No, muchas gracias caballero –

Me quito el sombrero y extiendo mi mano para estrechársela.

- Soy el Doctor Warren Bedford, de Arkham. Siento mi intromisión en su oficina. Soy profesor en la universidad de Miskatonic, en particular de historia y ando recorriendo los pueblos pequeños de nuestro país a fin de hacer una recopilación del folklore y las leyendas y me preguntaba si usted, como informante de la ciudad, podría contarme cualquier historia curiosa de esta tierra y sus orígenes. –

Mientras espero su respuesta, busco con la mirada cualquier sitio donde poder sentarme.