Partida Rol por web

A medida que escucho sus palabras voy estirando poco a poco los dedos de la mano sobre la que apoyo la cara hacia mis labios hasta cubrirme la boca. Abro los ojos como si me sorprendiera, mostrándome asustada.

-¿que les prenden fuego?...virgen santa...¿¡quienes! ¡¿a quien?! -Pregunto acercándome a Henry, agarrando su brazo a dos manos y con una mirada suplicante. Antes de que el tendero responda siquiera le exclamo-Henry...creo que no ha sido buena idea venir aquí...

Se sorprendió por la increíble actuación de Anna, y durante unos segundos no supo ni qué responder. Pero era tan brillante que al girarse hacia el camarero pudo percibir ese atisbo de empatía recíproca entre ellos que él era incapaz de provocar. Puede que el gesto desvalido y la cara de asombro de Henry -por razones obvias, nada impostada- sirvieran para que les contara más al respecto. Posiblemente a sus ojos no eran más que una pareja de 'gente de la ciudad' que se quedarían mucho más tranquilas conociendo lo sucedido que en ascuas. No dijo ni mú, y cedió todo el peso de la conversación a su compañera...

Estoy a punto de contestar cuando Artie aparece sorpresivamente en el local, mostrando sorpresa al verme allí. Supongo que la sorpresa es doble pues tampoco yo esperaba que nos encontráramos tan pronto. Sin embargo, para mantener la farsa, debía seguir disimulando. Solo espero que Gumshoe se de cuenta del engaño y me siga el juego.

- Hombre Artie, amigo mio – Me giro hacia el editor – Señor Trevor, este es un compañero de la universidad, el señor Archival Gumshoe, profesor de literatura. Está ayudándome con el proyecto. – Entonces vuelvo a Gumshoe – Le he comentado a este caballero nuestra curiosidad sobre leyendas e historias de la región pero asegura que no hay nada. –

Comienzo a reír algo exagerado pero de manera cordial. Lo último que quiero es parecer descortés.

- Fijese que me sorprende que no haya nada. Normalmente es en estos pueblos pequeñitos donde más historias se suelen contar. ¿De verdad me está diciendo que con todo este lio que tienen con los incendios nadie está achacándolo a algún espíritu ancestral, maldición o poderes extraños? Me sorprende desde luego –

Entonces espero a ver si pica el anzuelo de contarme algo aunque sea sobre los incendios mientras me giro de nuevo hacia Gumshoe y le guiño el ojo

Gumshoe se vio sorprendido ante la actitud de su colega. No sabía muy bien que le había conducido a crear una artimaña como aquella, pero supuso que tenía un buen motivo. Al fin y al cabo, los primeros interesados en resolver aquel asunto eran los miembros del periódico, pues eran ellos los que ofrecían una recompensa por encontrar a Hodges.

- Pues si que es cierto es extraño. - Afirmó el doctor en literatura. - Mire que elegimos este lugar por los extraños sucesos que de han repetido últimamente... - Comentó. - Leímos varios artículos que hablaban sobre incendios nocturnos de los cuales no podía hallarse el origen y bueno... - Hizo una breve pausa adquiriendo un rictus mucho más serio. - ... también leí sobre la desaparición de uno de sus trabajadores, el señor Hodges. - Comentó. - Estamos empeñados en recoger esas historias y si tenemos que llevar a cabo una investigación e campo, lo haremos. Aunque si ustedes pudieran contarnos algo de interés, nos sería de gran ayuda, la verdad.

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Benson observa a la dama, que actúa como una despistada turista impresionada por la noticia. Benson, que se siente por un instante un orador interesante, extiende su cuerpo sobre la barra para crear un corrillo más íntimo, modular el tono de voz y continuar hablando.

- Son... como cangrejos gordos, si lo digo yo; como una persona di altos, pero con la cabeza machacá, y coloraos por toas partes, como si los hubieran cocío. To el mundo sabe qui son esos los que prenden fuego, y Bartley también lo sabía. Me imagino que si acercó demasiao y me jugaría diez centavos a qui al pobre hombre li han achicharrao también.

Cuando termina de hablar, vuelve a sus quehaceres manteniendo la mirada unos segundos con los investigadores, como dando a entender que les acaba de compartir un gran secreto, algo tabú de lo que a nadie le apetece hablar.

Tras un intercambio de manos formal, Trevor responde.

- Desde luego que cuentan historietas, pero como periódico al que represento, no podemos dar categoría de noticia a cualquier cosa que cuenten alrededor de una hoguera. Miren... - Hace una breve pausa para sujetar un vaso y una botella de whisky y hacer una mueca a Artie. - He husmeado por ahí. Sí... Lo he hecho, pero no he conseguido encontrar nada que no sepa ya la policía o el Sheriff Burton. Al viejo Hodges le gustaba pasear por Jenning's Notch. Puede ser que se cayera al río, o puede que no. Pero si se marchó a algún lugar, seguro que no se lo habrá dicho a nadie.

- Le seré sincero. - Dijo entonces Arthur. - Soy... - Miró a Warren. - Somos investigadores privados. - Le mostró su placa. - Queremos darle luz a éste caso. - Se sentó frente a aquel hombre. - Pero queremos ser discretos, mi compañero y yo llevamos unos meses investigando unos sucesos muy similares ocurridos en diferentes localidades. Desapariciones extrañas, ya sabe... - Tomó aire. - Hemos tenido relativo éxito hasta ahora y vimos en los periódicos las noticias sobre los extraños incendios y la desaparición de su hombre. - Asintió con la cabeza. - ¿Sabe si Hodges estaba investigando algo acerca de los extraños incendios nocturnos? ¿Podríamos revisar su mesa por si tiene algunos apuntes o algo? - Solicitó. - Además, nos gustaría hacerle algunas preguntas sobre él. En privado si fuera posible. - Apretó el puño sobre la mesa, mostrando así su implicación en el caso. - Cualquier detalle podría ser de vital importancia. ¿Lo entiende, verdad? 

Supuso que el silencio y cuchicheo de ambos serviría a Benson para dar la impresión de que estaban absorbiendo la información e impresionados y por ella. Y en cierto modo no le faltaba razón. Henry se giró hacia Anna y cuchicheó: -¿Cangrejos gordos? ¿De qué estará hablando? -preguntó, no restando credibilidad al camarero pues los dos sabían de sobra que las criaturas extra-naturales existían, sino por la extraña descripción que le dificultaba hacerse una idea clara

En cualquier caso si aquella era la versión oficial, es decir la del pueblo en su conjunto, entendía por qué no la oreaban a los cuatro vientos. Aparte de tomarlos por locos tenía cierta pátina ridícula a simple vista que hacía más difícil creer en ello. ¿Y cómo era que 'todos lo sabían'? Si fuera un secreto tan a voces en ese caso se estarían tomando medidas. ¿O es que el sheriff eran tan inconsciente que no daba parte a sus superiores? En fin, estaba claro que allí no rascarían más, Benson parecía no conocer demasiados detalles (o eso intuyó) y posiblemente su propia historia estuviera deformada por la imaginería del pueblo

Aguardó a que finalizaran su café, y antes de salir de allí se acercó en petit comité a Benson, participando de ese aura de misterio que tan magistralmente el camarero había querido recrear: -Señor, ¿podría indicarnos dónde viven los familiares de Bartley? -consideró que antes de reunirse de nuevo con el profesor y el detective no estaría de más pasarse por la casa de la mujer o algún pariente de Bartley. Quizá tuvieran algo de información extra, aunque cabía la posibilidad también de que fuera un viejo solitario... pero por preguntar

Las cosas que nos dice Benson me dejan un tanto estupefacta sin llebar a tener una idea clara de lo que está contando. 

Cuando Benson deja caer que el periodista ha podido ser quemado, mis brazos, como sendas serpientes reptan envolviendo el de Henry y después tiran de él hacia abajo haciéndome que me cuelgue con más ímpetu, para que baje su hombro y preste atención.

- ¡Que lo han quemado! - exclamo - Vayámonos de aquí Henry, por favor... -digo terminando en voz baja para después susurrar en su oído.

-Si creen que lo han quemado no se sentirán muy a salvo. Tal vez algo de información podamos sacarles. -Susurro cerca simulando que le pido algo en privado.

Tras las primeras palabras de respuesta que pronuncie Henry interrumpo de forma escandalosa.

-¡Cómo que quieres ayudar a esta gente! ¡¿y qué hay de nosotros!?

Benson os indica que Bartley vive en una sencilla vivienda situada no muy lejos del río. Apunta, además, que vive solo, pues su mujer murió hace un tiempo.

Trevor se amilana y toma asiento. Su gesto cambia de dicharachero a preocupado, probablemente por darse cuenta que el asunto de la desaparición de su colega Bartley es más serio de lo que suponía.

- Claro, ¡faltaría más! - Exclama, señalando una pequeña mesa cerca de la suya. - Echen un vistazo.

La mesa de Bartley está más o menos ordenada, con diversos papeles sin demasiada importancia. Mientras los observáis, Trevor os dice que efectivamente, su colega estaba investigando los incendios, pero, en un ejercicio de humildad sincero, confiesa que su trabajo es más un pasatiempo que un trabajo real. El Charlatán de Brattleboro es un diario muy local, y Bartley ya se retiró de su carrera periodística hace años. Desde entonces ejerce como corresponsal para el diario y su manera de trabajar está alejada de todo método moderno. Él solía pasear para documentarse y, cuando la noticia estaba "redactada" en su cabeza, escribía el artículo.

Las palabras de Trevor coinciden con la ausencia de resultados sobre su mesa. Al fin y al cabo, parece que Bartley era algo así como un jubilado que aprovechaba sus paseos para escribir noticias locales.

- Si les puedo ayudar en algo más...

Arthur asintió agradecido tras la buena colaboración que les estaban facilitando en el periódico. Gumshoe no era el mejor encontrado pistas, pero por suerte no estaba solo. Warren eran sin duda mucho más meticuloso en ese aspecto y sin duda alguna su ayuda en ese momento sería de agradecer.

- ¡Muchas gracias! - Exclamó Arthur. - Echaremos un vistazo a los apuntes que pueda haber dejado el señor Hodges en su mesa. Si necesitamos algo más le avisamos.

Sin más, Gumshoe y Bedford se acercaron a la mesa del señor Hodges, una vez se la mostró el hombre con el que estaban hablando. Lo cierto era que Arthur no sabía muy bien por donde comenzar a buscar. Miró a Warren pidiendo su colaboración.

Asintó quedamente a las palabras de Anna. Ya no sabía si estaba actuando o si realmente deseaba marcharse de allí (incluso aunque le susurrara al oído), pero la información dada por Benson era más que suficiente para una última intentona antes de reunirse con los demás. Dejó un billete sobre la mesa para pagar los cafés y salió del lugar con la preocupada Anna tal y como habían entrado. Aquella mujer había conseguido despistarlo y no sabía muy bien cómo actuar

-Buen trabajo -apostilló, ya una vez en la calle, y sopesando la idea de que quizás algo de lo interpretado era parte de su angustia. ¿O no? En cualquier caso estaba bien tener de vuelta a Anna, parecía que el caso comenzaba a ser un bálsamo para su alma herida. ¡Nada mejor que la actividad de la mente!, se dijo. Y juntos se encaminaron, intuyó, hacia esa casa mencionada por Benson en buscas de más pistas

No encuentras nada de interés sobre su mesa.

Seguís las indicaciones de Benson con un breve paseo por Jenning. Los ecosistemas rurales como el de Jenning son ciertamente pequeños reductos que resisten los envites de la modernidad. La premura a la que palpitan los negocios y la industria, la música, danza o las diferentes expresiones del arte, incluso las aspiraciones al ocio más legítimas del ser humano parecen ausentes aquí, donde lo diferente se mira con reservas desde una línea divisoria invisible, pero existente, y las únicas metas vitales de los habitantes es ser enterrados por una amplia familia y ser llorados por siempre. Es ciertamente deprimente cuando vienes de ciudades que cabalgan a lomos de la actualidad como Nueva York o Boston.

Comentando estos asuntos con un tono trivial y despreocupado, llegáis a la vivienda de Bartley Hodges. Como bien dijo Benson, se trata de una sencilla construcción de madera, de unas cuatro habitaciones y cerca del río Windham. Os acercáis al amplio cobertizo frontal para descubrir que la puerta principal de la casa está abierta. Cruzáis unas miradas, aunque en el fondo sabéis que es costumbre dejarla así en los pueblos pequeños.

Se acercó con Anna a la puerta y, como buen caballero de impecables modales, renegó de entrar sin antes avisar de su presencia. Un par de golpes con sus nudillos sobre la puerta bastaría para alertar a los allí presentes. -¡Buenos días! ¿Hola? -anunció, por si los golpecitos pasaban desapercibidos. Plantado en la puerta, eso sí, oteó el interior con curiosidad pero con decencia, sin estirar el cuello ni pretender tener más ángulo de visión que el que su educada posición le brindaba

Nadie acude a la llamada en la puerta, que se abre unos centímetros dejando ver un pequeño vestíbulo con algunos cuadros colgados de la pared y un discreto mueble con un reloj que emite un tenue tic tac...

-Buen trabajo 

-Gracias Henry. -Dije con una sonrisa también fruto de mi actuación cuando salimos del bar.

Caminé junto a Herny ya habiendo liberado su brazo para andar más suelta y aligerar el paso. Aproveché el camino para otorgar disfrute a mis sentidos con el cálido humo entrando y saliendo de mi boca de nuevo. Miraba con cierto desprecio aquel pasaje tan desolador de tristes calles sin alborozo donde una chica como yo poca diversión podría encontrar.

Al llegar a la casa de Bartley me guardo la colilla en la pitillera y la pitillera en el pequeño bolso negro que llevo colgado de la muñeca. Cuando nos acercamos y Henry obtiene el silencio por respuesta, cuando vuelvo a mirarle a los ojos más seria. Apoyo entonces la mano sobre la puerta y empiezo a empujarla despacio para que se abra poco a poco ante nosotros.

-¡Disculpe! ¿hay alguien en casa!? -Digo elevando el tono más de lo que Henry lo hizo.

Ante tanto silencio en la casa, el chirrido de la puerta suena atronador. Nadie contesta.

Ante la incorreción de Anna -que no reprimió- se sintió más libre de actuar. Por sí mismo era incapaz salvo caso extremo de invadir la privacidad de otras personas, pero era sumamente extraño aquel silencio. Y trabajando para la agencia, habiendo sido ya testigo de lo innombrable, comenzaba a entender que la casualidad era una vieja embustera a la que debía ignorar cuando tocaba. Y quizás aquel era el caso...

Aprovechando pues la indecorosa acción, procedió a introducirse en la casa con paso dubitativo, dispuestos a retroceder ante la presencia de los propietarios o a defenderse/huir si algún horror surgiera de sus cuatro paredes. No participó en el caso de la mansión de los Corbitt, pero leyó el informe de su estimado profesor y no dudaba de que allí bien pudiera estar pasando lo mismo. ¡O incluso peor! -Avancemos con cuidado, Anna. Quién sabe... -susurró, anteponiendo su enclenque figura a la de la mujer para servirla de hipotético escudo. Su vista, dos pequeños ojos de ratoncillo escondidos detrás de los cristales redondos de sus gafas, se movía fugazmente a uno y otro lado buscando cualquier indicio de algo extraño