Partida Rol por web

Resulta muy fácil seguir a Harny Rooger, que asciende sumido en una cierta locura. En un momento dado, fija su mirada en un bulto al borde del camino, pero pasa de largo dejándolo atrás. Cuando llegáis a ese punto, descubrís el cadáver extrañamente congelado (puesto que no hay rastro de nieve o hielo, y ni por asomo hace tanto frío) de Bartley Hodges.

- Vaya... - Dijo Gumshoe. - Hemos dado con él, pero... - Tomó aire ciertamente compungido. - No pensaba... - No acabó la frase. - ¿Está congelado? - Pregunto con cierta incredulidad.

No podía entender cómo podía haber sucedido aquello. No hacía la temperatura suficiente como para que aquello hubiera pasado de forma natural. Entonces cayó en la cuenta de que Harney se había abrigado muy bien y había visto lo suficiente como para saber qué había fuerzas en ese mundo que no entendían.

- Creo que esos seres, porque digo yo que habrá más de uno, tienen alguna capacidad antinatural para crear frío... - Tragó saliva. Nunca pensó en que diría algo así. - Será mejor que estemos preparados. No quiero acabar como él... - Señaló con la mirada a Bartley. - ¿Seguimos? - Preguntó al grupo. - Sheriff, si quiere puede quedarse con el cadáver, custodiarlo o ir a buscar refuerzos. Lo que usted crea...

Sí. Lo más prudente sería retirar el cuerpo ahora que podían, pues allá donde fuera el tal Harny era donde estaba transcurriendo la acción. Y si traía refuerzos al menos contarían con más armas en un supuesto enfrentamiento al que, para ser sinceros, el joven Henry no le tenía muchas ganas. Esas criaturas no sólo eran engendros tan terroríficos y aberrantes como el que ya combatieron en la cabaña, sino que además contaban con la capacidad de volar. Y esa era una ventaja demasiado elevada como para tomar en consideración un resultado positivo de una trifulca entre ambos

En cualquier caso, observó el cadáver antes de seguir la marcha por si por algún casual descubriera algo. Alguna pista, cualquiera cosa que indicara qué había ocurrido, o qué hacía Hodges allí...

Para no perder el rastro del lunático de Rooger, dejáis el cadáver congelado de Bartley Hodges con el sheriff ocupándose de él. Os asegura que él se encargará y que tendréis derecho a la recompensa, pero ciertamente, dudáis de que la frágil mente de Burton soporte cualquier anomalía antinatural. Así pues, los cuatro seguís el ascenso hasta la cima. Allí arriba, lo que os espera es sobrecogedor: sobre una roca yerma desde la que se tiene una buena vista tanto al norte como al este, hay un anillo formado por piedras irregulares de un metro de diámetro cada una y gruesas capas de hielo y escarcha. Unos sonidos de aleteos irrumpen en la mortecina quietud nocturna y siete criaturas bajan flotando del cielo y comienzan a moverse por la cima. A continuación, Harny se une a ellas mientras tres de estas criaturas se marchan por los alrededores más alejados. Una de las criaturas empieza a entonar un cántico, seguida al poco por otra de las criaturas. Harny y el resto de criaturas se unen a los cánticos al cabo de otro instante. Una llama blanca azulada parpadea en el círculo de piedras, y de ahí surge una ráfaga de viento glarciar que os hiela los huesos. Vuestros cuerpos tiritan, y ya no sabéis si es debido al repentino e inusual frío, o al terror que la grotesca escena os provoca.

La situación era compleja. Nunca se habían enfrentado a algo así. Eran muchas las criaturas a las que debían derrotar. ¿Porque debían hacerlo, no? Lo cierto era que tampoco estaba claro el delito que habían cometido aquellos seres. Cierto era que Hodges había acabado congelado y aquellos seres parecían tener mucho que ver, pero precisamente era por ello por lo que debían ir con mucha cautela. 

La cuestión era que para comenzar, no sabían nada de nada sobre aquello. No sabían que eran aquellas criaturas, no sabían que pretendían, no sabían que hacían allí, ni para que necesitaban a aquel paleto. Pero lo más importante era que no sabían de lo que ersn capaces. Podían ser criaturas realmente peligrosas y ellos no lo eran tanto. Tan solo tenían un par de armas para defenderse en caso de una agresión y podían no ser suficientes.

- Bueno... ¿Y ahora qué?  - Les preguntó a sus compañeros. - Podemos tratar de hablar con ellos o simplemente quedarnos agazapdos observando que están haciendo. ¿Estáis todos armados? - Preguntó entre susurros.

-Una confontración sería altamente peligrosa. Nos superan ampliamente -pues no descartaba a las criaturas que se habían alejado- y además cuentan con la capacidad de vuelo. Abogo por observar y esperar -el gesto de Carter se tornó grave. El detective podía sentir el valor de su vitalidad, y la tranquilidad de un arma de fuego de la que se sabía avezado usuario, pero no debía descartar que allí estaban Anna, un profesor ya entrado en años y un joven inexperto como él mismo

Se arrebujó como pudo, pegándose contra una piedra y procurando mantenerse lo más cerca posible del resto de sus compañeros, incluso entrando en contacto físico con ellos. Aquel extraño frío, y las criaturas, de nuevo hacían que hasta el último de sus huesos temblara de espanto. Comenzaba a creer que la agencia 'Tras el telón' requeriría de mayor subvención, e incluso de cierta expansión de conocimientos a determinados círculos capaces de entenderlo. Estaban demasiado solos en un mundo que, de pronto, se había vuelto demasiado grande y oscuro

- Llevo a mi fiel carabina... - Le respondió el profesor finalmente.

Warren estaba realmente nervioso. Una cosa era reaccionar con fuego contra entes regresadas de la tumba cuando a uno no le quedaba más remedio, y otra muy diferente era perseguir hasta su guarida o vete tú a saber donde a un grupo de extraños seres de los que uno no tenía ni idea sobre su naturaleza o lo peligroso que podían llegar a ser. 

Tomó aire. Agarró su carabina y comprobó que tenía una bala en la recámara. Cerró los ojos y posó una mano sobre el hombro de Gumshoe. Aquel hombre era realmente valiente, aunque lo cierto era que en ocasiones rozaba la temeridad. Le seguiría hasta donde hiciera falta, pero esperaba que, si llegado el momento sus vidas corrían peligro, optaran por escapar antes que pelear contra aquellos seres extraterrestres, pues no le cabía duda a Bedford, que aquellas cosas no eran de su mundo.

- Sigámosles, pero con cuidado... - Les susurró a sus compañeros. - No quiero que nadie salga herido...

- Espera yo no tengo... - Anna se paró a mirar por el suelo un momento.

No estaba armada, debería haberlo previsto, pero no lo había hecho. Sabiendo como se ponían siempre los asuntos que investigaban, había sido muy poco previsora realmente. No tenía ni una mera navaja, nada... No obstante, encontró en el suelo un trozo de madera con algunos clavos que sobresalían del listón. Se trataba, sin duda alguna de un trozo de una vieja vaya que antaño delimitara alguna parcela. Probó su consistencia y al menos serviría como objeto contundente si llegaba el momento de tener que golpear contra algo.

- Estoy lista. - Afirmó. - Sigamos a esas cosas... - Dijo no muy convencida de sus palabras. Esperaba no tener que arrepentirse. No quería acabar con Rachel.

Recordar a Rachel de nuevo fue duro. Le había hecho mucho daño durante el tiempo que pasaron juntas. Cuando se reencontraron para investigar el caso de la mansión Corbitt, saltaron algunas tiranteces entre ellas, pero a medida que avanzaban en la investigación, empezó a recordar lo que sentía por ella. Nunca le llegó a pedir perdón y eso era algo que le pesaría toda la vida. Si no hubiera sucedido lo que había sucedido en la granja... igual podrían haberse dado una segunda oportunidad.

Anna tragó saliva, se limpió las lágrimas de los ojos antes de que estas resbalaran por sus mejillas y se dijo a si misma que debía seguir adelante. No le gustaba dejar a medias las cosas y aunque se arrepentía de haber aceptado aquel trabajo, tampoco le hacía gracia regresar sola al pueblo. Ya estaba de mierda hasta el cuello...

Las criaturas se alejan cierta distancia y se separan, comenzando a seguir una ruta circular, como de rastreo. A lo lejos se escuchan los cánticos guturales mientras que el fulgor del fuego blanco antinatural brilla como si fuese una luz celestial.

Anna trataba de caminar despacio y pasar desapercibida, pero allí no había ni un solo lugar donde esconderse. Por mucho que lo intentara, al final aquellos seres los iban a detectar. Aunque no tenían ojos, o eso creía la señorita Vixen, podían ver de alguna forma. Estaban condenados, al final iba a hacer falta la fuerza bruta.

- ¡Artie, nos van a ver! - Le susurró muy nerviosa al detective.

Arthur caminaba aprovechando la cobertura de los árboles, las rocas cercanas, silencioso como una hormiga. Sólo de esa forma podría evitar ser visto. Lo malo era que no iba solo. Anna estaba siendo bastante más ruidosa de lo que se consideraría adecuado y no hacía nada, al menos aparetemente, para evitar se vista. Entonces le dijo algo al oído y Arthur apretó la empuñadura de su pistola.

- Anna, será mejor que se quedé atrás. - Le dijo en un murmullo. - Escóndase tras aquellos árboles. - Señaló en la dirección en la que se encontraba una pequeña arbolada. - Allí no la verán. ¿Entendido? Nosotros volveremos enseguida.

Warren trataba de seguir la estela de Arthur Gumshoe. Se notaba que no era la primera vez que aquel intrépido investigador había seguido a alguien, oculto entre los elementos del terreno. No obstante, y pese a que trataba de pisar donde pisaba Arthur y de esconderse donde lo hacía el detective, le estaba siendo imposible replicar a la perfección la depurada técnica de su colega.

- Será mejor que haga caso a Artie. - Le dijo a aquella mujer. - No me gustaría que saliera lastimada.

Él ya era viejo. Si le pasaba algo, al menos había tenido una larga vida y bastante feliz. Además, iba armado y podía defenderse. Al fin y al cabo era un hombre y aunque viejo, todavía era bastante más fuerte que Anna, o ese creía él al menos. En cambio Anna, sólo tenía un palo con el que defenderse y los nervios a flor de piel. Era evidente que había cambiado desde lo de Rachel y ahora aparentaba ser mucho más temerosa y frágil que la primera vez que la vio.

No sabía qué hacer. ¿Quiénes iban entonces a avanzar? ¿Por qué habían consentido que Anna subiera hasta allí si ahora no debía seguir? En fin, que pocas personas en ese mundo más poco preparadas para ocultarse que el propio Carter, quien parecía no saber dónde meterse ni qué hacer. -¿Yo qué hago? -preguntó, señalándose y sin mucha idea de cómo actuar ante una miríada de enemigos. Él no entendía de tácticas, y la vez que había tenido que enfrentarse a un engendro lo había hecho cara a cara (o más o menos), y era sólo uno. Ahora, con aquellas bestias dividiéndose en grupos no supo cómo reaccionar, así que se pegó a los demás y esperó a que Gumshoe decidiera. Seguro que él tenía algún tipo de instrucción en aquellas cuitas

La noche y el irregular terreno juegan en vuestra contra. Pisáis unas cuantas hojas y ruedan algunas piedras, lo suficiente como para que con unos agudos chillidos las criaturas eleven el vuelo unos metros y apunten hacia vosotros con esas extrañas piezas que parecen intrincados trozos metalizados.

- ¡Mierda, nos van visto y vienen a por nosotros! - Gritó Arthur apuntando y disparando contra uno de aquellos seres.

La bala paso rozando uno de los seres. Desgarró algo su extraña piel, pero ese impacto no lo mataría ni tampoco lo detendría. La actitud agresiva de aquellas bestias eran inequívoca y aquellas criaturas volaban. No podrían escapar si no era a base de violencia. 

- ¡Escóndase Anna! - Le ordenó el detective a la artista.

Warren vio el peligro casi a la vez que Artie. Estaba de acuerdo con él en que no podían correr. Anna no era demasiado rápida y él estaba viejo cómo para una carrera contra seres voladores. Lo mejor que podían hacer ante la actitud agresiva de aquellos monstruos era contraatacar incluso antes de que las bestias pudieran atacarles.

Alzó su carabina apuntó y disparo. Por desgracia el disparo salió muy desviado. Nunca había sido un tirador de primera, pero lo cierto era que en los últimos tiempos su visita ya no era la de antes y eso se reflejaba en su ya de por si, escasa puntería.

- ¡Haga caso a Arthur, Anna, escóndase! - Repitió la orden.

- ¿Y dónde se supone que debo esconderme señores? - Les preguntó la cantante con un marcado tono de ironía. 

Aunque les hubiera hecho caso de haber podido, empezaba a estar algo cansada del tono machista que mantenían con ella. Era una mujer, iba desarmada, pero no era una jovencita indefensa. Tenía un palo y estaba dispuesta a utilizarlo. Y eso haría si uno de aquellos seres se abalanzaba sobre ella.