Partida Rol por web

El camino que debíais de seguir no invitaba nada a la hospitalidad. Era un paisaje la mar de dantesco y, además, a aquello se le añadía las diferentes 'sombras' que pasaban entre ustedes a pesar de que ,a la gran mayoría, no la podíais ver. El caso es que, para colmo, se agradaba que cargabais con Randy,a  quien misteriosamente su herida se abrió de una forma colosal. Su vientre tenía una apertura de gran tamaño con extrañas formas de garras, como si dos manos de tenebroso aspecto hubieran hundido sus dedos afilados en ellas.

Obviamente, el doctor perdió el conocimiento y, posiblemente, muriese en cuestión de microsegundos, pues su piel había empezado a empalidecerse,  de hecho, además, manchó de sangre a aquel que lo portaba: Faraday. La imagen de la escena dejaba muy poco que desear... ¿Habían espíritus malignos?

Fuera cual fuese el caso, el camino terminaba en la entrada de una cueva. 

Sin embargo, no contentos con ello. El olor a salina os invadía las fosas nasales, con lo cual... Eso significaría que ... habría mar cerca. Lo cual era correcto porque, a escasos metros, un acantilado cuyas olas impactaban contra pared rocosa.

El ruido de las olas, o la oscuridad, o los extraños sonidos que los rodeaban, estaban afectando a Koko más de lo que ésta se encontraba dispuesta a reconocer. ¿Randy? Le importaba un pimiento. Pero ella no estaba soportando todo lo bien que esperaba aquella situación y notaba como los nervios empezaban a hacerse notar.

Se miró una mano. Temblaba como una hoja mecida por el viento. Cerró el puño y apretó con fuerza para mantenerlo bajo control, pero de alguna manera sabía que tarde o temprano, acabaría por ser incapaz de ocultarlo durante más tiempo. 

Pero al menos, intentaría que el tiempo que estuviese allí, mereciese la pena.

-Bien, un acantilado. Yo no habría escogido un camino mejor. Supongo que tendremos que bajar, pero dudo que vayamos a conseguirlo todos. ¿De verdad no hay ningún otro camino?

No, no hay otro camino, sorry not sorry ;)-

Miré una última vez a Abril tras haberla escuchado atentamente y antes de agachar la mirada girándome para seguir al resto.

El aspecto siniestro del lugar no mejoraba con el paso y al ver como la situación de Randy inexplicablemente empeoraba me dí cuenta de que algo empezaba a romperse en mí, si al llegar a aquel bosque supe que estaba confundiendo el viento con la caricia de un espíritu esta vez realmente estaba convencida de ello, esto no había sido por causa natural.

Retrocedí un par de pasos impactada y miré a mi alrededor alterada y no ver nada solo me hizo sentir desprotegida, el único consuelo que sentí fue el olor del mar... incluso si él me había impulsado hasta esta situación, me hizo recobrar el control.

-Supongo que volver no es una opción...- pronuncié mirando a Koko sin esperar su respuesta, acercándome al acantilado con sumo cuidado y tratando de encontrar la ruta más segura para bajarlo.

Al parecer, la tétrica escena del profesor sólo le había ocasionado unas arcadas insignificativas. Nada más. Aquel hombre hubo muerto en segundos, nanosegundos se atrevería a decir, mientras ella, junto con el resto del equipo seguía avanzando hacia el camino que terminaba en la cueva.

Sus oídos escucharon el romper de las olas, por lo que tenía que haber algún acantilado cerca. Efectivamente, estaba justo al lado de ellos, en el otro ala. 

¿Debemos entrar? ¿Entramos?

Cargar a Randy no le suponía un mayor esfuerzo al Marine, quien iba concentrado en que no se reabriera la herida, ya que el helicóptero no había avanzado ni llegado, tal como había dicho abril. Llevaba el rifle en la espalda y la cartuchera del arma abierta por si debía desenfundar rápidamente. Randy era uno de los pocos amigos que le quedaban, y quería ver si podía salvarlo, aunque a medida que pasaba el tiempo, su piel iba haciéndose mas y mas cetrina, y su herida parecio abrirse.

Eso coincidia con la leyenda de Tora-sama, quien le había advertido la importancia de espiritus malignos, algo que el exseal desecho y ahora creía con fuerte certeza. Yomis, los había llamado, espiritus…

El cansancio afecto a Faraday, quien ya jugado, deposito a Randy en el suelo. Su amigo parecía que estaba por irse, por lo que, sin demasiada esperanza, saco una aguja de adrenalina y la clavo en el pecho de su amigo, lo mismo que unos corticoides por via muscular.

No creía que fuera a funcionar. Estaba harto, desesperado y no tenia en quien confiar. Saco la cuerda de escalada, y la doble aseguro. Queria finalizar con esto, cada vez importaba menos, solo llegar al final.

Se anudo la cuerda para ir bajando, y lo intento.

Koko miró a Faraday mientras descendía. Lo hacía con destreza y elegancia, como si fuese algo natural en él, pero eso solo acrecentaba el peligro que suponía para cualquier otra persona intentar bajar. Koko negó con la cabeza.

-Me arriesgaré a descender cuando sea el único camino posible. Por el momento, no tengo prisa en llegar al suelo demasiado rápido. 

Dicho lo cual, Koko se giró, entró en la cueva y encendió la pequeña linterna que siempre llevaba con ella.

-Yo de vosotros vendría por aquí, pero si preferís seguir a Nathan, adelante -les dijo a Rikka y Marina, antes de adentrarse. No es que le importaran demasiado, y bajo ningún concepto iba a llevarlos de la mano, pero si tenían que morir, al menos que no fuese de una forma estúpida e imprudente como descender sin necesidad por una pared vertical.

Desde la otra cara, podíais ver como una pequeña figura humana descendía por el acantilado poco a poco y con precisión. 

Había amanecido, por lo que no necesitabais del uso de la linterna por ahora, salvo para más adentro. Caminasteis por la galería, por el único que había por ahora. Las paredes eran húmedas y, posiblemente, notaríais la falta del oxígeno a medida que descendierais.

Vuestros ojos observaron un rastro medio reciente de pisadas humanas.

Lo que quería decir que aquella cueva había sido habitada con anterioridad. No sólo eso, a medida que descendíais con cautela... También podíais percibir restos de hoguera, confirmando,una vez más, que allí hubo vida. 

Koko se adelanta ligeramente, se agacha y observa las pisadas y los restos de la hoguera. Sin duda, alguien estuvo allí... y no hacía tanto. Después se levanta e inspecciona los alrededores, con desconfianza. Si habían estado allí y aquel era el camino más seguro, quién les decía que no habría más trampas.

-Esperad aquí un momento -les dijo a Marina y a Rikka, mientras examinaba cada centímetro de la cueva.

Para tu asombro y el de tus compañeras, la escalada se te daba bastante bien y no era más que fruto de los años que te habías visto obligado en esa oscura etapa militante. Primero un pie, luego el otro, una mano y, seguidamente, la derecha. Lentamente descendías por aquella pared rocosa. 

La brisa marina acariciaba cada poro de tu piel, en ocasiones parecía que te tambaleaba, pero tú, firme y sereno, conseguías mantener el equilibrio a toda costa. Con calma y suma concentración descendías sin mirar hacia abajo, pues bien sabía que un mal acto tenía su fatídica consecuencia: la muerte. 

Para cuando tus pies tocaron la piedra húmeda y rocosa, el sol se hallaba en lo más alto por lo que intuiste que habías pasado varias horas ocupado en la bajada. Las bramantes olas enfurecidas intentaban arrastrarte con ellas, sin embargo, te mantenías sujeto a la pared rocosa como si fueses ventosa. En una de las sacudidas, el mar trajo consigo un cuerpo femenino desnudo. Aún respiraba, débil, pero lo hacía. Sus ojos azules se posaron en ti, te invitaba a ayudarle. Ella se afianzaba en un intento de quedarse en la piedra, provocándose daño en las yemas de sus dedos desnudos; pues no había ningún rastro de tejido en ella, al parecer, el mar ,enemigo en aquellos casos, se lo había arrebatado. 

Su mano se extendió señalándote antes de que la ola la engullese de nuevo. Pedía con aquel gesto auxilio. Su cabello ,rubio o blanquecino, no podías saberlo con certeza, flotaba en el agua y ,lentamente, era tragada por aquellas salinas aguas...

No había mucho que dudar, ya que había alguien en riesgo. Actuó con precisión. Primero tironeo en la mochila para que accionara unos ligeros flotadores y luego, la dejo caer, mientras un pequeño cordón de unos pocos metros lo unia a el. Luego, tiro del nudo que lo sostenía a la cuerda principal y esta se soltó, dejándolo caer al agua helada.

Faraday se acomodo en el resto, no había tiempo para un clavado, pero si para hacerse vertical y hundirse rápidamente, en un intento por rescatar a esa chica.

Conseguiste atrapar el cuerpo de la joven. Era delgado y blanco, podías ,casi, ver tras él.

Ella no tenía los ojos abiertos y, si los tenía no podría reconocerte, pues para Aeryn, aquello era un sueño. Después de seis años allí encerrada la habían oído. Sin embargo, su cuerpo si parecía responder al tacto de tus manos en el, por lo que provocó que sus brazos se relajasen en cruz y su cabeza quedase colgada. Sus labios se hallaban agrietados y secos, fruto de las salinas y del mal cuidado.

A pesar de todo, las olas no parecían convencidas de la decisión de que os fuerais victoriosos, pues volvían a romper con más fuerza. 

A tu izquierda, divisaste una playa y, en ella, la entrada a una cueva arenosa.

Recordo como su sargento instructor lo había mantenido en agua montones de veces, obligándolo a nadar en agua congelada mas alla de lo que hubiera concebido posible. Cuando quería salir de la pileta, lo volvia a meter adentro y nadar, hasta que el punto de agotamiento bordeaba el desmayo. Hoy lo hubiera besado en los labios. El agua fría del mar de japon no ayudaba demasiado, y era helada hasta robar cada centrimetro de calor de tu cuerpo. Sin embargo, también lo despertó, ayudándolo a focalizarse en su objetivo. Faraday la atrapo, y luego emergio, tirando de la cuerda donde tenia su mochila flotadora.  No dudo, y abrazando por debajo a la muchacha, empezó a buscar una orilla, algo de lo que aferrarse. Encontro una playa, no demasiado lejos de allí. Nado con ganas, sintiendo como el frio robaba sus fuerzas hasta minarlas, pero siguió nadando, esforzándose. Sintio la arenilla dura en su cuerpo y se incorporo. Si, por peligroso que fuera, esa cueva era lo que necesitaba. Levanto la chica sobre su hombro y arrastro con la otra mano la mochila, de la cual saco los elementos que buscaba. Sabia encender un fuego de cero, pero mucho mejor cuando usas algo de alcohol, combustible y un encendedor. Pronto hizo una ligera fogata, y quitándose las botas y ropas mojadas, y acercándolas al fuego para que se secara, se quedo en ropa interior y abrazo a la muchacha, tirando una manta por encima de ambos, dejando que su cuerpo le bridara calor. Luego, sostuvo el arma en lista en su mano derecha, oculta por la manta, a espera de recuperar con su calor corporal la consciencia de la chica y estar listo por cualquier amenaza