Partida Rol por web

Una vez que su posición se había revelado, Llenka avanzó con paso firme mientras conjuraba unas palabras mágicas. Una energia transparente se arremolinó en torno a ella, volviendo silueta más difusa.

Dolgen observó sin dejar de moverse lentamente hacia el grueso del combate, como Grend empezaba con lo que había supuesto su pasatiempos favorito, la sangre ya manchaba el manto vegetal que nos servía de suelo y el estómago del mago se cerraba con la tensión de unos terribles nervios fruto de la incertidumbre del futuro inmediato que les aguardaba.

Vio sorprendido a Nada optar por una actitud defensiva -quién lo hubiera dicho- pensó centrándose en el pirata que mas peligroso le parecía, el semiorco, y su camarada halfling -De mi mente a tu mente- musitó abriendo los brazos mientras los levantaba y lanzaba un martillazo arcano contra la consciencia de los dos pobres elegidos.

Aunque la reacción de uno de los piratas es ágil y astuta, el que comienza a repartir los arpones se queda alelado provocando un pequeño caos en retaguardia.

-¿Qué hacéis atrás? Coged las armas de una maldita vez. ¡Tienen un mago! ¡Un magoooo!. Acabad con él! - La maraña se fué organizando bajo las órdenes del contramaestre y los tres piratas que lograron hacerse con un arpón, avanzaron hacia Dolgen y Llenka pero fallaron todos los lanzamientos.

Los piratas con sables se arremolinaron alrededor de Nada y Grend, aunque tras el hechizo de Dolgen no parecían haber tantos aceros danzando.

Uno de los tres que rodearon a Nada consigió impactarle pero solo le hirió de forma superficial.

De los tres que rodearon a Grend, bueno uno murió nada más empezar el combate atravesado por uno de sus rapiers, otro metió un pie en un agujero del manto y se hundió hasta la cadera, pero con un movimiento ágil sacó la pierta del agua y en seguida estuvo de nuevo presto para el combate. El tercero falló pero al menos no se metió en complicaciones.

Aquellos indeseables habían elegido morir valientemente enfrentando a la Espada de los Dioses Oscuros, y Nada los respetaba por ello. ¿Cuántas veces en el pasado no había visto cómo sus enemigos huían al verse sobrepasados en destreza y poder? Al menos estos vendían cara su piel y lo demostraban al enfrentarse al guerrero. Sólo un leve rasguño en su bronceada piel demostraba que aquella superficie irregular no era la más adecuada para luchar, pero sólo necesitaba acostumbrarse. Se acostumbraría y entonces acabaría con ellos.

El mago tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para mantenerse recio en su posición cuando los arpones silbaron al cortar el aire en su dirección, los miró con los ojos muy abiertos temiéndose un final prematuro, pero la diosa fortuna quiso que los piratas erraran el lanzamiento.

Analizó la situación deprisa, el hombre de negro ya había sesgado la vida de uno de los perros del mar, parecía tener la situación controlada, sin embargo, el guerrero danzaba entre la vida y la muerte desviando con el escudo pero sin acertar con el acero, así que decidió ignorar a los que habían lanzado los arpones y afianzando su posición cargando el peso sobre los talones agarró el bastón con ambas manos apuntando a uno de los piratas que rodeaban a Nada. La punta del báculo se iluminó al instante con un chisporroteo blanquecino que se notaba mágico, ganando en intensidad rápidamente hasta que un rayo de luz salió propulsado por la voluntad arcana de Dolgen impactando de lleno en el torso del mal nacido que les hacía frente.

Grend estaba disfrutando de lo lindo. Le apenaba que sólo tuviera 3 piratas para él, pero entendía que los demás también tenían que divertirse.

Chicos, no digáis que no os avisé.

Nuevamente la espada derecha se clavó, ésta vez en el cuello, en uno de los piratas que le flanqueaban. En cuanto la sacó, la sangre salió a borbotones y el pobre diablo cayó al suelo mientras trataba de taparse el boquete y la vida se le escapaba por momentos.

El otro pudo evitar la estocada moviéndose muy rápidamente, debido seguramente al pavor que le inspiraba Grend.

Hey bien hecho. Así esquiva uno.

Llenka avanzó con paso firme hacia el primer pirata que la hacía frente.

- Malparido, hijo de mil rameras, te voy a destripar y sacaré tus pululentos intestinos por el culo.

Gritó con tono agresivo para que todos los rivales lo oyeran.

- Os vais a arrepentir de haber nacido asquerosos gusanos de cloaca infecta. Teniais que haber pasado semanas rogando para que este día no llegara. Pero ha llegado. HE llegado y vais a lame rar el día que conocisteis a Llenka, la princesa pirata.

Con las últimas palabras descargó su espada sobre la cabeza del infeliz.

Los piratas fueron desplomándose uno tras otros, a veces enteros, a veces por partes. La sangre comenzó a filtrarse bajo el manto verde y pequeños pececillos acudieron en bancos a mordisquear los cadáveres y a beber la sangre. Sin duda pronto acudirían peces más grandes.
 

Aunque los gritos de Llenka no surtieron mucho efecto en la moral de los piratas. Les resultó mucho más intimidante presenciar como la joven pirata se avanzó hacia uno de ellos y lo decapitó con un único y limpio golpe de espada.

Los dos desarmados y en pie corrieron hacia el barco. Los tres con arpones, se adelantaron, los lanzaron y se dieron media vuelta también en dirección al barco. Los tres que quedaban enzarzados en el cuerpo a cuerpo siguieron peleando sin ser demasiado conscientes de lo que pasaba alrededor.

Desde la seguridad de los restos del naufragio había más piratas que observaban la escena con sonrisas crueles, decididos a dejar morir a sus compañeros sin mover un dedo, mientras preparaban tranquilamente sus sables y sus ballestas.

Dolgen observó impasible como el cuerpo sin vida del pirata que había sufrido su ataque mágico caía sin vida a los pies del guerrero, sólo dos hombres mas había junto a él, con lo que supuso que se las arreglaría perfectamente solo. Llenka y Grend sumaban mas muertos al bando de los piratas, pero la lucha no había terminado.

El mago se percató de la presiencia de los piratas observadores con cierta sorpresa -¿cómo podían presenciar la masacre de sus compañeros sin inmutarse?- pensó mientras avanzaba hacia el barco sin ser capaz de comprender esa falta de lealtad. Y para mas inri, varios de ellos corrían acobardados dejando a sus compañeros a sus suerte, Dolgen sintió la rabia que eso le producía y sin pensarlo, apuntó con el bastón a uno de los perros que huía y lanzó otro rayo luminoso cargado de muerte arcana. 

Grend se lo estaba pasando muy bien, y eso se le notaba ya que bajó un poco la guardia. Quería que el combate durara e hizo una finta con la espada derecha para rematar con la de izquierda. Pero el rapier no entró tan profundamente en ésta ocasión.

Ya sé lo que pasa. Estás sólo contra mí, y yo me especializo en grupos. Llama a tus amigos anda, y que vengan junto a ti. Así aparte de tener más posibilidades yo me lo pasaré mejor.

Llenka esquivó con facilidad los arpones que le lanzaron los piratas y avanzó de un salto por encima del cadáver para interceptar a los atacantes. Ya ko decia el viejo lema pirata: a enemigo que huye, sájale la espalda.

Saco con rapidez una de sus dagas mientras descargaba la espada sobre uno de los e enemigos, aunque el lance con el cuchillo no llego a rasgar las vestiduras del pirata.

Aunque cansados y enfermos, los piratas que se enfrentaban a Nada plantaban cara firmemente, pero sólo era cuestión de tiempo que fueran pasto de los peces que moraban bajo la superficie. Uno de ellos cayó fulminado por uno de los hechizos de Dolgen pero el guerrero no se detuvo más que para dar un paso lateral que esquivase una de las acometidas y golpeó con el plano del escudo al oponente frente a él, lo que le hizo bajar la guardia.

De forma implacable el grupo iba acabando con la vida de los piratas uno tras otro. Los que seguían cuerpo a cuerpo, acostumbrados a la vida sin clemencia entre piratas, siguieron combatiendo dispuestos a vender caro su pellejo.

Los que no estaban trabados en combate siguieron corriendo hasta refugiarse en los restos del barco. Tras la cobertura tres ballesteros se tomaron su tiempo apuntando a Llenka y al lado de los ballesteros se prepararon media docena de humanoides, algunos armados con sables, otros sin necesidad de usar armas pues habían sufrido horribles mutaciones en aquel lugar maldito que habían transformado sus manos en enormes pinzas de cangrejo u otras monstruosidades dentadas. Tras ellos había más piratas, más mutados con pinta enfermiza que Llenka no sabía si podrían o no incorporarse a la lucha, pero desde luego por su mirada de perros de mar, lo intentarían.

Pronto descubrieron qué era aquella aflicción que enfermaba a los que pasaban demasiado tiempo en aquella trampa con forma de algas flotantes: una mutación maligna que transformaba a sus portadores en criaturas a medio camino entre humanoides y marinas. Bien sabía Nada que él no sería una de aquellas abominaciones, pues tenía otros objetivos que cumplir hasta caer finalmente en el olvido y la sombra.

Aprovechando que había dejado atontado a uno de los piratas, lanzó una patada en la rodilla al otro para obligarle a bajar la guardia, y luego realizó un rápido y letal movimiento vertical con la cimitarra que seccionó su garganta definitivamente. No necesito comprobar cómo el hálito de vida se escapaba de su cuerpo para dirigir su atención al otro.

—¡No quiero prisioneros! —bramó, con su acero empapado en rojo carmesí— ¡Ira y sangre!

Llenka mantuvo la mirada en los ballesteros mientras pronunciaba unas extrañas palabras arcanas. Por un instante se hizo oscuridad a su alrededor y un torbellino se arremolinó agitando sus cabellos en todas las direcciones. Su rostro, generalmente bello comenzó a degradarse, mostrando podredumbre y trozos de carne depegandose. Sus ojos, de un color verde azulado que recordaban al mar, se volvieron dos llamas de color rojo intenso. De su garganta sonó un gruñido que podía haber salido de las entrañas del infierno:
- Temblad.
Dijo mientras su dedo putrefacto apuntaba a los piratas.

Al ver como huían los piratas Grend se sintió insultado.

Pero bueno. ¿Qué clase de piratuchos estáis hechos vosotros? Ya no hay piratas sanguinarios como los de antes.
Salid a pelear con nosotros. Cobardes.
 

El espachín se disponía a moverse cuando se dió cuenta de que todavía estaba vivo su contrincante.

Oh. Perdona. Qué falta de respeto por mi partes.

Con un rápido movimiento le clavó el acero donde una persona normal tendría el corazón. Al parecer aquel pirata también porque cayó al suelo muerto.

Listo. No te muevas ¿eh?

Tras ésto se dispuso a acercarse al barco donde estaban el resto de los integrantes de la tripulación. Algunos verdaderamente feos.

Vaya. Está visto que no es bueno pasar mucho tiempo en éste lugar. Que cosa más horrenda.

No sabía qué le estaba pasando, solo notaba la aceleración del pulso, el palpitar desbocado del corazón, podía ser el sabor dulce de la victoria inminente o quizás era simplemente el placer por la muerte del hombre primitivo que Dolgen probaba por primera vez en su vida; fuera lo que fuese, aún sin ser consciente, estaba disfrutando.

El mago se sentía imparable, invencible, con el ardor guerrero alentado por la danza de muerte que sus compañeros bailaban con los piratas avanzó a la carrera hasta pasar a Llenka, entre los cadáveres mas cercanos al barco, colocándose en la peor posición que él debía ocupar, ahora el mago era la punta de lanza de su letal equipo.

Dolgen aseguró su posición sobre el inestable manto colocando los pies a la anchura de los hombros, y sin pestañear centró su mirada en el ballestero que mas cerca estaba de la proa, cogió aire y de su boca emergió energía pura que a gran velocidad machacó a cuantos piratas observaban como cobardes tras la falsa seguridad del cascarón podrido que tenían por barco. 

Nada había descuidado su guardia para golpear con todas sus fuerzas a uno de los piratas confiando en que el otro no sería capaz de herirle, y acertó, pues el último en pie lanzó una estocada precipitada al aire.

Los piratas armados con ballesta se habían tomado su tiempo para apuntar a Llenka y estaban acariciando el gatillo a punto de accionarlo cuando vieron la transformación. El aire se estancó en sus pulmones, las ballestas calleron de sus manos y cuando se dieron la vuelta para empezar a correr vieron que sus compañeros ya les llevaban varios metros de ventaja. Alguien atinó a decir -Joder, joder, joder, correeeeeeeee.

Aunque Grend podría haberse ido sin más hacia el barco, tuvo la elegancia de concluir el combate con el pirata con el que estaba trabado, comprobó que este correspondía su deferencia quedandose bien muerto y quietecito, con lo que se apresuró hacia los restos del casco. Cuando avanzó vio que todos huían, ¿de Grend? Probablemente, ¿de quién si no del mejor espadachín de Puertoscuro?. Veía como corrían aterrorizados y protuberancias mutantes de sus espaldas ascendían y bajaban o penduleaban dependiendo de si eran rígidas o flácidas. Era un espectáculo un tanto turbador y tragicómico, hasta que escuchó a cierta distancia la voz de Dolgen realizando complejas inflexiones en un lenguaje arcano lleno de palabras esdrújulas y aquellas espaldas se vieron inmersas en un chorro deslumbrante de energía abrasadora. De dentro del fulgor salían gritos estremecedores de gente abrasándose. Cuando el brillo se apagó, más de la mitad yacían muertos boca abajo y el resto siguió corriendo dispersándose aterrorizados.

Dolgen se dejó caer de rodillas apoyado, casi abrazado, a su bastón, exhausto. Observaba jadeante la retirada vergonzosa de los que antes se reían amparados en la protección de los restos del naufragio. Se tuvo que esforzar para recuperar un ritmo de respiración normal, el corazón le seguía latiendo descontrolado, pero cuando reparó en el montón de cadáveres que había dejado apenas a diez metros de él, se le hizo un nudo en la boca del estómago -eran ellos o nosotros, eran ellos o nosotros- el pensamiento se repetía en su cabeza una y otra vez, como un mantra de sanación para la conciencia.

No estaba en shock, pero sí se notaba el reflejo del impacto de la situación en su cara. Se puso en pie despacio, y allí se quedó, todavía jadeando, observando la muerte y el horror que había causado, el uso de la magia lo había dejado agotado, el Mar Estrangulador estaba haciendo mella en él.

Una maliciosa sonrisa se dibujó en rostro de Llenka al ver a los piratas salir corriendo, aterrados por su hechizo. Le producía una tremenda satisfacción el controlar a esa pandilla, tanto o más que el alivio por haber salido ilesa del combate que bien podía haberse torcido.

Tras enfundar sus armas se aupó con gracilidad al navío y anunció con voz solemne:

- Los que se rindan salvarán la vida. Y si queréis salir de aquí y que os cubra de oro, no tenéis más que proponerme como capitana.

Dijo sin siquiera haber estudiado la nave ni si era posible navegar con ella. Lo que tenía claro es que este sí era una barco que ella entendía y que no vendría mal una tripulación. No quería confiar todas sus posibilidades de salir de este engendro de isla en el barquito que habían abandonado sin protección alguna.