Partida Rol por web

A Llenka no le hacía ninguna gracia como se estaba desarrollando el combate.

- Esbirros de elfos famélicos, comelechugas. Sois más cobardes y traicioneros que los pieles verdes. – También estaba disgustada de que lo que podía hacer sido una tripulación esclava estuviese sirviendo de alimento de ballenas – Ellos por lo menos tienen el honor de ser sinceros.

Mientras se acercaba al líder de los enanos seguía balbuceando insultos.

- Asquerosos gusanos putrefactos, retorcidos por vuestra propia codicia, endogamia y sodomía. Voy a hundir este insulto a la naturaleza de chalupa para que no insulte el buen nombre de los honrados piratas que han perdido su vida por vuestra miserable existencia.

Lanzó un ataque flojo que fue fácilmente detenido por el enemigo.

Lavamarina se giró hacia Llenka y levantó su escudo para detener el golpe en el último momento. - ¿Cómo? ¿El Martillo del Mar un insulto a la naturaleza dices? ¿La quintaesencia de la ingeniería hidrodinámica un insulto? ¡Ven aquí, te voy a cortar las piernas a la altura de las rodillas para poder escupirte a esa cara de perra que tienes! - El rostro del capitán Lavamarina estaba desencajado y mostraba una locura que iba más allá de la simple rabia. Ese enano hacía tiempo que había perdido su cordura víctima del Mar Estrangulador y solo la disciplina le había permitido una apariencia de normalidad. Ahora en el combate se veía lo enferma que estaba su mente. -Moriréis aquí. Todos moriremos aquí si es necesario. La muerte antes que el fracaso. Y ahora mi hacha te demostrará que has fracasado y que ya estás muerta. Jamás abandonaré el barco que se me ha encomendado aunque tenga que convertirlo en un sarcófago para mis tripulación. Este barco es el mayor prodigio proyectado por el ingenio enano.

La pirata salvaje se había unido al combate, lo que ayudaba al guerrero a quitarse de encima a alguno de esos enanos. Ahora estaban ellos tres contra tres piratas y Lavamarina, que parecía enloquecido de repente. Lejos quedaba ya la tranquilidad y orgullo que había demostrado horas antes. Se había convertido en una presa más del Mar Estrangulador. Y aunque Dolgen estaba teniendo dificultades para deshacerse de los ballesteros, la sutil maniobra de Llenka abrió una poderosa oportunidad para el elegido de los Dioses Oscuros. Una oportunidad que no iba a desaprovechar.

 ¡Ven aquí, te voy a cortar las piernas a la altura de las rodillas para poder escupirte a esa cara de perra que tienes!

La gastada hoja de Nada ascendió brutalmente hacia la espalda de Lavamarina.

—No me hagas repetirme, enano —masculló— ¡Yo soy aquí el mayor de tus problemas!

Los dos enanos que estaban con Grend trataron de rematarlo. Abrumado por los golpes que le llegaban por todos lados, Grend cayó inconsciente, perdiendo sangre a borbotones.

Lavamarina sigió atacando a Llenka completamente fuera de si ignorando en gran medida a Nada. - Te voy a cerrar la boca a hachazos, ¡Como este!

De la parte almenada del barco cayeron tres cuerdas, por ellas comenzaron a descender los ballesteros que habían dejado atrás sus armas a distancia y ahora portaban hachas al cinto.

---------- COMIENZA EL TURNO 5 -------------

Exhausto se quedaba muy corto para describir como se encontraba el joven mago compartiendo su primera batalla a muerte con un compañero moribundo y dos heridos. A duras penas controlaba el terror que pugnaba por tomar el control de sus actos haciéndole poner pies en polvorosa, pero no lo iba a consentir, su palabra y determinación eran ya lo único que lo hacía seguir al pie del cañón.

No dudó, se acercó a la trampa de los enanos flanqueándola por la derecha hasta que consiguió visión clara de los tres ballesteros que descendían indefensos. Con una mueca desencajada de ira y odio quiso lanzar un grito mortal, pero las fuerzas le fallaron en el último momento y solo pudo quedarse quieto, observando como los demás se debatían a cada segundo entre la vida y la muerte mientras tres nuevos enemigos se sumaban a una contienda que a sus inexpertos ojos se veía cada vez mas perdida.

Grend todavía no se podía creer que esos enanos advenedizos hubieran traspasado sus defensas. Era un espadachín singular, el mejor de lo mejor. No podía acabar así. No contra estos mindundis.

Pero la realidad era otra al parecer. Y el señor oscuro tenía sus caprichos, al parecer a él se le había acabado la suerte. La negrura lo acogió en su seno para no despertar de nuevo.

El hacha del enano cayó pesádamente sin que esta pudiera esquivar el golpe que casi cercena su brazo. Un grito de dolor y rabia se escucho mientras la sangre salpicaba el cuerpo doblado por el dolor.

Poniéndose en pie con dificultad Llenka continuó con los insultos:

- ¿Es esto todo lo que sabes hacer? Con razón dicen de los enanos que son la raza más pusilánimoe y amanerada. No tenéis posibilidad alguna contra nosotros panda de morsas fofas e inútiles que no saben distinguir un navío de una lata de conservas.

A pesar del dolor Llenka mantuvo la compostura y siguió provocando al capitán enano burlesca, mostrandose risueña y fresca como si fuese el día de su boda.

Si el primer hachazo no te enseñó a cerrar la boquita, habrá que darte un segundo. - Echando espumarajos por la boca cegado por la ira, Lavamarina lanzó otro golpe salvaje hacia Llenka y otro y otro, mientras ella los esquivaba haciendole avanzar hacia el agujero del manto.

El encolerizado enano parecía seguir decidido a aplastar a Llenka bajo el peso de su hacha, y no cabía duda que era debido a que la pirata tenía la lengua tan afilada como su acero. Y aunque no comprendía al principio su afán en enfurecer a Lavamarina, cuando vio cómo retrocedía ella y el enano se aproximaba hasta el borde de la plataforma que daba al agua repleta de bestias sedientas de sangre, Nada lo vio claro: estaba concediéndole una oportunidad magnífica para deshacerse del líder de los enanos, y con él, sus adláteres serían presas fáciles.

Encogiendo el cuerpo para resultar tan duro como una piedra, el Elegido de los Dioses Oscuros saltó con el hombro por delante hacia la espalda de Lavamarina con intención de lanzarlo a las oscuras aguas.

Lavamarina se dio cuenta de la situación demasiado tarde para quitarse de en medio, pero se dispuso desafiante a recibir al paladín como la situación merecía: dejó caer a un lado su escudo y preparó su hacha como quien espera batear lanzando la pelota a las gradas.

Lo que se le vino encima no fue una pelota sino un morlaco que embistió con el escudo por delante e hizo volar al enano hasta el centro justo del rectángulo de agua.

Sin apenas levantar agua el enano desapareció entre las aguas con un sutil "choff" como si fuera de plomo. Los depredadores que se movían de aquí para allá agitaron las agua al cambiar bruscamente todos de rumbo y ganar profundidad en busca de la suculenta presa.

Tanto los enanos que descendían Los enanos se quedaron paralizados un momento y reaccionaron dirigiéndose al interior del barco para reagruparse detrás de cobertura. Una vez tras la protección uno de ellos dijo.

- ¿Si os damos a Íñigo os marcháis?

--- FIN DEL COMBATE ---

Si hubiera sido un hombre feliz y satisfecho con lo que la vida le había dado, Nada habría dado saltos de alegría cuando Lavamarina se hundió como una piedra al fondo del océano. Pero Nada era una sombra de ser humano que casi lamentó no ver en qué convertían su cuerpo aquellos peces carnívoros. Casi.

—Soltad las malditas armas —espetó— Llenka, trae a Sharpe. Dolgen, encárgate de maniatarlos como si te fuera la vida en ello.

Habían ganado, pero no por ello habían terminado el trabajo. Aún faltaba por recuperar al maldito inventor, conseguir que terminara su máquina y regresar a casa. Pero por ahora, sólo por ahora, podían decir que su trabajo en el Mar Estrangulador había terminado. El paladín de los Dioses Oscuros caminó entre los cadáveres hasta que vio una figura familiar, la de Grend tumbado en un charco de sangre. Así que ahí estás. Nada frunció el ceño, hundió los dedos en la herida aún fresca que le había provocado uno de los afortunados hachazos y se inclinó sobre el cuerpo del espadachín.

—No te he dado permiso para morir, asesino —dijo, colocando los dedos sobre el cuerpo yacente. La sangre de Nada y la de Grend burbujearon cuando el poder maldito del guerrero - o paladín - cayó sobre él y recorrió cada rincón de su ser. Ese fuego violáceo que había carbonizado a los enanos ahora estaba cerrando sus heridas con un repugnante sonido de succión— Ahora levántate y gánate tu oro.

Llenka sonrió al ver que Nada se daba cuenta de la treta para atraer al capitán enano y antes de que este se diese cuenta ya estaba buceando en las temibles aguas. La pirata enfundó la espada con la satisfacción de ver hundirse al tarugo que había estado a punto de matarla. Luego se volvió con odio hacia sus subordinados.

- Ya podéis empezar a rezar todo lo que sepáis si queréis salvar vuestras patéticas vidas.

Amenazó para luego ir a buscar a la presa que habían venido a buscar.

No evitó esbozar una sonrisa de satisfacción cuando vio al capitán enano hundirse para siempre en el Mar Estrangulador -Victoria- dijo con satisfacción cuando escuchó a los demás enanos, acobardados, rendirse ofreciéndoles lo que habían venido a buscar.

Asintió a Nada cuando le ordenó maniatar a los subalternos enanos y acercándose a la apertura por la que habían corrido a parapetarse se dirigió a ellos a viva voz -¡Soltad a Íñigo y quizás viváis para ver otro amanecer, bellacos!- dijo esperando su completa rendición para poder atarlos. 

La negrura envolvía a Grend, pero lo extraño es que también le recorría el dolor. Siempre había imaginado que la muerte, como mínimo, sería indolora. Bueno, la muerte no. El más allá. Por lo que le molestaba mucho el dolor.

Una figura oscura, sentada en un tamburete mientras fumaba una especie de pipa, le estaba mirando. Por más que lo intentaba no lograba verle el rostro, lo cual era confuso.

Sabes. Has hecho algunas cosas buenas en mi nombre. Pero no sé si ha sido lo suficiente como para que te de otra oportunidad.

Echó humo mientras parecía suspirar.

Supongo que tampoco tengo opción. Te digo esto porque sé que no lo recordarás, pero eres uno de mis favoritos.

Después de aquello hubo más dolor, mucho más. Como si su pecho ardiera en llamas y de ahí recorriera todo su cuerpo.

Grend se levantó gritando de dolor.

Aarrrghh. Pero qué...¿Qué ha pasado?

A su alrededor los enanos restantes estaban atados, y al lado suyo estaba Nada con la mano aún en llamas. Grend se miró y luego al resto.

Vaya. No ha debido ser tan dificil despues de todo. No ha hecho falta ni que os ayude. Si lo sé me quedo con el viejo pirata bebiendo aquel mejunje que tiene por alcohol.

A pesar de su fanfarronada Grend sabía que había estado apunto de morir. Y que el guerrero le había salvado de alguna manera. ¿O había algo más? No lo recordaba, pero en su interior sabía que había pasado algo más. Algo que tal vez nunca sabría.

Se volvió hacia Llenka.

Bueno preciosa. ¿Tienes el barco listo para marcharnos? Creo que hemos estado demasiado tiempo en éste lugar.

Los enanos soltaron sus hachas y cuando se enteraron que serían maniatados ya era demasiado tarde para cambiar de opinión, se habían rendido, estaban a merced del equipo de Nada. Uno de ellos guió a Llenka pues aseguraban que le sería imposible dar por sí sola con el ingeniero como comprobaría después. Y así Llenka y el enano desarmado se adentraron en la panza de aquel barco de metal para dirigirse al camarote del capitán. Mientras subían las escalerillas de metal oxidado y pasaban por pasarelas colgantes y conductos construidos pensando en el tamaño de los enanos y hacerlos sentir el confort del interior de sus minas natales, el marinero se sinceró con Llenka.

- Este lugar nos ha afectado a todos, llevamos más de seis meses en este infierno verde. Un par de miembros de la tripulación se suicidaron arrojándose al mar con sus armaduras puestas, un par de exploradores fueron capturados. A todos nos resultaba humillante volver a Forja sin el Martillo del Mar pero al capitán Lavamarina esa idea le terminó de volver loco. Alguna vez oí a Lavamarina discutir con Sharpe en su camarote y amenazarlo con arrojarlo al mar porque Sharpe decía que el Martillo del Mar estaba más allá de cualquier reparación. Ninguno queríamos reconocerlo pero Sharpe tenía razón. Cuando llegásteis desconfiamos de vosotros y os engañamos pero luego discutimos si no sería mejor daros a Sharpe y pediros que nos sacaseis de este lugar en vuestro barco. Entonces Lavamarina terminó de perder el juicio, creo que sabía que nos íbais a derrotar y os provocó porque buscaba la muerte, la prefería antes que volver a Forja sin su barco. Nosotros somos enanos y nunca abandonaremos a nuestro capitán. Ahora que ha muerto somos libres. Nosotros no nos queremos quedar aquí, pero nos hemos deshonrado perdiendo el Martillo del Mar y por eso tampoco queremos volver a Forja. ¿Nos sacaréis este lugar?

Por fín llegaron al sobrio camarote del capitan y de un cofre donde se guardaban los diarios de abordo y herramientas de navegación el enano sacó una cabeza escuplida en bronce con partes articuladas. - Lo encontramos hace unas semanas en un barco que había naufragado y cuyos tripulantes habían muerto. Había muchas piezas extrañas que según nos contó después Sharpe, habían formado parte de su taller y que al morir había vendido su casero para ganarse unas monedas. Llevarían las piezas a Portonovo para venderlas pero el barco topó con el Mar Estrangulador.- El enano tendió la cabeza de bronce a Llenca y dijo: - Despierta Sharpe, han venido a por tí.

Los párpados de bronce se levantaron dejando al descubierto dos esmeraldas en forma de ojos que brillaban con luz propia. Las esmeraldas se movieron enfocando alrededor. Los labios subieron y bajaron y, aunque no había ninguna garganta capaz de producir un sonido, Llenka escuchó la voz de Sharpe dentro de su cabeza.

-¿Quién eres tú? ¿Me han vendido los enanos a los piratas? Tienes pinta de pirata. Sea lo que se que te paguen por mí, mis amigos te pagarán el doble, el triple, si me llevas junto a ellos. Soy el genial, el inimitable, el visionario Ingeniero Íñigo Sharpe.

Como Sharpe les contaría después, sabía que corría peligro desde que se propuso desenmascarar al líder diabolista e ideó una manera de burlar a la misma muerte. Proyectó un golem de bronce al que su consciencia sería transferida en caso de ser asesinado. Los diabolistas no tardaron en actuar y le mataron antes de que el proyecto estuviese terminado. Aún así el proyecto funcionó parcialmente, su consciencia fue transferida a la cabeza del golem a falta del resto del cuerpo. Su casero vendió sus bienes a colecionistas de Portonovo y el barco encalló. Desde su muerte hasta poco antes de ser descubierto por los enanos, la consciencia de Sharpe había permanecido dormida, adaptándose a su nuevo cuerpo... bueno, su nueva cabeza sin cuerpo.

Al ser tomado por Llenka, Sharpe se temió haber caído en manos de piratas que de seguro le venderían a diabolistas, pero sus dudas se disiparon al ver a su antiguo discípulo. Las esmeraldas de sus ojos brillaron de júbilo tanto que resultaba casi cegador. Con Dolgen podría construir un cuerpo para su cabeza y luego, por supuesto comenzar de nuevo el artefacto que había proyectado para desenmascarar al líder diabolista y después de él, uno a uno a todos los miembros de la secta. 

Haria falta alguien sutil para manejar el artefacto sin alertar al objetivo. Habría que ser sutil para hacerlo desaparecer sin dejar huellas que pudieran dar pistas a los demás miembros de la secta de lo que estaba pasando. Sin duda haría falta un hombre como Grend, quizá por eso los Dioses de Nada no solo le habían traído de vuelta sino que le habían concedido un don que no tardaría en descubrir y que le ayudaría a la tarea. Lo habían traído de vuelta porque era el mejor y porque también los Dioses Oscuros le debían un antiguo favor a cierto señor que fuma en una especie de pipa.

Construir el artefacto era un gran desafío no solo por su complejidad intrínseca sino por los componentes que requería. Alguien tendría que navegar hasta Drakenhall y también a las Islas de Fuego que se encontraban en el peligroso Mar de Hierro a conseguir los más delicados y esenciales. De nuevo no parecía que detrás de la aparición de Llenka en el camino de Nada estuviese el azar sino la larga mano de los Dioses Oscuros.

La victoria, la erradicación de los diabolistas parecía una mera cuestión de tiempo... ¿o quizá estaban cantando victoria demasiado pronto?

Cuando Llenka regresó con la cabeza de Sharpe, Nada comprendió el motivo por el que el inventor había sido tan imposible de rastrear y encontrar. Ya poco importaba ya, puesto que en este estado no podría terminar su invento hasta que no completara su cuerpo, y eso no podría hacerlo en el Mar Estrangulador. Era hora de ponerse en marcha.

El guerrero - o paladín - se mantuvo cerca de Dolgen quien, aunque apenas había tenido oportunidad de mostrar su valía en el último y definitivo combate, era clave para que Sharpe consiguiera un cuerpo, y por ende, que Nada pudiera completar su autoasignada misión. Una vez que supieran quién era la serpiente infiltrada, él personalmente se encargaría de cortarle la cabeza para que no hubiera influencia diabolista en el Imperio. Pero para ello ya habría tiempo.

Ahora tocaba disfrutar de la travesía a bordo de un barco que habían ganado a los dados, y con una tripulación formada por lo más variopinto que los reinos podían ofrecer.

-Joder. – Soltó Llenka cuando la cabeza de estatua de abrió los ojos. Estaba acostumbrada a los artilugios arcanos pero su alma de pirata ya se había acostumbrado a desconfiar de ciertas cosas. – Mucho gusto Señor Cabeza de Sharpe. – Dijo sin que su cara disimulara el disgusto que le producía.

Antes de partir a buscar su navío Llenka se ocupó de un par de asuntos que tenía pendiente con los enanos. Aunque estuvieran a las órdenes del loco del capitán estos malnacidos les habían engañado, sin mencionar el hachazo que casi la corta en dos. Un pirata debe saber cuando hay que dar ejemplo de autoridad. En primer lugar obligó a los enanos a hundir el Martillo del Mar. Esa “embarcación” era un engendro al que no quería enfrentarse en el mar. Segundo, se ocupó de que los enanos alimentaran a las criaturitas marinas que pululaban por debajo del manto verde. Solo perdonó al que la había llevado a la cabeza de Sharpe. No tanto por compasión si no porque quería testigos que difundieran la leyenda de sus proezas.

La pirata ofreció al enano y al viejo pirata lugar en el barco por si querían salir de allí. También a los goblins que habían quedado vivos, aunque las despreciables criaturas quizás prefirieran quedarse en este maldito lugar. No la importaba. Ella solo veía su barco, su tripulación y cuando llegaron se puso a dar órdenes para orientar el velamen al viento, aspirar con fuerza la brisa marina y mirar al horizonte poblado de enormes nubes blancas que se elevaban hacia el cielo.

Dolgen se hizo cargo del golem de Íñigo, o mas bien, del trozo de golem que había podido terminar antes de ser asesinado. Su primera aventura había llegado al final, pero por cosas del destino, por el azar o por el designio de los dioses, dependiendo de a quien le preguntaras, en realidad la aventura acababa de empezar. El joven mago había visto y hecho mucho mas de lo que se imaginaba que tendría que llegar a hacer para cumplir con su búsqueda; ahora tenía mucho sobre lo que reflexionar.

Debía ayudar a Íñigo a terminar su nuevo cuerpo, no sería una tarea sencilla, pero al menos tenía claro el punto de partida, volverían a Horizonte para establecer un taller de trabajo y una base de operaciones, conseguir los materiales tanto del experimento para acabar con los diabolistas como para terminar el cuerpo de bronce llevaría tiempo, necesitarían recursos y cada búsqueda sería una nueva senda de aventuras donde perder y arrebatar vidas, definitivamente, Dolgen tenía mucho sobre lo que pensar.

Miró al guerrero pensativo, no tenía ninguna duda de que él le ayudaría, aunque no sabía todavía el por qué, el camino que Nada había decidido recorrer estaba intrínsecamente ligado al del mago, ¿pero y los demás?. Llenka y James eran espíritus libres, lobos solitarios en busca de fortuna y fama, aunque habían demostrado con creces su valía, ¿qué podríamos ofrecerles como para que orientasen el Norte de sus destinos hacia un objetivo que tan solo les reportaría la satisfacción del deber cumplido con altruismo, por un bien mayor que a ojos de la sociedad pasaría inadvertido en su mayoría?. Esa respuesta no la tenía, y aunque el tiempo nunca dejaría de correr en su contra, Dolgen, apoyado sobre la baranda en la proa del cascarón que tenían por navío se tomo por fin un respiro disfrutando de la victoria, cambiando el ajetreo de sus pensamientos por el pequeño placer de la brisa marina que acariciaba su rostro mientras mecía sus cabellos, respiró hondo dejando penetrar el olor del mar, dejando la mente en blanco, dejando el Mar Estrangulador atrás.

La leche. Con razón no lo vimos, seguro que lo tenían metido en algún cubo de mear.

Fue todo lo que dijo cuando vió la "cabeza" de Sharpe. Pero después se encogió de hombros y se sentó a esperar a que preci... Llenka tuviera a bien sacarles de allí, pues parecía que tenía algunos asuntillos pendientes. No le importaba en realidad. El costado le dolía horrores, iba a pasar algún tiempo hasta que volviera a convertirse en el mortal espadachín que era. Pero todo llegaría.

Ahora pensaba en la aventura que habían vivido, y en cómo se gastaría el resto del dinero que le quedaba. Ya estaba imaginandolo y riendo de satisfacción.
Había sido una buena aventura. Lo cierto es que la había disfrutado. Demonios, si hasta había estado a punto de morir. Eso era algo que no sucedía casi nunca, debía atesorar esos instantes.

Al parecer tanto Nada como Dolgen pensaban continuar con alguna absurda misión en contra del mal infernal en el mundo. Empezando por ayudar a Sharpe a terminarse un cuerpo nuevo, que cosas. Pero nada de eso interesaba a Grend. Había cumplido su parte. Era el momento de marcharse a buscar nuevos desafios, pues estos eran escasos para un hombre con su habilidad.
No obstante sabía que le debía a Nada la vida. Y ante todo Grend pagaba sus deudas.

No me van mucho esas misiones de salvar el mundo la verdad. Pero si necesitais mi ayuda, que si queréis tener alguna oportunidad de conseguir vuestro objetivo la necesitaréis, podéis llamarme. Acudiré.

Le guiñó el ojo.

Ya conoces mi precio.

Después de llegar a un puerto decente, Grend fue el primero en bajarse del barco e internarse en las brumas a las que parecía gustar, las despedidas sobraban en un "grupo" como aquel. Estaba todo dicho.
Apenas unas horas después Grend ya estaba delante de una mesa de juego de cartas con una chica guapa a su lado. Si todo iba bien no iba a tener que matar al idiota que estaba perdiendo todo su dinero.

No me gusta que me hagan trampas desconodido.

Por otro lado...