Partida Rol por web

El misterioso alfarero

II. Una historia casual

Cargando editor
07/01/2014, 11:36
Mujer

Salísteis corriendo por la calle Mayor, hacia levante, dejando atrás la plaza de la Villa, mas no por eso los alguaciles de espada no corrían tras de vosotros. La mujer de rojo, ligera y ágil como cualquier chiquillo acostumbrado al abalanzar la mano y salir corriendo, se dirígía hacia la puerta de Guadalajara*, yendo vosotros detrás. La calle Mayor estaba llena de viandantes, gallinas en alguna esquina, y algunos carros de paja que dificultaban la persecución. Un par de "mangas verdes" cayeron al suelo por sortear en la carrera, de un comerciante, una de esas tan blancas ocas, que pareciera que un guiso de sus muslos fuera apetitoso, tanto como sabroso, tan sólo digno de un menú de majestad harto rimbombante...

Bajo la puerta, la mujer miró hacia atrás y os vio como seguirla, como escapando vosotros también, y cruzó hacia el exterior, a extramuros, torció a la izquierda, donde comenzaba el barrio de San Ginés**. En aquel arrabal, como en tantos otros en la Imperial y Coronada, era fácil perderse, y por ende fácil era el ocultarse. ¡Cuán veces los aceros habríanse cruzado en duelo en la oscuridad de sus sombras! De caminar cualesquiera pisaverde con sus propias "patas" en aquellas calles y tan lleno de monedas encima, podría quedar limpio "de las bajeras a las hombreras" en menos de lo que un gallo canta, que la malicia de aquellos arrabales y su estructura hacían buena cuna de maleantes y pícaros.

Cuando cruzásteis la puerta y os internásteis en San Ginés, doblásteis unas cuantas calles y callejones, esquinas y tugurios, hasta apreciar que la mujer se giraba hacia vosotros justo delante de una especie de local, una bodega. Os miró como si no temiera vuestra presencia, como si nada tuviérais que ver con el suceso de la plaza de San Salvador (que era así), como algo apenada por haberos metido en cierto lío "sin comerlo ni beberlo"...

La mujer de rojo entró en el local.

Notas de juego

*, **: podéis ver éstas localizaciones en el mapa de la escena de Ambientación.

Cargando editor
08/01/2014, 11:48
Hans el Alemán

Jadeando y envuelto en un manto de sudor y sufrimiento, acerqueme a aquellos dos hombres apoyándome en mi pierna buena y dejando caer con sonora rimbombancia mi caja de enseres de sacamuelas. Grosse Scheisse. Pesaba como una losa la muy condenada. Suponiendo que las cuchillas y demás objetos se habían movido con tal ejercicio matutino, agacheme con presteza a colocarlo todo, que uno es teutón y por tanto ordenado.

Recuperando el resuello y secándome el sudor con un pañuelo de la manga, miré por un rabillo del ojo a la mujer entrando en la bodega y por el otro a los matasietes con los que la Fortuna Dubia me había juntado.

- ¡Mein Gott, señores! ¡Menuda carrera! - dije entre jadeos apartando una pluma de gallina de mi hombro, pegada seguramente durante la carrera. - ¡Arf! ¡Y qué sed!

Luego, cerré mi estuche, apretándome las tripas que meneadas ahora rugían cual perro hambriento.

Dicen que no hay día que sea bueno si un trago de vino no tiene y aquel había empezado torcido, así que al menos con líquido en la tripa mataría el hambre temporalmente. Incorporándome y limpiando el polvo de mi herreruelo remendado sonreí:

-Perdonen mi osadía pero deduzco que ninguno gozamos de bolsas demasiado llenas, si me permiten decirlo. Aquí venden vino barato y yo necesito curar la sed, que uno puede enfermar de ella, se lo dice un médico...

Como buen cristiano me presenté con una leve inclinación, intentando echar un ojo a los dientes de aquellos bribones, pues a lo mejor por un trago sacaba trabajo para una semana.

- Hans König, para servirles. Permítanme que les invite a mojar el gaznate... y ya de paso cuestionar a esa mujer porqué corría y porqué casi nos manda a la talega. ¡Qué menos que una explicación! ¿No creen vuestras mercedes? - añado, haciendo un ademán hacia la bodega, procurando no dar la espalda a los caballeros, que aquello era San Ginés y no abundaba la gente honrada si se pedía auxilio.

Cargando editor
09/01/2014, 00:42
Braccio da Montone

Cayóme bien aquel enorme Teutón, non sabía yo muy bien el motivo; quizá su enorme altura, los rubios cabellos et la extraña cojera et acento fazían de aquel personaje cuanto menos "pintoresco".

- Vos delante, buen convidador. - Et devolvile el ademán en dirección a la puerta, dándole a entender que entraría el primero, seguro.

- Acepto gustoso el trago, et credo que fablo también por aqueste nuestro amigo de la cara marcada. - Ya habría tiempo para las presentaciones una vez metidos en harina, o más bien en vinos. No era cortes que nos llamáramos por apodos como el caracortada, o el cojo alemán, matasanos teutón... siempre me gustó buscar apodos a la gente...

Mientras esperaba que el tal Hans entrara en aquel antro mis ojos recorrían de lado a lado aquellos callejones, asegurando que non nos siguieran aquellos alguaciluchos de poca monta...

Cargando editor
09/01/2014, 21:11
Tomás "Caracortada"

Y después de aquella alocada carrera donde encontreme esquivando todo tipo y enseres que entorpecían el paso, gracias al cielo no sólo a mí sino también a los mangas verdes que nos perseguían, dimos de lleno en el barrio de San Ginés, zona en la que encontrábame más a gusto y dónde resultaríame más fácil despistar a los que nos perseguían.

Pero no podía dejar de asombrarme al comprobar como la mujer no temía nuestra presencia, mas al contrario y por unos leves instantes, pareciome que incluso nos estaba guiando hacia algún punto en concreto, y ese no fue otro que una bodega de poca monta donde, con toda probabilidad, el vino que servirían sería tan asqueroso que ni las propias ratas se atreverían a probar. Pero nunca le había hecho ascos a tal cosa, sobre todo tratándose de comida y bebida, y más aún si ésta venía por invitación y no me obligaba a vaciar mi bolsa ya de por sí bastante mermada.

Apoyeme unos instantes para tomar aliento sin perder el ojo de aquel gigante rubio que se había unido a nuestro grupo aunque aún desconocía sus motivos, alegrándome porque fuera él quien planteara el tema de los dineros, que decir no a un vaso de vino, y más aún cuando era gratis, con toda seguridad tenía que ser pecado.

- Y no estáis falto de razón... pues esta carrera bien merece una explicación. Aunque pareciome que esta mujer mostraba interés en que la siguiéramos. Pero será mejor que hablemos de estos asuntos ante ese vaso de vino que tan buenamente se ha ofrecido a pagar.

Cargando editor
09/01/2014, 21:52
Hans el Alemán

Ardía yo en deseos de echar algo al buche, que no eran horas, y por eso apresureme a asentir con media sonrisa y un "Ja" en la boca. No había rastro de los alguaciles pero era buena idea ponerse a cobijo en aquel antro...y uno, que curioso es un rato, quería saber más de aquella madonna que escapaba de la ley. Y de paso soltarles la lengua a aquellos dos que parecían losas y no soltaban la sin hueso, guardando su nombre para sí mismos cosa que no me pareció muy de caballeros. Pero así eran por estas tierras y por eso callé. Esperaba que las cosas no se pusiesen feas. ¡De alguna manera había que remediar aquel día! 

Sopesé con disimulo la bolsa que llevaba bien oculta en mis soberanas partes por si tenía algún cuarto para pagar, pero mi verdadera intención era que aflojase la señora. Al fin y al cabo si no hubiésemos entorpecido a los corchetes ahora otro gallo la cantaría... y probablemente cerca del cadalso, fuera lo que fuese lo que había hecho la mujer.

¡Ay! Vino y mujeres... dan más pesares que placeres.

Recuperado el resuello, me cargué el maletín de madera y abrí la puerta de la bodega.

Cargando editor
10/01/2014, 11:23
Mujer

Con la esperanza que el forastero aflojara los reales más presto que un chucho devora longaniza, entrásteis en la bodega donde se había internado la mujer de rojo. El tipo del sombrero echó una última mirada hacia atrás, por si los alguaciles de la Villa pasaran por allí y viéranlos. Pero pareciera que tuviern plomo en los sus zapatos, que no había rastro de ellos e que en aquestas alturas nada podrían descubrir de vosotros.

Aquella bodega, pese a que de mala muerte parecía por no tener más que pellejos y botas colgadas en sus alturas, parecía tener buenos barriles, que se dice que hay pocas en la Imperial y Coronada, que son las menos, pero háylas. Y quizá ésta fuera una de ellas. Nada más entrar, la mujer de rojo fue cogiendo a cada uno por el brazo o empujándoos un poquito desde el hombro, para que os apresurárais a entrar. Se acercó luego a la puerta, echó un último vistazo al exterior (a cada lado) y cerró la taberna, en la cual no había cliente alguno a esas horas tan tempranas...

No hay nadie... -dijo mirandoos ya dentro-, parece que les hemos desviado...

Cargando editor
10/01/2014, 11:29
Bodeguero

Por supuesto, el bodeguero os salió al paso, atendiendo al ruido de alguien entrar en su negocio. Sin embargo, nada más ver al grupo se fue hacia la mujer, mientras os ojeaba de abajo a arriba.

¿¡Que pasa!? -dijo alertado a la de rojo al verla tan preocupada y nerviosa-. Pero... ¿qué te pasa, mujer? -el bodeguero comenzó a preocuparse de verdad-.

Cargando editor
10/01/2014, 11:32
Mujer

Vayamos dentro -acertó a decir la mujer-.

Entonces, ésta, y como si conociera la bodega de cabo a rabo (tal vez fuera así), cogió las manos del dueño y se lo llevó a una estancia contigua, entrando por una puerta oscura. Vosotros los seguísteis muy intrigados. Nada más entrar allí, observasteis que aquello era el almacén de barriles del lugar, la trastienda. Tras ocultaros todos en el almacén, la mujer continuó hablando.

Hermano -le dijo al tabernero sin importarle vuestra presencia allí-: Mauro ha sido apresado... ¡los alguaciles se echaron contra nosotros!, y entonces... y... eh... -y ella os miró levemente, porque lo siguiente que recordaba de los sucesos era el haberse chocado con vosotros minutos antes-.

Cargando editor
10/01/2014, 11:36
Bodeguero

¿Y las joyas? ¿Do... dónde están? -dijo nervioso el bodeguero tras frotarse la barba y mirar a un lado y a otro con impotencia y desesperanza-.

Cargando editor
10/01/2014, 11:37
Mujer

La mujer negó con la cabeza.

El alfarero... -respondió-. Las tiene él. No se las devolvió a Mauro... ¡se las ha quedado! ¡Cielo Santo! -la mujer también caminaba de un lado a otro, como sin saber qué hacer, qué decir-.

Cargando editor
12/01/2014, 16:33
Braccio da Montone

Ilumináronseme los ojos al escuchar aquella palabra; joyas. Al final aquellos alguaciles del tres al cuarto non había errado en su acusación, et para mayor alegría mia, et de la mía bolsa, al parecer alguien habíale jugado mala pasada a la madonna.

- Calma, calma madonna. Por lo que entiendo alguien vos ha hecho indigna jugada, pues gozáis de la fama más non del provecho. Aque habemos tres omnes de coraje et valor, más he de decirvos que eso es algo que ha de pagarse. Yo, Braccio da Montone, militar retirado, pongo mi filosa et también las mías turquías al vuestro servicio para cualquier menester en el que gustéis de eficiencia, discreción, et... falta de escrúpulos.

- Aquestos que me acompañan son; - Et hice ademán dejando que aquestos se presentara a si mesmos.

Cargando editor
12/01/2014, 23:11
Tomás "Caracortada"

Bien a las claras se veía que ese día iba a resultarme del todo catastrófico como siguiera por esos derroteros. Veíame envuelto, uno tras otro, en entuertos que no me había buscado y que, como la cosa se torciera, podría llevar mis huesos directos al calabozo, destino que no tenía ningún interés en que aconteciera.

- Presto ponéis vuestro acero al servicio de causas que no sabéis qué consecuencias acarrearán, ya habéis visto cómo, sin comerlo ni beberlo, hemos estado a punto de ser apresados por un delito del que no teníamos conocimiento. Aunque... -echeme la mano a la barba rascándome pensativo, valorando las consecuencias de tal misión... si es que nos veíamos envueltos en alguna.- Si hay sustancioso beneficio por medias no seré yo el que me eche atrás, que no dirán de Tomás conocido por el Caracortada que es un cobarde y se arredra ante cuatro incompetentes mangas verdes.

De esa forma ofrecime, a la par que me presentaba, a acometer cualquier trabajo que reportara algo de plata a mi mermada y, por qué no decirlo, agujereada bolsa que hacía ya demasiado tiempo no tintineaba.

Cargando editor
12/01/2014, 23:41
Hans el Alemán

Andaba yo buscándome la vida oteando por las estanterías para ver que vino servían en aquel antro cuando escuché, sorprendido gratamente, como aquellos dos bravucones que me habían acompañado ¡hablaban!. Ya tenía las orejas bien abiertas escuchando a los hermanos parlotear de joyas, dimes y diretes, así que como sabueso me lancé sobre las palabras del italiano y el cicatrizado. Braccio y Tomás; bien que hablaron pues no hay cosa más difícil, bien mirado, que conocer a un necio si es callado.

- Hans, aunque todos me llaman el alemán - dije desde las alturas, bien agachado de no pegar en las botas que colgaban del techo, y haciendo un ademán educado añadí - doctor en medicina y… - miré a ambos lados - amigo de dos hombres sedientos.

Cuideme mucho de no poner mi mano sobre sus hombros pues jaquetones como aquellos acabarían conmigo prestos.

No es que no estuviera yo tenso, pues cuando reales, alguaciles, ladrones y bravos se juntan, nunca se sabe cómo ha de terminar la comedia… pero vilos tan decididos a hablar con la señora y el tembloroso bodeguero, que me uní con alegría. El miedo es natural en el prudente pero el vencerlo es lo valiente.

Fiel a mi promesa y mientras el de la cara marcada hablaba, saqué una moneda, pequeña, de su escondite y la puse sobre una mesa con un sonoro: ¡clac!.

- Reguemos esta conversación con un vino, buen señor, buena dama, que sus vuecencias y yo venimos de correr calle Mayor abajo y si bien podemos ayudarles seguro que lo hacemos mejor sin el escaño acuciando. - he hice ademán de sentarme, y que así lo hicieran ellos.

Cargando editor
13/01/2014, 11:20
Claudia

El bodeguero tomó* con cierta extrañeza la moneda del tal Hans, pues pareciera ser lo único querido en esta vida cuando habían estado a punto de encerrarle en la Casa y Cárcel hacía escasos minutos.

Mi nombre es Claudia..., y él es mi hermano Martín -el bodeguero-. ¿Nos ayudarán...? -dijo la mujer un poco como ingenuamente tras aquellos ofrecimientos-.

Notas de juego

*En la bodega no hay mesa.

Cargando editor
13/01/2014, 11:23
Martín

Pero, ¿¿éstás segura, hermana?? -le reprochó el bodeguero a Claudia sin dejar de mirarla-, apenas acabamos de conocerlos... -y se volvió hacia vosotros al instante-. Mis disculpas, pero es una cuestión familiar...

Cargando editor
13/01/2014, 11:25
Claudia

¡Si!, ¿¡quién podrá ayudar a Mauro!?, ¿¡Tu!? -le dijo a Martín, que se quedó un poco expectante-. Aquí tienes tu taberna, y será mejor no inmiscuirte o el Concejo te la quitará, si no antes los alguaciles irrumpen aquí también...

Claudia tenía razón. Y es que si alguna pista hiciera olfatear a la justicia de la Villa cualquier casa o negocio, que irrumpían en ella en menos de lo que canta un gallo, dando hurgones* a quien fuera menester si es que interpusiérase en el su trabajo. Aparte de todo ello, el bodeguero no sabía nada de espadas ni estocadas, sino de vinos (y muy buenos, por cierto), y al parecer esos tres sí, por lo que contaban y por cómo se ofrecían. Martín instó a que saliesen de allí y hablaran delante de la pequeña barra de la bodega. Una vez en la sala (a la que aún no había nadie excepto las botas y pellizas de vino colgadas del techo), Martín empezó a contaros qué acontecía.

Cargando editor
13/01/2014, 11:41
Martín

Un día llegó uno de esos pisaverdes, un noble de la villa, que venía harto borracho, ¡pardiez!, ¡Que traía una zorra* que ni victoria en Flandes! -comenzó a decir mientras echaba en tres vasos el vino de una jarra de barro-. Aquí no se ofrece vino cualesquiera, sino uno que encargo a Toro, un vino blanco, casi dorado, áspero -decía como saboreándolo él mismo-, pero reconfortante. ¡Y no se crean que el señorito pide vino y delante de la micara lo escupe! ¡Tras darle un sorbo! ¡Mala puta lo parió! ¡Que se creería, pienso yo, que vendría el dolor de una cabalgada de Francia*, pues decía que amargaba y lo echó al suelo de la su boca!.

Claudio paró un poco, como recordando al tipo, lo cual parecía provocarle mal humor, ira por dentro. Luego, tras la barra, siguió contando.

Decía que el vino era de imitación. Y tal que como venía con los sus criados, les mandó irrumpir en el almacén, ahí mismo -señaló la sala donde habíais estado-, y mandó agujerear los barriles, en tanto que "no volviera a vender esa calumnia"... ¡¡Y perdí cuantiosos dineros por esa bravuconada!!

Notas de juego

*hurgones: estocadas
*zorra: en Germanía, borrachera
*Cabalgada de Francia: contagiarse de enfermedades venéreas

Cargando editor
13/01/2014, 11:42
Claudia

Entonces Claudia continuó contando la historia.

Luego enteréme yo, y se lo conté a mi esposo Mauro, al que apresaron en la Plaza -dijo con pesadumbre-. Es un antiguo soldado de los tercios -y miró a Braccio, que había dicho que era militar retirado-... huido -apuntó con reparo-, y hace poco ha llegado a la Villa. Logró internarse hasta aquí oculto entre la compañía teatral que hay en la plaza. La cuestión es que tras contarle el suceso de mi hermano me dijo que conocía un método para recuperar el dinero perdido por el vino echado a perder... Dijo que en su viaje a las Españas con la compañía, había uno de ellos (un tipo viejo), cuyo número era hacer figuras con un pequeño torno de pedal, imitaando el rostro de un voluntario entre el público, mientras sus comañeros hacían sus respectivas actuaciones. Pero que, además, fuera de escena, cuando acababan los espectáculos, fabricaba vasijas con el mismo torno que tenían una peculiaridad singular: cualquier joya introducida en ellas se duplicaba...

La mujer hizo una pausa, algo así como para ver vuestras reacciones, pues aún no había contado todo, aún no había desentrañado el plan de su marido.

Para recuperar el dinero perdido -continuó Claudia-, yo misma pensé en tomar prestada una gran joya, un collar de pedrerías de la esposa de Eufemio de Maruela, un noble muy conocido aquí, puesto que hasta hace poco trabaja como sirvienta para el tal, duplicarlo y devolverlo sin mucha dificultad... Es así..., así me lo contó Mauro... ¡Ese alfarero imitaba joyas! Con la réplica, podríamos venderla y recuperar el dinero del vino. Eso era más seguro que echarse a robar o a que mi hermano -y le miró-, por el hecho de serlo, perdiese su bodega.

Claudia dió unos pasos por la sala, fue hasta la puerta, volvió a mirar por si llegaba alguien, y al ver que no era así, regresó para contar el final.

Cuando conseguí el collar, mi Mauro se lo dió al “Alfarero”, que así le llamaban en la compañía, para que hiciera el proceso de réplica, el cual, por cierto, ninguno de su compañía sabía cómo lo hacía, según me contó mi marido. Sin embargo, éste se quedó con la joya, y ahora ni el Alfarero ni el resto de cómicos quiere devolverla. Las autoridades de la Villa han averiguado hace muy poco que yo robé la pieza del noble por eso nos perseguían en la Plaza de San Salvador... Si queréis ayudarme, habéis de rescatar a mi marido, pues cuando además sepan que es huido de los tercios, no sólo le condenarán por robo, sino por traición: desertar por insubordinación de Flandes...

Cargando editor
13/01/2014, 22:17
Tomás "Caracortada"

Silbé por lo bajo ante aquella extraña historia, que más parecía fantasía contada por aquellos cómicos ladrones que una verdad acontecida. Había quedado claro que aquellos dos, o mejor tres si contábamos al marido, habían quedado de pardillos con un engaño tan simple.

- Interesante historia contáis y en verdad que resulta de lo más... sorprendente. Mas decidnos ¿qué ganaríamos nosostros embarcándonos en tal empresa? Peligros son muchos los que correríamos y acabar preso... o muerto no es lo que más ansío en estos momentos, sobre todo si los beneficios van a ser parcos o nulos. ¿A cambio de qué arriesgaríamos nuestras vidas?

Cargando editor
13/01/2014, 22:34
Hans el Alemán

Es ist wirklich unglaublich*. Parecía aquella historia tan inverosímil que de serlo casi asemejaba ser cierta. Bien sabía yo que en aquellas tierras y Villa, capital de las Españas, eran comunes las supercherías y cuentos para asustar a los niños que creían a pies juntillas hasta los gobernantes, pero este parecíame más asunto de timadores que de Zauberlehrlinge**... brujos. Así que iba a intervenir, pero viendo a mis dos amigos, el de la cara cortada y el italiano, tan absortos en lo que los hermanos nos decían que preferí ahogar la voz con el vino, que era bueno. ¡Vaya si era gozoso con la sed que tenía! Algo bueno había de tener aquel sol horrible del sur de Europa...

Apuré el vino con avidez e intenté echar mano a la jarra sirviendo a quien necesitase, pues parecían aquellos dos acostumbrados a moverse en asuntos de negocios turbios y era mejor que ellos llevasen el tempo de la conversación. Viéndolos tan azorrados no hice de nuevo sino callarme, tragar y escuchar, eso sí, intentando ver qué de veraz tenían las palabras de aquel hombre y aquella mujer, pues parecían francamente convencidos de lo que Mauro había dicho del alfarero artista... cosa que cualquiera que tuviese dos dedos de frente y fuese al menos leído le parecería poco cierta. ¿Ja?
 

* ¡Algo verdaderamente increíble!

** Aprendices de brujo