Partida Rol por web

El misterioso alfarero

V. El Secreto del Alfarero

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01/07/2014, 20:46
Tomás "Caracortada"

¿Acaso deberíame remorderme la conciencia ante el drama y las lágrimas de la Claudia? Pues no, remordimientos no sentía yo después de las vicisitudes en las que nos habíamos visto envueltos, que si yo al fin y al cabo había salido bien parado, no podría decirse lo mismo del alemán, y en más de una a punto estuvimos de perder la vida.

Pero ahora, con aquel dinero contante y sonante ante mis ojos, y el que aún podríamos conseguir con las joyas, podría darme la vida padre, la que nunca antes había podido disfrutar, y bien poco importábame que por el camino hubiera caído uno o dos, que no eran ni familia ni allegados míos, y no debíale más a la moza aquella que la oportunidad de cambiar de vida.

Aún así, disimulando mi sorpresa por lo que ella contaba, con un gesto quizás demasiado exagerado para mi persona, deseele todo lo bueno que pudiera venirle a partir de ahora.

- Vaya con Dios querida Claudia, y cuide bien al su marido.

Poco más había que decir así que, con una sonrisa cínica en la cara, espoleé al caballo rumbo a ¿Portugal? Ya veríamos si ese era nuestro destino o la Fortuna teníanos preparada otra de las sus sorpresas. Ganas tenía yo de bajar de la montura, pues la falta de costumbre habíame dejado las mis posaderas bastante doloridas, y ahora lo único que tenía en mente era poder montar otro tipo de criatura bien distinta.

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02/07/2014, 20:19
¿Qué se le ha perdido a vos? (Dj)

 

 

EPÍLOGO

Esteban.

Ese era su nombre.

No era el primero ni el último nacido y crecido en la capital del Gran Felipe; que "estébanes" habíalos tantos y a tantas patadas que bien podrían acibarrar a cualesquiera contra un muro de piedra y "toser" en su última exhalación que llamábase así... Y sin embargo, así era: un tipo cualesquiera, llegado como soldado desde Flandes tiempo atrás, que luego hízose cómodo en la Imperial y Coronada. Y en llegando su vida casi a viejo, que hizo desmadre y blasfemia.

¿Pueden creerse las sus mercedes que nuestro Esteban organizara y levantara, con el Concejo de Madrid como testigo, el prostíbulo más famoso de Madrid? Pero por esto no dígoles que blasfemara, sino que en la Plaza de la Paja (donde la mancebía tenía la cabida), los humildes y pobres campesinos de la comarca venían depositabar los diezmos destinados al párroco de San Andrés, con toda la fe del mundo ¿Acaso no corromperíales, de tener unos pocos dineros, en gastarse los arriendos en las carnes y lujurias, y vicios y desmanes d'esa mancebía? ¡Y lo que es mas grave!: Que en la propia parroquia de San Andrés, iglesia principal de la capital, no se veneraba por aquestos tiemos sino los restos de San Isidro Labrador, a punto de ser santo beato todo él, mientras su cuerpo estaba incorrupto por la noble familia Vargas...

Mas que ocurrió algo que sus mercedes vivieron y que nadie les puso en conocimiento.

Aconteció que Esteban, días atrás de liberar al preso Mauro de la Casa y Cárcel por el pago de una valiosa joya, que encargóle a su hermano ir a recoger algo a la Plaza de la Villa, lugar y casa de la Parroquia de San Salvador. Aquel lugar, donde antaño había depósitos, carnecerías y otros negocios, fuóse haciendo extensa y próspera, tanto que a su importancia le acompañaron familias de pisaverdes, convirtiéndose en el barrio noble de la Coronada, y a su vez paseo donde podían encontrarse productos exóticos y delicados. A esta plaza, Esteban le encargó a su buen hermano (aunque un poco golfo "y judío") que recogiera unos lomos de bacalao, traídos desde Vizcaya.


de Hans...

Efectivamente.

No era un "Esteban cualquiera", como pudiera parecer. No era párroco tampoco, pese a su apelativo.

Que el "Padre" del prostíbulo era rico (pues las buenas mozas bien eran explotadas en la mancebía), pero además seguidor del Talmud, la Torah y las séfiras judías; circunciso, falsoconverso y falaz expiador de pecados de los malogrados cristianos que agonizaban en las guerras de Su Majestad más allá de las Españas... En éstas que resultó que un vecino de Magerit, como decían antaño, íbase a cobrar lo que era suyo (y por la honra). E iba precisamente a cobrárselo al hermano de Esteban: Mucencio (¿Acaso no es casualidad?). Hans, barbero-cirujano medianamente conocido en la Villa, habíale hecho servicios de profesión a Mucencio; mas no es por faltar a los hebreos, pero tan conocido era en la Villa que la usura iba y venía a través de la su sangre (entre sus venas), como que el propio Mucencio (apodado precisamente "el Judío") no era "del buen pagar". Y Hans, alemán de nacimiento, bien podría ser el protagonista de una rima de las que circulaban por Madrid, la cual tratárase, por ejemplo, sobre cómo cobrar una paga, fuera como fuera.

Et que la presión del barbero fue tal que, que túvose no sino que pagarle "en especie": pese a la refriega que su hermano Esteban pudiera darle, díjole a Hans que fuera a por aquestos lomos de bacalao, y quedáraselos, pues al parecer venderíanse bien después (si aun andaban frescos). Así alcanzaria su pago en efectivo que en esos momentos no podía darle. Et que allá fue.
 


de Tomás...

Con ínfulas de matasiete, que un bandolero venido a menos (no por nada en especial, mas bien porque conocía mas bien poco la Villa, a la que había recién llegado) fue asaltado por un envalentonado truhán de poca monta. Et como si fuera la Casualidad comedianta en el Corral del Príncipe, que uno y otro se conocían.

Si.

Ambos dos en el barrio de la Alcazaba (ni más ni menos), atracando uno de espaldas al otro hasta que los dos se dieron cuenta de quienes eran. El Penas, Manfre; Caracortada el otro, de nombre Tomás. El primero dedicásabe desde hacía un tiempo al robo, hurto, el desacato, el mal correr tras los corchetes y el tirar de viandas, bolsas y zurrones. El otro, recién llegado a la capital de don Felipe, apenas sabía hacía donde rezaban allí las beatas... Tiempo atrás fueron compradres de fechorías...

Et que en habiendo el Pena robado a otros a los que ni siquiera el malcomer dábales el gusto de saciar el hambre, que díjole a Tomás que tenía ahora un buen negocio, que ya no robaba al pobre y al desvalido. Ahora sus intenciones eran mayores, más ambiciosas. Y créanme sus mercedes que los dos, a extramuros de la Alcazaba real, se asociaron para un buen disfrute de botín. El Pena llevó a Tomás (el plan era del primero) a ver a un tipo de cierto poder, de cierta estima, sobre todo en los corrillos de San Felipe o en las esquinas de los caserones desde el Pardo hasta San Ginés. Entraron en una vivienda al comienzo de la Calle Mayor, y el nuevo allegado a la Villa, "Caracortada", sorprendióse al instante: había allí un tipo atado a una silla y amordazado.

El tipo en cuestión era muy querido en Madrid. Era querido por muchos de los pisaverdes que solían portar filosa y jamás usarla. Y aquestos comehielos lo estimaban porque aquel hombre maniatado (ahora secuestrado), era el dueño del prostíbulo más famoso de la capital. ¿Acaso sus mejores clientes no pagarían rescate por el dueño de aqueste prodigio de la lujuria? Manfre, y ahora Tomás, llevaríanse cuantioso pellizco en caudales. Y el Pena, ni harto ni perezoso que envió a Tomás a buscar a un tercer secuaz (un antiguo compañero de fechorías) para cargar con el tipo cuando... ¿estuviera muerto?. Mandóle a la Plaza de San Salvador. Et allá que fue.

 


 

de Braccio...

No ha mucho que había llegado a aquesta Villa, quien sabe si para ganar honrosamente los dineros o llevárselos por la amenaza de una espada. No era de Salerno, casi de alli era y no hacía falta saber de qué lugar exactamente. Sabía matar, matar bien. Y matar bien era lo que alguien necesitaba en aquestos momentos. "La Señora", la puta más vieja de la mancebía de la Plaza de la Paja, preguntábase por la su sobrina, una de las mejores mancebas del local. Hacía seis días que no llegaba, y de saber aquesto Esteban, que decíase hombre del tercio viejo llegado ahora a más como Padre de "el burdel de San Isidro", echaríala a la calle sin sueldo alguno. La Señora, de aspecto adusto, gélido y mordaz, nada sabía de la Lucinda (la manceba en cuestión, que por cierto, tenía embebidos en gustosos placeres a cuantos nobles y quien sabe si reyes llegaran allí embozados en capa y sombrero).

Et que no podía permitir que aquesta chiquilla desaparecida, cuyos padres andaban impedidos, fueran deshauciados por no pagar el real impuesto o los remilgos de fé (que aunque pocos y justos para las beatas, llevábanse grande cuajo de los más humildes). Por ello, la Señora, no tuvo más opción que sacar la cara por su sobrina: drástica decisión tomó, y lo más cercano al duelo en siendo mujer: contrató a Braccio para darle "matarile" al Padre Esteban en cuanto llegara. Que no crean vuesas mercedes que fue por heredar de la hacienda del prostíbulo (que fuera mucha), sino porque que en faltando Esteban, ella misma llevaría la mancebía, y la sobrina quedaría libre de presión y titubeos. Mas sin duda que aquesta mañana el Padre no apareció ¿dónde habríase metido? ¿Acaso habría tenido algún percance? ¿Habríase, si se figuran, topado con algún indeseable que hubiérale empalmado medio acero entre riñones? ¿raptado tal vez que sucedió?

La Señora, ya desesperada, mandó a Braccio a buscarle en San Salvador, donde vivía, pues el susodicho no aparecía para finiquitar el asunto. Et allá que fué.

 

*    *    *

Et que en habiendo acudido los tres a la Plaza de la Villa, que dícenla "de San Salvador", que ya saben Vuecencias qué pasó y todo lo que aconteció después. Decir cabe que tras aquel revuelo en el que Mauro, justo antes de ser apresado, señaló como culpable del robo de una joya al escenario de la compañía que ejercía en plena plaza, los cómicos taparon a la bestia enjaulada con una manta. Y es que acababan de ser acusados de robo por un espectador, y aquesto no es plato de gusto para nadie.

Resultóse que la bestia (si es que lo quieren saber), cuando unos la creían aderezada de atrezzo y capa de pega, resultó ser tal cual, et que vuecencias, si aún no lo han pensado, lucharon contra aqueste tras la salida de Magerit, en pleno campo. Dios sabe si la caravana de artistas dejó marchar al cuadrúpedo o éste escapó; mas no es esa la pregunta exacta, ¿aquel ser osezno, lobato o medio-can, qué haciá en compañía del Alfarero y su cuadrilla? Quizás aquel viejo árabe non supiera sólo de duplicar cuentas y joyas, sino de criar maldades y ganarse la vida exhibiéndolas...

Cabe decir que os topásteis con Lázaro, un pobretón con años a sus espaldas (de edad y experiencias) et que no dudó de guiaros a través de la Casa y Cárcel por el pago de su liberación. Alguien escribió de él ha mucho antes d'esta historia, pues cuando era crío y no precisamente en Madrid, sino acompañado de personas tanto o más infames que cualesquier corchete de la Imperial y Coronada. Decíanle "del Tormes", mas que ahora era un decrépito que acabó fatalmente sus días, al menos queriendo evitar una injsticia.

No por ello la sorpresa ha de quedarse en las suyas caras, mis señores.

Mientras el italiano huía en vanguardia persiguiendo el Alfarero rodeando la capital de las Españas, que Hans y Tomás no sólo encontráronse con una compañía de tercio de Flandes (a quienes a punto estuvieron de ensartar a pleno camino por hacer de su lengua una mentira), sino que anduvieron de luchas contra un tipo momentos antes (en dentro de la Villa) a quien a modo de treta y luego refriega de aceros, diéronle cuchilladas et robaron su montura, para sorpresa de muchos.

¿Qué mas decir d'esta historia?

Aquel torno que vos llevásteis parescía simplemente una vieja reliquia de algún artesano, un simple objeto de trabajo. Seguramente, las artes oscuras tramábanse en el interior del viejo Alfarero, y su poder muriera con él. Portugal no hallábase lejos, y en teniendo caudales y dos joyas de gran valor no echaríais en falta buena cama de plumas en los caminos, comida que llevaros al estómago durante el viaje o mujeres que amenizaran vuestras noches hasta el destino.

Al fin y al cabo, la vida os había puesto en la tesitura de la muerte y la riqueza en menos de lo que estos versos tardaban en pronunciarse:

Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me ví.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son
.

 

:: FIN ::