Partida Rol por web

 Noche de tormenta, vais caminando cerca de un pueblo por el Pirineo, a pocas millas de un antiguo monasterio benedictino. El viento os azota y los copos de nieve helada se os clavan como auténticas agujas. El paisaje y el pueblo ya están sepultados por una gruesa capa blanca.

En los arrabales os encontráis con una manada de famélicos lobos, a los que el hambre ha empujado hasta las puertas del pueblo. Acosan a un viajero solitario que poco puede hacer contra la horda de fieras que le acosan por todas partes. El fuerte viento apaga sus gritos y los aullidos, nadie vendrá en su socorro....

Cuando ví aquella escena, me santigüé, mientras el frío recorría el interior de mi cuerpo. Aquellos animales iban a hacer caer en desgracia al viajero que, tal y como nosotros, soportaba el camino y sus tempestades.

¡Mirad esa escena! -dije a mis compañeros de vaije- ¡es terrible! ¡Tenemos que ayudarle!

No era común que los lobos hostigaran a los viajeros, ni que se dejaran ver. Claro que, con éste tiempo, las estepas nevadas no dejaban alimento suficiente en sus territorios...

La tormenta no arreciaba, esperaba que llegáramos pronto al pueblo para guarecernos. Ya era bastante penitencia tener que viajar como para encima hacerlo con este tiempo.

Caminaba con la cabeza gacha, resguardándome todo lo posible de la nieve, pero alce la mirada cuando Gundane hablo para ver a unos lobos atacando a un viajero.

¿Ayudarle?, creo que esa es una buena tarea para nuestro guardaespaldas. No seré yo quien tome la iniciativa contra las bestias, pensé para mí.

- Quizás debiéramos pedir ayuda en la aldea, son muchos lobos et nosotros pocos guerreros para ir contra ellos -

Erramún que iba perdido en sus pensamientos levantó la vista cuando Gundane habló, vió la terrible escena y montó sobre su caballo, preparó la lanza y le dió tiempo a responder a Tomás-No ha tiempo que perder. Si nos demoramos aqueste omne morirá-Acto seguido se lanzó al galope lanza en ristre hacia los lobos. Era un sólo hombre, pero bien pertrechado y con un corazón de león.-¡Largo de aquí bestias inmundaAAAAAAS!-

Se intentaba abrigar con sus mantos de aquellos gélidos vientos del pirineo. Casi lo había conseguido cuando aquella imagen se cruzo ante el grupo. Aquel hombre luchando por su vida ante aquellos lobos de cabellos níveos. A decir verdad al astur le costó reaccionar. No reparó en las reacciones de sus compañeros hasta que Gundane cargo lanza en ristre gritando y maldiciendo a las cuatro vientos a aquellas bestias. Murmuró para sí las palabras que su padre le solía decir, no le hacía caso a sus dichos, pero de vez en cuando alguno su mente lograba retnerlos. Hombre rápido y hábil, golpea primero y evita el acero… Hecho rumbo a la escena sin mucha fe (y con su daga familiar), aunque después de todo parecían muchos lobos como para saciarse con un solo hombre, y luego solo quedaban ellos… Quizá el galope del caballo los ahuyente.  –Aguantad buen señor… - miró hacia el pueblo e ingenuamente intentó silbar con fuerza a ver si llamaba la atención de alguien que les pudiera ayudar

Nadie acudió a los silbos de Ramiro, si no habían oido los gritos del hombre poca posibilidad había de oir los silbidos. Pero los lobos estában hambrientos y débiles, y cuando vieron la carga de Erramún salieron despavoridos dejando en el suelo a su víctima.Se internaron en el bosque dejadoós solos con el hombre medio muerto siempre que no les siguiéseis.

Más muerto que vivo, con la ropa hecha girones y gimiendo lastimeramente se encontraba el viajero. Era buena señal dadas las circunstancias, si gemía es que vivía. Necesitaba ayuda médica inmediata, si no de nada habría servido el rescate de Erramún y en menor medida de Ramirro. Por suerte estábais a las puertas del pueblo. Si avanzábais un poco se podía ver lo que parecía una posada. El resto de las casas tenían humo en las chimeneas, pero se veían las puertas y ventanas cerradas. Tenías que actuar rápido si queríais salvarle la vida.

Ví a Erramún azuzar al caballo y cargar contra las bestias. Éste parecía querer cargar de veras, pero los lobos se amilanaron y marcharon a la carrera. Corrí pisando fuerte en la nieve hacia el tipo de ropas hechas ahora jirones. Cuando estuve delante de él, le miré las heridas, y estaba realmente en peligro (unos segundos más tarde no lo habría contado).

¡Erramún! -le dije girándome hacia él-. ¡Hay que subirle al vuestro caballo y llevarlo a la aldea! ¡El frío es ahora el mayor peligro!

Recé en mi interior para que ese tipo fuera razonable y dejara subir al malherido a la bestia.

Los lobos huyeron ante la carga de Erramun. Parecía que no tendríamos que enfrentarnos a ellos, lo cual era un alivio.

El hombre al que atacaban estaba moribundo, poco se podía hacer para ayudarlo aquí en medio de la nieve. Gundane le pidió el caballo a Erramun.

- Parece haber una posada ahí en frente - les digo - podemos llevarle allí, seguro que en la aldea habrá al menos un curandero -

Después de su arrancada a caballo contra los lobos, las bestias salieron huyendo y dejaron a aquel pobre hombre tranquilo. Alimañas, huyen con el rabo entre las piernas. Tanto mejor, se había ahorrado el combatir a aquellos lobos y algún sobresalto inesperado.

Gundane fue el primero en acudir a observar el estado del hombre, y por sus palabras no le cupo duda de que estaba francamente mal. El recaudador le había pedido su caballo para transportar al moribundo, y Erramun era hombre con suficiente seso y piedad cristiana como para ofrecerlo sin miramientos.
-Faltaría más, ayudadme a subirlo al caballo et acerquemonos en busca de un curandero o del primer techo bajo el que podamos encontrar buen cobijo. ¿Non es aquello una posada?-Dijo entrecerrando los ojos para afinar la vista en dirección a la entrada del pueblo.

Llego hasta donde el moribundo hombre yacía en el ahora, teñido de rojo, suelo blanquecino. Sin mediar palabra ayudo a Erramun a subir el cuerpo al caballo, e intentar sujetarle bien. La travesía era corta, pero un mal golpe podía terminar por precipitar la visita de aquél hombre a la vida venidera.

La tormenta hacía difícil ver mucho más allá de unos metros desde su posición. –Eso parece, y sino esperemos que allí habite un hombre de bien, y con la ayuda de nuestro Señor poder salvarle.- Dio las señas de que podía iniciar la marcha, viendo cómo veía alejarse unos metros al corcel. Se permitió el lujo de revisar en la nieve si alguna pertenencia del desconocido pudo haber caído al suelo. Quizá hubiera aluna pista acerca de aquél extraño ataque de los lobos.

Nada encontró en el suelo el bueno de Ramiro. El hombre en el caballo apenas se mantenía, pero con la ayuda de todos lográsteis que llegase hasta lo que parecía una posada.

Entrásteis y escuchásteis: ¡¡¡¡ESA PUERTAAAAAA!!!!!

Sentísteis un agradable calos cuando entrásteis. Varios parroquianos estánban sentados a una mesa, se volvieron indiferentes cuando entrásteis. Pero al momento de ver al hombre ensangrentado todos se levantaron e hicieron un hueco para que pudiese ser atendido. El posadero, un hombre grandote salió de la barra y le dijo a una muchacha que por el parecido debía ser su hija que trajese agua caliente y vendas. La muchacha fué presta a buscar un cubo de agua y a calentarla al fuego. También trajo unos paños más o menos limpios. El posadero que por las pintas y por la maña que se daba debía ser veterano de alguna campaña fué curando al hombre entre el gentío. Los hombres que ahora estában alrrededor del cuerpo no dejaban de haceros preguntas-¿Quién es?¿do venís?¿cómo lo encontrásteis?¿qué fazían los lobos atacando tan cerca de la aldea?. Entre esos hombres surgió una imponente peliroja con el pelo rizado y suelto que no os quitaba ojo mientras contestábais a las preguntas.

Calmad, señor -le dije al posadero mientras el tipo era puesto en la mesa-. Somos viajeros que nos adentramos en estas tierras nevadas por asuntos propios. Mi nombres es Gundane, natural de Olite. Los monjes dominicos de esta aldea han pedido ayuda al arzobispado navarro, y aquí nos hallamos. Al llegar este hombre era atacado por lobos, y en justicia que Dios nos puso allí cerca para ayudarle. ¿Habéis de hacer más preguntas o bien le salvaréis la vida? -dije esperando que no nos avasallara más de momento-.

Tras entrar en la posada, los allí presentes ayudaron, al darse cuenta de la situación, con la mayor presteza que les fue posible. El posadero parecía que sabía lo que se hacía por sus maneras al tratar al pobre diablo que habían encontrado hace apenas unos minutos ahí fuera. Pero del mismo modo parecía sentir la necesidad de aclarar todo sobre la situación por la que se encontraban allí.

-Mi nombre es Erramun, et acompaño a aquestas gentes como protector velando por la suya seguridad hasta que lleguen a su destino. Et agora, como bien ha dicho Gundane, creo que es momento de atender las feridas de este pobre hombre, que luego será tiempo de terminar de hablar.

Tras decir estas palabras, Erramun pasó una mirada seria sobre el resto de los presentes, invitando a que nadie más hiciera más preguntas hasta terminar de atender al desconocido que habían encontrado a las puertas de la misma muerte.

Conseguimos llegar a la posada sin problemas, fue un alivio volver a entra en calor. El posadero reacciono rápido y atendio pronto al herido, viendo la seguridad conque actuaba no parecia necesitar la ayuda de un curandero. El resto de los parroquianos nos rodeo preguntando sin parar.

- Facer un poco de espacio, que maese posadero no tiene sufiente luz para ayudar - dije en voz alta

- Tal vez debieramos mover al herido a un camastro - le comente al posadero - sería más comodo -

Ignore el resto de las preguntas de la gente, ya estaban Gundane y Erramun contestando por todos.

Me llamo la atención la pelirroja sin embargo, menuda belleza en esta aldea perdida. Tendría que separarme un poco del resto del grupo, definitivamente no tendría problemas en contarle a ella lo que quisiera saber.

La peliroja parece muy interesada en lo que contáis. Nota como la mira Tomás y le guiña un ojo y con un leve gesto de cabeza le indica que le siga. Es hermosa, terriblemente hermosa, la melena de fuego, los ojos azules como el cielo y una sonrisa capaz de cautivar a un rey. No parece de este mundo y os preguntáis...o se pregunta Tomás que hace una chica de tan sin par belleza perdida en un sitio como este de la mano de Dios.

Los parroquianos hacen un poco de espacio y parece que se callan...momentaneamente. Porque en breve empiezan a hablar entre ellos que si los lobos, que si el posadero no tiene ni idea de curar una herida....que si a uno a un primo suyo le atacó un lobo y que casi no lo cuenta. Estas cosas que van poniendo nervioso al posadero y que le véis una gota de sudor que corre su frente mientras cura al herido-¡Silencio!¡Idos a vuestras mesas y os convido a una jarra de vino!- dice a la desesperada con tal de quitárselos de encima.-¡Ana sácales una jarra de vino y que se callen por Dios!-Después contesta a Tomás-Si, lo se. Pero primero lo remendaré lo mejor que pueda y luego lo llevaremos a que descanse.

La muchacha asiente a su padre y corre tras la barra a servir las jarras de vino. Las lleva a las mesas y más o menos los parroquianos se van disolviendo y se quedan en las mesas tranquilos-¿algo más padre?-pregunta solícita por si su padre necesitase algo más. A vosotros os mira como intentando llevaros a una mesa pero no se atreve. El rango de Erramún y los ricos ropajes de Gundane y Tomás la intimidan. Mira a Ramiro como pidiéndole ayuda para que sea él el que os indique que dejéis a su padre trabajar tranquilo. Pero sin decirle nada, sólo es algo que intuye el cuando la muchacha lo mira.

-¡Nada más, atiende las mesas y estate calladita!-dice el posadero ya un poco más tranquilo que sigue curando las heridas del viajero.