Partida Rol por web

La oscuridad reinante agobiaba las cámaras internas de la colmena, aquellos túneles artificiales creados por las mazas de trabajadores del imperio arácnido eran una red confusa e interminable, a través de los cuales no hacia falta que hubiera bichos, estos mismos eran una amenaza para cualquier incauto que osase adentrarse en ellos.

No obstante allí estaban ellos, infantes de la federación determinados a cumplir un único objetivo, golpear al imperio arácnido en su corazón mismo; la reina madre ya estaba cerca.

Guiados de forma magistral por el zapador Sonny, las fuerzas de la federación habían llegado tras casi dos horas de camino, hasta el núcleo mismo de la colmena, el nido de la reina. Aun no podían verlo, pero sabían que estaba allí, a la vuelta de la esquina; no obstante, había muchas esquinas en las cuales girar.

La oscuridad no era su aliada, el territorio no era su aliado; su único aliado era aquel desagradable taladro que seguía con su táctica de señuelo alejando a los bichos de ellos. Y tal parecía, el plan había estado funcionando, muchos bichos habían visto pasar cerca de ellos para alejarse en direcciones desconocidas.

Ahora, en las profundidades de Galdonia VI, estaba por llevarse a cabo uno de los momentos mas trascendentales en la lucha por aquella roca helada a la que realmente nadie le veía importancia.

El momento de la verdad estaba cerca, muy cerca. Un poco más y entrarían en el nido, posiblemente viendo centenares de bichos feos y peligrosos. Puede que incluso hubiera algunos que jamás hubieran visto. Daba igual. Nada iba a detenerlos en su labor, aunque acabaran haciéndolos pedazos por el camino.

Sin embargo, debían tener cuidado, pues había que acercarse lo máximo posible a su objetivo sin ser detectados, para facilitarles las cosas. Debían, por ello, tratar de hacer el menor ruido posible. Algo que tenían todos claro, pero que no sabría si iban a poder conseguirlo todos. Y Sonia tenía algunas ideas al respecto... Apagando, pensando que lo había hecho antes, el potenciador de su armadura, contactó con sus superiores.

- Señor - susurró por radio -, sugiero la posibilidad de apagar las lámparas y activar la visión nocturna. Podrían detectarnos antes gracias a ellas.

También pensó en la pastilla que les dieron antes del descenso. ¿Debería tomársela ya? ¿Esperar un poco? Cualquiera de las decisiones era algo arriesgada, sin duda.

Y decidió estar preparada tomándose ya la pastilla.

No me despego del Teniente Speedy y avanzo sigiloso como una pluma que se desliza en el viento.

Me tomo una de las pastillas que nos dieron para resistir el pavor de la Reina.

El momento del discurso había pasado, y aquí estábamos. Desactivé el control de aumento de fuerza, suspirando. En el silencio posterior a las palabras sentí algo. Algo, una emoción, que jamás había sentido. Era lejana e imprecisa, pero poderosa. Como ver de lejos unos altos hornos y, a pesar de la distancia, sentir cómo el calor reseca tu piel y hace llorar tus ojos. Sabía bien que no tenía nada de psíquico, que era una nulidad, y estaba sintiendo de la misma manera que me decían que sentiría de haber pasado las pruebas con éxito: ¡era la reina!

Me imaginé lo que debía estar sufriendo nuestro propio psíquico, el teniente Speedy. Bien. Cada uno tenía su misión, y no era común ser consciente de hasta qué punto eran extrañas las habilidades de tus compañeros.

Recé una oración intentando proyectar la tranquilidad que a mi me transmitían estas cosas. Puede que sirviera de algo a nuestro especialista. Luego me concentré en lo mío: no hacer ni un maldito ruido, llevar el arma a punto y prestar mucha mucha atención a los ruidos que se pudieran escuchar.

Además de todo, me tragué la maldita pastilla contra el miedo.

Avanzamos con cautela con el miedo como una carga adicional. No es un miedo común, siento cómo me afecta en lo más profundo. Un tigre me hace tirarme al suelo, pero esta sensación es distinta y tengo casi una certeza absoluta de que cuanto más nos acerquemos, más fuerte se hará esta sensación. Solo espero que no me paralice demasiado.

-En estos túneles debemos ser sigilosos...-pienso cuando observo cómo comienza a moverse el grupo. Antes de avanzar realizo un cambio de armamento, coloco el morita en la espalda y guardo la escopeta  en la mochila sacando el machete. 

-Más silencioso que un disparo si que es.

Confiado y sin darme cuenta, al colocarme la mochila, esta choca contra la pared de la cueva produciendo más ruido del que deseaba.

Me quedo observando la oscuridad en espera de algún ruido de respuesta, dispuesto a saltar sobre lo que venga.

En silencio, siguió el paso, envalentonado por las palabras del Sargento Mayor. Ya no importaba nada si sobrevivían a aquella terrible misión, sólo importaba que estaban en las entrañas de la bestia, y que estaban cumpliendo su parte, ayudando al resto de ejércitos y escuadrones a aplastar aquel planeta de una vez, y para siempre. Por supuesto, aún quedaba el asunto de la Reina, pero Thomas se comprometió a que su mala suerte había acabado, y que era el momento de actuar como un profesional. Como el profesional que era.

Mientras avanzaba, generó algo de saliva y tragó la pastilla que les habían entregado. Sería indispensable para aguantar la terrible presencia de la reina. Luego, cogió la Morita, desactivó el sistema de calor que le había mantenido a salvo en aquellas aguas fangosas (lo que le hizo pensar que quizás su problema con los propulsores tenía algo que ver con el gasto de energía adicional), y

El sistema de túneles de la reina es mucho más caluroso que el resto de los lugares antes recorridos para llegar acabo y eso hace que se me haga un poco molesto el calor que mi traje está produciendo, por lo que desactivo los sistemas para ese propósito. Luego hablo a todos mis hombres a través del comunicador, intentando que no se escuche nada fuera del traje:

- "Escuchen bien. Sonia tiene razón y deberiamos eliminar las lámparas, así que cambien a visión nocturna o infrarrojos, como prefieran. Iremos lo más silenciosos que podamos y eviten disparar a menos que sea la única opción. Quiero a todos atentos a cualquier movimiento. ¿Hay alguien que necesite municiones?"

Comienzo a sacar cargadores desde mi saco y poniéndolos en los bolsillos especializados. Entrego algunos a quienes estén escasos. Luego de eso cambio mi vista a infrarrojos antes de continuar.

Y allí estaban, sin duda a las puertas del infierno. Mkoll pudo sentir la sensación de inquietud aflorando, recordando de manera demasiado vívida la locura a la que acabó llegando en el fuerte helado. Ante este sentimiento, y viendo que muchos otros estaban tomando la droga de voluntad, el explorador optó por hacerlo también. Una vez la pastilla pasó por su garganta, comprobó el traje, cambiando a visión nocturna como había sido ordenado, y asegurándose de que no hubiera ningún sistema activo que no fuera necesario. Lo último que necesitaba era quedarse sin energía en medio del maldito combate. 

James, que llevaba el sistema de visión nocturna, cambió a infrarrojos, ya que todo el mundo iba a apagar la luz, y en ausencia de la misma, era mejor este sistema. Llevaba la morita entre sus brazos, como a un bebé, lista para disparar.

Tras el discurso del mayor, venía ahora el objetivo final: acabar con la reina. Dereck no era de los que pensaba que iba a salir de esta con vida -a decir verdad, dudaba muchísimo que su unidad se salvase-, pero tenía claro que se llevaría a la reina y a cuantos mas bichos por delante. 

Desactiva todo aquello que pudiera emitir algún tipo de luz y calor, y activa su visor infrarrojos. Comprueba que sus cargadores se encuentran en buena posición para cogerlos con rapidez, se toma la pastilla y tras esto, comienza a moverse lo mas silenciosamente que puede.

Bockman se situó en su posición de retaguardia detrás de la Cabo. Ya comenzaba a sentir el nerviosismo propio de la situación. Llegaban al final de la misión, y si difícil sería matar a aquella perra más difícil sería salir con vida de aquellos túneles. Por suerte no podrían hacerlo sin haber completado la misión pues si volvían sin terminarla los fusilarían a todos. Cambió su visión a infrarroja para poder detectar cualquier bicho asqueroso que les estuviera siguiendo y se comió su píldora pues escuchaba como el resto del escuadrón hacía lo propio.

Con la aprobación del sargento mayor ante su propuesta y su consecuente orden, la cabo Ramírez cambió al modo de visión de infrarrojos, sintiéndose preparada. Eso sí, la reciente herida seguía estando presente, y esperaba que no se convirtiera en una molestia.

Con gran cuidado y alerta Evans avanzaba al frente de la vanguardia. Vigilaba el frente, arriba y abajo dejando los laterales para quienes estaban en los extremos. -Vanguardia todos con visión infrarroja, activar potenciación del traje y tomaros la pastilla.-Apagó el foco y puso el modo de visión elegido. También se tragó la pastilla estremeciéndose por el mal sabor que tenía y activó la fuerza del traje. Pudo ver en el visor el excesivo consumo de energía y decidió apagar el soporte vital de la armadura, de cualquier manera, no iban a pasar frío ahora. Ya se encargaría la reina bicho de ello.

Es el momento de la verdad y de no ser por la pastilla que ya estoy tomando mecánicamente, es posible que quisiera salir corriendo de allí de inmediato. Cumplo las órdenes al pie de la letra. Lámparas fuera, activo la visión infrarroja. Todo listo y sin embargo no me siento preparado. Un nudo prieto en el estómago me hace dudar a cada paso que doy.

Tras ingerir la pastilla, asiento a las palabras del Sargento Mayor y apago la lámpara del traje, pasando al modo de visión infrarroja.

Al llegar las órdenes del sargento Evans, Mkoll volvió a cambiar el modo de visión, esta vez a infrarrojo, y activó el potenciador de fuerza del traje.

Apaga la lámpara para cambiar el modo de visión a nocturno pues considera que las altas temperaturas que puede alcanzar la cámara de la Reina pueden alterar las lecturas del visor. Siguiendo las órdenes y el ejemplo de sus compañeros, hace uso de la pastilla que les entregaron antes de la misión.

Comienza a camina para agruparse con la Retaguardia. Deben ir con cuidado porque la Reina está cerca, pero también lo están sus soldados y seguramente no sean los insectos a los que están acostumbrados. Espera y desea que realmente el taladro esté distrayendo al grueso del ejército insectoide y queden pocos para plantarles cara.

Wayan cambia el visor a modo infrarojo (1), y continua andando mientras intenta concentrarse en la reina. Pero llega un momento en que se queda parado, completamente confundido. En silencio se muerde el labio mientras empieza a sudar en abundancia.

Una vez pasadas todas las penalidades, con la linterna guardada en el saco y la cuerda atada en diagonal en el lado contrario donde el rifle está así sujeto por la tira de seguridad, empezamos a llegar a lo que se podría considerar los terrenos de la reina. Los avisos del teniente psíquico no hacen sino dar apoyo a mis elecciones, lo cual es una gran ayuda para guiar bien al grupo. Con la llegada de las nubes de calor y la cercanía de insectos, como ese que ví hace un rato, las palabras de la Cabo suenan un poco antes que las mías, así que no añado más a la decisión del Sargento Mayor de cambiar de modo, apagando mi linterna mientras activo la visión nocturna, mientras aprovecho que la temperatura es suficiente como para no sufrir una hipotermia o quién sabe qué así que abro un instante el casco para ingerir la pastilla que nos han entregado contra la reina arácnida.

-Sin problemas de munición, señor. -Informo rápidamente, mientras me preparo para lo que pueda pasar. Ciertamente, si el sigilo es una opción tan importante abrir fuego es una locura, así que hago otra aún mayor y, colgándome el rifle gracias a la cinta en la espalda, desenfundo mis dos cuchillos de combate, el del cinturón y el del pantalón. -No voy a necesitar balas hasta el baile de fuego, señor. -Sonia conoce bien ese tono, pues se lo he puesto alguna vez en la intimidad de la habitación de mando que tiene. Es una voz que va claramente acompañada de una sonrisa de oreja a oreja. Y que me aspen si tengo que ser yo el que fría al bicho guardián en concreto, pero sea como sea y hasta entonces, si me aparece algún mite pretendo hacer un pincho moruno con él.

El avance era cauteloso, el enemigo estaba cerca y el miedo a cometer errores preponderaba en las mentes de todos los infantes, sobre todo en las de aquellos que ya habían cometido errores en los momentos recientes.

Cambiando a visión infrarroja en su mayoría, el grupo intentaba evitar el ser descubiertos por los bichos que patrullasen en los alrededores; aunque en la realidad, no sabían siquiera si existía algún bicho patrullando, y hasta ahora nadie se había atrevido a intentar averiguarlo.

El túnel de apenas unos 6 metros de ancho, no daba mucho espacio para que el amplio grupo de 22 hombres, pudiesen maniobrar con completa libertad. Para todos, al acercarse al cubil de la reina, era claro que estar allí era permanecer en una trampa, si les atacasen desde todos lados los tendrían como sardinas enlatadas, listos para ser devorados en trocitos.