Partida Rol por web

El Ocaso de los Magos

Otrorol

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21/09/2019, 05:56
Maestro de almas
Sólo para el director

Bien.... hola

devocion vegetal[dominio]

devocion proteccion"

devocion curacion"

devocion animal"

curacion aumentada[general]

conjuros naturales[salvaje]

cambiarostros[reserva]

beso de ninfa[elevada]

azote de mortales[general]

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06/10/2019, 16:21
Director
Sólo para el director
  • Crear habitaciones que faltan: cueva, puerta
  • Aclarar semi-arbitrariedad de mecánicas
  • Agregar FAQ a mecánicas
  • Fotos de sirvientas, sirvienta traidora con collar de disimulacion
  • Arreglar aclaración sobre inicio del rol
  • +18 (NO)
  • Terminar niveles de intuición
  • Cough
  • Terminar explicacion de defensa del gran torreon. Hay magos ocultos fuera.
  • Definir cómo va a ser realmente el uso de la magia! (ponen lo que piensan hacer : "el fuego explotaría en una llamarada que quemaría al hombre..." yo lo interpreto)
  • Organizar lore
  • Terminar lista hechizos
  • Desarrollar misiones de alma
  • Agregar modelo de ficha
  • Definir magias
  • Terminar mapa de Fobrea (on-rol)
  • Hacer mapa de Shinie (on-rol)
  • Escribir texto sobre materia mágica, combinacion magica
  • Escribir temas para clases
  • Desarrollar eventos ocaso, noche (on-rol)
  • Desarrollar situaciones de alma (on-rol)
  • Especificar hechizos (on-rol)
  • Hacer npcs de jugadores y generales, bosquejo a grandes rasgos (on-rol)
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09/10/2019, 20:07
Director
Sólo para el director

CONCHEPTOS:

Personaje: Misha

Usuario: amusarado

Resumen: Chico débil hijo de la dama blanca. Enviado a la fuerza.

Puntaje: 10

Personaje: Eliron van Thering

Usuario: Eliron

Resumen: Noble desheredado y alegre con chiquisientos mil npcs.

Puntaje: 9

Personaje: Senca Temno

Usuario: Daniwee

Resumen: Chico secuestrado por Nuevo Orden.

Puntaje: 9

Personaje: Morgause

Usuario: Itzcalothotep

Resumen: Esquizofrénica interesada en la magia.

Puntaje: 8

Personaje: Kai

Usuario: Bossco

Resumen: Chico sin memoria.

Puntaje: 8

Personaje: Sarthan

Usuario: ozick

Resumen: Chico asexual ?) Irreverente.

Puntaje: 8

Personaje: Milo

Usuario: monty

Resumen: Niño débil de lentes que quiere probarse.

Puntaje: 7


Personaje: Dwyn

Usuario: Mischa

Resumen: Ermitaño renegado a Bosque Dría.

Puntaje: 7

Personaje: Icarium

Usuario: Threkor

Resumen: El de la familia enferma y padres magos renegados.

Puntaje: 6

Personaje: Vaala

Usuario: Ardios

Resumen: Chica impertinente sin mayores motivaciones.

Puntaje: 5

Personaje: Eiden Gwella

Usuario: kikerman

Resumen: El "cazador" de magos con arco y flecha.

Puntaje: 3

Personaje: Sira Thendland 

Usuario: Almitath

Resumen: Chica del bosque criada por tabernera. Pj plano.

Puntaje: 2

Personaje: Garem de Rem

Usuario: CARDI

Resumen: Pj plano. Mala ortografía.

Puntaje: 1

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16/10/2019, 06:22
Director
Sólo para el director

Idea: Rol sobre x bicho (hombre lobo, vampiro, x) en el que jugadores tienen que hacerse un lugar en el munod, juntos.

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10/11/2019, 11:09
Director
Sólo para el director

¡Buenas! Traigo este juego de rol bastante ligero, simple y un poco random, a ver qué les parece para el próximo desafío de diciembre. Si llama la atención haré una partida que durará todo diciembre, y a fin de mes quien esté primero en el ranking será nombrado Rey de la Colina.

El objetivo de El Rey de la Colina es simple: llegar a fin de mes estando primero en el ranking y ser nombrado Rey de la Colina, con lo que ganarías la partida. El ranking es por niveles, quien tenga más nivel estará en la cima independientemente de a cuántos haya asesinado o de sus stats. Además, durante el transcurso de la partida, quienes estén en primer, segundo y tercer lugar tendrán ventajas adicionales.

¿Cómo subir de nivel? Asesinando a otros :psycho: Mientras más jugadores asesines más fuerte te harás. ¿Game Over si mueres? No. Al morir, tus stats se reinician y quedas con el estado Muerto :mush_dead: por 5 turnos, luego de esto puedes revivir y seguir jugando con tranquilidad.

Adicionalmente, habrán distintos NPCS y eventos especiales con los que también podrán subir de nivel o morir. Habrá incluso un par de bosses que posiblemente harán un wipe out de todos los jugadores vivos si no cooperan contra ellos.

:hordes_fleche:Cada jugador comienza con nivel:mush_triumph: 1, 10 puntos de vida:drpg_vie:, 0 de armadura:hordes_gard:, y daño:hordes_mort: D10.

:hordes_!!:
:hordes_!!:También pueden matar cabras, que tienen 5:drpg_vie: para subir de nivel y recuperar 5:drpg_vie:, ¡pero cuidado! Las cabras suben de nivel muy rápido y se vuelven agresivas una vez las han atacado :omg:

Resumen
Tienes 10:drpg_vie: y haces D10:hordes_mort: al jugador que elijas en cada turno.
Subes de nivel :mush_triumph: matando jugadores o NPCs, y al subir de nivel puedes aumentar el máximo de :drpg_vie:, mejorar tu :hordes_mort: o ponerte armadura :hordes_gard: que disminuirá el daño sufrido.
Recuperas :drpg_vie: cuando subes de nivel (es decir, cuando matas a alguien).
Quien tenga más :mush_triumph: al final, gana.

STATS:

  • Puntos de vida (:drpg_vie:): Empiezas con 10/10, puedes aumentar este máximo al subir un nivel.
    • Primer mejora: Máximo +1 - 11:drpg_vie:
    • Segunda mejora: Máximo +2 - 13:drpg_vie:
    • Tercer mejora: Máximo +3 - 16:drpg_vie:
    • Cuarta mejora: Máximo +4 - 20:drpg_vie:
    • Quinta mejora: Máximo +5 - 25:drpg_vie:
    • Sexta mejora: Máximo +6 - 31:drpg_vie:
    • Séptima mejora: Máximo +7 - 38:drpg_vie:
    • Octava mejora: Máximo +8 - 46:drpg_vie:
    • Novena mejora: Máximo +9 - 55:drpg_vie:
    • Décima mejora: Máximo +10 - 65:drpg_vie:
      Y así sucesivamente.
      Además, cuando suban de nivel se les curará lo mismo que han aumentado de máximo.
      Ejemplo: Deskthrosvan mejora por cuarta vez la vida y tenía 11/16:drpg_vie:, así que ahora tendrá 15(11+4)/20(16+4):drpg_vie:.
      Recuperas 10:drpg_vie: al matar a otro jugador.
  • Armadura (:hordes_gard:): La armadura es permanente y hará que los ataques hacia ustedes hagan menos daño.
    Ejemplo: Pepe ataca a Pipi con 4:hordes_mort:, pero la Pipi tiene 2:hordes_gard:, por lo cual sólo recibe 2:hordes_mort:.
    • Pueden elegir subir un punto de armadura :hordes_gard: al pasar de nivel.
    • Hasta 10:mush_triumph: inclusive, el máximo de armadura es 4:hordes_gard:.
      De 11:mush_triumph: a 20:mush_triumph2: pasa a ser 7:hordes_gard:.
  • Daño (:hordes_mort:): Podrán subir un punto de daño permanente por nivel, es decir, si subo dos veces el daño, mi daño total sería la tirada del dado+2.

Reglas importantes:

  • Las cabras agresivas atacarán cada 3 turnos a un jugador al azar luego de que su agresor haya muerto.
  • Luego de morir, toma 5 ataques de cualquier jugador a cualquier jugador o NPC revivir.
  • Antes de atacar de nuevo, otro jugador o NPC (como las cabras) tiene que haber atacado y yo tengo que haber actualizado.
  • Una vez hayas atacado a otro jugador, tendrás que esperar a que este ataque a alguien o a que pasen dos páginas para atacar al mismo nuevamente (No queremos que las muertes siempre sean cuando estén "AFK" >:3)
  • Al matar a alguien de nivel 5 o más, ganas 1 nivel adicional, mayor a 10 2 niveles adicionales, y así sucesivamente con múltiplos de 5.

Actualizaciones de último momento:

  • Si un jugador o NPC tiene un nivel muy alto, pasará a tener :mush_triumph2:. Esto significa que no únicamente el que de el golpe final subirá de nivel, sino que todos los que hayan luchado contra él. Cuánto suban de nivel será directamente proporcional al porcentaje de daño total que le hayan hecho al individuo en comparación al que le han hecho los demás jugadores y/o NPCs.
  • En caso de que jugador A ataque a jugador B con un ataque lo suficientemente fuerte como para matarlo y luego jugador B ataque a jugador A con un ataque lo suficientemente fuerte para matarlo también, ambos tirarán un D4; el que tenga el número más alto será el que ataca primero y por consiguiente mata al otro, anulando su ataque.
    En caso de que empaten se anularán ambos ataques.
  • Se modificó el apartado armadura :hordes_!!:
  • Eventos, logros, objetos y más tipos de stats próximamente...
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20/01/2020, 18:06
Director
Sólo para el director

Concepto

¥ Nombre: Nargu

¥ Apellido: Náeres

¥ Edad: 74 años

¥ Sexo: Masculino

¥ Raza: Híbrido entre Luftinuka y DemonEarth

¥ Clase: Asesino - Cruel

¥ Religión: Icycla

♦DESCRIPCIÓN FÍSICA♦

¥ Altura: 2,47 m

¥ Complexión: Alto y fornido

¥ Ojos: Negros

¥ Pelo: Negro

¥ Piel: Negra

¥ Descripción ampliada:

Se trata de una alta figura, cubierta en su totalidad por ropas que alguna vez pertenecieron a su padre, un Luftinuka, además de algunos agregados que él mismo hizo. Dos hombreras metálicas se ocultan bajo una tela negra que cubre su cuello y parte alta de torso y espalda, abrochado con tres hebillas de cuero con bordes hechos de plata. Lleva cosida a la ropa más exterior de su tórax tres fundas de cuchillos con sus respectivas dagas, y usa guantes de tela negros recubiertos con cuero en la parte superior de la mano. En sus pies lleva puestas siempre unas botas con suela y punta de acero oscuro, tallado de tal forma que hacen que parezca que las palmas de sus pies y punta de los mismos estén recubiertas de gruesas espinas, las cuales le permiten proporcionar dolorosos puntapiés y, por la aspereza que mantienen, aumentar la fuerza de rozamiento al caminar o correr, logrando mayor velocidad y sostén.

Su cabeza está, al igual que el resto de su cuerpo, cubierta en su totalidad. En la cara lleva una máscara blanca hecha con un material muy similar al mármol pero ligeramente más liviano. Tiene dos agujeros a través de los cuales puede ver, y alrededor de uno de ellos la piedra está algo resquebrajada y aparentemente pintada con una sustancia negra, que parece haberse escurrido un poco en el momento en que fue puesta allí, dejando impreso el recorrido de una gota. Esta sustancia parece haber penetrado en la piedra, ya que no es meramente superficial. La máscara está sujeta a su cabeza con gruesas tiras de cuero, y bajo estas, el resto de lo que en un humano sería un cráneo está cubierto por tela negra.

A pesar de que se encarga de portar buena cantidad de vestimenta Luftinuka junto a ropas similares confeccionadas con los más resistentes materiales que se encuentran disponibles, toda la vestimenta es en su totalidad tanto removible como destructible. Bajo ella, un oscuro ser de piedra reside. Aunque tiene forma humanoide, destaca por su gran altura y peso, así como por la dureza de su piel. La roca que lo forma se va haciendo más densa y dura mientras más adentro se encuentre de su cuerpo. Tras su máscara, un plano rostro de piedra con una boca recta sorprende contrastando con lo misterioso de su figura con vestimenta. Su ojo sano, negro como su piel y tan indescifrable como los mismísimos Luftinukas, analiza y observa sus alrededores mientras que el otro, aparentemente marchito y algo hundido, permanece inmóvil.

 

♦HISTORIA♦

ORÍGENES E INFANCIA

 

Una sonrisa maliciosa oculta tras un desgastado pañuelo negro.

«Tengo una idea.»

Un sueño de redención.

«No podrán creerlo.»

Un corazón lleno de esperanza.

«Me pregunto cómo... cómo será su vida. Espero que sea gloriosa.»

Es probable que en aquel preciso instante el destino de Nargu Náeres, hijo de un Luftinuka venido a menos y una compasiva DemonEarth ya estuviese escrito en piedra, tallado con herramientas deterioradas por el cruel pasar del tiempo y usadas por un artesano de mal genio el cual tenía especial predilección por hacer bromas pesadas de cuando en cuando.

Reedmon Náeres había sido alguna vez alguien respetable. No había un solo ninja en Sansóläis que no hubiese escuchado de Tiburón Martillo, su famosa herrería y mayor orgullo. Se trataba nada más ni nada menos que del mejor lugar en el cual adquirir armamento y equipamiento ninja, que a veces también resultaba útil para otras clases. Hecho en su totalidad con acero negro, una invención suya cuya fórmula murió junto a él hace ya décadas, se relata que sus obras de arte, como llamaba a sus creaciones, poseían una dureza sin igual con la cual ningún otro metal o aleación podía competir.

Pero todo lo que sube tiene que bajar, y el éxito de este Luftinuka no era la excepción. Parecía ser que aquella fórmula de la cual tanto se vangloriaba no le pertenecía a él, sino a unos seres mucho más antiguos cuya existencia había cesado hacía ya siglos pero aun así su fama les precedía; los oscuroides. Las acusaciones no se hicieron esperar, y no sólo por la indignación generada por el hecho de que el hasta hace poco maravilloso herrero era un mentiroso sino porque además se le acusaba de profesar la religión de Oscura. Aunque negó todas las acusaciones era demasiado tarde, pues los rumores ya se habían propagado, haciendo de las suyas; diversos creyentes acérrimos de otras religiones comenzaron a perseguirlo, y el primer lugar al cual se dirigieron con antorchas y picas no fue otro que Tiburón Martillo. La herrería quemada y echada abajo, se dice que de ella cenizas que se dispersaron por el viento fue lo único que quedó.

Vivió el resto de su vida exiliado y sin contacto con su por ese entonces único hijo, Salgramoth, un Luftinuka cuya madre había desaparecido pocos años después de darle a luz. A poco tiempo de cumplir los 1000 años de edad, emprendió un viaje para cumplir su último deseo; tener un hijo híbrido capaz de limpiar su apellido. Se puso en contacto con una DemonEarth con la cual en su tiempo había tenido un vínculo muy estrecho, por no mencionar que le había salvado la vida en repetidas ocasiones. Un híbrido de Luftinuka y demental de tierra; ¿Quién lo habría imaginado? ¿Sería acaso el primer híbrido de su tipo? Sería grande y fuerte como un DemonEarth, inteligente y sensato como un Luftinuka e inmune al viento a diferencia de los DemonEarth puros, todo un prodigio sin debilidades. La fémina aceptó algo reticente el pedido de su viejo amigo, y cuidó el huevo resultante de aquel "ritual", como lo había llamado Reedmon al proponérselo, hasta el momento de su eclosión.

Pocos días después de su nacimiento, lo llevó a un orfanato ubicado en un pequeño pueblo habitado principalmente por Luftinukas, aunque de vez en cuando se veían caras y razas nuevas de viajeros que iban de paso y se quedaban a reponer energías en la posada local por un par de días. A pesar de que sólo acogían Luftinukas, hicieron una excepción con él por tratarse de un híbrido de Luftinuka, punto que los cuidadores creyeron por los ropajes del padre que la demental le había puesto a su hijo. De su madre jamás volvió a saber nada, a sus ojos era como si hubiese salido de abajo de la tierra para dar a luz y volver a esconderse allí una vez había completado la tarea, indiferente al bienestar de su propio hijo.

Su medio hermano por parte de padre, un Luftinuka llamado Sargramoth, fue el único contacto que recuerda haber tenido con su familia de pequeño. Había de alguna forma descubierto que era el hijo de Reedmon, su padre, así que había decidido visitarlo para conocerlo a pesar de que no tenía pensado hacerse responsable de él ni nada similar. Le entregó un papel con un mapa que indicaba en un lado y de forma gráfica el camino que debía seguir para llegar a una taberna en la que lo podría encontrarlo, mientras que del otro lado habían indicaciones por escrito. Se fue marchó pocas horas después de haber llegado por motivos laborales, según le habían dicho los cuidadores.

La infancia de Nargu fue dura, y no sólo por el hecho de cargar con el estigma de ser el hijo de quien era, a quien por cierto dada la naturaleza de los híbridos entre Luftinukas y otras especies jamás había llegado a conocer, sino también por tratarse de un DemonEarth "disminuido", como lo llamaban algunos, pues a pesar de que se parecía mucho más a uno de esos dementales que a un Luftinuka, no poseía el porte ni la fuerza que las criaturas puras de esta raza tenían de forma innata. Su única ventaja con respecto a los DemonEarth era su intelecto, bastante más agudo que el de estos aunque algo menor que el del Luftinuka promedio. Por si fuese poco, era especialmente débil al elemento en el cual los Luftinukas se especializaban: Viento.

Esta conjunción de casualidades desafortunadas lo convirtieron en un blanco fácil para el resto de jóvenes Luftinukas que convivían junto a él, quienes a diferencia de la creencia popular de que se trata de una raza reflexiva y serena, se encargaron de hacerle pasar por un auténtico infierno. Las bromas pesadas y golpizas eran el pan de cada día, y aunque ante los mayores podrían no distar mucho del más puro sacerdote por cómo se comportaban cuando ellos estaban mirando, la crueldad con la que lo trataban cuando se daban la vuelta era sencillamente insoportable.

Cómo olvidar esa noche, cuando mientras dormía lo habían inmovilizado entre cuatro para arrancarle una porción de su torso a modo de experimento, para descubrir si era cierto que los dementales de tierra podían regenerarse. Lurlin, el líder de aquella pequeña banda que se divertía atormentándolo, se había asegurado de susurrarle una advertencia al oído, con una sonrisa maliciosa sobre dos ojos oscuros: si se alimentaba el experimento no daría resultados confiables, con lo cual deberían intentarlo nuevamente pero esta vez con su rostro y boca para asegurarse de que no hiciese trampa.

Había pasado una semana de aquello y el pequeño Nargu seguía igual de asustado que esa noche, y su estómago de piedra rugía con una furia atronadora, exigiendo el alimento que desde hacía una semana había dejado de recibir. Uno de sus cuidadores, Reignold, le había preguntado por la razón de su ayuno, cómo no, a la hora del almuerzo frente a todos, incluidos Lurlin y su banda.

Sí, Disminuido —como solían llamarlo a modo de burla, teniendo en cuenta que a pesar de verse prácticamente igual a un DemonEarth era notablemente más pequeño y débil de lo que se suponía que debía ser uno a su edad—, ¿por qué no comes? —le preguntó muy socarrón.

Los negros ojos de Nargu se posaron sobre los de su cuidador, que había reprendido a Lurlin con la misma poca firmeza que siempre por llamarlo por ese apodo, toralmente ajeno al calvario por el cual el pequeño pasaba día a día.

No lo sé... no tengo hambre —había respondido con la cabeza gacha, evitando el contacto visual e incapaz de decir una sola palabra sobre la verdadera razón de su ayuno, temeroso de que no le creyesen y más aún de hacer enojar a Lurlin. Siempre estaba riendo y mofándose de él con malicia, lo cual de por sí era suficientemente malo; Nargu temblaba al tan solo imaginar cómo sería enojado de verdad.

Por supuesto, como aquel caso habían ocurrido otras cuantas decenas cada cual más cruel que el anterior, pero ninguno había como el último, el cual lo marcaría a fuego para el resto de su vida.

Se trataba de una hija de mimalí de una pequeña planta de bayas, una pequeña, de tan solo unos 30 centímetros de altura. Sus delicadas alas levemente traslúcidas con forma de hoja hacían juego con su torso y abdomen cubiertos en su totalidad por pequeñas y oscuras hojas cuyo pigmento era extremadamente similar al del follaje de un pino. De ser separados de su cuerpo, sus brazos y piernas podrían fácilmente ser confundidos con tallos pelados con raíces en uno de sus extremos, las cuales le servían de pies y manos. Dos ojos negros como botones y una boca que se veía como un pequeño agujero eran lo único que diferenciaban su cabeza de una gran baya morada cualquiera.

La había conocido mientras disfrutaba del silencio y soledad de un bosque cercano que solía visitar, muy distinta a la soledad que sentía a diario al convivir con otros, en cambio resultando hasta agradable. Una voz lo había sorprendido desde encima de una rama, y al asustado y sorprendido por partes iguales mirar hacia arriba, la vio, suspendida en el aire sobre su cabeza. Su reacción instintiva fue correr tan rápido como sus piernas y peso se lo permitían para esconderse detrás del árbol más cercano. Pocos segundos después, la pequeña criatura estaba a su lado.

¿Estás bien?

Un grito bastante exagerado para la situación había sido la primera e instantánea respuesta que la hija de mimalí había recibido por parte se Nargu. Se había agachado y cubierto los ojos con sus manos, temiendo ser devorado por aquella extraña criatura que revoloteaba a su alrededor. Para su sorpresa eso no sucedió, y luego de lentamente destaparse los ojos la vio allí, mirándolo confundida.

¡Vete! —gritó, aún desconfiado de las intenciones de aquel ser.

No te haré daño —explicó la mimalí con tranquilidad.

¿Q-q...qué quieres de mí? —inquirió Nargu.

Pues...

Le había hecho entender después de un par de intentos que en verdad no era una amenaza. Su nombre era Angus, y ya lo había visto en "su bosque" en varias ocasiones, con lo cual luego de determinar que no era una amenaza había decidido acercarse a saludar y conocerlo. Después de al fin comprender que en verdad lo le haría daño, Nargu había accedido a quedarse a charlar con ella. Su conversación no era una particularmente trascendental; hablaban de las plantas, del viento, de los árboles y las hojas, de la brisa al atardecer y de lo agradablemente pacífico que resultaba aquel lugar. Buscaron formas en las nubes y los más coloridos insectos entre troncos caídos. Por más banal que todo aquello pudiese resultar para quien mirase de fuera, Nargu no recordaba haber sido tan feliz durante un sólo día de su vida, o de hecho haber sido de hecho siquiera feliz como tal.

Pasaban los días y las noches, y Nargu pasaba cada vez más tiempo en el bosque hablando, conociendo y jugando con su nueva, única y primer amiga. Cuando volvía al lugar que le había tocado considerar su hogar, siempre antes del anochecer, se lo podía notar mucho más relajado, alegre y feliz de costumbre, algo que no había caído muy bien a Lurlin y su banda, quienes de inmediato se propusieron descubrir la razón por la cual sus "bromas", burlas y golpizas parecían afectar cada vez menos al disminuido.

Bajo un hermoso árbol de cerezo, cubierto en su totalidad de pétalos del más fresco color rosado, le había prometido después de mucha insistencia por parte de su amiga que se escaparía del orfanato a la noche y se encontraría con ella bajo ese mismo árbol para bajar al claro que había a orillas de una cañada cercana a observar el amanecer juntos. Al volver al orfanato, descubrió que para su mala fortuna los cuidadores irían al bosque a traer leña al siguiente día a primera hora, y que quienes quisiesen podían acompañarlos: Lurlin y su banda habían sido los primeros en hacerles saber que los acompañarían para ayudar. No quería que ellos supiesen que iba al bosque, ni mucho menos que tenía una amiga, además, sentía miedo. Si le hacían todo lo que le hacían con los cuidadores nunca a más de diez metros, ¿qué serían capaz de hacerle en un bosque si se separaban tan solo un poco del grupo? ¿Y si iba por las suyas y lo encontraban? Lo último que cuidadores pensarían era que Lurlin había sido el responsable de que un pequeño híbrido de DemonEarth apareciese sin vida en un bosque.

Decidió entonces ir en la tarde, cuando el resto estuviese volviendo. Mientras iba de camino al bosque, se topó con Lurlin y su banda junto a los cuidadores, volviendo del bosque. Aunque su corazón de piedra se había detenido por unos segundos al ver al abusón allí, logró tranquilizarse a sí mismo cuando notó que este no le había prestado atención y de hecho ni siquiera le había dirigido la mirada, algo que siempre hacía con una sonrisa repelente antes de hacerle alguna maldad.

Siguió caminando en dirección al bosque, y al llegar la buscó arriba y abajo, al norte y al sur, al este y al oeste. Angus no estaba. La esperó bajo el florido árbol de cerezos bajo el cual todo los días la pequeña criatura solía esperarlo con una sonrisa llena de alegría. Las nubes, empujadas con extrema delicadeza por el viento primaveral, fueron su única compañía durante horas hasta la caída del sol.

Ya entrada la noche Nargu estaba nuevamente en su hogar, algo desanimado por no haber sido capaz de encontrar a su entrañable amiga. Se preguntaba si ella había estado esperándolo desde el amanecer, y si al ver que no llegaba nunca se había escondido de él como castigo, o algo similar. «Me lo merezco» pensó. Después de todo, ella había estado esperándolo prácticamente por un día entero y él no se había aparecido por cobardía. «Mañana me disculparé» se dijo a sí mismo mientras abría la puerta de la edificación del orfanato.

La cena estaba lista, y varios cuidadores junto a Lurlin, su banda y el resto de jóvenes Luftinukas ya estaban sentados y comiendo desde hacía un par de minutos.

Nargu —dijo Reignold con severidad—, llegas tarde a casa y a la cena. Conoces las reglas —sí, las conocía tan bien que era capaz de recitarlas casi textuales. Eran unas reglas creadas por el director del orfanato para mantener un mínimo de orden. Incumplirlas implicaba ser encerrado por un día entero en una habitación oscura a la cual los huérfanos le llamaban La Celda, aunque en verdad no tenía ningún nombre en particular, era sólo una habitación sin ventanas como cualquier otra—. Come y ve a ya sabes dónde —decretó el cuidador—. A diferencia de ti, tanto Lurlin como —otros jóvenes que a los ojos de los adultos eran prácticamente la encarnación de Helios— han ayudado mucho últimamente.

Sí —dijo Lurlin—, hoy ayudé a hacer la cena. —Nargu conocía demasiado bien la mirada que Lurlin le dirigía en ese momento. Sus ojos se entrecerraban y la comisura derecha de su boca se alzaba levemente. Estaba tramando algo, ¿pero qué?—. Vamos Nargu, come —sugirió el chico con fingida amabilidad.

Nargu lo miró algo temeroso y comenzó a comer. Y entonces lo vio, y el corazón le dio un vuelco y una desesperación y angustia tan intensos que amenazaban con cortarle la respiración de forma permanente lo arrollaron como arrollaba una repentina y furiosa avalancha a un Kazibara desprevenido, enterrándolo en la nieve tan profundo que ni en un millón de años lograría escapar de allí. En su plato flotaban sobre el caldo aún caliente dos tallos con raíces en los extremos, raíces que hacía tan sólo unos días lo saludaban y despedían cuando llegaba o se marchaba del bosque.

Los ojos de Nargu estaban abiertos como platos, y su expresión inexpresiva reflejaba una desesperación inconmensurable. Estaba completamente atónito. Lurlin rio, señalándolo con un dedo.

¿Qué le pasa? —bromeó— ¡Nargu! No me digas que no te gustó, después de todo el empeño que le pusimos cocinándolo y buscando los ingredientes...

Nargu no respondió. Seguía mirando el plato, completamente petrificado. Lurlin nunca lo había visto así; esta vez en verdad podría llegar a acusarlo con los cuidadores y peor aún: ellos podrían llegar a creerle. Rápidamente se levantó y fue hasta él para darle unas amistosas palmadas en la espalda.

Vamos, es —dijo señalando el plato con las manos— una broma Nargu, no te lo tomes así. Digo, era sólo un... —dudó, pensando en cómo llamar a aquella cosa— un bicho, de seguro encuentras otro por ahí.

¿Un bicho? —inquirió Reignold arqueando una ceja—. Explícate, Lurlin.

Después de unos rodeos y quitándole importancia al asunto, Lurlin confesó su versión de los hechos. Habían estado vigilando a Nargu durante los últimos días, y parecía ser que el medio demental había conseguido algún tipo de mascota en bosque. Lurlín había estado esperando en el cerezo, con el rostro a tan solo unos centímetros del tronco de un cerezo bajo el cual la criatura solía esperar a su amo. Cuando llegó allí, al ver aquellos negros ropajes que tan bien conocía se acercó con ligereza, asumiendo que sería Nargu. De las ramas del cerezo caerían sobre ella entonces dos Luftinukas, atrapándola. Según Lurlin, ellos sólo querían molestarla un poco, pero la agresiva criatura los habría atacado sin dejarles otra opción que defenderse para proteger sus vidas, acabando en el proceso y por error con la vida de aquel ser en cuestión. Pensaron que ya que había muerto, lo mejor sería que si muerte no fuese en vano, así que lo mejor sería darle alguna utilidad a su cuerpo, por ejemplo como alimento.

Aunque los ingenuos cuidadores se habían tragado aquella historia, Nargu conocía tanto a Angus como a Lurlin muy bien. La primera era todo menos agresiva mientras que el segundo cruel y manipulador; Angus no los había atacado, podría jurarlo por su vida.

A pesar de todo, los cuidadores consideraron la forma de actuar de Lurlin equívoca y decidieron que también debía ser encerrado, aunque lo que el director quizás no entendía era que seguir siempre las reglas a rajatabla no daba siempre los mejores resultados, y era poco factible que encerrar a Nargu junto a Lurlin fuese a terminar bien, menos aún en aquel momento.

En el oscuro silencio de la noche, lo único que se podía escuchar en La Celda eran los murmullos rabiosos de Lurlin, al cual no le había hecho un pelo de gracia la idea de ser enviado allí y de que su reputación de modelo a seguir se viese manchada.

¿Sabes, Disminuido? Fue divertido desmembrar a ese bichejo tuyo —admitió dejando salir una risotada—. No tienes idea de cómo chillaba mientras le arrancaba lenta y dolorosamente sus... —Lurlin rio de nuevo— ¿qué eran? ¿tallos? ¿palos? Bueno, da igual —dijo despreocupadamente—. ¿Alguna vez probaste su...? Ya sabes, esa fruta que creo que era su cabeza. Gorín —uno de sus amigos— dijo que se veía apetitosa y... y... —el Luftinuka se echó a reír como si aquello le resultaba extremadamente cómico—. la mordió... PFFF —soltó nuevamente la carcajada—. "¡NARGU! ¡AYUDA! ¡NARGU!" —un breve silencio—. Sí, creo que esas fueron sus últimas palabras antes de que el gordo le hincara el diente, que creo que la mató en el acto... O bueno, al menos dejó de moverse—un grave grito de furia sacudió los mismísimos cimientos de la habitación, un grito impulsado por una desesperación y desconcierto que se habían transformado en odio y furia en su estado más puro.

Un rápido golpe seco hundió parte del cráneo de Lurlin en la pared, por poco fragmentándolo en cientos de pequeños pedacitos. Nargu lo cogió del cuello con una mano y con una fuerza que hasta ese momento desconocía que poseía lo arrojó contra la pared, la cual de ser iluminada dejaría ver una gran cantidad de rajaduras causadas por el impacto del cuerpo del Luftinuka.

Dios Pyros enciende tu llama para guiar mi arma en la batalla —recitó con furia el DemonEarth impuro mientras avanzaba hacia Lurlin, ahora inconsciente. Había escuchado pronunciar aquel proverbio o lo que sea que fuese al Luftinuka todas y cada una de las veces que lo había golpeado y humillado junto a los otros payasos, creyéndose alguna clase de héroe o justiciero—. ¡¿Dónde estás?! —gritó de forma atronadora mientras lo buscaba a tientas en la oscuridad de la habitación—. Ah, aquí estás —dijo al encontrarlo para disponerse a alzarlo en el aire—. Jamás debiste haberte metido con Angus. —Ella era tan amable, tan inocente, tan...— La sangre con sangre se paga —y cuando se disponía a dar el golpe de gracia, la puerta de la habitación se abrió.

Santo Helios, guía a Nargu en este nuevo viaje— fueron las palabras que escuchó antes de que una increíblemente enérgica ráfaga de viento lo mandase volar. Su cuerpo había atravesado la pared y literalmente volado unas cuantas decenas de metros. Reignold salió de entre la cortina de polvo que se había levantado y caminado hacia Nargu, quien yacía tendido en el suelo—. Nada justifica lo que acabas de hacer, ni mucho menos lo que estabas a punto de hacer. Vete y no regreses jamás o deberé cavar una tumba.

¡Reignold, él— otra funesta y potente ráfaga de viento mandó a Nargu unos metros más lejos.

No deseo escucharte y no habrá una tercera advertencia; vete.

Nargu cerró el puño y maldijo a los cielos por absolutamente todo, por la vida que le habían dado a vivir, por las injusticias que había sufrido a lo largo y ancho de su vida y por lo desgraciado que era en general. Se levantó con los dientes apretados, se dio la vuelta y, cojeando, se marchó del lugar en silencio.

 

EXILIO

 

Caminó días y noches prácticamente sin parar, con la venganza como objetivo primordial y la furia como su única herramienta para alcanzarlo, pero sólo furia no bastaba, debía hacerse fuerte, muy fuerte, suficientemente fuerte como para acabar con todos aquellos odiosos Luftinukas por cuenta propia. Sería difícil, pero tenía apenas 23 años y una esperanza de vida posiblemente mayor a la de un Luftinuka corriente, con lo cual la falta de tiempo no sería un problema; tendría su venganza. Desafortunadamente la ira que se había encastrado en su interior era incontenible y no podía simplemente irse a entrenar a una cueva durante cuatrocientos años en silencio y paz, necesitaba liberar esos sentimientos y emociones de alguna forma, desahogarse.

Viajó a un templo de Pyros, en el que pidió fuerzas al dios para destruir a sus enemigos. Veía irónico que el dios que siempre parecía haber dado fuerzas a Lurlin para hacerle todo lo que le había hecho fuese el que ahora le daría fuerzas a él para acabar con el Luftinuka, con lo cual con fuerza comenzó a considerarse un seguidor de Pyros, el que según las historias que había oído y lo que entendía representaba la ira, la fuerza y la venganza.

Decidió entonces, tras conseguir información en diversas tabernas, convertirse en asesino, pero no tomaría encargos en cualquier lugar, lo haría sólo en el reino de los humanos. Se decía que eran las criaturas más débiles de todo Sansóläis, y aunque no lo admitiera quería tenerlos como objetivos para evitar fracasar y sentirse impotente una vez más, sentimiento que resultaba extremadamente asfixiante cuando se combinaba con ira, furia y rabia permanentes.

Ignorante de cómo funcionaba, imaginó que el Gremio de Asesinos jamás aceptaría a un DemonEarth disminuido, como él mismo había comenzado a considerar hacía ya tiempo, por el cual necesitaba una forma de esconder su rostro para, al menos a simple vista, pasar por un Luftinuka corriente. Fue así que, además de reparar y refaccionar los ropajes Luftinukas que solía llevar puestos y habían pertenecido alguna vez a su padre, decidió adquirir una máscara pedida a medida a un artesano y pagada con un mes de trabajo pesado buscando materiales en unas minas abandonadas no muy lejos del hogar del mercader. Cubrió también el resto de su cabeza y se aseguró de ayudar con el diseño de la máscara para que fuese simple y fácil de recordar para todos aquellos quienes lo viesen. Se convertiría en una leyenda viviente que algún día volvería a por Lurlin y el resto, quienes con horror gritarían antes de morir.

Llegó tiempo después a la perdida taberna que Sargramoth, su hermano, le había dicho que visitase si deseaba verlo o necesitase ayuda, y la necesitaba, pues deseaba convertirse en un asesino. El tabernero en cuestión tenía un acuerdo con su hermano; si alguien llegaba buscándolo, recibiría alojamiento y dos comidas al día que el Luftinuka pagaría en su próxima visita al lugar, lo cual normalmente se daba cada uno o dos meses. En algunos casos enviaba a uno o ambos de sus hijos a modo de emisarios si por algún motivo no podía permitirse acudir en persona.

Para fortuna de Nargu, Salgramoth en persona se apareció allí junto a sus hijos, Mariscal y Nemea, dos jóvenes Luftinukas que, siempre tomando a su padre como referencia y ejemplo a seguir, deseaban volverse asesinos de los cuales él se pudiese enorgullecer. El reencuentro de los dos hermanos fue extraño, pues aunque físicamente quitando la ropa refaccionada, la máscara nueva y unos cuantos centímetros más de altura su hermano no había cambiado demasiado, su personalidad era casi un opuesto a la que solía ser. Parecía estar enojado o molesto todo el tiempo y al más mínimo malentendido una furia exasperada comenzaba a arder con fuerza en su interior. Por muchas veces que preguntase qué era lo que le había sucedido, lo único que recibía por parte de Nargu eran bufidos y gruñidos seguidos de un grave vozarrón que decía cosas como "No quiero hablar de eso" o "No importa". A pesar de todo el tiempo que había pasado desde aquello, no había habido un solo día en el que no recordase a Angus, la promesa que jamás sería capaz de cumplir, al cruel desgraciado de Lurlin y al injusto y soberbio cuidador Reignold, quien había defendido a su huérfano favorito. Rezaba a Pyros por fuerza y por que la llama de su odio siguiese ardiendo con fuerza e intensidad hasta haber vengado a su amiga asesinada.

Salgramoth terminó aceptando el pedido de su hermano, con lo cual se dispusieron a partir hacia la sede del Gremio de Asesinos. Un robusto Kazibara con un interesante grueso de abrigos los recibió al llegar con un fuerte apretón de manos a cada uno. Su nombre era Sombrío, o al menos eso era lo que respondía cada vez que se lo preguntaban. En todo caso, era uno de los más reconocidos asesinos crueles de todo Sansóläis y quien había introducido a Sargramoth en ese mundillo. El Luftinuka le había pedido que evaluase a su hermano, que lo entrenase y recomendase, algo para lo cual todos sabían que el Kazibara se prestaba siempre y cuando le agradase el iniciado, y luego de un breve intercambio de palabras con el enmascarado, ese resultó ser el caso.

 

SEÑOR MUERTE

 

El entrenamiento no había sido sencillo y de hecho había sido más duro que cualquier piedra que hubiese visto jamás, pero después de 15 largos años de intensas rutinas y desafíos lo había terminado. Había superado casi sin descanso ni reposo entre uno y otro, los más diversos entrenamientos para aumentar su fuerza, resistencia, voluntad y constancia, así como para hacer del dolor una sensación casi tan normal como la de estar respirando. Aunque eran innumerables los tipos de desafíos que había debido enfrentar, los que más recordaba eran aquellos que más tiempo le habían tomado superar. Subir aquel escarpado acantilado de más de mil metros de altura únicamente haciendo usos de sus manos y brazos y recorrer más de 100 kilómetros comenzando a primera hora de la mañana y debiendo terminar antes del anochecer lo habían dotado de la fuerza y resistencia que los mejores asesinos necesitaban. La intensidad de los desafíos que su maestro le presentaba a diario, siempre con la advertencia de que si los omitía una sola vez lo asesinaría, habían forjado en él una perseverancia difícil de conseguir incluso para el más estricto devoto. A pesar de que esa advertencia de que lo asesinaría la decía entre risas (unas algo lúgubres, había que reconocer), Nargu nunca en esos quince años lo había escuchado hacer una sola broma como tal, y en esos momentos en los que parecía que su cuerpo y mente habían llegado al límite y su aún latente ira interna no bastaba para hacerlo seguir, el miedo de que las palabras de quien consideraba su maestro fuesen en realidad muy serias lograban de alguna forma darle fuerzas para seguir y no caer rendido.

Su maestro había sonreído y asentido, complacido cuando, al terminar su entrenamiento, Nargu le había hecho saber que se convertiría en un asesino cruel como él.

No te confundas, tu entrenamiento aún no termina —le había explicado su maestro, tomándolo por sorpresa con aquella afirmación—. Aún te falta la prueba de crueldad.

Según Sombrío, para ello debería aceptar encargos a débiles e inocentes, y nada podía ser mejor que eso pues los humanos cumplían en su mayoría con el primero de los requisitos. Nargu sonrió con decisión tras su máscara. Su ira y enojo habían sido soportables durante esos últimos años por el intenso y extremadamente extenuante esfuerzo físico al cual se había sometido a sí mismo, aplacándolos en gran medida, pero ahora que este entrenamiento había terminado no sólo ya no había nada que contuviese aquellas emociones sino que el superávit de energía de la cual que disponía potenciaban incluso más esas ganas casi irracionales de destruir todo lo que encontrase en su camino.

Viajó entonces a una ciudad humana y, recomendado por su maestro y mentor, comenzó a realizar encargos para el gremio. Aunque en un principio sólo aceptaba los que tenían como objetivo a débiles e inocentes, esos prontos le resultaron demasiado sencillos y muy poco satisfactorios, con lo cual comenzó a aceptar todos y cada uno de los que recibía. Un par de años después, pocos eran los humanos que no habían escuchado ningún rumor sobre el "Aumentado", un Luftinuka que usaba una blanca máscara lisa y medía más que cualquier otro individuo de su raza. Tenía una fuerza tal que era capaz de cercenar el torso de un hombre con armadura con un movimiento con su espadón, de romper paredes a puño limpio y de arrancar cabezas de una patada. Entre aquellos que afirmaban haberlo visto era bastante común escuchar teorizar que había adoptado aquel extraño estilo por diversión y/o para confundir a posibles oponentes, y que en realidad lograba aquellas hazañas con su magnífico y exquisito control sobre el viento. La confusión y sorpresa llegó cuando rumores de que había vencido —y posteriormente asesinado— a un elementalista de hielo con relativa facilidad comenzaron a circular aquí y allá, algo que incluso para un Luftinuka maestro en las artes elementales era impensable lograr. Entre su aparente invencibilidad y sus aterradores y sanguinarios asesinatos a plena luz del día, "Señor Muerte", como lo había terminado siendo llamado primeramente por la población y más tarde por las autoridades, que ya habían confirmado que no se trataba de un rumor sino de alguien muy real, Nargu se convirtió en un problema del que deberían hacerse cargo. Pero alguien se les adelantó.

En una noche de invierno Nargu recibió un pedido un tanto peculiar. La recompensa exageradamente desproporcionada para lo que normalmente se pagaba le había dado igual, pues no se fijaba en el pago de los encargos; lo que había llamado su atención era que quien realizaba el pedido era la misma persona objetivo, un tal White, aunque parecía ser más un seudónimo escogido al azar que un nombre real. «¿Te crees muy listo, puerco?» dijo para sí mismo mientras hacía de la hoja del encargo una diminuta bola de papel que lanzaría contra un rincón. «Este fue el peor y último error de tu vida» pensó mientras con los ojos inyectados partía hacia el lugar en el cual según decía el encargo aguardaba el sujeto en cuestión.

Se trataba de la amplia azotea de una fábrica abandonada. Al llegar pudo distinguir a un hombre encapuchado que lo esperaba tranquilamente sentado en una silla de madera con una pipa en la boca.

Así que eres tú... —dijo levantando levemente la cabeza—. "Señor Muerte".

Eres mi objetivo —respondió Nargu con su grave y profunda voz—. Morirás aquí —sentenció.

Para su sorpresa y enojo el hombre rio, como si aquellas palabras le resultasen especialmente cómicas. Negó con la cabeza, sonriente, mientras se llevaba la pipa a la boca e inspiraba por ella para luego dejar salir una humarada con olor a tabaco. Apoyó la pipa sobre el suelo con la delicadeza de quien deja a un bebé que se acaba de dormir en su cuna y lo señaló con el dedo.

Eres demasiado engreído para ser un pequeño demental de tierra que caza humanos por entretenimiento, ¿no crees? —el hombre desenvainó dos negras y afiladas espadas, cuyas hojas estaban recubiertos por unos extraños halos de aire visibles entonces por el humo que la pipa había dejado a su alrededor—. Ven —ordenó poniéndose en guardia.

Los ojos de Nargu bien podrían haber saltado hacia fuera en aquel momento debido a la furia que ese insignificante humano le había generado. ¡¿Cómo osaba un simple humano tomarle el pelo y mirarlo por encima del hombro a él, al Señor Muerte?! Se creía invencible entre los humanos, hacia los cuales había acabado desarrollando un profundo desprecio por considerarlos criaturas inútiles, corruptas e indefensas que aun así miraban al resto de razas con desagrado y altivez. Le enseñaría su lugar a aquel humano, al cual aquel acto de valentía o estupidez le costaría la vida.

¿Cuál es tu nombre? —gruñó. Se aseguraría de que observase todo lo que apreciaba destruirse, incapaz de hacer nada al respecto: sin brazos, sin piernas. Ningún humano lo volvería a desafiar.

Puedes llamarme Señor Vida —respondió sarcástico el humano—, aunque yo no necesito esconderme tras una máscara.

Nargu profirió un furioso grito de guerra y cargó contra "Señor Vida", quien para su sorpresa lo esquivó saltando sobre él sin demasiado esfuerzo.

¿Eso es todo? —preguntó mientras hacía una floritura con sus dos espadas a la vez.

Nargu cargó nuevamente y rodando hacia un lado e impulsándose con los brazos para terminar el movimiento quedando de pie de forma  elegante y grácil, Señor Vida volvió a esquivarlo. No tuvo tiempo de provocarlo con la labia nuevamente antes de tener a un rabioso híbrido de Luftinuka y DemonEarth lanzándole veloces golpes consecutivos a los cuales un único impacto les bastaría para enviarlo con sus antepasados. Esquivó todos y cada uno de ellos hasta que un repentino y astuto cambio de ritmo en los golpes del cada vez más desenfrenado Nargu lo obligaron a bloquear con sus espadas dos golpe dados al unísono con ambos puños de piedra del asesino, haciéndolo deslizarse varios metros hacia atrás.

Eres bueno —admitió—, pero no puedes vencerme.

Nargu se miró las manos. Unas profundas rajaduras causadas por el impacto de sus nudillos contra el filo de aquellas extrañas espadas habían amenazado con arrancarle una parte de sus manos; afortunadamente no lo habían conseguido. Sanarían. Por primera vez desde que se había convertido en Señor Muerte sentía miedo. ¿Quién era aquel hombre? ¿Cómo podía un humano ser poseedor de tal destreza?

¿Podemos hablar? —preguntó el hombre justo antes de que Nargu reuniese valor para atacarlo nuevamente. El espadachín suspiró y rápido como un rayo saltó hacia el Señor Muerte, que una vez más cargaba furiosamente hacia él. Dio un giro en el aire y evadiendo los dos espadones que su oponente ahora blandía calculó con una precisión milimétrica la fuerza exacta que debía hacer en cada músculo de su cuerpo para clavar una de sus espadas en el agujero izquierdo de la máscara del híbrido, reventando su glóbulo ocular y estando cerca de dejar deslizar la hoja hasta el centro de la cabeza. El gran Luftinuka de piedra cayó al suelo con aquel inhumano humano sobre él, el cuál impulsándose con los pies en el cuerpo del Señor Muerte dio un salto hacia atrás, quedando a unos pasos del mismo. Nargu se llevó la mano al hueco de su máscara que acababa de ser atravesado, increíblemente adolorido y con la mitad de visión que solía tener. Se quedó allí, sentado en el suelo con las piernas extendidas, derrotado. La realidad era que no podía vencer a aquel hombre. Qué patético. Después de todo por lo que había pasado, ser asesinado por un humano...

¿A qué esperas? —preguntó, retirando su mano de la máscara, ahora manchada por un líquido negro que hasta hacía poco había estado contenido dentro de su ojo—. Ya mátame.

El hombre negó con la cabeza, envainó sus armas y se acercó al Señor Muerte, poniéndose de cuclillas en frente a él.

Yo no soy Señor Muerte, soy Señor Vida, ¿lo olvidaste? —Tras la máscara el ojo sano de Nargu lo contemplaba, perplejo. ¿De qué estaba hablando? ¿Acaso no planeaba asesinarlo?— ¿Cuál es tu nombre? Tu nombre real.

...Nargu —respondió. Hacía tiempo que no oía ese nombre. Incluso en su mente se llamaba a sí mismo Señor Muerte.

Bien —dijo con una leve y amable sonrisa, bajándose la capucha y dejando ver una corta y rubia cabellera que iba a juego con sus ojos amarillos—. Mi nombre es Elizandro. Es un gusto conocerte, Nargu —le sonrió.

Nargu no entendía qué estaba pasando. Fuese quien fuese ese tal Elizandro, estaba más que claro que había investigado y sabía muy bien todo lo que se rumoreaba sobre él e incluso más, como que por ejemplo el hecho de que no era un Luftinuka, algo evidenciado no sólo por sus palabras sino también por las armas que llevaba consigo, muy posiblemente escogidas especialmente para aquel encuentro. No percibía malicia en su voz, estilo de combate ni actitud.

¿Qué es lo que quieres? —inquirió Nargu sin siquiera esforzarse en levantarse, pues daría igual. No podría escapar y mientras que atacarlo posiblemente significaría el fin de su vida intentar defenderse de una posible ofensiva sólo alargaría un poco su sufrimiento antes de ser finiquitado por los veloces golpes del Señor Vida.

Elizandro se mantuvo en silencio durante unos segundos y finalmente se puso de pie.

Nargu, dime, ¿crees en las segundas oportunidades?

No —bufó de inmediato—. Tienes una vida, una oportunidad. Si la desperdicias, mueres.

¿Como tú ahora? —dijo rápidamente desenfundando y llevando sus espadas muy cerca al cuello del ser de piedra.

Sí —respondió Nargu, preparado para morir.

Elizandro negó con la cabeza de forma desaprobadora.

—Yo creo en las segundas oportunidades. Creo que todos somos capaces de cambiar para bien, incluso alguien como tú —dijo enfundando sus armas nuevamente—. No conozco tu pasado pero con tan solo mirarte puedo estar seguro de esto: Alguien te hizo daño, ¿verdad? Alguien a quien incluso hoy le guardas un rencor inabarcable. Puede que durante toda tu vida hayas creído que lo único que te quedaba era odio y que sin él no tenías nada. He estado en tu lugar, y tuve la suerte de que alguien me salvó del destino agonizante y vacío al que me dirigía, el mismo al que te diriges tú. Desde entonces ayudo a quienes son como fui alguna vez a traer sentido de nuevo a sus vidas, a darles un propósito que traiga bien al mundo, así como de encargarme que no dispongan de una tercera oportunidad —dijo mirando a un lado. Nargu había entendido perfectamente a qué se refería con aquello—. No te conviertas en alguien igual o incluso peor que quienes te dañaron, sé alguien mejor, capaz de evitar que otros pasen por cosas como las que has pasado tú—le dijo tendiéndole la mano.

Nargu lo miró durante unos largos segundos mientras millones de ideas y emociones encontradas batallaban en su interior. Finalmente, muy despacio y temblando no por miedo a Elizandro sino por esas intensas emociones que caóticamente se arremolinaban en su interior, llevó su mano hasta la del espadachín, que lo ayudó a levantarse de forma algo simbólica. El hombre le sonrió y cuando sus manos se separaron vio el objeto que había ahora en su palma, dejado allí por el espadachín. Se trataba de un pequeño y delicado colgante con el símbolo de Icycla tallado en una brillante piedra turquesa. Alzó su cabeza hasta posar su mirada sobre Elizandro, quien asintió. Por contradictorio que sonase, perder un ojo y experimentar un gesto de compasión habían sido lo que le había hecho falta para abrir los ojos y ser capaz de ver todos sus errores y en lo que se había convertido. Al mirar para atrás veía un pasado del que Angus no se enorgullecería, de hecho, habría llorado de haberlo visto, llorado por él. Lo mínimo que podía hacer era intentar redimirse y hacer que se enorgulleciese del bien que traería al mundo en el futuro. Sabía qué debía hacer y cómo, o al menos creía hacerlo, sólo faltaba comenzar a ponerlo en práctica.

Gracias —dijo Nargu, cabizbajo por primera vez en muchos años.

—Agradéceme cuando hayas cambiado la vida de alguien para bien —respondió Elizandro mientras otra figura encapuchada aparecía por su espalda—. Él es Krun, y es como tú y como yo, alguien a quien se le ha dado la oportunidad de redireccionar su vida y hacer el bien. Serán compañeros de armas durante los próximos 5 años —afirmó. Ninguno de los dos se atrevió a protestar o hacer preguntas—. Pasado este tiempo, si sus caminos seguirán unidos o se separarán quedará a discreción de ustedes. Confío en que no traicionarán mi confianza y harán buen uso de esta poco común segunda oportunidad —dijo casi a modo de advertencia mientras recogía su pipa y se alejaba del lugar—. Por favor mi Diosa, guíalos a para que se mantenga en el camino correcto —susurró de ojos cerrados antes de despedirse—. Buena suerte —habían sido sus últimas palabras de despedida antes de desaparecer tras la oscuridad de la noche.

 

REDENCIÓN

 

El primer lugar que visitaron fue, después de una quizás demasiado breve charla, el más cercano templo de Icycla. Juraron ambos no volver a desviarse jamás del camino del bien y vivir ayudando a otros como ellos, grabando las palabras del rezo de la diosa en sus corazones. Durante los próximos 5 años, tiempo que habían aceptado pasar juntos persiguiendo un mismo objetivo, habían logrado salvar a unos cuantos que de una forma y otra eran como alguna vez habían sido ellos, así como de asesinar a aquellos que echaban a perder la segunda oportunidad que a través de ellos dos Icycla les había brindado. Generalmente era Nargu quien se encargaba de esto dada su maña para hacer sufrir a sus víctimas antes de morir, algo que ambos veían necesario y merecido. Pasado ese tiempo y habiendo estrechado lazos, decidieron seguir juntos para seguir haciendo cumplir la voluntad de Icycla, que era el de traer bien al mundo, o al menos así lo interpretaban ellos.

Varios años más tarde, les llegó mediante un cuervo un mensaje de un Luftinuka al que habían salvado; deseaba verlos. Su nombre era Brío, y había sido por lejos a quien más les había costado vencer para posteriormente poder ofrecerla una segunda oportunidad. Se trataba de un elementalista individual de viento, algo que combinado con el hecho de que fuese un Luftinuka y que Nargu no era especialmente fuerte contra Luftinukas tan especializados en ser Luftinukas, habían hecho la tarea de vencerlo sin matarlo una especialmente difícil.

Lo habían emboscado en un pueblo abandonado en el cual habían descubierto después de investigar lo suficiente, que el Luftinuka pasaría una noche. Mientras dormía en una pequeña torre de piedra, le edificación más estable y en apariencia segura del lugar, Nargu había de dos patadas laterales destruido las firmes y largas columnas de piedra que daban sostén a la estructura, la cual rápidamente comenzaría a desmoronarse sobre sí. Aunque esperaban que el elementalista fuese capaz de sobrevivir a aquello, no contaban con que le daría el tiempo de con una potente onda expansiva mandar volar los numerosos bloques de piedra que caían sobre él con tal facilidad para quedar levitando a unos cuantos metros del suelo, sobre una pequeña montaña de piedra desordenada.

Los ataques por parte del elementalista no se hicieron esperar sobre el desprotegido blanco fácil que era el gran Nargu, quien apretó los dientes y como pudo se protegió con los brazos de los despiadados latigazos de aire que recibía. Tiró todas las granadas de humo que llevaba encima, gentileza de Krun, y de alguna forma logró escapar sin ser tocado por los aún más potentes latigazos de aire que el Luftinuka lanzaba, claramente molesto por aquella distracción. Nargu se había escondido en una choza medio derrumbada que había en las cercanías, y como el plan B dictaba, comenzó a gritar para provocar al Luftinuka, quien no se demoró en arremeter contra el lugar con poderosos hechizos. Otra granada de humo, esta vez lanzada por alguien más que aún se escondía en las sombras, permitió a Nargu escapar nuevamente.

Conociendo lo confiado, iracundo y descuidado a la hora de usar sus poderes que era el Luftinuka, el plan B, uno pensado para el poco probable pero posible caso de que sobreviviese intacto al derrumbe, consistía en agotar al elementalista hasta que, sin fuerzas, se rindiese ante ellos. Sorprendente o no, luego de unos agitados minutos parecía estar dando resultado. Los ataques de Brío eran cada vez más débiles y lentos. Además, había dejado de levitar en las alturas y ahora lo hacía a tan solo unos centímetros del suelo. Un dardo se clavó en su mejilla y poco a poco la fuerza pareció abandonarlo, haciéndolo caer al suelo, tieso pero consciente. Krun había estado esperando pacientemente al momento perfecto para disparar el dardo con el difícil de conseguir veneno para Luftinukas, y parecía ser que había conseguido acertar el disparo.

Lo que sucedió luego fue lo que sucedía en la mayor parte de los casos: los objetivos tomaban su segunda oportunidad. Posteriormente, al igual que Elizandro había hecho con ellos dos, lo habían emparejado con un humano elementalista de hielo al que habían ayudado a corregir su camino en el pasado, y ese mismo otro era el motivo por el cual Brío les había pedido reunirse. Parecía ser que ese mismo humano había escupido en la cara de Icycla después de que esta le ofreciese una segunda oportunidad, volviendo a sus malos hábitos de asesinar inocentes y hacer el mal allá donde fuese,

Los tres juntos investigron un poco y acabron descubriendo quién era el próximo objetivo del traidor, un humano que se dedicaba a robar víveres de carretas de mercancías, tendiéndoles emboscadas. Aunque su banda había sido capturada, él había logrado escapar, y los rencorosos mercaderes habían reunido entre todos suficiente oro para ofrecer al Gremio de Asesinos una jugosa recompensa por su cabeza. Por caprichos del destino lograron encontrar al chico antes que quien pretendía asesinarlo, y luego de explicarle quiénes eran y qué querían a quien, a pesar de no ser un seguidor de Icycla, tras conocerlo un poco consideraron alguien que seguía sin saberlo el camino de Icycla, el joven explorador Waterfox aceptó ayudarlos. Habían después de numerosas torturas acabado con la vida del elementalista, que como mosca a la fruta se había dirigido a la ubicación en la que mediante rumores falsos esparcidos por el mismo Waterfox había descubierto que se encontraba su objetivo, solo para descubrir que quienes ya lo habían derrotado una vez lo esperaban en silencio.

Pero eso no bastaba. Habían escuchado atentamente la historia de Waterfox, un hombre que robaba alimentos a los mercaderes para venderlos a bajísimos precios en barrios y pueblos pobres, en los cuales decenas morían cada mes por falta de algo para llevarse a la boca. Aunque el Gremio de Asesinos había estado atento a las acciones de Nargu y Krun, era la primera vez que rompían la regla de "robar el encargo", y tiempo más tarde romperían la que protegía la privacidad del cliente, cuando comenzaron a asesinar a los mercaderes, que según les había hecho saber el explorador humano ya habían recibido varias advertencias de que no estaban haciendo lo correcto, con lo cual a los ojos de Nargu y su compañero habían tenido más de dos oportunidades; algo inaceptable.

Sargramoth, el hermano de Nargu, había llegado una noche con la respiración agitada. El Gremio de Asesinos estaba tras ellos cuatro, y no sólo eso, el mismísimo Sombrío había jurado acabar con Nargu. "Ese maldito desagradecido pagará por traicionar mi tiempo y confianza" había afirmado antes de partir en su búsqueda. La misma noche en la que Sargramoth había llegado sería la misma en la que moriría, pues Sombrío lo había estado siguiendo de cerca. El experto asesino los había tomado por sorpresa, ideado inconsciente al elementalista y al humano asesino con una velocidad impresionante; se encargaría de torturarlos hasta la muerte más tarde. El futuro del explorador, Nargu y su hermano no parecía mucho mejor, pues aquella bestia salvaje, despiadada y desenfrenada que era Sombrío no era fácil de detener una vez te había puesto entre ceja y ceja. En un acto desesperado, Sargramoth se suicidó mientras se lanzaba hacia el imparable asesino, que a pesar de haberse cubierto justo a tiempo no había podido evitar perder una pierna cuando aquel vendaval.

Con los gritos furiosos del entonces incapacitado pero no por ello poco peligroso Sombrío, Nargu cargó a sus dos compañeros inconscientes sobre sus hombros y escapó junto al explorador. Se reunió con sus sobrinos y les habló de lo sucedido. La indignación de los Luftinukas era inimaginable. Su padre había dado su vida por el gremio, y ni siquiera había formado parte del grupo de Nargu, ¿por qué había debido morir? Juraron durante la siguiente noche junto a una fogata acabar con el Gremio entero. Cada uno tenía sus propias razones pero un objetivo común. En el caso de Nargu y Krun, una entidad que les impedía hacer cumplir la voluntad de Icycla no tenía razón de ser. Nemea y Mariscal deseaban venganza, principalmente contra el hombre que había asesinado a su padre pero también por el gremio que tanto amaba y el que, de alguna forma u otra había traicionado a su padre. Brío veía a Nargu como su mentor y su propósito era ahora el mismo que el suyo, mientras que Jack Waterfox aceptó acompañarlos en agradecimiento por lo que habían hecho por él y por el pueblo al asesinar a aquellos mercaderes. Por supuesto, también esperaba que pudiesen ayudarlo a encontrar y liberar a sus capturados y desde hacía tiempo desaparecidos fieles compañeros bandidos.

Se retiraron a un lugar oculto, escondidos de la civilización, en el que entrenarían a diario en conjunto hasta sentirse totalmente preparados para destruir al gremio. Hoy se cumpliría el tercer año de entrenamiento. El grupo había decidido llamarse La Sombra de Sargramoth, en honor al Luftinuka en gran parte causante de su coalición y objetivo común. Todos ocultarían su rostro tras máscaras o similares como símbolo de pertenencia a aquel grupo.

 

♦DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

¥ Miedos: 

Nargu es alguien curado de espanto. Ha sido autor, víctima y testigo de las más crueles situaciones y más de una vez ha estado al borde de la muerte. Quizás lo único que le aterra es que su camino del bien se desvirtuase sin él ser consciente de ello, algo que sabe que no sería imposible y a lo que siempre presta atención.

¥ Ticks:

Adquiró en algún momento a manía de deslizar sus dedos por paredes o superficies a la altura de sus brazos por pequeños lapsos de tiempo si habla y camina a la vez.

¥ Pasatiempos/gustos:

Ayudar a hacer del mundo un lugar mejor es sin duda su principal objetivo y propósito en la vida. Siguiendo el camino de Icycla, dar segundas oportunidades a quienes eran como alguna vez había sido él, asesinos despiadados que hacían daño a inocentes disfrutando de hacerlo o de la recompensa que recibirían por hacerlo.

Asesinar de las formas más crueles a quienes escupiesen en la cara de Icycla, luego de esta haberles a través de él dado una segunda oportunidad. "Escupir en la cara de Icycla" era como él le llamaba al hecho de volver a caer en malos hábitos después del ultimátum para cambiar, malos hábitos que consistían principalmente en aquellos mismos asesinatos indiscriminados.

Contemplar en silencio y paz el cielo estrellado desde siempre fue algo que a Nargu fascinaba. Esos puntos luminosos en la oscuridad de la noche parecían haber sido colocadas allí para dar esperanza a quienes la necesitaban. Se preguntaba quién y por qué las habrían puesto allí, o por qué no se veían durante el día, ¿le tendrían miedo al sol?

La actividad física siempre lo pone de buen humor, y por muy extraño que pueda ser ver a un gran asesino enmascarado jugando carreras o a la atrapada, no es raro verlo haciendo este tipo de actividades si la situación se da a ello. Por supuesto, su participación en dichas actividades suele hacerlas bastante más extremas siendo que se las toma bastante en serio y da todo de sí, con lo cual incluso las escondidas se pueden transformar en un juego poco seguro.

Los niños y los hijos de mimalí son criaturas que le agradan de forma natural, aunque no por ello estaban exentos de seguir el camino de Icycla, o de tener dos oportunidades. Si desperdiciasen la segunda...

Aunque parece tener cosas más importantes en mentes, su ego no es inexistente. Que a muchos les suene el nombre "Señor Muerte", que a quienes de pronto se lo encuentran se les congele la sangre al verlo y el aura de misterio que sabe o cree que los desconocidos perciben en él le da cierta satisfacción.

¥ Odios:

Odia todo lo que considera que sigue trayendo mal al mundo luego de un seguidor de Icycla haberle dado la oportunidad de corregir su camino.

¥ Manías:

Preguntar por el nombre de sus víctimas antes de asesinarlos, para rezar a Icycla por que guíe sus almas en el más allá. También suele cavarles una tumba sobre las que los entierra junto a sus pertenencias, colocando una pequeña pila de rocas a modo de lápida.

¥ Descripción ampliada:

Los únicos miembros de su familia que conoce y siguen con vida son sus dos sobrinos, a los que aprecia profundamente. Cree que es su obligación protegerlos siendo que su hermano y padre de ambos, quien se supone que debería estar para protegerlos, se sacrificó para que él y sus compañeros sobreviviesen, hecho del cual no puede evitar sentirse culpable puesto que Sargramoth lo había ayudado mucho y por si fuese poco no tenía nada que ver con todo aquello. En cuanto a su madre, aunque alguna vez le importó y se sintió mal por no conocerla ni saber sobre demasiado sobre su pasado o razones por la cual lo abandonó, actualmente no le podría dar más igual e incluso si siguiese viva la consideraría una extraña. Por supuesto, del dicho al hecho hay un trecho y si en verdad se la encontrase no está seguro de cómo reaccionaría.

Tiene con Krun un estrecho vínculo de amistad, y luego de tantos años con el hombre le resulta difícil imaginarse cómo sería su vida de servidumbre a Icycla y al bien del mundo sin él. Aunque nunca le ha comentado nada al respecto, le preocupa el hecho de que al los humanos ser tan efímeros, pronto llegue el final del hombre, dejándolo solo. Por supuesto, los relativamente recién llegados a su vida Brío y Jack Waterfox alejarían un poco esa soledad, pero incluso así, la ausencia del asesino dejaría un pequeño vacío en su corazón de piedra. A esos dos los considera aprendices, de alguna forma, así como se considera a sí mismo aprendiz de Elizandro pese a que no pasó más de unos cuantos minutos con él en su vida, y no lo volvió a ver jamás. Es algo reservado con extraños aunque no suele rehuir de una conversación con uno prácticamente del tema que sea si uno se viese interesado en conversar con él, algo que por su oscura apariencia ha ocurrido contadas veces.

Aunque los bosques a veces le producen nostalgia y melancolía, son los lugares que más adora. La suave brisa moviendo las copas de los árboles, el sonido de los grillos, del agua en una cañada lejana cayendo contra las piedras pulidas por el paso del tiempo... Las grandes ciudades por otra parte no son algo que le agraden en demasía, principalmente porque dada su altura no es capaz de pasar por las puertas sin agacharse en muchas ocasiones, debiendo permanecer así para no destruir el techo en gran parte de ellas.

Alguna vez influencias externas lo hicieron odiarse a sí mismo por la piedra y tierra con la cual estaba hecho cuerpo, ocultándose tras las vestimentas que le habían dicho que había sido en el pasado su padre, a la que de alguna forma le guardaba cierto cariño y a través de las cuales quería creer que su padre lo vigilaba. Hoy no está sólo orgulloso de las ropas que porta sino también del cuerpo de piedra que hay bajo él, un cuerpo digno de un servidor de Icycla, forjado mejor que con yunque y martillo durante aquellos quince años de duro y exigente entrenamiento con quien había sido alguna vez su mentor.

Su máscara por otra parte fue alguna vez meramente para dar miedo y pasar desapercibido, pero hoy día la considera un importante símbolo. Dos oportunidades, dos ojos. Perdió una de las oportunidades, e Icycla lloró como cuando lloró a causa de Pyros, dejando el surco de una lágrima negra dibujada en esta. Le quedaba una oporturnidad, un ojo. No defraudaría a su diosa.

El oro y lo material nunca fueron algo que le importase en lo más mínimo, y con tener suficiente para subsistir, tener equipamente y poder viajar le es más que suficiente. Siempre y cuando no lastimen a inocentes para conseguirlo, no le molesta que otros lo busquen de forma desesperada o los métodos que utilizen para obtenerlo. Del mismo modo, las injusticias sociales no le parecen un tema proritario siempre y cuando inocentes no mueran directa o indirectamente a causa de ello.

Nargu quiere ser alguien como Elizandro, el hombre que alguna vez le abrió los ojos y le hizo ver todo el mal que estaba haciendo a otros, de forma totalmente hipócrita y exactamente como otros habían hecho con él alguna vez. Tiene la certeza de que es Icycla quien envió a su mentor y que es ella quien, a través de él, le ha dado una segunda oportunidad de hacer el bien. Su principal motivación es impedir que otros sufran como sufrió alguna vez y como él mismo había hecho sufrir a otros, intentando abrirles los ojos a los agresores perdonándoles la vida siendo totalmente capaz de quitárselas, ofreciéndoles la otra mejilla de Icycla. Si desperdiciaban esa oportunidad, no merecían otra, pues volverían a desviarse del camino a seguir y lastimar a un inocente una vez más; purgarlos sería necesario.

Actualmente está tras el Gremio de Asesinos. Aunque antes consideraba a los asesinos como los que llevaban dentro el mal, descubrió que eran también no sólo los clientes sino el mismo gremio el que traía mal al mundo. Siendo así, el gremio debía desaparecer, en todo caso convirtiéndose en un gremio justo que únicamente asesinase a quienes desperdiciaron su segunda oportunidad. Con Icycla de su lado, no cree que fallar sea una posibilidad.

Para quienes lo ven de fuera, Nargu suele parecer un ser totalmente inexpresivo e insensible, principalmente por la máscara que lleva y la monotonía grave que es su voz. Aún así, siente, siente tristeza, ira, pérdida y felicidad como cualquier otro. Aunque por muchos años ira fue lo único que corría por las inexistentes venas de piedra en el interior de su cuerpo, desde que decidió seguir el camino de Icycla emociones y sensaciones que creía ya no ser capaz de tener comenzaron lentamente a volver a él. Se volvió alguien mucho más reflexivo de lo que jamás había sido, aunque aquella parte reactiva aprendida durante su entrenamiento y años de maldad seguía impresa en su esencia.

Mientras que lo que más felicidad le da es traer bien al mundo, ayudar a otros a corregir su camino y eliminar el mal, es consciente de que sin quererlo podría terminar volviéndose lo mismo que era antes pero con pequeños matices. Es por esto que siempre evalúa con mucho cuidado a quiénes elegir como objetivos a los cuales ayudar o eliminar, y si en verdad han asesinado o dañado a inocentes o tenía alguna razón entendible para hacerlo, en cuyo caso prefiere no acutar.

 

♦SEGUIDORES♦

Nemea

¥ Raza: Luftinuka

¥ Clase: Pícaro acróbata

¥ Edad: 64 años

¥ Sexo: Femenino

¥ Descripción psicológica: Ocultos tras su máscara los ojos atentos de Nemea siempre analizan sus alrededores, evitando caer en distracciones banales. Aunque a menudo escuetas, sus intervenciones en las conversaciones suelen ser inteligentes y perceptivas, resultando ser una importante aliada a la hora de planificar estrategias de todo tipo.

Cuida de su hermano más que de sí misma y gustosa daría su vida para salvarlo si esto hiciese falta.

¥ Historia: Hija de Sargramoth Náeres y hermana mayor de Mariscal Náeres, Nemea vivió toda su vida junto a su padre y hermano, yendo con su progenitor de pueblo en pueblo quedándose en posadas mientras él realizaba sus encargos. Aunque al igual que su hermano había en un principio deseado ser un asesino como él, con el pasar de los años descubriría que su talento no era asesinar sino robar y escaparse por lugares a los que nadie en su sano juicio se le ocurriría meterse, e incluso aunque lo hiciese difícilmente lo lograría.

Su vida dio un vuelco cuando descubrió que su padre había sido asesinado, y juró junto a su tío y hermano vengarlo a lo grande, acabando con el Gremio de Asesinos en su totalidad.

¥ Relación con el personaje: Sobrina

Mariscal

¥ Raza: Luftinuka

¥ Clase: Ninja mixto

¥ Edad: 63 años

¥ Sexo: Masculino

¥ Descripción psicológica: Un Luftinuka de pocas palabras y en parte debido a esto poseedor de un lenguaje muy tosco y limitado. Curioso por naturaleza y aunque no cruel o malvado incapaz de empatizar por el resto, es una incógnita para quienes no son cercanos a él y su comportamiento errático lo convierte en alguien totalmente impredecible. Odia estar acostado y caerse, tanto es así que duerme sentado o de pie.

¥ Historia: Hija de Sargramoth Náeres y hermano menor de Nemea Náeres, Mariscal vivió toda su vida junto a su padre y hermana, yendo con su progenitor de pueblo en pueblo quedándose en posadas mientras él realizaba sus encargos. Durante uno de esas estadías, intentando seguirle el paso a su hermana mientras jugaban en los tejados de unas casas, una teja se partió y cayó de una considerable altura, golpeándose en la cabeza. Desde entonces no fue el mismo que solía ser, y muchos comenzaron a clasificarlo de "raro".

Aunque al igual que su hermana había en un principio deseado ser un asesino como él, el trauma de aquella vez lo motivó a convertirse en un ninja mixto, alguien que según él era una combinación entre un asesino y alguien que podía torcer la realidad a su voluntad para no caer.

Su vida dio un vuelco cuando descubrió que su padre había sido asesinado, y juró junto a su tío y hermana vengarlo a lo grande. Le dijeron que para hacerlo debían acabar con el Gremio de Asesinos, y aunque no entendía del todo por qué aceptó sin rechistar, realmente enojado con quien había acabado con la vida de su padre

¥ Relación con el personaje: Sobrino

Brío

¥ Raza: Luftinuka

¥ Clase: Elementalista Individual: Viento

¥ Edad: 104 años

¥ Sexo: Masculino

¥ Descripción psicológica: Alguna vez altivo, orgulloso e irascible, este Luftinuka encontró en Icycla la redención, cambiando sus malos hábitos por unos que, a su modo de ver las cosas, traen bien al mundo y acaban con el mal de una forma u otra. Desde entonces es alguien bastante más calmo y reflexivo que encuentra cierto placer en mantener una conversación amigable o meditar en silencio.

¥ Historia: Un Luftinuka criado en los barrios bajos del averno. Una demental de hielo que lo hacía llamarla "Ama" era la razón por la cual nadie lo había intentado devorar allá abajo, o al menos no con éxito. Debía soportar diversas torturas y extrañas prácticas para satisfacer y entretener a su ama, una de ellas siendo la de convertirse en un elementalista de viento para poder batirse en combate con ella y perder, por supuesto. Lo había acabado usando para enfrentarse a quienes la desafiaban, dándole numerosos recursos para que pudiese desatar sus poderes prácticamente sin restricciones.

Cuando su tan patológicamente amada como odiada ama fue asesinada por un demental de fuego no tuvo otra opción que escapar del averno para poder sobrevivir. Un pequeño colgante que probaba que era un esclavo le había permitido zafarse de varios dementales que lo habían detenido, argumentando que estaba trabajando para un importante demental de hielo.

Al salir a la superficie, teniendo como única habilidad la de asesinar y sin un propósito real en su vida, se unió al Gremio de Asesinos, en donde aceptaba encargos y les hacía sufrir a sus víctimas torturas similares a las que sufría el antaño antes de acabar con sus vidas. Señor Muerte y otro misterioso asesino lo emboscaron tiempo después de haberse hecho de cierta fama entre los asesinos y acabaron cambiando su forma de pensar, cambiando para bien.

Junto a otro redimido comenzaron a hacer lo que consideraban el bien, pero su compañero volvió a desviarse hacia el mal así Brío contactó con quien consideraba su mentor, Nargu. Asesinaron a su ex-compañero y esto trajo consecuencias, pues ahora el Gremio de Asesinos los seguían. Junto a Nargu y otros compañeros decidirían esconderse, entrenar y acabar con el gremio, un mal que debía desaparecer.

¥ Relación con el personaje: Seguidor

Krun

¥ Raza: Humano

¥ Clase: Asesino sigiloso

¥ Edad: 49 años

¥ Sexo: Masculino

¥ Descripción psicológica: Callado, serio, desconfiado y reservado con extraños, Krun descubrió que puede llegar a ser alguien extremadamente amable y empático con quienes aprecia. Su voz bonachona siempre pregunta antes por las necesidades de sus cercanos y luego por las suyas propias. Aunque con poco éxito, intenta tener sentido del humor para traer algo de distensión a su vida y la del resto.

¥ Historia: Criado por un alquimista de poca monta que vendía estafaba a la gente vendiéndoles medicina que aunque aplacaba un poco los síntomas generaba dependencia, o en otras ocasiones curaba una enfermedad pero a los días producía otra, Krun aprendió desde pequeño, enseñado por ese anciano que decía ser su abuelo y mediante la experimentación propia, a hacer los más diversos venenos. Fabricaba rústicas armas y trampas que siempre con veneno como parte clave servían para cazar pequeños roedores y aves.

Instado por su abuelo y cansado de vivir en la pobreza, decidió convertirse en un asesino, y se caracterizaría por hacer los más siniestros y mortales venenos, capaces de detener todos los músculos excepto el corazón para brindar una muerte lenta y agonizante o de, con la suficiente cantidad, acabar con la vida de grandes criaturas en tiempo récord.

Un día, mientras preparaba una tétrica trampa para un asesinato que inyectaría en los pies de la víctima un veneno que causaba un terrible dolor en el tejido que tocaba y poco a poco se extendía por todo el cuerpo, un tal Elizandro lo sorprendió. El asesino había disparado sus dardos y lanzado sus cuchillos arrojadizos envenenados pero su oponente los había esquivado o parado con sus espadas con una velocidad impresionante. Luego de arrojar sus espadas al piso lo había apalizado a puño limpio, algo que, de no tener guantes, habría sido una muy mala decisión pues la ropa del asesino estaba impregnada en veneno por si se diese un caso similar.

Le había dado la oportunidad de emendar sus errores y tomar un nuevo camino, y totalmente derrotado, la había aceptado. Tiempo después observaría desde la sombras a Elizandro derrotar con facilidad al entonces en boca de todos Señor Muerte, quien sería su compañero hasta día de hoy.

Diversos ires y venires de la vida harían que el Gremio de Asesinos se interpusiese entre ellos y su objetivo de transformar el mal del mundo en bien y el de destruir el mal que era incapaz de cambiar.

¥ Relación con el personaje: Amigo

Jack Waterfox

¥ Raza: Humano

¥ Clase: Explorador

¥ Edad: 28 años

¥ Sexo: Masculino

¥ Descripción psicológica: Un tipo bastante extrovertido, simpático y divertido. Es normal verlo sonreír sin ninguna razón en especial dada su personalidad alegre por naturaleza. Se opone totalmente a que el dinero gobierne el mundo y se desvive por hacer del mundo un lugar mejor. Leal a sus compañeros y algo reacio al asesinato, se emociona cada vez que descubre un lugar con características nunca antes vistas por sus ojos.

¥ Historia: Líder de un pequeño grupo de bandidos autodenominados "Los Salvadores del Hambre", Jack dedicó su vida a robar carretas principalmente de víveres alimenticios junto a sus compañeros, para después venderlos a un muy bajo precio en diversas zonas pobres con el fin de dar la posibilidad de comer a cientos. Usaban el dinero que recaudaban para saciar sus propias necesidades básicas y ayudar a los granjeros pobres que producían esos bienes, que en algunas ocasiones sin comerlo ni beberlo eran quienes salían perjudicados por estos robos dado que sus señores se negaban a pagarles.

El dinero corrompió a uno de ellos y durante una emboscada a una carreta que resultó ser una trampa, todos menos Jack fueron capturados y encarcelados. Los mercaderes reunieron oro suficiente para ponerle precio a su cabeza en el Gremio de Asesinos, y cuando uno de sus esbirros lo tenía en el punto de mira, Nargu lo salvó. Fuese por lo que fuese, le debía su vida al híbrido. Por si fuese poco, sus ideales y forma de ver el mundo convergían en cierto modo y tenían un enemigo común. Además, estaría más seguro junto a ellos y en un futuro podría pedirles ayuda para liberar a sus compañeros.

¥ Relación con el personaje: Seguidor

Otros conocidos

Reedmon: Difunto padre de Nargu. Alguna vez un aclamado herrero Luftinuka, pasó los últimos años de su vida marginado y perseguido por diversos rumores que lo vinculaban a Oscura.

Madre: Una DemonEarth de la que poco y nada se sabe que cuidó de Narfu hasta que eclosionó y días después lo abandonó en una suerte de orfanato Luftinuka para no volver a su vida jamás.

Lurlin: Luftinuka un par de años mayor que Nargu. Hacía de la vida del pequeño híbrido un infierno.

Reignold: Uno de los cuidadores del orfanato en el que Nargu se crió.

Angus: Pequeña hija de mimalí, la mejor amiga que Nargu haya tenido jamás. Asesinada por Lurlin.

Salgramoth: Luftinuka medio hermano de Nargu, padre de sus dos sobrinos. Murió a manos de Sombrío.

Elizandro: Misterioso espadachín híbrido entre humano y DemonRay, extremadamente habilidoso. Sigue la senda de Icycla y vive intentando transformar a malvados en bondadosos, asesinándolos a sangre fría si se niegan a cambiar o vuelven a caer en malos hábitos.

Sombrío: Kazibara que fue alguna vez uno de los mejores asesinos crueles sobre la faz de la tierra. Maestro y mentor de Nargu, bajó considerablemente en el ranking inexistente de asesinos al perder una pierna entera por su entonces ex-discípulo.

*Sé que dijiste que no agregase más pero debía hacerlo. De todos modos, estos son más bien secundarios y los pongo sólo para que se sepa de su existencia. No tengo problema con que ninguno de estos cuatro aparezca o influya mínimamente en la partida.

 

Prerrequisitos

Juro solemnemente que I'm up to no good soy mayor de edad.

Stitcho:

Te perdono de primera mano. Punto seis.

♦POSTS DE REFERENCIA♦

Corey maldijo para sus adentros al ver que no llegaba a salvar a la enfermera, y cuando alarmado, llevó su mirada hacia Terry vio a... ¡¿CAS?! La androide se había interpuesto entre Terry y Ronte, recibiendo de lleno el impacto.

Le tomó unos instantes comprender lo que acababa de suceder. Conocía aquellas armas: armas de anti-materia. Las conocía muy bien, más de lo que quisiese, y recordaba con demasiada precisión el momento en que un disparo de estos trastos, hacía ya años, habían removido de lo más profundo su ser aquellas fervientes ganas de vivir que solían habitar en su interior. Rápidamente se abalanzó sobre CAS y cogió su cabeza con los ojos algo húmedos por primera vez en mucho tiempo y abiertos como platos. Tragó saliva y al llevar la vista hacia el abdomen del androide pudo ver cómo el mismo iba poco a poco desapareciendo.

Sentía que su corazón se desbocaba, y una leve sonrisa de desesperación se entremezcló con la lágrima que lentamente se deslizaba por su mejilla. Se llevó la mano hacia esta y la notó húmeda. No acababa de entender por qué estaba llorando, quizás sería por haber perdido algo... o a alguien en quien por una mera corazonada sin precedentes había decido confiar plenamente, o quizás era por la increíble similitud de aquella situación con la que había vivido hacía unos años, o por el parecido del androide con aquella chica, o quizás... Fuese por lo que fuese, soltó una corta risa y cerró su puño con rabia y fuerza cuando se percató de que había comenzado a temblar.

CAS... —dijo apretando la fría mano del androide con firmeza, mientras el nudo en su garganta se hacía más y más fuerte. Estaba sucediendo otra vez. Otra vez perdía a alguien con quien esperaba llegar lejos mientras ese alguien intentaba salvar a otros, otra vez a manos del mismo tipo de armas y otra vez podía observar aquella agonía mientras poco a poco el cuerpo de quien tenía al lado se desvanecía. Corey quiso decir algo, pero las palabras no salían de su boca. Respiró hondo—. ¿Quién te dijo que podías abandonarnos? —McClay sonrió, apretando los dientes. Ni Terry ni Dhes ni los alienígenas ni el utilitarismo le preocupaban en aquel instante, los había obviado completamente; lo único que veía era el cuerpo desfalleciente del androide que yacía frente a él, y en él veía a Beatrice—. Lo siento, CAS, pero no puedo permitir que te desvanezcas tan fácilmente —dijo ahora sonriendo, aún con uno de sus ojos lagrimeando. No podría perdonarse volver a fallar en una situación así, no siendo exactamente la misma que había vivido con su hermana y que por tanto tiempo lo había atormentado.

Corey sabía que estaba a punto de cometer una locura, pero aunque no supiese decir qué específicamente, algo dentro de él lo impulsaba a hacerlo con una ausencia total de dudas. Sonrió e intentó recomponerse. A cualquiera que hubiese convivido un tiempo con Corey McClay aquella reacción le habría parecido extremadamente exagerada e impropia de él, pero su subconsciente tenía sus motivos.

En un instante habrás despertado, pero estarás dormida hasta que ese instante pase, ¿de acuerdo?


Gizur estaba realmente agotado. Había viajado desde la capital de Vodacce en carreta hasta el puerto de Castilla del que junto a otros muchos tripulantes había zarpado. No se llevaba bien con los vehículos. Había en su viaje en carreta hecho una parada a mitad de camino; los mareos y náuseas eran algo común para él en este tipo de viajes, así que solía hacer paradas para calmar la sensación. Nunca había viajado en barco, y por una buena razón. No había pasado nunca tan mal como durante los últimos meses en aquel endemoniado pedazo de madera flotante; vomitaba sin excepción cada vez que la marea se enfurecía y los mareos eran casi permanentes. Esta situación lo tuvo de un profundo mal humor durante todo el viaje, y acercarse al borde del navío era algo que luego del primer intento había evitado a toda costa, pues la sensación de que iba a vomitar todo lo que acababa de almorzar se volvía incluso peor.

Sus dos guardaespaldas personales Borg y Aren lo acompañaban. Tenía con ellos una relación de amistad relativamente estrecha. Originarios de Vesten y Vendel respectivamente, estaban acostumbrados a viajes en barco, y el segundo más que el primero había estado una buena parte del viaje burlándose de su estado, hasta que en un arrebato de ira Gizur le había proporcionado un contundente golpe en la nariz, la cual comenzó entonces a sangrar. El Vendelio se sorprendió al principio y mientras se recomponía, se frotó bajo la nariz con la mano para descubrir que como sospechaba había comenzado a salir aquel líquido rojo. Por más extraño que pudiese parecer para quien estuviese alrededor y hubiese visto la escena, el hombre comenzó a reír muy divertido mientras daba unas palmadas a su agresor.

¡Gizur! No te enojes, sabes que sólo bromeo.

Aun así, tanto la mandíbula como la mirada de Gizur seguía tensas y denotaban furia; no era de por sí la persona más tolerante y los mareos permanentes disminuían considerablemente su poca paciencia con tonterías como aquellas por parte de sus guardaespaldas. Borg rio con su risa característica, una risa lenta y grave.

Ven Aren, el jefe quiere estar solo, acompáñame con unos tragos —dijo Borg, que conocía bien a sus dos compañeros como para saber que Aren seguiría tirando de la cuerda hasta sacar totalmente de sus casillas a Gizur sólo por la gracia de hacerlo enfurecer, colocó su mano sobre el cuello de su amigo y se lo llevó a beber algo.

Aunque había visto a mujeres hermosas en las pocas ocasiones que había estado en áreas comunes, con aquella sensación asquerosa que le producía el viaje la última de sus prioridades eran las féminas; ya habría tiempo para eso una vez llegase a Santa Lucrecia. Sí, habría mucho tiempo para eso.

Hablando de mujeres, también estaba Elize, una escurridiza mujer que la familia Lepore había enviado junto a él para que lo apoyase en su viaje. De aspecto sospechoso pero sin duda atractivo, portaba dos dagas en sus respectivas vainas y un pequeño bolso con quién sabe qué objetos dentro. Gizur no la había visto demasiado durante el viaje, aunque esto no le preocupaba en absoluto, pues Elize sabía defenderse a sí misma, y huir de situaciones riesgosas era algo que también se le daba bien de todos modos.

Sentado en su cama, estaba a punto de calmarse su sensación de mareo al menos momentáneamente: todo un logro para el noble, en cuya cara se comenzaba a dibujar una sonrisa «Al fin estoy comenzando a acostumbrarme a esto... Puto mar. Me quedaré un rato aquí, extrañaba no tener esas permanentes ganas de vomitar»—su pensamiento se vio interrumpido por el llamado del capitán

Gizur se cagó en la vida del capitán, en la de Alberto y Linda, en el mar y en el momento en que decidió viajar a Santa Lucrecia. Masculló entre dientes un buen par de insultos y estampó el costado de su puño contra la pared. ¿Por qué tenía el capitán que llamarlo justo en aquel momento?

De mala gana se levantó y salió de su camarote, sintiendo cómo el estómago se le revolvía de nuevo. Borg y Aren estaban esperándolo fuera, dispuestos a ir con él, pero con aquella mirada fastidiada que tan bien conocían les hizo ademán de que se quedasen allí, y así lo hicieron. Se dirigió entonces hacia el camarote del capitán. En la puerta había un hombre que había ya visto un par de veces, aparentemente Vodaccio, algo fácilmente distinguible por su forma de hablar. Tuvo ganas de hacerlo un lado, patear la puerta y entrar, pero se contuvo. Muy a su pesar debía mantener las apariencias y disimular tanto como pudiese su mal humor, al menos por ahora. Inclinó un poco la cabeza hacia Luca en forma de saludo, mientras esperaba de brazos cruzados fuera del camarote junto a él.

*En esta partida el director me había dado la libertad de controlar pequeños diálogos entre Gizur y un par de NPCs aliados; Aren y Borg.

**Quiero aclarar también que estos no reflejan el promedio de posts que escribo, principalmente porque considero innecesario alargarlos y detallar exageradamente cuando no está sucediendo nada importante. Normalmente son así... pero más cortos :P Si es necesario puedo también mostrarte algunos de esos.