Partida Rol por web

¡Al mundo!

Observo hasta localizar la mayor aglomeración de orcos que sienta. Y ante ellos me presento. Primero como un calor axfixiante y después como una columna de llamas, de la que surje mi forma corporea elegida: Maureen. Se ve como salgo, como camino sin quemarme. Y como sonrío a todos.

-Hola, hijos míos.

En una amplia hondonada, protegida de los fuegos de los distintos cráteres y resguardado un mínimo de los gases tóxicos que cubrían el lugar, una amplia manada de 40 orcos se encontraba acampada en el lugar. Muchos de ellos se empujaban y luchaban brevemente entre ellos, las hembras aleccionaban a las crías y en el centro, un orco se sentaba con pose orgullosa. Los orcos gruñían, se agitaban, reían, peleaban, era difícil seguir un hilo claro en sus acciones pues era todo demasiado rápido, demasiado espontáneo… demasiado caótico.

Lo primero que notaron fue el calor, al principio lo ignoraron pues no era la primera vez que aquellas tierras les sorprendía con un cambio brusco del clima. Pero según subía la temperatura, su preocupación fue en aumento, los gritos cesaron, las miradas se alzaron y la duda inundó las mentes de todos ellos. El que parecía el líder se puso en pie.

De pronto, frente a él, una enorme columna de fuego apareció. Muchos gritaron, algunos corrieron despavoridos, pero el líder permaneció erguido ante la columna y la rugió amenazadoramente. Y entonces te vieron aparecer.

Inicialmente todo fue incredulidad, no entendían como había podido aparecer un ser de entre las llamas. De la boca del ser surgió un sonido ininteligible. El calor se había disipado y aquella criatura seguía plantada ahí en medio.

Entonces pudiste sentirlo. Hostilidad. Pasado el susto inicial, la única idea que estaba apareciendo en la mente de los Orcos es que había aparecido algo nuevo, algo amenazador y que podía hacerles daño. Y como siempre, ante una amenaza, se disponían a responder ante ella como siempre hacían. Con brutalidad.

El primero que se plantó amenazadora mente ante ti fue su líder, que, sin bajar la mirada, fija su vista en ti, se golpea el pecho dos veces y vuelve a rugir. Muchos empiezan a seguirlos. Es un reto, una amenaza.

Sonrío ampliamente al gran orco que me desafía. No me golpeo el pecho en un gesto tan poco femenino sino que abro los brazos, invitándolo a venir. Pelearé con él ¡Será una experiencia! Si la cosa se me pone mal, siempre puedo... hacer casi lo que quiera.

Eso sí, mi piel se calienta hasta el extremo de quemar lo que me toque. Incluido el suelo bajo mis pies descalzos. No es algo que planee, simplemente la emoción de la experiencia es superior a mi.

-¿Vienes o no? ¡Orco!

El enorme orco vuelve a golpearse el pecho, su respiración es agitada y puedes sentir como su pecho se expande con la emoción del combate.  A vuestro alrededor, muchos permanecen recelosos, como a la espera de ver qué ocurre.

Finalmente el orco descomunal suelta un terrible rugido y sobreviene el ataque. Nueva como es esa forma corpórea para ti, apenas puedes moverte cuando aquella enorme mole de piel verde se abalanza sobre ti y te propina un fuerte puñetazo en el rostro que lanza tu cuerpo en volandas a través del lugar y contra una roca que sobresale. No sientes dolor pues eso está más allá de ti pero si parece que tu cuerpo físico ha sufrido algún daño y no responde rápidamente cuando intentas ponerte de pie.

Sin embargo, tú no pareces ser el que ha salido peor parado. El terrible orco se sujeta el brazo rugiendo de dolor al ver como su mano se deshace por el contacto contra el extremo calor que emanaba de ti. Cae de rodillas y ruge nuevamente. Y alza la mirada.

De pronto, sin saber muy bien de donde, un orco tan grande como el que te había enfrentado aparece en el centro, con una piedra en la mano y golpea con fuerza al orco que ha luchado contra ti. Este intenta defenderse pero está muy débil y recibe un impacto. Otro. Otro. Finalmente su cuerpo cae inerte y el nuevo orco de cabello negro se alza victorioso.  El resto de los presentes se golpean el pecho en señal de respeto mientras el nuevo líder levanta los brazos.

Te pones de pie cuando ves que el nuevo campeón de los orcos levanta el dedo y te señala rugiendo y mostrando la piedra que tiene en la mano.  Otros orcos le imitan y cogen piedras cercanas con una intención. Atacarte desde la distancia pues han visto que aunque tocarte puede dañarlos. Tu cuerpo puede sufrir daño

De entre todas las almas que pueblan el mundo una capta tu atención. Un orco tumbado en un charco de negra sangre con la cabeza abierta por el golpe continuado de una piedra. El cuerpo se encuentra en el centro de una explanada donde 39 orcos parecen estar encarando otro ser. Uno de piel verde y forma extraña que no logras reconocer.

Pero lo importante es el caído, cuya alma se encuentra en su paso de abandonar el mundo de los vivos para volver al caos elemental del mundo astral y puede que más allá.

La primera muerte acaba de acontecer.

-Eso ha sido interesante. Pero no lo han entendido.

tras ponerme en pie crujo mis cervicales, sin dejar de mirar al orco de pelo negro. No parece que nadie vaya a tirarme nada hasta que lo haga él. De hecho ¿Por qué van a tirarme nada? Él le ha pegado a lotro con la piedra en la mano, no lanzándola.

En cualquier caso... hagámoslo de otro modo.

Comienzo a gritar. Más y más alto. El mismo grito sube la temperatura hasta que estallo en llamas. Y desaparezco, entrando al plano astral.

Desde allí, continúo gritando, más y más alto. Pero no se trata de un grito normal, sino de uno que hace vibrar por completo la misma alma de los orcos, con más frecuencias de las que puede alcanzar una voz normal. Mi voz, sin palabras sino como el crepitar de un infierno de llamas, les hace saber mi enfado, espoleando el miedo natural que tiene cualquiera hacia los depredadores. Incluso los orcos lo sienten, aunque sea más difícil llegar a ello.

Procuro controlarme, que mi furia y mi decepción los alcancen, los dejen de rodillas y comprendan lo que han hecho. Pero sin destrozar sus oídos. Sin matarlos.

Solo son treinta segundos, interminables para ellos, cuando el grito se detiene de pronto, de golpe.

Poco después vuelvo a aparecer allí, del mismo modo, entre una columna de llamas. Ante la vista de todos tomo una piedra en mi mano. La levanto para que vean lo que hago, y sencillamente la dejo caer. Espero que, si alguno no la ha soltado aún, capte el mensaje.

Los orcos parecen estar a punto de abalanzarse sobre ti cuando tu voz se alza sobre todos los gruñidos y rugidos obligando a los seres allí presentes a taparse los oídos. Entonces tu cuerpo estalla en llamas, pero tu voz no se apaga. Como una llama esta se aviva cada vez más atemorizando los cuerpos de los orcos. Intentan en vano taparse los oídos para no escucharte, pero desde el plano astral nada puede escapar a tu voz que taladra sus tímpanos con fuerza. Algunos orcos caen al suelo desfallecidos, otros chillan de terror. Solo unos pocos se mantienen de pie. Y entonces tu voz se apaga, tu cuerpo reaparece. Con un solo gesto, les instas a soltar las piedras a los pocos que aun las conservan.

Los orcos te miran dubitativamente. Entre miedo e intriga, sus lentos cerebros sopesan que hacer. Algunos desean correr. Otros desean tirarse al suelo. Unos pocos, los más grandes, se plantean seguir la lucha. Pero al final, estiran el brazo y sueltan todos a una las rocas. Dando pasos para acercarse a ti, el que matara al primer orco y otros más de gran tamaño se plantan frente a ti y bajan la cabeza en señal de respeto.

Un orco más pequeño se acerca al orco tendido en el suelo y comienza a zarandearle. Al ver que no responde, lo zarandea con más fuerza, pero al ver que no reacciona, su respiración se vuelve agitada. Finalmente se aleja arrastrándose mientras gira. Muchas miradas se plantan sobre el recién descubierto cadáver. Los orcos contemplan su primer muerto…

Mahvan había contemplado el nuevo mundo desde la Morada Celestial, su quietud inhumana casi le había hecho parecer una estatua, de no ser por el sutil bamboleo de su túnica y el ligero vaivén de sus alas. Pero entonces aconteció lo inevitable, el inicio de la Rueda, el Principio y el Final se habían puesto en marcha. Una pluma cayó de sus alas, la primera muerte, la primera alma, y por instinto la deidad contempló la escena.

La curiosidad de Mahvan germinó con una observancia del alma en tránsito, aguardó que la misma dejara atrás el cuerpo para adentrarse en lo que iban a ser sus dominios. Se preguntó qué sentiría, qué vida había tenido, porqué había muerto, quizá el alma respondería a estas preguntas, quizá saciaría temporalmente su hambre de conocimiento. Decidió tomar una forma familiar para el orco, alguien con quien pudiera empatizar.

La primera muerte ha llegado a los Segundos Hijos. anunció con voz espectral al alma que ahora entraba en el Plano Astral. Se acercó al alma apoyándose en un cayado de madera, con pasos cortos y lentos, contemplando el alma difunta con suma curiosidad.

El alma del orco parece confundida y mura a su alrededor. Al principio no te ve y se nota que está asustado. Las energías de aquel plano se juntan a su alrededor formando extraños destellos que este mira extrañado. Intenta ponerse en pie, pero la esencia de aquel plano le es desconocida y su alma se eleva unos centímetros. Asustado lanza varios gritos de temor, entonces te ve.

Tu voz suena fuerte y profunda pero las palabras son extrañas para el orco que, sin embargo, parece temer tu presencia. Intenta recular, alejarse de ti, mientras ruje a cada paso que da. Casi puedes darte cuenta que a pesar del temor, parece amenazarte con cada rugido.  

Les acaricio el pecho y rostro a todos los que se ponen a mi alcance, mientras paso entre ellos y me arrodillo junto al cadaver y al orco nervioso. Lo hago parar y observar. Digo la palabra para que todos la escuchen. Que enlacen un significado con ello.

-Muerto.

Lo tomo en brazos poniéndome en pie y camino. Dejo, y espero, que me sigan. Camino hasta llegar al borde de un acantilado al pie del cual, bastante abajo, un lago de lava ilumina el cielo y caldea el ambiente.
Pongo al orco muerto en brazos del más grande de los demás, y le indico el lago con un gesto para que lo suelte en él.

Es importante disponer de los muertos, por higiene.

Los Orcos, entre atemorizados y curiosos se acercan a ti y aunque reticentes, se dejan acariciar por tus dedos. La palabra que resuena de tu garganta es como ruido para ellos, pero, aunque no lo entienden, si parecen entender que te refieres al que ahora yace en el suelo. Tras tomar su cuerpo, muchos sueltan una pequeña exclamación y el orco tembloroso se pone en pie y extiende la mano para alcanzar a su compañero al no entender tus acciones. Pero no termina de acercarse pues teme al extraño ser que lleva en brazos a su antiguo líder.

Finalmente te plantas frente a un acantilado en el que un rio de lava circula suavemente. Finalmente, sueltas el cuerpo y los orcos reaccionan lanzándose al borde como si de alguna manera pudiera ayudar a su compañero. Pero es imposible. En cuanto su cuerpo toca el magma este se desvanece en una fuerte llamarada para no dejar nada.

Cuando te giras, los orcos te observan ojipláticos, aún más asustados que antes. Solo algunos, los más grandes, se mantienen serios, como intentando comprender lo que acababa de pasar.

Necesitaba acelerar las cosas, claramente no hablabamos el mismo idioma. Chasqueando los dedos enciendo en sus mentes una idea subyaciente que dentro de un tiempo terminaría apareciendo. Una luz, una lengua. 

-Yo soy vuestra Diosa, yo soy el fuego que palpita en vuestros cuerpos, lo que os mantiene calientes, lo que os mantiene vivos. Pero como habéis visto, el fuego también consume, aquello que vayan contra mis ordenes arderán. Suplicad mi ayuda o maldecid mi nombre , me da igual, y vendré a usar mi poder para favoreceros, o tal vez no.- Me rió estruendosamente.- Por ahora solo tenéis que cumplir una norma, queda terminantemente prohibido que os matéis entre vosotros. Aquel que lo haga deberá enfrentarse a mi juicio y no suelo tener piedad. 

Les repaso con la mirada esperando que me hayan entendido.

-Una cosa más. Sobrevivid.

Sin más palabras desaparezco con una explosión. Necesitaba volver a la morada celestial para recuperar poder y beneficiar a mis pupilos.  

Mahvan contemplaba la reacción del orco con intriga, el miedo era un sentimiento nuevo que experimentaba el dios de la muerte, no por él sino en lo que veía reflejado en esa primera alma. Movió la cabeza hacia un lado y golpeó el suelo con el báculo con firmeza, el eco resonó a su alrededor.

Gruñe, amenaza, corre.. has muerto. Tu vida acabó, y ahora estás aquí. anunció con fría solemnidad. Puedes venir conmigo, aprender.. o perderte en las fosas. por cómo lo decía parecía resultarle del todo indiferente, pero aun así tendió el báculo hacia un sendero de nieblas que se abrían. Puedes acompañarme ahora, ya has muerto.. estás conmigo.. el miedo carece de sentido ya.

Harta de tanta pantomima decides tomar acción de una vez. Tomas toda la energía que te embriaga y te rodea y arañas la realidad para darle forma. Sonido, nombre. Y aunque sientes que el uso de energía es excesivo, no tienes tiempo para andar controlando dichas fuerzas, las usas todas.

Y entonces, cuando la energía te abandona, los ojos de todos los orcos se abren enormemente y cuando por fin hablas, sabes que esta vez, si están entendiéndote. Sueltas rápidamente tu ley mientras las energías te abandonan y tu cuerpo se empieza a desvanecer. Entonces terminas, tu cuerpo casi se deshace abandonando el plano físico, pero no sin antes ver a los orcos alzar los manos y gritar una sola palabra.

- ¡DIOSA!

Y tu cuerpo se desvanece y vuelve al plano celestial, completamente exhausto. Con todo hecho, pones rumbo a la morada celestial.

El orco parece extrañado mientras hablas. No parece entenderte, aunque puedes sentir como lentamente va comprendiendo lo que le ha ocurrido. Entonces sus ojos se abren mucho y sorprendentemente, unas palabras salen de su boca.

- ¿Por qué? ¿Qué hacer ahora?

En aquellas palabras sientes la mano de uno de tus hermanos. Alguien ha concedido a los orcos el don de la palabra.

Entonces sueltas tu última frase y el orco queda paralizado en el sitio. Tu cuerpo se gira y comienza a moverse. Entonces el orco empieza a caminar detrás de ti, resignado.

Percibir el cambio en la raza de los orcos por obra de su hermana causó cierta sensación de intriga en Mahvan, mientras caminaba delante del alma del orco, el dios de los muertos tenía las mismas dudas que pudiera tener el mortal, ¿qué papel debía representar ante los difuntos?

Esa es la gran pregunta. dijo pausadamente. ¿Qué hacer ahora?

Sin noción del tiempo o del espacio, Mahvan se dirigió hacia un desfiladero que encajonaba una suerte de río fantasmal que discurría en silencio. Había llegado al confín más alejado de ese reino espectral, o puede que estuviera en el centro, ¿realmente tenía sentido el norte, el sur, el oeste o el este? ¿importaba? Si iba a tener que gestionar las almas de los difuntos, iba a tener que tener un lugar donde recibirles, donde las almas pudieran aguardar su destino. Empezaría aquí.

Háblame, alma, ¿cómo era tu hogar? preguntó mientras se detenía justo en la entrada de esa colosal estructura natural.