Partida Rol por web

Unicamente los santos de oro han podido tocar el cuerpo de la diosa para darle sepultura, mientras el resto de caballeros, apenados aún por la pérdida, tenían que montar guardia... Por suerte para vosotros... O puede que por desgracia, solo había habido una única y exclusiva baja... La de Atenea...

Han pasado dos días desde entonces y parece que incluso el cielo llora su pérdida...

Tras el entierro, se ha permitido que todo el que quiera se despida de la Diosa... Por eso, todos los ciudadanos amparados por el Santuario se encuentran aquí... Todos apenados... Dolidos... Desconsolados... Las lágrimas son el único testigo de aquello que no se puede decir...

Una vez terminada la pequeña ceremonia, os organizan para hacer guardias y que descanséis, aunque solo estáis un par de horas, ya que los caballeros de oro os hacen llamar al Santuario.

Tras el combate, tras contemplar la figura muerta de athena, ese hecho perturbo por completo a Alexander. En su ojos ya no brillaría la misma mirada, ahora solo se veía una oscuridad profunda en sus ojos, su caro se ensombreció por completo, su corazón latía pero su alma estaba herida, seguía las ordenes de los caballeros de oros como si fuera una maquina sin sentimientos, pues ahora estaban enterrados en los profundo de un glaciar.
Cuando le llamaron los caballeros de oro se dirigió sin dudarlo ni pensarlo al lugar del encuentro

En el cambio de guardia, de camino al santuario, me he acercado a la estatua de Atenea. A sabiendas de que es probable de que las fuerzas me fallen en el futuro, nuestra diosa se lo merece. Aunque no haya podido verla, ni asistir a su sepultura, hay más formas de mostrarle mis respetos, de rendirle culto. 

Miro a mis compañeros, que no están muy lejos de donde me encuentro. Algunos me miran como si estuviera haciendo alguna tontería otra vez. Bueno, quizá, es lo más probable. Como amazona, no debería dejarme llevar por los sentimientos así, porque nos nublan el juicio. Sin embargo, no puedo evitarlo. Solo demuestra el largo camino que tengo por delante. 

Concentro el poco cosmos que me queda en mis manos, dejando que brille y resplandezca como una estrella. Le doy forma, una bella, hasta que consigo que cristalice y se solidifique en la un tipo de flor que no morirá con el paso del tiempo, que será testigo de la lluvia y captará los reflejos del sol cada mañana y cada anochecer, al igual que el de todas y cada una de las estrellas. 

Creé cinco. Una es mi presente, el resto es por cada uno de mis compañeros. Le ofrezco una a Mïra, que es la que está más próxima. Después, se las ofrezco a los demás. 

Por último, yo me acerco y deposito al final del pedestal la mía, y la de aquellos que no han querido cogerla. Aunque no quieran ponerla, nuestra Diosa se merece las cinco. 

Vaya, las ventajas de la máscara es que no pueden verte las lágrimas, pero son muy incómodas de limpiar. Lo hago sin volverme, para no alarmar a nadie, y después me levanto, dispuesta a asistir a la cita. 

La muerte de Athena era algo que no me esperaba, dicho sea de paso no esperaba que ella saliera a combatir, para eso estábamos sus caballeros o no?

Por otro lado tenía demasiadas preguntas que hacer, por lo cual mientras me despedía de la diosa y recibí el llamado de los santos dorados comencé a caminar hacía aquel lugar con decisión, dispuesto a no callarme nada ahora.

Cojo la rosa que me tiende Yelena pero me mantengo en silencio visiblemente afectado

La muerte de Aatenea es nuestro fallo, y el más grave de todos... pero aun así debemos continuar, debemos redoblar nuestros esfuerzos para defender los ideales de Atenea aunque ella no este ahora es solamente nuestra responsabilidad como caballeros y yo estoy dispuesto a defenderla hasta la última gota.

Esa es la firme promesa que hago ante su feretro una que no pensaba romper justo antes de que nos llamaran los santos de oro.

Una vez llegáis a la primera nave que conforma el Santuario, allí veis que os está esperando Sarelk.

- Acompañarme por favor. - Dice de forma fría y distante...

No es a lo que os tenía acostumbrado el Santo. De una personalidad alegre y extrovertida, ahora parece que simplemente la pena a ocupado su corazón.

El joven os conduce por un lateral de la estancia y cruza una pequeña puerta de madera.

La habitación es minúscula en comparación al Templo, aunque lo suficientemente grande como para caber comodamente unas diez personas.

El lugar está iluminado con algunas velas que derraman incienso en el aire y lámparas. La mesa que ocupa el centro del lugar está cubierta de mapas, pergaminos y otro tipo de documentos. Sentados a ella se encuentran los otros tres santos de Oro.

- Creo que no nos han presentado formalmente. - Dice el hombre pelirrojo. - Me llamo Albert, Santo de Aries. Creo que ya conocéis a Celia, Elena y Sarelk...

Su voz es distante, fría, aunque segura.

- Gracias por venir. - Mientras habla, os fijáis que tiene algunos cortes en la cara y, bajo su ropa, se ven los bordes de algunas vendas. - Aunque no os encontráis en la arena, la situación no ha mejorado. 

Ahora que os fijáis, lleva la misma sudadera que el desconocido con el que os enfrentásteis en la prueba de acceso.

- ¿Qué la situación no ha mejorado? - Pregunta de improviso la americana. - ¡Por favor Albert! - Aunque va bastante tapada, veis que el hombro derecho lo tiene como más abultado, como si llevara una gruesa venda bajo la ropa. - No me quedo corta si diría que es la peor situación que hemos tenido... ¡Por el amor de...

Pero antes de que pueda continuar, Celia la interrumpe.

- Se os ha hecho llamar porque habéis sido los santos de Bronce que mejor han salido del combate con el enemigo. Aunque habéis sufrido algunos daños, son mínimos comparados con los de otros grupos. - Como siempre, su mirada está perdida, como si no os estuviera mirando. - Por esta razón... Tenemos una oferta para vosotros...

Por un momento se hace un breve silencio en la estancia, hasta que la mujer continúa.

- Aunque antes de llegar a ese punto... Puede que tengáis ciertas preguntas que hacernos...

Miro hacia los lados. Me extraña el silencio de mis compañeros. Especialmente el de Artemias, siempre dispuesto a tomar la palabra ante nuestros superiores siempre desde el respeto. Así que decido hacerlo yo. 

- A mí, si no es inconveniente, me gustaría saber qué o quién nos atacó - me atrevo a decir -. Su cosmos no parecía de origen nigromántico, ni tampoco magia negra... Lo hubiera notado al ser opuesto al mío propio. Desprendían mucho poder, eso sí, pero creo... que de eso ya eran conscientes. También me gustaría saber si... puede tener relación con nuestras anteriores misiones, sobre los otros santos ajenos a este Santuario. Como las trillizas que encontramos en Galicia. 

La segunda parte quizá podía parecer estúpida o fuera de lugar, pero en mi cabeza tenía todo el sentido del mundo. Porque, ¿qué posibilidades puede haber de encontrarnos en una emboscada con esas tipas, encontrar a un tipo sospechoso con ojos dorados y sufrir un ataque tan brutal apenas al día siguiente justo cuando nos enteramos de que hay sucesos extraños probablemente relacionados con otros dioses? 

Yo creo que las coincidencias tan brutales no existen. A esas las llamo premeditación. 

Yelena tomó la palabra, lo cual me dio tiempo a calmarme y no hablar de modo tan prepotente como pensaba hacerlo.

-Esta claro que las acciones que ocurrieron fueron premeditadas y que un Dios debe haber sido responsable, no se me ocurre otro ser capaz de matar a Athena, por más fuerte que sea solo los dioses son capaces de matarse entre ellos. Si nos van a ordenar algo, una misión o un puesto en esta guerra que claramente comenzó necesitamos saber donde estamos parados, como comenzó, por que, quien es el enemigo y todos los datos que nos puedan dar, hasta ahora hemos obedecido como corderos mansos, pero por mi parte no tengo más intenciones de hacerlo sin saber el propósito- 

Bueno, después de todo mi tono tampoco menguó demasiado...

Observo entonces los vendajes del Caballero de Aries. No puedo contenerme mientras, tras las preguntas de Artemias y las mías propias, reina un prolongado silencio, deduzco que meditando qué pueden contarnos y qué no. 

- Señor, si me lo permite, puedo tratar de sanar sus heridas - me ofrezco con un hilito de voz -. No sé si andan faltos de sanadores. Puedo unirme a ellos si es necesario. 

No sé si me estoy excediendo, pero no lo pude evitar. 

Oigo como algunos de mis compañeros hablan e incluso ofrecen su ayuda yo me quedo serio en silencio, los "acompañantes" de la santa de Cancer me siguen dando escalofrios y prefiero mantenerlos a distancia pero no es solo eso, la situación es muy seria y prefiero oir todo lo que tengan que decir antes de pronunciarme.

Alexander mantienes su postura cual estatua tallada en frio mármol, no se inmuta si quiera por la presencia de los fantasma, su cara no muestra expresión alguna antes las palabras de los santos, simplemente se mantiene allí de pie con el semblante en calma escuchando.

Parece por un momento que el caballero de aries iba a comenzar a responder a vuestras preguntas, pero Escorpio se le adelanta.

- ¡Cuida tus palabras Unicornio! - Dice la mujer en tono brusco. - ¡No estás en posición de exigirnos nada! Como caballero de Bronce que eres, si te decimos que saltes, tu pregunta debe ser ¿hasta dónde? Y tú propósito es claro... - Por un momento se calla. - Nuestro propósito... - Rectifica. - Proteger a Atenea, y se ha demostrado que ninguno de nosotros hemos estado a la altura de las circunstancias...Pero si prefieres...

En ese momento, Celia, el santo de cáncer, levanta una mano. Al verlo, Elena se detiene. Sin embargo, es Albert el que toma la palabra.

- Muchas gracias por tu interés Yelena, sin embargo no es necesario... Y siento tener que corregirte Artemias, pero no solo un Dios es capaz de acabar con la vida de otro Dios, y sabemos eso gracias a la última guerra Santa contra Hades, cuando el Santo de Pegaso terminó con la vida del señor del Infierno... Aunque tu suposición es correcta: hay un Dios detrás de este ataque.

- Sabemos de la existencia de otros Dioses en la tierra, y no todos ellos tienen sentimientos negativos hacia Atenea. Algunos simplemente son neutrales o, directamente, no se inmiscuyen en los asuntos de los humanos... Sin embargo, tenemos la certeza de que uno de ellos ha sido el causante del ataque, aunque me temo que no sabemos quien ha podido ser. Ya que en las filas enemigas había cíclopes y gigantes, creemos que no era coincidencia que vosotros os hubiérais encontrado con ellos en las anteriores misiones... Sin embargo, aún no sabemos qué papel juegan esas misteriosas "trillizas" en todo esto...

- Es por eso que os encontráis aquí... - Comienza a decir Celia. Parece que aunque su voz es fría y distante, los otros Santos la respetan. - Las almas dejadas atrás por la última guerra Santa aún no se han disipado... Por eso no esperábamos que una nueva amenaza agitara el equilibrio creado por Atenea... 

- Ahora mismo tenemos varios frentes abiertos. Por un lado averiguar quién está detrás del ataque... Por otro, reunir al resto de Santos que están desperdigados por el mundo y traerlos de vuelta... Mientras que por último, la protección del Santuario... Mïra se quedará aquí conmigo ayudándome a reparar las armaduras dañadas... ¿Pero el resto? Atenea tenía esperanzas puestas en este pequeño grupo concreto, de manera que os preguntamos, ¿Qué queréis hacer?

Medito mis palabras y las escojo con cuidado. No soy experta en ataque, pero tampoco he sabido identificar apropiadamente nada en relación al Dios al cual sirven las trillizas. Podría quedarme aquí para hacerme fuerte, pero eso sería la opción más sencilla, y tampoco por la cual me hice amazona. Si de verdad hemos sido uno de los grupos mejor parados, tengo claro que tenemos que hacer más. La decisión ahora es ¿investigamos o buscamos a los demás santos? 

- No creo que seamos capaces de afrontar una misión tal como la de identificar a nuestro enemigo sin ayuda, no estamos familiarizados con nada referente a ellos. La última vez solo conseguimos la pieza de esa daga y ni siquiera supimos identificar el cosmos que emanaba de ella. Sin embargo, también somos los únicos que hemos visto a nuestros enemigos con nuestros propios ojos. Creo que eso también es un punto a favor.

Hago una pausa y retomo la palabra.

- Ya sea yendo a buscar a los demás santos o investigando más emplazamientos con cosmos, iré. Si Mïra se va a quedar aquí, seré la única que pueda sanar. Fuera seré más útil que aquí, porque mi fuerza actual no servirá contra enemigos similares a los de hoy. 

Tras pensar detnidamente las opciones comento.

Supongo que es mejor que se queden los heridos, poco a poco irán sanando y podrán reincorporarse a la defensa del templo.  Como habeis dicho antes nosotros salimos más o menos ilesos y podemos empezar con misiones que sean más apremiantes. Como dice Yelena cualquiera de las otras dos parece aceptable pues aunque seamos los únicos que hayamos visto a alguno de los enemigos no creo que podamos hacerle frente si lo encontramos sin un mayor apoyo... pero tambien es cierto que la infromación de a quien nos enfrentamos sería util de por si. Digo encogiendome de hombros.

-Prefiero ir a buscar a los demás y de paso decirles que es lo que esta pasando- comenté cruzándome de brazos.

-Debemos ir a buscar a los santos desperdigados, si lo dejamos que estén así serán presa fácil para nuestros enemigos - 
Dijo Alexander tras meditar las palabras de sus compañeros.

- Increíble que vosotros seáis los mejores santos de Bronce que tengamos... ¿Dónde habéis dejado el carácter? - Y al preguntar esto mira directamente a Yelena y Opa. - ¡El mundo está en peligro! ¡El Santuario ha sido atacado! ¡Carácter! ¡Decisión! - Y da un golpe con fuerza en la mesa. - Aunque parece que al menos dos de vosotros sí lo tienen... - Y en esta ocasión mira a Artemias y Alexander. - De manera que vuestro grupo se encargará de traer de vuelta a los otros caballeros... ¿En quién preferís centraros? ¿Caballeros de Oro o de Plata? 

Viendo el silencio, decido tomar la palabra. Aunque es simplemente lo que haría yo, trato de expresar mi opinión como mejor puedo. 

- Yo opino que tendríamos que priorizar a los de oro y después seguir con los de plata. Si bien es cierto que los de plata son más, los de oro necesitan volver para proteger su Casa. Ellos son el núcleo del Santuario. Con ellos aquí, podremos reagruparnos y presentar una resistencia cohesionada desde dentro. 

Me gustaba reflexionar las cosas y eso a veces se confundia con pasividad... me daba igual lo que opinara esa santa de oro no creía que actuando sin pensar se fuera a avanzar más deprisa. Asiento a lo que dice Yelena, cuento cuatro santos de oro en la sala y por lo que se  no todas las armaduras estaban ocupadas en ese momento...

Opino como Yelena debemos reunir fuerzas lo antes posible y para ello reunir a los santos de oro restantes... ¿cuantos son los que todavía no estan en el santuario? pregunto

Escuche lo que decían mis compañeros y luego me dirigí ante los santos de oro.

-Pensé que no existían otros santos de oro, de ser así su deber era estar en el santuario protegiendo a Athena o no? Acaso ellos no sintieron su cosmos extinguiéndose? O acaso ustedes no tienen una forma de llamar a sus pares para que se reúnan en este lugar? El Patriarca debería de organizar las cosas, si es que hay uno...- a esta altura me esperaba cualquier cosa, sabía que mis palabras les molestarían, pero era la verdad y no me caracterizaba particularmente por callarmela- me da igual a quien ir a buscar, plata u oro, vayamos del más cercano al más lejano, al menos supongo que se tiene una idea de la ubicación de cada uno...-