Partida Rol por web

El principio del fin.

El Bosque

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14/07/2014, 15:34
Director

El Bosque era un lugar inmenso en el que los árboles lo dominaban todo, gruesos troncos con retorcidas ramas que se alzaban hasta cubrir incluso el cielo, compitiendo por conseguir los rayos de luz que se filtraban casi como aura amaripor sus copas. Sus raíces nudosas formaban a la vez obstáculos y caminos en suelo y sus hojas ahogaban en una vorágine de sonidos los cantos de los pájaros y otros animales. Era la naturaleza desatada en su auge y, sin embargo, conservaba un toque amable que hacía que el lugar resultase de todo menos amenazador.

Eso no significaba que el Bosque no fuese peligroso: uno podía perderse si no conocía los caminos, y había forajidos que había aprovechado esa característica para hacer de él su hogar. 

Es por eso que el Príncipe Eric no viajaba solo. Por el camino se había encontrado con un muchacho, llamado Juan, que decía ser Rey de alguna parte pero que ese era un trabajo muy aburrido y que las Princesas estaban locas de atar, así que había decido volver a lo suyo. Juan parecía dispuesto a irse de aventuras al fin del mundo con tal de no volver a esa torre de la que decía venir, así que había unido caminos para cruzar el Bosque. Ya llevaban un par de días de camino y parecía que, efectivamente, su unión había sido buena idea, pues el muchacho sabía más de moverse por aquel lugar que Eric y tenía un repertorio de fantasiosas historias que amenizaban el camino.

Y, aún así, se habían perdido. Hacía horas que el sendero había desaparecido y ahora caminaban evitando raíces y tocones de árboles, sin ninguna pista que indicase el rumbo. El tenue calor de la luz que se colaba por las copas y el cantar de los árboles habían desaparecido y ese toque de lugar idílico había sido sustituido por uno más primal, donde el barro del suelo tenía la impronta de huellas de predadores y los arbustos se movían agitados por el viento, por la huida de animales más pequeños asustados por su presencia o...

 

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26/07/2014, 21:09
Director

Una nunca se acostumbraba a la sensación de caer.

Ninguna de las dos veces que Alicia había llegado al País de las Maravillas había tenido un viaje agradable, aunque siempre era difícil definir el porqué. La primera vez había sentido como su cuerpo parecía doblarse y combarse al ritmo del tic tac de los relojes mientras parecía estar en esa caída libre de tres segundos que uno tiene cuando está apunto de dormir. en la segunda el humo parecía haberse fundido con su piel en un cosquilleo ardiente que había explotado al chocar con la superficie fría y perfecta del espejo, doblándolo como un vidrio caliente.

Realmente lo que la sorprendía era lo desagradable que resultaba salir.

El Gato la había empujado sin miramientos por un agujero en las raíces de un árbol en el que, con sus dieciocho años y unas caderas de mujer, apenas entraba. Los empellones del animal habían dolido, pero el verdadero desagrado fue al soltarse de su pequeño ancla del  País de las maravillas y comenzar su traslado a otro mundo.

Empezó a caer, pero como caer en línea recta hubiese sido demasiado normal, las paredes del agujero parecían revolotear a su alrededor como si estuviese cayendo en el interior de una serpiente enroscada sobre si misma, que se mueve constante ascendiendo a la nada. El agujero se alejaba con rapidez pero nunca desaparecía, adquiriendo el tamaño de una luminosa punta de alfiler.

Y entonces todo se detuvo, incluida ella y su caída. Magullada y cubierta de barro, no tuvo tiempo ni de suspirar cuando volvió a empezar a caer...hacía arriba. El agujero comenzó a agrandarse de nuevo mientras las paredes se comportaban y, al menos, seguían en su sitio.

En una explosión de luz Alicia salió disparada por una madriguera que, por suerte, era lo bastante grande para ella y rodó por el accidentado suelo del bosque manchándose (otro poco más) de barro pero sin mayor percance. Parecía estar en un Bosque, con mayúscula. No era como los bosques ingleses sino más bien como deberían de ser los bosques ingleses.

El Bosque era un lugar inmenso en el que los árboles lo dominaban todo, gruesos troncos con retorcidas ramas que se alzaban hasta cubrir incluso el cielo, compitiendo por conseguir los rayos de luz que se filtraban casi como aura amaripor sus copas. Sus raíces nudosas formaban a la vez obstáculos y caminos en suelo y sus hojas ahogaban en una vorágine de sonidos los cantos de los pájaros y otros animales. Era la naturaleza desatada en su auge y, sin embargo, conservaba un toque amable que hacía que el lugar resultase de todo menos amenazador. Y lo más importante de todo, no había martillos voladores, grifos cantores, gatos de colores o orugas adictas a fumar.

Y, además, podía oír a dos pardillos acercarse a lo lejos. Parecía que después de todo no le había salido tan mal.

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26/07/2014, 21:52
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

Bocarriba en el suelo del Bosque, parpadeó cegada por la súbita luz. Destellos dorados atravesaban la cúpula de árboles, desvelando que definitivamente no estaba en el asilo. Al incorporarse, tosió; una especie de gañido a medias entre un carraspeo y un gruñido, y escupió barro. Tenía el cuerpo magullado, empezaban a aparecerle moratones, y le dolía cada centímetro de piel.

- Puto Chesire -intentó decir porque solía hablar sola; pero sólo le salió una arcada, otro escupitajo con tierra y una especie de "put-chire" incomprensible.

Se incorporó, de rodillas sobre la hojarasca. El sonido de fondo del bosque le resultaba de todo menos bucólico; su cinismo le hacía pensar en lobos antes que en cervatillos, en hiedra venenosa antes que en bellas campánulas, en pantanos antes que en arroyuelos. Puede este bosque que no fuera Wonderland, pero no tenía porqué ser una maravilla.

Le temblaban brazos y piernas después del súbito subidón de adrenalina, un subidón excesivo hasta para alguien que estaba acostumbrada a las palizas día sí día también y a las sorpresas con forma de escalpelo. 

Escalpelo.

Con un aullido de rabia -no era precisamente una persona comedida- tanteó a su alrededor, desesperada. El Filo Vorpal, el Filo Vorpal, ¡el Filo Vorpal! ¿Dónde coño estaba? ¿Dónde, dónde, dónde? Finalmente dio con él, un destello de plata entre el verde y marrón de las hojas caídas. Lo cogió como si fuera lo único que podía protegerla del universo, cosa que probablemente no era tan descabellada. Y como había pasado ya el punto álgido del estrés y el miedo, las oleadas de dolor físico comenzaron a recorrer su cerebro.

Era una cría apenas mayor de edad -flacucha y no muy bien alimentada, pero con una voluntad forjada a martillazos desquiciados- vestida únicamente con un camisón de asilo, con cada centímetro de piel visible cubierto de arañazos más o menos profundos y manchada de barro en pelo y piel. Los ojos verdes como los mares de la locura, el cabello cortado a mechones irregulares y más largo de lo que permitían las ordenanzas del asilo -por obra y gracia de un trato bajo mano relacionado con la reventa de fármacos mangados a otros residentes-.

- Puto Chesire -repitió, esta vez completamente inteligible. Su voz de contralto cazallera no ganaría un concurso de canto.

Revisó la zona revuelta de suelo forestal. Unos pasos mas allá, su mochila. Bueno, la mochila. Abrió y miró: todo lo que tenía que estar, estaba; incluído ese punto en aquella esquina que parecía noche líquida y que era el responsable, probablemente, de toda la magia de la bolsa.

Se puso de pie. Un par de hilos de sangre se deslizaron pierna abajo, por una piel que casi ya era translúcida del tiempo que llevaba sin ver la luz del sol. A los jardines sólo sacaban a los chicos buenos, los lobbytomy -contracción de lobby of lobotomy-, como solía llamarlos Emy antes de unirse a su club de chavales silenciosos.

Descalza, despeinada, embarrada y ensangrentada escupió en el suelo una tercera vez, ya saliva limpia. Se puso la mochila a la espalda y empuñó el Filo Vorpal. Sonrió -o al menos enseñó todos los dientes- al ver la hoja brillar al sol. Se apartó de la cara un mechón de cabello oscuro y sucio, trazando dos líneas de barro y sangre  en su mejilla, como un guerrero.

Encogiéndose tras un árbol del camino esperó en completo silencio, sintiendo las hojas frías bajo sus pies, escuchando latir el mundo y escocer los arañazos con que Chesire y la madriguera del conejo le habían obsequiado... Y cuando los dos caminantes estuvieron lo suficientemente cerca, saltó frente a ellos y sin mirar, espetó:

- Quiero vuestros zapatos. Y la chaqueta. Y todo el jodido tabaco que llevéis encima - necesitaba una calada YA.  Su boca volvió a curvarse en una de esas sonrisas desquiciadas que ni siquiera era consciente de formar y señaló a los dos con un barrido del Filo Vorpal que llevaba en la derecha -. Que nadie se haga el puto héroe, ¿vale? -un músculo de su mejilla se contrajo espasmódicamente-. Que nadie se haga el pu-to-hé-roe -tenía los dedos de la izquierda engarfiados excepto el índice, y con ese índice tembloroso señaló al más alto de los dos-. Porque no tengo ganas de ponerme a cavar tumbas para un idiota de metro ochenta. Así que no convirtamos este atraco en algo que salpique.

Hizo una pausa extraña, miró a su alrededor -a ese Bosque en el que había caído, sin más explicaciones por culpa de ese maldito gato- y volvió a clavar los ojos en los viajeros:

- ¿Y dónde coño estamos? -su cerebro esperó automáticamente una respuesta críptica, tipo Wonderland, de modo que apretó los dientes y con rabia espetó:- ¡Una puta respuesta comprensible, entendido? ¡Al primero que me suelte un acertijo lo rajo! -por su gesto de furia irracional parecía bastante dispuesta a cumplir la amenaza.

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27/07/2014, 20:13
Eric

Hacía largo rato que el Bosque había cambiado su elegante apariencia bucólica por una mucho más oscura. Concretamente desde que Eric y Juan se dieron cuenta de que el sendero que seguían ya no estaba bajo sus pies. Ni bajo sus pies ni en ninguna parte, pues por más que lo habían buscado, parecía haberse esfumado. 

La profundidad de la vegetación era tan densa que parecían sumidos en una penumbra verdosa eterna. No podían distinguir ni un rayo de sol a través de las copas de los enormes árboles, a pesar de que Eric sabía que se encontraban a pleno día. "O así era hace unas horas..." pensó de inmediato. Llevaban tanto tiempo caminando que fácilmente podía haberles caído la noche sin que ninguno de los dos se diese cuenta. El ambiente frío, propiciado por la ausencia de luz, y la falta de fotosíntesis hacían que las plantas y arbustos que rodeaban los enormes árboles tuvieran un tono mustio y oscuro, como si no contaran con vitalidad. Pero estaban vivas. 

Eric creía que, según el paisaje que les rodeaba, debían estar en el centro del bosque (su zona más frondosa), y si no variaban su rumbo tarde o temprano empezarían a ver cómo se clareaban las copas de los árboles. Eso le animaba a seguir.

Juan y Eric llevaban un rato en silencio. Un silencio que prácticamente inundaba el lugar, invitándoles a creer que estaban completamente solos. Y sin embargo, Eric sentía que miles de ojos les observaban desde las frondosas sombras, por lo que se sintió más seguro desenvainando su espada. Se habían perdido en el gran Bosque y eso no implicaba nada bueno: alimañas, lobos, salteadores de caminos... Cualquiera era una buena excusa para estar preparado ante el peligro.

De repente, una ¿joven? apareció en mitad del "camino" (si le podían llamar así a la dirección que habían decidido seguir), blandiendo un arma ante ellos y hablando atropelladamente. Eric no pudo evitar dar un paso atrás debido a la repentina presencia de la chica.

- ¡Dios santo! ¡Cuidado Juan! ¡quedaos detrás mía!* -exclamó el príncipe sobresaltado, mientras se ponía en guardia.

Su asaltante estaba en unas condiciones lamentables: tenía pinta de no haber usado un peine jamás y se hallaba vestida con un camisón harapiento, que había sido adornado con manchas de barro y sangre. Por ello, Eric se fijó en que la muchacha estaba llena de heridas en todas las partes del cuerpo que su ropa no cubría. Los cortes más profundos aún supuraban una sangre oscura que, mezclada con la suciedad y los moratones, producían unos macabros surcos por su piel. Como guinda del pastel, los nervios parecían haber controlado su mente por completo, y tenía una histérica expresión. 

Eric, sintiendo una pena terrible por ella, casi pudo adivinar lo que tenía que haber sufrido esa pobre mujer: sola y perdida en el bosque durante días, sin encontrar la salida, sin comida ni agua... eso desquiciaría a cualquier jovencita. Por suerte, la chica había topado con Juan y con Eric y no con unos forajidos que a saber lo que hubieran hecho con ella.

- Cálmate, tranquila... -sin acercarse, el príncipe trató de hablar con toda la delicadeza de la que fue capaz, usando un tono más familiar del que usaría si se encontrasen con una bella dama en otras circunstancias- No vamos a hacerte daño...  suelta el arma, ¿vale? -tragó saliva y dio un pequeño paso hacia adelante- ¿te encuentras bien? ¿te has perdido? -las respuestas a las preguntas eran obvias, pero no quería ser brusco con ella.

 

Notas de juego

*Como eres un ex-rey de tu torre, y yo soy un príncipe con protocolo ++, te trato de vos.

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27/07/2014, 21:16
Juan

Podría considerarse desde un punto de vista externo, como el de un lector ajeno a esta historia, que Juan se había perdido en el bosque. El lugar de por si era agobiante, lleno de afiladas espinas, frondosas ramas y árboles retorcidos. Además, la única compañía del muchacho era un noble que no parecía desenvolverse bien en el ambiente natural que los rodeaba. Sin embargo, esto no preocupaba en absoluto al muchacho. Los árboles eran madera con formas raras. Y de un pinchazo no te morías, a no ser que hubieses cabreado a una bruja antes y te hubiese encantado, lo cual no era el caso. Además, tampoco es que la muerte le asustara. Era simplemente algo que no entendía muy bien. Sobre su situación geográfica, no se consideraba perdido. Eso era algo que le pasaba a otra gente. El sabía donde estaba, simplemente no sabía donde estaban el resto de cosas. Y había tantas cosas que no sabía que esa en concreto no le iba a quitar el sueño.

El gallardo compañero con el que el joven se había topado no daba mucha conversación. A pesar de haber intentado sacar conversación con alguna de sus vivencias, el noble llevaba las últimas horas en un silencio incómodo, que coartaba al chico de iniciar algún tipo de tonadilla divertida o ponerse a silbar, como usualmente hacía cuando nada rondaba su cabeza. Y eso era bastante a menudo.

Su situación dio un giro peliagudo cuando una salteadora de caminos les salió al paso desde un lugar no identificado entre los matorrales. La muchacha, que no parecía demasiado fuerte, solo portaba un cuchillo, unas ropas andrajosas y una mochila. Además llevaba un traje de sangre, barro y cicatrices que tapaban lo que mostraban los rotos de su vestido. Ante sus exigencias, Juan hizo una comparativa entre el estado de su ropa y la de la chica. A decir verdad, la suya estaba mejor... Pero tampoco para tanto.

- Pos nos ha fastidiao con que le de yo mi ropa, no te'igo. ¿Tas tu loca? ¡Búscate una pa ti, que'sta es mía! Bueno, pa fumar te daría, peo no me queda na. Y estar, 'tamos en un bosque. ¿Ande te crees tu que'stamos, si no?

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27/07/2014, 23:52
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

Alicia puso los ojos en blanco ante los comentarios tranquilizadores de Eric.

- Ya sé que no vas a hacerme daño, chico - gruñó-. Ojalá supieras que yo no voy a hacértelo a ti -blandió su arma dejando más que claro que en una pelea barriobajera, era la reina del Bronx-. ¡Me encuentro perfectamente! -respondió con malhumor-. ¡No necesito la puñetera medicación! ¡Dame tus malditos zapatos, porque si piensas que me voy a cortar dos pelos porque lleves una espadita es que no sabes con quién te estás jugando las lentejas!

Parecía estar, realmente, a punto de perder los nervios. Claro que los viajeros no tenían que saber que ese era su estado basal. Entonces intervino el chico, el cual parecía necesitar un ejército de logopedas sólo para dar los buenos días. Intervino, pues, con un desparpajo digno de su nombre... pero a Alicia no le gustó la respuesta sobre donde estaban.

- Mirachaval, MIRACHAVAL CHORRADITAS LAS JUSTAS -le gritó, Filo Vorpal en la mano - QUE ME DIGAS DONDE COÑO ESTÁ ESTE BOSQUE Y COMO SE LLAMA EL MALDITO REINO O VOY A DEJAR DE SER AMABLE.

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28/07/2014, 23:27
Eric

Eric entrecerró los ojos y apretó los dientes ante el estruendo producido por la histérica jovencita. Casi parecía que sus gritos chirriasen en su cerebro, y el príncipe solo deseó que parasen.

- ¡Sssshhh, sssshhh! ¡Juan, con delicadeza! ¡está asustada! -le dijo alarmado a su compañero de viaje. Eric pensó que Juan no parecía tener mucho tacto con el trato hacia las doncellas (o al menos, no con esta doncella), pero el príncipe no le dio mucha importancia: "Es normal, ¡tan joven y ya rey! el pobre habrá ocupado su tiempo en aprender todo lo necesario para gobernar correctamente, y no habrá tenido tiempo para prácticar la charla social con jovencitas. ¡Ay! No sé que habría hecho yo en su lugar si con tan tierna edad me hubieran coronado" pensó admirando al chico, sin apartar la vista de la muchacha.

- No tengo tabaco... ahora -mintió Eric. Aunque no era una mentira en su totalidad: el príncipe no fumaba, pero según había ido creciendo, veía que cada vez más nobles (y mejor posicionados) se habían aficionado al tabaco, siendo el acto de fumar de lo más elegante entre las clases altas. Además, decían que calmaba los nervios y los caballeros, pipa en mano, no paraban de hablar de sus beneficios para la salud*. Cuando varios de sus consejeros le recomendaron que se uniera al hábito del fumador, pues esto le haría un futuro rey mucho más señorial, había intentado apuntarse a la moda pero los resultados fueron nefastos: toses sin control y un picazón en la garganta que tardaba largo en rato en desaparecer. Pero, por desgracia para Eric, el tabaco estaba a la orden del día. ¡Hasta su nuevo compañero, el rey Juan, había admitido que no le quedaba qué fumar! Se prometió que en el próximo poblado compraría tabaco y fumaría, aunque solo fuese para demostrar a Juan con orgullo que él también era un príncipe elegante. El príncipe se apresuró a convidar también a la chica- Ahora no tenemos, pero en cuanto salgamos de aquí te compraré tabaco, ¡todo el que necesites!

El filo se agitaba peligrosamente ante ellos, y la joven parecía cada vez más nerviosa. Eric, con una expresión de preocupación, intentó desarmarla sin causarla daño. No era algo muy difícil, pues él era un excelente espadachín y luchador, entrenado en el propio palacio real, y ella... una pobre chica algo escuálida, con más heridas visibles que piel sana. Con una elegante floritura, más digna de un duelo de esgrima que de un combate, hizo que el arma cayera al suelo y Eric le propinó una patada, alejándola hasta caer en unos arbustos varios metros más allá.

Eric casi esperaba que la muchacha estallara en ira contra ellos, y no le faltaba razón: además de las penurias que había pasado dios sabe cuantos días perdida en aquel bosque, unos extraños la desarmaban sin ningún miramiento. "Pero un arma en manos de alguien en tal estado de ansiedad es siempre peligrosa" se justificó a sí mismo Eric. ¿Cómo podían hacer entender a la chica que solo querían protegerla? El príncipe decidió hacerle otro ofrecimiento, esta vez más tangible:

- Llevo una ropa de repuesto que tal vez te podría servir -dijo refiriéndose a su ropa de paisano, con algo de miedo ante su reacción. Si había algo que un hombre temiese más que al más peligroso de los dragones era a una bella doncella enfadada. Con ese aspecto tan desatendido y esa ropa tan pordiosera, en ese momento la doncella no tenía mucho de "bella". Pero toda su carencia en ese adjetivo lo suplía en enfado con creces-. Es de hombre y te quedará algo grande, pero será mejor que tu deshilachado camisón -dijo con delicadeza, describiendo de la manera más suave que pudo el conjunto de harapos que le caían por los hombros a la chica.

Notas de juego

*Las autoridades sanitarias advierten: FUMAR MATA.

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29/07/2014, 11:53
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

Era de esperar que el príncipe, ducho en la pelea y con bastantes menos problemas de concentración que Alicia, fuera capaz de desarmarla. Lo que quizá no era tanto de esperar para quienes no conocían a Alicia es que se tirara directa a morder a Eric, olvidado por un segundo el Filo Vorpal. Se lanzó directa contra el príncipe, el cual al no esperarlo se desequilibró y cayó con la chica encima. Pesaba bastante poco, pero tenía la fuerza de la locura. Le sujetó por el cuello, y si bien él podría tener la fuerza para soltarla, quedaba bastante evidente que Alicia sabía bien cómo romper una tráquea o como estrangular una respiración. Sus dedos se hundieron en la real carne.

- Vale, chico. Parece que hemos llegado a un impass -siseó, mirándole desde una distancia desagradablemente escasa, clavando su mirada desquiciada en los ojos asombrados de Eric-. Podemos jugar a ver quién es el más rápido -la expresión de su cara decía a las claras que no era la primera vez que estaba en una situación así- o podemos hacer un trato. Zapatos, ropa y tabaco en el siguiente pueblo, y dejo de hacer esto -hundió los dedos, dolorosamente, sobre la nuez de Eric. ¿Podría romperla? Era evidente que ella creía que si.

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30/07/2014, 01:02
Juan

El rifirrafe entre la chica salvaje y el príncipe no duró demasiado. Él, amable como siempre, se molestó en desarmarla con su espadón como quien corta una flor para colgársela en la pechera. Ella, con furia y desenfreno animal, se le lanzó al cuello con intenciones asesinas. Todo ello en unos segundos, en los que Juan casi no se había enterado de nada. Pero no tardó mucho en reaccionar, lanzándose a la par a por Alicia. O a su lado, al menos.

- ¡Jostias! ¡Como ha molao eso, ¿no?! Ha sio como, ¡zasca! Y el te ha quitao el pincho, y tu ¡zumba! Y te le has lanzaó encima.- El chico representaba mientras hablaba la situación que de hecho estaba aconteciendo en ese mismo instante, o que al menos acababa de suceder. Una vez hecha su pantomima se colocó junto al rostro de Alicia, en una cercanía algo incómoda para la situación.- Eh, eh, ¿me enseñas a hacerlo igual? Porfa, venga, enseñame. Mira, a cambio te doy un trago sidra, ¿que dices, eh? Ta buena de verdad, promesa.

Al mencionar la calidad de su bebida el chico se besó el nudillo de su dedo corazón, como símbolo de veracidad.

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30/07/2014, 09:32
Eric

La cara del príncipe empezó a tornarse de un color rojo-violáceo por la falta de oxígeno. La cría apretaba su garganta como aquel que exprimía un limón y, mientras Eric intentaba zafarse en vano, Juan admiraba las artes de golpeo y derribo de la mujer. "¡Qué curioso este Juan, empapándose de las formas de lucha extranjeras para unirlas con las suyas propias, su ansia de conocimiento no tiene límite: buena cualidad para un rey!" habría pensado alegre el heredero en cualquier otra ocasión. Pero en ese momento, su tráquea cerrada le impedía tener otro pensamiento que no fuera el de que su muerte estaba cerca.

Intentando librarse de la desequilibrada muchacha, por fin se vio incapaz de quitársela de encima, y con cada vez menos aire y más morado, hizo aspavientos desde el suelo, queriendo decir: "¡¡Sí!! ¡¡sí!! ¡lo que tú digas! ¡ropa y tabaco con tal de que me sueltes! ¡sí!". Sin embargo, las manos apretando sin ninguna piedad su cuello impedían que sus cuerdas vocales funcionasen correctamente, así que en su último aliento consiguió boquear como un pez fuera del agua:

- AGHGAHAHUFAHHHGGGBLAGHBLAHCOUGHCOUGHCOUGHAHGHHAH... ¡¡¡SIAhhghSISÍÍÍ!!!

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30/07/2014, 21:14
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

La chica enarcó una ceja, sorprendida y desconcertada, ante la extraña petición de Juan. El chico se le puso demasiado cerca y Alicia hizo por apartarse, pero como no quería soltar las manos se tuvo que aguantar ante semejante invasión de su espacio personal.

Alicia dejó de apretar y se echó hacia atrás, como un animal, casi esperando que Eric se levantara y la golpeara. No se le pasó por alto que la piel del príncipe era más suave de lo que debería ser en un viajero cualquiera, pero a falta de presentaciones no tenía razón para sospechar que ninguno de los dos era más que un viajero . Se apartó un par de pasos del dueto, buscando entre los arbustos su filo.

- ¿No eres un poco crío para necesitar saber pelear? -preguntó una vez encontrado el arma, sin apartar la vista de los dos caminantes. Ante la promesa de tabaco parecía bastante más calmada. 

Se recolocó el camisón de histérica y el pelo. No tenía bolsillos en los que esconder el arma, pero tampoco tenía intención de soltarla. Sin embargo, ya no la aferraba con evidente intención violenta, lo hacía casi con indiferencia. Con el tiempo se había convertido en una extensión de su mano.

Dio tiempo a que Eric se recompusiera, observando al chico mientras tanto. Juan parecía un chaval espabilado, aunque le costaba entenderle... 

- ¿Cómo se llama este reino?  -necesitaba poder localizarse espacialmente-. ¿Ha nacido alguien importante hace poco? ¿Una princesa, una bruja? ¿Alguna historia sobre una torre perdida o apartada?- espetó sus preguntas, disparándolas. Tenía tan pocas pistas... y tan poco tiempo. Quizá una aproximación directa serviría para algo. Y si veía que los viajeros eran demasiado curiosos y hacían muchas preguntas, siempre podía regalarles una corbata cubana.

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02/08/2014, 17:07
Eric

Cuando la chica le soltó, Eric cogió una bocanada de aire como si el oxígeno nunca hubiese entrado en sus pulmones y tosió compulsivamente. El príncipe se levantó frotándose la dolorida garganta y, una vez de pie, se sacudió y alisó sus ropajes.

Mirando con cierto recelo a la joven, ahora más calmada, pensó: "Dios quiera que no me pierda en un bosque tantos días como esta muchacha, su histeria es demencial". Buscó en su petate su ropas de paisano y se las tendió, como había prometido. Por momento deseó estar en su palacio: allí la chica podría tener descanso y aseo, y en unas pocas horas sus nervios se calmarían hasta convertirse en algo tan lejano como un mal sueño. Negó con la cabeza para sí mismo: "Qué pena".

Aclarándose la voz (y tuvo que carraspear un par de veces antes de que sonara debidamente), respondió con la amabilidad que le quedaba tras haber estado a punto de ser asesinado por una joven temporalmente asalvajada:

- Nos encontramos en el gran Bosque del reino de Costa Real- dijo serio-, del que casualmente soy príncipe. Por ello, puedo asegurarte en la realeza no hemos aumentado nuestro número de miembros. En cuanto los demás, ya sean brujas o caballeros... ahora mismo, sin poder consultar el registro de población, no sabría decirte -Eric miró a su compañero de viaje-. ¿Y vos, Juan? ¿tenéis a alguna importante personalidad recién nacida en vuestro reino?

Como cayendo en la cuenta de repente, volvió a dirigirse a la chica:

- ¿Y cuál es vuestro nombre, joven? -dijo tocándose de nuevo la garganta, dándole a entender que ella le debía al menos una presentación por haber estado a punto de estrangularle.

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03/08/2014, 11:22
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

- Costa Real -Alicia se palpó la barbilla con aire pensativo-. Costa Real... me suena.

De un modo que pareció casi inapropiado, la reacción automática, inmediata e instantánea de Alicia a la revelación de la realeza fue responder con una reverencia. Una reverencia que resultaría absolutamente perfecta de no ser por el hecho de que no se hacía sujetando los extremos de un vaporoso vestido de fiesta, sino los de un andrajoso y ensangrentado camisón de histérica. No portaba en su mano un coqueto bolso de tul, sino un cuchillo al que la luz del sol arrancaba destellos extraños. No había zapatitos de cristal en sus pies, solo pies que habían estado pisando cristales.

-Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor, Su Alteza y Su Alteza-dijo con voz dulcísima y delicadamente cortés, inclinándose graciosamente primero hacia uno y luego hacia otro, sin plantearse ni por un instante que Juan parecía de todo menos un príncipe. Para su mente desquiciada, había detalles irrelevantes-. Un honor conocerles.

Y como una burbuja de jabón que explota, su cordura desapareció; Alicia se irguió de nuevo y empezó a hablar sola sin molestarse demasiado en bajar el tono.

- Así que, así que, así que vale, ese estúpido gato me envía aquí. De todas las malditas puertas, a esta. Lo cual me recuerda, memorando, portal en el Bosque de Costa Real. Me envía aquí, vale, para que me encuentre con un par de príncipes. ¿Porqué? ¿Qué saben estos dos que sea útil?

Considerando como consideraba Alicia que los Cuentos eran entidades con voluntad e intención -para los cuales lo importante era la historia-, ni se planteaba que la aparición de Eric y Juan fuera algo aleatoria.

- No tengo tiempo. No tengo tiempo.  Necesito tabaco. Vale, primero el tabaco y luego todo lo demás -continuó diciendo mientras se metía más o menos tras los arbustos y se cambiaba de ropa. No tenía un gran concepto del decoro después de su paso por el asilo, donde la intimidad era algo que sencillamente, no ocurría. Que se lo dijeran a Betty Kiddo, la rubia catatónica.

Salió de entre los arbustos vestida con la ropa de Eric, que era como una decena de tallas mayor. Le sobraba por todas partes, y aunque estaba en muy buen estado, puesta sobre Alicia parecía andrajosa. Los botines le quedaban enormes, así que le dio dos vueltas a los calcetines y apretó todos los cordones hasta que al menos, tuvo los tobillos bien sujetos. Podía soportar ir vestida con cualquier cosa, pero los zapatos bien ajustados son necesarios para huir corriendo. 

Levantó el Filo Vorpal y se miró en el reflejo. Se apartó el pelo de la cara.

- Necesito una ducha  -dijo, y se echó a reír histéricamente de su propio chiste, recordando las duchas frías.

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05/08/2014, 16:25
Juan

El rey sin reino se quitó el sombrero y se rascó la cabeza pensativo. Ejercitar su memoria era un proceso complejo para el muchacho, y no parecía tener muchas pistas sobre la respuesta que le requerían.

- Pos personalidad de esas no se yo... M'acuerdo de que allá en casa de Pá al vecino le nació un ternero, y taban contentos tos por que iban a tener carne pa to el mes. Y en el castillo taba la loca esa la princesa que no me dejaba en paz, pero de brujas y torres no se na. Tal vez en el pueblo sepan de algo, ande el herrero o en la taberna siempre ta to el mundo soltando chismes. A to esto, yo soy Juan, pa servirte.

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12/08/2014, 15:54
Eric

La perfección con la que muchacha hizo sendas reverencias hacia los hombres dejó a Eric estupefacto. Ese gesto, junto con un nombre que indicaba claramente la pertenencia a una buena familia ("Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor", trató de no olvidar el príncipe), confirmó las sospechas de que la "pordiosera" que se encontraba ante ellos se trataba realmente de una noble doncella perdida.

"Perdida, secuestrada, huida de sus captores en pleno bosque... ¿quién sabe cuántas desgracias ha sufrido esta pobre chica?" pensó Eric con preocupación mientras Alicia hablaba sobre puertas y gatos. Cada vez le extrañaban menos sus incoherentes comentarios y su errático comportamiento, pues lo había visto de primera mano hacía un tiempo: recordó la histérica crisis nerviosa que sufrió Dominic Smith, uno de sus mejores marineros, cuando aquel terrible naufragio asoló el barco e hizo perder la vida a varios miembros de la tripulación (incluso el propio Eric casi estuvo a punto de morir). Dominic tardó varias semanas en recuperarse del todo, y durante ese tiempo parecía más el loco del pueblo que el respetable marinero que solía ser. 

Mientras Alicia se cambiaba de ropa sin ocultarse demasiado, el príncipe se dio la vuelta con las mejillas encendidas de pura vergüenza. No quería ser irrespetuoso y que la joven le acusara de espiarla mientras cambiaba su camisón hecho jirones por la ropa de Eric, pero la chica no había avisado de que se cambiaría allí mismo. Cuando, dejando un tiempo prudencial, creyó conveniente volver a mirar a la muchacha, ésta estaba admirándose a través del filo de su arma. La ropa de Eric le quedaba tan grande que seguía pareciendo una vagabunda, pero el príncipe esperaba que no le importase mucho. "En el próximo pueblo habrá que hacer una visita al sastre" se dijo, como apunte mental. 

El heredero cayó en la cuenta de que no había dicho su nombre y se presentó formalmente:

- Yo soy el príncipe Eric -dijo, inclinando su cabeza con galantería. Y a continuación se mordió el labio, preocupado. No quería ser un maleducado, pero estaba preocupado por la muchacha, así que trató de dar un rodeo para preguntarle a la chica el motivo de que estuviese en ese bosque-. ¿Estás mejor? No esperábamos encontrar a una bella jovencita por aquí... el bosque es un lugar peligroso. ¿Te habías perdido? -y miró a Juan, buscando apoyo.

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12/08/2014, 19:41
Alicia Pleasance Liddell Hargreaves Taylor

- Para perderse tiene que existir un camino correcto -respondió crípticamente, en la mejor tradición de Wonderland, sin ni siquiera darse cuenta de que había más de ese lugar en ella de lo que le gustaría-. Príncipe Eric, príncipe Eric... -hizo memoria, una vez más tratándole con educación-.  Su Alteza no me suena. ¿No esperábais encontrar una chica por aquí? -repitió sus palabras- Raro. A casi todos los príncipes les van las chicas del bosque -se encogió de hombros, la educación otra vez fuera de la ecuación-. Muy bien, príncipe Eric. No, no me he perdido. Un bicho idiota me ha enviado aquí. Si eres un príncipe entenderás de estas cosas, ¿mmm? Búsquedas, órdenes sobrenaturales, misterios místicos, toda la farándula

Notas de juego

 Soy gilipollas y tenía esto puesto en solo para mí!! Perdón!!

recordó la histérica crisis nerviosa que sufrió Dominic Smith

XDDDDDDDDDDD

PETIT, PREGUNTA: ¿Como humana, conozco los cuentos o no?

PETIT HA OIDO TUS PLEGARIAS: Si. Pero el Príncipe de la Sirenita no tiene nombre. Si te contase algo más podrías atar cabos, pero de momento...es solo un Príncipe. Podrías deducir quién es Juan (que no hay muchos Juanes en los cuentos), pero con Eric de momento es más complicado.

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17/08/2014, 17:34
Director

El Bosque era un lugar inmenso en el que los árboles lo dominaban todo, gruesos troncos con retorcidas ramas que se alzaban hasta cubrir incluso el cielo, compitiendo por conseguir los rayos de luz que se filtraban casi como aura amaripor sus copas. Sus raíces nudosas formaban a la vez obstáculos y caminos en suelo y sus hojas ahogaban en una vorágine de sonidos los cantos de los pájaros y otros animales. Era la naturaleza desatada en su auge y, sin embargo, conservaba un toque amable que hacía que el lugar resultase de todo menos amenazador.

Eso no significaba que el Bosque no fuese peligroso: uno podía perderse si no conocía los caminos, y había forajidos que había aprovechado esa característica para hacer de él su hogar. 

Pero eso a Coppelia no le importaba. Era un lugar hermoso, muy distinto a los páramos helados y las estepas yermas y repletas de barro que había recorrido desde su abandono del hogar. Si algo le había enseñado su viaje era que las inclemencias del frío son dolorosas y estar allí, en aquel bosque como refugio,  era casi un paraíso.

Cerró los ojos y se dispuso a dejarse llevar un rato por el agradable  piar de los pájaros y el ruido de los animales cuando la calma se vio rota por el griterío de una especie muy distinta. Sonaba como si hubiese alguna jovencita histérica y otro par de voces más. ¿Y si estaban atacando a una pobre damisela en apuros, aprovechándose de que la densidad del Bosque ahogaría sus gritos? 

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19/08/2014, 16:50
Coppelia

Coppelia miraba a su alrededor con una sonrisa, contemplando con ojos nuevos cada detalle que daba forma al bosque. - Bosque. - Pensó, regodeándose con una palabra que por fin cobraba significado. - Bosque. - Susurró, llenándose la boca con ella antes de que una risita argentina saliera de su garganta. 

Sintió la blandura de las hojas bajo sus pies y se detuvo para quitarse los zapatitos rojos y pisar directamente con la planta el césped y las hojas caídas. Había sido un viaje verdaderamente largo, durante el cual la antigua muñeca había experimentado el hambre, el frío y en ocasiones, el miedo. Su piel era demasiado suave, poco preparada para las inclemencias del tiempo y tan sólo tenía un par de vestidos finos que había terminado por ponerse uno sobre el otro, pues antes de ser de carne y hueso nunca había necesitado cambiarse de ropa con asiduidad. Tampoco habría podido hacerlo aunque hubiese querido, claro. Y el mago, un hombre al fin y al cabo, no se había preocupado de hacerle un extenso guardarropa a su muñeca. 

Aparte de los dos vestidos, Coppelia tan sólo llevaba en su hatillo un libro, los anteojos de Coppelius y algunos restos de pan duro. La primera vez que había probado el pan le había parecido un manjar de los dioses y no había podido evitar comprarlo en tal cantidad que el panadero la había mirado como si estuviese loca. Después de semanas comiendo el pan cada vez más duro había empezado a gustarle menos, pero en cierta forma agradecía tener algo que llevarse a la boca aparte de lo que pudiera conseguir por el camino. Por suerte, o quizá por haber sido una muñeca hasta hacía tan poco, no necesitaba comer mucho. 

Pero ahora todas las penurias y preocupaciones se borraban de su mente. El leve aire que corría entre las hojas traía el olor fresco de la hierba y el piar de los pájaros se mezclaba con el rumor de los árboles al moverse. Coppelia posaba las yemas de sus dedos en la corteza de los árboles al pasar, sintiendo un tacto nuevo para ella y todos sus sentidos parecían extenderse, llenándose del bosque. ¿Habría frutas? Había oído hablar de ellas al mago en sus intentos por prepararla para cuando fuese humana y se moría de curiosidad por probar algo así con sus propios labios. 

Cerró los ojos y extendió los brazos con una sonrisa radiante, sintiéndose cobijada en el bosque. Incluso la búsqueda de Franz y Swanilda, que la movía y que la había ayudado a seguir en los momentos más difíciles desapareció de su mente. - Podría quedarme así para siempre. - Pensó con inocencia. 

Y entonces escuchó los gritos y las voces y abrió los ojos de nuevo asustada y sobresaltada. En el único libro que poseía, aquel que el mago solía poner en sus manos al dejarla junto a la ventana, había dibujos. Ella no sabía leer, así que no comprendía las letras, pero en una de las ilustraciones había un forajido asaltando a alguien en un bosque. Temió que algo así estuviese sucediendo y durante varios segundos dudó. Tal vez debería esconderse, o huir... Pero su corazón se encogía ante la idea de dejar a esa pobre damisela a su suerte. Y la curiosidad que sentía era muy fuerte pues no había visto apenas gente desde que abandonó el pueblo. 

Finalmente decidió acercarse, a pasitos muy pequeños, haciendo un enorme esfuerzo por no hacer ruido y alertar a los posibles atacantes. Se movió entre los árboles de la forma más silenciosa que pudo, intentando atisbar algo a lo lejos sin ser vista.

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27/08/2014, 10:46
Director

La imagen que se encuentra Coppelia es cuando menos...bueno, peculiar. Había oído historias de bandidos que atacan a damiselas en peligro, pero allí parecían ser los bandidos los que estaban en peligro, delante de una jovencita bastante alterada que blandía un cuchillo. Aunque bien pensado, aquellos hombres tampoco parecían bandidos: uno apenas levantaba metro y medio del suelo y parecía más bien un niño fugado de algún pueblo, y el otro era demasiado...demasiado...elegante.

Al fin la chica pareció conseguir su botín que eran...¿unos ropajes? y se cambió sin atisbo de vergüenza delante de los dos hombres, mientras el más alto apartaba la vista. El ambiente se había calmado, porque la peculiar muchacha hizo una reverencia dejando de lado su antigua ropa, un horrible vestido blanco que parecía una prenda de noche. Lamentablemente, aún estaba demasiado lejos para oír la conversación, pero sin ella la situación carecía, al menos de momento, de mucho sentido.

Notas de juego

Lamento la brevedad, es por no dejarte tirada.

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30/08/2014, 21:04
Coppelia

Los ojos de Coppelia se abrieron como platos al ver la escena que se desarrollaba a unos metros de donde ella atisbaba entre los árboles. No comprendía nada de lo que estaba sucediendo y se tapó la boca escandalizada cuando la muchacha empezó a desvestirse sin vergüenza ninguna delante de dos varones. Sus pálidas mejillas se sonrojaron mientras apartaba la mirada. - Si Coppelius hubiera visto algo así... - Pensó, recordando al que consideraba su padre y quien la había inculcado el pudor que se esperaba de una joven doncella como ella. 

Y sin embargo, la curiosidad era más fuerte que el embarazo que había sentido con la imagen. Apenas unos instantes después sus ojos se alzaron de nuevo para ver cómo se desarrollaba la situación. La antigua muñeca era apenas consciente de que poco a poco había empezado a caminar de nuevo a pasitos pequeños acercándose más, pues contemplar lo que sucedía entre esos tres curiosos personajes había dejado de ser suficiente y ansiaba escuchar también lo que decían. Se movía muy despacio, escondiéndose de árbol en árbol y tratando de no hacer ruido con los pies descalzos, pero con la mirada fija en aquel lugar como hipnotizada no podía preocuparse demasiado del crujir de las hojas y ramitas del suelo.

Notas de juego

No te preocupes, yo estoy con inspiración cero, pero quería seguir :).