Partida Rol por web

LOS VELOS DEL PASADO.

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

- “Me marcho.” – Dice la muchacha mientras eleva la mirada del fuego para dirigirla hacia su primo Vankor. – “Llevaba un tiempo buscando y por fin he conseguido que me acepten en uno de los grupos de aventureros, primo.” – Explica con una sonrisa en el rostro. Aunque el hecho de que llevaba un tiempo buscando es algo bien conocido por todos en Punta Arena.

- “Planean un par de incursiones por la costa… al parecer tienen información sobre ciertos artefactos antiguos que, si los recuperamos, podrían hacernos ricos.” – Explica.

Lograr algo así es todo lo que ha soñado Aionea desde pequeña, y Vankor, como el resto de la familia, lo sabe. Aunque en multitud de ocasiones le han intentado hacer entrar en razón y le han explicado que la vida del aventurero no es tan buena como la pintan los bardos, la muchacha es cabezota y por fin, parece haberlo logrado.

- “Saldremos en un par de días.” – Explica con cierta ilusión en su tono. – “Pero volveré pronto y os contaré mis aventuras.” – Añade.

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

Sandru está paseando por la plaza del pueblo cuando alcanza a divisar a la Alcaldesa Deverin. La mujer está hablando con uno de los lugareños cuando alza el rostro y divisa al caravanero Sandru. Le saluda con un gesto de la cabeza y echa a andar hacia él.

- “Sandru. Buenos días.” – Saluda de manera jovial y enérgica. – “Te estaba buscando… quería pedirte un favor.” – Dice sin el menor atisbo de tono autoritario en su voz. – “Querría que me trajeras un poco de pimienta de Korvosa la próxima vez que vayas. Por supuesto te pagaré bien.” – Explica con una sonrisa en el cansado rostro.

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

Giorgino está regresando a la caravana de su tío Sandru, acampada a las afueras del pueblo, entre dos bajas colinas, cuando descubre la figura del alguacil Cicuta agachada junto al carro de la adivina de la caravana.

El alguacil levanta la cabeza y divisa a Giorgino. Al ver al joven no duda en hacerle un gesto para que se acerque.

- “¿Sabes qué es esto?” – Pregunta a Giorgino mostrándole unos desperfectos en el carro.

Trigésimo primer día del mes de Abadio del 4707. Sala privada del Dragón Oxidado.

Madame Niska se encuentra sentada frente a Koya. No es la primera vez que la madre le echa las cartas a su hija, aunque sí es la primera vez que Koya ve a su madre quedarse embobada unos segundos.

La anciana acaba de colocar una de las cartas boca arriba sobre la mesa. La carta muestra una figura de una lechuza, o quizás un búho. Koya conoce lo suficiente del significado de las cartas, el búho representa la sabiduría eterna del orden natural. En cuanto Niska ha depositado la carta sobre la mesa, se queda como paralizada, mirando al vacío.

La anciana tarda unos largos y eternos segundos en reaccionar, tras los cuales parpadea y mira muy fijamente a Koya. La mujer parece temblar ligeramente, como si tuviera frío.

Aferra las manos de su hija entre las suyas y acerca su rostro.

- “Ésta… ésta será la última vez que te eche las cartas, hija mía.” – Dice a Koya con la respiración agitada.

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

Giorgino se acercaba silbando ufano al campamento donde estaban su tío y sus primos, así como su abuela. Siempre que les visitaba disfrutaba de una buena jornada y aquella no iba a ser diferente.
Le extrañó ver al alguacil por allí, pero supuso que simplemente se había acercado a ver como iba todo, al fin y al cabo era su trabajo. Se acercó cuando este lo llamó y lo saludó alegremente.

-¡Buenos días Alguacil Belor! No esperaba verlo por aquí. -Giorgino miró el desperfecto en el carro de su abuela con cierta preocupación.- ¿Eso...? Vaya... El carro ha debido golpearse... Pero no se preocupe, yo mismo le daré un poco de resina y una capa nueva de pintura y quedará como nuevo.

Giorgino sonrió confiado. No solo repararía el carro sino que además se ofrecería a pintarlo para regocijo de su abuela, todos saldrían ganando. Solo esperaba que el Alguacil no siguiera preocupado por el asunto, al fin y al cabo no era para tanto, seguramente tendría asuntos más importantes que atender en el pueblo. En cualquier caso era mejor cambiar de conversación cuanto antes.

-¿Y que tal van las cosas por el pueblo? ¿Algún problema alguacil? Espero que todo esté bien.

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

- "Esos desperfectos coinciden con los daños en la valla de la huerta del alquimista…" - Replica el alguacil con el rostro ceñudo. – "Quien, por cierto, está bastante enfadado por el destrozo." –

Mira alternativamente a la rueda y luego a Giorgino.

- "Deberías coger a tu primo Vankor, e ir a reparar juntos la valla." – Sugiere muy serio. – "Creo que es mejor eso a que Doña Martha se entere de que alguien ha estado participando en carreras ilegales tan cerca del pueblo, ¿verdad?" – Comenta mientras se cruza de brazos mirando al joven varisio.

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

Sandru caminaba por Punta Arena dando vueltas a su siguiente viaje. El frío amainaba día a día, y pronto los caminos volverían a estar transitables para sus carros de mercancías. Siempre que las estaciones le obligaban hacía de Magnimar su zona de descanso, en pro de echar una mano a los honrados varisios que allí intentaban ganarse la vida, pero cuando el anhelo de la familia le podía venía a Punta Arena a pasar unos días, como era el caso.

La gente le conocía de toda la vida y sabían que podían confiar en él, lo cual era bueno para el negocio por una parte, y a veces... a veces ya se sabía qué pasaba con la confianza. Pero recibió a la alcaldesa con buen gesto y mejor talante. La mujer siempre se había portado bien con él y con los suyos, y hacerle un favor era algo que Sandru haría con placer. Y sacar algo de plata de paso, porque no.

- Parece que me lees la mente Alcaldesa Deverin, ¡Jojojo! Precisamente pensaba en mi próxima ruta. Korvosa dices... bueno en principio no tenía pensado nada por allí pero, ¡Algo improvisaremos! - Sandru le dedica una genuina sonrisa, apreciando por primera vez su gesto cansado.

- Tienes aspecto de no dormir bien, ¿va todo bien Alcaldesa? - La voz toma un tono preocupado a medias entre una caricia y una palmada, un tono de ánimo y refuerzo en definitiva.

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

La mujer desvía por un segundo la mirada, pero enseguida recupera la compostura.

- “La verdad es que hay asuntos que me preocupan.” – Admite. – “El Alguacil parece hacer últimamente la vista gorda ante ciertas actividades de los sczarni locales.” – Comenta agachando un poco la cabeza. – “Creo que Belor piensa que es posible utilizar a los sczarni en la defensa del pueblo como una especie de milicia extraoficial.” -

Por el tono de sus palabras estás convencido de que le preocupa, aunque no parece decidida a intentar hacer nada al respecto. Probablemente se fíe del criterio del Alguacil Cicuta a la hora de decidir qué hacer con los sczarni… pero eso no quita para que esté preocupada.

Hace un gesto de la mano como queriendo pasar página. – “Bueno, dejemos eso por ahora. Las flores en la tumba de Alder son muy hermosas.” – Te dice con una sonrisa. – “No se ven frecuentemente.” -

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

Oh oh...

Se podía decir muchas cosas del alguacil Belor, pero no que fuera un necio, ni tampoco que fuera mal hombre a pesar de su trabajo. Otros podrían aprovechar su posición para sentirse superiores o hacer cumplir su voluntad por las malas, pero Giorgino enseguida captó el mensaje, Belor Cicuta sabía lo de la carrera y estaba claro que había sido él.

-Vaya... Siento que el alquimista esté enfadado... No pensé que había pasado tan cerca... Hablaré con Vankor, alguacil Belor, y esta misma tarde dejaremos reparada la valla del alquimista, palabra de Vhiski. No hace falta que nadie más lo sepa no.

Giorgino sonrió nervioso. Nunca había pensado que podría pasar algo así y ahora tenían el carro algo estropeado y una valla rota, pero lo solucionarían, a ser posible sin que nadie más se enterase o le iban a caer unos buenos castigos.

Mi madre no me dejará salir de la finca nunca más y aunque pudiera la abuela no querrá voler a verme, ni el tío...

A veces el riesgo y la velocidad le perdían, pero realmente pensaba que podía ganar a su primo Vankor y quería demostrarlo, además Bevelek había animado aún más haciendo una apuesta.
Pero en el fragor de la carrera apenas se dio cuenta de nada, repasando el recorrido mentalmente ahora recordaba haber sentido algo extraño al hacer la curva junto al terreno del alquimista, el carro había hecho un extraño que Giorgino había achacado a la alta velocidad con que la había tomado para alcanzar a su primo Vankor que estaba bien cerca, pero estaba claro que había sido producido por el chocar entre el carro y la valla.

-Gracias Algualcil Belor, le debo una muy grande. No volveré a destrozar ninguna valla.

La próxima vez tendría más cuidado, porque lo que si que no pensaba hacer era dejar de correr con los carros a no ser que le obligaran a ello.
Esperó por si el Alguacil quería decirle algo más, en cuanto pudiera hablaría aparte con sus primos y reunirían las herramientas y el material que necesitaran para reparar la valla.

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

Escuchó con admiración lo que le decía su prima. Ella sí que era una mujer valiente y con sueños y no le importaban las presiones familiares. Estaba decidida a ir en pos de ellos y asumía el coste.

-Me gustaría ir contigo. Mucho -dijo soñador-. Pero Bevelek saldría tras de mí y me arrastraría por la oreja de vuelta. Además, solo no sé si saldría adelante -la realidad era otra. Tras la pérdida de ambos padres, el uno muerto y la otra en el mundo de quienes han perdido la cabeza y solo permanecen en este mundo como espectros de lo que fueron, sabia que Bevelek sufriría con su partida, un viaje que debería ser secreto, sin opciones a despedirse, huyendo en la noche como un ladrón. Su hermano merecía algo más que eso, aunque para ello debiera sacrificar sus propios deseos-. Y ¿dónde iréis? ¿De qué artefactos hablas? ¿Sabes dónde se encuentran? -preguntó hambriento. 

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

- Sczarni... -

El día parecía haber perdido luminosidad y la sombras se hacían más largas. Fue como si una nube se hubiera colocado ante el mismo sol, ensombreciendo los rasgos de Sandru. La Alcaldesa no daba puntada sin hilo, y si mencionaba el asunto era porque sabía que Jubrayl el hermano mayor de Sandru estaba por el medio.

Habló con un tono seco y contenido. - Cicuta es un ingenuo si cree que puede hacer que los sczarni colaboren en algo más que no sea el propio beneficio de los sczarni. Oh sí, aceptarán vuestro oro, y se pavonearán por ahí. Y al menor signo de riesgo para su pescuezo os dejarán en la estacada. Creía que Belor era más avispado. Hablaré con él a ese respecto. -

El moreno mercader hace un gesto con la mano como quien aparta un molesto tábano. SU rostro tomó otra vez su alegría habitual, mientras cierta tristeza se desprendía de su mirada.

- Tenéis buen ojo Alcaldesa, no se os escapa nada. Las flores son del jardín privado de los Kaijutsu. Cultivan algunos ejemplares que sólo se dan en su lejana tierra, y me dejan disponer de su belleza y fragancia para honrar el recuerdo de Alder. -

El decir que era la propia Ameiko quien querría depositar las flores con contenido sentimiento y emoción no parecía correcto por respeto a su viuda, así que Sandru hacía el papel de intermediario a tal efecto.

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

El alguacil asiente ante las palabras de Giorgino. Parece asumir que las palabras del joven varisio son ciertas y que se encargarán de los desperfectos.

Asiente. – "No hay problema… Pero tened más cuidado la próxima vez." – Comenta a Giorgino mostrando un amago de pequeña sonrisa antes de darse la vuelta para alejarse.

Cicuta parece convencido de que los jóvenes seguirán con sus travesuras y sus formas de divertirse, pero mientras nadie resulte herido o resulten en un peligro para la comunidad, no parece que vaya a poner impedimento alguno.

Aunque dada la reputación del hombre, es posible que si debe ponerse serio las carreras se acaben definitivamente durante una buena temporada. Por suerte para Giorgino no parece que ése sea el caso ahora mismo.

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

Ainoea sonríe ante el ímpetu y las ganas de su primo.

- “Vamos a recorrer la costa… hacia el norte primero.” – Explica. – “El gnomo,” – dice tras pensarlo unos segundos, – “que es el líder del equipo, es quien sabe dónde están ciertos artefactos del antiguo imperio de Thassilon.” – Comenta aclarando un poco todo.

- “No nos ha dado su ubicación por seguridad… ni nos ha explicado qué artefactos son o qué hacen… pero al parecer ya hay compradores dispuestos a pagar una considerable fortuna por una sola de esas piezas.” – Explica a Vankor.

Luego apoya una mano en el hombro de su primo. – “No te preocupes. Seguro que Bevelek y tú saldréis algún día también de este pueblo y viviréis mil aventuras…” – Dice con una sonrisa que muestra gran confianza. – “Podemos reunirnos aquí en la posada una vez al año y ponernos al día de nuestras correrías.” – Sugiere con cierto aire divertido.

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

La Alcaldesa asiente agradecida.

- “Ve con cuidado cuando hables con Belor.” – Pide a Sandru. – “Es un buen hombre y sabe lo que se hace, aunque quizá confía demasiado en su juicio.” - Explica la mujer. – “Hay veces en que es un poco orgulloso para aceptar consejos de otros…” – Comenta.

Ante la explicación del origen de las flores, la Alcaldesa asiente pero no pregunta nada más. Le es más que suficiente.

- “Ten un buen día y ve con cuidado, Sandru.” – Se despide antes de echar a andar para alejarse de la plaza. Probablemente tenga mucho que hacer en sus oficinas. Aunque Punta Arena es pequeño, siempre hay problemas y la gente se queja a la Alcaldesa como primera opción.

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

No sabia quién era el Gnomo y la verdad es que aquel nombre, mote o lo que fuera le inspiraba poca confianza. Además, no entendía que no les hubiera dicho nada a los demás. Si quería que los acompañara, debía confiar en ellos y en su silencio. Y entonces cayó en la cuenta de que él mismo estaba preguntando por una información que su prima, incluso sabiendo, no debería de contar. De hecho, haber dado el nombre de quien iba a guiarlos en aquella campaña, posiblemente ya hubiera sido un desliz. Asintió.

-Prométemelo -dijo en referencia a la cita anual-. Y  también que tendrás cuidado. Seguro que es peligroso. Aio -era como habitualmente la llamaba-, ese jefe vuestro, ¿cómo lo conociste? ¿De dónde es? ¿Y cómo es que sabe de ese tesoro de Thassilon y dónde hallarlo? -era curiosidad en estado puro, ansia por saber sin malicia alguna mediante. 

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

- “Te lo prometo.” – Asegura la muchacha.  – “Nos reuniremos una vez al año y… tendré cuidado.” – Confirma con confianza.

- “El jefe…” – Dice respondiendo a la curiosidad de Vankor… - “Nos presentó Jubrayl.” – Dice tras un par de segundos de duda. – “Conoce a mucha gente y esto es una oportunidad de negocio muy buena.” – Añade.

- “Respecto a cómo sabe el gnomo del tesoro… La verdad es que no lo sé. Quedó en juntarse conmigo y los otros dos miembros del grupo un día de esta semana. Nos dará más detalles.” – Explica a Vankor. – “Pero no te preocupes primito… Todo está en orden.” -

Segundo día del mes de Neth del año 4706. Finales del otoño. Campamento justo fuera de Punta Arena.

-¿Jubrayl? -buscaba pero no encontraba referencias de aquel nombre en su memoria-. ¿Sois solo tres más vuestro jefe? No sé, pero me parece poco, aunque yo de esto no entiendo -dijo dubitativo-. ¿Detalles? -sus ojos brillaron. Sabia que no podría acompañarla. Él no era parte del grupo pero aún así, poder escuchar los preparativos era algo tan goloso como una gallina para un zorro-. ¿Y dónde os vais a reunir? -preguntó inocentemente. Aunque no le respondiera, estaba dispuesto a convertirse en su sombra para averiguarlo por su cuenta. Sería un buen entrenamiento para él. Se convertiría en uno de sus soñados monjes, capaces de pasar inadvertidos en medio de una plaza desierta mimetizados con los postes de los soportales-. No, Aio, nunca está todo en orden. Mi padre también lo pensó cuando salió aquel día para hacer lo que tuviera que hacer y que no era pescar -era la primera vez que lo verbalizaba. Era como si el llevar a cabo una actividad ilícita, le hubiera marcado el karma que lo había conducido a una muerte cruel. Y de algún modo, su karma los había marcado también a su madre, a Bevelek y a él, dejándolos solos-. El peligro existe. La muerte siempre ronda. Vivimos y morimos y no podemos elegir cómo ni dónde. Cuídate mucho. Yo... -bajó la mirada- no quiero perder a nadie más. 

Vigésimo quinto día del mes de Kuthona del 4707. Afueras de Punta Arena.

-Así lo haremos, no se preocupe.

Giorgino respiró aliviado cuando el alguacil se marchó. No había salido mal parado de aquella, pero debía de andar con más cuidado la próxima vez o la cosa podría ponerse seria. Ahora lo primero era hablar con sus primos.
Entró en el campamento y estuvo hablando con su Abuela y su tío como era habitual, al igual que con sus primos, algo nervioso por lo sucedido pero sin soltar palabra. No fue hasta un rato después cuando consiguió reunirse a solas con Bevelek y Vankor cuando les puso al día. Fue directo al grano.

-El alguacil Belor sabe lo de nuestra carrera del otro día. Al parecer cuando estaba a punto de alcanzar a Vankor e hicimos el giro donde la propiedad del alquimista el carro de la abuela pegó con la valla y está rota. Y el alquimista enfadado. El carro de la abuela también está un poco estropeado, aunque nada importante. El Alguacil quiere que vayamos de inmediato y reparemos la valla del alquimista, necesitamos maderos y herramientas primos o nos vamos a meter en un buen lío. Yo me encargaré después del carro de la abuela, lo disimularé con un poco de resina y luego le diré que necesita una nueva capa de pintura para que luzca bien, nadie más se dará cuenta, ya veréis. Entonces... ¿Vamos?

Si se daban prisa el alquimista dejaría de estar enfadado y no se lo diría a nadie, podían contar con el silencio del Alguacil, y la abuela se pondría muy contenta cuando le dijera que pintaría su carro. Todo saldría a pedir de boca. Giorgino sonrió a sus primos confiado.

Vigésimo segundo día del mes de Calistril del 4807. Plaza de Punta Arena.

Tras la charla con la Alcaldesa Kendra Deverin. En busca del Alguacil Belor Cicuta.

Sandru se despidió de la Alcaldesa con un gesto deferente y cercano. La mujer sabía más de lo que decía, y siempre estaba hablando, lo cual indicaba que sabía bastante más de lo que en principio uno supondría que sabría. Una mente aguda como la suya ataba cabos sin pensarlo, como acababa de hacer ahora.

El varisio ya estaba algo nervioso, y es que oír la palabra sczarni nunca le iba bien a su habitual serenidad. Belor era un tipo franco y perceptivo a su manera, pero podía ser muy inocente en ciertos temas. Sczarni, si hubiera una tradición varisia que Sandru deseara que se hubiera perdido en las nieblas del tiempo era esa. La gran mayoría de la mala fama que un varisio cargaba a sus espaldas se la debía a esa facción, y aunque nunca vendería a un varisio como norma, no permitiría que se aprovecharan de la desesperación de Belor. Debía localizar al Alguacil y tener una charla con él.

Sandru comenzó su ronda por Punta Arena. No era una población muy grande, y conocía lo suficientemente bien el lugar para poder acertar con los lugares habituales que frecuentaba Belor. Cicuta era un tipo algo pagado de sí mismo y sólo aceptaría que no tratar con los sczarni era algo descabellado si parecía que era una idea de él mismo. Y ahí estaba el reto para Sandru, conseguir que así fuera. El mercader siguió su ronda preguntando a algunos locales hasta que finalmente...