Partida Rol por web

La bajada no es fácil, pero la hacéis rápidamente. Al llegar al campamento os dirigís directamente a hablar con Sir Vormund, quien os recibe nervioso. Todos lo están, pues desde abajo se ve claramente la atalaya en llamas.

Espero que Ringelf me ayude en convencer a Sir Vormund para que mande apoyos a la atalaya - ¡¡¡Necesitamos tropas que ayuden a Rimald, Joshua y dos arqueros!!! - me extraña y me deja en cierto modo perpleja que no haya ya organizado un grupo de apoyo o los hubiera mandado a la atalaya, a ver, que el fuego se ve desde hace tiempo - ¡¡No puede abandonarlos así!! 

Me dirijo a Sir Vormund - Ha salido mal "su plan", es verdad que los arqueros consiguieron eliminar a muchos de los enemigos, pero aún hay 5 o 6 que resisten y han atacado la atalaya - la señalo con la mano, vamos la indico - he venido con los heridos porque no podían luchar y allí se han quedado ellos, esperan que mandéis refuerzos, tratarán de resistir hasta que lleguen - insisto para ver si les manda ayuda.

-¡Sir Vormund, por favor reaccione!, nuestros compañeros están solos y no podrán vencer a esas criaturas sin ayudar, si ellos fallan, los siguientes serán los que están en este lugar, ellos no se detendrán-. Tomo un respiro. -Por favor, mande refuerzos, no tiene que ir usted, yo iré con las tropas hasta el lugar si me lo permite-.

Termino diciendo muy ansioso, se que tal vez no es la mejor manera de decir las cosas, pero mi desesperación está justificada, no hay tiempo.

- Tranquilos. Un grupo de soldados salió colina arriba al ver las llamas. Os habéis debido cruzar con ellos o tal vez se han perdido, pero llegarán a tiempo para defender la atalaya. Hemos recibido noticias del Rey, nos manda refuerzos y armas de plata. Quedaos aquí hasta que lleguen vuestros compañeros. Mientras tanto descansad y atended a los heridos.

Me entra cierto recelo en sus palabras, toda vez que, la última vez ocurrió de manera similar, ya que, nos dijo algo con mucha amabilidad y luego ocurrió otra cosa distinta. Así que, cuando salgamos de su tienda, preguntaré a las gentes del campamento a ver si es verdad que se tomaron medidas y salieron soldados en dirección a la atalaya.

Si la respuesta que recibo de las gentes del campamento es una negativa (que no mandó a nadie), les contaría lo sucedido tratando con ello de concienciar del grave peligro en que nos encontramos y tratando de persuadirles para juntar a una serie de voluntarios para ayudar a Rimald y Joshua (y los arqueros), así como, destruir a los enemigos (llevando la plata de sir Vormund).

Si la respuesta que recibo es positiva, de igual modo iría a buscar voluntarios para volver a la atalaya a ayudar a mis amigos.

Procuro que tanto Ethor como Genaro estén conmigo a la hora de preguntar a las gentes, por eso de que me avalen y también de que puedan completar mi testimonio.

Me sentía entre la espada y la pared. "¿Podía confiar nuevamente en Sir Vormund?", la verdad es que nunca dejaba en claro sus intenciones y hasta el momento, las cosas ni habían resultado bien. Sin embargo, una parte de mi quería que aquello que decía fuera verdad, pues nuestros compañeros necesitaban ayuda inmediata.

Preguntando a las gentes del campamento descubrís que no es cierto que Sir Vormund haya mandado a nadie a la atalaya aparte de vosotros con algunos arqueros más. Cuando vieron las llamas las órdenes fueron de refugiarse en el fuerte y estar atentos a cualquier atacante que pudiese aparecer de entre los árboles, especialmente de noche.

Sin embargo es cierto que se han recibido noticias del Rey y que viene en camino un nuevo contingente de soldados.

Pues cuando me doy cuenta de que nos ha mentido voy a hacer correr la voz de todo lo que está pasando y cómo Sir Vormund está engañando al pueblo y al rey para tapar su falta de valor abandonando a hombres que forman la expedición a su suerte. Vengo a decir que un espíritu maligno se ha apoderado del cuerpo y la mente de Sir Vormund y está trabajando para el enemigo (el caso es inutilizar el mando de sir Vormund).

Comento a la gente que tanto Joshua como Rimald están esperando refuerzos y que con pocos soldados más se acabaría con la amenaza, pero que si los dejamos podrían reagruparse, vamos trato de persuadirlos para que me sigan a vencer a los enemigos, obligando a sir Vormund a dirigir la avanzadilla.

A los soldados les digo que había 3 arqueros que esperaban refuerzos, que dos estaban malheridos y que esperaban que volviera con refuerzos urgentemente (a ver si así, al ser de los suyos me apoyan).

Mi idea es llevar refuerzos, lo ideal sería que sir Vormund también fuera, pero sino, pues con los que consigamos llevar (supongo que Ethor y Genaro me ayudarían a buscar/convencer refuerzos/ voluntarios), hablo de grandes recompensas que el rey otorgará (oro y joyas).

Otra idea, si la cosa va muy bien sería coger/robar la armadura de plata de Sir Vormund, que alguien se hiciera pasar por él para dirigir a la tropa/voluntarios hasta la atalaya (si Ringelf no quiere, puedo intentar llevarla yo, como supongo que lleve yelmo, puedo ir con toda la armadura cerrada para evitar que me reconozcan).

"¡Maldito Sir Vormund!". Digo para mis adentros cuando me doy cuenta que nos ha mentido de nuevo.

Veo que Rilwen se encuentra hablando con las personas, así que me junto con un grupo de soldados a tratar de convencerlos para que me acompañen, quiero regresar con nuestros compañeros.

-Necesito que este grupo me acompañe, Sir Vormund ha perdido la cordura por la situación y no puede pensar, nos ha dejado a nuestra suerte. Cerca de aquí están vuestros compañeros peleando con el enemigo, pero necesitan refuerzos. Es nuestra única oportunidad, si ellos pierden, morirán todas las personas en este lugar, pero yo estoy seguro de que podremos derrotar a esos malditos. ¡Vengan conmigo!-.

Entre ambos conseguís crear el descontento entre los obreros. Los soldados sin embargo se muestran impasibles, no sabéis si porque ya estaban al tanto o porque es su obligación obedecer a su superior si cuestionar su autoridad. Sin embargo vuestra actitud no les deja indiferentes, y tratan de apresaros por desobediencia. En ese momento un grupo de obreros sale en vuestra defensa, y una pequeña lucha comienza en el campamento. No tiene buena pinta, las partes están muy desequilibradas, y pronto alguien puede perder el control y que el asunto termine en desgracia. Unos aclaman a Rilwen como su nueva líder, y quieren acompañaros, otros quieren ir en busca de Sir Vormund para exigirle una explicación, "arrancándosela de la lengua si hace falta" dice uno. El ambiente está muy tenso, y los obreros muy alterados. Los soldados parece que empiezan a replegarse en torno al edificio central de madera en el que se refugia Sir Vormund, quien no sale a dar la cara. Los carpinteros y constructores empuñan sus herramientas, los soldados arcos, espadas y escudos. Todo parece a punto de estallar.

Era una mala idea entrar en conflicto con los soldados, ya sólo faltaba que nos matáramos unos a otros, propiciando el caos y la inseguridad cuando llegara el rey de barro. Así que, me decidí a canalizar ese mal ambiente, esa violencia a terrenos más pacíficos, por supuesto que demandaba a sir Vormund que diera la cara, que dijera la verdad, pero no tenía pensado que fuera a través de una revuelta violenta - amigos, amigos, la violencia contra nuestros compatriotas sería alentar al enemigo, debemos de mantenernos unidos. Unidos podremos vencer a los enemigos, pero si estamos divididos será nuestra perdición - Evitar la violencia, no podía permitir que mis palabras provocaran un incidente armado, violento, que provocara heridos o muertos, no me lo perdonaría.

Soldados, comunicad a Sir Vormund, que no pretendemos rebelarnos pero tampoco abandonar a nuestros amigos en la Atalaya - había que mantener la esperanza y buscar que nuestro líder entrara en razón y enviara refuerzos, mejor él mismo los acompañaría ya que portaba la armadura de plata - Necesitamos esa armadura de plata, así como armas de plata para vencer al enemigo. Estoy segura de que el rey verá con buenos ojos a quien acabe con ellos, le premiará, le dará tierras, será distinguido, será bien recibido por todos, como un héroe - ésto lo digo en alta voz para que lo escuche sir Vormund y los soldados, para que vean que es una buena opción ir a la atalaya a rescatarlos, que todos los errores cometidos se podían resolver, que mientras hubiera tiempo, habría formas de enmendar y cambiar lo malo por lo bueno, vamos que, los quería convencer, pero sobretodo a Sir Vormund, convencerlo y llenarle de esperanza y valor para que se enfrentara al enemigo que estaba atacando la atalaya - Tenemos soldados suficientes para derrotar al enemigo, aquí y ahora, tan sólo necesitamos un líder que dirija al pueblo contra ellos, que salve a nuestros amigos que están en la atalaya esperando refuerzos - a ver si lo conseguía.

La situación pintaba mal, esto se.iba a convertir en una batalla entre aliados de un momento a otro. En el instante que todo está a punto de explotar, Rilwen comienza a hablar y da una explicación de la situación con la que pienso que nadie podrá cuedtionar sus palabras, esto lo veo en el rostro de la gente, quienes al igual que yo, atienden con interés cada frase que dice Rilwen.

Termina su discurso y parece que ha logrado convencer a las personas. Escucho murmullos de aceptación, mientras espero la respuesta de la multitud.

Las palabras de Rilwen consiguen calmar a los obreros. Se ha convertido así en una líder respetada. Todos bajan las armas, y retroceden. La observan con detenimiento, con admiración. "¿Y qué debemos hacer ahora?" dice uno de ellos. Esperan algo, esperan una señal, una orden.

Los soldados por su parte siguen sin mostrarse muy convencidos. Se miran unos a otros preguntándose quién se cree que es esa mujer, y por qué les da órdenes. No van a obedecer, eso está claro. Pero sí parecen tranquilizarse un poco al ver que los obreros bajan las armas.

En este momento, la atalaya arde intensamente, una gran llamarada capta vuestra atención, en plena noche, allá arriba, una columna de humo se eleva hasta el cielo, una sombra puede verse girando alrededor de ella y una voz profunda, proveniente de lo más profundo del infierno, se manifiesta así, o al menos eso os parece oír:

-¡¡¡Mi señor me vengará!!

-Os vaís a cagaaaar!! vendré en sueños y os daré por ...

Luego silencio. Las llamas descienden y continúan consumiendo la atalaya. El miedo os invade. Una sensación de horror recorre vuestros corazones. Algo ha pasado allá arriba. Algo horrible.

Sir Vormund aparece. Sale por la puerta del edificio. Está rodeado por sus hombres, soldados, arqueros... Lleva puesta la armadura de plata, a la que falta un guantelete. Esta vez no parece tan altivo ni tan seguro de sí mismo.

- Nadie va a salir de aquí hasta que yo lo ordene. ¡Soldados! ¡Cerrad las puertas del fuerte! Asegurad la empalizada, vigilad las lindes del bosque! ¡Arqueros! ¡Usad flechas de plata contra cualquier sombra que se acerque! ¡Prended antorchas e iluminad cada rincón de este maldito lugar!

Tras esto miro fijamente a Rilwen y Ringelf: - ¡Cogedlos!

Varios soldados se disponen a apresaros, pero una muchedumbre de obreros se interpone en su camino. Empuñan sus herramientas con firmeza, y están dispuestos a no ceder ante Sir Vormund el impostor.

La noche parece llegar a su fin, y una luz liviana empieza a levantarse en el horizonte.

- Si queréis permanecer aquí será únicamente obedeciendo mis órdenes. En cualquier otro caso abandonad el fuerte.

Viendo la actitud de Sir Vormund, creo que lo mejor será irse del campamento, está hecho un cobarde y un traidor, aparte de que no era de fiar pues ya le había mentido al menos dos veces, así que, aprovechando la luz del día salió del campamento con la intención de volver hasta la atalaya. 

Sin embargo, dado que el rey estaba de camino decidió salir a su encuentro, es decir, dar un rodeo para que no fuera vista mientras se dirigía hacia el camino que iba a la capital del reino, seguramente a pocas horas de viaje se encontraría con el rey, a quien informaría de todo lo sucedido.

Ringelf, si yo voy al encuentro del rey, tú deberías de ir hasta la atalaya para aprovechar, ahora que es de día, y ver qué ha sucedido allí.

En el caso que no viniera el rey, lo que hago es mandar informadores a la capital con la intención de que informen al rey de lo sucedido (la cobardía de sir Vormund de abandonar a sus hombres en la atalaya, las mentiras que nos dijo, el plan oculto de los arqueros, etc), y entonces acompañaría a Ringelf junto los que nos siguieran hasta la atalaya.

O también se me ocurre la opción mixta: yo me quedo en el campamento, para ver qué hace Sir Vormund, mandamos mensajeros al rey para informarlo de todo, y Ringelf vas a mirar qué ha ocurrido en la Atalaya (ésta es la mejor opción).

Salís del fuerte rodeados de un gran grupo de obreros que comparte vuestra visión. Los soldados os miran desde arriba en la empalizada, algunos serios, otros riendo a carcajadas. Unos os dan ánimo y otros se burlan, augurándoos una muerte horrible al caer la noche. Una vez fuera las puertas del campamento se cierran.

Está hecho. Sois proscritos.

El bosque se abre ante vosotros. El sol ya asoma por el horizonte. Sois un puñado de obreros y artesanos, con vuestras cosas, algunas herramientas, algo de comida... y está claro que jamás recibiréis ayuda de Sir Vormund ni de sus hombres.

Mientras los soldados se mofan de vosotros desde la empalizada, vuestros seguidores os vitorean y aplauden, alzando sus herramientas.

Rimald sale de la espesura, acompañado por los dos arqueros, quienes rápidamente se escabullen y desaparecen. Joshua no está. La atalaya es apenas un recuerdo en el perfil de la montaña, cuya ubicación está ahora señalada por un débil hilo de humo que se eleva hasta el cielo. Al acercarse os dais cuenta de que está muy herido, la herida más visible son dos grandes agujeros en el cuello, parece que un vampiro le ha mordido.