Partida Rol por web

Vuestra preciada sala de grupo, donde podéis discutir los temas de las misiones, pasar un rato, y guardar vuestras cosas.

La sala era una pequeña habitación de unos diez metros de largo y cinco de ancho, tenía una ventana que daba a la parte exterior de la ciudad, y desde la que se veía un gran lago al norte y más allá un bosque que conocían perfectamente por anteriores misiones.

Una mesa y varias sillas, junto con un mueble donde guardar las cosas, era todo lo que había en esa oscura, triste y húmeda sala.

Pero la cual, según palabras de Ireth, iba a cambiar poco a poco para ser un lugar reconfortante y familiar para todos.

Laern se sienta armando mucho ruido y arrastrando la silla y tamborilea con los dedos de sus manos enguantadas sobre la mesa. Parece reparar en la poca gloria de una entrada sin botín, sin victoria, y no tarda en quitarse los guanteletes lentamente. Mientras, le echa un vistazo a sus asociados.

- A Elroth no le va a gustar nada todo esto. Pero dejadme hablar a mí, que lo conozco de hace demasiado tiempo como para que me haga saltar la sangre. Sin embargo, acepto propuestas para intentar aplacarle.

Su cavernosa voz tiene un tinte de amargura patente.

- Kaëm, tú siempre has tenido la lengua afilada y rápida... ¿Se te ocurre algo? ¿Anioz? Görg, cuanto antes nos deshagamos de esta pesada carga, antes podremos estar ahogando las penas en alguna taberna.

Su rostro se fija en cada uno de los aventureros. Al referirse a la bebida, suena melancólico y anhelante, el brillo de sus ojos se apaga.

Elladan se sienta tambien en una silla sin montar tanto escandalo.

-Estas son tus tierras, si te crees el mas indicado para hablar con Elroth, me parece bien.-

Ireth lucía abatida al llegar a la estancia. La última misión había sido un fracaso rotundo y ella no se permitía fallar. Una y otra vez revivía los últimos pasos para encontrar dónde habían cometido el error que los llevó al desastre. Apenas prestando atención a las palabras de sus compañeros, caminó hasta el fondo de la habitación, para quedarse parada junto a la ventana, observando la ciudad.

-Como quieras- respondió desganada a Laern. -Tampoco es que haya mucho para contar.

-Zarek se encontraba de espaldas al grupo mirando distraídamente por el ventanal, al escuchar a Laern se gira con lentitud.

-Me parece un buen plan que seas tú quien hable, con tu titulo de mariscal y vuestra amistad seguro que aplacas su enfado. Sin embargo parece que has olvidado que la misión aun siendo un fracaso, nos ha aportado todo el oro que reunieron los aldeanos y que ahora está en el carro tapado por mantas, creo que son aproximadamente 3 o 4 sacos, no sé muy bien cómo funcionan las cosas aquí pero ¿llenar las arcas del reino siempre anima no?

Apenas os habíais acomodado en la sala cuando se empieza a escuchar un gran follón fuera, parece que alguien estaba forcejeando.

¡Ven aquí pequeñajo! - era la voz de Teroth -

¡No me cogerás, jaja! - y esta sin duda era la voz de vuestro ¿amigo? Morz, el pequeño hobbit -

Al parecer al entrar a la ciudad os olvidasteis de él, y este ni corto ni perezoso se fue por su cuenta, muy típico de él.

Laern iba a abrir la boca para contestar a Zarek, pero el escándalo acalla sus primeras palabras, si es que llega a pronunciar alguna. Instantáneamente, cambia de respuesta.

- Sí, monedas, y ese -ladea la cabeza hacia la puerta-. Ya veremos si no perdemos ambas cosas, o la cordura. De todas formas, es dinero sucio, de gente ignorante y pobre, que puede que muera de hambre al haber sido esquilmados.

-Zarek tras escuchar al hobbit en el pasillo se queda mirando a Laern.

-Creo que deberías ir a solucionarlo, ese hobbit saca de sus casillas hasta el hombre más paciente del mundo, ¿¿no recuerdas cuando se subió al carro?? Faltó nada para convertirlo en una cerilla.

El viejo mariscal hace ademán de levantarse, pero se detiene a escuchar desde su alejada posición, y lanza un suspiro de cansancio.

- ¡Nah! Ve tú si lo deseas, hechicero. Si quieres convertirlo en una salchicha asada, nos vendría bien un refrigerio. De todas formas, poco futuro tiene Talona si sus soldados no saben manejar a un pequeño hobbit.

Se mesa la barba lentamente, meditativo.

- O mejor, tráelo aquí... ¡Capitán! -girándose hacia Elladan- Vaya usted, si lo desea, que del brujo no me fío tanto.

Se recuesta en la silla y acaricia su casco, que ha cogido de la mesa y tiene ahora sobre su regazo.

- No es nada personal, muchacho. Es un testigo, y no hay que dejarse llevar por el hambre.

Elladan suelta una sonrisa al oír las últimas palabras Laern.

-Lo comprendo, tengo mis dudas de que nos puedas ser de ayuda, pero nunca se sabe. Iré a por él.

Elladan se levanta de su silla y se dirige hacia fuera donde se oye a Teroth y Morz.

-Posiblemente esté buscando también algo que comer, si veo alguien del servicio le pediré que nos traiga algo de comer.

Dicho esto sale afuera.

Elladan salió de la sala, cerró la puerta, pero aun así la voz de Morz entraba por todos los rincones.

Apenas un minutos después, un minuto que por cierto pasó en total silencio ya que nadie abrió la boca para decir nada, apareció Elladan con Morz un paso por detrás.

Feliz, como siempre parecía estar, entro dando saltitos pequeñitos y mirando a todas partes como inspeccionando el lugar.

Ya me habíais dejado atrás chicos, jaja. - dijo con su voz chillona e irritante -

¿Dónde me siento yo? - y antes de que nadie pudiera responder lo hizo él mismo - ¡Oh!, ahí está mi sitio - dijo señalando la única silla libre que había (además de la de Elladan), que era la de Kaëm -

Acto seguido se sentó.

Laern suelta otro suspiro agónico.

- Ten cuidado con lo que deseas... ¡Morz! -cambia el tono a uno autoritario, y parece animarse- ¿Estás seguro de que no sabes de dónde procedía esa chusma, de que no has oído rumores?

No tenía hueco para la esperanza, pero siempre era mejor preguntar dos veces y claramente a ese liante.

Ya se había sentado cuando Laern le preguntó de nuevo por lo acontecido al sur en la última misión del grupo.

Ya le he dicho que no sé nada, ¿le gusta preguntar los mismo siempre? - no cambió ni un ápice su tono de voz, siempre chillón e irritante -

!Ah¡, ahora recuerdo que... - se queda mirando a Laern y espera un segundo antes de continuar - ¡Que van a traer comida!, estoy hambriento, menos mal que Elladan le pidió amablemente a ese guardia que trajeran algo para ir haciendo boca, jeje.

Casi se levanta de la alegría al empezar a escuchar la segunda réplica del hobbit, como si supiera algo. Pero su contestación ordinaria le hace hundir la cara en sus nudosas manos.

- Dos monedas de oro para Elladan, pues -dice, sarcástica y lastimeramente-...

Toc Toc - se escucha llamar a la puerta con un par de golpes secos - Soy el mozo que trae comida, ¿abren la puerta por favor? - su voz es muy débil, y algo nerviosa -

Elladan que todavía no se había sentado abre la puerta al mozo.

Un pequeño (de la misma estatura que Morz) mozo entra en la sala, es la primera vez que entra alguien que no es del grupo (además de Morz).

Gracias señor - dice el mozo a Elladan sin mirarle a la cara - por abrir la puerta, aquí tienen - dice mientras deja una bandeja que llevaba en las manos en la mesa -

La bandeja contenía dos fuentes, una con frutos secos y otra con fruta, además de varias jarras, unas contenían agua, otras vino y otras cerveza.

Sin decir nada más el mozo salió de la sala.

Al escuchar los golpes en la puerta, Ireth salió de su ensoñación para volver a la sala dónde estaba la comitiva y allí, por primera vez en el día le dirigió una mirada al pequeño hobbit. Como no estaba de ánimos para soportar el humor del mediano, pasó de decirle nada.

Se acercó hasta la fuente que contenía frutas frescas. Tomó una manzana y por fin se sentó a la mesa con los demás.

-¿Tardará mucho más Elroth? Desearía descansar un rato.

En realidad, no tenía ganas de sociabilizar. Cuanto antes pasaran la entrevista, mejor.