Dejaís el Castillo de Stenhold atrás y os adentraís en un camino de tierra y piedras flanqueando por un bosque. La lluvía no deja de caer, aunque tras unos días en Stenhold, ya ni siquiera os molesta.
Alenka y Colban inician una marcha, hasta el momento, silenciosa en la que ninguno de los dos a abierto la boca. Por detrás Lanalla y Lindel caminan juntos y si bien, hasta el momento han cruzado una breves palabras en su idioma, parece ser que Lindel está más preocupado por escuchar y escrutar los sonidos del bosque que por sacar su lengua a pasear, al menos de momento.
Cierra el variopinto grupo Unathe, en la retaguardia y bastante alejada de los demás, aunque nadie sabría decir si por voluntad propia o por una decisión grupal.
Hasta el momento el camino está siendo tranquilo y, en dos horas de viaje, el grupo no se ha cruzado con un sólo alma. Tras media hora más el grupo se encuentra relajado y tranquilo y, hasta Lindel ha dejado de centrarse por completo en la vigilancia para disfrutar un poco más de la compañia de Lanalla.
Bueno chicos, es momento de conoceros mejor si así lo quereís XD
Sin dejar de vigilar a mi alrededor, empecé a hablar bajito con Lanalla en nuestro idioma...
- ¿Y donde se encuentra tu clan?. Eres la primera dalishana que veo desde hace un tiempo. ¿Acaso hay un campamento cerca de aquí que desconozca. - Le pregunté intrigado.
Colban se mantenía al frente, un paso por delante de Alenka. Imponía un fuerte ritmo casi sin mirar atrás y sin mediar palabra. El avvarita se mantenía siempre alerta, incluso ante la aparente tranquilidad del camino. En ningún momento enfundó su arma.
Al principio de la marcha Lanalla se mostraba recelosa con sus compañeros, sobre todo con la elfa que marchaba tras ellos y no dejaba de lanzarle miradas de reojo para saber qué estaba haciendo. Pero a medida que iban avanzando se fue relajando y empezó a disfrutar del paisaje. Incluso cuando Lindel se dirigió a ella se mostró dispuesta a hablar.
- No, no hay ningún campamento cerca que yo sepa. -Aquella pregunta había tomado un poco por sorpresa a Lanalla.- Yo... mi gente... Esto... mi gente se encuentra por los caminos, yo me separé de ellos porque... quería conocer las ciudades, ver a otras gentes, saber cómo vivían los elfos de ciudad... Pero no me gusta lo que veo.
Colban apretaba el paso, tenía una misión por delante y estaba ansioso por cumplirla. Sin embargo su paso firme y decidido no descuidaba los matices. Todos sus sentidos estaban centrados en el camino.
Por el rabillo del ojo observó como Alenka se colocaba a su altura y casi, en un susurro prácticamente imperceptible para el resto del grupo le hizo una pregunta:
Colban, ahora que ya hemos partido y hemos dejado Stenhold atrás, quiero que me seas totalmente sincero. ¿Qué opinión te merece mi Señor, el Arl de Stenhold? Tengo bastante claro que a los elfos no les gusta demasiado pero... contigo no lo tengo tan claro.
El grupo continúa su recorrido por el camino. Han pasado ya 3 horas de viaje. Un viaje pesado y bastante incómodo. La lluvia no cesa de caer sobre vuestros cuerpos, la humedad se introduce lentamente en vuestros cuerpos y, el barro, cubre gran parte de vuestros pantalones así como de vuestras botas, prácticamente irreconocibles bajo un disfraz de lodo que las ocultan a vuestra vista.
Alenka y Colban dirigen la marcha. A pesar de las grandes zancadas del Avvarita, la mujer a conseguido ponerse a su altura y le sigue el paso con andares decididos.
Unos metros por detrás Lanalla y Lindel caminan juntos, charlando en su propio idioma en una conversación que parece totalmente distendida.
Muy por detrás Unathe, cubierta por completo por su capucha, sigue a los otros cuatro integrantes con la mirada puesta en el suelo.
Mientras hablaba en mi lengua con Lanalla, observaba atento a mi alrededor, decido que, por si acaso, nada no nadie nos sorprendiera durante nuestro viaje...
- Te envidio. - Le dije con una sonrisa triste. - Tú tienes un hogar al que regresar... Yo perdí a mi clan, aniquilado, por lo que parecían ser engendros tenebrosos.
- Oh, lo siento mucho. -Poco más podía decir. Los engendros tenebrosos estaban causando tantas bajas que era difícil no encontrar a alguien que no hubiera sufrido alguna pérdida por su culpa.
Lanalla siguió andando tiritando de frío bajo las ropas mojadas por la lluvia, a cada paso que daba le costaba más trabajo mantener el ritmo debido al barro acumulado, no sólo en el camino sino también en sus botas. Por unos instantes permaneció en silencio sumida en sus pensamiento, recordando a su familia y al resto de los miembros del clan y preguntándose por dónde andarían en aquellos momentos y si se encontrarían bien.
- ¿Qué opinas de esta misión que nos han encomendado? -Dijo intentando cambiar de tema mientras apartaba el pelo mojado de su cara.
Seguimos hablando en elfo con Lanalla, cuando me dí cuenta de que tiritaba de frío y entonces me quité mi capa para ponerla en sus hombros, con una sonrisa amistosa...
- No tienes que disculparte, pero te lo agradezco... - Seguimos caminando hasta que me dí cuenta de que tenía frío, así que me quité mi capa para ponérsela sobre sus hombros, mientras respondía su siguiente pregunta. - Creo que es una oportunidad de ayudar a esos jóvenes humanos a ser mejores personas que su padre...
Colban se encogió de hombros.
—Prefiero no hacerme ideas de quien me paga. Él manda, yo obedezco. No me meteré en sus asuntos mientras pueda evitarlo —contestó taciturno, sin siquiera mirar a la mujer.
Colban se detuvo y se giró de súbito al grupo. La mirada de Avvarita hablaba por si sola pero él no lo hizo. Los elfos hablaban demasiado y, a su juicio, entorpecían un avance más rápido.
Tan rápido como se había girado volvió a la marcha, esta vez más viva, si eso era posible.
Anelka mira a Colban mientras este camina. Su determinación no da lugar a dudas, es un hombre práctico.
Ya veo Colban, tienes una misión y piensas cumplirla a toda costa...
- Gracias. -A peasar de que la capa que tan amablemente le había cedido Lindel también estaba mojada, Lanalla se arrebujó en ella intentando buscar un poco de calor.- No creo que nosotros tengamos ni el poder ni el tiempo suficiente para influir en esos niños, y no sólo por su padre... ella tampoco me parece demasiado buena ¿no crees? -le preguntó señalando a Alenka.
Se quedó petrificada al ver al avvarita dar media vuelta, clavando la mirada en ellos.
Lanalla, al ver como el Avvarita se giraba para mirarlos, bajó la cabeza para no tener que soportar la recriminación en los ojos del hombre.
Intentó caminar más deprisa para no perder el paso de los otros, pero el barro del camino no le facilitaba precisamente avanzar a buen ritmo.
La persistente mirada del Avvarita había puesto en marcha al grupo a un ritmo fuerte y constante. La lluvia seguía cayendo sobre el grupo con insistencia pero eso no impidió que el grupo marchase con rapidez. La posición del sol marcaba el mediodia cuando Alenka levantó una mano y paró brevemente al grupo.
Tras beber un trago de agua y recuperar el aliento, Alenka señala un claro entre árboles que el grupo vislumbra a aproximadamente unos 200 metros.
Tras ese claro hay un puente que cruza una sima. Una vez lo superemos conozco un sitio excelente en el que podemos parar para descansar y almorzar.
Dicho esto, Alenka mira a Coban y continúa la marcha.
El grupo avanza con la mirada puesta en el claro y dentro de sus cabezas y sobre todo, de sus estómagos, la mera idea de poder comer algo y descansar, aunque sea brevemente, aporta energías renovadas cubriendo los metros que les separaban del claro a la velocidad del rayo.
Dejaís el claro a vuestras espaldas y vislumbraís la sima que se hace evidente a vuestros ojos. Evidentemente el camino termina en la sima y, sin duda, el pueblo de Stenhold fue tremendamente inteligente a la hora de construir un puente, ya que de lo contrario, tanto la importación como la exportación de las mercancías y, el comercio en general, sufriría un serío revés. Todo sería mucho más complicado y árduo sin un puente...
¿Un puente? Vuestros ojos no llegan a vislumbrarlo. Es cierto que la lluvia impide la visión pero estaís convencidos de que ya deberíais, siquiera vislumbrarlo.
Algo no va bien... os acercaís lentamente hacia la sima. Cuando os encontraís aproximadamente a unos 10 metros, vuestros ojos ven la triste realidad... Percibís los pesados postes a los que estaba sujeto antes el puente, pero éste ya no está...
Este hecho, unido a la lluvia os ha despistado y hecho perder la concentración en el camino.
Tal es así que no percibís el movimiento en el bosque que os rodea. De repente oís un grito seguido de un coro de respuestas al mismo tiempo que Unathe, daga en mano grita ¡¡¡Genlocks!!!
Pero es demasiado tarde, os han pillado desprevenidos. Los humanoides horriblemente feos y achaparrados, de piel gris amarillenta, cargan desde los bosques blandiendo unas hachas, a todas luces, arrojadizas...