Partida Rol por web

Tus pensamientos fluyen por tu cabeza al mismo tiempo que la cerveza por tu gaznate.

Te encuentras en Stenhold, una pequeña villa sumida en la pobreza. Habrías pasado de largo por ella si no hubieses visto el movimiento constante de tropas y hombres armados por sus alrededores. Eso sólo puede significar una cosa, problemas y los problemas para tí significan trabajo.

Después de cinco cervezas y de mantener una actitud pausada y calmada, los lugareños dejaron de mirarte con temor y poco a poco se fueron acercando. Por lo que deduces nunca habían visto a nadie tan alto y fuerte como tú y prácticamente eres la sensación de la villa o, al menos, de esta taberna.

Un lugareño emocionado y con una cerveza en la mano siempre es una gran fuente de información y nuca te defraudan.

Efectivamente Stenhold se encuentra en serios problemas. Por lo visto por los alrededores campan a sus anchas engendros tenebrosos salidos de quien sabe donde y con un único proposito, matar. Por lo que te cuentan el Arl está buscando gente capaz y dispuesta, lo que para tí es buena noticia.

Tú eres muy capaz y dispuesto.... siempre que el precio sea razonable.

Entre una mirada algo aturdida por las cervezas previamente ingeridas pero aun así estando todavía lúcido, pregunto al lugareño mirándole a los ojos, y... ¿puedes indicarme el lugar en donde puedo encontrar a el Arl?. Sin desviar la mirada, espero pacientemente una respuesta.

El lugareño recula un breve instante en el asiento... Pareces intuir que tu simple mirada le intimida, y bastante...

No obstante agarra su jarra de cerveza, bebe un trago y con la mirada puesta en la mesa, sin mirarte sus labios comienzan a moverse. Una breve risa surge de sus labios.

Jajajajajajaja. ¡¡¡Que chistoso el grandullón!!! Ufff amigo, se nota que no eres de por aquí, pero yo te lo explicaré. Al Arl puedes localizarle en su castillo, al final del pueblo verás una loma y sobre ella, el castillo, o lo que queda de él... Aunque bueno quizá la reconstrucción vaya viento en popa... hace mucho que no paso por allí.

No obstante  grandullón, el camino hasta allí no te servirá de nada, el Arl sólo recibe las visitas que él manda llamar y por lo que veo...., por lo que veo, a tí no te ha llamado llamar, sino no estarías aquí tomando cerveza.

El lugareño bebe un largo trago de cerveza y, después se queda con la mirada al vacio, meditando.

Aunque quizá... quizá pueda hacer algo por tí grandullón... quizá pudiese ponerte en contacto con alguien cercano al Arl..., pero claro, todo tiene un coste...

Aparto la mirada un instante para posarla en mi jarra de cerveza, la agarro con fuerza y posteriormente bebo de ella asta acabármela, nuevamente le miro a los ojos, esta vez con una sonrisa. ¿Una nueva jarra de cerveza quizás? digo bromeando. 

Jajjaajajjajaja, amigo, las presentaciones me temo que tienen un coste más alto que una simple jarra de cerveza...

Esta bien, entrecruzo los brazos y los pongo encima de la mesa, posteriormente acerco mi rostro al del lugareño pero sin apartar la mirada de sus ojos  y... cuál podría ser el coste. Digo ahora en un tono algo más serio. 

Ummmm no sé, el día está lluvioso y tardaría algo en buscar a esa persona... seguramente hasta por la tarde no podría localizartela.... que te parece...¿4 monedas de plata?

El lugareño te mira fijamente a los ojos, parece ser que a la hora de "negociar" el alcohol no le hace tanto efecto como para charlar...

¿4 monedas de plata dices?, meto la mano en mi bolsillo y tacto algunas monedas sueltas con los dedos, que así sea pues. Con la palma de la mano, deposito en el centro de la mesa las 4 monedas de plata dando un ligero golpe sobre ella, pero aún sin dejar entrever las monedas.

Por tu bien espero... que en tus palabras halla solo verdad, pues de no ser así, juro por los dioses que no llegarás vivo para ver el próximo amanecer.  Dicho esto aparto mi mano de el centro de la mesa mostrando así las monedas, que por un instante, habían estado ocultas.

El lugareño, te mira y alarga sus manos hacia las monedas, la recoge y las sopesa en su mano antes de metérselas en una bolsa, atada convenientemente a su cinto.

Grandullón, creeme, no tengo ningún motivo para engañarte, no te tomes las cosas así, pero son tiempos duros y he descubierto que la información siempre es algo valioso para los aventureros como tú.

¿Que te parece si quedamos después de comer en esta misma mesa? Prometo que vendré con la información que precisas.

Aparto la mirada de los ojos del lugareño para posarla en la mesa, me parece bien...

LLevas aproximadamente una hora sentado en la mesa, degustando una gran jarra de cerveza. La verdad es que el día está de lo más desapacible, no para de llover, si bien no tanto como lo hacía durante la noche.

La puerta de la taberna se abre y ves entrar a dos mujeres de unos 40 años aproximadamente con un varios cestos cargados de comida, verduras sobre todo.

¡¡Angus!!, Ven a echarnos una mano. Hemos aprovechado el día lluvioso, realizando una económica compra. ¡¡¡Hasta hemos comprado carne de buey a buen precio!!!

Ves cómo el posadero sale rápidamente de la barra para ayudar a las mujeres con los cestos.

Ya os lo dije Marian y Mery, nada como aprovechar las inclemencias del tiempo para regatear a los mercaderes, sobre todo aprovechando las primeras horas del día. Temen volver a casa con sus mercancías y son más solícitos a la hora de bajar los precios.

¿Carne de buey? Nada mas mencionarla noto como mis tripas rugen, entre jarras y jarras de cerveza olvidé por completo no haber comido desde ayer por la tarde.
¡Tabernero! exclamo. Me gustaría probar un buen filete de esa carne de buey, a ser posible acompañado de algunas verduras.

El posadero se gira visiblemente nervioso, te mira y de sus labios, casi como un susurro, las palabras brotan.

Pero que oígo, si aún faltan más de una hora para que empiece a preparar la comida. El horno ni siquera está caliente aún.

Señor no se preocupe que usted será el primero en probar el estofado de buey con verduas de mi mujer, pero... pero tendrá que esperar un poco.

Mientras quizá, puede ofrecerle una jarra del vino de Stenhold o quizá un poco de Hidromiel....

Sin duda alguna, eres consciente de que intimidad a la gente de lugar, estás casi convencido de que jamás han visto a nadie de tu altura y corpulencia, lo cual hace que te miren con temor y respeto.

Pego un último trago a  mi cerveza degustando en mi paladar el último trago. Miro al tabernero a la misma vez que de entre mis labios empiezan a brotar palabras algo más tranquilas. 

Una jarra de vino estaría bien quizás para llenar mi estómago. 

¡Aghh!, ¡por los dioses que hambre!. Odio que me hagan esperar y más aún en asuntos de comida...   

Marchando una jarra del buen vino de Stenhold!!!

El posadero entra corriendo a la barra, saca una jarra de barro de un tamaño considerable y la llena de un vino rojo cuyo color no tiene nada que envidiar al que has visto en otras ciudades.

Coloca un vaso, igualmente de barro, en tu mesa y te sirve el primer vaso de la jarra.

¡¡¡Ya verá como la espera merece la pena, no lo dude!!!

Alzo la mano para coger el vaso, al acercármelo a la boca noto como un suave aroma emana de el. Finalmente le pego un un sorbo.

En mi paladar degusto un muy ligero sabor a frutas, moras y madera y también un moderado sabor a alcohol . Al tragar noto como me va calentando por dentro, pero no demasiado. Sin lugar a dudas es un buen vino, de los mejores que recuerde haber probado.

Sin mas dilación miro al posadero.

¡Un buen vino sin duda!, exclamo a la misma vez que alzo el brazo sujetando el vaso de vino con la mano.

El posadero te sonríe mientras alzas la jarra.

No tenía la menor duda, ¡¡¡sabía que le gustaría señor!!! Además le ayudará a calmar su estómago mientras mi mujer prepara la comida. Sólo tendrá que esperar un rato y se lo aseguro...

¡¡¡La espera merecerá la pena!!!

Apuro la jarra de vino y me levanto de la mesa. He bebido ya varias en poco tiempo y los sopores empiezan a notarse. Me acerco a la barra y dejo la jarra fuertemente sobre ella.

—Posadero, saldré un rato a que me de el aire pero volveré a ver qué tan bueno es ese guiso de su esposa.

Las palabras, salidas de mi boca parecen una amenaza pero intento disimularlo con un gesto amable al sufrido hombre. Acto seguido cojo mis cosas y me dirijo hacia fuera. El día no está para muchos paseos pero quiero observar más de cerca a los lugareños... quizá pueda acercarme a ver, aunque sea de lejos, esas obras de las que hablaba el parroquiano.

Durante unos instantes camino por el pueblo fijándome en sus gentes, escuchando sus chismes y tratando de confirmar, aunque sea de oías, los rumores que me ofreció el hombre que he pagado.

Caminas por el pueblo bajo la fina lluvia que moja tu pelo y tu barba. No es que sea excesivamente molesta, has conocido días de lluvia y tormenta mucho peores que este. Sin embargo si es lo suficientemente molesta como para que sea incómodo caminar por la ciudad.

Efectivamente el lugareño no te mentía, desde algunas zonas del pueblo es fácilmente visible un castillo que domina la loma. Preguntas a una amable anciana que te confirma que es el Castillo del Arl de Stenhold y que, efectivamente el Arl sólo recibe visitas programadas. No obstante desde tan lejos es difícil afirmar si el castillo está siendo reconstruído o no. Quizá si el día fuese soleado en vez de gris se podría apreciar.

Dudas entre acercarte o no, al fin y al cabo no queda más de hora, hora y media para volver a la posada y comer.... tus dudas se resuelven rápidamente cuando, al doblar una calle topas con un mercado.

Los toldos de sus puestos te resguardan de las incómodas gotas de agua. Mientras paseas puedes observar que el mercado, si bien ha vivido días mejores, no deja de tener buenos productos, fruta y verdura fresca, carne de aparente calidad, pescado salado, frutos secos... quien sabe, quizá encuentres algo interesante y a un precio razonable.

Me acerco a uno de los puestos de fruta y pido una para ir calmando el apetito. La pago y continuo el camino por el mercado. Me hubiera gustado ir al castillo pero rápidamente comprendo lo imprudente que resultaría mi acción. Además, prefiero esperar a ver qué tiene que decirme el charlatán antes de aventurarme en un lugar que no conozco.

Durante el resto de la mañana permanezco dando vueltas por el mercado en busca de algo que me atraiga. No busco nada en concreto pero quizá haya algo que pueda servirme o simplemente que llame mi atención.