Partida Rol por web

Una melodiosa música comienza a fluir de entre las cuerdas del laúd del bardo, cuya cadencia va coordinando de a poco con los cánticos enanos y medianos del lugar. Dos de esos seres de baja estatura se suben a la mesa y empiezan a bailar efusivamente tomándose de los brazos y dando giros, mientras hacen muecas con sus manos como si estuviesen tocando un arpa imaginaria. 

Los enanos que acompañaban la mesa también se ponen de pie y ríen a carcajadas. 

¡Ahora eres parte de esta tertulia, hombre de la música! Uno de los enanos pasa a Einar un jarrón de cerveza, incitándolo a beber. 

Un poco mas atrás, Alator se sienta en la mesa del anciano, esperando instrucciones del misterioso llamado.

La manilla de La Pinta Alegre aún descanzaba en su mano cuando el bardo abandonó su lado para seguir al tumulto musical más cercano. No es cómo que hubiese esperado algo distinto, después de todo ¿Sería realmente un bardo sino hiciese esas cosas?. La luz, baja en comparación al cielo abierto de la plaza, le parecía confortante a medida que se filtraba por las rendijas del yelmo.

- qué hace ahora?

-a qué espera?

que ya las he escuchado... sé lo que debo hacer, no necesito que lo sigan repitiendo-masculló entre dientes a medida que se adentraba en la taberna, discutiendo con las diosas que solo ella escucha. Aún se encontraba en ello cuando llegó hasta la barra. Podía sentir como el grupo se separaba levemente. No le importaba, lo había visto cientos de veces en sientos de otros.

- Ja! Tiene pena! Aún después de tanto

-Hay corazones que no cambian

-Quién se daría cuenta si quiera?

-Es inútil, dejalo ir

O al menos eso creía... De todas formas decidió echar un vistazo alrededor de las mesas. Saber que todos seguían allí bajo el mismo techo la tranquilizaba. Quizás era solo otra prueba de Las Hermanas para medir su fuerza; solían hacerlo. Pasaron algunos minutos silenciosos donde las voces y la paladín contemplaban la escena en regocijo; el druida, el hombre encapuchado, los músicos, incluso los gestos de la pobre alma perdida del desierto.

-Hazlo de una vez... no tenemos todo el día!

Daronna, despertando de su ensoñación dirigió a la primera persona que encontró en la barra y sin quitarse el yelmo dijo en tono seguro y autoritario, apuntando hacia Einar mientras hacia resaltar el símbolo religioso en su pecho:

Agua y pan, el bardo paga la cuenta por mi

El bardo no se caracterizaba por una férrea voluntad así que cuando vio la posibilidad de emborracharse gratis a costa de los recién conocidos, vació su jarra en cuestión de pocos minutos, no dejaba de mirar su gorro por si también alguna moneda caía en él, pero lo importante era beber y comer así que hizo una señal al tabernero de que trajese algo de comer a su nuevo sitio dentro de la mesa, el laúd pronto empezó a sonar distinto, las notas cada vez se alargaban más y la atención del bardo empezó a disminuir, sin embargo su voz aterciopelada seguía cantando y siguiendo las historias de sus nuevos camaradas.

Pronto la cerveza ya no dejaba pensar con ninguna claridad al bardo, que inútilmente intentaba seguir el ritmo de los medianos y enanos con las pintas, pese a no pagar ni una ronda la cerveza fluía como si no tuviese final. La comida que había pedido de poco le sirvió ya que cuando llegó ya no tenía fuerzas ni de coger el muslo de pollo con los dedos.

Lo último que recuerda Einar es que el tabernero le ayudaba a subir unas escaleras y le dejaba tumbado encima de una cama.

Lo único en lo que pensaba, joder espero que no nos cobren la habitación de Einar, porque haber de donde sacamos el dinero; aunque también una cerveza no estaría mal, pero que digo céntrate en conseguir algo de pasta, la diversión después.

Bueno, ahora que ese tumulto y entretenimiento ha acabado díganos, ¿porque nos ha hecho señales?

Los lugareños se agolpan en el interior de la modesta taberna haciendo difícil caminar sin chocar con algún parroquiano distraído. Los miembros del grupo, ahora algo más tranquilos sabiendo que habían llegado a su destino, se dispersan para disfrutar por un momento de los placeres de la civilización. Farrah, en cambio, se encontraba tan tensa en aquel lugar como en mitad de las tierras salvajes que rodean la frontera del imperio.

Rápidamente la exploradora tomó asiento sin esperar siquiera al resto de sus compañeros. Al fin y al cabo lo que necesitaban era información. Un objetivo. Y su interlocutor parecía dispuesto a darles lo que buscaban.

- No quisiera ofender a nadie - espetó la joven Ravenhold cruzando los brazos y reclinándose sobre la mesa - pero ¿qué hacemos aquí?

La exploradora estaba dispuesta a marcharse tan rápido como habían llegado. Y no parecía querer disimularlo demasiado.

El ambiente festivo y estruendoso parece mermar a medida que el bardo va dejando sus últimos acordes en la mesa y comienza a cantar ronquidos y resollos. Un joven ayudante de cantinero intenta despertarlo de su trance onírico sin muchos éxitos para cobrarse cuentas propias y ajenas, pero un enano de rojiza barba lo detiene y deposita una corona dorada en la mano del muchacho, mientras coloca su dedo índice derecho sobre sus labios, haciendo señas de silencio. 

Al fondo, entre mesas un poco mas escondidas, el anciano de vestiduras carmesí abre sus grandes ojos casi transparentes y observa con una sonrisa de boca abierta los bailes y cantos mientras aprieta sus manos frente a su pecho. 

- Disculpen la espera, nadie le gana a un enano en ser el alma de las fiestas, ¿no? Bueno, creo que el espectáculo terminó. Ahora vamos a lo nuestro! Yo he sido un aventurero en mis años jóvenes. Recorrí el Impero entero, los desiertos del este e incluso pasé por las orillas de Ankhar, la famosa isla calavera. Eso fue...espantoso.

Así que, ¿que mejor que un viajero para reconocer a otro? Y si algo necesita un viajante, es un poco de respaldo económico. Yo ya no tengo energías para viajar, y mis días se acortan cada vez que el sol se pone, pero no pienso irme de este mundo al otro sin haber dejado algo especial. 

Simplemente sepan que he aprendido mucho en mi paso por el mundo, y supe aprovechar mi ingenio. Soy seguidor de Leah, la diosa de la mediación, y mi mayor anhelo es que la buena gente de este reino logren una convivencia en paz. Todos saben que la calma con la que hoy vivimos es frágil y pasajera, y con una simple espada todo puede venirse abajo. 

Por eso, en un momento de iluminación, concebí un invento que lo va a cambiar todo. No me interesa la fama, ni los tributos económicos, solo quiero el bien.

El hombre cambia su sonrisa por un semblante de sosiego y algo triste. 

Por eso, mis queridos amigos, este anciano necesita que lleven este pequeño cofre a su destino, en el norte de Ciudad Sirena, allí un viejo conocido lo recibirá, y les retribuirá en justa medida. El es, como yo, inventor, pero un poco mas realista, y quizás tenga algún equipo que les pueda servir. 

Ese arco se ve un poco gastado - dice mirándo a Farrah - ¿no? Escuché que en su taller hay armas similares que disparan hasta cinco proyectiles juntos. ¡Increíble!

El hombre devela de entre su ropa un pequeño cofre de madera, con una cerradura en el frente. Se nota gastado y con algunos golpes. Lo coloca en la mesa y pregunta: Y bien, ustedes diran.

Había pedido una copa de vino que poder degustar mientras se mantiene sentada al lado de Krig,  sin emitir comentario alguno mientras sigue escuchando detenidamente la historia relatada por aquel enano. Manteniendo su bajo perfil mientras el resto de los presentes se hace notar, posando sus ojos tanto en el espectáculo como en quien los ha convocado de manera intermitente para parecer distraída.

Así que un clérigo del dios de la mediación. Parte de un cosmo de dioses pero negado a aceptar que todo evento es transitorio, menos la muerte

Piensa ella mientras sigue escuchando aquella historia, esa visión ingenua de un mundo utópico sigue siendo una de las razones de realizar sus viajes, ver la caída de la Fe en esos clérigos que aun creen en una eternidad perpetua. No, ella cree en la perpetuidad que cambia en base a un caos que constantemente se renueva a través de la manifestación de la muerte hasta dejar solamente un cascaron seco de lo que alguna vez fue. Eso alimenta a Nergal, es la esencia de los muertos, de quienes no están y hace más deliciosa esa partida negada por quienes se aferran a la vida.

Luego de escuchar aquel relato y ver el cofre, bebe un sorbo de vino que es dejado a su lado derecho. Apoyando el delicado mentón en los nudillos de su mano izquierda tras apoyar el codo en la mesa.

¿Plazo para dar respuesta a su propuesta?

Dice en ese tono oriental del desierto, melódico en una mirada cínica y sonrisa coqueta. 

El anciano vuelve dibujar una sonrisa en su semblante, y habla a la clériga:

Hasta que se terminen sus bebidas. Creo que el músico se les adelantó.

Gira su mirada hacia Einar, quien duerme a la distancia.

Hecho mi mano al rostro y pienso, joder que vamos hacer con este borracho, sino está danzando y cantado, esta tirado en una esquina ebrio.

Bueno yendo al tema que nos acate, ¿por llevar ese paquete intacto hasta su amigo, que obtendríamos nosotros?, que creo que es lo que más nos importa ahora mismo, ¿no lo cree?

Se lo digo con una sonrisa, esperando oír el dulce sonido de un saco de monedas con el que nos pagaran.

El anciano mira al druida, con cierto sentido de admiración.

Conocí varios elfos en mi vida y en mis viajes. Gente leal y correcta. Quizás por eso a veces les cuesta relacionarse con el resto de nosotros. Aprendí mucho de ellos, y usted señor elfo, no parece diferente. 

Se que el oro no es lo que mas le importa, pero le prometo una buena recompensa. Y además, como dije antes, hay cosas, herramientas e inventos que pueden llegar a ser de su interés en el lugar donde van. O si es mas de su agrado, al finalizar esta pequeña misión puedo regalarle algunos libros que recolecté por el mundo, entre ellos el bestiario mas grande que existe.

Usted dirá, elfo mio, si acepta o no.

La sonrisa del hombre permanece, sus ojos se achican debido a la elevación de sus mejillas, y cede la palabra a quien quiera hablar.

Tu inspección del lugar no arroja ningún resultado fuera de lo normal, gente bebiendo, cada uno en su mundo. Pruebas el pan, algo duro, pero con un sabor reconocible a malta. El agua en el vaso de latón deja ver algunas partículas de suciedad, distinguibles en la transparencia del líquido. El cantinero, mientras limpia un jarro con un pañuelo amarillento, te pregunta:

¿Realmente estás con aquel payaso?

Daronna jugueteaba con el tacho de agua entre las manos mientras recordaba no beber. La purificación debía realizarse antes de ingerir cualquier alimento. Pero la curiosidad por el sabor del pan se le adelantó; la mujer tenía una debilidad por esas cosas. Cada taberna, casa, iglesia y pueblo tenía un sabor distinto, distintivo incluso, y en cuanto el ligero sabor a malta bañaba su boca los músculos de la paladín se relajaron un poco. Aún masticando el mismo trozo de pan, como queriendo hacer durar el sabor, respondió:

-Es un buen hombre... un poco duro en las esquinas, pero si se le mira bien... al menos tiene más valentía que resistencia a la cerveza.

Lentamente la mujer volvió la vista a la mesa, donde depositó su yelmo. La cara de Daronna, sucia y acostumbrada a la oscuridad y protección de la armadura, dejaba ver una profunda cicatriz en forma de línea horizontal en su mejilla izquierda; la Nisernelid. La marca religiosa auto-impuesta a temprana edad que la delataba como miembro de su orden, no importa cuan lejos corriese de ella. Luego, trás quitarse el guante derecho, su marca hermana -La Arannelid- en forma de circulo quemado en la palma se dejó ver. Cuidadosamente Daronna mojó su mano y apretó el agua contra tu mejilla.

-Rectitud para el servicio...

-Prudencia para la noche...

-Soy la espada y el escudo.

-En la oscuridad y en el caos

-Pido la clemencia

De sus santas manos que guíen mi escudo recto.- Masculló a medida que terminaba su oración. Volviendo al cantinero a medida que volvía a colocar su yelmo y dijo:

-Gracias, es lo que necesitaba. Muchos problemas con payasos señor?

Los habituales en una taberna de una ciudad como esta. 

El tabernero mira la cicatriz en tu rostro, que luego cubres con el yelmo, vira la vista hacia unos platos sucios apilados en la barra y dice en voz baja pero audible:

Nunca entendí a esas locas institutrices que obligan a las niñas a flagelarse. 

Luego sigue recogiendo trastos sucios y pasando un pañuelo por la madera de la barra.

El lugar resultaba reconfortante, o no se lo veía en ruinas al menos, eso era suficiente.

El espectáculo que llevaba a cabo Einar mantenía entretenido a Krig, quien sonreía mientras veía a todos bailar y beber. A su vez, ver tantas bebidas lo hizo percatarse de la que Lamya tenía junto a él. Si bien quería beber de su vaso, contenía su impulso de hacerlo.

La charla pronto sacó de sus pensamientos sobre si beber o no. No sé escuchaba como una tarea muy difícil, pero los pequeños detalles eran los que destacaban.

- Eso suena interesante...- Dijo con una amplia sonrisa en su rostro al oír lo último que dijo el anciano. - ¿Dice que tiene el bestiario más grande que existe? ¿Qué clase de criaturas tiene? ¿Son muy grandes? ¿Son fuertes? ¿Se las encuentra cerca?- Los ojos de Krig estaban bien abiertos, se estaba dejando llevar por la emoción, pero se detuvo cuando se percató que estaba bastante sobre la mesa, como queriendo acercarse al anciano desde su lugar. Volvió a acomodarse bien y miró emocionado y sonriente a todos los que se encontraban sentados allí.

El pintoresco anciano, lejos de ir al grano, se toma su tiempo en explicar la situación, poniendo de los nervios a Farrah. Tras la perorata revela un pequeño cofre que lleva escondido entre los ropajes. La exploradora observa a sus compañeros en silencio mientras intenta sopesar la situación. Parece ser la única que sospecha que algo no encaja en toda aquella extraña situación.

- Un momento, maese... - Farrah titubea. El anciano no había mencionado su nombre aún - No creo que vuestro encargo sea excesivamente complicado, más bien todo lo contrario, y eso precisamente es lo que me inquieta. Habláis de un recado sencillo, de inventos revolucionarios y de hacer el bien. Si es así ¿porqué no lleváis vos mismo el cofre hasta su destino? ¿porqué solicitáis la ayuda de hombres y mujeres armados para tal menester?

La cetrera había aprendido con los años que en la vida del aventurero no se puede ser demasiado cauteloso.

- Las promesas de prodigios y riquezas puede que distraigan la atención de algunos de nosotros - dice refiriéndose a Alator y Krig - pero alguien tiene que mantener la cabeza fría en esta mesa. ¿A qué nos enfrentamos? ¿Quién es este amigo suyo? Y, lo más importante, ¿qué contiene realmente este pequeño cofre?

Aquello olía a cuervo encerrado.

Tras terminar de purificarse en la barra del bar, Daronna se levantó de su asiento, llevandose consigo el trozo de pan. La seguridad de su yelmo se sentía reconfortante, aún a pesar de las agrias palabras del cantinero de turno.

-No saben lo que dicen.

-No sabes lo que hacen...

Volver a escuchar a las diosas le reconfortó un poco. Ya se le hacía extraño su ausencia, aunque hubiesen sido a penas unos minutos. Al otro lado de la taberna, sentados alrededor de una mesa, sus compañeros se encontraban sentados alrededor de un pequeño objeto y un hombre rojo.

Permiso, perdón... Disculpe, necesito pasar... Abrid paso

La armadura de la mujer golpeó a un par de enanos en su camino al otro lado de la sala y estaba segura de haber derramado por error la bebida de alguien en un movimiento tratando de esquivar a otro de los parroquianos.

Condenadas y desordenadas tabernas llenas de un montón de... Amigos!

El murmullo había quedado a medio camino atrapado en su boca cuando porfin alcanzó la mesa con sus compañeros. Resultó que el hombre rojo no era enteramente de aquel color, sino que era solo una capa; de igual forma que el objeto no era nada de lo que Daronna pudo haber imaginado que despertara tanto interés en el resto de sus compañeros, parecía un simple cofre. Era un momento decepcionante, aunque no sabía exactamente por qué.

Sin mediar más palabra ofreció con un gesto la mitad de su pan a la exploradora que parecía más aireada que el resto de la comitiva y se sentó a la mesa sin dar muestras de querer preguntar nada de lo que había sucedido hasta el momento

El anciano suelta una pequeña carcajada, y continúa diciendo:

¡Ustedes me recuerdan tanto a mi! Un joven ansioso y una niña inquisidora. Yo también he tenido uno de esos hace años, ¿sabes que pueden hablar? Refiriéndose al cuervo que monta en los hombros de Farrah, pero son haraganes, y necesitan entrenamiento especial. 

Mira mi pequeña niña, yo ya no puedo caminar mucho, y esta ciudad es grande. El paquete estará a salvo siempre, y solo resta llevarlo a destino. Pueden hacerlo ustedes, o pueden hacerlo los próximos que pasen por esa puerta, señalando la entrada. Algo dentro de mi insiste en que sean ustedes. Puedo ver la chispa del aventurero dentro de cada uno de los que conforman este grupo. Pero si la tarea esta mas allá de sus posibilidades, creo que aquí termina nuestro encuentro.

El viejo toma el pequeño cofre con ambas manos y lo acerca a su pecho, mientras lo palpa con los dedos. Parece que te has llegado tarde a la charla mujer de fé, lamento que ya haya terminado, dice el anciano a la paladin.

Vaya...pareciera un intento de intimidación bastante manipulador

Piensa en ese momento al escuchar la explicación del enano respecto a la situación de aquella misión, donde a su parecer se presentan demasiados huecos que no logran ser explicados con claridad y no puede evitar sentir que la están intentando estafar. Una sonrisa se dibuja en su rostro, las preguntas de Farrah parecen acertadas pero sin lugar a duda son demasiado ambiguas y sabe que necesitan para verificar si la misión es viable.

-Es interesante dos puntos señalados por vos maese-.

Comenta ella con esa sonrisa naturalmente seductora pero con una expresión ausente en sus ojos, bebiendo un pequeño sorbo de la copa de vino sin llegar a terminarla. Manteniendo su posición.

- Y esta es mi primera curiosidad..Dice que nosotros somos los indicados, ¿que lo llevó a sacar esa conclusión?¿como resolvió tal resolución?-.

Sabe que tirarse de manera precipitada a hacer más preguntas de las que debe la hará verse un tanto ansiosa, sensación que parece transmitir su compañera de campaña a pesar de asumir la existencia de un margen en error respecto a su impresión del estado emocional de toda la compañía.

¿Tan necesitados de dinero estamos para ponernos ansioso?

Piensa con cierta broma.