Partida Rol por web

- Apuntad primero a los oficiales.- corre la voz Vilaplana. Él mismo piensa dedicarle su primer disparo de mosquete, por ser arma más potente.

Él mismo sopla un poco la mecha para avivarla, la coloca en el serpentin, apoya bien el cañón en la horquilla y a la señal dispara. Esos carallots avanzan sin cubrirse....

De momento estábamos dándoles de lo lindo a los herejes. Miro complacido la carnicería que  nuestra escopetada ha hecho con sus  dragones. De momento, nosotros manteníamos la ventaja, y lo peor que pasó hasta el momento, salvo algunos hombres sueltos, fue que me tocara agachar la cabeza de vez en cuando.

A la llamada  las picas, me levanto fiero alzando mi pica en sintonía con el resto de compañeros piqueros que, codo con codo conmigo, aguardan el momento de entrar en faena. Permanezco atento y concentrado. Cuando el cabo Sanchez lo indica, y con media sonrisa en los labios, posiciono mi pica y avanzo junto  a los míos, para que nuestras picas den la bienvenida a las picas holandesas.

Un bastardo intenta darme al pecho, pero hago por desviar su pica, y como respuesta intento hendirle bien la moharra de la mia.

El golpe de pica lo desvió su enemigo apartándole la moharra hacia abajo. Pudo verle entonces el rostro, cuando se tiró a fondo buscando atravesarle de parte a parte como un puerco. Era un mocetón moreno de ojos claros y mandíbula cuadrada, que al parecer estaba lleno de odio por la muerte de sus compañeros.

Se expuso tanto en su ataque que le salió el cochino mal capado. Su pica se trabó con la de otro español y erró estrepitosamente el blanco, dando a Negrete la oportunidad de hacerle más que daño.

Aprovechando que la pica del hereje está trabada, recurro a un buen testarazo para aturdirlo y joderle bien, para después intentar rematarle en un nuevo intento de hendirle la moharra y darle matarline, o al menos quitarlo de enmedio.

Si ese hideputa estar rabioso, más rabioso estoy yo. Cuantos compañeros me habrán matado a mi estos bastardos tramposos, que tienen que tirar de argucias para poder superarnos. Pues al infierno con ellos, que es donde deben estar todos y cada uno.

Tras su disparo de mosquete, Vilaplana se agacha tras el parapeto y le pasa el arma al mochilero.

- Recarrega (Recarga)- le dice cogiendo el arcabuz y preparando la llave para otro disparo.

La escopetada fue furiosa y provocó bastante mortandad. De la fuerza holandesa comenzaron a desgranarse decenas de hombres que caían al suelo muertos, pasados a pelotazos de arcabuz. Los holandeses se detuvieron a devolver el fuego con el fuego, aunque no consiguieron sino matar a algún hombre suelto que no había sabido guarecerse debidamente.

De un certero disparo, Vilaplana abatió al oficial holandés que iba a caballo, haciéndole caer al suelo como si fuera un fardo. Estaba más muerto que vivo, y cuando uno de los sargentos se aproximó para auxiliarle, se llevó un disparo en el pecho, que detuvo su coraza, y otro en el abdomen que le hizo retorcerse de dolor.

Sacando fuerzas de flaqueza, el hombre se levantó y renqueando ordenó a los suyos que continuaran avanzando. Ahora los piqueros rebasaron a los arcabuces, mientras éstos caminaban por detrás recargando sus armas. Gracias al bendito lodo, las picas no llegaron todavía, pero no les faltaría mucho. Sería menester dispararles a quemarropa, y más les valía darse una buena mano con ellos, o se pintaría difícil el cuerpo a cuerpo.

Recargo con rapidez sacando una de las cargas de los doce apostoles mientras gritaba.

-¡Teneos firmes!, recargad con rapidez y enviar a esos piqueros al infierno, despues a cubierto por la granizada que nos suelten sus tiradores.

Termino de cargar y apunto al que se le venia encima.

Me pongo a recargar entre reniegos por lo bajo en mi alemán nativo, y cuando por fin puedo hacer un disparo ya los tengo encima.

Le meto el tiro al que tengo encima, sin importarme mucho si es alto, bajo o qué madre lo parió. La cuestión es tener espacio para luego poder blandir el montante y empezar a escabechar luteranos.

El disparo parece que ha impactado con gran daño en el pecho de mi enemigo pero no me detengo a comprobarlo. Dejo caer el arcabuz, desclavo el montante y me preparo para hundirme entre las filas de picas de los holandeses, apartando astas e ir haciendo escarmiento entre la tropa enemiga. Miro de tampoco adelantarme demasiado al resto, que uno ya viene escarmentado de estas lides y no me gusta verme más comprometido de lo necesario. Está bien ser algo arrojado para ganarse el favor de los mandos, pero ser demasiado osado sólo le lleva a uno a la fosa.

¡Le he dado! Luego si va bien todo saquerá al difunto. La caza para el cazador.

Prepara el arcabuz apuntando bien al sargento holandés... Si revienta a ese, los demás flaquearán.

Había llegado el momento de contraatacar. Primero alzó la pica, descargando sobre su cabeza semejante testarazo que le voló el morrión y le hizo caer de culo sobre la cuesta. Le había provocado un hundimiento parcial del cráneo, que hizo que el tipo se desmayara. Un segundo golpe de pica le atravesó la coraza para rematarlo en el suelo.

Los piqueros españoles cargaron con valentía. Pero a diferencia de los arcabuceros, la mayor parte de ésta tropa era bisoña, de los nuevos reclutas del tercio de Fuenclara. Gente campesina, dura como pocos, pero que necesitaba foguearse. Aquel combate les vendría bien. Tanto más podía decirse de los holandeses, que parecían ser algún tipo de milicia ciudadana de Boom. Había entre sus filas muchachos, ancianos y hombres de toda condición.

Se trabó un palilleo de picas intenso pero poco decisivo. Un puñado de hombres murieron en uno y otro bando, pero ninguno de ellos pareció abrir una brecha significativa o salir escaldado del lance. Los arcabuceros y los reiter disparaban con fuego graneado, pero los mosqueteros recargaban intentando tirar una salva que podría ser decisiva para decantar el combate.

No obstante, Negrete tenía sus propios problemas. Un muchacho holandés, rubio, alto y bien criado, que era una "pica seca", saltó para reemplazar a su compañero caído. Consciente de que si le daban un golpe de pica no tendría con que deternerla más que con la suya, lanzó un golpe destinado a dar en la cadera de Negrete, a la altura de la escarcela, empujando hacia adelante con el objetivo de tirarle al suelo. Si fallaba el ataque, se iba a quedar vendido.