Partida Rol por web

El telar del destino (Parte 1)

3. Entre cartas

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02/11/2017, 23:54
Destino

La carrera había continuado, a lo largo de varias callejuelas más, hasta llegar a otra de las grandes arterias de la ciudad, que palpitaba vida y tráfico bajo el nombre de Washington Str. La respiración quemaba en cada pecho, resonando, como el aire que escapaba de un viejo acordeón. No parecía haber rastro de aquellos extraños hombres que habían declarado pertenecer a la autoridad federal, aunque algo, quizá el sentido de la propia conservación, parecía mantenerse alerta, susurrando que quizá aquella no sería la última vez que se produjese un encuentro de aquella clase.

No había resultado dificultoso llegar hasta el puerto desde aquel punto a través de la red ferroviaria, aunque la tensión permanecía presente, y la ropa oscura de más de un viandante había dado más de un sobresalto general. Sin embargo, de alguna manera, quizá azarosa, quizá predestinada, todo parecía resultar mucho más sencillo y favorable a medida que los cuatro hombres unidos por el Destino se acercaban a Hyde Street. 

Escaleras cada vez menos transitadas, y gente que distraídamente los esquivaba. Miradas que se posaban cada vez menos sobre el aspecto derruido de Cathbad, o sobre el evidente fenotipo alcohólico de Max. Actitudes que reparaban cada vez menos en la presencia de una joven inconsciente rodeada de un grupo de hombres que podían doblarla en edad. Incluso un empleado de la red ferroviaria decidía, a última hora, comprobar la validez del billete que una de esas pocas personas que finalmente reparaban en el grupo, llevaba entre las manos.

Toda aquella serie de casualidades ascendía, hasta alcanzar cotas inexplicables, y tan erráticas como su propio origen. Y para cuando los hombres abandonaron la estación más cercana al muelle de Hyde Street, la calle se encontraba absolutamente desértica. 

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03/11/2017, 01:03
Destino

El sol se ocultaba finalmente a lo lejos, sumergiéndose en el mar del horizonte. Las primeras estrellas visibles de aquella noche de Todos los Santos se adivinaban, brillantes en el firmamento. 

El muelle de Hyde Street se adivinaba, entre el parque acuático y el embarcadero, como aquella estructura antigua de maderas señoriales carcomidas por la sal y la humedad que era, dando amarre, a cada uno de sus laterales, a diversos barcos de envergadura respetable e igualmente longeva, que formaban parte de la historia naval de los Estados Unidos.

La noche parecía despejada. El mar en calma. Y sin embargo, el viento comenzó a soplar. Quizá como el preludio de aquellas tormentas, aquella lluvia que la mujer del tiempo había dicho que tendrían lugar durante el primero de noviembre desde su accidentada retransmisión en el cruce de Taylor con California. Quizá como algo más. 

La niebla, repentina, comenzaba a alzarse entonces, deslizándose, espesa, entre las embarcaciones, alzándose, espesándose al mismo tiempo que el viendo azotaba los rostros, impidiendo por momentos que pudiese adivinarse siquiera el final del muelle, o la silueta de los barcos que allí fondeaban. 

El sonido de unas campanadas, llegaba lejano y distorsionado, repitiéndose en un eco que acababa por volver indescifrable el número de veces que llegaba a repicar, antes de apagarse. De nuevo, una sensación de desorientación, de no saber dónde, ni cuándo, poseía a cada uno de los presentes. Aunque quizá no de manera tan violenta como en la catedral. Y por descontado, en esta ocasión, aquel sentimiento, aquella sensación de electricidad estática a punto de echar chispas, no procedía de Norna. 

Algo, quizá aquel sexto, o séptimo sentido, que todo Despertado poseía desde que era consciente de la moldeabilidad de la Realidad, llevó al grupo a mirar hacia adelante. Hacia lo desconocido y profundo de aquella niebla, que se agitaba como si quisiera tomar forma. Y poco a poco, las miradas sorprendidas se fueron desdibujando, al vislumbrar aquello que antes no se encontraba ahí.

La silueta de un viejo barco ballenero se adivinaba, fondeando pacíficamente sobre las oscuras aguas, al final del muelle de Hyde Street, ofreciendo ante cualquiera que pudiera vislumbrarlo una vista sin lugar a dudas excéntrica, con sus banderas multicolor, y sus tiras de luces de navidad decorando su burda simplicidad. Las luces estridentes y coloridas, difuminadas por la niebla permitían tomar consciencia de dos cosas.

La primera, las letras oxidadas y torcidas, que sobre su lateral rezaban "Ojo de la tempestad" para quien quisiera leerlas. La segunda, que alguien más, a parte de ellos, parecía observar, con actitud claramente desorientada la misma estampa. Las mismas luces. Las mismas letras.

Al igual que había sucedido en el cruce, algo, un ligero pinchazo en la parte posterior de cada cráneo, parecía advertir, avisar, conectar... Aquel hombre de melena larga y aspecto perdido era otro Despertado. Uno que quizá, el Destino también había traído caprichosamente a aquella cita con el futuro y con Madame Cleo Verthank. 

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03/11/2017, 02:07
Thomas Heng

Era curioso como las fuerzas del destino tejían los hilos del tapiz, al final el eco llega hasta donde uno se lo propone, y cuando Thomas sintió esa llamada retoma al rechazar la primera, supo que su lugar no estaba en Melbourne, sino en San Francisco. Recogió con premura sus cosas, todo lo que creyó necesario llevar, y mientras miraba la tarjeta pensando en cómo llegaría a la cita en menos tiempo del que la realidad le permitía fue la propia realidad la que se puso de su parte.

Atravesó la puerta de su casa, que tenía un tacto inusualmente frío, quizá era así porque al atravesarla ya no estaba en el pasillo del bloque de apartamentos donde vivía, sino en aquel lugar sembrado de niebla e irrealidad. No se molestó en mirar atrás, sabía que ya no iba a ver el salón de su casa, solo esperaba que la puerta se hubiera cerrado sola al salir. A Jessica no le iba a hacer ninguna gracia que se hubiera esfumado sin decirle nada.

Miró a su alrededor, se ubicó como pudo aun confuso por el cambio de lugar, serpenteó sin rumbo por el camino ante él. A lo lejos la niebla se levantaba revelando la fantasmagórica imagen del ballenero, Thomas no acertó a leer lo que rezaba en su casco, pero sí escuchó la llegada del grupo de Despertados. Se volvió hacia ellos con inusual familiaridad, pues de una forma remota ya los conocía, pero procuró que la imagen que tenía, la de un hombre fornido, chaqueta de cuero vieja, guitarra en la espalda y rostro arrugado.

Buenas.. alzó la mirada al cielo, luego a ellos. ..noches. saludó con un marcado acento australiano. Supongo que he llegado a tiempo, a la cita. volvió la mirada hacia el navío, luego los miró a ellos consciente de que, quizá, levantaría suspicacias. Me llamo Thomas Heng, vine invitado por Madame Cleo Verthank. hizo una pausa. Como vosotros.

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03/11/2017, 03:20
Cathbad

El muelle de Hyde Street estaba inusitadamente tranquilo a aquellas horas. Las sombras se habían alargado tanto que habían terminado por tragarse toda la ciudad. San Francisco había adquirido el tinte grisáceo y azul desaturado de la noche temprana y serena, la antesala ancestral del misterio y lo oculto. El sol se había ahogado al fin en la superficie mellada y caótica del paisaje urbano, y en el puerto reinaba la quieta penumbra. Otro mundo. No únicamente en apariencia, sino que verdaderamente colgaba de sus goznes, abierta, una puerta que daba a otro lugar más oscuro, más silencioso, más peligroso.

Cathbad había guardado silencio durante todo el tiempo que habían tardado en llegar hasta allí, concentrado en no equivocar la dirección y perder a sus acompañantes por los callejones que, como las nervaduras de una hoja, se extendían desordenadamente en todas direcciones. Estaba preocupado. Las decisiones tomadas recientemente, desde acudir a aquella reunión con madame Verthank hasta frustrar los planes del reverendo Williams y ayudar a la joven aunque no tan inofensiva Norna los había situado a todos en el punto de mira de la antigua y poderosa entidad conocida como Cob, y todo en el transcurso de unas horas… Pero el brujo se negaba a creer que todo fuese un capricho del destino. Alguien los había puesto en aquella situación, alguien que probablemente supiese más que ellos acerca de cómo sobrevivir a ella. Y estaban a punto de conocer a esa persona.

La niebla ondulaba lentamente, un velo húmedo y ajado que hacía aparecer ilusiones y fantasmas en el rabillo del ojo, moviéndose al compás de un viento que empezaba a ser más que una mera brisa cargada del hedor del mar. La niebla, por lo que sabía, tenía la facultad de conectar lugares remotos, y de transportar pensamientos o palabras.

Aquella noche, por lo visto, también transportaba personas.

Un hombre extraño surgió de la nada. Un instante no estaba allí, y al siguiente sus pasos resonaban huecamente por el muelle, y su silueta se dibujaba con trazos cada vez más precisos en la bruma gris. Era alto y aparentemente fuerte, de rasgos duros y angulosos, y su aspecto y sus ropas eran los de un viajero. Otro Despertado, al parecer. Paradójicamente, aquel desconocido fue el primero en dejar de serlo: se presentó con el nombre de Thomas Heng, y reveló que él también había sido llamado por la señora Cléo Verthank. Cathbad enarcó una ceja. Desde luego, cinco era un número que tenía mucho más significado metafísico. Se detuvo a unos cuantos pasos del imponente hombre, observándolo de hito en hito.

Salud —respondió finalmente a la presentación de Heng, y añadió para todos—: Podéis llamarme Cathbad.

No habló más, pues no era necesario. Estaba de más entregarse a la charla superficial o subrayar lo evidente anunciando que ellos también habían acudido para reunirse con la misteriosa vidente. En cambio, sus ojos se desviaron hacia un punto más allá del borde del muelle, entre las frías y oscuras aguas del mar. Un barco aparecía, también desde ninguna parte, para saludarlos con sus festones y sus banderas, que le daban una estampa estrafalaria. Y sin embargo, nada parecía más apropiado en aquellos momentos. «Ojo de la Tempestad», leyó a duras penas, encogiendo los ojos, en mitad de la oscuridad y la niebla.

Por fin.

Notas de juego

¡Buenaaaaas! Muy bienvenido al grupo. Pronto verás que somos una colección de personitas de lo más amable, sociable y divertida XDDD.

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03/11/2017, 11:29
Max Bennett.

Tras la alocada carrera Max sentía el corazón desbocado y cómo le palpitaba la sien. No tenía ni idea de cómo habían llegado a Washington Street… De hecho, él habría jurado que se estaban medio alejando del puerto cuando tan sólo llevaban un par de centenares de metros recorridos, pero finalmente tuvo que admitir que sus compañeros se orientaban bien.

Pero había algo más. Cuando frenaron el paso y continuaron andando con tranquilidad, Max se percató de que una mano invisible los guiaba. Los guiaba y protegía de miradas indiscretas, de la atención de los durmientes. Así que pronto fue evidente que había algo más.

Su respiración agitada fue relajándose cada vez más, y reduciendo el ritmo. Hasta el punto de que cuando puso un pie en el muelle de Hyde Street, Max parecía otro hombre… un tipo sereno y consciente de su alrededor. Que no hubiese nadie en las calles le mantenía alerta. Conocía la ciudad y aquello era un mal síntoma, eso seguro.

Miró su reloj, luego comprobó su teléfono móvil. Tras la perturbación en el interior de la Catedral quería asegurarse de que seguían en el mismo día en el que se suponía que estaban… Conocía la teoría de ciertos fenómenos mágicos, y no quería encontrarse con la sorpresa de que hubieran pasado días o semanas… o incluso que el tiempo en el interior de la Catedral les hubiera hecho retroceder.

A medida que caminaban y las tiendas cerraban, Max se fijó en la portada de un periódico local*, que había salido volando y ahora mismo reposaba en la luna de uno de los coches aparcados. Respiró aliviado al comprobar que seguían en el mismo momento temporal… todo había seguido su curso.

Volvió entonces a centrar su atención en el muelle en sí. El agua calmada, la noche tranquila… todo parecía presagiar una noche tranquila… la calma que precedía a la tormenta. Y así fue… el viento, la niebla… los elementos parecían conjurarse. Max se subió la solapa de la gabardina para taparse como pudo de aquellas inclemencias meteorológicas, y entrecerró los ojos para tratar de vislumbrar mejor y más lejos el final del muelle.

Se sorprendió al distinguir repentinamente un barco que, juraría, antes no estaba allí. El colorido de aquel barco llamaba la atención, y era raro que no lo hubieran divisado antes. Pero lo que más le chocó fue encontrarse a otra figura observando el barco. Cuando aquel tipo enorme, de aspecto duro, les saludó, Max tragó saliva, pero comprendió. Había dicho Madame Cleo. Los otros tres despertados que iban con él también debían haber sido convocados por ella. Max metió entonces la mano en el interior de uno de los bolsillos de su gabardina y sacó la invitación para mostrársela al resto.

- Supongo que todos recibisteis una. – Comentó mirando sobre todo al recién llegado.

- Un placer Thomas… - Le saludó con un leve asentimiento para luego mirar al mendigo. – Cathbad… -

- Yo soy Max. Max Bennett. – Dijo presentándose a su vez y tendiendo la mano… aunque titubeó… Allí había cinco personas y no estaba muy seguro de en qué orden debía saludar.

Tras un par de segundos de dudas recogió la mano y se encogió de hombros. – Podéis llamarme Max. -

Notas de juego

* Con permiso de la máster, Max quería comprobar en qué fecha y hora estamos. 

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03/11/2017, 21:56
Steeve Hope

Habían salido de la Catedral lo más rápido que pudieron, siguiendo la intuición del brujo mendigo y las correcciones del apuesto joven que llevaba en brazos a Norma. Steeve no confiaba para nada en la guía de esos Despiertos pero sabía que llegaría a dónde debía llegar, así que los siguió sin quejarse, siempre a corta distancia de la joven. A medida que se acercaban al muelle todo parecía fluir a favor, como si de un embudo se tratase, en el que todo confluía en un punto inevitablemente. El cordón del tapiz lucía dorado y brillante, lo que estaba ocurriendo estaba destinado a suceder, esas cosas regocijaban al detective. De repente sin explicarse como, las calles estaban desérticas y una tormenta se hizo presente, imponente y majestuosa, ganando protagonismo por sobre todo.

Steeve recordaba lo que había investigado en Boston, las imágenes de ese muelle en fotos y panfletos, la sensación de poder que emanaba de la tarjeta de invitación, los hilos del Tiempo se entrelazaban entre ese papel y el ocaso de la tarde de todos los santos, en el que ahora estaba. Un enigma con dos posibles soluciones había quedado sin resolver, "El Ojo de la Tormenta", Steeve había llegado a la conclusión que o bien se trataba de un barco o bien se trataba del epicentro de un temporal. Madame Cleo superó sus expectativas, el barco apareció de la nada en medio de la tempestad y resolvió el acertijo. - Lo sabía! - gritó victorioso, con una sonrisa que ninguno de sus compañeros había visto antes. Ansiaba conocer a esa mujer, quería abrazarla Eres increíble, pensó, dudando si la vidente podía leer su mente desde el barco o no.

La sonrisa se esfumó de golpe cuando vio a lo lejos, en el muelle, otro Despierto. De inmediato, sin pensarlo, llevó su mano a la pistola que tenía en la chaqueta y sacó su arma, apuntando al suelo, deteniéndose lo justo para observarlo en detalle Otro mas que busca a la chica... pronto serás uno menos. El hombre tenía pelo largo, chaqueta de cuero, y llevaba en su espalda un estuche de guitarra, similar a los que se usaban para camuflar rifles de largo alcance. Steeve esperó a que se moviese de modo sospechoso para levantar sus brazos apuntarle, pero el hombre simplemente saludó, tras lo cual dos de los que lo acompañaban respondieron de igual modo.

Thomas... enfundó su arma, al darse cuenta que no era uno de los tantos perseguidores que habían tenido esa tarde, asintió hacia el hombre en silencio, el único gesto amistoso que en ese momento podía brindarle. Cathbad? miró extrañado al mendigo, no entendía porque el hombre tenía un nombre así, tal vez era a causa de su mala alimentación, pero frente a escupir un cáliz de plata e intentar degollar una araña del tamaño de un gorila, el apodo que había elegido le pareció de lo más normal. Max... ese era el nombre del otro muchacho que al igual que él sentía simpatía por la bebida, pero lo llevaba mucho peor pues se tropezaba con frecuencia, aún así le caía bien, al menos sabía disparar cuando hacía falta. Miró al galán que se estaba aprovechando de la bella durmiente, admiraba la astucia de ese joven, era el único que había logrado ganar algo en esa tarde como te llamaras tu? sonrió mientras pensaba en unos cuantos apodos que le sentarían bien. 

Dio unos pasos hacia ellos, siempre había sido esquivo al innecesario ritual de las presentaciones, pero tenía claro que compartían mucho mas que sus dones, y decidió que esta vez valdría la pena participar de él. - Steeve- dijo, sin agregar nada mas.

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05/11/2017, 23:18
Ethan Miller

Con una Norna aún casi inconsciente en sus brazos, Ethan se detuvo un instante sobre los tablones del embarcadero para tomar aliento, y trató de hacer un balance de la situación. Su cabeza funcionaba a toda velocidad pero, por mucho que lo intentara, no era capaz de conseguir una buena imagen de lo que estaba sucediendo. Como si tratara de adivinar un enorme puzzle a partir tan sólo de un puñado de piezas que ni siquiera conectaban entre ellas. Y sin embargo… ahí estaba, zambullido de cabeza en el torbellino de los acontecimientos.

La llegada al muelle de Hyde Street había sido fácil. Incluso, demasiado fácil como para suponer que nadie hubiera apoyado mágicamente la huida de la catedral. A través de los casi desérticos callejones, habían burlado sin ningún problema a esos hombres que no habían tenido ningún reparo en abrir fuego contra ellos casi sin preguntar. Juntos, habían corrido a la luz del crepúsculo moribundo, un grupo de perfectos desconocidos que sin embargo parecían haber aceptado tácitamente que se necesitarían los unos a los otros para sobrevivir. Y sin mediar palabra entre ellos, habían llegado hasta su destino. Un destino que se cubría por momentos de una niebla tan espesa como antinatural, agitada por un creciente viento. Una niebla que, en cuestión de unos instantes, había engullido por completo la escena. Una niebla que ayudaba a imaginar que el mundo real había quedado atrás… y que, quizás, por un milagro digno de un maestro, hubieran podido cruzar la frontera entre mundos sin haberlo sentido siquiera.

El resto de Despertados se habían adelantado, e Ethan retomó su avance con más cautela. Probablemente podría asegurar sin equivocarse que estaba viviendo el día más peligroso de su vida… y apenas si había comenzado. A través  de la densa niebla, los barcos amarrados en el muelle se percibían apenas como siluetas, colosos que guardaban, silenciosos, el camino hasta la cita que la misteriosa vidente había organizado. Siguió adelante. Sus pasos apenas hacían ruido sobre la madera del suelo, y el débil eco que producían era tragado de inmediato por la bruma.

Apenas unas decenas de pasos más adelante, pudo ver que sus compañeros se habían detenido unos pasos antes del final del muelle. Frente a ellos, otro hombre parecía aguardarlos. Y tras él, la enorme y completamente fuera de lugar figura de un barco ballenero decorado con festivas luces, que parecía haber emergido del pasado, remataba una escena carente de toda lógica mundana. Lo cierto era que, a pesar de que Ethan había esperado una vidente mucho más… discreta, el irreal barco encajaba perfectamente con la locura que parecía haberse adueñado del día.

Se acercó al grupo, a tiempo de escuchar cómo el recién llegado se presentaba a sí mismo en un alarde de confianza. El resto, como si el hielo se hubiera roto de golpe, también se aprestaron a presentarse. Dos de ellos presentaron un nombre completo. Uno, tan sólo el de pila. Y el vagabundo algo que sólo podría ser un apodo. Cuando todos hubieron terminado, la atención pareció desviarse hacia él mismo. Una atención que no esperaba, y titubeó.

-Encantado de conoceros. Y… gracias por haber ayudado antes, en la Catedral.–Comenzó a hablar lentamente, dirigiéndose especialmente hacia los hombres que se habían presentado como Cathbad y Max. Lo cierto era que no estaba seguro de querer dar su nombre a esas personas. Aparentemente, estaban en su bando… pero los bandos podrían cambiar muy rápidamente, y prefería no correr riesgos. No obstante, había dicho su nombre a Norna, en la Catedral. Al menos, debería conceder eso. –Mi nombre es Ethan, y también he sido invitado. Ella… -Hizo una pausa, mientras miraba a la joven a la que llevaba consigo. –Es Norna. No ha sido invitada, pero necesita ayuda y al menos yo no pienso dejarla sola, así que vendrá con nosotros.

-Supongo que ya estamos todos reunidos… o al menos todos los que hemos llegado a tiempo. -Añadió con creciente confianza. Lo que debiera ser, sería. El momento de echarse atrás había pasado hacía ya una eternidad. -¿Entramos?

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05/11/2017, 23:23
Ethan Miller
Sólo para el director

Notas de juego

¿Puedo, con Espíritu, determinar si estamos en el mundo real o nos han transportado a otro Reino Umbral? ¿En el segundo caso, puedo discernir la ubicación de ese lugar?

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07/11/2017, 17:34
Thomas Heng

Imaginó que tras las experiencias recientes los cuatro Despertados con los que, aparentemente, estaba destinado a encontrarse, no iban a ser un compendio de diálogo e intercambio de pareceres, y la reacción de Steeve no causó ninguna reacción brusca por parte de Thomas. Al fin y al cabo, por mucho que el Destino se hubiera implicado, seguían siendo desconocidos. Inclinó la cabeza cordial hacia los cuatro magos con humildad.

Me alegra conoceros. dijo mientras echaba una nueva ojeada al misterioso ballenero, escuchó a Ethan y se fijó en Norna. Ella, sí, tiene algo. Quizá nuestra anfitriona pueda decirnos más, las líneas de la canción nos han terminado por reunir, a los seis, aquí y ahora. sonrió enigmático mientras se disponía a avanzar junto al grupo. Será mejor que entremos. comentó apoyando a Ethan. Hizo una pausa, volvió la mirada al grupo para añadir con cierto humor. No hay que llegar tarde.

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08/11/2017, 00:56
Destino

Y tras aquel nuevo encuentro traído por los hilos del Destino, los cinco hombres se enfrentaban a aquello que suponían, era el siguiente paso a seguir. Avanzaban hacia el Ojo de la tempestad, adentrándose en aquella niebla espesa que desdibujaba las formas y los colores, hasta volverlos emborronados y casi grises. Casi tenían la sensación de estar avanzando a cámara lenta, entre los fragmentos de una antigua película de suspense carente de color. De sumergirse en una dimensión desconocida, al mismo tiempo que ascendían por la escalinata de metal carcomido y herrumbroso que llevaba a cubierta, donde seis botes, boca abajo, en dudoso estado de conservación, permanecían, impetérrimos, a cada lado del barco, y una escotilla se abría de pronto en la zona de popa, a modo de clara invitación.

A través de la misma, tan sólo se adivinaba densa oscuridad. Una densa oscuridad que pudo ser salvada a medias quizá por la luz de alguno de los teléfonos móviles de los presentes, avanzando el grupo a través de aquel tramo de escaleras descendentes en las que cada paso equivalía a un quejido pronunciado de la madera vieja que recubría la estructura, y al correteo cercano de las patas de lo que, se intuía, eran pequeños roedores, que se alejaban ante la proximidad de los nuevos visitantes. 

Poco a poco, la tenue luz de un par de candiles que colgaban del techo y se mecían hacia un lado y al otro suavemente, con el movimiento del mar, dio paso a una penumbra en la que era posible transitar, si bien estaba preñada de sombras que se deformaban, se alargaban y acortaban caprichosamente, dejando entrever fragmentos aleatorios de una cabina quizá más amplia de lo que hubiera cabido esperar, abarrotada en cada una de sus paredes de altas estanterías llenas de libros ajados, superchería y pequeños tesoros que podían bien entrañar una profunda historia o no ser más que chatarra.

Viejos utensilios de pesca se apilaban en una esquina, tras el soporte de un viejo cofre oxidado, recubierto de salitre y algas secas, en cuyo interior, ante el giro caprichoso de las sombras, se adivinaba de pronto una calavera humana cubierta de oro, cuyas cuencas oculares habían sido ocupadas por sendas turmalinas, profundamente oscuras y talladas para asimilar la forma de aquella oquedad. El brillo negruzco de la piedra refulgió durante un instante, y de pronto la sensación de que alguien, o algo, observaba a través de aquellos pozos de oscuridad, asaltó a cada uno de los presentes.

El rechinar alejado, sobre las tablas del suelo que cubrían el extremo contrario de la habitación, desvió la atención de los Despertados entonces, hacia el único punto que en medio de aquella habitación que olía a libro viejo, a humedad y a salitre, parecía medianamente ordenado y libre de abalorios y elementos decorativos. Un simple jarrón transparente, relleno de agua turbia, daba hogar a un racimo de margaritas marchitas en el centro de una amplia mesa redonda, acompañando de una bola de cristal de color aguamarina, que parecía estar rajada por la mitad.

Y al rededor de la mesa, siete sillas, cubiertas de ajado terciopelo rojo. 

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08/11/2017, 01:17
Destino

No, no te encuentras en ningún paraje alejado del mundo carnal. 

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08/11/2017, 01:24
Norna Weaver

Y entre los brazos de Ethan, la joven Norna parece removerse intranquila, abriendo progresivamente los ojos, mirando alrededor, a medio camino entre el miedo y la confusión- ¿D...Dónde?- preguntó, con la boca pastosa- ¿Dónde estoy? ¿Por qué me...?- añadió, sobreponiendo cierto grado de cohibición a su expresión, tratando de ponerse de pie, no exenta de cierta inestabilidad notoria, llevándose una mano a la cabeza, con un gesto de molestia. 

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08/11/2017, 09:06
Max Bennett.

Max caminó junto al resto de Despertados. Por un momento creyó estar soñando a medida que se adentraba más y más en la niebla, y a medida que subía en dirección a la entrada del ballenero.

Cada paso que daban provocaba crujidos en la escalinata, como si fueran los quejidos de un gigante antiquísimo dando sus últimos estertores. La mano del investigador se apoyó de modo instintivo en la barra de la cubierta cuando llegaron a la parte superior, pero la retiró con prontitud y se miró la palma. Comprobó que no sólo había humedad, sino también restos de óxido que indicaban que aquel barco hacía mucho tiempo que no se usaba. No al menos de una forma convencional.

Contempló los seis botes y los contó mentalmente. Seis. Cinco despertados y Norna. ¿Querría decir algo? Sólo esperaba que no fuera una premonición acerca del hundimiento del barco… no se le daba nada bien nadar.

Inspiró hondo antes de adentrarse por la escotilla, siguiendo los pasos de Ethan y Thomas, que parecían los más decididos del grupo. Los nuevos quejidos, en este lugar de madera, en vez de metal herrumbroso, provocaban escalofríos aún mayores. Sintiendo que le daba algo más de confianza, introdujo la mano libre en el bolsillo de la gabardina donde guardaba su arma. Con la otra mano siguió alumbrando con la linterna de su móvil.

Al llegar a la cabina se quedó unos segundos paralizado al contemplar la enorme cantidad de libros que había allí. No se esperaba encontrar algo así en un lugar tan susceptible de empaparse en cualquier tormenta marina.

- Esto da muy mal rollo… - Comentó en voz baja mientras seguía recorriendo la habitación con la mirada y se detenía temporalmente en la calavera humana. Oro y piedras preciosas combinados con un elemento que representaba la mortandad humana… siniestro cuando menos.

Y entonces el ruido desvió su atención a la mesa central. La bola de cristal parecía indicar que aquel era el lugar en el que Madame Cleo les había citado. Las siete sillas acababan de concretar las sospechas de Max, aunque en asuntos de magia bien podía estar equivocado por completo.

Avanzó decidido en dirección a la mesa y lanzó una ojeada hacia sus compañeros.

- Creo que esperan que nos sentemos. -

En ese momento, antes de que Max pudiera dar más de un par de pasos, Norna despertó. El investigador se quedó bloqueado por unos segundos, sin saber muy bien qué decir, hasta que finalmente respondió a la muchacha.

- Estás a salvo. – Dijo con voz calmada. – Él te salvo. – Añadió señalando a Ethan.

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08/11/2017, 09:15
Ethan Miller

Rodeados por el viento y la niebla, ascendieron por la escalinata de metal hasta la cubierta del Ojo de la Tempestad. La ciudad y sus luces eran imposibles de ver a través de la espesa bruma, lo que potenciaba la sensación de que el navío estaba anclado en otro tiempo, navegando en mitad de ninguna parte y en ningún momento. Incluso los colores parecían rehuir el momento, dibujando una desenfocada escena de tonos grises.

La joven Norna seguía sumida en esa extraña inconsciencia en la que había caído tras lanzar el poderoso hechizo que había cubierto la catedral de caos hacía ya una eternidad. Su cuerpo, sin embargo, era ligero y subirla también a bordo no requirió más que un cierto esfuerzo. Descender por la escotilla de popa, en mitad de la absoluta oscuridad, resultó ser algo más complicado, pero después de unos momentos tensos y algo de sudor, se encontraron todos en el interior del barco, rodeados por una infinidad de variopintos objetos apenas iluminados por la temblorosa luz de unos candiles.

Las lámparas oscilaban al ritmo del balanceo del barco, levantando cambiantes sombras en las paredes. Una sensación extraña asaltó de pronto al joven, como un súbito cosquilleo en la nuca. Al girarse para comprobar su origen, pudo ver una calavera de oro que parecía observarlo desde el interior de un cofre. Las vacías cuencas del dorado cráneo habían sido rellenadas con pulidos orbes de piedra oscura, que reflejaba a intervalos la luz de los candiles. La súbita sensación de que había “algo” al otro lado de esos orbes asaltó de pronto al joven, que inconscientemente se llevó la mano al amuleto de cristal que colgaba de su cuello, que pareció iluminarse durante un instante con tenue brillo. “Espero que sea Cleo y no Cob” pensó para sí mismo Ethan, antes de enfocar su atención a la mesa en la que, como era de esperar, estaban preparadas sillas para todos, incluso para Norna. Tal y como cabría esperar de una vidente que se preciara de serlo.

Ethan se disponía a avanzar hacia la mesa cuando de pronto la joven que llevaba en sus brazos se removió, como si el trance que la había sumido en la inconsciencia hubiera terminado por fin. Sumida en la confusión, balbuceó murmurando las preguntas lógicas para alguien que despertaba en el Ojo de la Tempestad sin saber cómo ha llegado hasta allí. “Dónde” y “Por qué”. La primera era relativamente fácil de explicar. La segunda… tal vez por el momento hubiera que simplificar esa respuesta. -Estás entre amigos. –Se apresuró a responder Ethan con suavidad, inclinándose ligeramente hacia Norna. Al ver que ella parecía algo incómoda en brazos de un desconocido, la ayudó a ponerse en pie y giró una de las sillas cubiertas de terciopelo para que pudiera sentarse. Él mismo se sentó en la silla contigua, y tomó una de las manos de la joven entre las suyas. Parecía haber olvidado por completo a los demás. –Soy Ethan, ¿me recuerdas? No te preocupes, no tienes nada que temer. Aquí ya no hay peligro. Te sacamos de la Catedral cuando el reverendo Williams… enloqueció. Te desmayaste, así que he llevado conmigo hasta ahora. -Este sitio… -Hizo un gesto con una de sus manos, abarcando la sobrecargada cámara cubierta de extraños objetos. –Una… conocida nos ha llamado para que nos reunamos aquí esta noche. Todo esto no durará mucho, espero. Te aviso de que todo esto puede ser raro, pero no te asustes. No tienes nada que temer mientras estemos aquí. ¿Vale? Tan pronto como terminemos, te llevaré a casa y te explicaré lo mejor que pueda lo que ha sucedido. Lo prometo.

Después de decir eso, frunció ligeramente el ceño, pensativo. No estaba muy seguro de que pudiera funcionar, pero al menos merecería la pena intentarlo. Sacó su teléfono móvil de bolsillo, lo desbloqueó y se lo tendió a Norna. -De todos modos, es tarde. –Dijo mientras miraba la hora en el móvil. La medianoche se anunciaba, ligeramente superada, en los números que destacaban en la brillante pantalla. –Intenta escribir a tu madre, si quieres. Aunque… es posible que aquí no haya cobertura.

Y por fin, mientras ofrecía el teléfono a la joven, Ethan se giró hacia el resto de los presentes que lo habían acompañado hasta allí. Un grupo realmente diverso, pero por el momento debía confiar en ellos. Haciendo una señal hacia la mesa, invitó a todos a tomar asiento. -Bueno, creo que está todo dicho, de momento. –Comentó al resto de Despertados. – Madame Cleo debe estar esperando a que nos sentemos para unírsenos. Más tarde podremos hablar de todo lo que ha pasado.

Hizo una pequeña pausa, pensativo. Los acontecimientos los habían unido, cierto, pero de igual modo podrían separarlos. Y establecer un punto de reunión futuro parecía una buena idea. Depender de los teléfonos o los emails estaba bien… hasta cierto punto. Y Cathbad no parecía el típico hombre aficionado a la tecnología. -Si nos separáramos… nos encontraremos mañana, a las seis, en el parque Washington, en la puerta de la iglesia de san Pedro y san Pablo. ¿Os parece bien? -Preguntó, casi como una pregunta retórica. Era un buen sitio. Céntrico, pero no especialmente concurrido. Y finalmente, se giró hacia el pistolero con gafas y clavó en él una mirada severa. –Y Steeve, por favor, no asustes a Norna, ¿vale? Ten un poco de empatía.

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08/11/2017, 09:17
Ethan Miller
Sólo para el director
- Tiradas (1)

Motivo: Cardinal 1: vigilancia del tejido

Dificultad: 4

Tirada (3 dados): 4, 5, 3

Éxitos: 2

Notas de juego

Hago un efecto de cardinal para ver qué efectos puede haber alrededor del cráneo.

Y tengo dudas, con Vida 2 puedo afectar patrones sencillos. ¿Podría devolver las flores marchitas a un buen estado?

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08/11/2017, 14:11
Cathbad

Cathbad ascendió por la escalera del barco fantasma que había atracado en el muelle, ni el primero ni el último. Una de sus manos se deslizaba por la barandilla, tanteando la aspereza irregular del metal oxidado, mientras la otra permanecía obstinadamente metida en el bolsillo de su gabardina. Sentía miles de fríos y diminutos, casi indistinguibles pinchazos allí donde la niebla entraba en contacto con su piel, como si de una insignificante llovizna se tratase. Pensó en la legendaria niebla de Ávalon, que cuando se disipaba dejaba el mundo cambiado y nada era lo mismo. A través de ellas podían verse imágenes del futuro o del pasado distante.

A Cathbad, aquellas nubes grises le traían recuerdos lejanos. La niebla le hacía evocar en su memoria un cielo nocturno cubierto por densas nubes de humo negro, provenientes de un furioso incendio que teñía la noche de escarlata. Casi podía sentir el calor de las llamas en su piel aterida por el rocío de la madrugada, y sus ojos adquirieron un brillo espectral, como si reflejasen el rojo fulgor del fuego que consumió aquella casa. John nunca había visto un incendio tan depravado y avaricioso, cebándose con gula en la carne y los huesos de aquel que murió gritando, atrapado en el interior del edificio. Y oh, el olor. Apretó los dientes y tragó saliva, como por acto reflejo. No supo a ciencia cierta si aquel recuerdo le provocaba espanto, asco o regocijo. Decidió dejar de pensar en ello; no quería averiguarlo.

Cathbad continuó caminando por una cubierta decrépita, sin prestar especial atención a los botes que parecían señalarles el camino. No le hacía falta inspeccionarlos detenidamente para imaginarse que, en caso de emergencia, aquellas pequeñas embarcaciones no los ayudarían a llegar muy lejos, pues a juzgar por el estado general del buque, probablemente sus cascos estarían perforados. No sintió ninguna incomodidad o temor al descender a las oscuras entrañas del ballenero. Al contrario que a muchas personas, a Cathbad la oscuridad le resultaba relajante. Le hacía sentirse a salvo, como refugiado nuevamente en el claustro materno, en un lugar donde no había juicio posible a lo feo, a lo roto, a lo ajado. Un lugar donde todas las cosas y los seres eran iguales, y donde él podía ser él.

Pero la oscuridad no perduró. Sumada a la luz que alguno de sus acompañantes proyectaba desde la pantalla de su teléfono, el sutil brillo de unos candiles que pendían del techo reveló una estancia que, aunque espaciosa, estaba atestada de toda clase de cosas imaginables, desde estanterías repletas a utensilios de pesca, pasando por una interesante calavera que, a modo de vanitas, los observaba con dos oscuras gemas incrustadas en sus ojos. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Cathbad fue una mesa redonda que parecía presidir toda la estancia, en un rincón reservado al orden en mitad de todo aquel caos. Sobre ella descansaba una esfera de cristal de buen tamaño, y a su alrededor, siete sillas equidistantes esperaban a que alguien las ocupase.

En aquel momento, la niña despertó. Cathbad se volvió para mirarla con una expresión extrañamente amable mientras los otros, especialmente Ethan, la atendían, intentando explicarle por qué estaban allí. Quizá la tal Cleo Verthank pudiese decirles cuál sería el papel de Norna en todo aquello.

Alicia se ha despertado —afirmó el brujo, sin que hubiera sin embargo ningún atisbo de sarcasmo en su voz—. Bienvenida al País de las Maravillas.

Y así era. Si, tal y como sospechaba, Norna se encontraba en mitad de su proceso de Despertar, habría muchas cosas increíbles que debería asimilar rápidamente. Ethan empezó a repartir indicaciones acerca de qué hacer en caso de una separación imprevista. Cathbad asintió parcamente. Sin mediar más palabra, se dirigió a la mesa y, tranquilamente, se sentó en una de las sillas, apoyando las manos en los reposabrazos y cruzando una pierna sobre la otra. Miró entonces a los otros magos. ¿A qué estaban esperando?

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09/11/2017, 01:00
Destino

La calavera parece ser una especie de talismán. Uno cuyo fulgor, ahora que tu vista es capaz de captar el flujo de la Quintaesencia, parpadea, incandescente. Un almacén de pura esencia mágica y además un objeto quizá capaz de obrar otros prodigios. Aunque no sabrías decir cuáles. 

Notas de juego

Sí, puedes devolver las flores a la vida con Vida 2. 

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09/11/2017, 17:47
Steeve Hope

Steeve entró a lo último, se detenía en cada detalle de la antigua nave para contemplar lo que esas paredes de madera tenían para decir. Toda la realidad parecía afectada dentro del Ojo de la Tormenta, y era una sensación que le resultaba de lo mas agradable. Avanzó hasta llegar a la sala en la que la mesa con siete sillas los aguardaba, pero su mirada fue capturada por la calavera dorada. Se acercó y vio las gemas negras que lo observaban, como llamándolo. La muerte también es protagonista aquí, pensó satisfecho, nadie que tuviese dominio del destino y del tiempo podía ignorarla, Cleo daba cuentas de que sabía lo que hacía, y el Eutanatos se sintió a gusto en la sala, expectante por lo que podía suceder.

Norma despertó pronto, desorientada, y Ethan no tardó en contenerla nuevamente con palabras ilusorias carentes de verdad  otra vez dando falsas esperanzas a la niña? nadie sabía con certeza si estaban en un lugar seguro, ni siquiera él sintiéndose cómodo bajaba la guardia, y además la madre de la chica estaba muerta. Iba a pronunciarse al respecto pero se detuvo, ya tendría que lidiar él con ella cuando se diera cuenta que en realidad nunca supo todas esas cosas bonitas. Los demás la saludaron y Ethan, tras proponer un punto de encuentro, le pidió algo realmente difícil y tuvo que hacer un esfuerzo para encontrar las palabras adecuadas que no hicieran que Norma no volviese a entrar en shock, el mundo estaba dado vueltas patas para arriba en torno a ella, de un modo sin precedentes, y él tenía que ayudar a calmarla en medio de esa locura - Feliz día de todos los Santos - dijo y sonrió mirando a Norma, entendiendo que le pedían eso. 

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10/11/2017, 14:27
Thomas Heng

Tras las breves presentaciones entre unos y otros, Thomas avanzó junto al grupo hasta el corazón de aquel ballenero fantasmagórico. Tomó con firmeza su guitarra, apoyada a la espalda, decidido a enfrentarse a la titilantes tinieblas del camino que los iba a llevar al encuentro de Madame Cleo. Ni corto ni perezoso, Thomas empezó a canturrear una canción de Johnny Cash que lo fue acompañando durante todo el trasiego por el laberinto del barco.

Well, you're my friend and can you see.. hiló mientras se ayudaba del teléfono móvil que, junto al brillo de los demás, arrinconaba a la oscuridad a sus espaldas. Many times we've been out drinkin..

El pequeño museo de pesca abandonado apiñaba ecos de un pasado laborioso, ahora todo ese sitio era una suerte de tumba de lo que fue. Quizá esa sensación que le evocaba a Thomas le hacia tratar aquel lugar con respeto, contemplando el sitio con reverencia, a la par que los versos de la canción iban surgiendo de sus labios.

And that I see a darkness.. And that I see a darkness.. y la oscuridad empezó a quedar enmarañada tras de candiles. En cierto modo ya era consciente de que se acercaban a una suerte de epicentro de esa campana de irrealidad reinante, Thomas dejó de canturrear cuando encontraron las siete sillas, justo cuando Norna despertaba de su inconsciencia.

Mientras los demás, que la habían conocido personalmente, le daban la bienvenida a la joven, Thomas rodeó la mesa y las sillas acariciando la superficie de la mesa. Alzó la mirada a Ethan, se encogió de hombros por unos segundos junto a una sonrisa franca.

No conozco San Francisco. admitió el oniromante. Pero sabré encontrar el camino, supongo. miró a su alrededor, no creía que Madame Cleo les hiciera esperar demasiado, pero.. ¿cuánto era demasiado? 

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10/11/2017, 15:14
Ethan Miller

Ethan observó a los demás mientras se sentaban alrededor de la mesa. Cuando Thomas, el recién llegado, tomó finalmente asiento, seis de las siete sillas forradas de terciopelo quedaron ocupadas, dejando la última vacía. De algún modo, ese vacío parecía atraer más la atención que si una persona real ocupara el lugar, como si la propia ausencia de Madame Cleo fuera más importante como cualquiera de ellos. Ya sólo quedaba esperar a que su anfitriona llegara, y comenzara a revelar los verdaderos motivos de su extraña llamada. Sin embargo, era muy probable que esas revelaciones tuvieran un fuerte componente sobrenatural. Y si eso era así, podría ser una buena idea que la joven comenzara a ser consciente de en qué se había metido… y qué era realmente. -Tal vez sea mejor que vayas sabiendo algo. –Comenzó a decir, dirigiéndose a medias a Norna y a medias a los demás.

Respecto a lo que ha pasado, y respecto a ti. Sin prisa, extrajo un rotulador de un bolsillo de su chaqueta de cuero y le quitó el protector con un cariño casi ritual antes de lanzar una nueva mirada a Norna. Sonrió con cierta nostalgia, mientras recordaba las circunstancias y el escepticismo que había rodeado a su propio Despertar. Durante años, había creído estar cayendo en una creciente locura… hasta que Caoighmin apareció para abrirle los ojos a lo que realmente era. Y ahora el destino le ofrecía la oportunidad de devolver ese favor. -Todo esto que estás viendo no es una locura, aunque pueda parecerlo… -Continuó hablando el joven, mientras posaba el rotulador sobre su mano izquierda y comenzaba a trazar líneas sobre su piel.

Yo, y también el resto de los que estamos aquí, hemos pasado por lo que tú estás pasando. Pero no se trata de ninguna maldición, Norna. En realidad, se parece mucho más a una bendición. Eres especial, probablemente incluso más que nosotros. Y ahora estás comenzando a descubrir el poder que guardabas en tu interior. El rotulador continuaba su incesante trabajo, dibujando con esmero los pequeños detalles de los símbolos que comenzaban a cubrir su mano. Se trataba de símbolos básicos, casi primitivos, de líneas rectas y ángulos marcados. Sin embargo, el mosaico que formaban sobre la piel del joven mago resultaba hermoso, como sacado de una vieja leyenda. Aunque muy pocos sabían leer las antiguas palabras en los tiempos modernos, las runas que estaba trazando se conocían como “Ogham”, el primer alfabeto de los pueblos celtas de la vieja Europa. Fueron ellos quienes comenzaron a utilizar esas runas como foco para sus rituales mágicos y adivinatorios. Y fue Caoighmin, el maestro de Ethan, quien le transmitió ese conocimiento para que pudiera trazar las mismas palabras de vida que los druidas habían usado hacía una eternidad.

Ethan sonrió ligeramente al recordar alguna de las discusiones que había tenido con el hombretón que había sido su maestro. Al viejo chamán no terminaba de agradarle que utilizara los rotuladores modernos para trazar las palabras de vida. Sin embargo, las runas se revelaban igual de poderosas cuando el joven las utilizaba dibujadas a tinta o grabadas en madera al viejo estilo. Los tiempos cambiaban… y la magia cambiaba con ellos. Cuando terminó de dibujar, guardó el rotulador de nuevo y se giró hacia Norna, que observaba intrigada el intrincado dibujo rúnico que cubría su mano izquierda como un tatuaje.

Lo cierto es que se había excedido en las preparaciones, pero quería asegurarse de que todo salía correctamente. -Tienes un maravilloso poder en tu interior. –Dijo, rompiendo el silencio, y continuó hablando con voz más seria. –Muchos querrán aprovecharse de él. Otros querrán ponerte de su lado. Algunos estarán en tu contra sólo por lo que eres. Pero recuerda que, pase lo que pase, tú y nadie más que tú eres la dueña de tu propio destino. Lo que tú eres… lo que los dos somos… ha tenido muchos nombres a lo largo del tiempo. Pero la esencia es siempre la misma.

Mientras terminaba de hablar, Ethan levantó la mano izquierda y tomó una de las marchitas margaritas del jarrón situado en mitad de la mesa. Sosteniéndola con delicadeza, la sacó del agua turbia y la acercó a sí mismo, observando detenidamente los pétalos secos y arrugados, el tallo retorcido y quebradizo, las hojas secas y marrones a punto de desprenderse. La flor estaba muerta, o condenada. El tiempo le había arrebatado su efímera belleza. Nada podía devolverle su esplendor. Nada, excepto… la magia.

Cerró los ojos, y concentró su voluntad. No tenía ninguna prisa, y quería lograr un buen resultado. Con su imaginación, visualizó la flor tal y como debía haber sido antes de marchitarse. Hermosa, teñida de colores vibrantes, llena de vida. Con delicadeza, su mente comenzó a alterar el Tapiz para imponer su visión sobre la realidad. Durante un segundo, el cristal en su cuello dejó escapar un tenue destello esmeralda a medida que las líneas trazadas en la mano izquierda canalizaban su energía. Y entonces, el milagro sucedió. Lentamente, el color verde comenzó a regresar a las hojas. El retorcido tallo se enderezó de nuevo como si el tiempo se hubiera revertido. Los pétalos temblaron y se abrieron a medida que la magia de Vida entraba en ellos. El tono amarillento desapareció, dejando paso a un brillante color blanco. Y donde unos segundos antes sólo había una flor seca, ahora la mano del joven sostenía una hermosa margarita que parecía recién cortada. -Somos Magos, Norna. –Terminó Ethan, clavando la mirada de sus ojos claros en los de la joven, y sonrió mientras le ofrecía la renacida flor. –Ahora sólo tienes que creerlo.

- Tiradas (1)

Motivo: Vida 2

Dificultad: 4

Tirada (3 dados): 9, 9, 10

Éxitos: 3