Partida Rol por web

Get your motor runnin',
head out on the highway
lookin' for adventure
and whatever comes our way...

Born to be wild - Steppenwolf

Tras un más que audible ¡Mierda!, el rostro de Lis pareció transformarse, vaciarse de toda emoción.

Sus ojos mirando al infinito… a su objetivo… a la sala… a todo y a más allá…

Sus brazos realizaron un giro en sentido contrario, hasta que la mano izquierda, libre, quedó a la altura de su pecho, frente a esta con la palma abierta hacia arriba; su diestra agarró la pistola por el cañón, tras hacerla girar con un hábil giro de muñeca, quedando el brazo flexionado, dejando la pistola a la altura de su cabeza.

Sus pierna izquierda se extendió delante suya, ligeramente flexionada, mientras la mayor parte de su peso caía sobre la pierna derecha.

Era una imagen que recordaba a Christian Bale en Equilibrium. De hecho, parecía una de sus posiciones del arte “Gun Kata”; el efecto, casi hacía creer ver como unos pequeños ganchos hubieran salido de la culata de la pistola, tal y como hacían las pistolas de los Clerigos de dicha película.

Entonces, sin sonreír, sin mostrar más emoción, encogió hacia sí la mano izquierda en el universal gesto de “ven”, recordando el gesto de Morfeo a Neo en Matrix.

Hope escuchó el disparo y lo sintió dentro, como si se lo hubiesen pegado a ella. Recordó el Código y su ánimo decayó; no podía traicionar aquello que creía. No podía hacer daño a otros de manera deliberada. Pero por otro lado, tampoco podía dejar que la cogiesen. El miedo se había instaurado en su sistema y la adrenalina la drogaba. En su mente estaba claro el mensaje: eran los demás o ella, los malos o los buenos... Y por mucho que Ananda proclamase su mensaje de compasión, probablemente no se había visto envuelto en una movida como aquella.

Ya mentalizada con la posibilidad de tener que herir a sus enemigos, se preparó tratando de recordar las lecciones de Capoeira e intentó encontrar el ritmo para ello en Masterplan... algo complicado. Quería inutilizar de alguna manera a sus enemigos, al menos al que no estaba herido, para limpiar el camino y salir corriendo.

El motorista de la escafandra se da la vuelta con inquietante tranquilidad, pone su mano derecha junto a su visor láser y ajusta una pequeña rueda. La imagen de Cíclope, de la Patrulla X, cruza la mente de Lis justo antes de que un brillante y mortífero rayo rojo salga disparado hacia ella. Da justo en el blanco, en pleno abdomen. El dolor que se hace con el cuerpo de la chica es, sin lugar a dudas, inenarrable. La sensación de que la grasa bajo su piel empieza a hervir y a quemar todo lo que hay a su alrededor atrapa la respiración de la Huérfana, que no puede sino intuir, por el desagradable olor a quemado y a hierro, que sus entrañas han quedado al descubierto y quemadas.

Hope vio cómo a Lis la atacaban al más puro estilo de ciencia ficción y sintió un ramalazo de compasión al escuchar su grito de dolor. Tuvo que negar con la cabeza para evitar su impulso primario, que era lanzarse sobre ella para intentar ayudarla. Debía hacerlo acabando con los atacantes, y si se exponía a sufrir otro ataque, sólo provocaría la muerte de las tres.

Recordó las lecciones de capoeira y se concentró en ellas. Debía intensificar los golpes para transformarlos en algo lo suficientemente fuerte como para disuadir a aquellos monstruos de feria, y la música fue a su encuentro. Recordó además una de sus experiencias con LSD en la que vio cómo la energía la recorría, cómo fluía y podía canalizarla. Debía de volver a canalizar las Fuerzas hacia sus extremidades, volverse una máquina de lucha.

Lo logró.

La lucha comienza. Tras el disparo que Lis hizo contra el de la escafandra, éste se gira, ignorando el dolor, y ajusta su visor. A Lis le da tiempo a hacer de las suyas, jugando con la Realidad, y a su alrededor, el tiempo parece ralentizarse. No lo suficiente aún como para esquivar lo que se le viene encima. Un rayo láser impacta contra su abdomen, quemando su cuerpo, y su patrón. El olor a quemado resulta nauseabundo en pocos segundos, y el aullido de dolor de la Huérfana rápidamente se extingue, ahogado por el mismo sufrimiento que se lo ha arrancado. Ya sí más rápida que el resto, se tambalea a una velocidad extraña.

Por su lado, Hope y el otro motorista parecen estarse probando mutuamente, mirándose el uno al otro mientras la Realidad se tuerce a su alrededor para que las piernas de Hope puedan hacer más daño. Norna, asustada, se queda en la escalera. Parece que no supiera muy bien qué está pasando.

La Realidad se convulsiona, la Magia está haciendo bastante daño al Tapiz. Más incluso de lo esperado, porque pocas cosas han pasado, parece que los motoristas no son del agrado del Consenso. Ni siquiera su mera presencia lo deja tranquilo.

Norna se mantiene al margen. Está muy asustada, y parece que no sabe desenvolverse.

¡No! —grita, al ver cómo dañan a Lis. A su alrededor, la Realidad comienza a torcerse. Voluntaria o involuntariamente, está haciendo algún tipo de Magia.

En medio del dolor, Lis puede hacer lo suficiente para conseguir curarse. Un tenue brillo envuelve su piel y músculos dañados, y empiezan a recuperarse rápidamente, hasta dejar sólo una camiseta quemada y una piel inflamada, roja y aún dolorida, pero desde luego más compatible con la vida que el amasijo quemado que podía verse antes.

Con destreza, Hope logra dar una patada al motorista que tiene delante de ella, pero aunque él no ha podido pararla y se sacude por el impacto, no parece haberle dolido especialmente. Su expresión inexistente, escondida por el casco, no da pistas, pero se mantiene impasible.

Se hace el silencio por un momento, aunque el olor a quemado de la herida que sufrió Lis y la sensación de que la Realidad se tensa demasiado en esa casa, se vuelven agobiantes, como la sensación de que una tormenta estallará en cualquier momento. Y de hecho, ocurre, Lis se ve súbitamente sacudida por una fuerza que no viene de ningún lado y de todos a la vez, como si implosionara sobre ella algún tipo de energía invisible: la Paradoja. Parece, no obstante, ser demasiado benevolente hoy. Sólo la zarandea en el sitio durante un segundo extraño durante el cual su imagen se difumina por un momento, pero no le hace especial daño. No obstante, el picor que comienza a sentir, que la invade por todo su cuerpo, es insoportable. Resulta difícil concentrarse, aunque quizás justamente por esa inesperada descarga de Paradoja, algo llega a su mente, el recuerdo de algo que oyó por ahí. La Paradoja parece demasiado concentrada en ese lugar, como si emanara de los motoristas. ¿Puede ser que sean... de esos Magos que se han vuelto locos y que no son afectados por la Paradoja? ¿Merodeadores?

La fuerza invisible sacude a Lis de un lado a otro, mientras
esta no es más capaz que de proncunciar:

- Oh mierda, oh mierda, oh mierda…

No obstante, la sacudida trae recuerdos a su memoria. Las
palabras de Victor sobre el Karma volvieron; había tipos, ni Jedis ni Siths,
que se habían vuelto locos por la
Fuerza, esta había quemado sus cerebros y ahora su sinapsis
patinaba por neurona cortocircuitadas. Todo ello no sería excesivamente
preocupante, si no fuera porque como efecto adicional hacían que el Karma
resbalara por su alrededor, puteando a quienes estuvieran cerca; eran el Caos
en forma pura y lo llevaban allí donde iban.

Estos no podían ser los tipos de sombrero y gabardina de
fuera. El disimulo y la sutileza no eran parte del Caos. Estos llegaban y
doblegaban la realidad a su antojo y que los latigazos de la Fuerza jodiera a todos los
demás.

Los de fuera eran de los otros. Eran los putos Auditores de la Realidad, como los llamaría
Pratchett. Eran unos hijo putas trajeados y estirados que querían controlar la
realidad; la querían Auditar, medir y etiquetar, y controlarla según sus parámetros
rígidos. Eran los mismos hijos de puta que hicieron que ella acabara en al cárcel.

Eran el Orden mismo.

Así, a un lado de la puerta el Caos, al otro el Orden. La
solución estaba clara, pero no iba a querer estar allí cuando todo reventara.

Miro a Hope.

- Hope, coge a Norna,
nos vamos por atrás. Estos no quieren hacerle daño. Quieren protegerla. Los de
fuera sí quieren jodernos. Preparaos para correr, chicas. – dijo rápidamente
antes de correr a la puerta principal y abrirla de par en par, con cuidado de
no ponerse a tiro; sabía que no tardarían mucho en disparar los Auditores en
cuanto abrieran la puerta.

Hecho esto, corrió junto a Hope y Norna; los motoristas se
encargarían de los Auditores.

- Venga, vámonos por
la puerta de la cocina. Los Motoristas van a entretendrán a los Auditores. –
tenía que trastear la pistola para desencasquillarla, había doblado el tiempo,
pero quizás no lo suficiente para que le diera tiempo a tanto… pero tenía que
hacerlo antes de salir de la casa, por lo que pudiera pasar fuera… quizás los
Auditores ya habían pensado en rodear la casa… pero también faltaban 2
Motoristas. 

Hope no tenía ni idea de en qué idioma estaba hablando, pero decidió que era mejor hacerle caso, ya que su idea sólo era estar allí y pelear hasta que uno de los dos bandos se rindiera... y el bando que peor lo llevaba era el suyo.

-¡Corre, Norna! -gritó, dando largas zancadas hacia la cocina.

Las tres chicas comienzan a correr, sin pensarlo dos veces, hacia la parte trasera de la casa, buscando una salida distinta a la que las pondrá en medio de una batalla que seguramente les hará más daño que la mera huida. Desde el momento en que se dan la vuelta, se oye el ruido de varios coches, seguramente antiguos por el sonido de sus motores, acercándose a la casa, y cómo se abren sus puertas. Gritos y voces se suceden a cada paso, y cuando llegan a la puerta trasera, un hombre de negro la abre de un golpe con la pierna, pistola en mano, y sin siquiera mirarlas, esquiva a las tres Despertadas y corre hacia el salón, desde el que también se oye el golpe de la puerta abriéndose.

Más allá de la puerta, un grupo de hombres de negro, con las armas en la mano, pero bajadas, esperan, sus miradas imprevisibles tras las gafas de espejo que solamente muestran los pequeños reflejos distorsionados de la casa y las tres figuras que se acercan a ellos.

Resistirse es inútil —dice uno de los agentes. Y es cierto, la idea de resistirse parece sencillamente una estupidez. ¿Para qué, si la situación está claramente perdida? La Unión es demasiado poderosa, y si no aceptan, los motoristas acabarán con ellas.

¿Resistirme a qué? Por favor, ayudadnos —exclama Norna, con cierta laxitud en su voz, como si no pudiera mover muy bien la boca del todo, y camina hacia los agentes.