Partida Rol por web

El Torneo de la Mano

Ceremonia de inauguración: Gradas

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03/01/2012, 23:01
Director

Los colores se mezclaban unos con otros. Colores vivos y colores más fríos, parecía que en aquellos días todos tuvieran cabida en Desembarco del Rey. Y no solo el rojo de la fortaleza y el negro sobre oro del blasón del Rey que solían ser los colores imperantes. Las calles se llenaban de banderillas de diferentes colores, de los balcones se colgaban los colores de los escudos de los caballeros favoritos, el escarlata, el gris plateado, el verde, el azul... las damas vestían en sus mejores galas los colores alegres y más elegantes, muchos de los caballeros participantes en el Torneo de la Mano se pavoneaban por las calles de la ciudad luciendo sus particulares combinaciones y la gente les regalaba cosas en los puestos de mercado. Muchos colores, predominaba la variedad.

Daphnia Yronwood caminaba por el Paseo del Río, a su izquierda la muralla Sur de la ciudad que seguía en paralelo el cauce del Río Aguasnegras. El Paseo cruzaba la Plaza del Pescado y pasaba junto a la puerta del Río, más conocida como la puerta del Lodazal, aquello era un lugar repleto de mercaderes del pescado ya que el puerto se encontraba al otro lado de la muralla, pero también era el camino más corto para llegar a la Puerta Real. Al otro lado, se encontraba el terreno de los torneos, donde iba a celebrarse aquel tan esperado. Aquella tarde se procedería con la ceremonia inaugural del Torneo conocida como Presentación de Armas.

Su nombre le había proporcionado un buen lugar en las gradas que el Rey Robert había mandado construir. Era un lugar de honor, lejos de la muchedumbre que se abarrotaba contra las vallas a ras de suelo luchando por la mejor posición, o en las otras gradas, no tan insignes, donde muchos se empujaban para lograr ver algo y tenían que permanecer de pie. En aquellas gradas, en cambio, podían sentarse ampliamente. Y el mismo Rey y su familia la presidían.

Daphnia tenía a su alrededor a gente noble y de buena cuna. Aunque a la mayoría no los conocía pese a haber vivido ya tiempo en la ciudad. Eran gente de fuera, que habían venido expresamente para el torneo. Apenas los conocía vagamente.

A su izquierda y junto a ella había un norteño. Sin duda sería uno de los que habían venido desde Invernalia con la nueva Mano del Rey. Por su aspecto señorial y sus ropas se diría que se trataba de algún señor del norte, aunque un señor menor, de alguna casa vasalla. Vestía como si no se hubiera enterado de que todavía era verano allí en el Sur. Portaba una armadura de cuero tachonada que era lo más destacable de su sobria vestimenta. Llevaba el pelo algo alborotado y lucía una barba bien afeitada. Por su apariencia tendría algo más de cuarenta años. Parecía tan solemne como un maestre.

Frente a ella, una fila más abajo, se sentaba una chica joven, de unos catorce años. Tenía el pelo castaño claro, y llegaba hasta su cintura, era bella y cuando su cuerpo terminara de formarse sería una mujer hermosa. En un momento que se giró para mirar hacía atrás Daphnia pudo percatarse de que el color de sus ojos era verde. Incluso a pesar del color de su pelo se notaba que la sangre Lannister fluía por sus venas, o al menos el dinero fluía por su bolsillo a juzgar por su elegante vestimenta. Nunca antes la había visto en la ciudad, de eso estaba segura, y desconocía cuando y con quien había llegado.

A la derecha y también junto a ella, se sentaba la única cara conocida de las que tenía alrededor: Lord Edric Doone. Con su cabello negro y rizado donde empezaban a verse rizos plateados mezclándose con los de color azabache. Aquellas vetas de plata se extendían hacía su barba también negra y la salpicaban de canas. Lord Edric era el señor de un pequeño territorio en las Marcas de Dorne. Sus familias se conocían, aunque ya había pasado mucho tiempo desde la última vez que se habían visto.

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04/01/2012, 00:10
Director

Lady Darlyn había llegado con la Reina y su séquito del frío y austero norte hacía unas semanas. Pese a no ser una de sus pasiones, Darlyn Lannister había visto mucho mundo en los últimos tiempos. Y ahora llegaba a una ciudad impregnada de colorido e historia. Desembarco del Rey, la enorme ciudad, la capital de Poniente, una de las ciudades más grandes del mundo.

Los colores se mezclaban unos con otros. Colores vivos y colores más fríos, parecía que en aquellos días todos tuvieran cabida en Desembarco del Rey. Y no solo el rojo de la fortaleza y el negro sobre oro del blasón del Rey que solían ser los colores imperantes. Las calles se llenaban de banderillas de diferentes colores, de los balcones se colgaban los colores de los escudos de los caballeros favoritos, el escarlata, el gris plateado, el verde, el azul... las damas vestían en sus mejores galas los colores alegres y más elegantes, muchos de los caballeros participantes en el Torneo de la Mano se pavoneaban por las calles de la ciudad luciendo sus particulares combinaciones y la gente les regalaba cosas en los puestos de mercado. Muchos colores, predominaba la variedad.

Tras la Puerta Real, fuera de las murallas de la ciudad, se encontraba el terreno de los torneos, donde iba a celebrarse aquel tan esperado. Aquella tarde se procedería con la ceremonia inaugural del Torneo conocida como Presentación de Armas.

Su nombre le había proporcionado un buen lugar en las gradas que el Rey Robert había mandado construir. Era un lugar de honor, lejos de la muchedumbre que se abarrotaba contra las vallas a ras de suelo luchando por la mejor posición, o en las otras gradas, no tan insignes, donde muchos se empujaban para lograr ver algo y tenían que permanecer de pie. En aquellas gradas, en cambio, podían sentarse ampliamente. Y el mismo Rey y su familia la presidían.

Darlyn tenía a su alrededor a gente noble y de buena cuna. Aunque no conocía a nadie allí salvo a su septa y a su doncella personal, que la habían acompañado y se sentaban a su izquierda y a su derecha respectivamente.

Tras ella, una fila más arriba, había una dama sureña, de aquellos extraños hijos de las Marcas de Dorne. No muchos años mayor que ella, tendría unos veinte. Su pelo era de un color castaño cobrizo, y desplegaba destellos rojizos cuando giraba la cabeza. Debía tener el pelo muy largo aunque no sabría decirse cuanto puesto que lo llevaba recogido en un complejo peinado.

A la izquierda de la sureña había un norteño. Sin duda sería uno de los que habían venido desde Invernalia con la nueva Mano del Rey, aunque Darlyn no lo había visto durante el viaje, o no se había fijado en él. Por su aspecto señorial y sus ropas se diría que se trataba de algún señor del norte, aunque un señor menor, de alguna casa vasalla. Vestía como si no se hubiera enterado de que todavía era verano allí en el Sur. Portaba una armadura de cuero tachonada que era lo más destacable de su sobria vestimenta. Llevaba el pelo algo alborotado y lucía una barba bien afeitada. Por su apariencia tendría algo más de cuarenta años. Parecía tan solemne como un maestre.

A la derecha de la sureña, se sentaba otro sureño. Con su cabello negro y rizado donde empezaban a verse rizos plateados mezclándose con los de color azabache. Aquellas vetas de plata se extendían hacía su barba también negra y la salpicaban de canas.

 

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04/01/2012, 00:28
Director

Lord Venesh había llegado con el Rey, la Mano y su séquito dejando atrás su querido y amado Norte. Y ahora llegaba a una ciudad impregnada de colorido e historia. Desembarco del Rey, la enorme ciudad, la capital de Poniente, una de las ciudades más grandes del mundo.

Los colores se mezclaban unos con otros. Colores vivos y colores más fríos, parecía que en aquellos días todos tuvieran cabida en Desembarco del Rey. Y no solo el rojo de la fortaleza y el negro sobre oro del blasón del Rey que solían ser los colores imperantes. Las calles se llenaban de banderillas de diferentes colores, de los balcones se colgaban los colores de los escudos de los caballeros favoritos, el escarlata, el gris plateado, el verde, el azul... las damas vestían en sus mejores galas los colores alegres y más elegantes, muchos de los caballeros participantes en el Torneo de la Mano se pavoneaban por las calles de la ciudad luciendo sus particulares combinaciones y la gente les regalaba cosas en los puestos de mercado. Muchos colores, predominaba la variedad.

Tras la Puerta Real, fuera de las murallas de la ciudad, se encontraba el terreno de los torneos, donde iba a celebrarse aquel tan esperado. Aquella tarde se procedería con la ceremonia inaugural del Torneo conocida como Presentación de Armas.

Su nombre le había proporcionado un buen lugar en las gradas que el Rey Robert había mandado construir. Era un lugar de honor, lejos de la muchedumbre que se abarrotaba contra las vallas a ras de suelo luchando por la mejor posición, o en las otras gradas, no tan insignes, donde muchos se empujaban para lograr ver algo y tenían que permanecer de pie. En aquellas gradas, en cambio, podían sentarse ampliamente. Y el mismo Rey y su familia la presidían.

Venesh tenía a su alrededor a gente noble y de buena cuna. Aunque no conocía a nadie en el lugar que le había tocado. Esperaba ver luchar con valentía y arrojo a los norteños que si conocía aunque fuera de las pocas ocasiones en que se habían juntado, en Invernalia o en los salones de su Casa. Eran ser Erbin Servulian, ser Peter Flint y los dos hermanos Karstark, Fiedrich y Rickard.

A su derecha había una dama sureña, de aquellos extraños hijos de las Marcas de Dorne. Tendría unos veinte años. Su pelo era de un color castaño cobrizo, y desplegaba destellos rojizos cuando giraba la cabeza y el sol se reflejaba. Debía tener un pelo muy largo aunque no sabría decirse cuanto puesto que lo llevaba recogido en un complejo peinado.

A la derecha de la sureña, se sentaba otro sureño. Con su cabello negro y rizado donde empezaban a verse rizos plateados mezclándose con los de color azabache. Aquellas vetas de plata se extendían hacía su barba también negra y la salpicaban de canas.

Frente a él había una septa de avanzada edad. No se fijo tanto en la anciana como en la joven a la que acompañaba, sentada a la derecha de la septa. De unos catorce años. Tenía el pelo castaño claro, y llegaba hasta su cintura, era bella y cuando su cuerpo terminara de formarse sería una mujer hermosa. En un momento que se giró para mirar hacía atrás Venesh pudo percatarse de que el color de sus ojos era verde. Incluso a pesar del color de su pelo se notaba que la sangre Lannister fluía por sus venas, o al menos el dinero fluía por su bolsillo a juzgar por su elegante vestimenta.

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04/01/2012, 00:53
Director

Lord Edric Doone había llegado hacía escasos días desde Dorne para presenciar el Torneo de la Mano. Hacía muchos años que no visitaba Desembarco del Rey, la enorme ciudad, la capital de Poniente, una de las ciudades más grandes del mundo.

Los colores se mezclaban unos con otros. Colores vivos y colores más fríos, parecía que en aquellos días todos tuvieran cabida en Desembarco del Rey. Y no solo el rojo de la fortaleza y el negro sobre oro del blasón del Rey que solían ser los colores imperantes. Las calles se llenaban de banderillas de diferentes colores, de los balcones se colgaban los colores de los escudos de los caballeros favoritos, el escarlata, el gris plateado, el verde, el azul... las damas vestían en sus mejores galas los colores alegres y más elegantes, muchos de los caballeros participantes en el Torneo de la Mano se pavoneaban por las calles de la ciudad luciendo sus particulares combinaciones y la gente les regalaba cosas en los puestos de mercado. Muchos colores, predominaba la variedad.

Tras la Puerta Real, fuera de las murallas de la ciudad, se encontraba el terreno de los torneos, donde iba a celebrarse aquel tan esperado. Aquella tarde se procedería con la ceremonia inaugural del Torneo conocida como Presentación de Armas.

Su nombre le había proporcionado un buen lugar en las gradas que el Rey Robert había mandado construir. Era un lugar de honor, lejos de la muchedumbre que se abarrotaba contra las vallas a ras de suelo luchando por la mejor posición, o en las otras gradas, no tan insignes, donde muchos se empujaban para lograr ver algo y tenían que permanecer de pie. En aquellas gradas, en cambio, podían sentarse ampliamente. Y el mismo Rey y su familia la presidían.

Frente a él había una doncella aunque no se fijo tanto en la doncella como en la joven a la que acompañaba, la cual estaba a la izquierda de la doncella. De unos catorce años. Tenía el pelo castaño claro, y llegaba hasta su cintura, era bella y cuando su cuerpo terminara de formarse sería una mujer hermosa. En un momento que se giró para mirar hacía atrás Edric pudo percatarse de que el color de sus ojos era verde. Incluso a pesar del color de su pelo se notaba que la sangre Lannister fluía por sus venas, o al menos el dinero fluía por su bolsillo a juzgar por su elegante vestimenta.

Un par de asientos más a la izquierda del suyo, había un norteño. Resultaba curioso que un sureño y un norteño apenas tuvieran un asiento entre ellos cuando todo el reino les separaba normalmente. Sin duda sería uno de los que habían venido desde Invernalia con la nueva Mano del Rey. Por su aspecto señorial y sus ropas se diría que se trataba de algún señor del norte, aunque un señor menor, de alguna casa vasalla. Vestía como si no se hubiera enterado de que todavía era verano allí en el Sur. Portaba una armadura de cuero tachonada que era lo más destacable de su sobria vestimenta. Llevaba el pelo algo alborotado y lucía una barba bien afeitada. Por su apariencia tendría algo más de cuarenta años. Parecía tan solemne como un maestre.

Entre el norteño y él había una joven dama. Tendría unos veinte años. Su pelo era de un color castaño cobrizo, y desplegaba destellos rojizos cuando giraba la cabeza y el sol se reflejaba. Debía tener un pelo muy largo aunque no sabría decirse cuanto puesto que lo llevaba recogido en un complejo peinado. Le costó reconocerla, pero se trataba de la hija de Thiodyl, señor de Yronwood. Una de las casas más importantes de Dorne, y al igual que él, vasallos de los Martell. Llevaba tanto tiempo sin verla que le costó recordar su nombre. Daphnia. ¿Sería posible? ¿Aquella niña traviesa que conocía era esa mujer que se sentaba junto a él? Tenía sentido, lo último que supo de ella es que se escapó a Desembarco del Rey.

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04/01/2012, 11:15
Lady Darlyn Lannister

Halagada por tal paisaje y tantas nuevas personas, miro cuidadosamente, con atención, aunque algo abrumada por tantas caras nuevas. Me centro en las personas más cercanas, a la espera de que comience el torneo, y voy buscando alguna cara conocida, o algún caballeros cercano que se acerque a saludarme. 

Suspiro... Estos torneos... Son de lo más emocionantes. 

Me encuentro sentada, acompañada de mi septa y mi doncella. Llevo mi largo pelo liso suelto, adornado con un broche dorado, cayendo sobre mis hombros, mostrando su color castaño, con algunos reflejos rojizos y rubios. Voy vestida con elegancia, con varias joyas distintas, y un vestido ajustado de la época, color marrón oscuro, que hace resaltar mis ojos verdes, debidamente maquillados, con discreción, pero con color apropiado.  

Echo otra ojeada a mis alrededores, y finalmente me inclino hacia la septa, diciendo en voz baja:

- Veo muchas caras nuevas... 

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04/01/2012, 11:55
Lord Edric Doone

Edric se despertó temprano aquella mañana, ordenó a suyudnte que le prepara el baño y que le trajera las ropas que había traido para asisitir al torneo. Había seleccionado aquellas ropas cuidadosamente, ya que sabía que en la capital, una buena imagen, era la llave que abría muchas puertas. Eligió unas calzas de lino negras, unas botas también negras de piel de  alce, un jubón largo de seda roja con el corecel negro rampante de su escido bordaddo en terciopelo y una capa también roja que se sujetaba a su cuello con un broche de platacon la forma de una cabeza de caballo.

Una vez vestido bajó a la sala común de la posada donde se hospedaba y mandó a su criado que le sirviera e desayuno. Cuando terminó de desayunar, subió a su haitación, se ciñó la espada y se dirijió al campo de torneos, donde estaba a punto de comenzar la ceremonia inaugural del torneo. Cuando llegó, se acomodó en su asiento y observó al restoa de asistentes, vió a un norteño cuyo lugar parecía estar más en el campo de torneo que en la grada y justo a su lado a una joven cuya cara le resultaba familiar. Tardó algo de tiempo en reconocerla. La hija de lord Yronwood pensó.

Se giró y la observó detenidamente, se había convertido en una hermosa dama.

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04/01/2012, 18:01
Venesh Branwulf

Venesh llegó a Desembarco del Rey junto con otros señores norteños que habían partido con Lord Eddard Stark como comitiva, en su viaje para ocupar el puesto de Mano del Rey. Había sido un largo viaje atravesando el camino real, y habían tenido algún incidente por el camino, como lo ocurrido con los lobos huargo de las hijas de Lord Eddard. Pero finalmente habían llegado a la capital. Y Venesh no pudo decepcionarse más.

Venesh era un señor norteño algo mayor: había vivido 45 primaveras, y su cuerpo mostraba estragos de la edad. Por suerte, tenía la mente despejada, y más avispada que cuando era joven, pero había adquirido costumbres de anciano. Sólo la lealtad hacia el señor de Invernalia le había llevado a abandonar su hogar en la Forja del Trueno, donde anhelaba regresar cuanto antes. Amaba la belleza salvaje del vasto norte, y echaba de menos su frío clima. Como norteño, estaba acostumbrado al frío, y su viaje al sur le producía molestia, con un clima cada vez más caluroso. Peor fue su llegada a Desembarco del Rey. Era una ciudad grande y bulliciosa, y Venesh no soportaba el bullicio. Además, estaba mal planificada, los muros de piedra roja dejaban una atmósfera de bochorno en la ciudad, y toda ella hendía a cloaca. Echaba de menos su castillo en los lindes del Bosque de los Lobos.

Como súbdito de la mano del rey, se vio obligado a asistir al Torneo que el rey organizó en su nombre. A pesar de ir vestido con una armadura tachonada, y de mostrar el recio físico de los habitantes del Norte, Venesh nunca le habían gustado los torneos. Ni siquiera cuando había sido más joven. Había participado en algunos, pero nunca había sentido el interés que esos jovenes y alocados caballeros demostraban por la lucha.

Cuando llegó a la grada, el señor norteño estudió a los que le acompañaban. Una mujer de las Marcas de Dorne, una joven de caballo cobrizo. No se podía negar que era atractiva.

También había un caballero dorniense que, como él, mostraba signos de tener cierta edad. Se preguntó si echaba de menos participar en torneos, y si se veía frustrado por no poder hacerlo.

También se fijó en la septa y la niña. A pesar de que que era muy frecuente que las muchachas jóvenes estuvieran acompañadas por una septa, desaprobaba la asistencia de éstas a torneos violentos y en algunos casos, sangrientos. Pero también sabía que a las mujeres jóvenes les gustaba admirar a los valeroso caballeros, muchas de ellas con la cabeza llena de las historias del príncipe Aemon y otros famosos caballeros. Ya había advertido a Lord Eddard de sus impresiones, pensó mientras miraba a su hija, Sansa, que también estaba en el torneo, pero éste no le había prestado mucha atención.

Cuando vio pasar a los caballeros del Norte, entre ellos los hermanos Karstark, les hizo una seña para advertir su presencia. Ignoraba si le recordaban, o si le conocían siquiera, pero los norteños se apoyaban entre sí.

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08/01/2012, 22:05
Daphnia Yronwood

Daphnia se encontraba simple y llanamente, extasiada. El desfile de colores, estandartes, caballeros y damas con sus mejores galas, era tan increíble que se detuvo varios minutos, en el Paseo del Río, a contemplarlo. Incluso se veía a la gente más animada, alegre, por sus sonrisas y la forma de andar, entusiasta. Aunque no tanto como la desbordante sonrisa de Daphnia, que parecía que fuera a acompañarla durante todo ese día.

Ni siquiera el pasar al lado de la Plaza del Pescado, con su desagradable olor, consiguió amilanar a la joven, que prosiguió su camino con la misma lentitud. Una vez atravesó la Plaza, y llegó al lugar del torneo, se sintió momentáneamente perdida. No tenía ni idea de hacia dónde ir, y a pesar de la multitud, no parecía que nadie se estuviera quieto el tiempo suficiente como para poder preguntarles. Por suerte, su cuidadora se había encargado del asunto, y la llevó directamente hasta su sitio. Una vez acomodadas, Daphnia pudo suspirar quedamente, ansiando que el espectáculo comenzara, y al mismo tiempo, temiendo el momento. Muchas cosas cambiarían con ese Torneo, ya fuera para bien o para mal. 

Centró su atención en lo que tenía delante, sin querer molestar a nadie. Aunque el simple vistazo que había dado al llegar le había bastado para darse cuenta de que no conocía a casi nadie de los allí presentes. Cosa normal, teniendo en cuenta que procedía de Yronwood, un paraje completamente diferente a aquél. 

Sabía que, a pesar de su vestimenta, no podía evitar sentirse diferente. En vez de mostrar los colores de Yronwood, Daphnia había elegido para ese día un vestido de seda azul, su color favorito. Acorde con el momento, había elegido a sabiendas uno de los mejores vestidos que tenía,  que resaltaba su silueta en los puntos exactos, sin llegar a ser atrevido. No llevaba joya ni adorno alguno, no lo necesitaba. Su cabello no estaba recogido con el habitual trenzado, si no que formaba una enrevesada figura, rodeándole la cabeza como si fuera una diadema, sin un solo mechón fuera del sitio.

El último toque lo daban sus propias mejillas, rosadas por naturaleza, sin necesidad de maquillarse. Sus ojos marrones parecían negros, aun dándole el sol directamente, lo que le daba a su mirada profundidad, aunque la mantuviera lejos de cualquier persona. 

Nerviosa, se rozaba el labio inferior con el índice, distraídamente, hasta que su doncella la reprendió quedamente, y tuvo que parar. No tardó en aburrirse de la espera, pero aun así se mantuvo firme, sin otro movimiento más que el de sus ojos mirando atentamente a los caballeros, buscando. 

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09/01/2012, 22:19
Director

La gente esperaba impaciente a que los caballeros salieran a la arena, dieran la vuelta de presentación a lomos de sus caballos para poder aclamarles o abuchearles, según fuera el caso. Finalmente el Heraldo del Rey se dispuso para ir nombrando a los caballeros.

-¡Ser Walder Frey de los Gemelos! Nombró el heraldo con su portentosa voz alzándose sobre el ruido de la gente. Un caballero que vestía jubón con los colores de la Casa Frey y una capa de armiño bastante desgastada respondió a la llamada.

Tras dar la vuelta se paró ante la zona de grada cercana a ellos, donde estaba el Rey y su familia. -Honraré a la Casa Frey -Dijo-, y el título de Ser -añadió. Era un hombre alto y delgado, con el pelo negro y largo de color muy oscuro y algo descuidado, con unas patillas largas que hacían que el pelo le rodeara por completo las patillas.

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11/01/2012, 12:24
Director

A continuación el heraldo nombró al siguiente: ¡Ser Peter Flint de la Atalaya de la Viuda! El norteño que comenzó a cabalgar por la arena se protegía con una cota de malla y un yelmo adornado con un lobo. Era un caballero alto y corpulento.

Esboza una sonrisa cuando comienza a cabalgar, pero los nervios le juegan una mala pasada que hace que la sonrisa se convierta en una mueca extraña. Por fin llega junto al heraldo para corresponder al público.

Es un honor participar en un evento tan importante como este. Honraré el nombre de mi casa e intentaré alzarme con el trofeo. Alteza... Hizo una reverencia al rey Robert y sin más regresó por donde había venido.

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11/01/2012, 12:28
Meñique

Alguien soltó una risita tras ellos. Un norteño y un Frey... Comentó con aburrimiento. Parece que tendremos un torneo muy entretenido... Esperemos que el Caballero Dragón aparezca de entre los muertos para animar un poco esto. Se llevó una mano para acariciar la puntiaguda barbita y sonrió mordazmente.

Todos los cortesanos conocían al Consejero de la Moneda, Lord Baelish, más conocido como Meñique.

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11/01/2012, 14:10
Venesh Branwulf

Seguro que alguien como vos animaría este torneo, Lord Baelish- dijo Venesh con tono mordaz, sin girar la cabeza, mirando aún al recinto del torneo. ¿Por qué no bajáis ahí y demostráis vuestra valía? Siempre me han gustado las actuaciones de los bufones, y en esta ciudad parece escasear.

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11/01/2012, 22:24
Meñique

No escasean tanto como os pensáis, Lord Venesh. Dijo Meñique manteniendo la sonrisa. ¿Pero salir a la liza y resultar herido? No gracias, prefiero quedarme en vuestra compañía.

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12/01/2012, 18:24
Director

El heraldo continuaba anunciando nombres mientras hablaban. ¡Ser Jasper Thundersword de las Tierras de los Ríos!. Ser Jasper era un hombre de gran altura, vestía con gruesas pieles que hacían parecer sus hombros aún más anchos, entre las que se dejan ver parte de una cota de anillas desgastada por el combate.

Su marcha fue seria, sin un misero esbozo de sonrisa. El caballo mantenía un avance bastante sobrio, sin cabriolas ni muestras de carácter

- Majestad... - La reverencia obligada al Rey no faltó, aunque no dirigió ni una mirada hacia el público.

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13/01/2012, 10:28
Lord Edric Doone

Edric esbozó una sonrisa después de escuchar las palabras de meñique.  La verdad es que tiene razón pensó, la mayoría de los contendientes son hijos del verano que no han sentido la dureza de la guerra.

Se giró hacia el consejero de la moneda y dijo " Quizás a Lord Baelish le gustaría animar un poco el espectáculo", mientras hacía el gesto de sacar unas monedas de su bolsa.

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16/01/2012, 15:17
Meñique

Por supuesto. Dijo con una sonrisa. Ya era hora de que alguien animara este aburrido espectaculo... Pareció meditar unos instantes. Aún no hemos visto al resto de contendientes, pero yo apostaría por ese Ser Jasper para la justa. Dijo como si no conociera de nada al caballero y apostara eligiendo uno al azar.

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16/01/2012, 15:20
Director

¡Ser Dalmau Greyjoy, de las Islas del Hierro! Rugió el heraldo después de que Ser Jasper abandonara la liza.

Ser Dalmau era un hombre de estatura media y fornido. Su robusta constitución y los músculos marcados de un guerrero hacían que el chaleco le quedara ligeramente ajustado. Vestía una cota de malla, unos pantalones ajustados y un chaleco de piel. Llevaba el pelo castaño, perilla y sus ojos eran marrones.

Ser Dalmau caminó hacia el frente hasta llegar junto al heraldo. Se paró al alcanzar al heraldo, se giró hacia el Rey y le hizo la reverencia protocolaria.

- Majestad. - Miró brevemente a la nueva Mano del Rey. - Mano, es un honor participar en el torneo. Haré un papel del que puedan estar orgullosos. No todos los hijos del Hierro somos unos rebeldes. - Volvió su mirada de nuevo al Rey. - Algunos somos, y siempre fuimos totalmente leales al Trono. - hizo una nueva reverencia y prosiguió su camino.

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16/01/2012, 20:54
Lord Edric Doone

Mmmm. Parece una buena elección, aunque me parece que voy a apostar a ser Jasper Thunderwood, sinceramente parece más preparado que vuestro candidato.

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18/01/2012, 14:04
Director

El heraldo continuó anunciando nombres. ¡Ser Rickard Karstark, de Bastión Kar! Ser Rickard era un joven caballero que vestía calzones de lana blanca, botas altas de montar de cuero negro, un jubón de cuero blando negro con el sol blanco de los Karstark sobre el corazón y una capa negra, colgados del cinturón iban su espada y su cuchillo. Unas ropas sobrias pero bien cuidadas. A pesar de la coincidencia del nombre no se trataba del señor vasallo de Invernalia.

Cuando llegó ante el rey hizo una reverencia y pronunció unas palabras.

-Majestad, es para mi un honor estar aquí, ante su presencia. Espero que mi actuación en las lizas de los próximos días os complazca.

A continuación se volvió hacia la mano del rey, Lord Eddard Stark, e inclinando la cabeza en modo de saludo añadió:

-Lord Stark, mi padre, como vasallo del Señor de Bastión Kar y también como vasallo vuestro os envía sus saludos. Es un honor para mí que podáis verme en las justas.

Hechos los saludos al rey y a la mano, saludó al publico levantando un brazo, para luego salir del campo de justas.

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19/01/2012, 15:18
Director

Continuaron presentando caballeros durante largo rato. De pronto hubo un pequeño silencio. El heraldo se aclaró la voz y pronunció unas palabras, aunque esta vez no nombraban a ningún ser.

¡Kaleon, de las tierras de los Dothrakis! Aquellas tierras estaban al otro lado del Mar Angosto. Y levantó mucha expectación y revuelo, sobretodo entre las gentes de los estratos más bajos que pocas veces tenían la oportunidad de ver a un dothraki guerrero tan cerca. El Señor de los Caballos iba vestido con unos pantalones de cuero, una cota de anillas y un jubón de cuero.

Se acercó a la tribuna real y hizo un amago de reverencia al rey a la vez que decía: -Alteza.- Hizo unapausa de unos segundos y notó los ojos de todos parados en él. -Os agradezco que me permitais participar en el torneo, espero ofreceros un buen espectáculo.- Hablaba con mucho acento aunque parecía dominar el idioma con bastante soltura.