Partida Rol por web

Gracias a Hala!- exclamó al ver al monaguillo

Se metió rápidamente en el templo empujando a sus compañero para que entrasen rápido y asi poder cerrar las puertas tras ellos.

Y gracias vos de nuevo Padre- dijo al anciano- por dejar que se abran estas sagradas puertas de nuevo a los fieles de la Diosa.

... Meros formulismos...

Quizás no conozcáis a Onfale - señaló al eunuco para presentárselo a los parroquianos- es otro miembro del aquelarre y un querido amigo mío. Esperemos que el resto del grupo logre alcanzar el templo a tiempo... Hay muchas cosas que contarles, pero me temo que no tengo tiempo, quizás mis compañeros puedan ponerles al dáa. Si me dejaran un rinconcito con luz... Necesito escribir un pergamino para comulgar con nuestra Diosa. Hay cosas que debo tratar directamente con ella sin más dilación.

Onfale se dejó empujar al interior del templo y hasta que no se cerraron las puertas no se quedó tranquilo.

- Estuve ayer aquí, pero sólo unos segundos antes de ...bueno, del inicio de un nuevo día. Encantado.- Entendía las prisas de Leiath y él tenía las suyas propias. Tampoco quería contarles demasiado, pues no tenía fe ciega en nadie, como parecía tener Leiath.- Estamos intentando invertir esta situación. Pero para ello necesitamos que Leiath consulte a Hala cómo proceder. Necesita tiempo y calma para hacerlo. Jadewo, aquí presente, y yo mismo trataremos de que nada malo pase hasta entonces. ¿Cómo se encuentras ustedes? La gente aquí parece haber perdido la cabeza... - Enseguida se olvidó los formalismos para empezar a pedir cosas.- Muéstrenme como subir a la torre del campanario. ¿Desde allí se ve la plaza y los alrededores? Había una mujer quemándolo todo y puede que no sea el único problema.- El perfumista tenía intención de hacer guardia e intentar atajar los intentos de cualquiera de penetrar en el templo, a menos que fueran sus compañeros de aventuras. 

Hoy solo estamos dos personas. Cinco, ahora con vosotros. El padre Benancio se ha ido a dormir a la sacristía, al no tener a nadie para quién impartir misa. Me dijo que no abriera a nadie, pero reconocí su voz, señora. Así que me arriesgué. ¿Quiere que le acerque un candelabro con luz?

Con toda la iglesia para ella, Leiath pudo terminar el pergamino donde quisiese: sentada en un banco y ladeada para escribir sobre él... de pie, usando el altar como escritorio... o incluso en un escritorio de verdad, en la sacristía, si es que no le importaba importunar el sueño del párroco.

El monaguillo también señaló a Onfale las escaleras del campanario. Desde allí no divisó más que hilillos de humo en la lejanía. Un grupo de hombres cantaban alegres al llegar a la plaza, y se metieron en la posada. Por los callejones, vió brevemente al vagabundo Zebulón, y a una mujer perseguida por un hombre con un cuchillo en la mano. Por los tejados, a lo lejos se divisaba a un ocioso Wu Jen caminando en linea recta hasta salir del pueblo, y luego volviendo a él en ángulo con su trayectoria inicial.

 Onfale...-subió a avisarle-Leiath ya tiene listo el pergamino de adivinación. Está esperándonos abajo.

El perfumista se sobresaltó al escuchar la voz de Jadewo llamándole en el silencio y la fría penumbra del campanario.

- Oh...sí, claro, ya voy.- Echó una última mirada al exterior, hacia aquellos hombres que cantaban tan contentos.  Le daban mala espina y sopesaba que pudiera ser un punto a tener en cuenta a la hora de investigar lo que allí pasaba. Esa taberna, Esperanza, se correspondía con la cajetilla de fósforos que habían encontrado en el cuerpo inerte de Zebulón, que ahora correteaba vivo y coleando por allí.

-Me alegro de que hayas podido terminar, Leiath.- Dijo una vez apareció en la planta baja de la iglesia.-¿Qué pretendes preguntarle a tu Diosa, que es la nuestra?- Se imaginaba lo que la Bruja de Hala querría preguntar, atormentada por la solución que el extraño misterioso les había confesado. Aunque Onfale también tenía reparos, comprendía que a veces había que hacer sacrificios. Lo que más le preocupaba a él era la identidad del extraño y si su información era verídica.- Preguntaría por la identidad de aquel que quiso mantenerse oculto a nuestros ojos. O por la conveniencia de hacer lo que nos dijo. Por orto lado, si nos tomamos a pies juntillas lo que nos dijo, nos faltaría saber el arma u objeto para ejecutar nuestra tarea. Según él era lo más difícil.- No teniendo que memorizar conjuros para el día siguiente, Onfale pasó el tiempo libre memorizando el censo y los sitios que había visitado, tratando de recordar todos los detalles.

Había un montón de preguntas que responder, pero una que carcomía a la bruja y la razón por la que se empeñaba en terminar aquel ritual; como acabar con la maldición y que Hala lo viese con buenos ojos.

Así que, pese a la opinión de Onfale y el respeto que le tenía, Leiath estaba decidida, le preguntaría cómo debían deshacerse de la maldición.

Despertemos al padre Benancio, seguro que no se querrá perder la intervención de Hala - dijo directamente al monaguillo para que fuese él quien hiciese la engorrosa tarea.

Mientras se preparó para el ritual.

El monaguillo se sobresalta cuando Leiath le indica que deben despertar al Padre Benancio. Tras un instante de duda, camina despacio hacia la sacristía. Empezaron entonces los gritos, que Jadewo, Leiath y Onfale pudieron escuchar desde el púlpito.

-¡¿Qué te creesh que eshtásh haciendo?! ¡HIP! Maldito deshagradecido...-dijo la voz del párroco.

-Lo... lo siento. Me dijeron que le despertase...-se excusó la voz del monaguillo.

-¿Te dijeron? ¡Maldito crío! ¡Te dije que no le abrieshesh la puerta a nadie!-amenazó la voz del párroco.

¡PLAF!

El padre Benancio apareció en el umbral de la puerta de la sacristía, agarrando una botella de vino de misa.

¿Tú?-masculló cuando vió a Leiath-¿Vienesh a torturarme? ¿Vienesh a pasharme por lash naricesh que tú lo puedesh hacer mejor que yo? ¡HIP!

El párroco arrojó la botella a Leiath, pero con tan mala puntería que se estrelló en un lateral del altar. Hizo un gesto de hartazgo con la mano, o quizás quitándole importancia al fallo de su lanzamiento.

Buf... Que te den, Bruja de Hala. Hago lo que puedo... ¿Shabesh cuánto tuvimosh que luchar losh hombresh para sher admitidosh como Brujosh de Hala? ¿Tienesh idea de toda la dishcriminación que shufrimosh sholo por haber nacido hombre en una religión gobernada por mujeresh?

Aquel clérigo no parecía una amenaza. Difícilmente podría pronunciar correctamente unas palabras mágicas tal y como estaba de borracho. Aún así, bociferaba e incordiaba, y no sería posible realizar el ritual de adivinación mientras él estuviese vivo... o despierto.

Lejos de sentirse furiosa, Leiath se sintió compasiva. El peso que aquel hombre había soportado durante todo este tiempo había sido descomunal y totalmente lógico que se diese a la bebida.

Siento haberle despertado, pero pensé que quizás se enfadaría si no lo hacía. Perdóneme - se puso de rodillas y, cabizbaja, mostró su arrepentimiento y respeto-. Yo sería incapaz de hacer el trabajo que habéis realizado vos con esta maltrecha comunidad. Le admiro y por eso me gustaría que me ayudaseis y aconsejaseis...

Ya lo tenemos todo preparado, os ruego nos honre con su presencia.

- No me digas que esto es un templo de Hala...- Dijo Onfale con tono de incredulidad. Casi prefería no saberlo ya que, de ser así, seguro que Hala les había traído a traición hasta allí. Desde luego había que temer los caprichos de los dioses. Al contrario que a Leiath, a Onfale no se le despertaba ninguna compasión al ver al viejo borracho vociferando. ¿Quería que le contara lo difícil que era ser un eunuco?¿De verdad quería que le contara lo que había supuesto ser un esclavo? ¿Un ser asexuado a la fuerza, creado por el antojo de un hombre poderoso para el gobierno de su harén de putas?¡JA! Se ría de su estúpida y nimia discriminación por se un hombre en una religión gobernada por mujeres.

- Por favor, no haga el ridículo y compórtese.- Miró a Jadewo para comprobar que el guerrero arcano se quedaba a la vera de Leiath, para protegerla. Ya no se fiaba de la panda de locos que habitaba el pueblo por doquier.- Y si no le apetece presenciarlo...- Dijo a continuación de la oferta lanzada por Leiath.-...váyase a dormir la mona de nuevo. Le prometo que no volveremos a molestarlo.- Al menos hasta mañana.- El perfumista había escuchado un golpe y trataba de ver dónde se había metido el monaguillo.

¿Ah, shí? Puesh másh te vale que no lo olvidesh, bruja-dijo a Leiath-. Yo shoy el importante aquí.

El sacerdote, al que un conjuro de sanar podría quitarle su estado de nauseado, o al que un conjuro de calmar emociones podría hacerlo pasar de borracho pesado a borracho amistoso, cambió como objetivo de su ira a Onfale.

¿Quién carajo eresh tú y qué hacesh en mi igleshia? ¡Hip! Aquí el único que hace el ridículo eresh tú, con esha voz aflautada de niña como shi no tuvieshesh huevosh.

Estirando el cuello, y moviéndose hacia el altar, Onfale pudo ver por encima del Padre Benancio el interior de la sacristía. Una cama de sábanas revueltas, un armario, un escritorio, un taburete... El monaguillo no salió, pero se veía su mano agarrada al cabecero de la cama tras el cual se ocultaba.

La verdad es que no tenían tiempo que dedicarle al viejo, así que, con una mirada, rogó a Onfale que se mantuviese en silencio y comenzó a realizar los movimientos acompasados que acompañaban el ritual de adivinación encendiendo el incienso y dando al ambiente un tono más calmado y de reflexión.

- Soy guardaespaldas personal de la Bruja de Hala, miembro de su Aquelarre.- Se mostró orgulloso pro ello,obviando las faltas de respecto del borracho. Si hubiera estado Fosco allí le hubiera puesto en evidencia con alguna mofa sobre que "miembro" precisamente no era.- ¿Qué es lo que le ha hecho al pobre monaguillo?- El perfumista avanzó con cuidado hacia la sacristía, sin bajar la guardia.

¡Alto! ¡Aléjate de esha puerta! ¡No te acerquesh! ¡Bashta!

El anciano alzó el puño, furioso, y lo llevó atrás, preparando un puñetazo. Cuando intentó cargar contra Onfale, Jadewo lo sujetó por la muñeca.

 Padre Benancio, por favor... No somos enemigos.

¡Shuéltame!

Al tirar del brazo para zafarse, el Padre Benancio cayó hacia atrás. Ayudándose del altar para mantener la verticalidad, el párroco tiró un par de platillos con incienso al suelo, obligando a Leiath a empezar desde el principio. Mientras, el monaguillo elevó la vista por encima del cabecero de la cama, y la volvió a esconder. En el breve lapso, Onfale pudo ver la marca de cinco dedos que el tortazo del Padre Benancio había dado al niño antes de salir de la sacristía.

La bruja se sentía como un salmón luchando contra la corriente. Seguramente se la acabaría comiendo un oso, pero ella no cejaba en su empeño. Sin duda era un mujer obstinada.

Una vez más, y cargada de paciencia se dispuso a comenzar el ritual.

Estos locos son muy fuertes...- La cachetada podía verse incluso desde la distancia. Zebulón había demostrado tener una fuerza extraordinaria. El perro al que se había enfrentado casi mataba al perfumista. No se podía fiar uno de las apariencias en la Aldea de la Locura. - Leiath, por favor.- Comenzó diciendo el mago a la vez que se remangaba las mangas de su vaporosa camisola.- Busca una habitación y cierra la puerta, un lugar tranquilo o no podrás concentrarte. - Con Leiath alejada o en otra habitación Onfale ya podría concentrarse en el borrachuzo del padre Benancio.- Vuelva a su habitación. 

Leiath le echó de reojo una mirada fulminante a Onfale mientras seguía encendiendo el incienso. La bruja se estaba enfadando.

- Y por qué no os encargáis Jadewo y tú de que nadie me moleste...?

Sus palabras estaban cargadas de rencor, y no hacia el perfumista sino al mundo mismo por no dejarla hacer su trabajo de una vez por todas.

Leiath recogió el incienso y volvió a ponerlo sobre el altar. Acercó el candelabro a los palitos apagados para volver a prenderlos.

¡¿Que vuelva a mi habitación?! ¡¿Hash dicho que vuelva a mi habitación?! ¡HIP! ¡Vuelve tú a tu puta casha, hippie de mierda!

El padre Benancio echó la mano atrás, palpando en el altar en busca de algo que arrojar a la cabeza de Onfale. No se quemó a sí mismo de puro milagro. Sus dedos se cerraron sobre uno de los ramales del candelabro que sujetaba Leiath, y empezó a forcejear para arrebatárselo.

¡QUITA! ¡SHUELTA! ¡DAME ESHO!

Estaba tan borracho, que ni en el peor momento de Leiath podría quitarle el candelabro de las manos. La cercanía del Padre Benancio también la desconcentró de su tarea, ya que en las distancias cortas el aliento del sacerdote exhalaba un intenso pestazo a alcohol.

Padre, por amor a Hala déjeme terminar el ritual y luego castiga al malhablado lo que usted quiera- rogó la bruja.

Ignoró las palabras de Leiath. No sabía ser mala ni aunque se esforzara. Si Onfale hubiera querido polemizar con ella le hubiera dicho que suya había sido la idea de despertar al Padre Benancio, que arreglara ella el desaguisado. Por su parte estaba perdiendo un tiempo precioso que podía invertir en conseguir más información útil para resolver el desaguisado que tenía a la Aldea sumida en un bucle temporal.

Si por Onfale fuera cortaría el cuello al viejo borracho y todo arreglado. Al día siguiente reviviría y seguramente ni se acordaría de quién era por la borrachera que llevaba. Sin embargo, algo tiraba al perfumista para atrás, y no era el aliento del santurrón de Hala. Después de lo del perro tenía miedo de perder otra vez, y esta vez con público. Con Jadewo delante no se lo perdonaría, no quería decepcionarlo.

- Jadewo, ayúdame a llevarlo a su cuarto.- Al ver que el viejo no podía ni quitarle el pergamino a Leiath, Onfale se envalentonó. Había visto a Jadewo tratar con Zebulón y no había ido mal la cosa. Podían entre los dos encerrarlo en su habitación hasta el nuevo día.

- Oye tú, muchacho, sal de ahí y ayúdanos.