Partida Rol por web

El padre Benancio apretó los labios con rabia. Se le hacía difícil ser desagradable con alguien que pedía las cosas en nombre de su diosa.

Eshtá bien, hip-reflexionó, sacándose las manos de Onfale de encima con un manotazo-. Me vuelvo a dormir. ¡NO HAGÁISH RUIDO!

Al ver que el padre Benancio volvía hacia la sacristía, el monaguillo se dió prisa en salir para no cruzárselo. Fue imposible, y al pasar cerca del párroco, el monaguillo se llevó una patada. Tras descargar su ira en su ayudante, el anciano entró en la sacristía y cerró la puerta tras de sí de un portazo.

No volvió a incordiar. El rito siguió su curso sin dificultad. El olor a incienso inundaba el aire. El monaguillo les había dado el incienso correcto, no el que servía para dormir a la gente, y Hala escogió un avatar para manifestarse...

Una de las peanas en forma de serpiente que sirvió ayer para quemar el incienso somnífero empezó a moverse. Zigzagueó desde el otro punto de la iglesia. La serpiente de piedra trepó por el altar y cuando estuvo ante Leiath, se hizo un ovillo.

Formula tu pregunta, súbdita mía...

¿E... eres Hala de verdad?-preguntó el monaguillo, tembloroso, sin creer lo que veían sus ojos.

 Sí... Soy Hala. Un placer haber respondido a vuestra pregunta. Ahora volveré a mi plano...

La serpiente de piedra volvió a estirarse y reptó de nuevo hasta su posición habitual, recuperando su gargolesca figura de peana. Habían fracasado. Con lo que les había costado inscribir el pergamino... Todo ese esfuerzo. Todo ese tiempo invertido... para nada. Otro de los pináculos con forma de serpiente cobró vida, y se acercó al altar.

 Era broma. Humor divino. Solo la Bruja que me ha convocado tiene derecho a formular la pregunta. No la malgastes preguntando si realmente soy yo, o preguntándote cómo formular la pregunta, porque la primera interrogación que salga de tus labios, Bruja, será la que conteste.

Las pupilas de Leiath se dilataron y su rostro se iluminó con luz propia. Tal era el efecto a simple vista que causaba la imagen parlante de Hala en la extasiada bruja.

Se había comunicado con la diosa innumerables veces, pero siempre había sido en plan monólogo. Era la primera vez en su joven vida que recibía una respuesta hablada. No podía meter la pata.

Estaba tan nerviosa que la pregunta que había estado elaborando todo ese tiempo se le atragantó y le costó salir. Tragó con dificultad y mojó sus secos labios antes de poder formularla.

Gran Hala - no quería hacer perder el tiempo a la diosa, así que fue directa al grano-, ¿cuál es forma más correcta posible, que esté a nuestro alcance, de romper la maldición que sufre el poblado donde nos encontramos, Nueva Lechberg?

Ahí estaba. Esperaba haber elegido las palabras correctas, pues bien es sabido que a los dioses y gente con mucho poder, les gusta tergiversar lo dicho y en ese momento muchas vidas dependían de su respuesta.

Tres doncellas servirían de llave:
-La niña del espejo.
-La que vive debajo.
-La vieja del acebo.
Colocad una sobre el disco del tiempo.
La hora es la clave
para encontrar el mejor momento:
con la llegada del rojo firmamento
dejad que actúe el advenimiento.

La serpiente de piedra se convirtió en barro, desmoronándose sobre el altar y apagando las varas de incienso al sepultarlas.

Onfale se llevó la mano al corazón , como si quisiera arrancárselo, cuando el monaguillo hizo la pregunta y Hala se mostró implacable. Pero era sólo una broma. ¡Una broma!

"Ja"Ja"- El perfumista se secó el sudor frío que perlaba su labio superior y trató de mantener la compostura. Al menos alguien le encontraba la gracia a aquella peliaguda situación. El problema de Onfale es que nunca había tenido demasiado sentido del humor. Su vida no había sido una comedia. Escuchó con gran atención las palabras de su Diosa y se esforzó por memorizarlas tal cual las había pronunciado.

Un puto acertijo.- La última vez que se había enfrentado a uno la mierda le había llegado al cuello, literalmente.

- Ahora a devanarse los sesos.-  Y así hizo el perfumista. Se alejó un poco para que no le molestaran y se sentó adoptando la postura del loto.- Ohmmmm.- Tres doncellas. ¿Qué significaba aquello?¿Sólo había tres vírgenes en Nueva Lechberg? . Las otras dos tendrían que ser otra cosa. La doncella de verdad era la que había que poner sobre el reloj solar. De las palabras de Hala le daba por pensar que el arma para matar a la virgen era el propio meteorito. Situada la doncella sobre el reloj (habría que esperar a que el meteorito la aplastara y la convirtiera en cenizas. Con esas pistas que les había otorgado su diosa les sería mucho más fácil identificar a la virgen a quien sacrificar.

Y esa debía ser una de las razones de peso por las que las brujas de Hala permanecían mayormente ermitañas, contando únicamente con la compañía de gatos negros y otras alimañas, en vez de casadas y con hijos.

Qué podría superar el placer que daba que una diosa te regalase retazos de su inmensa sabiduría? Un hombre, desde luego, no era la respuesta.

Eso es!- pensó aún extasiada-. El arma que decía aquel anciano; el mismísimo meteorito.

Se esa forma no tenían que ensuciarse las manos matando ningún inocente, ni devanarse los sesos buscando esa posible arma. Ahora solo quedaba encontrar a la virgen en cuestión. Quizás las viejas que solían acompañar al padre Benancio fueran suficiente chismosas como para saber de qué doncellas se trataba, pero, desgraciadamente no estaba allí. Solo el monaguillo parecía estar disponible para dar cierta información.

Chiquillo ven aqui- ordenó la bruja- déjame que te vea ese cachete, y te alivie algo el dolor. Tú has hecho lo correcto y te has llevado la peor parte. Hala está muy orgullosa de ti.

Sacó su maletín de sanación para aplicarle algunas hierbas que le aliviasen por el momento.

- Cómo te llamas muchacho? Has escuchado las palabras de la gran Hala? Alguna de las mujeres que menciona te suena de algo? Ah, que no se nos olvide encender el incienso de adormecer cuando llegue el momento, eh?

Ay, qué pena que el resto del aquelarre no estuviese ahí, había tanto que planear.

Mo... mi nombre es solo Monaguillo. Mi madre me abandonó a la puerta de la iglesia cuando solo era un bebé. El Padre Benancio me bautizó así.

El niño se puso junto a Hala para que le practicase las curas. Estaba callado, y algo colorado. Estaba en esa edad en la que las chicas mayores te anonadan, pero que no sabes decir el motivo.

No sé qué quiso decir Hala. Hace mucho que no salgo de la iglesia. El Padre Benancio me prohibía jugar con otros niños, y la gente que viene al templo, lo hace para hablar con él, no conmigo.

A Onfale no se le pasó por alto que el niño debía vivir en la iglesia, como el Padre Benancio, si la caída del meteorito siempre le hacía despertarse aquí. Cuando vió el interior de la sacristía solo vió una cama. No se sabía si era más sórdido que el niño compartiese cama con el anciano, o que le obligase a dormir en el suelo como a un perro.

¿Van a salir al exterior otra vez?-preguntó con pena.

 Primero comeremos algo. Tras eso aún nos quedaría toda la tarde por delante para intentar encontrar a nuestra virgen.

El Monaguillo sonrió con la noticia, y echó a correr hacia la entrada de la iglesia. A la izquierda, en la base del campanario, el niño tiró de los escalones de madera hacia arriba, descubriendo una trampilla que llevaba a los cimientos del edificio. Mientras los tres adultos y Perezoso comían de sus raciones de campaña, se escuchó un ruido metálico proveniente del pozo de las cremaciones, incrementado con el eco. Al acercarse a ver, pudieron ver al niño limpiando las cenizas. La tarea le llevaría un par de horas, así que siguieron comiendo.

Diez minutos después, con los estómagos llenos y el trabajo de limpieza del pozo a medio hacer, el Monaguillo volvió a salir de las catacumbas, todo rebozado en ceniza.

Es un regalo-dijo a Leiath, mostrándole una modesta alianza de matrimonio ensuciada por las cenizas-. Cuando caiga el meteorito, despertarás sin el anillo, pero mañana lo volveré a buscar para ti.

La escena le parecía divertida. No se escandalizaba ni porque el monaguillo durmiera en el suelo, ni porque compartiera lecho con el cura. Después de lo que el propio Onfale había tenido que hacer, siendo sólo un crío, no se espantaba de aquel tipo de cosas. Observaba a Leiath curando las magulladuras del joven y cómo, sin proponérselo, avivaba una llama que empezaba a crepitar en el joven. Seguramente, si no lograban acabar con la maldición que asolaba Nueva Lechberg, Monaguillo acabaría obsesionado con la Bruja de Hala, hasta rendirse a la locura e intentar poseerla a la fuerza. 

Ains...ingenua Lieath...- Pero parte de su encanto estaba en esa falta de malicia, tenía que reconocerlo. Y para eso estaban los dos Caballeros allí, para impedirlo.

- El Padre Benancio ha hecho bien en protegerte pero, cuando acabe esto, deberías salir más y ver mundo. No puedes pasarte toda tu vida aquí encerrado.- Y eso había hecho Onfale. En cuanto había tenido la oportunidad, 19 años habían tenido que pasar, había hecho lo que tenía que hacer para ser libre. El agua agitada por la tormenta. Grandes trozos del casco de la lujosa embarcación en la que navegaba su Creador y su harén flotando por doquier. Afortunadamente el perfumista se había podido agarrar a uno de aquellos lo suficientemente grande para aguantar a flote hasta que amainara el temporal. Y entonces, una mano se alzó en el agua. Una extremidad que habría reconocido entre miles, no en vano había sido la que lo creó. Su Creador no sabía nadar y luchaba a la desesperada por aferrarse a algo para no perder la vida. Incluso después de lo vivido, Onfale se vio tentado tender su mano y tomar la de aquel poderoso hombre. De seguro recompensaría el haberle salvado la vida. El eunuco alargó la mano pero, en vez de buscar la extremidad, tanteó en el agua hasta encontrar la cabeza.  Y entonces la agarró como si de un melón se tratase y la hundió hacia abajo con todas sus fuerzas, haciendo que casi tuviera que soltar el agarre de su salvavidas. Su Creador era un hombre fuerte  y notó como casi le retorcía su delicado brazo, como clavaba sus uñas en su suave piel, pero apretó los dientes y perseveró. No paró hasta que notó que los brazos de su Creador se relajaban. Le pareció verle hundirse en las aguas oscuras y agitadas, con los ojos abiertos de par en par, resaltando así el blanco de sus ojos. Una mirada que aún veía a veces cuando dormía.

Jadewo le sacó de su ensimismamiento para darse cuenta de que aún tenían mucho trabajo que hacer. Ahora que Leiath ya había consultado a su diosa esperaba que estuviera más participativa con el asunto de la virgen. No quería sacar el tema pero su mirada se detuvo unos instantes en la Bruja de Hala, sopesando si sería virgen o no, pues normalmente esas cosas se le daban bien al cuidador del harén. Como el monaguillo no sabía nada, a Onfale se le ocurrió a quién podrían preguntar sobre las tres doncellas mentadas por la todopoderosa Hala.

- Primero podríamos ir al ayuntamiento. A ver a Hodvic.- Pero lo que tenía en mente Onfale era, precisamente, hablar con Virginia. Su propio nombre lo decía y, habiendo estado encerrada en el ayuntamiento, protegida por Hodvic, puede que se hubiera mantenido intacta.- Aprovechando que está aquí al lado.

 Cuídate, Monaguillo. Y no le abras las puertas a nadie después de que nos vayamos.

Cada uno dejó una parte de su oscuro pasado en aquel templo. Ya fuesen los asesinatos de Jadewo y Onfale, o al pretendiente menor de edad de Leiath la asaltacunas, aquellas cargas quedaban atrás. En la plaza golpearon la puerta de la torre. Virginia se asomó desde las alturas.

¡¿SÍ?! AH, SOIS VOSOTROS... UN MOMENTO QUE BAJO A ABRIR.

Echaron un vistazo a su alrededor. Y vieron el charco de agua del soportal de los juzgados emitir hondas, a partir de un vacío del tamaño de un pie. El vació se volvió a llenar, como si el pie de un hombre invisible se hubiese levantado del charco para avanzar hacia ellos. Y Virginia aún tardaría un minuto en bajar a abrir.

Un escalofrío le recorrió la espalda. No se sabe muy bien por qué, pero normalmente relacionamos a gente que te sigue en silencio e invisibles, con asesinos sangrientos. Le vino a la mente la advertencia sobre aquel asesino y su hoja maldita y casi se sube a las espaldas de Jadewo de un respingo. Se quedó con su trasero bien pegado a la puerta, casi arrastró al guerreo para que se colocase delante e indicó a Onfale que hiciese lo mismo y se situase entre Jadewo y la entrada.

Venga rápido, abre ya que traemos buenas noticias, al alcalde le va a encantar!- dijo con la esperanza de que la chiquilla se diese prisa.

La visión de las ondas de agua en el charco puso a Onfale automáticamente en guardia.

- Cuidado.- Advirtió a los otros con un gesto de su puntiaguda barbilla. No estaba seguro de que abrir la puerta fuera buena idea. ¿Y si el asesino implacable entraba tras ellos y luego, aprovechando una distracción, mataba a Virginia? La muchacha podría ser una de las vírgenes que buscaban.- Alguien debería asegurarse de que no entra nadie más detrás nuestro.- Esta vez se dirigía solamente a Jadewo. Leiath no podía quedarse fuera con ese asesino suelto, su era una prioridad. El perfumista se agachó y cogió algo de tierra del camino en una de sus manos.*- Jadewo, ¿puedes quedarte tú cuidando la entrada? Ten mucho cuidado, será peligroso. Cerraremos en cuanto entremos e intentaremos tardar lo menos posible.- La tierra que había cogido Onfale, a falta de abrojos, le permitiría saber, extendiéndola en el suelo, si alguien invisible les pisaba los talones.

El sonido de pasos sobre los adoquines de la plaza les indicó que algo se acercaba. El escudo de Jadewo se iluminó tenuamente al sentir la presencia y subió al brazo de Jadewo ocho pulgadas. En la tierra esparcida por Onfale se formó la cuña de la forma de un pie. El filo de la katana del ninja y el escudo metálico del guerrero faerunio chocaron en un sonido metálico, y la magia que mantenía al ninja invisible se difuminó, permitiendo que los tres viajeros le viesen por primera vez.

Gaijin...-dijo con rabia.

No les seguía para colarse en la torre: había venido para matar a Leiath.

No podía saber si ese ninja que les atacaba tenía el arma maldita o no, pero tampoco podía esperar a verlo. Si golpeaba a cualquiera de ellos bien que podrían morirse definitivamente, y eso no estaba en los planes de la bruja.

Se concentró lo que pudo para encontrar la conexión con su diosa y rezó para que desapareciese cualquier efecto mágico que estuviera ayudando a su atacante. Esperaba así que es combate fuese más sencillo.

¡Vamos, vamos, vamos!- Fue demasiado tarde. Virginia tardaba demasiado en bajar las escaleras para abrirles la puerta. El ninja se hizo invisible en cuanto intentó atacar a Leiath. Afortunadamente Jadewo estaba allí con su escudo para detenerlo. El perfumista tomó algo de distancia y dispuso las manos en el mudra para realizar uno de los pocos hechizos ofensivos que conocía.

-Vishna vammmmm, Svadhisthan aaśman.- El rayo salió del dedo índice estirado del perfumista y voló en busca de su objetivo.- No sabes lo que haces. Así no pararás todo esto. Escúchanos, te falta parte de la información.

 ¡Magum pirokinética!

¡Baaaanzaaaai...!

La cimitarra de Jadewo se envolvió en llamas, y tras descargar el golpe sobre el ninja, las llamas le envolvieron y mataron de inmediato. El guerrero pateó las ascuas para apagarlas y registrar el cadáver. Bajo sus ropas, el ninja vestía una ligera armadura de cuero tachonado. Además de su katana, también llevaba un arco largo compuesto, cuya cuerda se había roto por el fuego de Jadewo, y treinta flechas (diez de ellas con punta de plata). Los guantes del ninja han resultado mejor parados que su capa, de tela, que ardía extraordinariamente bien. Por último, hay entre sus ropas tres frascos vacíos, de pociones o aceites que ya ha usado a lo largo del día.

-Ehm...si lo llego a saber no me hubiera molestado.- Aún crepitaban sus manos y tenía calambres en los dedos por usar magia eléctrica pero la demostración de Jadewo dejaba a cualquiera a la altura del suelo. El registro del cadáver carbonizado del ninja no mostraba nada realmente interesante, aunque confirmaba lo que les había contado el extraño misterioso. Y aunque hubiera algo de valor, ¿qué sentido tenía quedárselo cuando al día siguiente todo iba a volver a su propietario?- Al menos mañana se lo pensará dos veces antes de atacarnos.- El perfumista pegó la oreja a la puerta del ayuntamiento a la espera de que, en cualquier momento, Virginia la abriera.

La bruja miró los restos del difunto ninja como se mira a una cucaracha aplastada; con desprecio y mucho asco.

Ahí estaba el aceite maldito, lástima que quitárselo no sirviese de nada pues volvería al día siguiente con su amo. Claro que podrían usa el aceite en un arma y pinchar el cadáver con él, quizás así no se volviese a levantar nunca. Pero eso, por supuesto, no pasaba por la mente de Leiath. En su inocencia, aún creía que cualquiera podía cambiar y hacerse bueno.

Empezó a dar golpecitos con el trasero a la puerta, impaciente porque la abrieran por fin.

Gracias - susurró al guerrero, algo melosa había que admitir, desde su espalda. Había sido un escudo muy efectivo.

La puerta se abrió de golpe, y el culo de Leiath siguió su inercia hacia el interior de la torre, chocando con la cadera de Virginia y cayendo en sus brazos.

¿Pero qué...? ¡Oh, por Hala!-exclamó asustada al ver el cadáver calcinado-Madre mía... ¡Madre mía! Estoy acostumbrada a ver cadáveres desde la torre, pero... Esa manera de morir debió ser horrible.

Ayudó a Leiath a recuperar la verticalidad, y apuró a los dos hombres para que entraran rápido. Cerró la puerta con ímpetu y de manera sonora, y después corrió el cerrojo y puso una pequeña viga de refuerzo en los dos ganchos metálicos de la puerta.

Supongo que quieren ver al alcalde. Síganme...-dijo, avanzando hacia las escaleras de caracol.

- No te creas.- Contestó a la inocente Virginia que cada vez le parecía más inocente y más virgen.- Fue rápido. No debió ni de sentir dolor.- Onfale se cuidó mucho de que la muerte de ese ninja no fuera una estratagema para que otro, aún invisible, entrara en el ayuntamiento. Cuando se sintió seguro hizo un gesto afirmativo a la muchacha para que los llevara a hablar con Hodvic. Sin embargo, el verdadero interés del perfumista estaba en la mujer, a quien no quitaba ojo de encima cuando ésta le dio la espalda. Parecía un salido que miraba el culo de una chica que subía las escaleras delante de él. Lo bueno era que, tanto Jadewo como Leiath, sabían de la falta de apetito sexual del eunuco, al menos no era como el de todos los hombres con sus partes en su sitio. Onfale iba a dejar que Leiath hablara con el anciano ciego mientras él intentaría sonsacar a la mujer si tenía el himen intacto. ¿Pero cómo? Incluso para él, acostumbrado a moverse entre mujeres e incluso a explorarlas entre las piernas, le iba a costar preguntárselo directamente.

- Quizá tú también puedas ayudarnos a esclarecer algunas dudas que se nos presentan. La última vez la información que nos diste nos fue muy útil. Debemos dar gracias por tener a Leiath entre nosotros. Ha podido consultar a la misma Hala por la maldición que asola a Nueva Lechberg. Nunca había visto a nadie tan joven hacer uso de un vínculo tan fuerte con su Diosa. Por cierto, ¿qué edad tienes tú, Virginia?