Partida Rol por web

¡Yaaaaaargh!...

¡PLOF!

Desangrada, la criatura se desplómo, desde el techo hasta el heno. Los tentáculos inertes se aflojaron. Leiath pudo comprobar las constantes de Aire: estaba tan muerta como sugería la postura inverosímil de su columna doblada.

Mientras, Jadewo se adentró en la niebla. A corta distancia pudo distinguir el contorno del monstruo, hundir su espada en el abdómen y abrirlo en canal. Allí estaba el cuerpo inerte de Alice. También algunos objetos de metal que habían resistido el paso del tiempo sin ser digeridos por los jugos gástricos de la criatura. Quizás a alguno de ellos aún le quedase algo de magia. Sin embargo, cualquier botín se quedaría atrás si hoy no lograban romper la maldición.

Mientras Jadewo acudía a recoger el tesoro que pudiera contener el estómago de aquella bestia, Onfale corrio a ayudar a que Leitah se pusiera de pie.

- ¿Estás bien? Qué desastre...-Dijo mirando al cadáver de su compañera Aire. Como nunca se sabe, el perfumista recogió pedazos de la Maga Roja y la hechicera por si acaso.

- ¿Qué has encontrado?- Preguntó sin poder ocultar la codicia que se reflejaba en sus ojos. Aunque no consiguieran detener la maldición los objetos mágicos podrían servirles para defenderse.

Flame comprobó que sus dos compañeras estaban, efectivamente, muertas. No podía creérselo. Aquel día ya no podían romper la maldición o liberar el pueblo supondría la muerte de sus dos amigas. Era una muy mala forma de empezar el día, pero al menos el estómago de esa criatura podría tener suficientes tesoros como para que pudieran gastarlos en dos conjuros de resurrección.

Por eso se apresuró a abrirlo en canal y tomar todo lo que hubiera dentro. Onfale, saca la bolsa de contención, guarda todo lo que haya de valor, y guarda los cuerpos de Alice y Aire, no quiero dejarlos por aquí de cualquier forma. No quiero saber lo que pueden hacer estos locos con sus cadáveres.

La vida era como un tobogán, tan pronto te sentías en la cima pensando que lo tenías todo controlado, como te precipitabas en una caida sin poder frenar.

Esa era la sensación que invadió a la bruja cuando salió el maldito monstruo de las brumas. Y ahora qué, seguiría Hermigia en la herbolisteria o se tendrían que llevar a rastras a Meridia? Romper la maldición aquel día traería de vuelta a sus amigas?

Leiath miró a Onfale con cara de tristeza, era con el que más confianza tenía y el único al que se atrevía mostrar su temor y preocupación. Qué hacemos? Quiso preguntarle. Pero no quería cargarle con esa responsabilidad, así que se quitó los pedazos de bicho de encima y se recompuso como pudo.

- Flame, Jadewo, ayudad porfavor a abrir esa puerta. Onfale y yo nos encargamos de guardar los cuerpos y los tesoros, como dice Flame. Vayamos cuanto antes a la herbolisteria.

El monstruo había caído, y con él las dos hechiceras del grupo. Jadewo giró la cabeza y cerró los ojos con fuerza. No había estado preparado para lo que pudiera venir, no había sido ágil ni eficaz y ahora sólo podía lamentarse. Tomó aire y lo expulsó. Había que intentar pensar en positivo, tanto Aire como Alice podrían regresar a la vida al terminar el día, ese monstruo no las había matado para siempre.

Y pensar que de una caída pudimos salvarnos... se fustigó mientras hacía caso a lo que Leiath le había pedido. Acudió junto a Tangrem y Travis y clavó su espadón para poder salir de allí cuanto antes.

- Coged también los objetos mágicos de Alice y Aire.*-Tenían que darse prisa. Una vez recogido todo el perfumista ayudó a los demás a ensanchar la abertura. ¿En qué parte de Nueva Lechberg estarían?- Tenemos que ir a ver a Meridia.

Los Ayash no tardaron en ensanchar la salida. El exterior mostraba un prado extenso que les separaba de la colina en la que se asentaba el pueblo de Nueva Lechberg. Los primeros en salir también vieron una granja y un pozo de agua a la izquierda, más cercana.

¡Daos prisa! Tenemos que irnos.

El interior del estómago del Balhannoth contenía:

-4.000 monedas de plata.

-Una bolsa de cuero*.

-Dos cajitas de contenido ignoto.

-Una capa.

-Un carcaj.

-Dos cinturones.

-Guantes de cuero.

-Guantes de tela.

-Un libro.

-Una piedra ioun romboide azul pálido.

-Un tarro.

-Un vial.

-Un yelmo.

Por otro lado, Alice llevaba a la vista:

-Una piedra Ioun esférica azul y escarlata.

-Una piedra Ioun romboide rosa.

-Una mochila, con su libro de magia, y vete tú a saber qué más.

-Un estuche de mapas, con sus pergaminos mágicos.

En cuanto a Aire... Aire llevaba:

-Un Aristóteles (osito de peluche relleno de piedras).

-Un Platón (piedra ioun esfera azul y escarlata).

-Una mochila.

-Un camisote de mallas.

-Un broquel.

Pronto llegaron los problemas. Había allí más de lo que cabía en las bolsas de contención de Leiath y Onfale. La idea de llevarse un dedo de cada aliada, en lugar de todo el cuerpo, empezaba a cobrar fuerza. Entonces dieron por azar con una bolsa pesada. Al abrirla, solo vieron una densa oscuridad. ¡Era una bolsa de contención! Empezaron a meter cosas dentro. Con esa bolsa de contención podrían llevárselo todo, pero la avaricia les estaba retrasando.

Nada de lo que hay a mi me servirá de mucho, y la realidad es que hoy no debería ser el día en que terminemos con la maldición, pero como vosotros veáis. Dijo a sus compañeras. Después escuchó lo que Leiath les comentó sobre las palabras de Hala*. Sé donde encontrar a la doncella del espejo, o al menos creo que sé cuál es. Dijo recordando a Aire y a Alice, que a pesar de que estaban muertas, ellas habían hecho el mayor trabajo para encontrarla. 

Se quedó pensando durante un tiempo, y mirando a sus compañeros, la pista de Hala había sido de gran ayuda, y podría servir para resolver todo aquel misterio. Pero esperaría a ver qué es lo que sus compañeros tenían que decir al respecto de los objetos. Por mi, cogemos unas pocas cosas, como las piedras, los cadáveres de Alice y Aire, por si acaso y nos largamos.

Meticuloso como era, Onfale conservó la sangre fría mientras tomaba las piedras ioun de sus compañeras caídas. Estaba seguro de que ellas querrían que él las hubiera cogido para utilidad del Aquelarre.

- Eso es una buena noticia.- Contestó a la lagartona cuando les informó de que ella podría saber de quién se trataba la doncella del espejo. Era bueno tener un plan B- Cuanto más tardemos menos probabilidades habrá de que esas doncellas sigan siéndolo. Nosotros cada ves estamos más débiles y los locos más fuertes. Mi voto es tratar de detener esta locura de maldición hoy mismo y, si no se arreglan los desperfectos, podríamos resucitarlas más adelante.

Cuando fue conciente que llevarse todo lo que había en las tripas del monstruo les iba a demorar demasiado, la bruja fue rápidamente a cortar un mechón de cabello a sus amigas caídas en el combate - eso debería bastar para su resurección si fuese necesaria-.

Onfale ya estaba recogiendo algunas cosas asi que ella se dedicó a recoger un par más que pensó les podría ayudar en el momento, antes de anunciar que estaba lista.

- Deberíamos intentar acabar con esto hoy. Cada día amanecemos con una nueva amenaza, hoy casi no lo contamos asi que mañana, más débiles... no quiero ni pensarlo.

Al fin y al cabo lo tenían todo más o menos planeado, solo tenían que convencer a la anciana para acompañarles, y aguantar hasta la caída del meteorito.

Todo se estaba retrasando. Ver a sus compañeras muertas no le estaba siendo nada agradable a Jadewo. Miró por encima los objetos que ocultaba el monstruo en su estómago y negó con la cabeza.

Yo no quiero nada. Coged lo que queráis y marchémonos dijo, saliendo por el agujero, con el espadón en la mano preparado a que los locos acudieran en cualquier momento

Lo hecho, hecho estaba. Ya no había más tiempo que perder.

- Vamos, movámonos, al Callejón del Gato!

La carrera por el campo se hizo larga, y quedó patente que las armaduras de Flame y Jadewo les estaban retrasando a todos. Al subir la colina, la situación se volvió más caótica. Gritos. Gente corriendo por la calle, la mayoría ignorando la presencia del grupo de personas armadas del Aquelarre, y unas pocas huyendo al verles llegar.

En medio del caos, según se fueron acercando al callejón del Gato Muerto, empezaron a escuchar las voces de una discusión.

¡Mezquina! ¡Impía! ¡Deja de mentir!

Llegaron a la carrera al callejón sin salida, de cinco pies de ancho. Hermigia, desde la calle, gritaba a una ventana de la planta alta, situada sobre la herboristería.

¡¿Ves, Hermigia?!-le contestó desde la ventana-¡Te dije que esa zorra sectaria vendría a verte! Ahora os toca aturarla a vosotros. Tratad de convencer a esa vieja mula terca. ¡Yo me doy por vencida!

Meridia cerró la ventana y corrió las cortinas, sacándose de enmedio.

Madame Hermigia! Soy yo, Leiath, la bruja de Hala!- dijo dando un paso al frente para que la mujer pudiese reconocerla- Entremos a la herbolistería, hay un mensaje muy importante de la mismísima diosa que debe usted saber y que más tarde podrá transmitir al padre Benancio, seguro que le dará una alegría. Rápido, el tiempo apremia!

No quiso dejar lugar a Hermigia para que se plantease muchas dudas y se fue directa hacia la puerta donde estaba Meridia. Con la mano hacía gestos para que todos se metiesen rápidamente dentro de la tienda antes de que algún ninja invisible les quisiera atacar como la última vez.

Esta mujer guerrera es parte de nuestro grupo, no tema- dijo al llegar a la puerta a Meridia para presentar en cierta forma a Flame, la única mujer del aquelarre a parte de ella que quedaba con vida y que no conocía la anciana.

Onfale suspiró de alivio al ver que llegaban a tiempo y dejó  Leiath actuar con su candor e impaciencia habitual. El perfumista se quedó esperando, alerta, junto a Jadewo y Flame, jugueteando con las piedras Ioun que habían recuperado del estómago del monstruo tentaculado.

La voz de Leiath se perdió en la vacía tienda. Meridia no tuvo tiempo ni de bajar a la planta baja, por la trastienda. Pero Hermigia no siguió a la clériga, y se quedó en el callejón.

Tengo que ir a por mi amiga Giralda, o se marchará sin mí. Decid lo que tengáis que decir, y se lo diré al Padre Benancio. En caso contrario, dejadle el recado a mi hermana, y ya me lo contará esa cabrita mañana.

Onfale empezó a probar las piedras Ioun. La primera era un romboide azul claro. Empezó a orbitar alrededor de su cabeza, y sintió que la mochila le pesaba menos. Una especie de potenciadora mágica de fuerza. Sin pretenderlo, el eunuco captó la atención de Hermigia.

¡¿Quieres parar quieto?!-Hermigia dió un manotazo al aire, derribando la piedra Ioun de la fuerza, y la que llevaba siempre Onfale de la destreza, que cayeron y rodaron por el suelo-Este mundo se ha echado a perder precisamente por los jóvenes raritos como tú. ¡Hippie! ¿Qué pensaría tu madre?

- Madame Hermigia, esto no puede esperar! La salvación de Nueva Lechberg está al alcance de su mano. Hala nos ha hecho saber que su hermana puede ayudar a romper la maldición, y solo usted puede convencerla. La mismísima diosa ha hablado, acaso no queréis complacerla y llegar a ser la salvadora de este pueblo?

Hala no solo se encuentra en el templo también está en el hogar de aquellos que creen fielmente en ella. Entrad en la herbolistería antes de que alguien nos oiga y venga a atacarnos, por las Trece Serpientes sagradas!

Leiath se estaba poniendo nerviosa, cuanto más tiempo estaban fuera, más podrían atraer miradas indeseadas.