Partida Rol por web

¿Qué diantres era eso? Preguntó obervando el cadáver del perro muerto. Jamás había pensado que se encontraría con un animal de tales características y mucho menos tan fuerte y con capacidades de hacer frente al aquelarre de Hala. Habían viajado por los planos del infierno, y prácticamente no se habían encontrado con criaturas del estilo de ese can. Se había planteado en varios momento, que jamás lograrían abatirlo. Por suerte, se había equivocado. Así que ahora observó a sus compañeros mientras esperaba una respuesta y analizaba las posibilidades.

Señaló la ventana. Si queréis puedo echar un vistazo a ver qué puedo ver. Y si lo veis necesario, puedo cargar con uno de vosotros y subirlo para que me ayude a echar un ojo.

Miro al perro con su ojo esperto de comerciante en busca de alguna cualidad extraordinaria o algo fuera de lo común. Un perro normal no suele ser tan fuerte. ¿qué tiene de especial este can? También se fijo si las heridas del perro se regeneraban.

Cómo vamos de tiempo?- inquirió al escuchar que Flame quería meterse en las casas- Si es pronto, entonces por mí no hay problema, aunque permaneced juntos en todo momento, os lo ruego.

Leiath sacó su varita de curaciones dispuesta a nno dejarles dar un paso sin antes estar completamente restablecidos. Conocedora ya de los efectos curativos del aura de la guerrera lagartona, empezó a usar la varita en aquellos no tan maltrechos.

Respiró aliviado. Era increíble que un animal les hubiese dado tantos problemas. ¿Sería un perro del pueblo que, como los demás, habría ido ganando en poder? ¿O sería algún tipo de invocación? Jadewo se inclinó para recoger el espadón y notó cómo todo el cuerpo le dolía. Ese perro le había dejado hecho polvo.

¿Hay alguna manera de saber si es una criatura invocada? Si no, me imagino que al perro le ha pasado como a la gente del pueblo. Según ha ido pasando el tiempo, se ha hecho más fuerte y agresivo. Se ha vuelto loco, como mucha gente. Lo que es preocupante, porque si la gente del pueblo también se ha vuelto así de fuerte... No continuó la frase, los demás lo sabían. Si había pasado así, defender a las hermanas iba a ser muy complicado.

Como un gato lamiéndose las heridas, el perfumista dejó que el aura sanadora de la lagartona cerrara parte de sus heridas. Con el corazón y la respiración agitados observaba con un gesto de desprecio al maldito chucho.

- No es una invocación. Yo ya me enfrenté al perro ayer, yo solo.- Más bien lo había intentado, había fracasado y había logrado huir con un hechizo de invisibilidad.- Como residente en Nueva Lechberg, este chucho se hace más fuerte cada día que pasa, al igual que nosotros nos hacemos más débiles.- Respondió así a Jadewo.- Ahí arriba vive un viejo pintor. El dueño del perro. Cuando nos separamos vine a investigar la casa. Conseguí escabullirme del perro y ver la habitación. Allí estaba el anciano muerto y había dejado pintado un lienzo que representaba exactamente el momento en el que el tabú del anciano Wu Jen se había roto.- No tenía el lienzo allí consigo porque habían vuelto a reiniciar el día pero Leiath podía confirmar lo que él decía.- Eso nos sirvió para saber qué fue lo que provocó este cataclismo y , además, confirmar que lo que nos dijo el extraño misterioso no faltaba a la verdad en su mayor parte.- Aunque podía haber intenciones ocultas que se les escaparan.- De todas formas, si quieres subir, desde esa ventana creo recordar que se veía bien la casa de Ragablard*.

La ironía de Onfale cobró forma cuando señaló a la casa adyacente a la de la ventana abierta por la que saltó el perro: la casa de RaBaGlard estaba tan cerca de la del pintor que una casa estaba al lado de otra.

Vamos sobradas de tiempo, quedan unas dos horas para la caída del meteorito-aún así, Onfale notaba que su conjuro de disfraz desaparecería pronto-. Podemos seguir, y llegar pronto, o podemos meternos en alguna de las casas y esperar un rato.

Aunque la casa de Rabaglard era la que tenía la puerta abierta, para entrar en la casa de Grendell y su difunto perro bastaba con que Onfale sacase sus ganzúas para poder guarecerse en ella unos minutos si la preferían a la del otro vecino.

Hubiese preferido que Onfale se pronunciase, ya que fue él quién había explorado la zona. Pero su amigo se encontraba algo taciturno así que, sin querer querer perder más tiempo que el necesario, dijo:

Abramos la puerta de la casa que no ha sido explorada. Onfale entró en la del pintor , así que vayamos a la otra, digo yo. A no ser que a nuestras invitadas no les parezca buena idea- terminó aludiendo a las dos ancianas para no hacerles ningún menosprecio.

- Esa no será difícil.- Dijo no sin cierto sarcasmo pues Leiath no había visto que la puerta dela casa de Rabaglard estaba abierta de par en par.- Pero sí peligroso. Ese personaje está loco y va siempre acompañado de una turba de otros locos como él, como pudimos ver. Todos ellos imagino que tan fuertes o más que el dichoso chucho del pintor.- Mientras hablaba el perfumista metía el dedo en la bolsita de aceites, los frotó y dejó que el aroma impregnara su sentido del olfato. Como acto reflejo adquirió con los largos y finos dedos el mudra correspondiente y de su boca salieron las palabras sáncritas para completar el sencillo conjuro.- Ya hemos visto todos de lo que son capaces. Si quisierais podría adelantarme invisible para asegurarme de que está despejado.- No quería que Flame pusiera una de esas caras que decían "no me tenéis en cuenta", así que esperó un poco como si de verdad le importase la opinión de sus compañeros.

Tangrem asintió y limpio el espadón que le habían prestado. Habrá que ir con cuidado, esto se pone cada vez más peligroso y no deseo tener que volver a enfrentarme a ese maldito perro infernal. Tangrem se refería que no quería reiniciar otra partida en la aldea maldita.

Más que el perro, me preocupa toda la gente que se ha vuelto loca dijo Jadewo, asintiendo a las palabras de Tangrem. Era demasiado pronto para llegar a la plaza, por lo que parecía demasiado necesario esconderse. Escuchó tanto a Onfale como a Leiath y se encogió de hombros

Sea cual sea la casa elegida, es mejor quedarnos allí donde haya alguien que ha sido asesinado. Con suerte, los asesinos no volverán a esa casa y podremos ocultarnos tranquilamente.

Las dos hermanas no se opusieron a la idea de Leiath.

Después de haber visto a estos valientes jugarse la vida delante de esa bestia, no podemos negarles un descanso. Entremos en la casa de Rabaglard, y si tenemos suerte no nos lo toparemos dentro.

Quizás si Meridida supiese que a Onfale se le dan tan bien las ganzúas, habría preferido entrar en la casa de la puerta cerrada del pintor a internarse en la casa abierta del asesino de vírgenes.

La casa era humilde, casi ruinosa. La planta baja hacía a las veces de cocina y de salita, o eso hacía pensar sus dos muebles principales: un horno de leña y una mesa. Las dos sillas que flanqueaban la mesa fueron inmediatamente ocupadas por Hermigia y Meridia.

En la pared opuesta a la puerta, un cuadro retrataba a una pareja joven. Para aquellos que les habían conocido, el hombre recordaba a Rabaglard y la mujer recordaba a la pirómana desconocida. A Onfale, además, el trazo le parecía similar a los cuadros encontrados en la casa del pintor Grendell.

Una trampilla en el suelo insinuaba la presencia de un sótano que explorar, pero solo era un pequeño almacén de dos pies de profundo y cinco por cinco de ancho. Contenía algo de leña, comida y una pobre vajilla de madera.

Unas escaleras daban a la buhardilla con una cama de matrimonio, un taburete a modo de mesilla y una vela apagada sobre él. Dos ventanas a la calle principal proveían de luz la estancia durante el día. Unos ganchos en el techo pudieron servir en su día para colgar prendas de ropa. De llamar algo la atención, sería que la cama de matrimonio solo estaba deshecha en su lado izquierdo, como si en el derecho no hubiese dormido nadie aquella noche, ni todas las noches desde que la maldición cayó sobre el pueblo.

Pero de Rabaglard... ni rastro.

Si ese era el hogar del que podría ser uno de sus peores enemigos en ese poblado de locos, no había sido mala idea meterse y así poder investigar para conocerle algo mejor. Ella no era ninguna estratega, pero pensaba que conocer bien al contrincante solo podría dar ventajas. Además, si el hombre estaba por el pueblo armando lío, significaría que no pasaría por casa.

Se volvió hacia las ancianas después de haber mirado con detenimiento el cuadro de la pareja.

Mis señoras, qué nos podéis contar sobre Rabaglard y su esposa? Por qué andan los dos por separado? Qué les ocurrió antes de llegar la maldición? Esta mujer- dijo señalando el cuadro- nos la encontramos incendiando casas. Por qué haría eso precisamente? Por qué su marido odia tanto a las mujeres?

Jadewo se hacía una idea a las preguntas de Leiath, pero no quiso participar en la conversación. Mientras intentaba dejar su oído alerta por si el dueño acudía al hogar, revisó todo el lugar, buscando algo que les pudiese servir en caso de más peleas, que seguro que tendrían. Aún así, no se sentía seguro en esa casa.

Creo que no deberíamos quedarnos mucho tiempo aquí. Si supiéramos que Rabaglard está muerto y su mujer le acompaña, perfecto, pero pueden acudir en cualquier momento. Y nuestras fuerzas están minadas, y temo que a lo largo del día vamos a tener suficientes enfrentamientos como para buscar más.

- Desde luego si nos pilla tendremos un problema.- Aunque algo le daba que librarse ahora de Rabaglar solo retrasaría lo inevitable.- No tardaremos mucho. Dejadme echar un vistazo y luego podemos irnos a la seguridad de la casa del pintor.- Si no venía la loca prende fuegos a quemarlos mientras descansaban. Al parecer el vecino les había hecho un retrato y resultaba ser la esposa de Rabaglard. Una familia que enloquece junta permanece unida. Sin hacerles esperar más Onfale se puso a registrarlo todo con sumo detalle, por si acaso algo hubiera pasado desapercibido en el primer vistazo. Al igual que Leiath pensaba que recabar información del líder de la turba podría serles de ayuda.

Tangrem se quedó cerca de las dos ancianas, para protegerlas en caso de ataque. No quería separarse mucho de las llaves de su posible salvación. 

Permíteme, hermana... Los cotilleos son mi especialidad. Cof, cof...-tosió, para aclararse la garganta.

Como os lo cuento... Rabaglard y Vanya se casaron muy jóvenes. Rabaglard era una simple rata callejera, y el padre de Vanya se oponía a su relación. El padre de Vanya trabajaba en la cantera, que queda más allá de los límites de las Brumas, y murió cuando le cayó una roca encima. Tras eso, Rabaglard y Vanya dejaron esta casa para ir a vivir a casa del difunto cantero. Ahí hubo lío de herencias, me lo huelo, porque tras unas pocas semanas, Rabaglard y Vanya volvieron a esta casa de pobretón, y dejaron la casa de la familia de Vanya en manos de la hermana de esta, Eliss.

Dicen que Eliss trató de robarle el marido a Vanya, y por eso el matrimonio se marchó. Dicen que fue Rabaglard el que intentó jugar a dos bandas. ¿Quién lo sabe? Quizás simplemente Eliss culpaba a Vanya de la muerte de su padre.

El caso es que el mes anterior a la caída del primer meteorito, Vanya se puso muy enferma. Creo recordar que fue neumonía. Vanya murió el día antes de que todo empezase, y Rabaglard gastó todos sus ahorros para que el cuerpo de su amada fuera cremado en la iglesia de Hala. Desde entonces, Rabaglard siempre se está metiendo en líos.

La que te encontraste por la calle debió ser Eliss, Leiath. Vanya y Eliss eran gemelas. Según me han contado, durante los tumultos de los primeros meses, los hombres de Rabaglard violaron a Eliss mientras él miraba sin impedírselo.

Tras una búsqueda exhaustiva, ni Jadewo ni Onfale encontraron nada. Ni siquiera una mísera pieza de cobre.

- Nada de nada.- Frustrado el perfumista se quedó escuchando la amena conversación de Hermigia. Sus cotilleos le recordaban a cuando regentaba el harén y se entretenía, junto con las mujeres, en hablar de unos y de otros. Pero no podían estarse allí horas y horas, ¿o sí?¿Qué mas daba si se quedaban allí poniéndose al día si al día siguiente iban a volver a repetir el día? Ah sí, estaba el pequeño detalle de ir desapareciendo poco a poco. Tenían que haberse empadronado en Nueva Lechberg cuando huyeron de los lobos pero la maldita vistani les había tirado por un precipicio a otro plano.

Al final, no habiendo encontrado nada, Onfale se rindió a los encantos y lloriqueos de Jadewoo.

- Por mí podemos ir a la casa del pintor. Esa cerradura no me supondrá ningún problema.- Fanfarroneó mientras sacaba sus ganzúas y les pasaba un paño para dejarlas impolutas y listas para usar.

Estaba tan perdida en la historia que les contaba Hermigia, que no fue hasta el final cuando sacó unas conclusiones un tanto inquietantes.

La primera es que no parecía encontrar el punto débil, que pudiese devolver la cordura a Rabaglard. Habiendo muerto su mujer con anterioridad, no creía poder encontrar ninguna razón para que aquel hombre dejase de hacer salvajadas.

La segunda era respecto a la gemela Eliss; con ella quizás si pudiesen negociar, pero eso no era lo que había puesto en alerta a la bruja. Lo que no dejaba de darle vueltas en su cabecita era el hecho de que se encontrasen en la casa del responsable de los horrores por los que debió pasar aquella mujer pirómana. Vamos, si fuese ella, quemaría esa casa todos los días.

Larguémonos de aquí, ya- se la veía nerviosa- no vaya a pasarse por aquí Eliss con sus bombas incendiarias y nos pille a todos dentro.

Empezó a hacer aspavientos para que se pusiese todo el mundo en marcha, no sin antes guardarse el cuadro de la pareja en su bolsa de contención.

Escucho la narración de la anciana con suma atención. He leído libros con mucho menos argumento y visto obras de teatro mucho mas simples. Pero era de suponer, un pueblo no se vuelve maldito por historias simples siempre tiene que ser algo truculento y lúgubre con muerte por medio.

Si, sigamos adelante. Señora y que más nos puede contar sobre el pueblo, por ejemplo ¿Qué sabe del pintor?

Las ancianas se levantaron para irse, apremiadas por los gestos de Leiath.

Oh, yo... No. No sé nada del pintor.