Partida Rol por web

Rápidamente se agacho sobre su peón. No, Travis. Te llevare a casa.  La mala suerte se cernía sobre él y su allegado, pero no iba a permitir que otro inocente muriera. Con toda la rapidez que pudo se colocó a Travis a la espalda y comenzó a correr hacia la puerta. 

Está bien... ¡Entrad!

La puerta de la torre de la alcaldía se abrió, y todos los que se agolpaban en sus puertas entraron a trompicones. Virginia volvió a cerrar la puerta. Solo quedaron fuera Onfale y Flame...

En el interior de la posada, Flame balanceó a Ayash demasiado en su primer movimiento, y eso le hizo fallar en un segundo intento de tajada. El señor Sikes blandía la espada como un bruto agitando un garrote, pero esa técnica fue suficiente para clavar el filo en Flame y atravesar su piel endurecida.

Flame sintió como el cansancio le iba pasando factura. Aquel pueblo estaba empezando a hacerla cada vez más débil y su fuerza y destreza cada vez era menor. Por el contrario, sus enemigos cada vez eran más fuertes y poderosos. Por eso el brillo de su escama cambió y un tono pálido cubrió su cuerpo.

Era el momento de ponerse seria y volver a cercenar la cabeza de su rival, por eso alzó a Ayash con fuerza y trató de encajar un duro golpe en el cuello para quitar de en medio a su enemigo.

Aún el humo no había delatado al eunuco que seguía observando la cerradura, de buena calidad, mientras sacaba sus preciadas ganzúas del estuche.

Al menos vale la pena intentarlo.- Con la esperanza de que el francotirador estuviera ocupado buscando un objetivo al que masacrar, Onfale introdujo las ganzúas en la cerradura para tratar de romper el mecanismo. Pero decirlo o pensarlo era una tarea más fácil que hacerlo. Frustrado por su inutilidad comenzó a buscar otra salida.

Al abrir la puerta y ver que nadie más acudía por detrás de Virgina, dejó que todos pasaran antes que él. Se quedó unos segundos en la puerta, vigilando que nadie entrara. Y sintió que Onfale y Flame no estuvieran allí.

¡Onfale, Flame! gritó con todas sus fuerzas, intentando hacerles entender que ellos ya estaban a salvo, pues dudaba mucho que pudiesen ver cómo entraban por la puerta.

Cuando la joven cerró la puerta, se encontró a Jadewo a su espalda. Te lo agradezco mucho inclinó la cabeza a modo de mostrar su agradecimiento Sin ti dudo que hubiésemos sobrevivido y se puso a hablar con los otros

Meridia, por todo lo que más quieras, no te acerques a ninguna ventana. Estarás más segura si no te ven. Pero sí que necesitamos que alguien vigile, por si Flame y Onfale regresan. Tangrem, ¿te quedas en la puerta mientras yo subo a la ventana?

No sintió alivió cuando la puerta se cerró tras ella. Había dejado a dos miembros de su aquelarre fuera y eso la dolía más que cualquier apretón que Zebulón decidiese darla.

Acompañó a Meridia hasta una de las sillas cercanas para que la anciana descansase y fue a atender la herida mortal de Travis. Le estabilizó y pidió a Virginia que encontrase un lugar donde el peón pudiese reposar.

La ideas se agolpaban en su joven cabeza. Ideas de culpa, de ardor, de determinación, de fe ciega. Por que si algo la mantenía viva en aquel caótico pueblo era el amor y la fe; a su diosa a sus amigos...

- Virginia, cielo, nos podrías preparar un té? Seguro que nos sentará bien a todos. Dónde está el Alcalde?

El alcalde está descansando en su dormitorio de la tercera planta. Iré a preparar ese té. Deben de quedar cuarenta y cinco minutos para que caiga el meteorito, así que me da tiempo a hacerlo...-dijo Virginia, subiendo las escaleras junto a Jadewo.

Había un escritorio y una única silla en el recibidor. Al ir a acompañar a Meridia a la silla, Leiath se dió cuenta de que había una trampilla bajo la silla que daba al sótano.

Mientras, en los juzgados, Onfale titubeaba. La tercera de las puertas daba a una sala de espera, con sillas y una mesita baja. Tenía un pequeño ventanuco para la ventilación que daba a las calles más orientales de Nueva Lechberg. La cuarta puerta, al girar el pomo, se encontró con que estaba cerrada. Por eliminación, y teniendo en cuenta que era la única que estaba bajo llave, podría tratarse de un archivo en el que se custodiasen pruebas o actas judiciales. La segunda puerta, que daba al despacho en el que acechaba el tercer francotirador, seguía cerrada a la espera de que alguien intentara girar su pomo, o tratase de nuevo de romper los mecanismos de la cerradura para atascarla.

De vuelta a la alcaldía, en la cocina de la segunda planta, Jadewo y Virginia se encontraron con Perezoso. Todavía llevaba el pergamino enroscado atado al cuello.

¿Y ese bichejo? No estaba aquí hace dos minutos.

Perezoso acababa de llegar, pero nadie cogió el mensaje. Virginia se puso a preparar el té. Jadewo miró a través de la ventana... En el otro extremo de la plaza, la ventana abierta de la habitación de la posada mostró al señor Sikes, malherido, deshaciéndose de Flame de dos estocadas. Jadewo vió a Flame caer al suelo, y al aldeano alzar la espada con intención de darle el golpe de gracia. Y entonces Jadewo se maldijo, impotente. Su entrenamiento, sus conocimientos mágicos... Se había enfocado tanto en el cuerpo a cuerpo que casi todo su repertorio consistía en conjuros de toque y rayos de corto alcance. Había más de cincuenta pies desde la ventana de la torre de la alcaldía a la posada, y en principio no había nada que pudiese hacer para evitarlo.

Demonios del abismo! El momento se acercaba inexorablemente y más rápido de lo que ella había estimado.

Leaith aprovechó que todos los presentes se encontraban distraídos en sus distintas tareas para hablar casi en un susurro a la anciana Meridia.

Mi señora - se arrodilló frente a su silla y le cogió la mano. Casi parecía como si le estuviese pidiendo matrimonio- Sé que no me tiene afecto y que no se lo tiene a mi diosa, pero aún así debo ser sincera y pura de corazón para con vos. Este, este plan que pensamos salvará al pueblo, si funciona, no la salvará a usted. Aquel que muera encima del reloj al caer el meteorito, no volverá a la vida. O por lo menos eso es lo que creemos.

Le dejó unos segundos para que asimilase lo que le acababa de contar y luego prosiguió.

- Usted no volvería, pero todos los demás quedarían libres de la maldición, incluso su hermana.

Entonces le miró a los ojos deseando ver la reacción de la mujer al tiempo que seguía sujetando su mano intentado darle todo el calor y apoyo ante tal difícil decisión.

Onfale se maldijo. Se había entretenido demasiado. Pudo sentir la reconfortante sensación que transmitía Perezoso al haber llegado a un lugar seguro. Si su familiar ya había llegado no tenia más sentido que tuviera que protegerlo. Tenía que reconsiderar su próxima actuación. Si el incendio que había iniciado prosperaba el juzgado ya no podría ser un lugar donde situar francotiradores. Al llegar a la sala de espera miró por el ventanuco. Ya no vio a los demás así que supuso que se habrían refugiado en el ayuntamiento. ¿Y Flame? Eso era otro cantar. Esperaba que la mujerona estuviera haciendo un buen trabajo, aunque tenía serias dudas sobre si podría vencer. Él mismo había comprobado en sus carnes lo fuertes que se estaban convirtiendo los habitantes de Nueva Lechberg.

Tengo que subir al tejado.- Con esa determinación el perfumista, de cuerpo liviano y flexible, salió por el ventanuco para ir a la cornisa y de allí al tejado.

Cuando en la primera planta, Leiath se inclinó hacia Meridia para hablarle, el gesto de la anciana se truncó.

Bueno, bueno, bueno... Para nada. Vamos a ver... Sigo siendo atea, niña. Eso no ha cambiado. Yo no voy a morir. Caerá el meteorito, y me despertaré en mi cama. Fin. Eso es todo lo que va a ocurrir. En vez de preocuparte por mi "sacrificio", mejor recuerda volver a mi casa mañana para contarle lo que ella no va a poder ver: que Hala no va a hacer ningún milagro para sacarnos de esta.

Seguía traspasando los ojos de la ancia con la mirada, y lo que le pareció ver tras ellos le gustó.

- De acuerdo, prometo recordar a su hermana que a sido usted y no Hala quien o ha hecho posible la liberación de Nueva Lechberg.

Soltó la mano de Meridia con amor y delicadeza y se levantó.

Quedaba poco tiempo, cuánto necesitarían para alcanzar el centro de la plaza, cuánto aguantarían? Necesitarían de toda la ayuda posible.

Primero se dirigió a Travis y usó su varita mágica para que el peón recobrase la fuerza necesaria para acompañarles, luego recogió a Perezoso y se lo guardó a buen recaudo con la esperanza de devolvérselo pronto a su dueño y por último subió a ver al alcalde.

En su opinión él también debería ayudar. No era a caso el responsable del bienestar de su pueblo? Quizás si les fuese con ellos, podría convencer a alguno de sus atacantes.

Onfale trepó hasta la azotea. Allí había una trampilla a lo que supuso que era la sala del archivo, pero el fuego se propagaría en cuestión de minutos, y no era cuestión de explorar a lo tonto. El eunuco se limitó a coger carrerilla y saltar sobre el callejón hasta las casas aledajas a la torre de la Alcaldía. Al alzar la vista, allí encontró el motivo que hizo a Perezoso tener miedo.

Gaijin...

El ninja desenvainó la katana y avanzó por los tejados en dirección a Onfale, achicando espacios para que no pudiese coger carrerilla de nuevo, volviendo el salto de nuevo a los juzgados una imposibilidad.

El puto ninja...- De todos los enemigos a los que podía haberse encontrado en los tejados (entre los que estaban el perro, la loca incendiaria, Ragablard, francotiradores, etc.) era el maldito ninja con el que se topaba. A Onfale le habían bajado los humos a base de hostias. Sabia perfectamente que no era rival para el ninja y, para colmo, era uno de los enemigos más "definitivos" de Nueva Lechberg. Eso sin contar que la gracilidad del eunuco se vería superada, sin duda, por la de aquel enemigo, que se movía como un gato. Aún recordaba las palabras que él mismo dijo una vez Jadewo dio cuenta del ninja.

Al menos mañana se lo pensará dos veces antes de atacarnos.- Pues no, no se lo pensaba, ya corría directo a él y, tras mirar hacia atrás, no veía posibilidad de volver a saltar al edificio de los juzgados. Se maldijo por no haberse entretenido en buscar el aceite y haber clavado la katana maldita en los restos carbonizados del ninja para que no se levantase más. Ya había tratado de razonar con él el día anterior, de explicarle la situación, pero no había servido de nada. Su magia estaba agotada, casi por completo, y lo que le quedaba en reserva era poca cosa. No le quedaba otra opción que escapar como pudiese, con la esperanza de dar tiempo a los demás a completar su sagrada misión. Su mirada buscó desesperada un tejado cercano por el que empezar su carrera.

Se secó el sudor de la frente con la maga, el esfuerzo de arrastrar a Travis había sido sobre humano. Si, cumpliremos con ese cometido. Todo el pueblo sabrá que usted fue la verdadera heroína.  Pronuncio mecánicamente el comerciante, pero tras sus palabras zalameras había otra cara mucho más amarga. Haber vieja bruja, deje de tocar las narices con que si mi ego es más grande que el de mi herma. Sea un poco modesta y sacrifíquese antes de levantarnos dolor de cabeza.   

El esbirro de Rabaglard dejó caer la espada cortando el cuello de Flame. Lanzó la cabeza a la plaza, con rabia. Después, el señor Sikes tomó la posición del señor Pip. Apuntó con la ballesta. Para entonces, Onfale ya se había alejado de allí, y no estaba a tiro.

Pasaron los minutos. La nube de polvo de dispersión se difuminó por completo. Cuando el incendio de los juzgados empezó a aumentar, y Rabaglard, el tercer francotirador, olió el humo, salió por la ventana. Hizo un amago de trepar hasta el suelo por la fachada del edificio, pero finalmente se dejó caer desde diez pies de altura, dándose un trompazo suficiente para que una persona normal se rompiese un tobillo, pero insuficiente para dañar a uno de esos aldeanos superdesarrollados con fuerza aumentada e inmunidad al dolor por su propia locura.

Rabaglard hizo una seña a Sikes, y luego se perdió por la calle que separaba a la posada y a los incendiados juzgados. Quedó así solo un francotirador.

Finalmente, el meteorito acabó mostrándose en todo su esplendor. Había llegado la hora de salir...

Lejos de allí, Onfale seguía huyendo del ninja. La persecución seguía por los tejados, pero de vez en cuando tenían que saltar de un tejado al de la casa de la acera de enfrente. Y el ninja se mostró en esto implacable. El ninja no falló. El ninja daba cada salto con una intención: cazar a Onfale.

Justo eso era lo que se temía. El ninja le superaba mucho en cuanto a agilidad se trataba. Ya en el primer salto el eunuco notó el tembleque en las piernas que le hacía dudar de poder escapar. Su primer salto se quedó corto, cayendo al vacío.

Jadewo quiso apartar la mirada, pero no pudo. Sabía que su capacidad era nula para ayudar a Flame desde allí. Pero ella no lo había puesto fácil cuando había salido corriendo y se había alejado de todos, imprudente, como siempre. Sin esperar ningún otro plan, siempre deseosa de entrar en acción pasara lo que pasara.

Por lo menos, ha muerto en combate  se intentó consolar, pero era algo imposible. Le tocaría a él narrar lo sucedido a sus compañeros, decirles que la todopoderosa Flame había caído, y que eso hacía más y más complicado acabar con todo ese mismo día.

Se volvió y se fue hacia Leiath y Travis.

He visto cómo Flame ha caído a mano de uno de los francotiradores. Sólo podemos desear que todo esto acabe bien dijo, aunque en realidad no tenía ninguna seguridad en que las tres muertas resucitaran cuando la maldición se rompiera.

Leiath, tenemos que salir ya anunció al ver al meteorito en lo alto. ¿Crees que un santuario aguantará las acometidas y nos pondrá a salvo?

Estaba algo decepcionada, no por descubrir que el enano alcalde no se podía ni levantar de la cama, sino por que Virginia se negase a acompañarles. Cerrar la puerta decía... Qué más daba si en breves minutos caería el meteorito? Cobarde más bien.

En fin, aunque la mayoría del pueblo no se lo mereciese, su deber era hacer todo lo posible por acabar con esa maldición. En cierta forma se lo debía a Lechberg.

Miró con tristeza a Jadewo cuando éste le planteo la pregunta. No, la magia que tenían era muy limitada. Sin el descanso adecuado las fuerzas de todos, tanto físicas como mentales, estaban por los suelos.

La noticia de que Flame había caído tampoco fue muy alentadora. Pero aún les quedaba la fe!

Resuelta, cogió del brazo a la anciana para tenerla bien cerca y ayudarla en todo momento.

Esta preparada?- dijo estrechándole la mano mostrando todo el valor que pudo reunir.

Por lo que parecía, solo tendrían que preocuparse de un tirador, pero a saber cuán certero era. Solo se le ocurría un método posible de aguantar sus virotes pero iba a ser muy doloroso.

Lo siento- se dirigió a Jadewo-, el poder de ese conjuro no es tan grande como parece y su duración es breve. Creo que habría una forma de conseguirlo, si Hala nos sonríe. Si te quedarás muy cerca nuestro, nos dieses cobertura, yo podría curarte al tiempo que recibas los virotes por nosotras.

Sé que es un plan horroroso, pero no se me ocurre otra cosa.

Yo estoy preparada, salgamos y enfrentémonos a nuestro destino!