Partida Rol por web

Era un momento de descubrimiento. Estamos hablando de un puñado de kóbolds preadolescentes que empiezan a notar cambios en sus cuerpos, y se empiezan a tocar la colita. Pero también hablamos de lo que se esconde en la espesura. Lo que hay más allá. Pioneros, les llamarán. Imbéciles, también les llamarán, pero menos. Solo hay que apartar la próxima rama de arbusto para descubrir...

Más ramas de arbusto. Pero al apartarlas con la mano descubres... otra rama de arbusto. Pero detrás de ella... sí, otra rama de arbusto. Es lo que tiene la espesura, que está espesa y siempre te enseña lo mismo.

Ochenta ramas de arbusto apartadas después, los kóbolds al fin descubren un claro. La luz es parda, como si el sol se hubiese hecho popó al tirarse un pedete. Eso es bueno: el atardecer. A los ojos de los kóbolds eso de la luz solar directa como que nó les mola nada.

Vale es posible que un claro en la marisma no sea el mayor descubrimiento de la historia. Ni siquiera de la historia de los kóbolds. Pero lo interesante es lo que había en el centro de ese claro.

El consejero Slorb miró al barco naufragado, y luego al dibujo del barco en el mapa. Barco en medio de la jungla, barco pintarrajeado. Barco delante de las narices al mirar al frente, barco delante de las narices al mirar al mapa. Slorb, con su intelecto superior, concluyó que se trataba de su destino: Caragarabateada sacaba de aquí sus fuegos artificiales.

Como última prueba concluyente, en la proa del barco la madera presentaba unas manchas blancas de pintura, como a pinceladas. Parecían letras que te robaban el alma, pero no letras de verdad, porque ningún idioma va a ser tan raro como para hacer un alfabeto de eso.

El caso es que los kanjis (apócope de "kanjo en todo, isto es una chorrada") coincidían con algunos de los adornos de los fuegos artificiales de la reserva del Jefe Muchastripas. Eso tenía que ser cosa de Caragarabateada, que marcó con las mismas letras el barco y los fuegos artificiales para acordarse de que los había guardado aquí.

Slorb respiró hondo. Un kóbold se siente pequeño al pensar que pudo existir una civilización capaz de fabricar valiosos fuegos artificiales, pero lo suficientemente estúpida como para construir un barco en tierra firme en vez de en el mar. Si aún hubiese sido una ola gigante la que arrastrara el barco tierra adentró, tendría un pase, pero construir por construir en medio de la nada es tontería.

Rodeando el barco, una verja tan alta, que ni siquiera un kóbold saltando podría ver por encima de ella. Por detrás de la verja se escuchan sonidos infernales: relinchos y ladridos. Los kóbolds no llevan muy bien lo de los perros. Tampoco lo de los caballos. Si tan solo alguien lo suficientemente avispado se hubiese acordado de traer una rajaperros mágica azote de caballos...

Empezó la laboriosa tarea de rodear la zona vallada para encontrar la puta puerta. Entre tanto, el asustadizo Slorb ya se iba autoasustando con leyendas e historias de terror.

Dicen que loz caballoz te comen de un bocado, y cuando te cagan zalez con cabeza de caballo... Una amiga del cuñado de una prima mía, zegunda por parte de padre, vió un perro una vez y ze convirtió en eztatua de zal... Zi dizez caballo trez vecez delante de un ezpejo, aparece un caballo y te da una coz...

Tras mucha vuelta, encontraron la puerta. Los postes a uno y otro lado estaban coronados por dos cráneos de kóbold. Claro, eso hizo volar todavía más la imaginación de Slorb.

Iiiiiih... ¿Zabéiz lo que zignifica ezo? Ezta debe zer la cazita de la malvada bruja koboldófaga Vorka.

Entre las patitas de Bodo, el Comerranas se estremeció al escuchar ese nombre. ¿Sería posible? ¿Una de las brujas que le habían secuestrado seguía con vida?

Vozotroz primero...-dijo Slorb, valientemente prestándose voluntario para ir el último.

Cú-cú miro lo que había encontrado, y guardo el permite cerca de las escamas nobles, luego olió las regalices y tiró la cabeza atrás - klucky echto huele a yerba ranchia, cheguro que te gushta - le acercó una para que la oliera, a ver si era comestible o era algún tipo de veneno contra las hadas. Fue colocando todo en su sitio y entonces preguntó - he encontrado muchash monedach brillantesh, ¿quien quiere unash cuantach? - los perdigones volaban con cada "s" de cú-cú, por lo que posiblemente, todos se ahorrarían tener que darse una ducha de barro de esas que tanta pereza daban, en cosas como esas se notaba que cú-cú era un hechicero formidable, que mejor hechizo que ahorrar a uno el tener que "limpiarse"...

 Zi dizez caballo trez vecez delante de un ezpejo, aparece un caballo y te da una coz...

-Putoz ezpejoz. Graziaz por avizar Slorb- Asintió Bodo, contento de aprender tanto con el gran consejero.

El Batidor cedió a Slorb la peligrosa tarea de ir el último. Ya se sabe que cuando los monstruos atacan, se van comiendo al grupo desde atrás, de lo contrario todo el mundo sale en desbandada y es un fastidio correr y no digamos elegir.

El escaso valor de Bodo se diluyó al oír hablar de brujas. sintió que se meaba y apretó las piernas, pero el gran sapo lo interpretó como que su jinete lo azuzaba  a avanzar y así lo hizo. No a regañadientes, porque no tenía, pero sí muy-muy contrariado, por así decirlo.

he encontrado muchash monedach brillantesh, ¿Quién quiere unash cuantach?

-Shhh- Mandó callar al hechicero.

-Mete lo que zea en las alforjaz y ya repartiremoz luego.- Susurró sin quitar ojo a la entrada de la puerta.

El batidor cargó su nueva ballesta y avanzó lentamente, tratando de no hacer ruido.

El Matalagartos continuó el viaje pensativo, rascámdese la cabeza pensando en ese misterioso Bati-Enmascarado.

Primero había aparecido para casi robarle su "precioso" anillo que duramente se ganó en el concurso de escondidas. Y ahora aparecía campante y vacilante encima de la araña que el grupo había matado. Claro, la araña la mató el grupo de héroes con un espadazo del gran Dizigier Matalagartos (Nunca ocurrió, pero así lo contaría al volver), pero un enmascarado quería robarles el crédito y no lo iba a permitir! La próxima vez que lo viera, lo atraparía para realizarle algunas preguntillas.

Al llegar a la maldita puerta que casi no encuentran, Dizigier se paró firmemente al lado de Slorb -Mi tarea ez zzer guardaspaladas de Slorb, fue lo que gran líder decirme! -Eran patrañas, pero prefería ser uno de los últimos en entrar (pero tampoco quería ser el último!).

Cedió el paso al resto de héroes Kobolds y desenfundó su espada, la misma que había terminado (supuestamente) con el chamán hombre-lagarto y así con la guerra.

Al no saber bien de que tenían miedo cú-cú dio los primeros pasos - ¿por que tanta demora? Yo choy un gran hechishero y nadie me tiene miedo,... - mientras caminaba en dirección a la entrada, comenzó a hablar en voz alta buscando ser escuchado por la bruja - dichculpe ushté cheñora bruja, ¿que tengo que hacher para que me rechpeten mientras echtoy ocupado en el echcushado como a ushté?

Klucky avanzaba pensativo masticando aquí y allí los caramelos de regaliz mientras dejaba que los demás le guiasen. Al encontrarse directamente con la entrada de la valla ¿la valla? ¿que valla? parece que llevaban un rato intentando entender que era esa valla. Klucky saco otro de los caramelos y se lo metió en la boca, estaba seguro que aquellas píldoras contenían algún ingrediente especial que podría revelarle un secreto escondido de algún tipo de sustancia psicotrópica.

Aquel enmascarado le tría un poco de cabeza, así que después de curar la herida de Cú-cú poco más pudo hacer su pequeña y atrofiada mente salvo pensar en todas esas misteriosas apariciones.

-Eze mizteriozo enmazkarado me ezta trayendo de kabeza. ¿Ke kerrá ese menda en ezte barrio? ¿venderá algo?

Con esto en mente se adentró casi sin darse cuenta tras de Cú-cú mascando su caramelo de regaliz y mirando y escuchando atentamente todo lo que ocurría adelante y atrás. no quería volver a perderse una aparición del enmascarado.

Klucky divisó por encima de la valla, el extremo más alto de una pasarela inclinada apoyada en el mascarón del barco. Desde la cubierta en proa, descendía hacia abajo según se mirase. Así que en teoría, al abrir la puerta podrían ver la rampa y ascender por ella evitando al caballo si lo hacían muy deprisa o muy en silencio.

Porque esa es otra, según los amplios conocimientos en ingeniería naval de Bodo, sobradamente contrastados, lo más probable era que el caballo viviese fuera del barco, en el patio que circundaba la valla. También sabía que los palos que sobresalían hacia arriba eran de dos tipos: los más tiles y los menos tiles, y que se podía trepar por las redes hasta lo que parecía un sombrerito en el más til de todos. Eso era muy útil para vigilar los alrededores, y mear desde muy alto. Bodo también opinaba, por la fisionomía externa del casco, que dentro habría espacio para dos habitaciones, pues el barco era más grande que el Salón de Reuniones de la tribu de los Lamesapos, y esa es una choza de un solo cuarto. Sus conocimientos de mazmorreos en general también le indicaba que la madera del barco y de la valla estaban demasiado húmedos como para prenderles fuego con los fuegos artificiales.

Nadie respondió a la pregunta existencialista de Cú-cú, pero seamos sinceros: la pequeña garganta de un kóbold hablando en voz alta no produce mayor ruido que el pedo de un elfo. Que los elfos dirán lo que quieran, pero se tiran pedos como los demás. Como mucho más silenciosos. Sin embargo, cuando Bodo pisó una ramita, y la ramita se rompió haciendo crick, el propio Bodo escuchó el trote de un caballo poniéndose del otro lado de la puerta. Mala suerte, una pifiada del quince.

Un endeble cordel salía de la puerta, y su lazo descansaba como una horca en torno a la calavera decorativa de uno de los postes. Bastaría con empujar el cordel hacia arriba con un palo largo para poder entrar tranquilamente. Por otro lado, sabían que en cuanto lo hiciesen, el caballo podría comerles y cagarles como una cuádriga de kóbolds de cabeza de caballo. Eso les daba tiempo a prepararse para el combate, o como diría el Kóbold Enmascarado... no, no diría nada. El Kóbold Enmascarado es más bien callado.

- juajuajuajuajuaaaa, echtá claro que lesh he demochtado que choy temible - cú-cú en su propia 'sabiduría' sabía que había sido tan imponente que nadie osaba replicar a tan avispado y poderoso hechicero, después de todo aunque sus mejores conjuros fueras fáciles de aprender, no todos los llevaban a cabo con su misma gracia. E iba a demostrarlo... Al ver al peligroso animal, capaz de decapitar según historias de los consejeros a veinte kobolds de un mordisco ¿o eran veinte kobolds los capaces de decapitar a un caballo? Bueno, no iba a ser él quien lo comprobara por si acaso. Tenía entendido que esos seres adoraban las brisas, pero no tanto la lluvia, así que se dispuso a utilizar su temible conjuro "brisa suave" por encima de la vaya.

Klucky seguía muy pendiente de todo lo que le rodeaba, no quería dejar escapar la oportunidad de pillar al Kobold enmascarado. Casi sin darse cuenta de lo que sus compañeros temían se acercó a la puerta y con cierta torpeza empezó a escalar en busca del cabo para abrirla.

El silencio temeroso que envolvió a sus compañeros le hizo percatarse del animal. Klucky, como buen líder espiritual no iba a amilanarse así por una leyenda.

-Trankiloz Koleguiz, ke yo a eto del kaballo ya le he dado antez.- decía mientras sus manos seguían deslizandose hacia arriba por el poste hasta llegar a la cuerda. Había dejado sus enceres en el suelo por lo que subía presto y ligero, aunque aquí y allí parecía que se había apoyado en un saliente que no estaba allí, resbalaba un poco, se olvida de seguir trepando. Fueron largos momentos para los koboldz que contivieron la respiración temiendose lo peor -Lo importante ez no dejar que te pille, zi te pilla el kaballo arruina tú vida kolega , por ke a partir de eze día zolo vivez por el kaballo.

Bodo frunció las escamas de la frente. -¿Azí que lo queréis vivo?- Dedujo. No alcanzó a entender por que sus camaradas se arriesgaban de esa manera, pero no podía ser menos. Después de todo, el era el gran jinete y el consejo esperaba grandes gestas heroicas.

-Azí me coman las brujas y me cague su caballo...-Rezongó. -Ezto ez rana comida- Dijo guardando la ballesta. El joven trepó por la valla y trató de encaramarse  sobre el lomo del caballo con una temeridad que rivalizaba con las de sus compañeros... Sobre todo con la de Slorb que protegía la retaguardia.

Como si fueran un grupo realmente competente, cada uno afrontó el desafío que suponía la puerta como buenamente pudo.

Diziger se escondió tras un árbol.

Cú-cú lanzó sus proyectiles mágicos. Se sabían que eran proyectiles mágicos, porque tenían el poder de parecer escupitajos normales y corrientes. El noventa por ciento no lograba alcanzar altura suficiente para pasar por encima de la puerta, y se estrellaba inexorablemente contra la puerta, reblandeciendo la madera. El otro diez por ciento quedó suspendido en el aire, coincidiendo con una brisa caprichosa, volviendo a su hechicero creador en forma de gotitas sobre las escamas del morro.

Visto lo visto, Klucky tenía bastantes puntos a favor para superar las actuaciones precedentes. Además, ya estaba bien de la barriguita. Sin duda ahora sería imparable. Lástima que la verja no lo supiese, porque en dos intentos no logró trepar por encima.

Viendo al consejero en acción, Bodo pareció entender lo que pretendía. Con músculos más poderosos, en la escala kóbold, Bodo triunfó en donde Klucky fracasó miserablemente. Y pensándose que aquello iba a ser como montar al Comerrranas o a Nord el Chillón, se lanzó sobre la grupa.

Desde el otro lado de la puerta, sus compañeros escucharon los relinchos, las pezuñas golpeando el barro, y el sonoro estruendo de una coz arrebatándole a las visagras su puerta, y haciéndola empujar por el aire al consejero Slorb. La hoja de madera se estrelló contra el tronco del árbol tras el que Diziger se escondía. La carne reblandecida del kóbold Slorb hizo efecto masilla, manteniendo la puerta arrancada convenientemente pegada al árbol... como un sandwich.

Sin la oportuna puerta, el caballo ligero salió desbocado, con Bodo todavía encima, fuera de los límites del recinto. Diziger salió de detrás del árbol cuando vió que el animal empezaba a rodear... y esprintó en cuanto sintió los resoplidos en la nuca. En un requiebro, la pezuña golpeó el escudo del Matalagartos. Eso amortiguó el daño, pero Diziger retrocedió hacia atrás y cayó de culo sobre una montaña de heces de oso lechuza.

Se encaró entonces con el resto de los molestos lagartos, sin ver que el más molesto de todos, Bodo, seguía en su grupa.

Entonces Cú-cú se fijó en que alguno de sus escupitajos místicos sí habían pasado por encima de la valla, y ahora goteaban desde el hocico de un ser iracundo y completamente hostil que clamaba venganza...

¿eso era un caballo? ¡vaya! Se lo había imaginado negro, cubierto de fuego, sacando rayos por los ojos, y por eso temían la lluvia, pero,... ese daba más miedito. Tras pensar pa' na', se sentía orgulloso por dedicar unos segundos a algo tan útil y después,... fregando su "agua mágica" por el morro y dando medio paso atrás - caballito limpito vale por,... ¡SALVESE QUIEN PUEDAAAA! - la sabia estrategia del hechicero le hizo dejar caer por el suelo un montón de abrojos y a correr en círculos alrededor del animal, esa era una técnica de trampas impresionante. Si le seguía dando vueltas se haría mucha pupita.

el caballo ligero salió desbocado, con Bodo todavía encima, fuera de los límites del recinto.

-¡Wendy puedo volaaar!¡Yuhuu!- Aulló Bodo recordando un viejo cuento de mamá-Bodo. El jinete se vino arriba, creyéndose su propia leyenda y se aferró a las crines del feroz animal que brincaba como un poseso. A Cú-cú se le cayeron los abrojos, con tan mala suerte que fueron a parar en mitad del camino del caballo. -¡Me vaz a eztropear el bisho!- Protestó Bodo. -Zi quirez pararlo, mejor lo dormimoz-  dijo sacando un calcetín sucio que había llevado toda la semana anterior. El caballo hizo un quiebro y Bodo salió disparado, golpeó contra un árbol y volvió a caer sobre el lomo del animal. -Cof! Cof! -tosió escupiendo los restos de un nido. -¡No ha pazado nada, zolo un incidente!- Dijo algo aturdido. El calcetín había quedado en el arbol, así que Bodo hurgó en la bolsa de "lavar o quemar" y sacó unos calzones de ni se sabe cuándo.

-Ezto ez crueldad animal...Pero ez una emergencia-  Se justificó tratando de embutir el maloliente harapo sobre la cabeza del caballo.

-¡YERBAZ! ¡pero ke eztabáiz hablando de ezte tipo de kaballo!- grito Klucky depositando su paquetón en el suelo y asiendo con fuerza su callado.

Corrió tras el caballo y se puso a su vera con la intención de que no le pudiese ver. Se ve que Klucky nunca había hablar de lo peligroso que era una coz de caballo, sobretodo cuando te pones a su espalda. Intentando aprovechar que estaba en el punto muerto descargo un fuerte golpe sobre el animal.

La impresión del momento le había superado claramente, aquel pobre animal claramente solo quería que le dejasen en paz y probablemente un trozo de zanahoria o un terrón de azúcar. A medio camino del guantazo Klucky se dió cuenta de aquello y lamentó mucho haberse dejado llevar por la euforia.

-Ezte zeguro ke ez un buen kolega, dejadme ke le diga un par de kozaz en la chaveta y vereíz komo le konvenzo de ke no zomoz zuz enemigoz-

El combate con el caballo estaba resultando un paseo militar, si consideramos paseo militar a un agujero negro de caos y entropía, un parque de juegos infantil o la habitación de una kóbold adolescente. Los kóbolds chapoteaban aquí y allá, rondando a su presa, de manera desorganizada.

El caballo había evitado muy bien los abrojos de Cú-cú, pero Bodo le había puesto remedio al asunto con sus calzoncillos de la suerte. Lo cierto es que los calzoncillos de la suerte siempre son aquellos que están limpios, pero estos atraían la buena fortuna aún estando sucios. Sin la vista para guiarse, y con su nuevo look de caballo encapuchado, Bodo pudo guiarlo de nuevo a la zona de abrojos... la mayoría de ellos hundidos bajo las aguas. Los clavos no eran lo suficientemente largos como para atravesar la pezuña de un equus ferus caballus. Tampoco servirían con una mula, un burro o un caballo. Pero quiso el azar que el impacto de la pezuña del caballo en el suelo hiciese retumbar el suelo a su alrededor, y los ligeros abrojos saltaron y se clavaron en la pata como si tuviesen vida propia. Lo que no tenían era vida social, ¿acaso esos abrojos no tenían nada mejor que hacer un domingo por la tarde que estar hiriendo caballos?

He aquí, un caballo a la pata coja (o por lo menos con tres de cuatro patas operativas) y con un calzoncillo en la cabeza. Los bardos dedicarán canciones a esta gesta. Y mientras, los kóbolds seguían con su hostigamiento. El bastonazo que le dió Klucky a penas lo notó, pero como reacción a la espada de Diziger, dejó soltar hacia atrás una coz que se perdió al viento. Desequilibrado, se impulsa con las patas traseras para no caer hacia delante. En ese momento, la bolsa de "lavar o quemar" de Bodo se enganchó a una rama. Cuando el caballo volador aterrizó de nuevo en su agitado salto, la bolsa de "lavar o quemar" se rasgó. Como unos fuegos artificiales que en vez de quemar cosas queman olfatos, calcetines y calzoncillos se esparcieron en una lluvia de inmundicia, que hacía chof al caer en un charco o ni un solo sonido al caer sobre los árboles, kóbolds y caballos que había bajo semejante explosión de color.

Ahora que el caballo no veía, cú-cú se apartó un poco, mirando un calcetín que llovía - echte esh el día que losh calchones y calchetinesh shuhurraron a losh caballosh y relincharon chush olfatosh - el pequeño kobold tras oler el calcetín lo tiró, "tampoco olía tan mal", al menos para un espécimen tan acostumbrado a adornar las paredes de su habitación con ropa sucia, para dejar olor "de hombre".

Acto seguido, se sentó a observar un rato, muchos nervios. Y aprovechó para ver al animal, sus patas, su cabeza, TODO con un poco más de calma.

-Ez un gorro de mimir- Mintió al caballo. Después, con poco disimulo, restregó las manos por el cuello del animal para limpiarse cualquier sorpresa que pudiera quedar en los calzoncillos.

Pero el caballo no estaba precisamente deseando dormir y seguía brincando como Nord el chillón, bastante mas alto, por cierto. En una de las vueltas, el animal quedó encarado hacia el barco y una idea, o mejor dos, estallaron en la mente reptiliana del jinete.

-¡Un Ancla Cú-cú, un ancla!- Repitió Bodo emocionado. El kobold señaló las alforjas del orondo sapo Comerranas. -Lánzarme la cuerda de zeda. ¡Con el garfio detendremoz ezte mumífero del infienno!.

El caballo volvió a cocear peligrosamente cerca de la cara de Kluky.

-¡Quieto fiera, o te meto un petardo por ahí!- Ordenó Bodo, pero el animal era mas de cocear que escuchar. Eso, o no hablaba Kobold, vaya usted a saber.

Su calma se acabó cuando el jinete pidió una cuerda, un gancho y ¿un ancla? Cú-cú corrió hasta el comerranas y enseguida vio una cuerda, con un gancho, se la llevó y,... ¿que decía que tenía que hacer? El pequeño kobold clavó el gancho cerca del caballo en lo más resistente que encontró y volvió a utilizar su poderosa magia, dando vueltas como un kobold sensato alrededor del bicho, para que cayera como "un ancla" al suelo por su propio peso, enredando la cuerda en las patas del bicho.

Siempre se le había dado bien jugar con cuerda, era parte de su increíble magia. Con el suelo aun con sus abrojos y las patas del animal bien liadas, cú-cú, se medio tapó la cara - esho te va a doler tresh güevoch.

Esperaba haber entendido bien al jinete, el cual si el caballo le mordía la cabeza, podría hacer un teatrillo de miedito, Bordo Mala el jinete sin cabeza que ya no comerranas, y joer si quedaba bien el título.

El líder espiritual no podría preocuparse por nada mejor que el espíritu de todos sus compañeros. Así que con magnánima majestuosidad interpeló a la conexión que los Kobolds tienen con la marisma y sus criaturas.

-¡chikoz! ¡ke ezte menda no ez maz ke un perrillo apaleao!! Una rana de monta con pelo, ezte me lo camelo yo enzeguida.-

Klucky corrió hacia sus cosas y metió la mano rápidamente en su mochila sacando algunos de sus yerbajos y volvió para acicalar el caballo.

-Ven akí guapetón, que yo ze ke lo ke te haze falta a tí ez un pokito de amor.-

Y empezó a intentar camelarse el caballo. Le froto el hocico, detrás de la orejita. Le intentó mostrar que si se calmaba aquello pasaría mucho más rápido de lo que el propio caballo podría esperar. Estirándo la mano le ofreció un polvo blanco como el polvo del angel esperando que fuese azúcar.

-Kaballo con kaballo... pega.