Partida Rol por web

El sol les despierta. Ya no están entre las Brumas. Se mueven, mecidos como un bebé. Pero no es el abrazo de una madre, sino una enorme red, la que se ciñe a su alrededor. Las mujeres serpiente que les capturaron, del tamaño de un ogro, escoltan la comitiva. Dos de ellas delante y dos detrás portan una larga vara metálica de la que cuelga la red y los viajeros.

Otras dos, una a cada lado, reptan felices por su pesca. Portan espadas y cachiporras, y alguna lleva arco y carcaj. Aunque deben de tener algún tipo de resistencia al fuego, la lluvia de ascuas les ha ocasionado un par de ligeras quemaduras. Aún así la batida ha merecido la pena.

Todos han sido capturados... Flame, Tremens, Alice... ¡Falta Becky! ¡Becky no está! Quizás murió o quizás logró huir. En cualquier caso, su final no será muy distinto al que les espera a los hombres y mujeres que viajan atrapados en esa red. A mano derecha, un gran rio de agua sucia, como enlodada, cruza el yermo. A mano derecha, desierto, y Brumas.

Flame suspiró molesta por lo que les había pasado. Se sentía completamente descansada y se podría decir que a salvo. Pero a salvo del sol incandescente que amenazaba con cernirse sobre sus cabezas, porque lo que era a salvo ahora mismo ya no lo estaban. Una gran cantidad de mujeres lagartonas, estas de verdad, les habían atrapado a todos. Habían logrado salir de una, para meterse en otra. Y quizá, entre todos podrían salir de aquello que les aprisionaba, pero Flame no estaba por la labor de intentarlo. Quería comprobar hacia dónde lo llevaban.

Despertó confusa pero curiosamente descansada. Qué había pasado? Miró a su alrededor intentando no meterle el codo en la cara a nadie. Qué nuevas criaturas eran aquellas?

Al parecer les querían vivos. Comida? Esclavos? Tenía que averiguar más sobre esos seres, parecían ordenados y les habían cogido a todos por sorpresa. Mostraban inteligencia.

Leiath se aclaro un poco la garganta antes de alzar la voz y hablar en lengua común.

- A dónde nos llevais? Qué quereis de nosotros? No podríamos ir andando como personas civilizadas?

Onfale se resistía a estar atrapado revolviéndose como un pez fuera del agua, lo cual no era nada bueno para sus compañeros. Soportaban sus golpes cuando peleaba pro salir con las extremidades, tenían que escuchar sus constantes quejidos lastimeros e, incluso, recibir constantes improperios debidos a la frustración que sentía el perfumista allí encerrado. 

Antes muerto que convertido en esclavo de nuevo.

Poco a poco se fue calmando y sus intentos de romper las red fueron siendo más débiles y espaciados en el tiempo. Su mente iba haciéndose con la situación. ¿Para qué querrían unos seres de semejante tamaño a unos esclavos tan débiles como ellos? No, esa opción quedaba descartada. 

Sólo nos comerán.

El problema estaba en cuándo intentar escapar. Ahora que estaban atrapados o esperar a que llegaran a dónde fuera que los llevaran. Lo ideal sería en el momento en el que tuvieran que hacer un alto en el camino. Sólo la idea de acabar en un poblado o nido repleto de aquellas mujeres gigantes le daba dentera.

Me niego a gobernar un harén de estas cosas.

Se quedó haciéndose el dormido, escrutando la musculosa parte superior de mujer y la escamosa parte inferior de serpiente.

Sarpa-rajni.

En la mitología de las Tierras de donde provenía Onfale la Reina Serpiente era una diabólica deidad cruel como pocas. Se preguntaba si en este plano tendría también su influencia sobre estas bestias hechas a su imagen y semejanza.

Tremens estaba tranquilo, incómodo, sucio, con quemaduras en gran parte de su cuerpo... pero extrañamente tranquilo. La situación estaba más allá de sus capacidades, desde luego podía intentar escapar, rajando parte de la red para soltarse... ¿pero luego qué? Luego tendría que lidiar con media docena de criaturas, que en el mejor de los casos solo serían dos de ellas, ¿pero para ir a dónde? ¿Para perderse de nuevo en el desierto a que una tormenta ígnea terminara con él? Ni de coña.

Ahora no había posibilidad de hacer nada sensato, tal vez escuchar las respuestas que pudieran dar a Leiath. Eso y dedicarse a mirar esos pechos turgentes de las extrañas criaturas. Más adelante, tal vez en un alto en el camino, o con alguna distracción tal vez se animara hacer otra cosa distinta.

A parte de esto, solo dedicaba alguna mirada a Kaevahs, a quien había salvado la vida. No habían confraternizado mucho durante el camino, pero ciertamente no era con quien peor se había llevado...

A medida que Onfale remitía con sus intentos el joven comentó.

-Guarda las energías, mucho me temo que las necesitaremos todas.

La maga miro a las asquerosas criaturas que la llevaban a cuestas. Creo que ese pelo no te queda nada bien, prefiero el rojo con matices azules. Dijo a modo de protesta. Alice ni siquiera se molesto en revolverse en la red, solo pensaba en sus hechizos y lo que pasaría cuando lanzara una flecha flamígera de hielo a la cabeza a una de esas asquerosas cosas. Se imagino la cabeza de la sierpe saltando en pequeños pedazos de hielo, y comenzó a reírse como una loca. Pero callo de repente al recordar lo que había pasado con su anterior hechizo de hielo. No quiero volver a causar el desequilibrio de este plano. Aunque si es necesario para escapar…..

Abrir los ojos le pesaba cual si acabase de despertar de un sueño de días de duración, no tardó en darse cuenta de lo ajustado, en términos literales, de la situación. Con tranquilidad comprobó que sus armas continuaban en su lugar, sin embargo el escapar de aquella red con su hacha le serviría de bien poco si aquellas criaturas eran tan fuertes como lo fue el Faratsu. –Bendito escape, Betsy tendrá que explicar qué demonios  son estas criaturas y de donde salieron.- Con fastidio ante la nueva, maraña, de circunstancias, atisba los alrededores lo que su cuello le permite sin ver el rubio cabello de su guía. –Espero que haya escapado y no que se encuentre murta, al menos así y con la premisa de su libro, quizá intente venir por nosotros.-

Aire abrió los ojos lentamente. Lo último que recordaba la visión de Aristóteles diciéndola que todo se solucionaría, así que se despertó sonriendo.

Pero sus labios cambiaron de expresión al verse en aquella red, con las mujeres serpientes por todos lados. La culpa es tuya, Aristóteles, me dijiste que todo estaba bien. ¿Quiénes son? ¿Nos van a comer? susurró preguntas a su osito mientras se abrazaba a él con fuerzas.

Observó a su alrededor. ¿Qué podían hacer? Todos estaban allí, y no parecía que nadie fuera capaz de hacer nada. La parte fría del cerebro de Aire comenzó a repasar un gran número de cosas que podía hacer a esas serpientes... Pero sabía que necesitaría la ayuda de los demás, y no parecían dispuestos.

Las criaturas no respondieron a Leiath. Quizás hablasen otro idioma y no la hubiesen entendido.

En uno de sus intentos por acomodarse, Onfale giró la cabeza lo suficiente para ver hacia dónde se encaminaba la partida de caza. Unos enormes crisoles de más de trescientos, puede que quinientos pies de altura, se alzaban imponentes junto al río. De vez en cuando burbujeaba el líquido incandescente de su interior borbotaba . Según se iban aproximando, se podía percibir mejor que los crisoles no eran manufacturados. Eran formaciones naturales, como gigantescos volcanes de formas cilíndricas, aunque dudosamente estarían hechos de roca. O al menos de una roca que alguno de los presentes hubiese visto antes.

Uno de los crisoles estaba inclinado y vertía directamente en el río, provocando una nube de vapor cuando el calor evaporaba parte del agua. En esa orilla del río había un dique seco, que a modo de forja podría ser usado para recuperar el metal fundido una vez que dejase de fluír desde el crisol. Eso a la derecha, porque a la izquierda de estos extraños lagos de fuego había una gigantesca fortaleza que en comparación se veía pequeña. Dos torres: una pequeña anexa al muro y una enorme torre del homenaje convertían la muralla en un mero cerco por encima del cual asomaban algunos tejados.

Bienvenidos a Ferrug-parece que sí hablaban el idioma de Leiath después de todo; ¡serán maleducadas!-. Vamos a entrar por un lateral, así los demonios de la ciudad no crearán tumulto para intentar comeros.

El portón de la muralla era grande, pero las Márilith bordean Ferrug para entrar por la torre exterior.

Somos tropas de élite, ¿sabéis? Nosotras vivimos en las torres, no compartimos las calles con la bazofia.

Ya tan cerca de la torre, la mujer serpiente se ve menos tensa y más habladora. Con las preguntas adecuadas se mostrará más receptiva y dispuesta a responder.

¿Demonios? Aire captó esas palabras mientras miraba el paisaje. Quizá eran rehenes, pero eso no quitaba que pudiera disfrutar del paisaje. ¡Alaaa! soltó, al ver el humo del líquido en contacto con el agua. ¿Qué hacéis aquí? preguntó, como si fueran amigas de toda la vida. Aunque viendo la facilidad con la que había "adoptado" a Fosco, tampoco era de extrañar. 

¿Tropas de élite? Sí, sí, estoy de acuerdo. ¡Somos muchos y nos habéis retenido sin problemas! ¿Os gusta pasear por esas zonas extrañas? ¿Es común las bolas de fuego? A mí casi me queman el pelo, ¡mirad, mirad! dijo, cogiéndose el extremo de una de sus trenzas y moviéndolo en el interior de la red. ¿Y a qué os dedicáis? ¿A ayudar a pobres personas como nosotros? Se os nota en la cara que sois buenas samaritanas
 

Flame suspiró al escuchar las excentrecidades de Aire. Aquella chica estaba majareta perdida, y quizá hubiera sido mejor que se hubiera perdido entre la lluvia solar. Pero no, sus compañeros habían decidido que tanto ella, como el estúpido oso de peluche que llevaba consigo debían permanecer junto a ellos. Así que, sin molestarse en hacerla callar, pensó en lo que las diría, pero después se dio cuenta que ella no tenía ningún tipo de dotes diplomáticas, y tratarlas de intimidarlas vomitando ácido, o engañarlas no iba a servir de nada. Así que, simplemente se limitó a esperar a que alguien más sensato que aquella loca, formulara una batería de preguntas un poco más cuerdas que las de ella. Aunque claro, en la situación en la que se encontraban cada uno de ellos... ¡Solo podía confiar en la bruja de Hala!

Una fortaleza impresionante -comentó Leiath lo suficiente alto para ser oido por las mujeres serpientes.- Sin duda vosotras gobernais el lugar, con vuestra gran fuerza y habilidad. Para qué necesitan unas hembras tan poderosas como vosotras a unos humanos enclenques como nosotros?

Tremens se colocó de forma que pudiera fijarse en la figura exótica de las criaturas mitad serpiente y mitad mujer con muchas manos... fijándose especialmente en los tributos femeninos de estas. 

Hablando en tono medio confidencial, mirando una de las porteadoras que tenía cerca, comento.

-¿Y dime, soys todas mujeres? O también tenéis versiones masculinas de vuestra... raza. Cómo os reproducís... ¿conocéis el sexo?-dice con mirada sugerente con su mejor sonrisa.

Demonios...

La majestuosa visión de aquel paisaje dejó mudo durante unos instantes al perfumista. Era como estar en el mismo infierno. Tremens tenía razón al decir que debía guardar fuerzas, así que eso hizo. Trató de relajarse con sus respiraciones controladas sin importarle la incómoda postura. Concentrado como estaba era permeable las sandeces de Aire. Tan sólo se distrajo pensando en su hubiera sido mejor dejarla morir, pero había visto lo poderosa que era su magia, y sólo eso le había hecho decidirse a ayudarla. Puede que necesitaran de su enorme poder más adelante, ya que el suyo estaba bajo mínimos. La voz de la Bruja de Hala le sacó de su ensimismamiento. Se mantuvo expectante ante la respuesta de la mujer serpiente.

Parecía que no iban a ser comida, pero tampoco invitados, pues no era forma de tratarlos, si así fuera, el llevarlos aprisionados en una red. ¿Qué suerte era la que les deparaba el Destino? La clave estaba en la respuesta que dieran a Leiath. Si sus vidas corrían peligro en Ferrug mejor sería tratar de escapar ahora y no en una ciudad infestada de demonios.

La conciencia de Kaevhas vagaba por un limbo en que todo era tranquilidad. Toda la tensión de la huída, el sufrimiento que habían padecido en su viaje y la incertidumbre constante de no saber si siguen el camino correcto quedaban ahora muy lejos en un momento trascendental. Pero no duró mucho aquella sensación. Su merecido remanso de paz si vio agitado de un lado a otro, como si estuviesen embistiendo su burbuja desde los laterales... ¿Es que nunca le permitirían al mago vivir tranquilo?

Kaevhas se despertó agitado y luchando contra la ceñida prisión en la que se hayaba. Gruño y forcejeó inútilmente tratando de liberarse. Pero enseguida desistió cuando fue consciente de donde se encontraba y al ver a sus compañeros en la misma situación. Luego dedicó su atención a sus captores. Una suerte de criaturas ofidias los dirigían hacia una fortaleza elaborada con una arquitectura jamás vista por le mago. Entonces, una vez asimilada toda la situación, un latigazo de dolor recorrió todo su cuerpo recordándole que tenía otras preocupaciones más que saber donde se encontraban. Kaevhas soltó un gemido de dolor al sentir las quemaduras y los hematomas. También se llevó la mano a la herida que el Nashrou le había hecho. Su frente se perlaba de sudor mientras su cuerpo trataba de contener y enfrentar la oleada de dolor que invadía su cuerpo. De modo que el mago se dejo mecer en su red hasta conocer en incierto futuro que los esperaba tras llegar al lugar al que los llevaban.

Lo sé, ¿qué me vas a contar a mí?-dijo a Aire-Aquí el tiempo es un asco. Yo tengo cierta tolerancia al fuego, pero cuando viene una tormenta mal dada te fastidia el peinado igual.

La Márilith que flanquea por el otro lado se acerca a la red y golpea a Tremens con cara de enfado, pero lo hace sin convencimiento, no para hacerle daño sino para corregir una mala mirada o un gesto. Después vuelve a retomar distancia. La demonio más habladora no dice nada al respecto, lo toma como algo normal en la relación entre prisioneros y guardias.

¿Qué sabéis vosotros exactamente sobre geopolítica? Creo que va a ser un poco largo de contar, pero así por encima...

En el infierno viven los diablos, y en el abismo los demonios. Las dos ramas familiares más poderosas, los demonios Tanar'ri y los diablos Baatezu, libran una lucha eterna entre ellos llamada la Guerra de Sangre. Pues bien, esta llanura polvorienta es la clave. Por un lado, hace de frontera del abismo con el resto de planos. Por otro lado, los lagos de Hierro Fundido-dice, señalando a los crisoles gigantes-nos proveen de hierro frío para forjar nuestras armas y construir los barcos en los que viajar al infierno.

La guía turística hace una pausa y se adelanta un momento al grupo. Palpa la pared de la torre buscando la entrada, hasta que cuatro de sus manos se hunden hasta el codo.

Muros ilusorios. Mucho más seguros que la mejor de las cerraduras y las puertas más gruesas.

Marca la posición para que las Márilith que portan la parihuela para que pasen a buen ritmo por el hueco sin chocarse con las paredes sólidas. Dentro, varios pebeteros iluminan un largo pasillo con columnas jónicas sosteniendo el alto techo. Parece que hay demonios más grandes que las Márilith que utilizan este pasadizo.

El caso es que independientemente de la guerra, los demonios más poderosos también luchan entre sí por la supremacía en el abismo. En estos momentos, quién reparte el bacalao es un demonio llamado Orcus. Mi Señor no se opone a Orcus abiertamente, eso sería una locura: todo el mundo sabe que Orcus es más poderoso. Y hablando de mi Señor... ¡Tachán!

Tranquilos, es solo una estatua. Demogorgon... el Amo de las Planicies Salmueras, Señor de las fortalezas de Ungorth Reddik y Ferrug... Dieciocho pies* de hermosura apolínea. Aaay... ¡Demogorgon es tan sexy! Algunos sucios humanos del plano material, que no han visto a Demogorgon en su vida, le ponen dos cabezas de hiena en lugar de sus irresistibles rostros de babuíno. Nada que ver. Todo lo que hayáis estudiado sobre él en vuestro mundo ponedlo entre comillas, porque váis a ver al verdadero y genuíno en unos minutos.

Aire asentía ante las palabras de la Márilith que parecía más amigable, como si entendiera todo lo que estaba diciendo, pero realmente no comprendía nada. Pero la mujer serpiente le caía bien. ¿Qué más daba que les retuvieran en una red? Seguramente era la forma más práctica para transportarles sin que sufrieran daño. Ellas sí que eran amigas.

Vaaaya, sí que sabéis cosas. Creo que más que Aristóteles levantó al oso para que su nueva amiga le viera Él no me había contado nada de eso. Pero hay cosas que no entiendo. Si los demonios y los diablos se pelean, y los demonios lo hacen entre ellos... ¡Es muy peligroso! ¿Y si pierden la guerra? Lo mejor sería aliarse entre ellos y ya discutirán después... Sí, sí Aire sabía que su razonamiento era el mejor, por eso lo decía. Aunque fuese bueno o malo, ella lo hubiese contado igualmente.

Se sorprendió al ver el muro ilusorio. Le hubiese gustado intentar tocarlo, pero se conformó con atravesarlo. ¡Has visto, has visto! Es impresionante soltaba con emoción, moviéndose con alegría dentro de la red. Estaba siendo una aventura impresionante.

Y a imagen de la estatua ya fue demasiado para ella. ¡Oh, gué grande! ¡Y parece que lleva espadas! continuó gritando mientras señalaba a sus tentáculos. ¡Y qué expresión en sus rostros! ¡Qué sentimientos! aplaudió como pudo sin soltar a su osito. ¿Él os ha mandado a por nosotros? ¡Ha oído hablar de nosotros! ¡Qué maravilla! ¿A qué se debe el honor?

Flame no se había enterado de nada de lo que habían contado. Tan solo había pillado unas cuantas palabras sueltas, una guerra entre demonios y diablos y no se qué sobre el hierro frío. Hasta el momento, en lo único que podía pensar la rubia era en ese material. Hierro frío. Había oído hablar de él, un arma de esas solía hacer daño a los demonios, ¿o eran los diablos? Realmente ¿cuál era la diferencia? Flame confusa solo pudo pensar en una cosa, debía hacerse con un espadón de ese material. Debía comprarlo, usar también el colmillo de dragón que había encontrado, y hacerse con un arma aún más poderosa que la que ya poseía.

Leiath tragó con dificultad al ver la horrenda imagen plasmada en piedra. Bendita Hala, dónde se habían metido?! Cómo saldrían de aquello?!

La pregunta sobre qué querian hacer con ellos había quedado sin respuesta. Bueno, al menos la dueña de Aristóteles parecía haber simpatizado con una de las critaturas y quizás la soltase la lengua.

Aunque notó que alguno de sus compañeros estaban levemente heridos, creyó prudente no mostrar sus habilidades en ese entorno. Se quedo bien quieta y en silencio, esperando que Aire continuase la charla con la mujer serpiente.

No pasó desapercibido  para el perfumista el golpetazo que una de sus captoras le pegó a Tremens.

 Aún no Tremens, aún no.

Onfale miraba a Aire con estupefacción. No se creía todavía que con sus locuras fuera la única capaz de sacar información a la mujer serpiente. Aún así no le hizo ascos a lo que se decía y trató de quedarse con toda la información posible. Demonios aquí, diablos en el infierno. Guerra. Pero entre los demonios había también rencillas.

- Si no nos han matado, esto huele a que van a usarnos para "solventar" esas rencillas.-Susurró a sus compañeros. No era una idea descabellada. Si Demogorgón Cabezasdebabuíno no podía enfrentarse a Orcus abiertamente, aunque lo deseara como parecían insinuar sus captoras, que mejor que usar a unos humanos, desconocidos y extraplanares, para mandarlos a una misión suicida.

¡Qué ganas de inclinarse ante el Demogorgón! Dos cabezas de babuino, cola bífida, tentáculos por brazos y de gigantesca hechura. Onfale había lamido muchos culos y sabía seguir el juego a Aire perfectamente.

- Ardemos en deseos de presentar nuestros respetos ante vuestro Señor, pero, ¿habría posibilidad de arreglarnos un poco antes? Estamos hechos un asco.