Partida Rol por web

Mane pilotó a la barcaza por en medio del océano. Durante las dos siguientes horas, Onfale trasteaba en sus nuevos juguetes, preparando las máscaras. Rufus roía las espinas de Skulvin, en los breves ratos en los que Fosco le dejaba en paz para irse con sus chicas. La brisa daba en la cara. Casi se asemejaba más a una excursión. Nadie diría que están en el abismo.

¡Quietos tós! ¡Ya hemos llegao!

La nave frenó en seco. Seguían en medio de la nada. Como hace una hora. Como hace dos. Pero Mane aseguraba que debajo de dónde estaban había una enorme metrópolis. Becky, Onfale y Alice dieron sus códices a Leiath para que los guardara en su bolsa de contención.

Onfale se bañó para probar la máscara. Respiró con normalidad a pesar de tener la cabeza dentro del agua. Funcionaba, e incluso haciendo varios viajes podrían ir por turnos hasta la ciudad solo con las cinco máscaras. Pero por seguridad era mejor ir juntos, con el conjuro de la Diosa Hala, para poder defenderse entre ellos si algo malo ocurría. Iban a una ciudad de demonios. Esperaban lo peor...

...y en lugar de eso encontraron lo más hermoso.

Mane trataba de hablar debajo del agua, como si le diesen cuerda, pero sus labios se movían sin producir sonido alguno. A la altura en la que se unían la cúpula y la muralla, había una serie de esfínteres para pasar del medio acuático a la burbuja de aire que suponía la ciudad. No había guardias, con lo que alguno supuso en su fuero interno que las murallas cumplían una función meramente arquitectónica y no de defensa. El guía señaló una de esas compuertas membranosas para que le siguieran.

Su cuerpo cruzó al otro lado, y su flotabilidad se volvió gravedad. Los pies del Mane dejaron de aletear y pisaron suelo firme. Y desde el otro lado de la cúpula, os devolvía la mirada con sus ojos vidriosos.

Flame había decidido descender con su coraza puesta y con su espadón en la mano. Aquella máscara le había facilitado el trabajo a la bruja más de lo que había creído en un principio. Y ahora, más rápido también de lo que pensaba, y sin ningún tipo de criatura marina por el camino. Todos lograron llegar a la ciudad submarina.

Flame atravesó el esfinter y después se quitó la máscara para respirar el aire que había allí y que no comprendía como podía existir y no terminar viciado. Mientras el resto iban llegando, la mujer se paraba a observarlo todo más fascinada de lo que jamás había estado antes.

Aquel lugar era maravilloso, no había palabras para describirlo.

Sin duda Hala les sonreía. Primero, el hallazgo de esas curiosas máscaras, y ahora -'Oh, qué belleza!'- una hermosa ciudad en aquel plano tan miserable.

Esperó su turno para entrar por aquel extraño pasaje, y cuando se hayó dentro y con los pies bien posados en el suelo, no pudo evitar que se le escaparan un par de lágrimas, emocionada al ver semejante paisaje.

Tremens había descendido con el respirador, habiendo metido su capa y sombrero en la mochila, así como sus botas, pantalones y jubón, arco y flechas. Al cuerpo solo llevaba un camisote de metal reluciente ceñido al cuerpo por el ancho cinturón donde estaban algunas de sus armas.

No llevaba máscara, por eso lo escaso que veía eran sombras enormes de tonos más oscuros, incluso a pesar de su colgante luminoso, pero cuando finalmente alcanzaron las cercanías de aquella gran ciudad sumergida el entorno se volvió menos peligroso... o cuanto menos, no tan opresivo. 

Pasó como el resto a través de aquella compuerta que lograba mantener el agua a un lado y el aire al otro. Sacó sus pertenencias de la bolsa y se vistió de nuevo, dejando por ponerse el sombrero, ya que tenía el pelo mojado, pero sí se caló la capucha de la capa. Luego se acomodó el carcaj y el arco.

-Listo. Como siempre.

Dijo mientras su mirada escrutaba la ciudad que le quedaba a la vista... era un mar de posibilidades. Esperaba poder ir a dar un vistazo por la zona del mercado...

El mediano disfrutaba del viaje, disfrutaba de la compañía, parecía que todo era bonito y cuando vio al ciudad vio lo magnífica que era esa ciudad. Al cruzar el esfínter y ver que no había guardias... los ojos de Fosco se volvieren gigantes. ¿Podría ser aquello real? Una ciudad sin guardias significaba...

A la muchacha le costó mucho meterse en el agua. Preocupada por su pelo, quiso saber si había algún tipo de conjuro que la protegiera de mojarse, pero parecía ser que no. Se llevó a Aristóteles al oído y empezó a conversar con él. Al final, con un suspiro de resignación, se lanzó al agua.

Y, tras lanzarse, se lo pasó como una niña pequeña. Dentro de la protección de los demás, empezó a nadar y a juguetear. Un par de veces estuvo a punto de perder a su osito, pero a tiempo lo recogía, con la correspondiente riña de Aristóteles.

Al ver la ciudad, varias burbujas salieron de su boca, correspondientes a un increíble "Vaya". Asombrada, casi no se dio cuenta que sus compañeros empezaban a entrar y a quitarse la máscara. Esperó su turno totalmente impaciente, y cuando entró, no tardó en moverse con curiosidad por todas partes.

Flame sabía que en habitaciones cerradas con plantas de interior, el aire tarda más en viciarse. Pero desde las alturas no se veía ni un solo árbol o ficus por la calle, solo las caóticas calles serpenteando entre casas en forma de concha, con ventanas y luz en su interior. Así que lo del aire de Li'Huriek debía ser cosa de brujería, que escapaba de la comprensión de las cortas entendederas de la mujerzuela.

Rufus se sacudió y mojó a los demás, ya de por sí bastante calados.

Ugh. Por eso las mujeres somos más de gatos que de perros-prejuzgó-. Aquí estamos secos. ¿Me devuelves mi libro, Leiath?

Breve espicasión del guía, atensión to el mundo.

Como las puertas están a la altura de la cúpula, hay unos floripondios pa subir y bajar a la ciudá-dijo señalando a ambos lados a las dos plataformas cuadradas más cercanas, de treinta por treinta pies, que se asomaban como un balcón sobre las casas de cincuenta pies más abajo; un botón rojo descansaba sobre un pedestal junto a la plataforma-. Le dais al chapiñón y se mueve. Si estáis abajo y no hay floripondio, pulsáis el champiñón y sus apartáis para que cuando baje no os haga zumo.

Hay dos anillos de casas: los arrabales, donde vive la chusma, y el núcleo-señaló esta vez a unas conchas altas como torres que se concentraban en el centro de la ciudad, más elevado, y al que se accedía por varias rampas-. En el núcleo viven los demonios más salvajes y ricos de Li'Huriek. No vayáis, que os matan.

Li'Huriek es una ciudá sin ley. No separarse. No andar a chocarse con los lugareños. Capuchas arriba, que no os vean que sois mortales u os pifostian.

Mane se puso sobre la plataforma, con los demás, y pulsó el botón. La plataforma comenzó a descender deslizándose por la muralla. Aparatosamente. Emitiendo un ruido de mil demonios, como a maquinaria gnoma. Una pequeña rendija en el muro dejaba ver el interior y el pequeño movimiento de los engranajes. Según se acercaba al suelo, las pequeñas hormiguitas de abajo se veían mejor. Demonios. Algunos con alas y cuernos. Los había también deformes. Otros, acuáticos, llevaban máscaras de respiración para moverse en el interior de la ciudad. Seguramente estarían de paso, para realizar algunas compras, como los viajeros del Cárceri y el plano material.

Becky lanzó su conjuro de disfraz, y se volvió a convertir en una Marilith serpentina de seis brazos. Tampoco es que conociese a muchas más razas demoniacas además de los Varrangoin o los Balrog.

Según bajaban, los demonios de la calle empezaban a elevar la vista hacia la plataforma. Un grupo de seis monstruos se acercaba a la muralla, a dónde aterrizarían. Solo quedaban treinta pies para el aterrizaje.

Leiath le dio el libro a Becky en cuanto se lo pidió. Lo mismo al resto de conjuradores si asi lo solicitaban.

La ciudad era tan bella que, pese a la advertencia de la Peste Habladora, la jóven bruja no estaba preparada para la cantidad de sere horripilantes que aparecían poco a poco según se acercaban. Con los ojos abiertos como platos, sin poder disimular su temor y e incomodidad, le dijo nerviosa a sus compañeros:

- Qué tal si aquellos que no somos muy buenos en engaños, pasamos por esclavos tuyos Becky?

Para afianzar sus palabras se situó con la cabeza baja justo detrás de Becky. Quizás si no levantase la mirada del suelo todo pasase más rápido.

La pequeña Aire se asustó cuando avisaron de las altas probabilidades de muerte si se enteraban de que eran humanos. Agarró a Aristóteles con fuerza mientras se montaba en la plataforma. Evitaba temblar de lo asustada que estaba, pero no lo conseguía. Lo que más la delataban eran el movimiento de sus trenzas.

Vamos a morir... No, no, me niego, no podemos... No, no, no susurraba la joven, negando con la cabeza. El grupo de demonios voladores alteró más todavía a Aire. Sus ojos se volvieron negros mientras una mueca de perversidad nacía en su rostro.

Un poquito de diversión, Aristóteles...

El mediano empezó sacar su ropa de artista. Una ropa que ninguno de sus compañeros había visto jamás. Su ropa de feriante... que recuerdos... Tenía colores muy vivos y le sentaban ta bien. El mediano comenzó a cambiarse de ropa y lo dejó todo muy bien ordenadito. Muy feliz se puso la mochila y dijo:
Yo no seré ningún esclavo... y le guiñó el ojo a Leiath. JUA JA JA! reía feliz.
Yo soy el bufón de un gran demonio de Li'Huriek dijo con una sonrisa. Se subió encima de Rufus y puso una pose noble y aristacrática.

El descenso había transcurrido sin ninguna clase de improvisto. Es más, la visión de la ciudad que los esperaba en el fondo submarino hacía que el recorrido resultase hasta entretenido. Kaevhas abrió los ojos como platos, todo lo que el agua le podía permitir más bien, en cuanto pudo vislumbrar la burbuja en la que estaba contenida la ciudad. Nunca había visto algo ni remotamente parecido en su vida.

Tampoco le resultó menos impresionante el sistema para conectar ambos medios. Era sin duda algo inusual pero claro, estaban en una ciudad de demonios y todo lo que esta ciudad suponía parecía tener mucho que ver con la magia. El Mane no tardó en darle valiosas indicaciones y Becky enseguida adoptó de nuevo la forma de una de las Marilith que vieron en la fortaleza de Demogorgón. -Puede que la idea de fingir ser esclavos nos pueda servir en última instancia. Pero creo que deberíamos ocultar nuestra naturaleza en la medida que nos sea posible.- Dice el mago en respuesta a la idea de Leiath. Con el ardid de Becky, habían posibilidades de que una fingida esclavitud resultase creíble. De modo que, colocándose la capucha de su capa y cerrándola bien por delante, esperó a que todos avanzasen.

Flame se puso la capucha de sus ropajes por encima, para que el brillo de su escama no les delatase. Se quedó observando a los demonios que venían, y después miró preocupado a Aire, no sabía lo que estaba haciendo, pero confiaba en que aquello no le produjese ninguna batalla, o estarían totalmente perdidos.

Para dar más señal de debilidad, la mujer guardó su espadón de plata, así evitaría que los curiosos la siguiesen mirando. Después le pareció buena idea la que proponía Leiath, al fin y al cabo, engañar era el fuerte de Flame. Había logrado enamorar a una terrible demonio, o lo que fuese, con tan solo una sutil burla y un elixir del amor.

No pudo evitar sonreír al recordar aquel gran momento que vivió, aunque de aquello pareciese que había pasado una eternidad.

El descenso había sido el primer traslado tranquilo que había tenido desde que pusiera un pie fuera de la fortaleza, con una mano en la máscara y otra en el estoque, el descenso había sido en realidad el paseo más hermoso que había tenido en la vida, sus ojos veían cosas nuevas a cada segundo y las pequeñas e inofensivas criaturas que iban dejando atrás no hacían sino sorprenderle, pocas cosas debía haber en aquel plano como aquellas, entes sin la continua idea de comerse a la criatura más cercana.

Cuando sus pies por fin tocaron el sólido piso de la ciudad se apresuró a secarse en lo posible, lo suyo no era la imagen, pero en aquellos momentos lucia como un saco de ropa recién mojada, a punto estuvo de preguntar a las magas si tenían algún conjuro capaz de secarlos, pero de inmediato se vino a la mente los poderes de la pelirroja y lo pensó mejor. Las precauciones no podían ser pocas y enseguida se aseguró de cubrir su rostro lo mejor posible con la capucha, como fuera su mano mantuvo el estoque en la vaina, pero muy a la mano por que pese a todo, a la distancia se veía ya un comité de bienvenida…

Viendo el grupo que se acercaba, y no teniendo mucho más margen de tiempo para hacer otras cosas, el joven asintió ante la idea de pasar por esclavos de la marrilith, con su capa ocultando su equipo bajo la capa, y situándose aparentemente tras ella con actitud servil y sumisa, confió en poder pasar desapercibido... o por lo menos lo suficiente como para no llamar la atención.

La maga se caló la capucha mojada mientras miraba de reojo a un lado a otro. ¿Menudo lugar donde acabar? si muero quiero que me incineréis, no quiero reencarnarme en un zombi sin cerebro a las ordenes de un demonio. Cuchicheo. Luego aprobó la idea de la bruja. Creo que la idea de pasar por esclavos está bien, pero como plan de emergencia.

Onfale permaneció callado, como no podía ser de otra manera, mientras usaba el respirador que él mismo había modificado con ayuda de Kaevhas. Se agradecía el silencio bajo el agua después de compartir camino con el insufrible guía y su parlanchín lacayo. A pesar de la estupefacción que le produjo la vista de la hermosa ciudad, tras atravesar el esfínter que les daba acceso , Onfale se cubrió el rostro haciendo una especie de turbante que ocultaba también su largo cabello negro como el carbón. 

- Me parece bien.- Dijo dando su conformidad al plan de Leiath y al hechizo de Becky. Con un rápido gesto escondió su daga envenenada entre sus ropajes anchos. Con la tensión producida por los demonios que se acercaban quedó a la espera de ver si su plan funcionaba.- Creo que para empezar deberíamos dirigirnos hacia los arrabales. Allí nos harán menos preguntas incómodas.

Como si no fuera ya demasiado llamativo de por sí...-suspira, viendo la colorida vestimenta de Fosco.

El ascensor siguió bajando. Los demonios ya se veían más cerca. Uno de ellos era gordo y tan alto como el disfraz de Marilith de Becky. Los demás, a modo de cuadrilla de matones o de guardaespaldas, según se mire, eran de la altura de un hombre, pero más fornidos. Cuatro en total.

La plataforma paró en seco al llegar al nivel de la ciudad. Casi pierden el equilibrio. Especialmente preocupante fue la ilusión de Becky, que al inclinarse por un segundo obtuvo una posición imposible. Ante ellos los demonios, que les miraban fijamente.

¿Oshundurk orug golok dorlokonei?^[1]

Becky tragó saliva y negó con la cabeza. Echó a andar, bajando de la plataforma, seguida por su séquito de encapuchados. Todas las miradas se fueron abajo, y los demonios quedaron embobados ante el esperpento del atuendo de Fosco. Pero eso hizo pasar a Mane desapercibido. Los aventureros ya estaban en tierra, y los demonios en la plataforma. Todo había salido bien...

¡BUTUK!^[2]

Becky se estremeció, parándose en seco. Tremens casi le pisa la cola, lo que descubriría que no es más que una ilusión.

¿Mane ogh uk-bo doath? Hottu ni supok husu uk...^[3]