Partida Rol por web

La mañana fue momento de despedidas. Ethan llevaba el saco, mientras que el barril de agua era demasiado pesado como para que nadie más que Lord Fortich pudiese levantarlo. Y como en Vor Ziyden no lo iban a necesitar, al final el barril quedó como punto de avituallamiento en medio del bosque. Fue a lo largo de la mañana cuando los dorivianos se empezaron a volver más familiares...

Los hermanos Yanoff estaban callados como tumbas. Habían visto a su padre siendo devorado por los lobos hace tan solo unos días. En cierto sentido, habían vivido un trauma familiar al de la noble Lovina Watcher, y a pesar de la diferencia de linaje los niños siguen siendo todos impresionables.

Natalija Yanoff había sido testigo de lo mismo, pero era más fuerte... o por lo menos tenía que obligarse a ser fuerte para cuidar de sus hijos. De vez en cuando dedicaba amables palabras a los niños para transmitirles seguridad a pesar de la situación. Gracias a eso, Nikeras aprendió sus nombres. La pequeña se llamaba Katta. El muchachote, Ivalic.

El Barón Nikola Septow estaba de mal humor. Todo por culpa de haber perdido el duelo contra Fosco anoche. Trata como buenamente puede de guiar al grupo por el bosque, pero no es su fuerte. El aserradero era de su familia, de la época en la que conseguir madera era más lucrativo que explotar las minas de plata del monte Gries. Llegó un momento en que los trabajadores dejaron de talar árboles para los Septow y cogieron los picos para trabajar a las órdenes de los Dilisnya, marcando la decadencia para su Casa. Desde niño sabe llegar al edificio, pero solo cuando va por el camino. Pero el bosque es más seguro, da más resguardo... En un par de veces, Nikeras tiene que corregirle en el rumbo tomado. Eso acrecienta aún más su mal humor.

Sandansola sigue con el mismo comportamiento extraño de siempre, sobretodo ahora que no tiene a la figura de Roko Fortich para odiar. Si es que esta mujer parca en sentimientos sabe lo que es el odio. Ella no es humana, es una elán, y todo lo que le pase por su cabeza será hoy y siempre una incógnita.

Luka Mojic es el dueño de la Veta de Plata, la única posada de Vor Ziyden. Divaga sobre si vender su negocio, o mantenerlo a flote y dejarlo de herencia a sus sobrinos de Illvin. Su modo de hablar lo delata como un borracho habitual, así que jamás venderá la Veta de Plata mientras pueda beberse el género. Es fácil calarlo. Es del tipo de personas que se quejan porque sí.

Y Ethan... ¿qué decir del bueno de Ethan¹? Ha cargado con la comida sin quejarse ni una sola vez.

 La mañana llegó con vientos de cambio, sería un día importante. Tras despedirse del resto de los valientes que irían hacia el pueblo, Nikeras cargó en su mochila las raciones que había elegido guardar por si no encontraba nada durante el viaje hacia el aserradero y junto a Zicko emprendió la marcha en silencio, atento al entorno.

 A pesar de su edad y su pesada corpulencia, el montaraz de barba entrecana mantenía un buen ritmo, especialmente cuando pasaban por zonas especialmente densas o con zarzas, quien lograba pasar sin detenerse y sin problema alguno. Más bien al contrario, al poco de emprender la marcha, se notaba que iba con gente de pueblo, más acostumbrada a moverse por caminos y calles que por el bosque y que por lo tanto tenían problemas por seguirle el paso. Por ese motivo aprovechó para, mientras se mantenía atento a posibles apariciones indeseadas, a forrajear. Pasaron por lugares poco frecuentados por el hombre, la cual cosa hacía que el bosque creciera abundante y le resultara extremadamente fácil nutrir al grupo de provisiones. Las cuales traía para dejárselas a diferentes miembros para que las cargaran mientras avanzaban. No estaba de más que cada cual portara unas cuantas cosas para comer, quien sabe si más adelante alguna vicisitud les hacía huir en diferentes direcciones.

 En los momentos en que venía, y encontraba al barón Septow dubitativo, se le acercaba para darle algunas sugerencias, procurando ser sutil y no resultar una nueva fuente de frustración para el noble

 Estas actividades le mantenían ocupado, haciendo que su ansiedad sobre el deber que se había autoimpuesto, no le afectara tanto. Ansiedad que le venía cuando le asaltaban dudas acerca de sus decisiones.

 No parece que esta región haya sido frecuentada recientemente, no para estar en acuerdo con mis precipitadas presunciones. Tal vez esta zona no sirviera de detonante. Pero será mejor no avanzar más conjeturas. Pronto llegaremos a la zona y podre dar un vistazo de primera mano.

Poco acostumbrados a largos paseos, y menos por territorio boscoso, el grupo hacía paradas cada poco tiempo, ya fuera para descansar y refrescarse en uno de los riachuelos que encontraba Nikeras, comer algo o meditar cual sería la mejor ruta a seguir. En unas de esas pausas, el montaraz preguntó.

 - Señor Septow, ya que vamos a una zona que al parecer debéis conocer bien, por ser de vuestra familia, hay algo que me podáis contar de ella, como es su entorno? ¿A parte del río hay otros accidentes destacados como cuevas, colinas o despeñaderos?

¿El aserradero?-malditos turistas...-Pues es como todos los aserraderos, ¿qué quiere que le diga? Está río arriba, remontándose más allá del puente del Colgado. En primavera, la nieve de las montañas se derrite y el caudal del Strecura aumenta. Eso permitía bajar los troncos por el agua, pasando por debajo de las dos arcadas del puente, hasta Vor Ziyden. En el aserradero tan solo se cortaban las ramas para que el tronco estuviese bien balanceado y no se girase en el agua del río formando tapones. Así va recto en la corriente. Como una flecha.

Un sendero estrecho se bifurca a la derecha del camino de la mina. Ahora estará infestado de maleza. Los troncos llegaban hasta el aserradero arrastrados montaña abajo por caballos. Es esa la madera que queríamos. Así que pasado el aserradero, la ladera está desnuda. Es solo una enorme cuesta donde es difícil esconderse.

El barón se acerca a Nikeras, le pasa el brazo por encima del hombro y baja la voz.

A media altitud está el hospicio de la bruja de Hala. Pero la bruja Yanoff murió. Era la madre de Natalija, la viuda. Un gran alud de nieve se produjo por culpa de un poco de pólvora que usaron en la mina. Los enfermos y heridos del hospicio tomaron los pocos carros que allí había y descendieron la montaña a toda velocidad. No había sitio para todos... Algunos heridos quedaron atrás... también la bruja. Pero montó a sus dos hijos en uno de los carros. Natalija... y el otro... no recuerdo ahora... ¿cómo se llamaba? Najic, creo. El hermano también murió. Pasaron por un bache, la parte trasera dió un salto y el niño cayó, quedando atrás. Si hubiesen vuelto a por él, la nieve les habría tragado a ellos también.

Más arriba en la montaña hay varias entradas a los túneles, pero al final todos convergen. Los más antiguos ya no tienen plata que extraer, y nadie los recorre ni realiza los mantenimientos apropiados a las vigas y los raíles. En invierno ni siquiera se molestan en retirar la nieve de alguna de las entradas, y pasan la mitad del año bloqueadas hasta la primavera siguiente...

Nikeras da el alto. Llegaron al camino, el que une el puente con la encrucijada en forma de T que vieron en la maqueta de la torre Stabcrow. El viento sopla del norte. Si cruzan ahora el camino, desprotegidos de los elementos, el aire transportará sus olores al sur... Hasta Cicuta y los suyos. Nikeras propone comer, sin comentar nada para no alarmar a los niños.

Al cabo de media hora, los estómagos están llenos y el viento ha cambiado de dirección. Y todos inconscientes del riesgo que han corrido. Ya es seguro cruzar la avenida. Y de nuevo bosque y más bosque. Y Lord Septow sigue hablando del aserradero.

Tiene dos plantas. Y como está en una cuesta, la planta superior está al nivel del suelo del lado norte. Por ahí es una entrada, haciendo equilibrios por los raíles por los que llegaban los árboles. Al sur está el río. Al este se accede a la planta baja, por ahí salían los árboles rodando por unas pequeñas rampas, hasta un caladero de arena. El agua llega a las rodillas en invierno, pero en verano es solo un arenal. El sendero que lleva hasta el oeste, pasa por la cara norte del edificio... bajo los carriles para los árboles, y conecta con el arenal.

De pronto, el Barón Septow se para.

Espera... esto es... Ahora está oculta por la maleza, pero hemos llegado: el sendero que une el oeste del aserradero con el camino principal a Vor Ziyden. Es por allí. Podemos seguir através de la maleza.

El sendero, al estar libre de árboles, fue campo abonado a los helechos y a los matojos bajos. Quizás un camino un poco molesto para los niños, pero a los adultos solo les llega hasta la mitad del muslo. El resto del bosque presenta la misma vegetación pero más esparcida entre los árboles, y se puede serpentear entre los arbustos sin problemas. Un camino más largo, pero más sencillo. Por supuesto, Nikeras está en su medio... puede zambullirse en la vegetación y caminar sin problemas.

 El auspicio de Hala, ese pudiera ser un buen lugar por donde empezar a dar un vistazo, las minas puede ser otro lugar, seguro que tras tantos años hay vías olvidadas que alguien puede haber ocupado.

 Al llegar a la intersección, Nikeras, inspecciona la zona antes de tomar un camino u otro. Agudizando su vista en busca de rastros recientes... ya sean de cánidos u otros seres. Luego, tras contemplar el tipo de paisaje que tocaría cruzar se declina a priori por el segundo. Más largo, más sencillo, pero sobretodo con árboles. Si por algún casual hubiera peligro se podría intentar trepar a los árboles mientras intento apaciguar a los animales...

 En cualquier caso, antes de aventurarse por uno u otro camino, quería dar un vistazo a la zona en busca de rastros.

No hay rastros, más allá de alguna ardilla... alguna zarigüella... animales que están predestinados a ser el forraje de Nikeras en el día de hoy. Es buena señal que no haya grandes huellas, significa que la manada no conoce este sendero o no tiene interés en él. Es como dijo Cicuta: los Ancianos llamaron a lobos de zonas distantes para crear su ejército. La mayoría de los lobos ni siquiera están familiarizados con este bosque.

Por otro lado, el sendero es lo suficientemente estrecho como para que siempre haya un árbol a mano, así que esa no puede ser una razón para decidirse...

 Tras su búsqueda de pistas el entrecano montaraz se incorpora, apoyándose en su lanza.

 - No parece que hayan pasado lobos recientemente por este lugar.- dice cautelósamente con su voz grave.- Por lo menos no en este lugar. 

 Mirando en la zona donde debería quedar el aserradero, el druida decide que le gustaría tener la vista de un pájaro para poder ver que aguardaba más adelante. 

 - Eso de haciendo equilibrios que significa, barón. ¿No hay un camino como tal? ¿Pudiera ser que esos raíles hubieran cedido con el tiempo? Objetivamente creo que sería mejor entrar por la parte superior, es de suponer que desde la parte superior podríamos acceder más fácilmente a la parte inferior, en el caso que se hubieran obstruido las entradas. Además los lobos no son buenos equilibristas. Y nos ahorraría tener que pasar por el arenal, un lugar que podría ser un  buen sitio para que una manada de lobos atacara a la carrera.- Centrando sus ojos castaños con reflejos verdosos sobre Septow, termina concluyendo.- Sugeriría acceder por la cara norte.

No puedo afirmar en qué condición estarán los rieles... Alguna vez he jugado allí cuando era niño, y ha pasado mucho tiempo desde entonces.

El Barón se tiene que morder la lengua. En realidad hacen solo diez años desde que llevó a la última campesina incauta a fornicar en el aserradero. Pero eso de presumir de conquistas es de pobres, Nikola no se podría haber casado hace doce años si existían habladurías sobre su ritmo de vida.

En cualquier caso, estamos hablando de dos gordas vigas acostumbradas en sus tiempos a soportar el peso de los troncos. Unas cuántas décadas encima no van a echarlas a perder... Otra cosa sería el sabotaje, y que a posta las hubiese cortado, pero para eso tendrían que saber con antelación que íbamos hacia allí de algún modo... por ejemplo, si hubiesen escuchado nuestra conversación de anoche.

Prosiguen la caminata, campo a través. A diferencia de la ruta del sendero, Lord Septow tiene más problemas para guiar al grupo al aserradero por esta ruta. Pierden media hora deshaciendo lo andado, cuando el Barón se percata de que quizás se hayan pasado de largo. Pierden otra media hora tras la puesta de sol, cuando empiezan a caminar más despacio debido a la falta de visibilidad. Pero finalmente está ahí: el aserradero Septow.

Más allá de las hierbas, un terramplén permitiría deslizarse hasta el sendero que bordea el edificio, pero después sería difícil de escalar. A la derecha, el noble señala entre las hierbas el carril, con un hueco en el edificio para que el tronco caiga en el interior de la planta baja. Una persona adulta podría, sin problemas, salvar el hueco y llegar a un balcón que recorre la fachada del edificio hacia la puerta del segundo piso.

 Nikeras intentó mantener la calma, era necesario que alguien lo hiciera. Era bueno que el grupo tuviera un referente, por si más adelante tuviéramos que improvisar o trazar un plan. Septow no parecía estar muy por esa labor. Los últimos días vividos sin duda no ayudarían a que el noble guardara la esperanza y el buen humor.

 Cuando llegaron finalmente al linde del aserradero, el cielo estaba cambiando de color, pronto estaría oscuro. Tenían que actuar pronto. Si el lugar estuviera desierto sería un buen refugio... pero de no serlo, sería un mal momento para dispersarse o escapar en la oscuridad de la noche.

 Con un carrasepeó, el barbudo montaraz llamó la atención.

 - Sugeriría que alguien se adelantara para dar un vistazo, antes de ir todos al completo. A pesar de no haber encontrado rastros, eso no significa que nadie no haya ocupado la construcción recientemente.- Dice mirando especialmente a Septow, esperando su asentimiento ante los demás.- Me ofrezco para adelantarme y dar un vistazo.

No quiero meter el dedo en la herida, pero debimos ir por el sendero cuando tuvimos oportunidad-dice Sandansola, mirando los tres metros de caída.

Os acompaño, camarada. Pero os advierto que no dispongo de luz para revisar el interior del aserradero. Mojic, queda usted al cargo hasta que volvamos.

 Nikeras miró a Sansola y de nuevo la caída. No comento, simplemente se encogió de hombros.

 - No tenía forma de saberlo antes de llegar aquí, ahora no es de gran ayuda pensar en lo que dejamos de elegir, mejor pensemos en formas de tirar para adelante.- Tanteando su mochila, sus dedos dieron con la manta de lana.- Tal vez eso nos ayude para bajar abajo.

 Dice mientras escuchaba las palabras de Septow.

 - Yo puedo hacer algo de luz durante un tiempo, el suficiente como para dar con una linterna de aceite en el aserradero o un hogar donde prender fuego, donde debían cocinar los trabajadores. En cualquier caso pongámonos en marcha antes de que se oscurezca demasiado.

Una lechuza ulula en la lejanía... una ráfaga de viento mece las ramas más altas de un olmo, como si fuera un sonajero... en el sotobosque, dos pequeños ratoncillos de campo se aparean... Y del río llega el cricricrí de los grillos y algún que otro croar veraniego de alguna rana.

Al haber dos vigas que cruzan al otro lado, Nikeras y Septow toman cada uno un carril distinto. Haciendo equilibrios... despacio... Notando las vibraciones de los pasos sobre la madera, los inquilinos se empiezan a molestar. Una plaga de larvas de la madera sale por la viga agujereada y empiezan a trepar por debajo de los pantalones de ambos funambulistas.

El Barón Septow mantiene el equilibrio en un primer momento, pero al mirar hacia sus pies, y ver la distancia hasta el suelo, se empieza a marear y pierde el pie. Cae sobre el blando barro, haciéndose un poco de daño. De la viga le llueven unos cuantos gusanos más. Por culpa de esta molestia, Nikola ha recibido una buena caída. Se pone en pie, apoyado sobre el palo que tras la derrota del duelo lleva como arma, y se sacude con la mano intentando sacárselos de encima.

Malditos bichos...

 Nikeras, atento en un punto en la pared de madera del aserradero, para mantener el equilibrio, empieza a cruzar, poco a poco y con calma el raíl.

 Pero aproximadamente a la mitad de este siente un hormigueo primero y un escozor que pronto le causa un dolor lacerante en las piernas, instintivamente mira para sus pies, desequilibrándose de repente y al contorsionarse por el dolor cae irremediablemente al suelo fangoso que hay bajo las vigas, sintiendo otro golpe pesado a su lado, Septow parece haber compartido el mismo destino.

 - Wwwwoooooo.

 Incorporándose como puede, con la ayuda de la lanza, el druida mira desorientado a su alrededor, situándose.

 - Levantad, apartémonos, no se quede quieto, son poco más que gusanos, los podemos dejar atrás.

Como estaban mareados, los dos hombres solo tuvieron tiempo a levantarse mientras la lluvia de larvas seguía cayéndoles encima desde las vigas.

Cuando comprobemos que en el interior no hay nada, ordenaré a Ethan y Mojic que golpeen con sus palos esos carriles para que todos los gusanos caigan al suelo. Puaj.

El barón camina a su derecha, hacia el oeste (hacia el este estaba el arenero) y bordea el edificio para sumergirse en el río y ahogar a todos esos gusanos que tiene metidos en los pantalones. Mientras, las larvas se retuercen sobre el barro del sendero. Son larvas de la madera, no saben moverse en este recién descubierto medio, así que no pueden perseguir a Nikeras y a Nikola. Colearán como peces fuera del agua hasta morir por inanición.

¿Y ahora qué?

 Nikeras había imitado el movimiento de Septow, al meterse en el agua y liberarse de las alimañas que aún quedaban por sus sopas. Agradeció el contacto gélido de las aguas del río en sus piernas, las cuales creaban un efecto adormecedor que calmaba las irritadas heridas causadas por los gusanos en sus piernas.

 Una vez fuera, tras inspeccionar las sangrantes heridas, miró hacia el aserradero.

 - Lo ideal hubiera sido que entráramos por arriba, quedando mejor protegidos, pero elegir entre entrar o quedarnos fuera, creo que es mejor quedarnos dentro, aunque sea abajo.- Mirando a Septow.- Si finalmente elegimos este sitio como campamento, ya tendremos tiempo de hacer una escalera que nos permita subir hasta el balcón, luego con subirla o bajarla será más que una decente defensa.

 Su voz se agriaba en ocasiones cuando sentía la lacerantes heridas en sus piernas. Tras pensarlo mucho, finalmente apoya la lanza a un lado y toma un puñado de barro que esparce por sus piernas a la par que murmulla unas palabras en un desconocido idioma para Septow.

 - Gwrando fi mam yn hyn o bryd o wendid, bendithiwch mi dy nerth ac yn rhoi nerth i gario ar mi.

 Tras la oración, el semblante del montaraz se relaja, suavizando el arco de sus cejas e irguiendo su espalda y hombros, recuperando parte del vigor perdido.

 - El tiempo pasa, vayamos a dar un vistazo.- Dice tras llamar a Zicko quien apareció en unos momentos junto a su compañero.

Empapados, fríos y heridos, los dos hombres y el perro caminan entre el terraplén y la pared de madera, saltando apuradamente bajo los carriles para no tener más sorpresas desagradables. Llegan al arenero. Nikeras, que es un viejo zorro, hunde la lanza en la arena. Sabe que sin el cotidiano pisotear de los operarios del aserradero, la arena ha tenido muchos años para dejar de ser compacta y volverse traicionera.

Efectivamente... el agua del río se ha filtrado en el arenero y ha creado una bolsa de agua. Hay puntos que se han convertido en auténticas arenas movedizas. Pero el druida logra guiar a su perro y al Barón sabiamente.

Al final llegan al lado este del edificio. La primera planta está desprovista de pared. Algo de la luz de la luna ilumina el interior, mostrando dos rampas de tierra que forman una pequeña pendiente ascendente hasta la oscuridad. A mano derecha, una escalera de mano está anclada en la pared por unos viejos clavos oxidados: llevan hasta una trampilla al piso superior.

Es un buen momento para que uses tu luz...

 Nikeras estaba secando distraídamente el asta de su lanza de fresno mientras paseaba su mirada por las sombras de la planta baja.

 Ahora el permanecer en la planta baja ya no es una opción, debemos ir a la planta primera, solo allí podrán tener algo de seguridad los refugiados.

 Ante las palabras de Septow, el montaraz asintió.

 - A ver si hay alguna lámpara cerca, pues la luz que puedo crear no durará mucho...

 Salió de nuevo al arenal para tomar un puñado de arena expuesta y la expuso ante su mirada antes de acercarla a la punta de su lanza.

 - Esta arena, expuesta al sol, a la luna y a las estrellas, recuerda en su interior la energía que le brindaron. Recuérdala ahora en esta oscuridad.

 Perezosamente primero, pero con mayor intensidad en poco tiempo, un resplandor argénteo fue iluminando a los hombres y al perro primero y al piso de la planta baja del aserradero después, emanando de la punta de la lanza, con la que el montaraz embadurnó de arena húmeda.

 Paseó la mirada por el suelo primero, en busca de signos de rastros recientes, luego miró las trampillas, tanto las de las rampas como la de la escalera de madera, y las tanteó con una madera por si estaban obstruidas o no, luego repasó la escalera clavada.

 - Tal vez esta nos pueda ser de utilidad para fuera en caso de que las trampillas no sean practicables para poder acceder por la parte de arriba.

Las rampas se vuelven horizontales a media altura, de modo que un árbol quede sobre las dos rampas permitiendo a los operarios recortar las ramas supérfluas. Más allá, los dos puentes de tierra compacta terminan en un amplio rellano, justo donde el hueco de los carriles por donde llega el árbol. El rellano no está vacío. Hay bastantes ramas grandes, leños, que Nikeras reconoce como fresno, abeto y maderaoscura. Este último podría ser un interesante material para fabricarse escudos como el de Nikeras o incluso armaduras de madera para poderosos druidas, pero unos catetos como los de Vor Ziyden seguramente la usarían para hacer mesas y sillas. También hay un hacha y una sierra, las dos herramientas en bastante mal estado.

Sobre el rellano hay dos poleas suspendidas en el techo, que se pueden operar desde un balcón del piso superior que da al lado oeste del edificio. Se podría trepar por aquí. Desde la planta de arriba también se podría quitar la cuerda de la polea y llevársela en la mochila como una cuerda normal de cáñamo.

En el lado opuesto, junto al lado sin pared que da al arenero, la escalera clavada necesitaría de un martillo para quitar los clavos y poder usarla con normalidad. La trampilla, a simple vista, no tiene nada de particular.

El paso del tiempo ha borrado las huellas de los trabajadores del aserradero, ha hecho crecer algunas briznas de hierba y pequeños hongos dispersos en las rampas de tierra y ha dado tiempo a que las arañas tejan sus telarañas en las esquinas. Una estructura erigida por el hombre al fin vuelve a ser un dominio de la Madre.

 El hombre inspecciona rápidamente la zona, pero no logra encontrar ni una sola lámpara ni aceite ni cajón con velas ni nada... nada que le permita iluminar salvo leña. 

 - No parece que nadie ni nada haya rondado recientemente por aquí. Demos un vistazo por la trampilla.

 Dicho lo cual, deja a Septow la lanza para que ilumine la zona mientras él, con sumo cuidado, tanteando cada peldaño antes de cargar su peso en él, y manteniendo siempre un pie en otro peldaño antes, asciendo por la deteriorada escalera hasta llegar a la trampilla.

 - Tal vez encontremos algo arriba que nos pueda servir para alumbrar... de todos modos si nos quedamos sería en el piso de arriba.

No había chimenea. No era raro. Los riesgos de incendio serían importantes en un aserradero si quedaran ascuas mal apagadas. Además, según contó el Barón Septow, los operarios no trabajaban en invierno, sino en primavera, cuando el deshielo de la nieve de las montañas aumentaba el caudal del río, y la zona del arenero quedaba inundada para empujar los troncos sobre el agua y que la corriente se los llevase hasta el pueblo.

En cuanto a preparar la comida... o bien traían alimentos a consumir en temperatura ambiente (queso, pan...), o bien se traían una olla de hierro y cocinaban sobre fogatas de leña en medio del monte, no muy distinta a la manera de cocinar de Nikeras durante estas semanas... Salvo que él no tiene una olla de hierro, por supuesto.

Nikeras levanta la trampilla... poco a poco... poco a poco...

*PLIC*

Al tensarse lo suficiente, el cordel que estaba atado a la trampilla cede, soltando un dardo. La mano que sujetaba la trampilla recibe de lleno el aguijonazo. Un aliento sordo sale de la boca de Nikeras, que sujeta el grito para no hacer ruido. Baja la mano hacia la lanza luminosa para ver mejor...

El dardo se ha quedado clavado, atravesando los huesos carpianos de la mano y asomándose por la palma. Le cuesta flexionar los dedos... de hecho no puede cerrarlos completamente. Por eso el druida se impulsa a la planta superior apoyando el brazo. Está oscuro. Septow ayuda asomando la lanza por el hueco de la trampilla, iluminando la figura de un hombre...

Tiene los ojos cerrados, pero se retuerce perezosamente... así que está dormido, y no muerto. A menos que Nikeras decida otra cosa. Después de la jugarreta del dardo, ¿quién se lo reprocharía? Al fondo se ven las dos poleas. Colgada en la pared hay decoración agrícola: una hoz, un rastrillo, un azadón... una pala, una herradura clavada en un poste para dar suerte... un martillo, un hacha, un par de yugos para los bueyes que tiraban otrora de los árboles hasta llevarlos al aserradero... todo viejo y desgastado.