Partida Rol por web

Tonk, tonk, tonk, tonk...

Tonk, tonk, tonk, tonk...

Trevor golpeaba entre sí los remaches metálicos de dos cubos de madera, despertando con gran escándalo a los Supervivientes de Stabcrow. El sol empezaba a asomar por las montañas del este, cincelando el perfil del pico Gries.

Levantaos, parásitos. Ya es hora de que ayudéis al campamento. Tenemos que acercarnos al río para coger agua, y necesitamos de gente que vigile las brumas que lo cubren. Ayer perdimos a uno de nuestros vecinos por culpa de un tentáculo gigante.

El mediano tenía cara de pocos amigos. Sobrevivir a una ciudad infestada de lobos le pone de mal humor a cualquiera. Y más cuando ves que las dificultades se siguen cobrando vidas.

En los ultimos días, la popularidad de los ocho viajeros ha caído en picado. Los pueblerinos de Vor Ziyden tenían que ver con envidia cómo aquellos extranjeros sacaban comida de sus mochilas mientras ellos cazaban lagartijas con palos y ardillas con piedras. También habían visto a Leiath rellenar los odres con su hechizo para crear agua, mientras que ellos se tenían que aventurar hasta la orilla brumosa del río.

Por contra, la fama de la gitana mejoraba. Tras haber cobrado al principio por cada curación y porción de comida hasta acabar sus existencias, esquilmando los últimos recursos económicos con los que los supervivientes abandonaron Vor Ziyden, ahora alimentaba sin contraprestación ninguna. Tenía un par de objetos mágicos, una cajita de raciones y un cucharón de papas. Eran insuficientes para alimentar a todos, y se habían creado turnos de racionamiento. Aún así, había personas que llevaban hasta tres días sin comer.

Se había popularizado el debate de si matar o no a los caballos para alimentar a las personas. Había cinco caballos en total: Trompicón, dos caballos que tiraban del carro conducido por el Barón Fortich y los dos que tiraban del carromato gitano. En contra de esta opinión se colocaban los dos Barones y las familias de los heridos transportados en el carro, además de los supersticiosos que temían maldiciones gitanas y los cobardes que temían a un grupo de aventureros con grandes espadones. Pero la semilla de la rebelión ya se había plantado.

Onfale caminaba ligeramente apesadumbrado por la situación. Todos aquellos pueblerinos malnutridos, la desaparición de Nikeras y la noticia de que había sido envenenado por aquel diablillo. El perfumista caminaba con la cabeza bien alta, con el pelo aceitado y suelto echado hacia atrás, cayéndole sobre la espalda. Había evitado perfumarse pero pensaba si volver a hacerlo para poder soportar el hedor que emanaba de aquellas gentes. Cuando nadie le miraba, untaba los dedos en alguna esencia y se la extendía debajo de las fosas nasales, pudiendo así descansar durante un rato de la peste que acompañada de manera constante a la comitiva. Su actitud altiva no ayudaba a mejorar la imagen de los ocho extranjeros pero no podía evitarlo. Cuando el mediano que dirigía al grupo se acercaba, Onfale sacaba un trapo y con él se cubría la nariz y la boca. ¿También tendría que darle unas lecciones sobre higiene como hizo con Fosco?

- Fosco, habrá que ayudar a encontrar algo de alimento. Anda, sé bueno y corretea de aquí para allá, al menos haciendo el paripé o acabarán comiéndose a Trompicón.- Así pasaba el rato el mago, dando "consejos de supervivencia", osea órdenes, como si supiera de qué hablaba. Si Nikeras hubiera estado allí.

-Por ahí no... Busca allí... Eso no se come... prueba ese fruto...

Por fín había tenido una noche de descanso como era debido. Se sentia renovada, contenta de amanecer un nuevo día al servicio de Hala.

El jaleo que se había formado entre los refujiados la hizo volver a la cruda realidad. El peligro no había pasado. Ahora que había concluido sus rezos matutinos y contaba con un repertorio de oraciones completo, se dirijió a los aldeanos para ofrecer toda la ayuda que pudiese.

Y Fosco pasó los días jugando con el viejo Rufus, el de cuatro patas, claro. Ajeno al humor deprimente que se cultivaba. El joven circense iba de aquí para allá siempre con una sonrisa, con una carcajada. Pero allí tenía que estar Onfale para acabar con su diversión Ve allí Fosco, ve aquí... bla,boa soy Onfale y no tengo pito!  imitaba el mediano delante de Rufus lejos del mago. Y cuando el mago ordenó aquelló de buscar comida, sería Fosco que no entendía bien las palabras que usaba el mago Yo no soy Nikeras... él seguro sabe que yo no sé conseguir fruta... AAAAAH, claro le decía a Rufus "Encuentra" algo de alimento... pues "ENCONTRARÉ" algo! JUA JA JA JA. y presto se fue sigilosamente a robar un poco de comida para no volver con las manos vacías. Onfale, quería comida y su pacto le obligaba a ello así que eso hizo. Traer comida... total nunca se enteraría si fue robada o conseguida de la naturaleza...

Miré con caras de pocos amigos al mediano que nos despertaba con insultos. Era la clara representación de que no éramos bien recibidos entre los refugiados a pesar de los sacrificios que habíamos hecho por ellos y encima apreciaban a la gitana, que les ayudaba, seguro buscando un trato provechoso más adelante.

Muy bien, confiad en esa embaucadora. Ya veréis como os lo cobra...

-¿Un tentáculo gigante? ¡Por las barbas del abuelo! El mal ha infectado ya incluso a las aguas...

Babras pasa el rato tratando de ayudar a alguno de sus compañeros a encontrar comida. No es que sea un experto, ni mucho menos, pero al menos aporta interés y buena voluntad.

-Esa maldita gitana es una auténtica manipuladora. No sé si quién es más peligrosa si ella o las brumas.

Ni Klasius ni Babras lograron por sí mismos encontrar más comida para el poblado. Onfale malgastó su tiempo en dirigir a Fosco, hasta que el mediano se cansó y se escondió de su vista.

Fosco aún estaba frustrado por lo de ayer. Se había movido por todo el campamento sin encontrar nada de comida. Todo lo que era cazado o recolectado se devoraba en el mismo instante... crudo. El campamento entero no se iba a parar para que un solo pueblerino preparase una hoguera para asar una ardilla. No dejaban sobras. Los ligeros huesos de las lagartijas eran chupeteados hasta sorber todo el tuétano. Eran los Días del Hambre en la Edad del Lobo.

Leiath se paseó por el campamento para prestar su ayuda. La reallidad es que su magia no era lo suficientemente poderosa. Los heridos graves tenían miembros amputados de los ataques de los lobos, y ni Leiath ni Eva conocían conjuros regenerativos por aquel entonces. Tampoco eran capaces de frenar la fatiga y el agotamiento causados por el hambre.

Mejor olvidar aquel pésimo veinte de julio...

Trevor organizó la partida para buscar agua. Aceleraron el paso para adelantarse a la comitiva un par de yardas, con intención de reincorporarse cuando les alcanzasen en el camino. En total media docena de hombres con cubos prestados o comprados a Madame Eva, más otro grupo de vigilantes formado por Trevor y algunos de los aventureros.

Descendieron una ladera de hierba amarillenta y medio muerta, y el mediano de Vor Ziyden organizó a los vigías para formar un semicírculo mientras los hombres formaban una cadena y empezaban a pasarse los cubos de nuevo hasta el camino. Se habían jugado el puesto más cercano a las Brumas a la hierba más corta, y el perdedor no estaba muy satisfecho con la posición que le tocó.

Comerse a Trompicón, menuda panda de salvajes. La maga había tomado la determinación de que si alguno de los campesinos se le ocurría la idea de tocar a Trompicón o a Hollín, los fundiría con una bola de fuego.  Cuando estén torrados por el fuego ya se podrán comer entre ellos.

Caminaba con la cabeza gacha y cubierta con la capa, no quería decirlo pero la desaparición de Nikeras le entristecía, si el guardabosques estuviera ahora con ellos seguro que no estarían perdidos en mitad de las brumas.

Azaron se mantuvo en un discreto segundo plano, no por no querer ayudar, sino porque él no era muy bueno en cuanto al rastreo. Entorpecería mas que otra cosa al resto de los hombres. A pesar de todo, el grupo que buscaba comida no estaba obteniendo buenos resultados. 

Acompañé al grupo que se dirigía a por agua, un poco por solidaridad y otro poco por convencer a estos pueblerinos de que estábamos de su parte.

Surgió del río, como una exhalación de seis pies de largo. Su vientre blanco se confundía con las brumas. En su ímpetu, la inercia le llevó a morder el torso de uno de los hombres, lo agitó en sus mandíbulas y lo dejó caer faltándole un trozo de costado. Mientras saboreaba el bocado, ¡el tiburón maniobró en el aire! Agitaba sus aletas como si estuviese volando. Los humanos echaron a correr. Trevor también, pero sus cortas piernas limitaban su velocidad, y más cuesta arriba. El terlén lo escogió como presa y empezó a perseguirle, sobrevolando la hierba a un par de pies de altura.

Mientras Klasius se decidía entre huir o ayudar a Trevor, los gritos alertaron al resto de la caravana, en especial a los otros siete aventureros que se quedaron atrás.

Ter... Terlén. Es un terlén-titubeó Flame, paralizada por el miedo al volver a ver a una bestia que le traía recuerdos amargos. Vió morir a Aldair en unas fauces semejantes.

Al escuchar los gritos provenientes del río, Babras salió disparado hacia allí al tiempo que sacaba la nueva cadena armada.

-¿Qué horror será está vez?

Cuándo escuchó los gritos de alarma, se temió lo peor; alguna horrible criatura salida de las brumas, atacando a aquellos que habían ido a por agua.

-Un momento! - exclamó dirigiendose a sus amigos, que empezaban a moverse al lugar de donde procedían los gritos -Dejadme que os eche la bendición de Hala antes de entrar en combate!

Se dirigió hasta ellos y esperó a que todos aquellos que iban a prestar ayuda, estuviesen al alcance de su oración.

Aunque Onfale no acompañó a los valerosos hombres a por agua le parecía una iniciativa estupenda. Así podría lavarse, pues las jornadas de marcha acababan siendo agotadoras. El mago llevaba una capa nueva y, adornando su frente, una sencilla diadema que el recogía el pelo hacia atrás de manera exquisita. Mientras esperaba que trajeran el agua aprovechó para memorizar los conjuros ayudado de su bolsita de esencias. Era una ardua tarea ya que, al haber aprendido algunos de ellos de Alice, debía inventarse una forma de memorizarlos. La forma de hacer magia de la maga, a la que no estaba acostumbrado, le parecía burda y falta de la más mínima semejanza con las tradiciones que él profesaba. Por supuesto ésto no se lo dijo a la maga, con la que cada vez hablaba menos, a no ser que le interesara algo claro, después de los dos intentos de asesinato.

Cuando escuchó el revuelo montado en el campamento salió corriendo hacia sus compañeros. Se reunió con el enano y  Leiath la cual había decidido de nuevo solicitar la ayuda de la paciente Hala. 

- ¿Qué está pasando?- Preguntó el perfumista a la vez que descolgaba la ballesta cargada de su espalda y esperaba impaciente la bendición sobre su cabeza. Sentía a Perezoso revolverse bajo la ropa, y pensó si no hubiera sido mejor que se quedara siendo un estoque. Se preguntó por donde andaría Fosco ahora.

Y Fosco se sentó lejos viendo como un monstruo salía del río y se liaba a bocaos con los aldeanos. Pues no pienso acercarme. Ni tú tampoco. cogió a su perro y se alejó montado de la criatura...

El guerrero se dispuso a salir a enfrentarse a la nueva amenaza, pero viendo como la clériga empezaba a recitar su conjuro, esperó a que lo lanzase para ir a ayudar a Flame.

Alice estaba cerca de Trompicon, vigilando que ninguno de los campesinos hambrientos se lanzaran sobre su preciado caballo. Lo de ir a buscar agua es una escusa para poder robarme el caballo. Pensaba retorcidamente la maga. Cuando escucho el grito, se dispuso presta a ayudar. Pero antes de entrar en combate se acerco a la bruja y preparo su fiel ballesta, con la cual por poco, mata al mago en dos ocasiones.

Al ver salir del agua la inmensa criatura me quedé un segundo petrificado que aprovechó el tiburón para devorar de un bocado a uno de los refugiados. No le dí más tiempo para que volviese a atacar.

Sacando las dagas rápidamente de sus fundas las lancé con precisión a la cabeza del escualo y traté de llamar su atención para que dejase en paz al estúpido mediano que nos había tratado tan mal poco tiempo antes.

- ¡Eh bicho! !Métete conmigo si tienes lo que hace falta!.