Partida Rol por web

-Le ha pasado lo mismo que a usted, sargento. Los negros se volvieron locos y empezaron a atacarle como si fueran caníbales. Hemos tenido que abatir a algunos. Los demás están un poco más adelante. Hay una... una extraña cámara con una enorme puerta. Los nativos dicen que tras ella está la muerte.

—¿Y los demás oficiales?

Mientras hablaba se acercó al herido intentando valorar sus posibilidades de sobrevivir. Le hizo una seña al soldado que le había acompañado en la anterior cacería:

—Heinker: ayude a Stephanson y lleven a ese hombre a la enfermería. Intenten vendar sus heridas y suminístrenle morfina para soportar sus heridas. Los demás conmigo.

Se detuvo un momento ante el teniente Bauer:

—¿Entiendo que los demás oficiales han traspasado esa misteriosa puerta? Acudiremos en su ayuda.

Había dejado libre de su carga al teniente pero no tenía el rango necesario para pedirle que le ayudase. Si quería volver a la seguridad del campamento que lo hiciese.

-No sé qué ha sido de los demás. El capitán me ordenó que llevara a este hombre a la enfermería. Pero tiene usted razón, sargento. Hemos de ir a ayudar a los demás.

Bauer se giró de nuevo en dirección a la misteriosa cámara, sacando de nuevo su pistola de la cartuchera.

-Permanezcan atentos. Es posible que vuelvan a atacarnos.

Y corrió de vuelta a donde se encontraba el resto de camaradas.

- Estoy de acuerdo. - Dijo Müller muy serio. 

No le hacía ninguna gracia ese lugar. Seguían sin tener la menor idea de que era lo que asustaba tanto a aquellos negros. Habían balbuceado algo acerca de un dios y de una montaña, pero era evidente que eso no era una leyenda que ocultaba el verdadero peligro de ese lugar. 

- Creo que sería conveniente que usáramos a uno de los negros para abrirla. - Comentó. - Recuerdan lo que le pasó a Howard Carter... - Se mantuvo pensativo. - ...fue en el veintidós, creo recordar. Si alguien tiene que quedar maldito, que sea una de esas ratas...

Fuchs no daba crédito a lo que ocurría. Grimm, quien hacía un rato había corrido hacia la jungla persiguiendo a un negro al que, según decía, había matado, volvió al campamento. «Otro menos», pensó, sacudiendo la cabeza incrédulo ante el derroche de mano de obra. Aquello era, casi literalmente, una merienda de negros.

Todos corrían hacia la trampa que probablemente les estaba tendiendo Hoffmann en el interior de esa gruta. Así pues, ese «otro menos» bien podía aplicarse también a los distintos oficiales alemanes de esa misión suicida.

Aunque los disparos habían parado momentáneamente, antes de que Grimm se internara en la cueva, sonaron dos más.

Lo mejor era seguir esperando en la tienda de Hoffmann. Antes o después, saldría de la cueva y entraría allí. O bien algún otro lo mataría en la cueva... Tanto disparo debía estar dejando una escabechina.

Mientras esperaba en la tienda de campaña de Hoffmann, su memoria volvió unos instantes antes cuando aprovechó para mandar la señal de SOS a sus compañeros Aliados. Había tenido que esperar un poco, demasiado para su gusto, pero al final recibió confirmación. Ahora solo tocaba sobrevivir hasta que llegaran.

Los minutos pasaban y no volvió a oírse ningún disparo más. Fuera, se podía oír como para tener mejor control de ellos, los soldados que habían quedado los metían en La Jaula. Los minutos siguieron pasando y por fin alguien salió de la cueva, aunque no era Hoffmann. Por las voces, eran dos soldados alemanes que, a gritos, pedían ayuda a los dos que vigilaban a los negros. Traían a un herido.

Pero, aunque lo primero que pensó Soren es que había sido una víctima de Hoffmann, pero entonces escuchó las heridas que traía. Mordiscos. Alguien lo había intentado devorar ¿Qué estaba pasando en esa cueva?

Tras las órdenes dadas, dos de los soldados se llevaron al herido y el cuarto les acompañó, todos con las armas preparadas. Por suerte, Bauer ya sabía a donde ir por lo que Grimm se dejó llevar.

No tardaron en llegar a una enorme sala circular, cuyo techo estaba a 5 metros. Era una habitación sobria, sin nada destacable en sus paredes, suelo o techo. Frente a ellos, una puerta de piedra de unos 3 metros con un símbolo incrustado en ella.

Los negros, espoleados por Hartmann, estaban intentado encontrar la forma de abrir la puerta. Algunos intentaban hacer palanca en la puerta. Había tres cadáveres de trabajadores en el suelo.

Y junto a la puerta, Hartmann con los ojos muy abiertos y jadeando, con Hoffmann y Müller cerca suyo.

En cuanto Bauer desapareció con el herido, Hartmann comenzó a dar órdenes a los negros. Entonces Hoffmann le respondió.

- Perdone capitán. Supongo que será este ambiente asfixiante y ver de lo que son capaces estos salvajes. En momentos así veo que nuestra lucha es justa. Tenemos que civilizar al mundo entero. -

Entonces la sugerencia de Müller fue bien recibida y se le permitió forzar a uno de esos negros a tocar la puerta. El desgraciado se resistió y cuando la tocó, gritó como si se quemase, pero no parecía ser algo físico sino producto del terror que la puerta parecía despertarles. Nada le había pasado realmente.

Al ver que no había forma de abrirla, se ordenó a los negros que hicieran palanca. Había que levantarla. Y mientras lo hacían, por el tuno apareció Bauer seguido del Sargento Grimm.

Cuando sus ojos se clavaron en el símbolo, sintió como si algo tirara de su cuerpo y lo llevara por todo el mundo. Comenzó a ver infinitas imágenes de bocas mordiendo carne. Dientes, carne, sangre, bocas tragando. Cuerpos por todos lados y sobre esa montaña, él. Triunfante. Y en su mano, el símbolo grabado.

Cuando recobró el sentido, estaba excitado y jadeando violentamente.

Cuando ves llegar a Buaer y Grimm, te das cuenta una vez más de que Soren no está por ahí ¿Dónde se ha metido esa rata? Esa actitud, unida a tu desconocimiento sobre él te pone enfermo. Pareces un fracasado. Fracasado. FRACASADO.

Los negros estaban siendo incapaces de abrir esa maldita puerta. Mientras la miro sufro una pequeña desvariacion, la falta de oxigeno habria afectado a mi cerebro. Pasaron cosas por mi cabeza pero no las tuve muy en cuenta, habia que ayudar al régimen.

Vamos malditas ratas, abrid esa puerta. No tenemos todo el día. Necesitamos entrar en el interior y ver que hay tras ella. 

¿Mordiscos? Aquello rompió todos los esquemas de Fuchs. Además, los soldados alemanes parecían estar aún vivos. Quizá Hoffmann todavía no había empezado matanza alguna y los disparos habían sido un intento por aplacar una sublevación de los negros. De ser así, entonces quizá Hoffmann no saldría con ánimo beligerante de la cueva. No aún.

Al recalcular sus opciones, Fuchs decidió que en tal caso no sería mala idea seguir investigando al resto de oficiales. Quizá los demás guardaban secretos no menos interesantes, aunque a estas alturas era altamente improbable, viendo que las órdenes habían sido matarlos a todos. Pero tenía que saber.

Sin guardar su pistola por lo que pudiera ocurrir, cruzó rápidamente a la tienda de enfrente, la de Müller, y empezó a buscar allí también algún documento comprometedor.

En todo momento, Fuchs mantenía el oído atento por si llegaban novedades de la cueva.

- Malditos negros... - Murmuró Müller al ver su inoperancia.

Ciertamente entendía a Bauer cuando había abierto fuego de forma indiscriminada contra aquellos infraseres. No obstante, debían mantener la calma. Al final trabajaban por un bien mayor, el del Tercer Reich y si acababan con la mano de obra, iban a tenerlo más complicado para llevar a cabo su tarea de financiar al régimen. Debían mantener la calma, aunque dadas las circunstancias, parecía una tarea realmente complicada.

- ¿Dónde está Fuchs? - Preguntó de pronto. - Ese teniente escurridizo... - Dijo con cierta inquina. - Debería... debería estar aquí. - Comentó más para si mismo que para el resto.

Se acercó al principio del túnel mientras los negros trataban de hacer palanca para abrir aquella pesada puerta. Quería ver donde estaba ese tal Soren. Le carcomía por dentro que se estuviera escaqueando de tal manera y sobre todo, porqué no le conocía y no se acababa de fiar de él. La incertidumbre le estaba matando y se sentía como un fracasado.

-¡Señor! El soldado ya ha sido llevado a enfermería, señor -sin embargo, algo que había dicho Müller despertó sus sospechas- ¿Quiere que vaya a buscar a Fuchs, señor?

Bauer, si vaya a  buscarlo, va ayudar a estos negros a abrir la puerta, así aprenderá a no escabullirse de las tareas. LLevo todo el día sin verlo, seguro que está en sus aposentos descansando. Asi que si traigalo ipso facto y que se ponga con esta escoria a abrir la puerta. No admito que diga un no por respuesta. Rapido.

La verdad que Fuchs llevaba todo el dia sin aparecer, asi que al menos ahora que hiciera algo de provecho. Si no tenia bastante con esta escoria de seres autoctonos, encima para tener tambien algun vago entre los mios.

-De acuerdo, señor. Enseguida, señor.

El teniente realizó un forma saludo con el brazo alzado antes de salir corriendo al exterior de la mina en busca del díscolo oficial.