Partida Rol por web

La señal era inequívoca. El hangar se había abierto, iniciándose la descompresión momentánea, lo cual había quedado registrado en el ordenador. Sin embargo, tan pronto lo detectasteis, la luz dejó de parpadear. Eso hizo que todos os volvieseis hacia la maldita luz, esperando que apareciera algo en la pantalla que os indicase que había sido un error o algo por el estilo.

-Bueno, puede haber sido un error. A veces pasa -comentó Michelle, encogiéndose de hombros y volviendo a pilotar la nave según el rumbo esperado -. Haré los cálculos para que la nave llegue a la colonia de manera autónoma. Necesito una media hora o así, antes de meternos en los tubos.

Jeremiah miró a los demás.

-Media hora es tiempo más que suficiente para comprobar ese hangar, aunque no deja de ser raro lo de la puerta. Que yo recuerde, nunca había pasado.

La duda sobrevolaba por el puente, pero ni él ni sus dos compañeros de nave, parecían muy dispuestos a preocuparse de más.

- ¿Tenemos un polizón? - Preguntó McFadden. - Puede que todavía no hayamos eliminado a todos los falsos Clarks... - Comentó en un susurro casi imperceptible. Entonces levantó la cabeza. - Como han dicho mis compañeros... Vamos a necesitar armas. - Surgió. - Más pronto que tarde de hecho. No creo que esa alarma hay sido un fallo...

- Un error mis calcetines -dijo John, aunque la palabra que usó fue un poco más fuerte. No sé si se enteraron, pero en las últimas 24 horas esta es la tercera nave en la que estamos. ¿Adivinen lo que pasó con las otras dos? Dejen, no hace falta adivinar, lo que pasó es que esos jodidos alienígenas que asesinaron a su capitán y a la mitad de mi tripulación se las ingeniaron para hacer su casa a ambas naves. Aún creyendo en las casualidades, creo que las circunstancias ameritan una maldita inspección, y no una cualquiera, una bien a fondo, con lanzallamas de ser posible. Ahora, ¿tenemos armas a mano? Y otra cosa, acuartelarnos aquí no será solución de nada, ya lo intentamos en el puente de la otra nave y sólo consiguió traernos dolores de cabeza, en el sentido más literal de la palabra, y dispersión. Así que tratemos este serio problema por lo que es, y vamos a tirar esos condenados contenedores al espacio como primera medida.

John y Jeremiah se miraron el uno al otro.

-Las únicas armas que hay están en el hangar. Estas las cogimos para ir a por vosotros, así que si algo ha entrado... está junto a nuestras únicas defensa. De todas maneras, no entiendo eso de los falsos Clarks. ¿De qué coño habláis? 

Y por supuesto, cuando dijisteis de lanzar los contenedores, alzó el arma.

-De eso nada. Esos contenedores suponen un dineral en créditos. Se quedan. Y si hay algo que haya subido, lo echaremos por donde haya venido.

- Esos seres pueden adoptar una apariencia a su elección... - Trató de explicar McFadden. - No se como lo hacen. No se si se meten en el cuerpo de uno o que cojones se inventan, pero si quisieran podrían replicarte a ti mismo y que aquí ahora mismo, hubiera otro John igualito a ti, pero con ganas de comerte, eso si... - Meneó la cabeza. - Si os negáis a deshaceros de los contenedores, creo que estamos perdidos. Más nos vale tener una cuarta o quinta nada, si es que queréis volver a casa o ver a vuestras familias de nuevo.

Roger estaba resignado a tener que volver a luchar por su vida una vez más. El asunto realmente se complicaba, pues a medida que pasaba el tiempo y que el cargamento seguía abordo, menos eran las probabilidades de supervivencia, pero era la nave de esas gente y ellos tenían las armas, por lo que básicamente iban a tener que aguantarse al menos hasta que comprobaran el peligro con sus propios ojos.

La repentina aparición de la alarma, que indicaba que se había abierto la compuerta exterior, y su posterior apagado hicieron que me volviera a pensar lo de ir al hangar. Ahora sí que no me movía de aquí, que fuera la Doble J y el zumbao.

-"Está claro que algo ha entrado en la nave, muy probablemente alguna de esas cosas. Yo soy ingeniero y por lo que veo, no hay ninguno más aquí, así que sin mi, estáis todos jodidos. Tened por seguro, que se va a repetir lo mismo que en las anteriores naves. Yo sé identificar a esas cosas y si me dejáis trastear con vuestro ordenador, puedo ser de gran ayuda aquí. Lo primero es que todo el mundo vuelva al puente y nos armemos como podamos. Luego, si me dais el control del ordenador central, miraré mediante los sensores de calor y de movimiento dónde se encuentran todas las personas o bichos. Esas criaturas serán detectadas y el ordenador las marcará con un marcador azul, apagado, ya que no emiten calor; nosotros en rojo. ¿Habéis entendido?"

Michelle continuaba haciendo correcciones, pero tuvo tiempo para volverse hacia los demás.

-Eh, si hay una manera de detectar lo que sea, pues hacedlo de una maldita vez, porque yo estoy terminando los cálculos y no me gustaría echarme a dormir sabiendo que alguien va a abrir la cápsula y acabar conmigo. 

Acto seguido, abrió el comunicador.

-Capitán, creo que debería subir al puente. Tenemos un pequeño problema.

Michelle esperó en silencio unos segundos la respuesta de Evangeline, pero al ver que no respondía.

-¿Capitán?

Al ver que no había respuesta, miró a los demás, extrañada.

- Y ahora viene cuando uno dice un rotundo: te lo dije... - Comentó McFadden. - ¿No tenemos armas, verdad? - Miró a Stamets. - Paul, haz tu magia... - Le dijo al ingeniero. - Necesitamos saber donde están los que no deberían estar y... - Miró de reojo a Michelle. - Aunque hayan muerto todos... - Inspiro hondo. - Seguiremos viendo el calor que irradian sus cuerpos inmóviles, ¿verdad Stamets?

Necesitaba un arma, aunque fuera un arma improvisada, ya fuera una barra de hierro, un cuchillo de caza, una cafetera o un bazoca. Allí se iba a armar la marimorena en breve y necesitaba estar preparado. Sus tácticas de combate a cuerpo a cuerpo y sin armas eran refinadas, pero aún así, no podía competir con aquellos seres tentaculares y plagados de afilados colmillos.

John se dirigió a los dos hombres armados.

- Vamos a buscar a vuestra capitana y después a buscar más armas. Teniendo en cuenta las nuevas circunstancias, Stamets, quédate aquí y haz lo que dijiste, creo que Hate también será más útil en el puente. McFadden, ¿Vamos?

- Vamos... - Confirmó McFadden, aunque no se iría sin antes agarrar un buen arma.

De nuevo los hombres de acción tendrían que solventar el problema y es que si les hubieran hecho caso desde el principio, otro gallo hubiera cantado.

—Muy bien señorita, debería asignarnos un puesto en su mesa de control para buscar a nuestros bichos, tenemos que prepararnos para lo peor. — Intentó descifras la mirada de la piloto, no tenían ni idea de a que se enfrentaban o tal vez si.— ¿podemos sellar la zona del puente? Y también sería interesante localizar conductos de ventilación y cualquier otra entrada por donde puedan pasar esas cosas.

Me fui a la consola central y empecé a trastear con el ordenador.

McFadden encontró finalmente algo que utilizar, una especie de pequeño soplete que se usaba para la soldadura de cables. Después, salió con Smith, John y Jeremiah en dirección al hangar de carga. Mientras tanto, Paul y Rook se acercaron a los controles y se unieron a Michelle, que estaba terminando de configurar el rumbo.

Eran dos equipos con funciones diferentes, pero cada uno de vosotros estaba más que cansado de tener que luchar por sus vidas, más allá de sobrevivir a una mierda de viaje espacial o a una hibernación.

A Michelle no le hizo mucha gracia que Rook se acercase y Paul comenzara a tocar botones. Aquella era su nave y ella sabía lo que debía hacer, cuándo y cómo. Pero... no parecía que tuviese opción. No obstante, no era precisamente de las que se quedaban calladas.

-A ver, tío. Yo no soy secretaria de nadie. Ahí tienes el asiento y los controles están delante. Si quieres reconfigurar los sensores ya puedes empezar, pero yo estoy ocupada y no tengo tiempo de enseñar el oficio a un novato. Y lo mismo te digo a ti, ricura -le soltó a Paul -. Procura tocar lo justo y necesario, ni más ni menos. No me pareces precisamente de los que sabe que hacer con una mujer.

Así que al final, todo recaería en vosotros, os gustara o no.

John lideraba el grupo que se encaminaba hacia el hangar de carga, seguido de cerca por Smith, McFadden y cerrando la fila, Jeremiah. Conocían la nave palmo a palmo y toda aquella chorrada de bichos y monstruos no era algo fácil de creer. Pero sí que eran de los de más vale prevenir que curar, así que allá fueron, sobre todo después de haber perdido el contacto con Evangeline. No es que su áspera nueva capitán les encantara, pero estaba bien tener a alguien que asumiese decisiones y no tenían demasiadas ganas de sustituirla.

Cuando llegaron al hangar, todo estaba en silencio, la atmósfera presurizada y el lugar, a oscuras. 

-Eh, capitana. ¿Está usted ahí? -gritó John, sin recibir, por supuesto, ninguna respuesta. Acto seguido, se volvió hacia los demás -. Tenía que intentarlo.

John accionó las luces pero estas no parecían funcionar.

-Mierda. Debe haberse producido una sobrecarga. Suele ocurrir cuando se produce una despresurización.

—Lo tendré en cuenta, para la próxima no pediré permiso.—dijo sonriendo, todo lo que tenía de guapa lo tenía de malhumorada.—Espero que las hormonas alteradas no atraiga con mayor rapidez a los bichos.

Vio que Stamets estaba intentando controlar el ordenador central y sin perder tiempo se dedico a configurar la seguridad de aquel lugar, bloqueó las puertas de forma que solo se abrieran desde el interior del puente y buscó cualquier entrada escondida dentro de los sistemas mecánicos de la nave.

- ¿No tenemos una maldita linterna? - Preguntó McFadden. - Ya... Eso sería demasiada suerte... - Afirmó sin esperar a la respuesta. 

Alzó entonces el soplete preparado para abrasar cualquier cosa que se abalanzase sobre él. 

 - No os fieis de nadie. Ni de la capitán. - Advirtió.