Partida Rol por web

Es que no iban a tener paz. Las calamidades no se cansaban de aparecer una tras otra, como las olas cuando te estás ahogando y quieres salir a tomar aire. Aquella sirena hizo que todos se volvieran un poco locos, pero John todavía tenía algo de claridad, o al menos eso creía. También podía ser que finalmente había perdido la cordura.

- ¡Esperen! Stamets, ¿no habías visto dos signos de alienigenas en el hangar? Si eso es así, todavía queda uno. Y aún si no fuera así, pueden haber más en los malditos contenedores, y será la siesta mas larga que podamos imaginar. No, tenemos que asegurarnos. O detenemos esa cuenta regresiva o nos ponemos los trajes y vamos a tirar los putos contenedores al espacio.

McFadden se detuvo, Smith tenía razón. No podía ser tan fácil. Había que soltar el maldito cargamento y enviarlo con el resto de los de su especie. 

- Tiene razón... - Dijo McFadden. - Intentemos soltar el cargamento y luego le daremos al maldito botón otra vez... - Resopló. En una de aquellas podía acabarse su suerte. Miró entonces a Stamets. - ¿Puedes detener la cuenta? ¿Donde está la morenaza? 

Y mientras preguntaba comenzó a intentar desenganchar el cargamento. Tenían que enviarlo bien lejos de allí.

El azar hizo que nuestros pasos nos llevaran al hangar. ¡SURPRISE!

Mientras miraba con odio al rubio guaperas, miré alrededor hasta conseguir ver los trajes. Una vez detectados, me fui velozmente a ponerme uno de ellos, con casco y todo. Elegí uno de color fucsia clarito, que me gustaba como me quedaba, aunque me tiraba un poco de la sisa. Mientras me lo ponía contesté al capitán y a McFadden.

-"Sí, había dos de esas criaturas aquí, en el hangar. La cuenta es la que tengo pendiente contigo, pero sí, puedo conseguir entrar en el ordenador y volver a conectar los soportes vitales. Me pondré el traje y volveré al puente a arreglar todo este desaguisado. Ustedes deberían de ponerse los trajes también; me parece que no aguantarán mucho sin ellos."

- ¡Primero hay que deshacerse de la carga! - Gritó McFadden. - ¡Llévate el traje y haz lo que te he dicho! - Le ordenó a Stamets. - ¡Debemos ir todos a una o pereceremos! ¡No tenemos tiempo!

—Pareces una señorita histérica—Dijo a MacFadden— Aquí nadie quiere morir y me atrevería a decir que la mayoría no quiere que vuelvas a abrir la compuerta sin el más mínimo cuidado. Podemos deshacernos de la carga de forma segura. Si conseguimos restaurar el funcionamiento normal de la nave podremos abrir el hangar desde el puente.

Al igual que Stamets, Rook se colocó un traje y miró a su alrededor buscando un asidero, no estaba seguro de que sus palabra hubiesen hecho efecto en su compañero y no quería perderse en el vacío.

Harto ya del rubito guaperas, hice oídos sordos a lo que me decía. Al parecer, ya mandaba más que el capitán... Por lo menos Hate tuvo la decencia de contestarle, porque yo seguí a lo mío, poniéndome el traje lo más rápido que podía. Smith, callado, miraba enfrente. Quedaba poco tiempo para que la nave entrara en fase de hibernación, así que no iba a perder ni un minuto más en el hangar. Nada más que me coloqué el casco y activé el soporte vital del mismo, me dirigí hacia el puente sin mirar atrás. Si McFadden quería tirar la carga sin ponerse el traje, se iba a encontrar con que no había oxígeno dentro ni fuera de la nave, así que lo más probable es que muriera. Él y todos los que no se pusieran un traje. Yo ya había avisado, y el que avisa no es un traidor.

-"Voy al puente."

John fue a ponerse el traje, que lo primero era lo primero, y luego se dirigió tras Stamets hacia el puente, si podían detener la cuenta regresiva ya les daría tiempo para tirar cargamento y aliens.

- McFadden, tranquilizate, ve por las armas del Hangar, vigila que no haya otro bicho suelto.

McFadden estaba fastidiado. Ya se había tenido que enfrentar demasiadas veces a esos bichos alienígenas sin demasiada colaboración, bajo su punto de vista, por el resto de componentes de la tripulación. Había puesto su vida en peligro las suficientes veces como para saber que si seguían tentando a la suerte, al final algo saldría realmente mal, y aún así sus compañeros, si es que podían considerarse de tal manera, le reprochaban su nerviosismo. ¿Cómo no iba a estar nervioso?

- Está bien... - Resopló. - Lo haremos a vuestra manera... - Fue a colocarse uno de los trajes espaciales. - Luego a por las armas y acto seguido, el cargamento a tomar por culo... ¿Bien?

La tripulación de la Greta se puso en marcha sin perder tiempo, al son que marcaba la sirena y la voz de la computadora. No estaban coordinados, pero era evidente que las prisas eran las mismas.

Cuando Paul, Smith y Rook llegaron al puente, con los trajes puestos, McFadden se había puesto el suyo y cogido las armas, y aún tenía que soltar los precintos de seguridad de los contenedores y salir del hangar para poder expulsarlos.

-¡Atención! ¡Quedan dos minutos para entrar en modo hibernación! ¡La nave reducirá la temperatura y los niveles de oxígeno en tres minutos! ¡A toda la tripulación, diríjase a las cápsulas de hibernación!

Una vez armado y enfundado en un traje espacial, McFadden se dirigió al cargamento y se propuso soltarlo. El tiempo jugaba en su contra y cada vez más. Aquella voz le ponía muy nervioso y puede que no lograra concentrarse lo suficiente. Si no lograba soltar el cargamento por las buenas, lo haría por las malas con un cuchillo. Lo importante era soltar aquello y rápido y acto seguido enviarlo al frio espacio.

- ¡Vamos joder, vamos! - Se alentaba a si mismo.

Cuando llegaron al puente, John se hizo a un lado, dejando a Stamets que haga su magia tranquilo, incluso tal vez Hate pudiera ayudarlo. Él se enfocó en vigilar que nadie (o particularmente "nada") entrara por el pasillo a matarlos. Se acercó hasta la puerta para poder vigilar el pasillo con más atención, aunque atento a que el ingeniero requiriese alguna ayuda.

Miro un par de veces hacia atrás, asegurándose de que ninguno de esos bichos le diera una sorpresa. Durante los pocos minutos que tardaron en llegar al puente solo tuvo en la cabeza un par de cosa: las armas, y la necesidad que tenía McFadden de abrir hangares y compuertas. Esas dos cosas, si confluían, podría terminar en la peor de las situaciones; una nave llena de bichos contentos por no haber un arma en todo el lugar que pudiera matarlos.

—¡¡Mierda!!— Tenía que quitarse esos malos pensamientos de la cabeza, se dirigió al panel de control y como hizo antes intentó entrar de nuevo en el sistema.

Llegamos al puente y me puse manos a la obra. No iba a ser sencillo, pero había que ponerse manos a la obra. Lo primero, anular la orden de hibernación, lo segundo, volver a activar los soportes vitales, y lo tercero, volver a configurar los sensores para tener localizados a los hombres y a los bichos.

-"Por cierto capitán. Supongo que si salimos de esta, despedirá a ese loco, ¿no? Ha matado a Tristán y ha querido hacer lo mismo con nosotros un montón de veces, si contamos los disparos y el abrir las compuertas repetidamente."

Le miré un momento a la cara, para acto seguido volver la vista a la pantalla.

-"¡Ah! Otra cosa, ¿dónde están los dos superhombres de ébano, la Doble J? ¿Y qué pasó en el hangar?"

McFadden soltó la carga y se dirigió con rapidez hacia fuera del hangar. Ahora solo debía pulsar el condenado botón de descompresión, dar unos segundos y volver a cerrarlo. Iba a ser muy justo.

Porque mientras batallaba contra la nave, los demás lo hacían contra la computadora. Ni Rook ni Paul habían conseguido contrarrestar la maldita computadora y la cuenta atrás, proseguía.

-¡Atención! ¡Queda un minuto y treinta segundos para entrar en modo hibernación! ¡La nave reducirá la temperatura y los niveles de oxígeno en tres minutos! ¡A toda la tripulación, diríjase a las cápsulas de hibernación!

Y entonces se agarró con fuerza y le dio al maldito botón. Agotado como estaba, la fuerza de succión provocó que se soltara de su agarre y se precipitara hacia el vacío del espacio helado. Ahora que tenía tan cerca la salvación, su cuerpo había dicho basta haciendo una cosa qua ya había hecho con éxito en diferentes ocasiones. 

- ¡Mieeeeerdaaaaaa! - Gritó más contrariado que asustado, pues no tuvo tiempo a lo segundo.