Partida Rol por web

El desguace espacial no era solo el lugar al que se llevaban las naves para ser destruidas. Aquel pequeño y extraño lugar en el espacio, estaba fuertemente vigilado, pero si podías entrar, por ejemplo, engañando momentáneamente la barrera lumínica que lo rodeaba, y que al ser interrumpida daba la alarma, disponías del mejor sitio para hacer negocios.

Como tantas otras veces, habíais comprado el código de anulación de la barrera y entrado para confundiros con los escombros de otras naves, algo que no resultaba especialmente complicado, dado que el aspecto de la Greta dejaba a veces bastante que desear... salvo para los ojos de vuestro capitán. Ofender de alguna manera a la nave que os llevaba, era poco menos que un sacrilegio castigado con la más horrible de las torturas: iros a la cama sin cenar.

En cualquier caso, allí era en donde habíais quedado con otro de vuestros "compañeros de negocios" habituales, la Aktuh & Melota, que bajo el mando del Capitán Clark, iba a entregaros una mercancía que debíais llevar a no sabíais qué lugar, pero que os reportaría enormes beneficios.

Así que allí estabais, en vuestra propia nave, esperando a que se ensamblara el transbordador que llevaba la mercancía, a vuestro hangar de carga, y a cobrar vuestra suntuosa recompensa.

Estabais todos en el hangar, preparados para lo que fuese necesario, porque aunque Clark era un tío de fiar, esa palabra en el argot de los contrabandistas valía menos que un vaso de agua en el mundo océano de Lysse.

Con un ruido que retumbó a través de toda la nave, oísteis como el transbordador se unía a la Greta, y segundos más tarde, la puerta se abría, dejando entrar al capitán Clark y su "honorable" tripulación.

Clark abrió la puerta y entró en la bodega de la Greta como siempre, con una mano cerca de la culata de su arma y la otra preparada para estrechar la de Smith. Le gustaba aquel cabrón, pero sabía que no podía fiarse de él más de que de su propia abuela. Seguramente por eso, había acabado entregando a su abuela para cobrar la recompensa que pedían por ella... pero aquella era otra historia.

En cuanto la puerta se abrió, una enorme sonrisa inundó su rostro.

A su espalda, tres de sus hombres empezaron a entrar la mercancía, varias cajas que contenían a saber qué mierda, pero que a él no le interesaban en absoluto; lo único que quería era entregarla, pagar y marcharse. Él era solo un intermediario.

-¡¡Eh, Smith!! ¿Cómo te trata el espacio? Cada día más viejo, ¿eh? -le dijo a modo de saludo, cerrando el espacio que había entre ambos y alargando su mano para estrechar la suya; camaradería, siempre, hasta que hubiese que pensar en uno mismo y olvidarse de todos -. ¿Y qué tal va tu tripulación? No sé cómo os atrevéis todavía a viajar con este perdedor. Gemma, ¿seguro que no quieres unirte a mí? Te aseguro que tendrías unas condiciones laborales inigualables.

Desde que se conocían, había intentado hacerse con aquella "tostadora" que estaba condenadamente buena, pero por algún motivo, siempre se había negado. Dudaba que Smith, con aquel don de gentes que tenía, resultase más interesante que él, aunque por supuesto, no iba a comprobarlo. Pero por intentarlo, que no quedara.

A pesar del comportamiento que mostraba el Capitán Clark, no confiaba en él. Siempre había pensado que aquellas actitudes de confianza entre mi capitán y él, no eran verdaderas, y cada vez que tenían un negocio entre manos, notaba como su comportamiento se volvía más desconfiado y nervioso.

Permanecí detrás de mi capitán, en silencio, hasta que se dirigieron a mí. Entonces le respondí al Capitán Clark, tal y como me indicaba mi programación que debía hacer, siempre que no hubiese nada que me lo impidiese o interrumpiese mi programa de cortesía. Por otro lado, no comprendía todos los matices incluidos en el idioma, y que acompañaban a sus palabras. Aquella sonrisa y aquella frase, no podían ser tenidas en cuenta de manera separada, y el tono que utilizaba me decía que había mucho más de lo que podía inferirse literalmente.

Pero no era capaz de comprenderlo.

Así que mi respuesta se limitó a lo que sí podía comprender.

-Unirme a usted no está en mi programación, Capitán Clark. Las condiciones que pueda ofrecerme son irrelevantes. Mi sitio estará siempre junto al capitán John Smith -le respondí sin mostrar emociones, puesto que no había ninguna, sino únicamente una sola respuesta en base a toda la información disponible.

No le gustaba Clark y tampoco su tripulación. Eran contrabandistas y no se podía fiar uno de ellos. En esos momentos él también lo era, pero no por gusto, sino por necesidad. Al fin y al cabo, su objetivo era sobrevivir y cumplir la sanción que le impedía regresar al ejército, para tratar de regresar al mismo y cumplir con su destino. Ya estaba contando los días, un año, tres meses y doce días. Eso era lo que le quedaba ligado al Greta y a Smith.

No dijo nada. No era a él a quien le tocaba hablar. De hecho, él era el menos indicado, pues al fin y al cabo, era un mero soldado, el último en llegar a la tripulación de hecho. Estaba allí para proteger a la tripulación, al capitán y a la mercancía y para poco más. No odiaba su nuevo trabajo. Al menos podía llevar armas y era lejanamente parecido al que realizaba en el ejército. Ser soldado se le daba bien. Era lo único que sabía hacer.

Y entonces Clark comenzó a lanzar la caña. ¿No se daba cuenta de que estaba hablando con un montón de chips? Gemma no era un robot sexual. De hecho, no creía que tuviera en su programación la opción de simular un coito y posiblemente no tuviera ni coño. Seguía sin entender como había humanos que todavía miraban a esos trastos con deseo. Si, estaba buena, pero no era real, no era una mujer y desde luego, no se podía mantener una relación sexual con ella, no estaba diseñada para eso. O eso creía al menos Roger. Tampoco la conocía tanto.

Miró al capitán. Era quien debía tomar la iniciativa. Él estaría atento a cualquier movimiento sospechoso y reaccionaría rápido para tratar de aplacar cualquier acción violenta de los piratas de Clark contra Smith, su tripulación o la nave. Ese era su cometido y lo sabía hacer bien. Eso lo tenía claro.

Greta suspiró a través de los purificadores de aire mientras amortiguaba su descenso en la plataforma de aterrizaje. Había sido un viaje agotador para ella y John lo sabía. Palmeó uno de los paneles de metal del pasillo mientras se acercaba a la puerta por donde ingresarían sus visitas. Había dejado al gato en su camarote. Era un espécimen del doble del tamaño de uno normal, no tenía nombre. Lo llamaba Gato, Campeón, Amigo, Bola de Pelos, y a veces Engendro. No le daba mucho cariño pero la comida le sobraba al maldito. Suerte tenía de no tener que encontrarse con esa calaña. Podría aprender de sus modales.

El viaje había sido como todos los viajes. Espacio interminable por donde lo vieras, la vista fija en los monitores y la misma rutina de siempre. Alguna charla intrascendente, pero no mucho más. Después de todo, así le gustaba. Por eso los había reclutado a ellos y no a otros. Bueno, tenía sus razones para cada uno, pero le gustaba que fueran así. Le gustaba, por ejemplo, tener a Mc Fadden a sus espaldas. Era evidente que el muchacho no se sentía tan a gusto en una compañía como aquella, pero cumpliría con su tarea, era fiable. Lo mismo podía decir para el resto, al menos hasta ese momento. A John le gustaba asegurarse la lealtad con dos cosas: Respeto y equidad. A veces era duro, pero era justo, y lo principal era lo segundo: El botín se dividía a partes iguales. Incluso para él. Se separaba lo necesario para el mantenimiento de Greta, la única privilegiada, y lo restante se dividía por igual entre todos. Era vital confiar en quien te cuidaba la espalda, en quien debía curarte, en quien estaba detrás de los mandos, y por supuesto, quien se ocupaba de tener a Greta en condiciones, y recuperar lo necesario de los botines. Por ahora funcionaba.

Y luego estaba Gemma. John se hallaba en una disyuntiva con ella. Por momentos probaba su utilidad con creces, y por otros quería dejarla flotando en el espacio. Y no era que fuera mala ni que fallara en sus funciones, nunca lo había hecho. De hecho era condenadamente eficiente. No, el problema era que era demasiado eficiente. Algo en su funcionalidad lo exasperaba a veces. Sería que no confiaba del todo en los androides, o que lo ponía nervioso que fuera tan atractiva. Como fuera, a veces eludía su contacto.

Sus botas resonaron en la plancha de metal que hacía las veces de pasillo. Esta vez había dejado a criterio de cada uno si deseaban participar del encuentro en el hangar o no. 

Respondió al saludo de Clark con una saludable desconfianza, pero con una falsa sonrisa amistosa, como era costumbre entre ellos. Eso le gustaba. Ambos sabían que no podían confiar el uno del otro, y ese entendimiento funcionaba para ellos.

- Que tal, Clark. Tú si que eres un niño, eh, me da envidia esa voz saludable que te da ese tabaco rejuvenecedor -respondió con una sonrisa en su boca y una mirada penetrante que decía lo contrario. Mi tripulación ya sabes, mira la alegría que tienen por acompañarme -acompañó con un gesto de la mano a quienes estaban con él, sin ver si realmente demostraban esa emoción o la diametralmente opuesta. Daba igual.

A la que si miró fue a Gemma. No supo bien como reaccionar, como cuando una chica que estaba demasiado buena utilizaba sus dotes de seducción en un vejete millonario.

- Gracias Gemma. Y miró a Clark, encogiéndose de hombros, como diciendo "lo intentaste". 

Esperó unos momentos para ver si alguien más de su tripulación tenía algo para decir, y fue al grano.

- Bueno, ¿y qué tienes para mi? ¿Quieres sentarte a tomar algo, o tienes prisa?

Habíamos llegado al desguace espacial para recoger la nueva mercancía, que según el capitán, nos reportaría pingües beneficios. De eso no estaba muy seguro. No es que desconfiara del capitán, pero no creía que nos hiciéramos millonarios, y más, cuando casi todo el beneficio se iba en comprar piezas de recambio para la maldita nave. Era más vieja que la chancleta de un tal Jesucristo, según un proverbio de La Tierra. Llevaba como nombre Greta, el cuál me parecía muy arcaico, perfecto para la nave.

En unos minutos, la nave Aktuh & Melota, bajo el mando del capitán Clark, se acoplaría a la nuestra para traspasarnos la mercancía. Ya habíamos hecho más de un trato con ellos y, aunque no eran de fiar, eran uno de nuestros mejores clientes. De seguro que este encargo no sería el último que hiciéramos conjuntamente. El capitán no había dado datos sobre qué tipo de mercancía se trataba, ni dónde teníamos que llevarla. Esa información solo la sabía él y como mucho el señor Rook "Ojoquedamiedo" Hate, que era el navegante. A los demás, ni nos interesaba ni era necesario que lo supiéramos.

Estaba en la sala de ingeniería, junto al otro ingeniero de la nave: Tristán. Un nombre un tanto peculiar. En la antigüedad, había un afamado libro de caballería, que tenía como protagonista a un joven cuyo nombre era el mismo. Una historia que leí en mis tiempos adolescentes y no me disgustó. Ahora compartía nave, trabajo y camarote (quién sabe si en un futuro no muy lejano, también la litera), con este tipo, cuyo nombre me traía nostálgicos recuerdos de mi edad temprana. No era muy agraciado, pero me caía bien, y eso era un punto a su favor. De momento, nos las apañábamos bien trabajando juntos y no habíamos discutido todavía. Nunca había trabajado en equipo en una nave, porque solo había un ingeniero: yo. Pero en la Greta esto era diferente, aquí había dos gallos para un solo corral. Por mi parte, no había problema en compartir la llave inglesa de vez en cuando.

Una señal, unida al estruendo que retumbó a través de toda la nave, nos avisó de que la Aktuh & Melota había atracado. Yo no pensaba acercarme por la bodega de carga ni loco. La última vez que estuve al lado del capitán para recibir la carga, hubo más de una burla hacia mi persona y pasé un mal rato, aunque no se me notara. Me dijeron que perdía aceite, que me molaba la carne, y que por las noches les comía a todos el rabo. Yo solté que era vegetariano y que no comía rabos, a lo que me soltaron que entonces les comía a todos el nabo. Esos malditos tenían mil frases para joderme, ¡y no iba a aguantarlo más! El capitán me dijo que la próxima vez, podía elegir no asistir. Y era lo que iba a hacer, no asistir al intercambio.

Miré a Tristán, tan diferente de esos salvajes.

-"¡Oye! Yo no voy a asistir, ya sabes por qué. Si no te importa, recuérdale al capitán que no se olvide de comprar las piezas que le dijimos que nos hacían falta. En este vertedero seguro que las tienen y sabes tan bien como yo que nos harán falta en breve. Suerte con esos miserables."

Seguí a lo mío, limpiando y ensamblando unas piezas que habíamos apañado con el resto de otras, para reutilizarlas en los filtros del aire.

Podía percibir los nervios de toda la tripulación a flor de piel, como en cada encuentro clandestino. Así era la vida en el espacio, cada minuto uno fingía que todo estaba controlado, alimentando entre todos la sensación de falsa seguridad, cuando en realidad, cualquiera sabía que un remache saltaba por los aires y de repente todo se iba a tomar por culo.

Y si no era un remache, era un resto de basura espacial, o un imbécil con una pistola, y una mierda todo controlado, estaban allí de pura casualidad, estaban vivos de pura casualidad, como todo lo que ocurría en el universo, ocurría contra todo pronóstico, y, aun así, allí estaban.

No tenía claro de que iba aquel encuentro, algo de mercancía, traer y llevar, lo de siempre, suponía, pero el tal Clark no era de esos tipos con los que uno se encuentra sin mirarse una ultima vez al espejo, por si fuera la última. Harry solía quedarse al margen de estas reuniones, no haría una excepción esta vez. Su papel empezaba cuando la cosa se relajaba, y había alguna posibilidad de intercambiar “suministros médicos” con otras tripulaciones. Este encuentro no tenía pinta de llegar a esa fase relajada.

Mientras el capitán se encontraba con Clark, Harry aprovechaba para hacer inventario de su material, y de paso, tomarse algún estimulante para contrarrestar los efectos de su coctel del buen viaje tranquilo y feliz, con el que superaba el tedio de los periodos de inactividad. Pura rutina.

Era satisfactorio ver que el día iba a ser fructífero antes de terminar. La mayor parte de la rutina diaria la habían dedicado a preparar el terreno para llegar hasta allí y obtener beneficios. En el caso de los integrantes de la Greta, los beneficios eran económicos y no muy legales, pero eso no importaba; había que ganarse la vida de alguna forma y a ellos le tocó la parte menos bonita del trabajo.

No habían tenido problemas en llegar al destino, el desguace era un lugar conocido para ellos, sabían que iban a encontrar allí; mucha basura espacial y la Aktuh & Melota. No tenia ni idea que les traía el capitán Clark, pero esperaba que la negociación no se alargara demasiado, las transacciones entre contrabandista podían complicarse, y si esto sucedía el trato no terminaría bien.

Oculto entre las sombras del hangar Rook observaba atento la demostración de poder entre los integrantes de ambas naves. Toda la tripulación asistía a la entrega de la mercancías, se había convertido en un ritual de apoyo al capitán, y también era una de las pocas ocasiones en las que podían ver caras nuevas. No es que Rook quisiera ver las caras de un puñado de tipos desquiciados por vivir en una nave en medio del vacío espacial, es más, se hubiese quedado con mucho gusto en el puente de mando, pero sabía que una tripulación unida trabajaba mejor, por lo que se obligó a asistir a la cita del hangar. Escuchó atentamente la conversación; sabía que el capitán no necesitaba ayuda, así que se dedicó a observar las cajas, que en ese momento se apilaban en el suelo de la bodega de carga, sin perder detalle de los movimientos de todos los que se encontraban allí. Solo apareció una ligera sonrisa en su cara al escuchar el desplante de Gemma, a veces le sacaba de quicio pero no había sido así en esta ocasión. Más bien era otra cosa la que le estaba molestando, se había percatado de que no toda la tripulación estaba en el hangar.

Como era de esperar, Clark reaccionó con una sonora carcajada a lo dicho por Gema, y cuando Smith le respondió haciendo referencia a su grave voz, juntó los labios, fingiendo sorpresa e incluso haciéndose el herido.

-Guau, Smith. Creo que eso me ha dolido -le dijo, palpándose el corazón. A continuación se separó la camiseta, como simulando que estaba buscándolo y después, se encogió de hombros al comprobar que no había nada que encontrar -. No, creo que no.

Aquella tripulación era fiel a un hombre que a su entender, era un idealista encubierto. Seguía pensando que algún día el universo le devolvería todo cuanto le había quitado. No se daba cuenta, o no quería darse cuenta, de que allí solo primaba la ley del más fuerte y que todo lo demás, eran tonterías para niños que miraban las estrellas a través de sus gigantescos telescopios pero que jamás navegarían entre ellas.

Smith debía haberse quedado en casa, mirando el cielo de lejos, porque aquel era un lugar solo para hombres de verdad... o mujeres que merecieran la pena.

-Está bien, vayamos al asunto. Aquí está el cargamento y la mitad del pago. La otra mitad, a la entrega. Sin preguntas, sin dudas, sin problemas, sin nada de nada que no sea entregarlo en el plazo estipulado -os dijo, entregándole a Smith una tarjeta. Ahora solo había que cogerla e introducirla en el lector electrónico para comprobar si efectivamente, estaban los diez mil créditos que os correspondían -. Son seis contenedores que deben ser entregadas en la colonia LV-426, que creo que está a unos diez meses de distancia.

Clark miró a izquierda y derecha, y dio un paso atrás.

-Y ahora, si no necesitáis nada más, mi gente y yo nos marchamos. Como intermediario he cumplido mi parte. No es que no me apetezca tomarme nada contigo, pero ya sabes, tengo cosas que hace aquí y allá y no quiero que mi reputación se manche por pasar demasiado tiempo con vosotros.

Clark guiñó un ojo mientras mostraba os apuntaba con el dedo índice y después, miró a sus hombres.

-Larguémonos de este vertedero.

La Greta reaccionó al ensamblaje de la nave de Clark como un joven que todavía fuera virgen. Estaba claro que aquella nave, su nave, que dependía tanto de él como de su compañero, se sostenía poco más o menos que con alambres y chicle, y no era precisamente chicle de los que no se despegaban, sino de los que caían duros como piedras y limpios como una sábana recién lavada.

A Stamets no le interesaba meterse en problemas, sino mostrar su mejor cara e ir ganando puntos con Tristán, mientras se olvidaba del resto del mundo. 

Observó a Tristán mientras se alejaba hacia el hangar, disfrutando en silencio de aquel contoneo, esperando demostrar que era bueno en su trabajo, mejor que muchos otros. Aún ignoraba lo que el capitán Smith opinaba de él, pero estaba claro que para sacarle dos palabras había que resultar más amenazador que un dentista, y puede que aún ni con esas.

Pero seguiría intentándolo, arreglando desperfectos, asegurándose de que la nave continuaba en funcionamiento e incluso si podía, mejorando alguna que otra cosilla.

Las manos del "doctor" eran casi milagrosas, pero a veces incluso se pasaba en su propia "medicación". Era habitual que se quedase babeando en cualquier esquina durante horas, descubriendo que en realidad había estado más de diecinueve y menos de veinte completamente perdido en sí mismo, y despertándose con un reguero de saliva pegado a su rostro.

En realidad, la vida en el espacio era más aburrida que la vida sexual de un santo devoto, por lo que tenía que buscarse su propia manera de escapar a aquella realidad tediosa y olvidada de todo, y allí, en su pequeño rincón, disponía de todo lo necesario.

Aquella era una nave que viajaba a ninguna parte y que tenía como tripulación a un auténtico grupo de inadaptados. Era el mejor destino posible para alguien que si bien se consideraba leal y honesto, tampoco es que fuese un auténtico líder. No, allí podía quedarse tranquilamente en la segunda o tercera fila, mientras su mente viajaba entre diferentes dimensiones y su cuerpo descansaba y se mantenía siempre alerta... por lo que pudiera pasar.

Creo que la he hecho bien. Porque Ingeniería va con los MD de Conocimiento, ¿verdad? Como tengo 0, pues nada. Pero pusiste que si se hacen tiradas de tu profesión se le suma +2, ¿correcto? He puesto ese +2, pero si no es así, no lo cuentes y réstalo de la tirada. Dificultad, la media, que es 8+. Espero no empezar pifiando, que viendo las tiradas que tengo últimamente...

Una duda. Creo que metí la pata en varios párrafos de mi anterior post. Aquí, aquí y aquí:

-Estaba en la sala de ingeniería, junto al otro ingeniero de la nave: Tristán. (Lo mismo quiere empezar en otro lado)

-El capitán me dijo que la próxima vez, podía elegir no asistir. (Me lo saqué de la chistera)

-Si no te importa, recuérdale al capitán que no se olvide de comprar las piezas que le dijimos que nos hacían falta. (Me lo saqué de la chistera)

Pues me salió así, no me di cuenta, pero debería de haberle consultado antes a los implicados o a ti, ¿verdad? Si lo ves necesario, rectifico post, no hay problema.

Saludossss

No bajé de inmediato a la reunión del capitán con Clark, y si asistí momentos después fue por mera obligación de hacer bulto. Parece que en esos momentos de contacto era importante el número de personas que estuvieran a la vista, aunque nunca entendí del todo el por qué. Era una transacción comercial ya pactada ¿no?. Ninguna parte debería tener motivo para intentar nada raro, pero supongo que todo formaba parte de la liturgia del cacareo. Smith y Clark interpretaban el mismo papel en la misma obra de teatro, y visto así hasta tenía su gracia. ¿El problema?:

Que los ingenieros ya teníamos nuestro papel detrás de los focos, muy poco tiempo para ejecutarlo y si no lo hacíamos bien la obra se terminaba con un baile de cuerpos congelados flotando dentro de una nave a la deriva. 

Terminé de revisar el circuito de ventilación, atornillando de nuevo la placa a la base metálica. El tornillo estaba oxidado. Debía tenerlo en cuenta para cambiarlo, pero creo que podía aguantar un poco más. La gestión de los tornillos siempre era delicada en la GRETA, nunca sobraban, aunque nadie excepto Paul lo comprendiera. 

"¡Oye! Yo no voy a asistir, ya sabes por qué. Si no te importa, recuérdale al capitán que no se olvide de comprar las piezas que le dijimos que nos hacían falta. En este vertedero seguro que las tienen y sabes tan bien como yo que nos harán falta en breve. Suerte con esos miserables."

Lo entendía perfectamente. Asentí mientras me erguía y le hice un gesto con el pulgar. 

- Lo sé Paul, ya bajo yo. ¿Conseguiremos esta vez un recambio del purificador y un par de placas de Bungard?. Je, ya estaríamos de suerte si nos compran 10 o 12 conectores MOLED que se conserven medio decentes. Crucemos los dedos. 

Abandoné la sala de máquinas dejando allí a Stamets. La última vez que asistió a una reunión como la de hoy se montó un circo en torno suyo y yo también prefería que aquello no se repitiera. Me costó dos días poder dormir dándole vueltas a como podía caber tanto hijo de puta en tan poco espacio, pero era lo que había. A Paul, Gemma y a mí nos tocaba hacer piña para sobrevivir a esto. 

Llegué tarde a la sala de carga, pero por el camino me dio tiempo a percibir que el montacargas hacía un ruido que no debería. Otra cosa más a la lista. Una vez allí observé los últimos coletazos de la conversación en silencio y con las manos cogidas por la espalda, con cierto nerviosismo. Clark estaba haciendo el paripé haciendo muecas y tocándose el pecho. 

- C-capitán, tengo aquí una li-lista de piezas que necesitamos con urgencia. 

Cuando oí a mi señor capitán darme las gracias, supe que estaba actuando como debía. Algo en mi interior me envió el inequívoco mensaje de que estaba funcionando, no solo dentro de los parámetros normales que me indicaba mi programación, sino superando lo esperado.

Miré a Smith y formé una sonrisa como había visto que hacían los humanos. No sabía si lo había hecho bien, pero eso esperaba.

De todas maneras, no podía distraerme, no ahora, porque no confiaba en aquel Clark. Era una "rata traicionera", como solían decir los humanos, así que me preparé para lo que pudiera suceder, y me encontré de repente observando aquel extraño comportamiento. El capitán Clark... se marchaba. ¿Se marchaba? ¿Por qué? ¿Acaso había algún peligro? Cada vez que se había encontrado con nosotros, se había quedado a tomar algo.

Extraño.

Incliné ligeramente la cabeza hacia un lado, un gesto automático que detectaba cuando ya lo había realizado, y mantuve la vista fija en la escena, a la espera de la reacción de mi capitán.

- Pues nada, transacción realizada. - Pensó McFadden. 

No había tenido que intervenir y era mejor así. Que no hubiera problemas era lo que tocaba, aunque lo cierto era que esperaba un poco más de información por parte de Clark. 

Sabían que tenían que llevar seis contendores a allá colonia LV-426 y poco más. No sabían que contenían aquellos contendores, ni quién era su contacto en la colonia, ni nada. Podía ser sin embargo que su capitán tuvieran más detalles. De hecho, le extrañaría que no fuera así. 

Tendría que conformarse. La negociación estaba hecha y él no tenía porqué abrir la boca. No era su cometido. Su función allí era de seguridad y de momento no había señales de peligro inminente, aunque estaba claro que una vez llegasen a la colonia, las cosas podían ponerse feas de nuevo.