Partida Rol por web

Despiertas en una habitación iluminada por un foco intermitente. Estas recostada sobre una camilla con sabanas teñidas de gris y beige por el polvo. Las paredes se ven gastadas también. No se aprecian muchas cosas en el lugar, salvo un espejo opacado también por el polvo, y una puerta metálica sin rendijas, además de una televisión en una de las esquinas superiores del lugar.

Te sientes mareada y confundida, notas el hormigueo típico que da en las piernas cuando se te duermen, pero en todo tu cuerpo. Luego, un fuerte dolor de cabeza te invade, como si de la peor resaca de tu vida se tratase.

Te sientas en la cama, pero al moverte sientes un extraño peso alrededor de tu cuello. Tienes una especie de aparatoso collar sobre los hombros, y la parte superior del pecho y la espalda. Solo puedes notar unos pequeños paquetes conectados a cables. Te sientes nerviosa, te acercas al espejo y compruebas que no hay forma de quitarte el collar con las manos, e incluso notas unas cuatro lucesitas que parpadean débilmente.

La situación es muy similar a una que has vivido hace tiempo, a un día en especifico, un día en el que tu vida cambio.

Eras una exitosa abogada quien era conocida por ganar cuanto caso se le ponía en frente, usando cualquier medio que fuese necesario, el fin justifica los medios, ¿no? 

Pero aquel "sistema" que disponías implicaba agraviar a otros para tu propio beneficio, utilizando a las personas como meras herramientas o peones para tus necesidades. Y eso a alguien no le gusto.

Salías tarde de la oficina la noche en que la que te interceptaron y te dieron un fuerte golpe en la cabeza, el cual te dejo inconsciente de forma inmediata. No sabes cuantas horas pasaron antes de despertar en lo que parecía una gran bodega amueblada para parecer un salón de justicia. Te encontrabas sobre lo que parecía una gran balanza, dentro de una jaula. Mareada, miraste a un lado y viste un cofre al otro lado del mecanismo.

Lo llamaste, pero el no parecía escucharte, se encontraba sin conciencia también, ibas a gritar cuando una pantalla de televisor se encendió frente a ti, y te dejo escuchar su mensaje:

"Hola Samantha. Quiero jugar a un juego"

"Has usado tus herramientas como abogada para servir a tu propio beneficio. El deseo de fama te hizo querer algo mucho más allá que una profesional reconocida. Has utilizado el sistema de mala forma. Son personas como tú las que ensucian el sistema judicial, por abogadas como tú el inocente no se siente seguro. Pero ahora serás jueza de ti misma, y tu vida depende de los sacrificios que estés dispuesta a hacer. El resultado obtenido si fallas la prueba es: Tu muerte."

Aquella frase te hizo entrar en pánico. Nunca habías tenido tanto miedo en tu vida, pero el mensaje no terminaba ahí.

"Junto a ti hay una palanca, la que accionara la balanza la que te encuentras. En el otro extremo, hay un cofre en el que encuentran todos los libros de leyes que desafiaste, todos los contratos fraudulentos, y todos los expedientes que has arruinado a lo largo de tu carrera. Aquellos documentos tienen exactamente el doble de peso que tu. En el centro de la balanza se encuentra un lanzallamas que quemara al objeto mas liviano. Para poder superar el peso, junto a ti se encuentra que al accionarla dejara caer trozos de vidrio sobre tu cuerpo, y sobre la jaula que te contiene. Entre el vidrio también se esconde la llave que te dará la libertad. Tienes dos minutos"

"Vivir o morir Samantha, tu eliges".

No podías creer lo que escuchabas, te pusiste de píe, incrédula ante todo lo que pasaba, pero al hacerlo tiraste de un cordel atado a tu muñeca, el cual activo el mecanismo, y la cuenta a atrás.

Frente se encontraba el cronometro que daba cuenta atrás, y al verle intentaste forzar la puerta de la jaula y sus barrotes para intentar salir, e incluso meterte entre ellos, pero era imposible. Un minuto y cuarenta y cinco segundos. Miraste la palanca, desesperada al pensar que no tenías más opción que hacerlo. La accionaste y al instante cientos de pequeños y afilados trozos de vidrio cayeron hacia ti, lastimando por la presión tu piel. Atinaste a cubrir tu rostro y cabeza con tus brazos. Al terminar de caer los vidrios, el peso en tu lado de la balanza fue mayor, y esta cayo, y con ello, el lanzallamas apunto comenzaba a moverse para apuntar a otro lado. Más el rebote hizó que los vidrios comenzaran a deslizarse entre los barrotes, perdiendo peso. El lanzallamas volvía a apuntar hacia ti, y no tenías ya forma de evitar que te quemara.

La única escapatoria posible era encontrar la llave y salir, pero estaba muy enterrada en los cristales. Ya solo te quedaba poco más de un minuto. Llorabas al no ver salida, pero en un impulso de coraje barrías con tus brazos capaz y capaz de vidrio, lastimando la piel de tu antebrazo y tus manos, cortándote con cada intento de conseguir tu libertad. Movías las piernas y estas eran igual de lastimadas, ya de por sí con la caída se incrustaron en los músculos de las extremidades inferiores, causando mas heridas, mas dolor. Al limpiar tus lagrimas, tu rostro se llenaba de sangre, pero te mantenías firme, querías salir. Apenas sentía otra cosa que no fuera dolor y miedo, hasta que el vidrio llego a la altura de tus rodillas. Ya solo restaban menos de quince segundos, cuando entre los trozos de vidrio bañados en sangre, viste la llave. La cogiste como pudiste, y aunque las manos te temblaban conseguiste finalmente abrir la puerta, y conseguir tu libertad.

Te tiraste al suelo antes de que las llamas comenzaran a soplar. En general, ver fuego siempre ha sido algo relajante, excepto para ti en aquella situación. Tu llanto desconsolado se hacía cada vez más fuerte mientras veías el fuego, estando tirada sobre los vidrios que habías logrado barrer desde dentro de tu prisión. Te arrastraste hasta el suelo limpio, abrazándote a ti misma. Hasta que la televisión se volvió a encender. Y el muñeco que te había hablado, volvió a hacerlo.

"Toda acción conlleva una reacción, igual en medida pero en sentido opuesto. Todas nuestras acciones, más aún las negativas conllevan un peso. Un peso del cual hoy te has liberado, Samantha."

El tiempo paso, y desde aquel día entraste en terapia decidiste no hacer tu caso público ya que podría haber afectado tu imagen. Pasaron meses antes de que te recuperaras de las heridas, pero las cicatrices quedaron. 

Te convenciste a ti misma de que lo sucedido fue tu culpa, y para remediarlo quisiste volver a ejercer tu profesión de forma honesta. Quizás así se aliviaría el dolor por lo sucedido. Pero no, no iba a acabar tan fácil.

Hace un mes recibiste una llamada de un número desconocido, la voz que te saludo fue la misma que la de aquel muñeco. El miedo te paralizo y no pudiste cortar la llamada, pero lo que el te dijo te dejo boquiabierta. Te pidió ayuda para salvar a otros, al igual que te salvo a ti. Te explico los riesgos, y lo que debías hacer.

Aceptaste.

Sin embargo, cuando el te contó su plan, el salvar a otros era lo que menos te importó. Aprovecharías la oportunidad para hacerle sentir el mismo dolor que el te hizo sentir a ti. Lo marcarías con las mismas cicatrices con las que el te marco. Ahora eras tu quién quería jugar a un juego. Ahora eras tu quien le obligaría a elegir entre la vida, y la muerte.

Bueno, pues... sólo puedo decir una cosa:

Juguemos a un juego.

Sales de la habitación, y te encuentras en un pasillo lleno de personas. Todas con el mismo collar que tu, todas en la misma situación que tu. Hay por lo menos veinte personas en ese lugar, los desconoces a todos, pero entre todos reconoces a dos personas.

Primero observaste a Cristopher, y una sonrisa de medio lado se fijo en tu cara al recordar el caso en el que dejaste libre a su padre, también policía, quién fue asesinado a sangre fría en un supermercado por un hombre cuya identidad no era relevante, más si la victoria del caso, la cual te traería fama y prestigio.

Luego, una mirada fría se poso en Robinson, un viejo que era como una rata, aquel al que acudías cuando necesitabas plantar pruebas o falsas, o limpiar registros, y especialmente cuando necesitabas amedrentar a algún testigo. Su relación laboral era buena, el hacía el trabajo sucio, y tu le dabas su respectiva comisión por cada caso. Más de algún tiempo a esta parte, aquel puto viejo se ha vuelto avaricioso, y te ha estado chantajeando con la misma información que alguna vez obtuvo para ti a cambio de dinero.

Deseo acabar con la vida de Joseph. Puede que Jigsaw me haya cambiado la vida, pero desde luego con él ha hecho un trabajo patético. Y visto lo visto, con los demás también. Lo someteré a una prueba de la que no podrá salir, acompañada de la siguiente grabación. La voz habrá sido suficientemente distorsionada como para no ser reconocible ni la edad ni el sexo. Eso, o será una grabación de Loquendo.

"Hola, Joseph.

Te preguntarás qué haces atado. La respuesta es sencilla: Yo también quiero jugar a un juego.

Siempre te has vanagloriado de ser más listo que los demás, de ser capaz de sacar sus trapos sucios, aireando sus vidas como si de un juego se tratase. Hasta que tuviste tu prueba. Claro, esa prueba. Esa que cambió tu vida.

Bien, te diré una cosa. Eres el mismo gilipollas de siempre, pero ahora con complejo de mesías. Nada en ti ha cambiado. Y por eso eres mi primer objetivo.

Sé que tienes compañeros. Ustedes, los secuaces de Jigsaw, se creen los salvadores. Pues les diré una cosa. Sé quiénes son, los cuatro. Y estoy enfadado.

Yo también fui salvado. Y no estoy contento con el precio que tuve que pagar. He venido a cobrar mi venganza.

Les daré una oportunidad. Desvelen sus identidades en público, y sométanse al juicio de todos, y no les haré nada.

Vivir o morir, ustedes deciden."

En cuanto tengo un rato a solas, acudo a mi habitación. Busco con la mirada alguna cámara que me esté observando, y hablo directamente y con voz segura.

- ¿Lo sabes, verdad? - pregunto de manera directa.

La respuesta no tardo en llegar, la televisión se enciende, más no hay muñeco, ni sonido, simplemente una palabra mostrada en la pantalla, letras blancas en un fondo negro.

"SI"

Asiento con la cabeza, decidiendo si estoy realmente jodida, o todavía no ha llegado el momento. Entonces pienso en algo. El cabrón... el cabrón es listo, de eso no hay duda.

- ¿Lo sabías cuando me llamaste?

El "SI" de la pantalla se borra, pero se aprecia como un nuevo mensaje empieza a escribirse:

"Se más de ti, que ti misma"

Durante unos instantes me quedo confusa, sin saber si eso debería herir mi orgullo o más bien considerar que está equivocado. Aún estoy pensando en ello cuando hago mi siguiente pregunta.

- ¿Acaso no te importa que los mate?

"¿Te importa a ti matarlos?"

Medito durante unos instantes la respuesta, pero es algo que tengo claro desde que acepté venir. Incluso insegura como me sentía al principio, tenía claro lo que debía hacer.

- No. - respondo - Es necesario. Joseph era un sádico, disfrutaba matando. Les doy la opción de darse a conocer y someterse al juicio. Como todos. Si no desean vivir lo suficiente como para enfrentarse a ellos, es que no merecen hacerlo.

"Si sobrevives hasta el final, te daré lo que quieres"

No puedo evitar levantar una ceja, escéptica, ante su última afirmación. ¿Realmente tiene idea de lo que más me gustaría?

- ¿Qué es lo que quiero? - pregunto, convencida de que o está equivocado, o no se atreverá a decirlo.

"A mi."

No puedo evitar una risa nerviosa ante su respuesta, un poco incrédula.

- ¿En serio me permitirías llegar a ti? ¿Sin trucos, sin pruebas, sin juegos? ¿Sin trampas? - pregunto, antes de dejar un par de segundos de silencio - ¿Por qué?