Partida Rol por web

 Tras poner en común su plan de acción, los tres iniciaron su camino de regreso al lugar donde vieron a los extraños porcinos por primera vez. Ahora con un objetivo en mente su desánimo por la muerte de Villalobos se alivió temporalmente.

Durante un buen rato recorrieron la orilla norte del lago. Mientras lo hacían, el cielo se oscureció. Los nubarrones que amenazaban el horizonte les alcanzaron al fin y empezó a caer una llovizna ligera, suave por el momento. Más al oeste sobre el bosque nubes mas oscuras producían relámpagos y el viento soplaba agitando las ramas de los árboles con fuerza, así como la hierba alta de la llanura.

Cada vez que un nuevo rayo caía, Hook levantaba la mirada levemente, y pegaba un saltito nervioso. Visiblemente se asustaba mas aún con la llegada del poderoso trueno, parándose en el camino y agachando el lomo hasta que el sonido se disipaba. Entonces, volvía corriendo a ponerse a la altura de los tres compañeros.

Al cabo de un rato llegaron hasta la rivera occidental de la laguna, donde permanecía la señalizacion con la advertencia sobre la aldea escrita en montaignense.

Al llegar, les sorprendió descubrir que la mayoría de la manada ya no estaba allí, salvo un par de especímenes de aquellos extraños animales que se habían retrasado rezongando en un pequeño barrizal a la orilla del lago.

Uno de las dos criaturas se levantó perezosamente para sacudirse el barro de encima con una serie de sacudidas, e iniciar lentamente el camino en dirección a la entrada del sendero al bosque, la misma que los naúfragos habían recorrido para llegar a la laguna desde la ya lejana playa.

El otro porcino abrió los ojos y bostezó. Hizo un amago de levantarse también, pero finalmente regresó al barro, tumbándose panza abajo. De todos modos, posiblemente siguiese a su compañero en breve.

Un nuevo relámpago cruzó el aire en poniente y el estruendo de trueno les llegó segundos mas tarde, extendiéndose sobre la verdosa llanura y la superficie de las aguas.

—Acabemos antes de que se ponga a llover —masculla un impaciente Lope mientras los tres náufragos observan a la pareja de bestias narigudas. Luego, señala hacia el inicio del sendero del bosque.— Ved: parece que el resto se fue por ahí. Quizá tengan una madriguera o algo así. Si es así y les asustamos, huirán por ahí. —Mira a sus compañeros.— No tenemos mucho tiempo. Vosotros dos debéis correr y emboscar al que ya se está yendo: cuando yo caiga sobre el otro y lo aprese, el vuestro tratará de huir. Si lo perdéis, venid raudos a ayudarme. —Sus palabras y su tono denotan experiencia y seguridad.— ¿De acuerdo, rapaces?

-Escuchando el plan de Lope veo que sabe lo que hace, supera la experiencia de un gran cazador de ratas como yo, tal vez necesite esto.- Me acerco a Lope ante de alejarme y le susurro -Toma esto, sera mas facil que lo mates, tratare de asustar el otro para que vaya a ti, no falles tienes dos brazos ;).- Con una sonrisa de un niño aprendiendo cosas que un padre normal mostraria a su descendencia, me animo y me adelanto a James para lograr alcanzar a el otro animal con aspecto de cerdo, unas vez al frente de el salto a la senda y comienzo a correr directamente a el, veo como da media vuelta y huye en la direccion de la que vino, se que James lograra terminar con esto. -Ahi va el otro.-

-Este tipo parece que sabe lo que hace -piensa James al ver las directrices que da Lope en un abrir y cerrar de ojos. Aunque en su vida no había tenido demasiadas ocasiones para la caza, él era más urbanita y marinero en el fondo, no era una cosa que le desagradase, la tensión, la espera, el momento.

La idea era que Lope cayese sobre uno de ellos y nosotros dos intentásemos emboscar al otro. Sin embargo, Armando corrió y logró que se diese la vuelta.

-Ahí va el otro- oyó James casi con sorpresa y vio como el animal venía hacia él. Sin dudarlo, con su estoque le pasó la garganta y el porcino cayó herido de muerte. Cuando James se giró vió  que el otro ya había sido abatido por Lope con gran maestría.

-Eres un genio en esto de la caza, amigo Lope, hay que reconocer cuando se ve a un maestro. Si te parece podemos poner a desangrar en alto las piezas y entretanto vamos a mirar ese fuego que tanto nos inquieta. Era el trato que teníamos y no es más que lo justo. ¿Es lo que quieres, no es así?

A James no le quedó más remedio que reconocer que Lope era bueno en esos menesteres. La opinión sobre él subió en mucho puntos, seguía pareciéndole algo obstinado, pero estaba claro que se sabía mantener por si mismo. Por otro lado, el chaval también tenía sus puntos fuertes. Había salvado a Hook una vez de gorila y ahora mostraba sus arrestos de nuevo. En cuanto a sí mismo, sabía que podía mantenerse durante un tiempo a salvo, pero mucho mejor con esa compañía. En ese momento, pensó por primera vez que quizá saliesen de allí con vida.

La caza había sido un éxito rotundo que les había dado dos buenas piezas. Lope insistió en desengrar bien los animales antes de abrirlos por el vientre para sacar sus vísceras. Se demoraron un par de horas en ello y luego los colgaron de las ramas al linde del bosque.

Para cuando acabaron la tormenta les había alcanzado por completo. El cielo se había cubierto de un manto oscuro y llovía con intensidad. Los relámpagos sacudían el cielo y Hook ladraba y daba vueltas presa de los nervios. 

En la oscuridad, la fogata al sur lucía mas que nunca.

Un Lope sudoroso y empapado por la lluvia, sentado en el suelo, observa el fruto de su trabajo y del trabajo de sus compañeros: entre unas ramas, las carcasas evisceradas de los dos narigudos. En el suelo, a cierta distancia, puede verse un gran charco de sangre. Entre la maleza, lejos, arrojadas de cualquier manera, las tripas. Les ha llevado un buen rato, pero Lope ha insistido en acabar con esto antes de ir a ninguna parte: no quiere tener que volver aquí.

—Esto atraerá a los lobos, o cosas peores —se lamenta ahora, posiblemente ya arrepintiéndose de su decisión de quedarse a cazar—. Estarán detrás nuestra. Tendremos que andar con ojo.

De vez en cuando lanza miradas hacia la aldea, como esperando ver algo. Al tiempo que habla, también observa la vegetación. Entonces, en un momento dado, se levanta y avanza hacia un par de arbolitos jóvenes, apenas más gruesos que una vara.

—Ayúdeme, Lleims —pide al avalonés, sin mirarle, concentrado en los árboles—. Vamos a cortar estos dos troncos para cargar las piezas con nosotros. —Se gira hacia Armando.— Chico: necesitamos tallos verdes, gruesos y largos. —Arranca una rama de uno de los arbolitos, arrastrando un buen trozo de fibra verde.— Algo así, ¿ves? Pero más largo. Que nos sirva de cordel.

Su tono con el muchacho es paternal, amable, pese al mal humor. Tras la fructífera caza, incluso le revolvió el pelo con una mano, para felicitar al chaval. El trato con el avalonés es de camaradería. En respuesta al elogio que James dedicó a sus dotes para la caza, Lope alabó la maestría del hombre con el estoque.

—No se os da mal manejar el acero, ¿eh? -comenta con una sonrisa cómplice, mientras se ocupaban de los arbolitos. No dice ni pregunta nada más.

James seguía entusiasmado con la profesionalidad de Lope. No se planteaba si llevarse consigo la carne iba a ser demasiado problema. Ante el cumplido que le había brindado el castellano, sonrió de medio lado y le dio un par de golpes a su estoque, algo bravucón.

-La lluvia hará que de momento por lo menos no puedan rastrear las alimañas los restos de la caza. Así que esta tormenta está de nuestra parte- seguía de excelente humor ante la perspectiva de poder echar algo al buche.

Comprendió la idea de Lope y se puso a cortar primero con su cuchillo y luego a tirar a patadas los dos arbolillos que le había señalado el comerciante anteriormente.

Mientras vio como Armando buscaba algo con qué hacer unas cuerdas. Se acordó del capillita de Juan y volvió a pensar que no estaban a salvo.

Saltando para tomar los tallos mas verdes que puedan ayudar a crear una buena cuerda, me doy cuenta que con el arpón puedo cortarlos fácilmente, me esfuerzo recogerlos rápidos para estar a la altura de ambos hombres.

Mientras el clima nos azotaba cada vez peor, me volteo hacia la fogata alla en la lejania y admira el brillo que emana de ella, casi siento el calor tocando mi rostro. -Pronto me sentiré calentito den nuevo-, levanto el rostro al cielo y abro la boca dejando caer las gotas a mi garganta. -Que rico, es mas fresca que la del rió y esta tan fría, me acerco a Lope con los tallos en mi mano. -Aqui tiene Sr. Lope escucho lo que dice James y asiento a su idea. -Al llover todos los animales buscan refugio, nunca veras una rata en la lluvia y tampoco a un gato cazándola.

The Ghost and the Darkness (soundtrack) Remingtons Death -Jerry Goldsmith

Aunque estaba oscuro debido a las nubes, no era de noche aún cuando ya habían terminado de atar los animales en la improvisada pértiga y cargar con ellos. Las rafagas de rayos iluminaban el terreno intensamente a intervalos, y la lluvia caía a raudales encharcando el suelo empapándoles a ellos.

Bajo las intensa luz de esos los relámpagos vieron algo que les produjo escalofríos; una siluetas humanoides encorvadas saliendo a lo lejos de la aldea. Los gules se veían atraídos por la sangre derramada, aún a pesar de la distancia y de la lluvia. Tal era el vínculo con la muerte de esos seres.

Sin embargo los tres compañeros ya habían terminado con los preparativos y podían poner pies en polvorosa. Además, les separaba de los engendros una ventaja de un par de kilómetros al menos.

Sin más dilación, se pusieron en marcha en dirección a la fogata. Los animales ya estaban sangrados, y ninguno de los tres estaba herido, por lo que tal vez pudieran dejar a tras a los devoradores de cadáveres entre la oscuridad y la lluvia.

Los cuatro avanzaron veloces por la llanura. La luz de la fogata se debilitaba por momentos, y hubo momentos en la que creyeron perderla de vista, pero su esperanza de un lugar cálido donde refugiarse les dio animo para reorientarse, ver la llama de nuevo a pesar de su cada vez mas menguante brillo y continuar camino.

Al cabo de un buen rato de medio caminata, medio correr, vieron a unos cien cincuenta metros frente a ellos una especie de campamento en medio de la llanura formado por varias tiendas de campaña agrupadas, tres para ser mas exactos. Una de ellas era algo más grande que las otras dos, y tenía una especie de pendón en lo alto. 

Dentro de las tiendas había luces, amortiguadas por las lonas. 

Entre las tres tiendas había una fogata ya casi extinta. Y en el exterior de las tiendas, calándose junto a los restos de la fogata, vieron dos siluetas.

El "vigia" tiene cara de pocos amigos, aunque quizás sea mas por la tarea que le ha tocado acarrear con este clima desfavorable. Lleva perilla y bigote, y es escuchimizado y larguilucho. Va embozado en un tabardo con capa sobre ropajes de una especie de uniforme de soldado campestre irregular, adecuado para un clima cálido. Se cubre la cabeza de la lluvia con un sombrero, pero eso no impide que se halla calado hasta los huesos.

Bajo la capa del tabardo se adivinan el estoque y el mosquete, el ultimo lo sostiene con ambas manos mientras otea el horizonte. A sus pies en el suelo, hay una linterna con capuchón.

El otro era un nativo. Un individuo menudo, escuchimizado, de piel arrugada y pelo canoso. Su piel estaba pintada en blanco con distintos símbolos tribales que la lluvia había difuminado.

Aquél hombre era muy anciano. Estaba en cuclillas sobre el suelo, empapándose. descalzo y casi completamente desnudo salvo por un taparrabos. Sus ojos tenían una mirada ciega.

Los compañeros podían oír la tos bronquial del anciano en la distancia, y los espasmos que este sufría cada vez que tosía, así como ver los grilletes que portaba en tobillos y muñecas unidos a una gruesa cadena.

Claramente disgustado por lo tarde que se les ha hecho, y también por la tormenta, Lope no ha dejado de murmurar insultos y maldiciones entre dientes mientras los tres náufragos atravesaban la ondulada llanura. El pánico a los gules, a los que han visto avanzar atraídos por la sangre y las vísceras que dejan atrás, ha imprimido velocidad a sus pasos. En algún momento incluso ha barajado dejar atrás la pértiga, sin llegar a decidirse, Theus sabrá por qué.

Ahora, agotado y empapado de sudor y lluvia, Lope se agazapa con sus compañeros tras una de las leves elevaciones del terreno. A unas cuantas varas de distancia, la pértiga con la carne yacía apoyada en el suelo, bajo la lluvia. Frente a ellos, no muy lejos, se veía un campamento.

—¿Esclavistas...? —murmura, más para sí que para el chico manco y el avalonés—. Puede ser, pero… ¿Sólo un esclavo? Quizá sea un prisionero... —Mira a James, la duda en su rostro. Vuelve a mirar hacia las tiendas—. Y ese pendón, ¿a qué viene? —Permanece en un pensativo silencio durante unos instantes, gruñendo quedamente por lo bajo.— Deberíamos acercarnos para ver más. Discretamente. Cada uno por un flanco. Y luego reunirnos de nuevo.

Lope mira a sus compañeros buscando confirmación antes de ponerse en marcha.

James empezó a sentirse a disgusto con el castellano por sus murmuraciones sin fin, después de la caza. A él también le incomodaba cargar con la caza pero no parecía que estuviera tan cansado como su compañero. Evidentemente, el chaval no podía ayudar. La lluvia  en la cara y la tormenta le hizo recordar los tiempos duros en el mar y casi se alegraba de poder estar en esa isla, donde estaba a salvo de la gente que le perseguía.

Al llegar al campamento, en un primer momento tenía bastante claro que se trataba de esclavistas, aunque era una forma de comercio muy perseguida, mal vistas y a todas luces en vías de extinción, a pesar de que cada uno se gana la vida como puede. En cualquier caso, eran gente de armas y eso no se puede ser peligroso siempre.

Cuando oyó las palabras de Lope, ya no lo tenía tan claro y le pareció una magnífica idea el ir con sigilo para estudiar lo que tramaba esa gente.

James asintió a la propuesta de Lope de ir cada uno por un flanco. Partió por la izquierda, con su estoque en ristre por si le descubrían y allá que fue. Miró una última vez antes de ir a los ojos al chaval y a Lope, guiñó un ojo a ambos como señal de camaradería y allá que partió.

La lluvia cae y arremete contra la isla, implacable con la naturaleza y el hombre que habita sobre ella, los espíritus se encuentran en el aire o así me pareció al ver a la distancia las sombras de los muertes moverse en busca de sangre. Los cuentos del infierno y el castigo eterno que nos contaban en la iglesia no estaban lejos de la realidad...

Lope y James ya tienen un plan. me parece perfecto solo tengo una duda. -Chicos y si dejamos la carne aquí? es mucho peso que llevar para investigar y si vienen esos monstruos estarán distraídos por esto

Y James sin dudarlo se lanzo a investigar el campamento, al ver su rostro de confianza el valor toma mi cuerpo y tomo el camino de la derecha agazapado lo mas posible.

Una vez sus compañeros han partido para estudiar el campamento, avanzando por ambos flancos, Lope se toma unos segundos antes de ponerse en marcha: es obvio que está agotado por la carrera y que es consciente de ello. En este estado, lanza un último jaculatoria al cielo y luego parte tras el chico manco, quizás porque confía en la capacidad de James de arreglárselas por sí solo, quizás por temor a que el chaval no pueda. Consciente de su estado, Lope se muestra titubeante. Esa falta de seguridad resulta ser fatal.

Lope había avanzado apenas una decena de pasos bajo la lluvia, cuando oyó una voz del vigía dirigiéndose a él:

-¡Oyes, tú!- Hablaba en Montaigne.: -¡Sí, tú! ¡Alto! ¡Alto! ¡No te muevas!- De inmediato, el individuo levantó su mosquete para apuntar en dirección a Lope.

Armando y James vieron como todo esto ocurría, a cubierto en  la oscuridad que les rodeaba.

El rostro de otro individuo asomó de la salida de una de las tiendas de campaña pequeñas, apoyado sobre sus dos manos delanteras, a cuatro patas, medio cuerpo dentro y medio fuera:

-¡Sacrebleu! ¡¿Fransuá, qué demonios pasa!?- Este también vestía un uniforme similar al del vigía. Tenía un gesto hosco y barba de un par de días.

- ¡¿Eh!?- Hizo con un gesto con el mosquete, sin dejar de apuntar a Lope con el arma de fuego, antes de responder a su compañero. -Un intruso en al noche, Guy. Este tipo no me suena de nada. ¿Y a ti?-

Sin esperar respuesta del tal Guy, el tal Fransuá se dirigió a Lope de nuevo: -A ver, usted, anciano ¿de dónde ha salido? ¿Habla mi idioma? ¿Cómo ha llegado a la isla? Como no responda pronto, le abro un agujero nuevo.-