Partida Rol por web

También había algo de murmullo de voces y movimiento de sombras en el interior de la tienda más grande. Y el nativo, aún en el suelo, miraba a Lope con curiosidad.

A la primera voz, Lope se queda quieto en el sitio, su silueta apenas iluminada por la luz de la fogata, pero visible. El viejo castellano no mira hacia donde están sus compañeros, una muestra de autocontrol, o quizás de miedo. ¿Correr u obedecer? La decisión la toma en cuestión de instantes: lentamente, se pone en pie con las manos en alto. Parece muy cansado, muy viejo… Muy inofensivo. Para sus compañeros, es evidente que está exagerando.

—¡N-no disparéis, por Theus bendito*! —exclama, aterrorizado: parece que se vaya a poner a llorar. Habla en castellano.— ¡S-sólo soy un hombre! ¡Un pobre viejo! ¡A-ayúndenme! ¡Estoy perdido!

Mientras dice esto, da unos tambaleantes pasos al frente.

-¿De donde sale este? ¿Entiendes lo que dice?-

-Ni idea. Pero suena a castellano. Algo de Theus.- Dice sin dejar a apuntar a Lope mientras este se acerca.

-¿Por qué  se acerca si le has dicho que no se moviera?-

-Porque este pobre viejo idiota no sabe Montaigne.- Duda un momento, antes de sonreír maliciosamente. -Pero da igual, odio a todos esos sucios y beatos castellanos-

Enfila su arma: -Au revoire.- Y dispara 

De algún modo, Lope se la arreglo para agacharse en el último momento y evitar el tiro por lis pelos. La expresión de incredulidad de Lope fue seguida de la carcajada del tal Guy.

-Ja, ja, ja. ¡Qué malo eres! ¿Te presto mi mosquete? Ja ja ja ja...-

El larguilucho se puso rojo de ira: -¡Cállate idiota! No te soporto.-

Una vez en el suelo, Lope deja de fingir al momento: apenas un instante después, el castellano ya corre torpemente alejándose a toda velocidad de la luz del fuego. La llanura no le ofrecerá muchas opciones, pero puede que la oscuridad de esta noche tormentosa le ayude.

Nada más esquivar el disparo, Lope comienza a correr con toda la fuerza que le permiten sus piernas. Por desgracia, no es mucha: nunca fue el bandido más rápido de la Sierra y los años no perdonan. Además, aún está muy cansado de transportar con James los animales muertos . «¡Maldición! ¡No tenía que haber hecho caso a ese par de botarates!», se maldice mientras trastabillea en la noche. No se dirige a donde dejaron la carne: si alguno de los monteñeses le persigue y descubre aquello, sabrán que no está sólo. Corre hacia la selva: teme menos la posibilidad de un mono antropófago que la certeza de un par de matarifes mostachudos. Mientras, no deja de buscar algún lugar donde esconderse y de rezar para no tropezar con nada.

Todo paso muy rapido. A Lope lo ven y lo amenazan en un idioma extraño, el brillo del arma al disparar antes de escuchar el resonar del mosquete, me causa un terror natural y como las ratas me escondi en el suelo, lejos de la vista de todos. Escucho a alguien correr, al levantarme sutilmente, veo como Lope corre con todas sus fuerzas y se aleja de aqui.

-Que hago? a donde ira? corro con el? y si me disparan-? Con pensamientos de cobarde decido quedarme quieto eh inmovil, si huyo y hago ruido, podrian dispararme.

James vio como Lope era descubierto y tenía la breve conversación con los del campamento antes de oir el estampido del mosquete montaignes. Ese estampido que tan familiar le había sido en su vida pasada. El combate no era algo que aterrorizase a James, pero la situación tampoco es que fuese plato de gusto. Sin embargo, aunque pirata, nobleza obliga, y ese tipo había disparado contra Lope y no podía irse de rositas.

Agarró su cuchillo arrojadizo, lo besó mientras pensaba en su cabeza -Joder, joder, joder...

Se levantó, apuntó al tal Fransuá y se lo lanzó. Esperó nada más que lo justo para ver si lo había alcanzado y se tiró al suelo escondido de nuevo lo más rápido que pudo.

Lope salía corriendo de vuelta a la oscuridad como alma que lleva el diablo; el montaigne larguilucho de perilla que le había disparado, el tal Fransuá, lanzó su mosquete aún humeante al suelo y desenvainó su espada con intención de salir tras Lope.

El otro tipo mas simplón, Guy, aún a cuatro patas, se giró sacando algo del interior de la tienda de campaña al tirar de una correa a cuyo extremo se desveló otro mosquete.

Justo en ese preciso momento, James lanzó su arma alcanzando a Fransuá en la espalda. Debió clavarse hondo el cuchillo, pues al instante la sangre salió a borbotones de la boca de este, mientras abría los ojos como platos. A continuación su cuerpo caía y el brazo del sable le acompañó en un arco que alcanzó el cráneo de su compañero, el cual también cayó fulminada con media sesera abierta como un melón.

Los dos montaignenses habían caído.

-¿¡Nos atacan!?- Este montaigne con mostacho salió de la tienda más grande, seguramente atraído por el disparo, con un mosquete entre las manos. -¿¡Pero qué...!?- Se detuvo en seco al salir al ver los cuerpos de sus compañeros justo frente a las tiendas. No salía de su asombro.

-¡¡Nos atacan!!- Confirmó a gritos mirando hacia un lado y otro como loco, buscando enemigos imaginarios... o no tanto.

Otras dos figuras más siguieron al mostachudo montaigne.

Una de ellas venía justo detrás de él, saliendo de la misma tienda. Tenía un porte altivo y mirada orgullosa. Su uniforme era más elaborado que el de sus subordinados. Contempló la sangrienta escena un sólo segundo, antes de desenvainar su sable de con un relampagueante movimiento que demostraba su destreza con la espada:

-Disparad a cualquier cosa que se mueva.-

El tercero salió de otra de las tiendas pequeñas, de los ojos achinados, llevaba una espada y un cuchillo al cinto.

-¿Locualo?-

James abrió los ojos mucho y puso gesto de sorpresa al ver qué había matado a sus dos enemigos con su cuchillo, pero se concentró en seguida de nuevo al ver qué más de esos montaigneses salían al ver qué había pasado. La cosa se ponía fea.