Partida Rol por web

No veis a Lope por ningún lado.

Escondido malamente y con el corazón a punto de salírsele por la boca -por el susto, por la carrera y por la situación-, Lope puede escuchar el sonido de dos gritos ahogados. Proceden del campamento monteñés. «¿Qué demonios...?». Su experiencia de bandolero le pide que no lo haga, pero la curiosidad le puede: con mucho cuidado, asoma ligeramente la cabeza para ver qué ha ocurrido. La distancia, la lluvia y la oscuridad no le permiten ver bien, pero sabe que aquellos dos bultos en el suelo son cuerpos humanos. «¿Lleim? ¿Ha sido Lleim?». También ve a los otros monteñeses: el mostachudo, el espadachín y el oficial. Un rápido vistazo le basta para decirse que quizá podría con los dos primeros, pero el oficial es harina de otro costal. Lope vuelve a esconderse. Hace años que no se ve en una así, pero el instinto no le traiciona: desempuña su cuchillo y lo agarra con firmeza. Si alguien se le acerca, ese alguien va a tener un problema.

Escucha un ruido de algo pesado caer, levanto mi cabeza sobre la espesura y ya no veo a los atacantes, pero de pronto sales 3 mas, uno se ve realmente fuerte con su sable. Tomo mi arpon y me preparo para lo peor.

Hubo unos segundos de silencio mientras los tres hombres de armas oscultaban el horizonte bajo la lluvia y los relámpagos. Calma antes de la tempestad.

Se que en comparación a James y Lope soy james son un estorbo pero hasta yo se que ni el mejor guerrero puede contra tres hombres solo, si por lo menos puede distraerlos para que James y Lope tengan una pelea entre iguales. Mi cuerpo tenia miedo y mis piernas temblaban pero mi honor como hombre había tomado la decisión por mi.

Me levanto y observo a los tres hombres distraídos, solo tengo una oportunidad para hacer esto bien, porque no tendre otro tiro. La memoria del gorila gigante llego a mi cabeza y por alguna razón hizo que el miedo se fuera. Esa bestia era peor que todo un ejercito. Shhh! tomo el arpón desde el medio y con todas mis fuerzas lo lanzo contra el hombre imponente (Andre), los otros serán un panza para James y Lope.

James se siente eufórico al ver el buen resultado de su lanzamiento de cuchillo. Coge su estoque y con un grito todo lo feroz que puede se lanza sobre el que parece el capitán de esa expedición de indeseables. Quizá si logra acabar con él, los otros dos se rindan y no haga falta seguir luchando y perdiendo sangre y vidas. Por el camino ve volar el arpón de Armando

-Buen muchacho- piensa James. Lanza la estocada contra su adversario con toda la furia de la que es capaz.

En su escondrijo, el castellano acalla su respiración agitada, prepara sus músculos y se concentra hasta lo indecible en lo que llega a sus oídos, intentando ignorar el sonido de la lluvia. «Tres soldados armados contra un espadachín, un viejo bandido y un niño manco», dibuja mentalmente. «No la situación más prometedora, Sebastián». Aunque se quite de en medio a uno de los hombres lanzando su puñal, aún quedarán en pie otros dos, probablemente incluyendo al oficial. No: no se descubrirá salvo que sea necesario. No hace nada.

El pequeño sinbrazo salió de la oscuridad arrojando su arpón contra el que parecía el cabecilla. Sorpresivamente, Armando atravesó de lado a lado el cuerpo del hombre, que cayó fulminado en el acto.

James se siente eufórico al ver el buen resultado de su lanzamiento de cuchillo. Coge su estoque y con un grito todo lo feroz que puede se lanza sobre el que parece el capitán de esa expedición de indeseables. Sin embargo, ve como el arpón de Armando, le pasa de parte a parte y cae al suelo como un fardo y se queda boqueando su último aliento.

-Buen muchacho- piensa James. Lanza la estocada contra el adversario que tenía el mosquete en la mano.

Rápido cual rayo Lawson golpeó con la empuñadura de su espada en el estómago al individuo del mosquete, el cual se dobló y cayó al suelo cual fardo poniendo los ojos en blanco. No se levantaría.

Tan veloz como una serpiente el avalonés se giró para golpear al otro que quedaba en pie, pero este interpuso su espada, pudiendo evitar por los pelos el mortífero acero de James.

James se sorprendió al ver que el otro secuaz hacía una parada con su espada. Le dio tiempo a mirarle un  momento a los ojos y comprendió que aquel hombre no manejaba la espada ni la mitad de bien que él. Acto seguido le pegó con la cazoleta en la sien para que dejase de combatir.

Viendo cómo se desenvolvió la pelea y como el capitán cayó atravesado por mi arpón, veo como James se encarga del último soldado en pie y aprovechó el momento, salgo de mi escondite corro directo a donde yase mi arma enterrada en el cuerpo de un hombre, lo tomo y observó alrededor de su campamento

Sebastián escucha: primero, un silbido en el aire, un sonido seco, un jadeo, y un cuerpo que cae al suelo; luego, entrechocar de espadas, golpes sordos, y otros dos que caen. Hace sus cálculos: tres combatientes fuera de juego. La ausencia de voces le impide saber con seguridad quién ha caído, pero ya no es la verborrea monteñesa previa. El viejo bandido se asoma tímidamente y lo descubre: ¡James y Armando están en pie y los soldados yacen en el suelo! «¿Pero con qué clase de gente me he juntado?», se pregunta nervioso. El respeto de Sebastián hacia los dos jóvenes crece tanto como su desconfianza. «Tendré que andarme con ojo».

Cuando los dos jóvenes han terminado con los soldados, el viejo mercader emerge de la oscuridad y la lluvia. Su rostro está empapado, pero en él se puede leer el asombro.

—Válgame el cielo… —se le oye decir cuando se acerca a la escena: a los pies de James y Armando yacen dos soldados inconscientes y un oficial monteñés muerto sobre un charco de sangre.— Pero... ¿De dónde habéis salido vosotros? —Por el tono, es obvio que Lope no pregunta por el escondite de sus dos compañeros.— Buscaré una cuerda para atar a esos dos.

Mientras el castellano comienza a inspeccionar las tiendas y el campamento, también busca con la vista al viejo hombre negro que vieron junto al fuego.