Partida Rol por web

La mayor de las tres hermanas Lucani presentes (faltaba una, la mayor de todas, Rosanna, a la que Orologgio conociera en su día por el nombre de "Sofía"y como supuesta cortesana) se sonrojó quizás a un más que las otras dos mas pequeñas que simplemente rieron ante las lisonjas del estudioso joven:

-Es usted un bribón.- Señaló la mayor.

-Señor. Si las "hermosas" hijas de noble sangre de Vodacce pudiésemos además de alterar el destino de los hombres y de las naciones con nuestra brujería pudiéramos manejarnos en economía y política creo que Vodacce estaría gobernado por nosotras.- Sonrió.

-Pero la verdad es mucho más simple. La gente teme la brujería de forma reverencial. Les aterramos, señor Orologgio. Pero creo que a usted no, ¿verdad?-

-Perdone. Debemos irnos. Tenemos otras obligaciones. Así que le dejo con esos "estudios" a los que nosotras estamos vetadas.-

Se despidieron y descendieron de nuevo las escaleras en dirección a algún otro punto del palacio, dejándole a solas.

Orologgio entró en la biblioteca. Esta era realmente impresionante y en ella había volúmenes de todo tipo. Con un somero vistazo ya distinguió montones de volúmenes dedicados principalmente a la economía, derecho, genealogía de las familias regentes de Vodacce, política, geografía, el arte de la guerra, historia, etc. De manera menos numerosos encontró volumenes dedicados a otras artes o ciencias como la teología o la medicina.

Las estanterías estaban alineadas a lo largo de la pared circular de la torre y bajo unas arcadas que sostenían la cúpula. En el espacio semicircular que delineaba una de las arcada sobre una estantería Orologgio distinguió un relieve sumamente reconocible. Era el símbolo del Colegio Invisible:

¿Porqué habría de temerles?  Digo, más que lo que se debe temer al poder en sí mismo.  A la gente de ciencia todo fenómeno poderoso nos da curiosidad, y este sería uno más, uno de los más importantes de mi tierra, esto es. 

Claro, la perspectiva cambia cuando uno está del otro lado de la punta de la espada, y hasta ahora, por fortuna, no lo he estado. -Pensó en Rossana, no supo porqué. 

Orologgio se despidió de las 3 jovencitas.  Pues si ustedes leyeran y gobernaran significase que Vodacce estuviera aún mejor que ahora, pues yo diría que sí, que adelante, a estudiar, yo voto por ello. Les sonrió. 

Mil millones de gracias, -les hizo una reverencia como correspondía por nobleza y por ser mujeres, y agradecido por la real deferencia que habían tenido con él- espero verlas pronto. 

Una vez en la biblioteca, tomó una larga inspiración, como si tomara en el aire la sensación de todo lo que había ahí, como quien ve una montaña majestuosa por primera vez.  Comenzó a caminar, con el eco de sus pasos como única compañía.  Era delicioso. 

Al posarse sus ojos sobre la frase de "FACTUM" su cara se abrió en sorpresa.  Luego sonrió.  Es casa.  Se acercó al símbolo, y se tomó su tiempo para buscar entre los libros de las estanterías abajo de este, luego en otros cercanos, para ver si éstos estaban marcados también por el símbolo, y cuáles eran los temas particulares que tocaban.

¿Esta biblioteca es de mi gremio?  No sabía que el príncipe o su familia estuvieran en él.  Hay cada cosa de la que uno se entera en estos lugares. -Su mente viaja de los libros a Rossana, y de Rossana a los libros, como barquero en cabotaje. 

The Vikings & The Barons - Daniel Pemberton - King Arthur Soundtrack

Empezó a rebuscar entre los diferentes volúmenes de la estantería. Todos ellos trataban diferentes palos de las ramas de la ciencia. A decir verdad eran volúmenes bastante reconocibles que trataban los de manera iniciática temas como la filosofía natural, la astronomía o las matemáticas. Reconoció bastantes de ellos como libros que había leído en su juventud al iniciarse en las ciencias.

Uno de ellos empero le llamó mucho la atención. Era el tratado sobre la circulación sanguínea pulmonar de Cook. Aquél tratado era complejo. Había sido escrito por Cook gracias a los estudios de Álvaro Arciniega sobre la luz que habían permitido el desarrollo de las lentes tanto para el estudio microscópico como para el de las estrellas. Los estudios de Arciniega había permitido a muchos otros estudiosos desarrollar las ramas de la ciencia. El Avalonés Cook llegó a ser famoso entre los médicos de Théa por este revolucionario tratado sobre la circulación sanguínea pulmonar. También era tristemente conocido por ser el primer científico al que la Inquisición ejecutó. Cook fue sacado a rastras de su casa de noche por miembros de la Inquisición y quemado vivo en la calle antes de que als fuerzas del orden de Avalon pudieran salvarlo. A consecuencia de este dramático suceso Álvaro Arciniega fundó El Colegio Invisible.

Orologgio conocía bien esa historia.

El tratado de Cook era como una biblia para el Colegio Invisible por lo que representaba. Era muy difícil de encontrar debido a los esfuerzoz de la Inquisición de quemar cualquier ejemplar de este volúmen. Para el Colegio Invisible era un símbolos, una Biblia. La piedra fundadora de su movimiento.

Orologgio extendió la mano para extraer el volumen de la estantería y al cogerlo y tirar de él, un "clik" resonó detrás de la estantería. Algo le impedia sacarlo. Descubrio que tras el lomo el volúmen tenía un brazalete metálico adherido que lo conectaba a la pared.

Una serie de mecanismos resonaron tras el muro y suavemente la estantería se deslizó a un lado desvelando una entrada secreta tras él.

Asombrado, Orologgio se asomó ligeramente al hueco recién  abierto y comprobó que tras la puerta secreta unas escaleras de piedra descendían en espiral hacia la penetrante oscuridad. De una de las paredes del pasadizo, de una alcayata mas concretamente, colgaba una elaborada lámpara de aceite apagada pero repleta de combustible. En la pared opuesta había otra alcayata gemela pero faltaba la linterna.

Una ligera brisa ascendió hasta el.  Notó el sabor salobre de la corriente de aire y el sonido del oleaje en la profundidad.

¿Una trampa?  ¿Un secreto nuestro? 

El corazón le latía acelerado, como cuando alguna luz le daba a un problema sorpresivamente.

¿Ambas cosas? 

Orologgio, cual gato de puerto, se asomó bien antes de entrar. Escuchó con atención el ruido del agua de mar que tan bien conocía, el eco que hacía, se imaginaba que podría haber abajo, y repasaba sus hipótesis contrastándolas con lo que oía, y lo que no. 

Muchas veces en la ausencia está la principal clave. 

Nada mas pasar el umbral, sobre uno de los primeros escalones de la escalera descendente Orologgio distinguió una mancha. Parecía la huella de la punta de algún tipo de calzado. La substancia que causó la huella era algún tipo de líquido que empezaba a resecarse pero aún estaba fresco. De tono rojizo.

También notó en el aire ascendente, además del regusto a sal marina, una mezcla de otros aromas (dos al menos) que le produjeron una sensación de Deja´Vú. Alcohol y perfume.

¿El líquido es sangre, o vino?  

Se agachó a examinarlo con mayor cuidado.   No quería ni interrumpir una francachela secreta de los nobles, so pena de ser descortés con su anfitrión.  Mientras que si era sangre tendría que decidir entre el actuar rápido e involucrarse en algo peligroso, o ir a avisar y perder la oportunidad de ayudar oportunamente.  Eso sería lo más difícil de decidir.

Pero primero hay que saber.  

Oteó el aire.   ¿Y este perfume?  ¿Es el de Rossanna? 

¿El alcohol, es médico o un licor?  ¿En qué me estoy metiendo?

The Alan Parsons Project - The Fall of the House of Usher: Pavane

La mancha roja del escalón tenía un ligero tono azulado. Al aproximarse notó el aroma alcohólico parecido a menta. Recordó entonces que eran los mismos sabores y colores que había detectado en su copa de vino cuando el príncipe fue envenenado. También recordó que la botella de vino de la que procedía el contenido de las copas se cayó y rompió en el suelo manchando con su contenido las botas del sirviente.

El otro perfume que surgía de la oscura profundidad era, sin duda, el de Rossanna. ¿Estaría ella en peligro? ¿O formaría parte del complot para matar a su padre? ¿Habría sido secuestrada? Una infinidad de dudas asaltaron su mente.

La pura posibilidad de que fuera Rossanna y estuviera en peligro fue suficiente para que Orologgio se decidiera bajar las escaleras.  Claro, tomó la lámpara y el combustible, sabría que hacer con ellos en un momento dado.  También fue por un atizador de chimenea o algo que le sirviera de arma improvisada. 

Bajó lo más callado posible, escuchando de nuevo a cada vuelta de la escalera.  

Rossanna, amada mía.  Revélame claves de lo que está pasando allá abajo. 

Orologgio suspiró antes de cruzar el umbral con un arma y linterna en mano. Siguió los escalones de piedra descendentes hacia la oscuridad y pronto se encontró con lápidas de piedra alineadas en las paredes. Muchas de ellas estaban deterioradas por el paso del tiempo y a pesar de ello se distinguían en su superficie antiguos nombres y epitafios grabados en la lengua del perdido imperio numano.

Cuando al rato llegó a un repecho en el que las escaleras se detenían momentáneamente cruzándose perpendicularmente con un pasillo repleto de mas nichos antes de que los escalones siguieran de nuevo descendiendo a las profundidades, Orologgio no tuvo dudas de que el arquitecto había aprovechado la preexistencia de catacumbas numanas bajo el palacio para construir su pasadizo.

Aquél pasillo repleto de nichos que se cruzaba con las escaleras posiblemente formaba parte de un complejo entramado de catacumbas subterráneas que se extendería por toda la ciudad.

Las catacumbas eran muy comunes en las ciudades vodaccias que antaño formaran parte del ya hace siglos caído imperio numano, pero solo los locos las recorrían por su peligrosidad. A veces se producían derrumbamientos; a veces los sillares se habían hundido sumergiendo secciones enteras bajo las aguas subterráneas; los criminales usaban los oscuros pasadizos para sus correrías y también existían rumores sobre criatura inhumanas que nunca salían a la luz del sol y que habitaban aquellas profundas oscuridades buscando a incautos solitarios en cuya fresca carne hincar el diente. Leyendas y supersticiones de los necios, claro.

Tras el repecho con el cruce, los escalones descendían de nuevo hasta aparentemente llegar algo más abajo a lo que Orologgio en la distancia reconoció como lo que parecía una enorme cavidad natural. Parecía haber algún tipo de luz en el fondo pues veía los reflejos de esta sobre las paredes de la caverna, que ondeaban posiblemente porque la luz se reflejaba sobre un gran superficie de agua ondulante antes de verse de nuevo reflejada en las paredes.

Junto al sonido del mar golpeando las rocas, de las profundidades cavernosas le llegó el sonido de al menos dos voces conversando entre si.

La fortuna le sonrió a Orologgio para guiar sus pasos con tiento y mesura, cual conejo que se acerca al prado a comer algo sabiendo que hay zorros a la redonda, un conejo con combustible en la mano, esto es.  

Se puso junto a una pared que impedía el ver directamente en su dirección y paró la oreja (de conejo) para escuchar la conversación.  A su vez, sus ojos recorrían los alrededores del sitio, buscando detalles que le revelaran algo más de la escena que acababa de descubrir.

—¿Y bien...? — Dijo la primera voz. La de una mujer, que no supo reconocer. 

 —Ya esta hecho...— Contestó un hombre. A este si le conocía por la voz Orologgio. Era el sirviente que les trajo la copa.  —... el príncipe ha muerto. Quiero mi oro ahora.—

—¿Seguro? Dais mucho por sentado. No son esos los informes que tengo de lo que ha ocurrido en el palacio Lucani.— Replicó la mujer.

 —No digáis sandeces. El veneno es letal y de efecto muy rápido. ¡Es imposible que haya sobrevivido! Cuando marché el Príncipe ya estaba sufriendo los efectos.— Hizo una pausa antes de mostrarse impaciente. —Me habéis hecho esperar demasiado ¡Quiero que me saquéis de aquí como prometisteis, y quiero mi oro ahora mis..!—

La mujer habló de nuevo: —Claro. Aquí tenéis vuestra recompensa.—

Se oyó entonces una detonación y Orologgio se asomó lo suficiente para ver en la oscuridad el cuerpo del sirviente con un agujero en el pecho cayendo al agua desde un pequeño embarcadero. Cerca de este el destello metálico de una pistola humeante sostenida por una figura totalmente embozada por una capa. Había también cuatro hombres armados sobre una góndola junto con la mujer embozada. —Menuda pérdida de tiempo. Volvamos al navío. — dijo ésta.

Orologgio descubrió entonces una sombra acecharle por el rabillo del ojo. Estaba saliendo de su escondrijo en uno de los nichos del pasillo, a la altuar de Orologgio. También vio el brillo de un filo metálico en las manos de la sombra.

Orologgio agarró con fuerza su daga y se volvió rápidamente para enfrentarse al asesino. La fuente de luz que portaba en la otra mano hizo que identificara a...

¡Rosanna Lucani! Estaba vestida de forma muy distinta. Con camisa blanca, pantalones y botas. Llevaba el pelo recogido en una coleta y portaba un acero en una de sus enguantadas manos.

Al ver que era Orologgio gracias a la luz de la lámpara que este portaba, Rosanna cambió su gesto a uno de sorpresa. Bajó el filo de su florete, antes amenazante, y con la otra mano se llevó un dedo a los labios, indicando silencio. Luego señaló hacia las escaleras que descendían al embarcadero subterráneo.

Esta mujer era camaleónica ¿También sabía usar una espada?

—¿Qué ha sido eso?— Se oyó de nuevo la voz de la mujer que había disparado al criado princicida —¿No habéis visto una luz ahí arriba?—

Hubo unos segundos de silencio antes de que la mujer hablara de nuevo. — ¡Hay alguien ahí! ¡Vosotros tres, subid y matadlos!—

Lo siguiente que se oyó fue el sonido de unas espadas desenvainándose y el de unas botas saltando al embarcadero.

¡Amor mío!  -lo dijo por instinto, por corazón adelantado a la mente.   Pero no había tiempo para aclarar lo inaclarable, oyó que venían hacia ellos y lanzó justo al centro de los tres que subían lo que luego en Ussura llamarían un "cocktail Molotov".  

Cuida del fuego, Rossana.  No sabía bien si era advertencia a la conflagración que iniciaba, o a la pasión que ella le despertaba, pero bueno, pues, valía para ambas situaciones.  

Los pasos de los hombres escaleras arriban era cada vez mas cercanos. Orologgio podía verlos aproximarse ahora. Eran hombres con capas, botas y sombreros negros. Cubrían sus rostros y sus manos con máscaras vodaccias blancas y con guantes también blancos.

Los filos que portaron brillaron con un reflejo dorado a la luz de la lámpara de Orologgio.

Seguro que esto así tendrá más fuerza explosiva, y daño... mm, si, ¡carajos me debo apurar!

El trapo, la estopa, bien hundidos, el alcohol comprimido, unas esquirlas a buen cuento dentro, todo apretado y ¡Orologgio prende la mecha!, le hace una señal a la bella Rossana, y se asoma para lanzarla lo mejor posible, al centro-frente de los que suben, para quemarlos, y dejar barrera de fuego para que no suban más.

Orologgio mezcló con un habilidad sobrehumana los componentes ante los asombrados ojos de Rosanna. En un periquete tenía un artilugio en sus manos. Se asomó por el recodo para ver escaleras abajo y vio que tenían a los tres hombres enascarados casi encima. 

Prendió el trapo y arrojó su artilugio hacia ellos con más o menos suerte que alcanzó de pleno a uno de ellos. Al romperse se produjo no una explosión si no una enorme llamarada que alcanzó también parcialmente al segundo. El primero se desplomó hacia atrás con el cráneo carbonizado, muerto, y la parte superior de su cuerpo humeante. El segundo estalló en llamas como un  bonzo y se movía de un lado a otro como una tea ardiente lanzando alaridos y chocando con las paredes de piedra que flanqueaban la escalera descendente. El tercero que venía por detrás se detuvo atónito y con la espada presta al ver lo que le había sucedido a sus dos compañeros.

La mujer saltó hacia adelante sobrepasando el cadáver humeante y evitando a la antorcha humana que se interponía en el camino hasta enfrentarse espada en mano al tercero de los espadachines. El ímpetu de la mujer hizo retroceder al enmascarado escaleras abajo a medida que ambos se enzarzaban en un choque de estoques hasta llegar al final de  las escaleras, el embarcadero. Esta mujer estaba loca.

Orologgio podía contemplar como más abajo la pequeña embarcación estaba ya a unos metros de distancia (y alejándose por momentos) del embarcadero donde Rosanna y el tercer espadachín se enfrentaban ahora con sus espadas, y que en la góndola viajaban el cuarto y último espadachín (remando) así como la misteriosa mujer encapuchada. 

Sin embargo, para llegar allí tendría que bajar por las escaleras pasando por encima del cadáver carbonizado y "su amigo" la antorcha humana.