Partida Rol por web

Toa Rappa se desangraba por la profunda herida causada por el montaigne. Señalaba al engendro mientras gemía y decía palabras ininteligibles.

Soldado E

El último montaigne se lanzó contra Lawson. Este era el que había perdido a Armando Bastardo de vista.

Lawson no estaba preparado para la llegada del nuevo montaigne. , pero su espada se interpuso en su camino y logró detenerle. Por desgracia, el montaigne y él estaban ahora frente al mono de dos cabezas, que les miraba como sus dos posibles futuras víctimas.

Al otro lado del gran umbral por el que el engendro había cruzado se encontraron un paisaje desolador. Los cadáveres de un montón de soldados montaigne estaban esparcidos por todas partes como muñecos rotos. La estancia parecía un polvorín, con armas de fuego y barriles pólvora por todas partes. Hasta divisaron un pequeño cañón.

Unas escaleras laterales de caracol ascendían a lo que quizás fuera un torreón y una rampa tras el umbral ascendía desde ese polvorín a lo que parecía la planta baja de un edificio de gran tamaño (parecía iluminada por luz natural exterior, al fin).

En los peldaños más bajos de las escaleras en espiral se refugiaba aterrada y temblorosa una mujer joven apuesta y de opulentas vestimentas, aunque estas estaban empapadas de sangre. Parecía tan aterrada por la criatura que ni se atrevía a escapar.

Orologgio detiene con una mano firme su hemorragia, usando sus conocimientos de anatomía para provocar que se cierre y deje de perder sangre.  Lo que ha hecho duele con esa sensación de alarma roja y sabor a herrumbre en la boca, pero aguanta pensando en su amada Rossana y la posibilidad de verla de nueva. 

Una vez pasada la primera ola de dolor mira todo a su derredor, evaluando las circunstancias y estado de todos ante aquel ser aterrador.  

¡Armando, Tuk, no salgan de donde están! Ettiene, ¡mete a Toa en uno de los huevos aquellos para que le regenere y cierre la herida!, ¡¿tu gente por donde está?! 

Mira al gorila bicéfalo.  ¿Saldrá hacia la selva como cualquier instinto animal le ordenaría?  Si si, aprovecharía Orologgio para ir al torreón por la escalinata aquella. 

¡Madame!  ¡Espere a que salga el gorila para salir de su refugio! -le grita a la dama.  Intenta ver de que reino o república es su ropa.  ¿Es montaigne?  ¿Víctima de DulMotte o su colaboradora?    ¿Su actitud que me dice sobre de qué lado está, además del del miedo?

Tras matar al soldado monteñés, y entre resoplidos, Lope ayuda a Etienne a carretar al viejo Toa Rappa tras uno de los recipientes. La sangre del anciano le mancha las manos y las ropas. En este momento, parece que vaya a decirles algo, pero de pronto los tres escuchan el reventón de la puerta, los truculentos alaridos de los monteñeses y el escalofriante doble rugido de la bestia. Al asomarse para observar, el rostro del viejo palidece: desde el lugar en el que está, poco puede ver de lo que hay más allá de las puertas, pero por su expresión es obvio que, aún con una mejor perspectiva, no habría podido apartar la vista del monstruo.

—Viejo, aguanta —gruñe a Toa en su tosco monteñés, tratando de insuflar ánimos. Orologgio grita a sus espaldas algo, pero Lope parece ignorarle. Luego, mira a Etienne.— Voy a por el chico. Tenemos que irnos de aquí.

No pierde un segundo: al instante, ya está entre los huevos ladrando el nombre de Armando. Sus ojos miran en todas direcciones, su expresión congelada es de pánico, pero también de determinación.

Sebastián está aterrorizado: se habría meado de tener en la vejiga algo que soltar. Pero quiere vivir. Está decidido. «Y el chico no merece morir aquí, joder», piensa mientras busca a Armando. También necesita a Toa: el viejo negro tiene poderes, conoce secretos, y es su único vínculo con los nativos. De sus otros dos compañeros, le dolería perder a James, pues le cae bien y, en los escasos días que llevan juntos, siente que ha surgido entre ellos una fuerte camaradería. ¡Y ha sido una gran ayuda! En cuanto al vodaccio, no le cae mal, pero apenas han tratado y parece un poco excéntrico. El caso es que, tan pronto tenga al chico, recogerá a los dos negros y tratará de escabullirse de la atención del gorila bicéfalo y escapar de allí. Pero... ¿Cuál es el mejor camino? La rampa no parece buena opción: por ahí el mono les verá sin duda e irá tras ellos. Las puertas parecen su única opción, pero... ¡Es que el monstruo está en el camino! ¿Cómo cruzarlas? ¿Y qué se encontrarán después? Sebastián reza para que encontrar tras ellas alguna vía de dimensiones reducidas por la que el mono gigante no pueda seguirles.

Ya libres de la amenaza del montaigne que había herido a Toa Rappa, el anciano chamán y Etienne miraron a Lope sin entender el significado de sus extranjeras palabras, aunque sí al parecer sus intenciones. Mientras Lope escapaba en busca de Armando Etienne ayudó al anciano Toa Rappa a incorporarse.

Luego Etienne se giró hacia Orologgio para responderle: —¿Qué...? ¿En... los huevos? ¿¡A... a... ahora!?— El negro miró hacia el engendro que acababa de entrar en la gran sala. —Ni... ni loco... monsieur! ¡Esa... cosa... nos... nos va a matar a todos! ¡Tenemos que...sa ...salir de aquí! — Meditó de nuevo antes de añadir, señalando a la rampa al otro lado del arco por el que el engendro había salido: — Creo que por ahí se va la planta baja de la villa del señor Jean Baptiste. Alrededor estará la plantación... y las cabañas de mis compañeros de tribu esclavos.—

Después dejó que el viejo le usará como apollo para andar, aunque la pesencia del engendro cerca de la salida mas cercana les amedrementaba lo suficiente como para no acercarse a ella. Duditativo, Etienne no sabía muy bien que hacer.

Los gritos de Lope llamando al chico mientras lo buscaba entre las formaciones de huevos alienígenas surtieron efecto y Armando asomó la cabeza entre las espirales de baja niebla, seguido de un bufido del perro del capitán que le acompañaba. Ambos, niño y chucho, parecían estar bien. Al verlo de nuevo, Lope aún no podía hacerse a la idea de que el chico tuviera el brazo que le faltaba completamente intacto.

El engendro miró a su alrededor, buscando nuevas víctimas, Todos fueron conscientes de las dos cabezas que dominaban la parte superior de su cuerpo, una de las testas rabiosa y rugiente, la otra en cambio atontada y con los ojos en blanco por una aparente herida sangrante a la altura del oido. No era la única herida que mostraba el monstruo, el cual contaba con múltiples heridas de bala y cortes profundos por todo el cuerpo. Su pelaje estaba carmesí tanto por su propia sangre como por la de los montaigne a los que había destrozado.

La bestia buscó con la mirada a los seres vivientes mas cercanos: Orologgio por un lado, James Lawson y el montaigne contra el que combatía hace un segundo por el otro. Sin pensárselo dos veces la criatura dirigió su furia hacia Lawson y el montaigne, que empezaron a levantar las cabezas para elevar su mirada a medida que la criatura se acercaba más a ellos:

—¡Por todos los demonios de Legión! ¡Salid de aquí, malditos! —  Gritó Lawson al resto de compañeros mientras alzaba su florete en defensa frente al engendro. El montaigne que estaba junto a Lawson se giró también hacia la criatura, no se sabía bien si para enfrentarse a ella o si el soldado no huía por estar paralizado por el miedo.

Lawson lanzó una estocada baja a las piernas del monstruo mientras se lanzaba a un lado. Se abrió un tajo a la altura del talón y la bestia rugió de dolor. El montaigne también recibió a la criatura con mirada de terror y clavando profundamente su estoque en la barriga del monstruo.

Este rugiendo de dolor lanzó un manotazo al montaigne y pudieron oir los huesos del soldado crujir antes de que su cuerpo saliera disparado hacia atrás un par de metros y caer boca arriba, muerto.

—¿¡Pero que leches os he dicho!? ... ¡QUE OS LARGUÉIS!— Gritó Lawson de nuevo. El engendro se centraba ahora en Lawson, y se había alejado de la puerta lo suficiente.

Al otro lado del arco la mujer alzó la cabeza al oir el grito de Orologgio. La mujer miró a su alrededor dándose cuenta de la situación. Se incorporó temblando y empezo a ascender las escaleras en espiral desapareciendo al subir por ellas.

Ese pirata tiene un corazón de oro aleado con hierro. -pensó el vodaccio, que antes de esto los veía sólo como un peligro en los mares para la gente de empresa y de bien. 

¡Vamos a la rampa! -dijo a sus compañeros, señaló la que estaba al otro lado del arco por el que el engendro había salido.   Rescataremos en la plantación a tu gente Etienne.  Toa, no te arriesgues. -Sabía que daba una recomendación que no sería escuchada, pero al menos quería darle la opción. 

Se volteó hacia la asustada dama, aun inseguro de sus lealtades.  ¿Quiere ayudarnos liberar esclavos? ¡Vamos! -le dijo en un montaigne hechizo de puerto.

En cuanto encuentra a Armando, Lope hace al niño mudos e histéricos gestos para que corra a reunirse con él. Una vez juntos, el viejo castellano tira del niño hasta donde se encuentran los dos negros, momento en que la mirada de Lope vuelve inevitablemente hacia el horrible monstruo, que se dirige contra James y uno de los mercenarios de Dul Motte. Quieto, sin obedecer a los gritos del avalonés, Lope parece que quiere hacer o decir algo, intervenir de alguna manera, y no sabe cómo. Sólo reacciona al ver morir al pobre diablo monteñés.

—¡Vamos, vamos! —grita a sus compañeros con frustración, haciendo gestos para que le sigan hasta la sala tras el monstruo.

Sin embargo, cuando llega a las puertas, y tras observar la estancia, Lope se detiene y se vuelve hacia Lawson y la bestia, y observa. Es obvio: no es capaz de abandonar a su compañero de infortunios. Con una blasfemia, y estremeciéndose de rabia, toma una decisión.

—¡Por las escaleras! —ordena a los demás, señalando al punto por el que se ha ido la mujer-. ¡Por ahí no podrá seguiros!* —añade—. ¡Aguante, Lleims!

Acto seguido, Lope avanza unos pasos hacia el combate, coge su florete... ¡Y lo lanza contra la espalda de la criatura!

Puede que Sebastián sea un viejo perro solitario y que haya visto morir a mucha gente por su culpa o por su mano… ¡Pero no puede dejar a James morir así! ¡No sin intentar algo! Si no fuera por el pirata, Sebastián habría muerto varias veces desde que llegó a la isla. Pero el León tiene un lado egoísta -pues no se llega a su edad siendo bandido si uno no es un poco egoísta-, y no es capaz de sacrificarse por su compañero, pero si consigue atraer la atención del monstruo hacia sí mismo, aunque sea por unos instantes, quizás James pueda esprintar hasta las escaleras y ambos puedan huir por ahí. ¡La suerte está echada!

Por desgracia la dama montaigne, fuera quien fuera, ya había subido escaleras arriba cuando Orologgio la reclamó para liberar esclavos. Toa y Etienne si atendieron en cambio la solicitud del vodaccio y, dando un rodeo para evitar al monstruo, lograron pasar bajo el arco hasta el polvorín, aunque una vez al otro lado se quedaron parados dudando entre seguir a Orologgio por la rampa o bien seguir el consejo de Lope y subir por las escaleras de caracol. El joven Armando siguiendo los consejos de Lope decidió junto con Hook el seguir a los dos nativos de cerca.

Orologgio se adelantó al cuarteto y al ascender por la rampa se encontró en una especie de gran salón ocupando la mayor parta de la planta baja de lo que sería una villa o palacete. Unos ventanales daban al exterior, así como el umbral de entrada a la villa cuyas jambas y puertas yacían en el suelo completamente hechas astillas. Más allá de los muros del edificio se veía una plantación rodeándolo con algunas toscas cabañas dispersas en ella y, más allá aún, una población formada por edificios mas elaborados. Había bastante alboroto fuera, gritos y gente corriendo de un lado a otro. Confusión, vamos. Sonaba algún disparo. Por la ventana a Orologgio le pareció ver pasar volando momentáneamente una especie de ave con cabeza humana acosando a unos negros.

Orologgio oyo una voz femenina provenir de lo alto y al buscarla vio de nuevo a la mujer asustada de las escaleras. Esta corría ahora desesperada por una balconada en la planta superior mientras gritaba en su lengua nativa: –¡Hermano! ¡Hermano!-

Mientras tanto Lope y Lawson se enfrentaban al engendro.

Lawson siguió girado alrededor de la criatura como en un baile mientras utilizaba su florete como un látigo, golpeando furiosamente y de manera rápida para mantenerlo a raya. Hubo un momento en el que el mono de dos cabezas se arrojó sobre Lawson. Este era pequeño y muy rápido; evitó a al criatura y le insertó el florete de lado a lado de la palma, atravesándola.

Al momento Lope se acercó por detrás. Su ataque se fue al traste cuando al criatura retrocedió por el dolor de su palma, que sangraba profusamente, y Lope tuvo que hacer un ataque torpe antes de apartarse para no ser pisoteado por el monstruo.

La criatura rugió y cargó de nuevo contra Lawson. esta vez se lanzó con el cuerpo entero y Lawson no tuvo modo de esquivar al el mono de dos cabezas . El simio gigante agarró a Lawson y loalzó en el aire antes de gopearlo contar el suelo varias veces hasta que solo quedó un amasijo. Lope contempló horrorizado como al criatura había pulverizado a Lawson en apenas un suspiro.

¡El polvorín!  Quizá Orologgio encontraría algo ahí que le permitiera abrir cerraduras o algo así que quedara después del ataque de los monstruos. 

Corrió hacia este, pensando en los inventos varios que se podían hacer de esas sustancias explosivas y armas de fuego.  Hizo gestos a Toa y Etienne a que lo siguieran y ayudaran a sacar cosas.  

Etienne, ¿por donde llegamos para sacar a tu gente? 

Una vez que estén, ¿por donde huiremos?   

Esto era un caos. Y el caos era bueno cuando servía de cobertura y oportunidad para escapar.

Al ver a su amigo siendo convertido en papilla por aquella monstruosidad, Lope se queda paralizado, aterrorizado, con los ojos como platos y la boca abierta en un grito sin aliento, mudo. ¡Theus guarde el alma del pirata! Aquel estado le dura tan solo el tiempo que su instinto de supervivencia toma el mando y hace que salga corriendo hacia sus cuatro compañeros.

—¡CORRED! ¡CORRED! —grita el castellano, al que parece que el corazón va a salírsele por la boca—. ¡A DONDE SEA, PERO CORRED, JODER [1]!

Diríase que ya le da igual en qué dirección, si por las estrechas escaleras o por la rampa por la que ha salido el vodaccio: él les seguirá. La cuestión es salir de allí y mantenerse unidos.

Orologgio siguió corriendo hacia la aldea-prisión a liberar a los esclavos con Etienne y Toa. 

¡Seguidme Lope!  ¡Que el sacrificio de James tenga sentido, vamos!  -el vodaccio se persignó mientras corría, rogando por el alma del pirata entre sobresaltos de su zigzagueante ruta entre los escombros.

Freedom - Django Unchained

Salieron corriendo como alma que lleva el diablo. Pronto Toa Rappa, Orologgio, Armando y Etienne (y Hook, por supuesto) estaban en el exterior, donde un caos tremendo se producía. Justo frente a ellos había una amplia plantación de diversos tipos de cultivos en el centro de la cual se alzaban unas humildes cabañas toscas. Varios negros de diversa edad y sexo pululaban por allí con vestimentas sencillas; camisas y pantalones blancos de lino y algún sombrero de paja. La mayoría de ellos corría por la plantación o buscaba refugio en las cabañas.

Por el aire y el suelo circulaban diversas criaturas extrañas persiguiéndolos, combinaciones terribles de humanos con otras especies animales. Podían verse claramente las zonas de unión de miembros y partes de cuerpo humano y animal con diversas costuras.

La villa de la que habían salido quedaba a sus espaldas y, aunque no podían alcanzar a verlo debido a que el gran edificio les interrumpía la vista, parecía que dando a la cara contraria del edificio por el que habían salido quedaba un cenagal o pantano de vegetación densa y corrupta. De todos modos ellos miraban en dirección contraria a ese pantano, hacia la plantación.

Al otro lado de la plantación había un pueblo de edificios de una sola planta en su mayoría. Casas de buena construcción, con su tejado, paredes, ventanales y encaladas para mitigar los rayos del sol ecuatorial. Por allí también corrían gentes, aunque eran blancos de pinta occidental; por sus vestimentas eran montaignes seguramente. Tenían aspecto de civiles y parecían estar huyendo en masa de las criaturas (alguno de esos engendros andaba también pululando por el pueblo). Los colonos montaigne parecían correr en la misma dirección.

Según Orologgio miraba en dirección a la plantación y al pueblo que había más allá de ella, a su izquierda se encontraba el mar. Si corriese hacia adelante en dirección al pueblo montaigne circularía paralelo a la linea de costa.

De forma similar a una decenas de metros a la derecha se encontraba una empalizada que parecía separar a la villa (el edificio del que acababan de salir), a la plantación y al pueblo montaigne del resto de la isla, refugiando el asentamiento de Noveau Paix en una franja de costa.

En el centro del pueblo montaigne había una construcción elevada pero que se encontraba carbonizada. Una antaño iglesia seguramente antes de arder hasta los cimientos. En la empalizada, a la altura del pueblo había lo que parecía una puerta que daba al resto de la isla. Estaba bien fortificada con lo que parecía dos torres de guardia de madera a los lados, una de ellas con un pequeño cañón mirando al exterior. Pero parecía que nadie ya custodiaba ese lugar.

En dirección opuesta junto a la costa pero también a la altura de la población de Noveai Paix podía verse un embarcadero, que era el lugar al que corrían en masa los ciudadanos montaigne. Justo antes de llegar al embarcadero pasaban corriendo junto a una gran construcción en forma de silo en el punto donde el embarcadero se unía a tierra. También había un curioso artefacto con manguera conectada al mar en la base de esa especie de silo.

En el embarcadero había amarrado un gran navío con bandera montaigne. Había mucho ajetreo en la cubierta del barco entre los afanados marinos del mismo y la gente histérica que intentaba subir al mismo por la pasarela para escapar de la isla.

Curiosamente, no veían ningún soldado montaigne por allí. Puede que el engendro de dos cabezas hubiese acabado con la mayoría o que los pocos que quedaban hubiesen embarcado, quién sabe.

Lope salió al exterior del edificio al poco, juntándose con el resto de compañeros. Cuando miró hacia atrás vio que el mono de dos cabezas había llegado al gran salón de la planta baja de la villa. Sin embargo, en vez de ir tras ellos por la puerta de salida el gorila empezó a escalar por el interior del edificio en busca de la balaustrada que recorría la planta superior. Unos segundos antes Lope había visto a la noble dama montaigne que corría por la balaustrada superior introducirse en una de las puertas que seguramente daban a una habitación de la planta superior de la Villa, desapareciendo por ella.

Orologgio miró con preocupación a los seres de monstruosidad alada y terrestre persiguiendo a los isleños. Tenía que reprimir su instinto de ir a ayudar sin antes tener un plan, por lo que mejor se volteó hacia Etienne y Toa.

¡¿Que hacemos? ¿Ayudamos a huir hacia el pantano?! -parecía lo más lógico, esta era su isla y la conocerían bien.

Como todo centro de esclavitud, debía haber puntos de fuerza para detener la libertad de la gente que quería escapar.  ¿Son muros o retenes?  Son las armas, seguro, pero en este caso esa fuerza ya fue removida.  -pensaba el joven ingeniero en esto como fuerzas y vectores, mientras a la vez miraba con tristeza la sangre y los miembros despedazados de los soldados montaigne.  En el fondo eran gente con familia y amigos y probablemente cursos de vida que los trajeron aquí sin demasiado tiempo de reflexiones éticas.

Al ver al simio de dos cabezas ir a por la damisela montaigne Orologgio pensó que sería irónico que estuviera enamorado de ella, o fuera el propio causante de todo esto: ¡Dul Motte!

Más monstruoso él que todo lo que aquí corre.  Tomó al paso alguna vara larga con la cual defenderse, pero el ojo puesto también a otras ferramentas por si tuvieran que abrir cerraduras o grilletes o algo similar.  

¡Vamos Etienne! ¿hacia donde? 

En la puerta principal de la gran mansión, Lope se atreve a volverse unos instantes, y así es como ve al mono monstruoso abandonar la persecución del grupo. Aquel respiro le permite recuperar el control de sí mismo, cosa que el viejo castellano aprovecha para girarse hacia sus compañeros y el caos en la colonia.

Mientras Orologgio pregunta a los negros qué hacer, Lope observa la escena. Todas las opciones son muy poco halagüeñas: si espera a que pase lo peor, puede que todos los seres humanos de la isla mueran, y entonces su suerte estará echada; si ayuda a los negros, y en el dudoso caso de que le acojan entre ellos, perderá la que puede ser la única oportunidad de volver a su país y se quedará atrapado de nuevo en aquella isla infestada de monstruos, sin garantía de sobrevivir; pero incluso si consigue embarcar, cosa ya improbable viendo la marabunta de gente, ¿qué no le harán los colonos monteñeses una vez en alta mar?

—Debemos organizar a vuestra gente —dice para todos, pero especialmente para el joven negro y Toa. No les mira: está buscando algo entre la gente—. Tenemos que agarrar todas las armas que podamos y alejarnos de aquí -declara con fatalismo.