Partida Rol por web

Cuando todo el caos empezó Tracey Mars estaba en la enfermería, junto a la sección de aislamiento de pacientes. Vio como algunos antiguos compañeros eran atacados por mutaciones del personal de la nave. Por suerte ella fue más rápida y se escondió en una de las taquillas de esa sección pudiendo ver la masacre a través de las rendijas, vio al menos cuatro de esas bestias, de esas mutaciones o "aliens" y pudo ver que se movían de una forma sobrehumana. De repente las luces se apagaron y saltaron los sistemas de seguridad con la voz femenina a la par que robótica de MADRE, la IA de la nave SELVA. Al parecer la zona Galilei, en la que estaban ahora, se había desprendido del resto de la nave y se destruiría en treinta minutos, la única salida era escapar por una de las capsulas de emergencia de la nave. A parte del sonido de alarmas y la luz roja de advertencia, no vio ni escuchó nada más. Debería andar con cuidado.

Joder, aquello había sido totalmente imprevisto hasta el punto de que si sus ojos no estuvieran haciendo esfuerzos sobrehumanos para desenfocar el trozo de intestino que se había estampado contra el respiradero de la taquilla que la ocultaba pensaría que había tenido un brote de esquizofrenia paranoide. Aún era demasiado pronto para descartarlo pero su mente racional estaba demasiado presente en todo aquello como para atribuirle la culpa a una locura transitoria.

No, pensaba con claridad y a pesar de estar asustada hasta decir basta su cerebro le iba enviando señales luminosas en forma de frases cortas. Sal. Levanta. Busca la cápsula. No podía atribuirse todo el mérito de tan brillante idea cuando la voz de MADRE no cesaba de repetir que quedaban treinta minutos para la autodestrucción.

El tacto de algo blando contra su pie al resbalar con la mano de Jack, el médico de la nave, nada más salir de su escondrijo le dio una bonita perspectiva del techo de la estancia y un buen manchurrón de sangre en su antes inmaculada bata blanca.

Joder, Tracey, mente analítica, mente analítica. Descarta los cuerpos de la ecuación y añade los putos bichos. Sólo hay dos posibles respuestas: o escapas o mueres. Céntrate.

Diez segundos después andaba en cuclillas hacia la puerta que había a la derecha, ahogando el miedo en palabras racionales, sin darse cuenta todavía de lo ineficaces que iban a resultar.

Pasó a lo que le pareció reconocer como las oficinas del personal médico de la nave, palpando por el suelo encontró las llaves del despacho de Jack, allí dentro podía guardar cosas útiles. Entró en su despacho y removiendo los cajones encontró pastillas para el estrés, tal vez le serían de utilidad en algún momento...

En aquel momento hubiera besado a Jack si no fuera un cadáver despedazado que sólo conservaba un brazo y la mitad del torso, así que se limitó a dirigir un pensamiento de compasión hacia él mientras seguía avanzando por la nave en estado de alerta.

La psicóloga Tracey Mars estaba intentando calmar los nervios, por un lado oyó la explosión en el sector M08 y poco después le pareció escuchar pisadas fuertes en el sector justo a su lado (N06). No tenía armas, aunque si lo pensaba tampoco sabía si de tenerlas sabría utilizarlas. Las cosas se estaban poniendo feas por momentos...

Estaba prácticamente convencida de que aquel sonido no era otra cosa que uno de aquellos seres con ansia de sangre. Vagamente se preguntó si sería Max, el paciente que estaba tratando el doctor y que se había transformado en "eso". No importaba. Si tuviera la más mínima posibilidad de matarlo le daría igual que se llamara Max, Michael o Sarah, acabaría con él como si se tratara de una mosca y posiblemente incluso lo haría con una violencia inusitada en ello siempre y cuando su miedo y repugnancia la dejaran actuar y no la paralizaran en el sitio o la hicieran vomitar hasta las uñas de los pies.

El terror aún no amenazaba con desbordarla y de momento sólo actuaba como energía canalizada efectivamente de modo que se puso a gatas y avanzó hasta la siguiente puerta, que daba paso a una estancia que no parecía haberse visto afectada.

Efectivamente como ella pensaba esa estancia aún estaba bastante intacta y no vio a nadie allí. Vio terminales de ordenador con los que quizás podría entrar en contacto con MADRE...

El ordenador. ¡El ordenador! En aquel momento el pánico burbujeante que amenazaba con apoderarse de su persona estuvo a punto de impulsarla hacia el aparato y ponerse a aporrear el teclado como si no hubiera mañana, cosa que, en realidad, era bastante probable. Sin embargo su más que frágil autocontrol la llevó aún a rastras hasta el lugar y logró enviarle un mensaje suficiente coherencia como para que tecleara desde el suelo su número de identificación y la contraseña. Justo antes de darle a aceptar tuvo un momento de brillantez en el que quitó el sonido del aparato de modo que no le diera la bienvenida con palabras pero no fue hasta que le dio a aceptar con toda la falta de sonido consecuente que empezó a respirar con cierta tranquilidad.

A continuación se dispuso a navegar por la interficie en busca de información sobre los sistemas de oxigenación, las cápsulas e incluso comprobar si de algún modo podía posponer la autodestrucción treinta minutos más.

- BIENVENIDA DOCTORA MARS.- las letras salían una tras de otra en la interfaz del programa. MADRE estaba en contacto con ella!- PRÓTOCOLO DE SEGURIDAD ACTIVADO_TIEMPO RESTANTE 26 MINUTOS_ALARMA DE CUENTA ATRÁS A PARTIR DE LOS 10 MINUTOS.

Tracey tecleó sus contraseñas y navegó por la interfaz para intentar posponer el tiempo de autodestrucción de la nave.

- TIEMPO RESTANTE 36 MINUTOS, SALIDAS DE EMERGENCIA LISTAS PARA SER ACTIVADAS.

Hubiera lanzado el puño al aire en señal de victoria pero como no le parecía lo más prudente se permitió una tenue sonrisa que enseguida desapareció de sus facciones al recordar su situación. No, no era el momento de alegrarse por un pequeño éxito cuando tenía ante sí un campo plagado de derrotas como evidenciaba lo que sólo podía calificar de chillido de provenía de otra zona de la nave.

Un escalofrío le sobrevino al tiempo que alejaba las manos del ordenador. No parecía prudente quedarse ahí arriesgando su vida cuando era evidente que nada bueno sucedía ahí y que los monstruos no estaban precisamente de descanso.

Tragó saliva, sintiendo el amargo sabor de la bilis en su garganta, sabiendo que moverse significaba un nuevo peligro. Pero tenía que arriesgarse, porque quedarse ahí era una muerte segura.

Avanzó hacia otra zona, pero al avanzar por unos pasillos que quedaban a distinta altura se apoyó contra una barandilla que cayó haciendo gran estruendo...muy posiblemente esas cosas lo escucharían e irían a por ella. De hecho en ese justo momento escuchó dos gritos de los aliens, parecían gritos de lucha y dolor...

El miedo la golpeó con toda su fuerza al oír aquel simple sonido que había provocado con su torpeza extenderse por todo su entorno vacío. Imprudentemente y en contra de todo lo que le pedían los instintos, se detuvo, temblando como una hoja y sin atreverse a mirar en derredor, a la espera de que alguna de aquellas criaturas se le lanzara encima.

Por fin, tras varios minutos de miedo paralizante el cuerpo la impulsó a seguirse moviendo, diciéndose que perder un minuto equivalía a estar un minuto más cerca de morir. Tenía que seguir. Por desgracia, su confianza en sobrevivir había descendido hasta el subsuelo.

Al parecer no se encontró a nadie en esa zona, para bien o para mal, pero al parecer diferentes marcas en el suelo indicaban que había sido una zona transcurrida apenas unos minutos atrás. No obstante eso no indicaba nada, se podía tratar de supervivientes como ella que se esforzaban por llegar a la zona de evacuación...Aunque la otra opción hizo que un escalofrío recorriese el cuerpo de Tracey. En estas salas no encontró tampoco nada de utilidad.

No podía parar de pensar de modo obsesivo sobre si aquel rastro seguía su mismo camino o ya se había desviado. ¿Habría alguien? ¿Y si algún alien o como se llamaran la esperaba exactamente al lado de la cápsula? Por un momento se preguntó si la reconocerían y eso la llevó a un segundo pensamiento más profundo y mucho más escalofriante. ¿Les reconocería ella? Habían sido sus amigos, compañeros durante tantos años.

Pero no podía ponerse sentimental, se dijo. Lo mejor era vigilar mucho por dónde pisaba y apartar todos aquellos pensamientos que amenazaban con ahogarla.

La nave se estaba llenando de ruidos escalofriantes que nada tenían que ver con los sonidos de dilatación que parecían llenar los silencios. Eran más bien gritos en la oscuridad, lejanos, sí, pero que podían equivaler a la muerte de uno de sus compañeros. ¿O es que ya no quedaba nadie con vida?

Era la primera vez que se le ocurría aquel pensamiento: estaba sola en una nave que estaba a punto de autodestruirse, rodeada de unos extraños monstruos espaciales cuyo único fin parecía ser el de cazar humanos. Notó como un grito ascendía por su garganta, sin que llegara a sonar, y los ojos se le llenaban de lágrimas de pura desesperación, de puro terror. ¿Por qué le estaba pasando a ella?

Un paso más, otro, otro. Se estaba forzando a caminar de modo sigiloso, aprovechando aquellas zonas que no parecían haber sido pisadas anteriormente por aquellos seres para desplazarse con más agilidad. Lo único que le permitía seguir adelante era la certeza de que cada vez estaba más cerca de la cápsula y de que parecía evidente que por allí no había pasado nadie antes que ella.

Otro extraño pensamiento cruzó su mente. Aquellas cápsulas eran individuales cuando la nave estaba llena de gente, aunque ahora mismo no sabía quién seguía vivo. ¿En qué habían pensado? Era como un titánic espacial. Era imposible la evacuación total hasta el punto de que si tenía que luchar por su supervivencia, lo haría. Era un pensamiento horrible pero en aquel momento sólo quería escapar.

El corazón le latía a toda velocidad como si de tambores de guerra se tratase en aquel denso silencio, retumbando en sus oídos y cubriéndola de un sudor frío que humedecía su bata blanca, que cada vez le pesaba más sobre los hombros. Ansiaba quitarse aquella molesta pero no le parecía una gran idea sin saber si aquellos seres se guiaban por el olfato. ¿O tal vez por feromonas? Quizás la humedad de su propio sudor la delatara.

Le dolía la cabeza de tanta tensión pero era un dolor lejano, como si no pudiera concentrarse en él más que en el aliento que se condensaba ante ella. No, su atención iba dirigida a sus pies, cautelosa, vigilando el suelo que pisaba para no emitir ningún sonido en absoluto.

Miedo y oscuridad empezaban a convertirse en una constante. Las luces de emergencia empezaban a fallar, convirtiéndose en un parpadeo desesperante que anunciaba monstruos con cada segundo nuevo de oscuridad. Sin embargo, nada de eso sucedió mientras continuaba con su avanza, esperando escuchar una extraña respiración en el siguiente recodo, un olor acre que anunciara su muerte.

Pasó por la siguiente estancia con la mano en la pared, guiándose por el tacto mientras su respiración trabajosa a causa del pánico la delataba en aquel diminuto espacio. Sin poder evitarlo, dejó escapar un gemido en un momento en el que le pareció que la muerte se le echaba encima, aunque tan solo fue un juego de sombras y mucha imaginación.

El pasillo por el que caminaba en aquel momento estaba prácticamente a oscuras, excepto por el ocasional parpadeo de las luces de emergencia rotas. Cada parpadeo equivalía a una respiración abrupta que la llevaba a dar un paso en la incertidumbre absoluta, sin saber dónde la llevaría el siguiente parpadeo, que encontraría ante sí cuando las luces volvieran a iluminar el lugar. Respiración agitada, oscuridad. Parpadeo, un carrito volcado. Tres pasos rápidos en la oscuridad, un gimoteo ahogado. Parpadeo, una enorme mancha de sangre sobre el suelo arañado. Oscuridad, sus pies chapotearon en la sangre pegajosa. Parpadeo, ¿acababa de ver una sombra cruzando ante sí? Sin luz, rápidas respiraciones que la llevaban cada vez más cerca del otro extremo del pasillo. Parpadeo, su mano sobre el pomo de la puerta.

Los chillidos desgarradores que acompañaron el paso de Tracey por la siguiente estancia la llenaron de una especie de júbilo. Aún quedaban humanos vivos, estaba convencida de ello, pues aquellos aterradores gritos de dolor no eran humanos. No podían serlo, se había repetido. Así que sus compañeros debían estar matando a esos engendros.

En el fondo se regodeaba con aquello pero ni iba a volver atrás para ayudarles cuando su lucha se basaba ahora mismo en la supervivencia. Debía sobrevivir. Y si no recordaba mal la ubicación del lugar pronto se hallaría segura en la cápsula.

En caso de que alguien no se haya marchado ya en ella, pensó con tono lúgubre.