Partida Rol por web

Todo va bien, no os preocupéis. Estoy con Morticia. Resulta que se llama Nora, es Española.

Cuando acabe aquí volveré a casa que me he empapado. Tengo que cambiarme de ropa.

Te mando un whatsapp cuando esté listo!

Amber frunció el ceño al ver la dirección en la que se encaminaba Émille, pero se encogió de hombros y no dijo nada al respecto antes de empezar a caminar tras él. 

La pequeña comitiva recorrió pasillos de piedra en los que una vez más los mismos motivos parecían repetirse hasta la saciedad. Ángeles, espadas, soles y rosas. Y una y otra vez podían ver puertas marcadas con runas sobre su marco. 

Milton caminaba junto a Nora, comentándole en ocasiones detalles sobre el edificio y su distribución con su voz suave. Ivy parecía ensimismada en sus propios pensamientos y de vez en cuando levantaba el anillo de Ethan para volver a mirarlo de cerca. 

Tuvieron que subir varios pisos y cuando las escaleras terminaron se encontraron delante de dos amplias puertas de madera. Ciertamente no parecía un lugar muy adecuado para colocar el área residencial del Instituto. Y cuando Émille abrió las puertas dejando paso a los demás, quedó claro que no lo era. 

Se trataba de un espacio muy amplio, de unos quince metros de altura. Y podría parecer un gimnasio ya que en algunos de sus laterales había espalderas, si no fuese porque el aire estaba plagado de vigas a distintas alturas y las paredes llenas de armas blancas de todos los tamaños y formas, algunas sin filo, de entrenamiento, y otras que parecían estar tan afiladas como para cortar un cabello en el aire. 

Junto a la entrada una puerta parecía guardar lo que debía ser tal vez un vestuario. 

Observé la estancia sin interés aparente. Emille me había engañado. Debí haberlo previsto, pero ahí estaba en una sala con los juguetes del gabacho. ¿Tienes que enseñárnoslos para sentirte más hombre? Me acerqué a una de las paredes y me senté.

Bueno, supongo que ahora viene una demostración de lo machito que eres con la lanza. Miré al chico, aparentando aburrimiento. No iba a atacarme dentro del recinto, así que podía meterme con él un poco. Sobre todo después de lo que había hecho. Venga, pero date prisa reafirmándote como macho alfa y subiendo tu autoestima, que quiero visitar vuestras residencias.

En realidad me daban igual las residencias y me daba igual aquel lugar. Solo quería irme, pero todavía tenía una cuenta pendiente con el francés y aquí no podía hacerme nada. Apoyé el rostro sobre una mano con aburrimiento y con me puse a tamborilear con los dedos de la mano que tenía libre.

Caminé junto a Milton siguiendo la ruta que había iniciado Emille. Escuché con creciente interés todas sus explicaciones con alguna que otra pregunta entre medias. Al estar acompañados, la incómoda conversación anterior había quedado relegada a las curiosidades sobre el edificio, lo que estaba bien para mí.

Estuve totalmente distraída hasta en que entramos en aquella sala. Miré con un poco de miedo todas las armas que había por allí, no es que fuera una pacifista declarada, no era tonta y sabía que en ocasiones había que defenderse. Sin embargo, siempre había considerado que la mayoría de los conflictos se podían solucionar hablando. Podía resultar un poco ingenua, dado el tipo de vida que llevaban, pero imaginar a la pequeña Jo entrenando con todo aquello, me ponía los pelos de punta. Por otra parte, imaginarme a mí misma me provocaba nauseas, nunca había sido buena en deportes y, aunque valoraba la importancia de la autodefensa, seguro que sería como una pesadilla.

Tuve que morderme el labio para evitar que me diera la risa con el comentario de Ethan, ya me parecía a mí que estaba tardando mucho en sacar su “adorable” personalidad. No podía esperar  a ver la reacción de Emille, seguro que sería divertido. Me crucé de brazos y esperé.

Cuando llegué al lugar entré primero sin ningún tipo de pudor, y de espaldas a ellos una sonrisa se dibujó en mi cara. Ojalá el memo y yo estuviéramos a solas, aunque sólo fuera dos minutos. Por desgracia no era así y tenía que contentarme con lo que había.

Al escuchar sus palabras me giré hacia los demás abriendo los brazos, abarcando con un gesto de las manos todo el lugar.

- Esta es mi residencia. - Afirmé. Y lo mejor es que realmente pasaba más tiempo allí que en mi habitación, así que ni siquiera era del todo mentira. No sabía qué era eso de macho alfa, pero por su tono no me gustaba. De modo que le miré a los ojos y le hablé directamente.

- No necesito lanza para darte una paliza. - Le espeté. - Incluso desarmado no me durarías ni medio minuto. - Continué después, dando unos pasos hacia atrás sin separar mis ojos de los suyos.

- Decías que ibas a ser de los nuestros, ¿no? Proteger al débil, y todo eso. - Pregunté de manera retórica. - Escoge arma, no vamos a cargar con inútiles. Tu entrenamiento empieza ahora.

Suspiré y negué con la cabeza cuando dijo lo de que aquel antro era su hogar. No me extrañaba, la gente huiría de él más que de Nora, que ya era decir. Las armas debían de ser sus únicas amigas. Tal vez incluso hablase con ellos. Pobre demonio. Si en el fondo llevaría una vida horrible y aquella sería su única vía de escape.

Cuando habló de instrucción abrí mucho los ojos. Lo primero que me vino a la cabeza era que quería matarme, pero no podía hacerlo. No delante de toda aquella gente. Quería dejarme en mal lugar, tal vez pasarse un poco, pero fingir que era para entrenarme. No me hubiese extrañado nada.

Me encontraba en un dilema. No quería quedar como un cobarde negándome... Pero tampoco quería luchar contra él. Estaba contra la espada y la pared. Como siempre, el orgullo pudo conmigo. No iba a permitir que me dejase en mal lugar delate de tanta gente. No he dicho que vaya a ser uno de los vuestros.  Le expliqué. El pobre había demostrado que le costaba entender las cosas. Solo que no voy a dejar sola a mi hermana. Es todo lo contrario.

La preocupación llegó a mi rostro al girarme hacia una de las estanterías más cercana. Cogí un par de armas aleatorias y las empuñé con poca seguridad. Mis movimientos eran bastante torpes. Algunas armas incluso me costó levantarlas y las descarté al instante. Quedó claro que ni siquiera iba a poder atacar con ellas, pesaban demasiado. Armas ligeras. La cara de preocupación iba en aumento.

Lancé una mirada a Emille, intentando evaluarle. ¿Sería capaz de pasarse de la ralla delante de tanta gente? Si había algo que valoraba más que mi físico y mi imagen, era mi vida. Agité la cabeza, intentando centrarme. El arma...

Me acerqué a una estantería donde había armas de menos tamaño y probé una. Era una especie de floerete. Probé empuñando el arma con una mano y luego con dos. No estaba demasiado cómodo con ella. Era bastante ovbio que ni siquiera sabía como se hacía, pero al menos podía levantarla, algo era algo. Cogí aire con fuerza y me acerqué a él. Sin armas. Le dije. No permitiría que me trinchase. No iba a pelear contra él si iba armado. Solo había accedido porque estaba desarmado... Y aún así estaba inseguro. Podía hacer aparecer armas de la nada. Ni trucos. Añadí. A saber lo que podría hacer.

¿Empiezo yo? Pregunté, inseguro. Atacar a alguien desarmado podía considerarse cobarde.

Amber había fruncido el ceño al entrar y escuchaba el intercambio entre Émille y Ethan con evidente incomodidad. Cambiaba el peso de una pierna a la otra y finalmente se cruzó de brazos y se colocó entre ellos.

- Eh, no estáis hablando en serio, ¿no? - Miró a Ethan y luego el arma que el muchacho sostenía, demostrando que no tenía ni idea de cómo cogerla. - Ni siquiera sabes coger eso. Te vas a hacer daño. Y él está entrenado. 

Miró entonces a Émille. - En serio, Émille, ¿qué pretendes demostrar? Es como pegarle a un cachorrillo indefenso.

Milton contemplaba a Émille desde que habían llegado a ese lugar con una ceja enarcada, parecía preguntarse por qué los había llevado allí. Y al escuchar a los dos muchachos, suspiró quedamente y se giró hacia Nora, haciendo un gesto con el brazo para que se mantuviese cerca de la pared. - Ten cuidado, mantente alejada. - Hizo una pausa, como evaluando la situación y cómo terminaría y finalmente echó un vistazo a la puerta. - ¿Quieres quedarte aquí? Podemos irnos si lo prefieres. - Susurró hacia la joven con su voz suave.

Observé con diversión cómo el crío hacía pruebas con distintos tipos de armas. No tenía nada que hacer, estaba claro. Mi expresión denotaba confianza y seguridad, y esperé durante todo el tiempo que él tardó en prepararse, paciente.

Asentí cuando dijo sin armas, y lo repetí al añadir los trucos. Aunque tampoco es que fuera a hacer caso si llegaba el momento. Luego, cuando preguntó si empezaba simplemente esperé a que diera el primer paso sin llegar a responder, dejando que el tiempo pasase.

La voz de Amber me llegó entonces, y no pude evitar sentirme complacido. - Tienes razón. - Admití mirando a mi amiga antes de volver a fijar mis pupilas en el chico. - Sería como pegarle a un cachorrillo. - Repetí fingiendo no estar encantando. - Deja el arma. Harás el ridículo. - Le dije como si le estuviera advirtiendo, a pesar de que en mi mirada había un brillo desafiante. Amber me lo había puesto en bandeja. Si ahora él seguía adelante sería únicamente responsabilidad suya.

Cuando Amber habló me mordí el labio. Tenía tan claro que me iba a vencer desarmado que no podía evitar sentirme atacado. Además, después de haber cogido arma y enfrentarme a mí... Quedaría muy mal retirarse por algo como así. Aún así la última palabra la tenía Emille.

No me había dejado otra opción. Aquellas palabras y aquella mirada era un reto en sí mismo. Me estaba buscando... Y me había encontrado. No podía permitir semejante ridículo, pese a estar tan clara la desventaja para todos. Empuñé el florete y ataqué con la vista fija en él. Me esforcé al máximo, no quería quedar mal. No después de que hubiese intentado dejarme mal delante de todos. Tenía que devolvérsela.

Ethan se lanzó a por Émille y en cuanto empezó a moverse su mano sostuvo el florete con más firmeza y sus movimientos fueron menos titubeantes. 

Sin embargo, Émille esbozó una sonrisa de suficiencia y se agachó para realizar un barrido, directo a los pies del rubio. Golpeó en sus tobillos y a pesar de que consiguió magullar al otro chico, Ethan no llegó a perder el equilibrio y lanzó una estocada directa al hombro de Émille.

Al verla venir Émille levantó el brazo para bloquearla pero el desconcierto por no haber tirado a Ethan con el barrido le hizo calcular mal y el florete se clavó en su carne, haciendo que brotase la sangre y una mancha oscura tomase forma en la tela de su ropa. 

Una sonrisa apareció en mi rostro cuando conseguí hacer el corte. No quería seguir, tampoco quería hacerle demasiado daño, sobre todo porque no quería que todos se volviesen contra mí. Además, ya estábamos en paz. Estamos en paz. Otra sonrisa. Intenté retirarme retrocediendo, por si pretendía seguir, sin darle la espalda al gabacho.

Al sentir la sangre brotando una sonrisa se formó en mi rostro. Al fin. Era la excusa que necesitaba.

- Te dije que dejases el arma. - Le recordé como si no hubiera oído sus palabras. - Que harías el ridículo. Ni me he molestado en esquivarte para no hacerte daño, pero te lo has buscado. - Aseguré antes de lanzarme contra él.