Partida Rol por web

Continué caminando junto al chico escuchando atentamente sus palabras, lo de las runas y que las utilizaban me provocó una nueva oleada de preguntas. Milton cortó la frase a la mitad y me quedé congelada, me habían dicho que el edificio era un santuario pero, después de lo que había visto, no pude evitar asustarme un poco. Tan solo duró un segundo, que fue lo que tardó Milton en sonreír y hacer un gesto para que me mantuviera en silencio, le devolví la sonrisa y le seguí con todo el cuidado del que fui capaz hacia uno de los bancos de la pared.

Desde debajo del banco asomó una cabecita, una niña adorable que parecía un pequeño ángel rubio y estaba claramente molesta por haber sido descubierta.  La confianza en el trato entre los dos me dejó claro de que allí convivían como una familia, me mordí la lengua aguantándome la risa ante la escena, seguro que no le sentaría demasiado bien a la niña que me riera.

-Hola Jo, soy Nora y sí, vine con Ethan.- Respondí al desparpajo de la niña y le tendí la mano respondiendo a la seriedad de su saludo. – Es un placer conocerte.

Cuando Ivy comenzó a abrir la marcha simplemente continué caminando detrás, un poco molesto porque no nos hubieran esperado. Que la porculera me hubiera dicho que Amber estaba enfadada no mejoraba las cosas. ¿Qué coño había pasado para que alguien la cabreara, con lo difícil que era?

Al entrar y ver a los dos musculitos chuloplayas los ignoré directamente, dirigiéndome hacia Amber. Cuando el rubito se me adelantó al hablar apreté un poco los labios, consciente de que todavía no me había dado un nuevo motivo para descargar sobre él la frustración de haberme perdido lo interesante.

- Pero ya estamos aquí. - Le dije, haciendo un gesto para que me lo contase luego. Sólo faltaba que el memo se enterase a la vez que yo de las cosas. - ¿Qué hacemos? ¿Vamos a ver a Gareth?

Amber miró a Ethan cuando hizo su pregunta, como dudando si responder o cómo hacerlo y finalmente se encogió de hombros. - Nora ha cabreado a Gareth y se ha ido a hablar con Alice. Supongo que no tardarán en volver. - Terminó, mirando a Émille, sin llegar a responderle directamente a su pregunta. 

Su mirada se fijó entonces en Ivy, que discretamente se había deslizado hacia uno de los sillones y se había sentado en él y después miró hacia la pierna de Ethan. - ¿Y tú cómo estás? ¿Te duele? - Volvió a mirar a Ivy, frunciendo levemente el ceño. - Si comprobáramos que eres un Nephilim como Nora quizá podríamos probar a ponerte un iratze y te curarías, pero sin estar seguros podría ser muy peligroso. - Pareció estar a punto de añadir algo más, pero se detuvo, quedándose en silencio.

- Y si fuera un Nephilim sin despertar, también podría ser peligroso. - Intervino el joven rubio, dedicándole una sonrisa a Ethan. - Es bastante mayor como para ponerle la primera runa tan alegremente. - Se levantó y se acercó, para tenderle la mano a modo de saludo. - Me llamo Stuart y él -señaló con el pulgar al joven moreno que permaneció sentado en el sillón- es Derian, mi parabatai.

Se giró entonces hacia Émille. - Voy a buscar unas coca-colas, ¿quieres que avise a Gareth de camino de que ya habéis vuelto?

El joven moreno enarcó una ceja cuando el rubio le presentó y estiró las piernas, cruzando un tobillo por encima del otro y dedicándole una sonrisa de medio lado a Ethan. - Tráeme una birra. - Dijo entonces, dirigiendo sus palabras al rubio que se había presentado como Stuart, pero sin dejar de mirar a Ethan. 

- Pues yo creo que sería buena idea. - Dije de manera cortante cuando Stuart recriminó a Amber, y más viendo las sonrisitas que le dirigían al rubito. Entre chuloplayas deben entenderse de puta madre... - Alguna runa tendrá que ser la primera, un iratze es tan buena como cualquier otra. - Comenté mientras me sentaba cerca de mi amiga, en una de las sillas.

- Y sí, avísale. A ver si solucionamos esto pronto y puedo dejar de hacer de niñera.

- Igualmente. - Respondió la niña estrechando tu mano y haciendo una inclinación un poco rígida con la cabeza en un gesto demasiado formal para su edad. Después te miró como evaluándote y debiste pasar su examen ya que finalmente sonrió antes de empezar a hablar rápidamente. - ¿Puedo ir a la biblioteca con vosotros? Antes me echaron de la enfermería, pero escuché que eres una Nephilim antes de que Émille discutiera con el chico de la tele. ¿Lo eres? ¿Te vas a quedar en el Instituto? 

Mientras tanto Milton contemplaba tu encuentro con la niña con una sonrisa divertida, pero sin añadir nada, dejando que fueras tú la que respondieras a sus preguntas si querías hacerlo.

Estoy bastante mejor, Ivy es muy buena. Dije, girando la cabeza para dedicarle una sonrisa de agradecimiento a la aludida. No sabía muy bien que decir a continuación, no me enteraba de lo que hablaban, así que decidí mantener la boca cerrada e intentar enterarme.

Uno de los chicos se adelantó para darme la mano. No solo era fastidiosamente guapo, sino que era educado y amable, pero a la vez fuerte y seguro. Tenía todas las aptitudes para llegar lejos en la vida. Definitivamente era el que más se parecía a mí, tendría que llevarme bien con él. Le tendí la mano mirándole a los ojos. Me llamo Ethan, encantado. Miré a su compañero y sonreí, inclinando un poco a modo de saludo. ¿Que narices es un para... paraloquesea?

Las palabras de Emille y Stuart me hicieron pensar que lo que proponía Amber no iba a ser demasiado bueno para mí. Aquello hizo que me replantease contar lo del anillo. No pude evitar palparlo con disimulo. Aquel objeto había adquirido demasiada importancia en poco tiempo y no sabía muy bien lo que pensar de él.

¿Es que no va a dejar de mirarme el moreno? Debería aprender de su amigo. En cualquier otra circunstancia no me habría importado lo más mínimo que me mirase de aquella forma. Con que nadie me viese devolviéndole la mirada habría sido suficiente. Pero en aquel sitio me tomaba cualquier gesto con prudencia.

Pasé por alto las palabras de Emille por el momento. Darles bombo solo habría conseguido hacerme quedar mal, que era lo que el gabacho quería, seguro.

Le devolví el saludo imitando su inclinación de la cabeza, me dio la impresión que no solo el edificio era antiguo, sus modales también. Esperé con paciencia el veredicto de la niña y, cuando llegó, le dediqué una amplia sonrisa. La reacción alegre y la expresión de Milton me dieron a entender que probablemente era como la hermana pequeña de todos.

Apenas un segundo después de que decidiera que era digna, comenzó a preguntar casi sin parar.- Bueno, yo no puedo tomar decisiones aquí pero, si a Milton no le importa que vengas a mí me parece bien.- Me agache un poco para susurrarle, suficientemente alto como para que Milton también lo oyera.- Además, si me va a enseñar el edificio, seguro que tú lo conoces mejor que él.

La pregunta sobre si me iba a quedar me supuso un problema, la niña era encantadora y no quería decepcionarla, así que no sabía muy bien que contestar, lo intenté con una respuesta vaga.

-Dicen que sí lo soy, pero yo no estoy muy segura. En cuanto a quedarme… yo tengo mi casa, un trabajo, no puedo dejarlo así como así. Seguro que tú también tienes responsabilidades y que lo entiendes, pero vendré de visita.- Aquello era una mentira flagrante, lo sabía y me sentía fatal por ello, pero prefería no ver la expresión de Jo cuando supiera que no volvería por allí.

El muchacho soltó una risa suave al escuchar el secreto que compartiste con la pequeña y asintió con la cabeza. - Claro que puedes venir, Jo. Creo que Scott está allí también. - Entonces te miró a ti. - No sabes cuánta razón tienes. Esta chiquitaja se conoce todos los rincones del Instituto mejor que nadie. Es escurridiza como un ratoncito. 

Dicho esto, hizo un pequeño gesto con el brazo, invitándoos a las dos a caminar a su lado. 

La niña empezó a caminar junto a ti, mientras meditaba tu respuesta. - Pero no lo entiendo... ¿Vives como una mundana? ¿No vienes de otro Instituto o de Idris? - Preguntó, mirándote con la cabeza ladeada y frunciendo el ceño en una expresión que no pudo menos que resultarte graciosa. - ¿Y cómo es que no sabías que eras una Nephilim? ¿No te lo dijeron tus padres? 

También me reí con la reacción de Milton que, otra vez reflejaba el cariño que sentía por la niña. –Por supuesto que tengo razón, suelo tenerla habitualmente. - Le dediqué una sonrisa juguetona, las bromas me distraían un poco de todas las consecuencias de aquella “excursión”, en algún momento tendría que tomar decisiones y eso me asustaba.

Caminé por el pasillo junto a ellos tratando de dar respuestas a las preguntas de Jo.- En realidad dudo que mis padres sepan que es un Nephilim, parece ser que mi bisabuelo lo era, pero murió antes de que naciera mi abuela. No sé nada se esas cosas que dices, ¿hay más institutos? ¿Qué es Idris?

El joven rubio respondió a Ethan manteniendo la sonrisa. - Igualmente. - Después asintió con la cabeza hacia Émille y salió del estudio, dejando tras de sí un silencio denso que resultaba un poco forzado. Quizá producido por la presencia de Ethan allí. 

Su compañero moreno permanecía callado y sentado en el sofá, todavía con la mirada posada en Ethan, como analizándolo. Amber continuaba con su aparato, aparentemente sin prestar demasiada atención a los demás. E Ivy en su rincón miraba a los que se habían quedado en silencio. Y de alguna manera ella era la que más cómoda parecía con ello.

Nadie me había invitado a sentarme, así que seguí en pie, apoyando una sola pierna y procurando mantener el equilibrio con las muletas. No era demasiado difícil. Aún así me habría gustado sentarme, pero la descortesía en aquel lugar era demasiado evidente.

Avancé unos pasos y miré a los presentes con disimulada curiosidad. Era un grupo de lo más dispar. Al final, decidí romper el silencio. ¿Puedo saber qué es este sitio? Dije, intentando darle un tono neutro a mis palabras para que no notasen el interés. Quería saber a que atenerme, pero nadie me había dicho nada. ¿Y quiénes sois vosotros? Cuando nos acompañabais hasta aquí habéis dicho que erais Nephilims... ¿Qué es eso?

Seguramente Emille no respondiese, o soltase una exasperación. Tal vez creía que le hacía guay e interesante, cuando en realidad le hacía parecer idiota y borde. Amber tampoco parecía estar tan dispuesta a hablar como antes, pero quien sabe. Tal vez conseguía algo.

Al ver cómo el memo comenzaba a moverse por el lugar como si se tratara de su casa no reprimí una mueca de disgusto. Recibí sus preguntas, pero no tenía demasiada intención de contestar a ellas. Mi mirada se paró sobre Amber, y si hubiera tenido que apostar no descartaba que nos estuviera escuchando con atención pero pocas ganas de hablar.

Con un suspiro miré de nuevo al chico con resignación. El tío era un grano en el culo y estaba claro que no sabía simplemente quedarse quieto y callado.

- Ya viste al Shtriga. - Respondí. No había que ser muy listo para darse cuenta de que el gilipollas debía pensar que estábamos todos locos. Probablemente se creyese que éramos humanos, y el engendro también. - Deja de engañarte: Atravesó un cristal. Sangraba amarillo. No era humano. Nosotros tampoco. Ni tú.

- Este sitio es el Instituto. Vivimos, nos reunimos y entrenamos aquí. - Expliqué con desgana., dejando conscientemente de lado la cuestión sobre qué éramos. Ni de coña me iba a poner a explicarle todo cuando Gareth estaría al caer y lo que de verdad importaba iba a empezar tan pronto.

El joven te devolvió la sonrisa con naturalidad, como contagiado por la tuya. Durante un instante sus ojos brillaron divertidos y pareció a punto de decir algo, pero se quedó callado, caminando a tu lado y escuchando con atención tus respuestas hacia la pequeña que parecía genuinamente sorprendida con tus palabras.

- Vaaaaya. - Respondió, mirándote con los ojos muy abiertos. - Nunca había conocido a un Nephilim que no supiera que lo era. - Hizo una pausa, antes de empezar a hablar, como recitando algo aprendido. - Hay muchos Institutos repartidos por el mundo, pero el de Londres es de los más antiguos e importantes. Mi familia lo ha dirigido desde su creación, excepto por un breve periodo en el siglo... - hace una pausa como dudando y continúa un poco dubitativa - diecinueve. Creo. En el que lo dirigió la señorita Branwell y luego volvió a mi familia hasta ahora. En Europa llamamos a estos lugares Enclaves, pero en América los llama Cónclaves... 

Mira hacia arriba, como tratando de recordar si ha olvidado algo y luego sigue. - Idris es un país que los mundanos no pueden ver, está en Europa, entre Francia y Alemania. Es el país de los Cazadores de Sombras. Su capital es Alacante, también llamada la Ciudad de Cristal. - Entonces deja de recitar para sonreír y hablar con una leve nostalgia. - A veces vamos allí y tenemos una casa que era de nuestros abuelos. Es genial porque me dejan salir a la calle sola y no tengo que estar todo el día encerrada en el Instituto. Y además allí tengo amigas, está Lottie, Hanna y Avette. Y están mis abuelos.

Te sonríe de nuevo y sacude la cabeza, antes de empezar a preguntar rápidamente una vez más, como si considerase que ahora te tocaba a ti responder. - ¿Y vas a empezar a entrenarte como Cazadora de Sombras? ¿No eres muy mayor? Alice dice que yo debería estar haciéndolo ya, pero la verdad es que no tengo muchas ganas. Ella dice que a mi edad se sabía el Libro Gris y el Códice de memoria y que soy una vergüenza por no ser tan perfecta como ella. - Las últimas palabras las dice con bastante retintín, resultando evidente que no es eso exactamente lo que Alice dice, pero que el mensaje queda claro incluso para la cría. - ¿Y nunca te has puesto una runa? Creo que a mí me harán la ceremonia de la Primera Runa después de verano, cuando viajemos a Idris. Y después ya no podré escaquearme más, me vigilarán todo el día. - Termina, poniendo los ojos en blanco con un evidente fastidio. Después se acerca un poco a ti y habla en voz más baja, como si te estuviera desvelando un secreto. - Dicen que te puedes poner muy enfermo o incluso morirte si sale mal. 

Amber levantó la cabeza al escuchar la respuesta que Émille le dio a Ethan y asintió levemente, con aire todavía distraído, antes de empezar a hablar ella también. 

- Los Institutos son refugios para los Nephilim. Cualquiera de los nuestros puede acudir a uno para pedir asilo o ayuda. Desde el Instituto de Londres mantenemos el orden en la zona. Nos encargamos de proteger a los mundanos de la ciudad de cosas como la que mató a ese niño en la cafetería. - Explicó la joven, perdiendo poco a poco la tensión que parecía haber mantenido hasta el momento. 

Escuché la explicación de Jo con total atención, todo aquello sobre los institutos y su país era muy interesante, pero cuanto más avanzaba menos me gustaba lo que estaba explicando. En primer lugar estaba la actitud de Alice, no me resultó agradable desde el principio, pero presionar de esa forma a una niña tan encantadora me parecía demasiado hasta para ella.

-Bueno, no te preocupes, por lo poco que he visto de Alice prefiero que seas como eres, no es por criticar, pero me ha parecido un poco estirada. No sé demasiado sobre todo esto, ¿para qué debería entrenarme?

No daba la impresión de que Jo fuera demasiado feliz con su vida, intenté disimular para que ella no se diera cuenta pero no pude evitar mirar a Milton con el ceño fruncido. Tenían a Jo encerrada en el edificio, cierto que era un lugar enorme, pero eso no hacía más grave a mis ojos que la tuvieran allí sin dejarla salir.

-¿Por qué no te dejan salir? Una niña de tu edad tendría que ir al parque, correr, jugar y todo eso, todos necesitamos aire libre y sol para estar sanos.- Cuanto más lo pensaba, más fuerte era la idea que había tenido, sobre su gobierno y todo aquello, si a sus propios hijos les tenían encerrados, ¿qué no harían conmigo? Se me ocurrió que, tal vez, la amabilidad de Milton era una manera de controlarme, de pronto ya no me sentía tan cómoda con él.

-¿Qué es eso de marcarte con una runa? Si es tan peligroso y te puede pasar algo, ¿por qué lo permiten tus padres? ¿Y eso de que te controlan y no podrás escapar?- No entendía nada, en mi mente se tomaba forma una historia de pesadilla sobre una sociedad controladora al estilo del libro 1984.- Si no quieres marcarte solo díselo, se supone que eres libre para decidir, ¿no?- Esperé la reacción de Milton, básicamente le estaba diciendo a Jo que se rebelase, según fuera su reacción tal vez podría hacerme una idea de cuan grave era la situación.

Escuché con atención las respuestas, incluso la de Emille. Me daba mucho asco, sí, pero tal vez pudiera sacar algo en claro. Aquello no era normal, eso ya lo había visto. Había aparecido un cuchillo de la nada, había desaparecido la lanza que tenía atravesada de la nada y luego estaba lo del Shtriga ese. No entendía lo que estaba pasando, pero podía entender que aquello no era natural, pero no por ello me interesaba más. Más bien todo lo contrario. No quería tener nada que ver con aquello. Pero no e iban a creer que fuese normal. Tenía que saber más.

Entiendo. Dije, asintiendo y pasando por alto el tono del chico. Entonces, ¿vosotros podéis llevar una vida normal fuera de aquí? Había dicho que podían acudir al instituto para pedir ayuda y asilo, no que tuvieran que hacerlo. Busque una postura más cómoda. Era difícil sin poder apoyar un pie. ¿Podrá Nora llevar una vida normal de ahora en adelante?

Nora me importaba entre poco y nada, pero lo que le ocurriese a ella me ocurriría a mí si descubrían que era como ellos. No iba a dejar que me encerrasen en aquel lugar para luchar contra cosas que ni siquiera debería saber que existían. Era absurdo.

Oír cómo el inútil hablaba de tener una vida normal como algo bueno me parecía despreciable. Sobre por saber lo que normal significaba para él. El mundo en guerra, y no hacer nada. Olvidar las responsabilidades. Dejar que Subterráneos y Demonios campen a sus anchas, acabando con aquellos que ni siquiera pueden verlos.

- No creo que Nora haya tenido una vida normal en su puta vida. - Respondí frunciendo un poco el ceño por no insultarle directamente. Cada vez que hablaba me ponía más malo. Y recordar cómo me había insultado antes... Si no fuese a haber consecuencias, si nada dependiera de ello, probablemente me lanzaría sobre él y le saltaría los dientes, sólo para empezar.

- Pero sí, podemos. Otra cosa es que queramos. Hay que ser despreciable para querer algo así cuando podrías estar salvando vidas. - Dije sosteniéndole la mirada. Que le quedase bien claro que lo decía por él.